miércoles, 22 de enero de 2014

LAS COFRADÍAS según un teólogo y mi propia experiencia

El domingo pasado en la Función principal de Instituto de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores celebrada en la Parroquia de San Vicente de la ciudad de Sevilla recibimos la medalla conmemorativa los hermanos que cumplimos los 50 años de permanencia en la Cofradía.


Sigo diariamente el blog del Sacerdote y Teólogo Padre Fortea http://blogdelpadrefortea.blogspot.com.es/2014/01/las-cofradias.html ; coincido con el en sus manifestaciones que hace en cuanto se refiere a la importancia que para ambos tienen las Cofradías en la Iglesia y concretamente en la religiosidad popular; de nuestra Hermandad han surgido vocaciones al Sacerdocio y Diaconado; por uno de los Sacerdotes ya fallecido, D. Juan Antonio, se aplicaron las intenciones de un día del Quinario; otro D. Juan Luis cambió el rumbo de su actividad de Perito Agrícola por la de Sacerdote hoy Párroco en Sevilla. Los Diáconos Carlos y Alberto se ordenaron para este Servicio alternándolo con su actividad profesional; con todos ellos he convivido en la Hermandad a lo largo de este medio siglo.

Recuerdo como un ayer muy cercano cuando mi amigo Rafa, hoy cuñado mío, me condujo a la Secretaria de la Hermandad para firmar la solicitud de ingreso; la celebración de la Boda con María del Carmen, hermana suya, pertenecientes a una familia muy vinculada con la Cofradía desde su refundación, ante Mª Santísima de los Dolores; la presentación ante nuestras Imágenes de nuestros hijos y con el tiempo de algunos de nuestros nietos tras su bautizo; el acto de mi juramento como miembro de dos Juntas de Gobierno en las que participe, el adiós a muchos hermanos queridos que han marchado en éstos años ante la presencia de Jesús de las Penas; la participación en cerca de 250 días de Quinario que casualmente vienen a casi coincidir con mis 285 Vigilias en la Adoración Nocturna cuya llamada me sobrevino vistiendo la túnica de Nazareno.

Y lo más reciente cuyo recuerdo permanecerá siempre para mí, la participación de mi mujer, mis hijos y mis nietos en el acto de protestación de Fe en dicha Función principal y como tras la imposición de la Medalla acudían todos los nietos, pequeños, al lugar donde me hallaba para con su mirada alegre, inocente, feliz, compartir aquel momento con su abuelo.

Aquí resumo lo importante que resulta para la familia la Cofradía y para la Cofradía la familia.

viernes, 17 de enero de 2014

de los escritos de LUIS DE TRELLES " EL NIÑO JESÚS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR"



Los Adoradores nocturnos de España conocemos el proceso de beatificación del fundador de A.N.E. En nuestro país, fue quién se ocupó de fundar muchas Secciones tras asistir a una Vigilia en París ( Francia ) su biografía justifica la decisión de la Fundación creada para dar a conocer a la persona, a su obra, entre otras de servicio al prójimo y amor eucarístico. Registro aquí en mi cuaderno de bitácora; en el encabezamiento la oración privada para alcanzar de la Gracia de Nuestro Señor la beatificación cuyo proceso se halla muy avanzado


"Jesús está siempre real y corporalmente en medio de nosotros por medio del Santísimo Sacramento de la Eucaristía. La Iglesia es como un inmenso Belén, donde el Rey de los cielos, oculto y cubierto bajo pobres apariencias, es adorado, reconocido, amado y servido por los ángeles y los corazones fieles. Belén significa en hebreo casa de pan; la Iglesia es esta casa, construida de piedras vivas, que son sobre la tierra los cristianos y en el cielo los santos y los ángeles; y este pan es Nuestro Señor Jesucristo, pan de los ángeles, alimento eterno de los bienaventurados, y nuestro espiritual alimento [...] La Eucaristía, es Jesús en todos los estados por los que quiso pasar para obrar nuestra salvación; está por consiguiente allí también el misterio de su Santa Infancia.

Si, en medio de nosotros tenemos siempre al Niño Jesús. Sí, cuando estamos de rodillas ante el augusto Sacramento, estamos a los pies del Niño Jesús, del mismo Niño Dios, que reposó su cabeza un día en el humilde pesebre de Belén.
¡Oh felicidad! ¡Oh admirable portento! Nada tenemos que envidiar ni a los pastores ni a los magos, adoramos, vemos, tocamos, poseemos al mismo Dios, anonadado por nuestro amor en el misterio de la Eucaristía, como delante de aquellos estuvo en el misterio de la Encarnación.

Por la Eucaristía continúa Nuestro Señor al través de los siglos el misterio de la Encarnación y de la Redención.
En ese gran Belén, que es la Iglesia, el sacerdote perpetúa por medio de su santo ministerio la obra de María, dando en cierta manera a luz sobre el altar, por medio de la consagración, al Dios Hombre. En sus manos lo tiene, lo presenta a los fieles y se lo entrega amorosamente. Se lo da en la sagrada Comunión y vienen a ser ellos entonces cuna viviente, donde se digna descansar el Niño Dios, cuna suave y mullida […] La luz que brilla noche y día delante del Santísimo Sacramento, es como una continuación de la estrella que brilló a los ojos de los magos y que se paró sobre el lugar donde estaba el Niño Jesús. Es el símbolo de la fe siempre luminosa y de amor siempre ardiente, que debemos a nuestro amado Jesús presente e nuestros sagrarios. Tristemente, en muchas de nuestras iglesias, desiertas y solitarias. (L. S. Tomo III (1872) pág. 6 - 7)

(Publicado por la Fundación Luis de Trelles en su boletín de Diciembre de 2013)

DIOS actúa en la historia aunque no aparezca en primer plano

El Cantico de Laudes del viernes de la primera semana ( hoy ) me hace reflexionar sobre su contenido: Isaías 45, 15-25; localizo en la fuente señalada el comentario salido del Papa Juan Pablo II en una de sus Audiencias

CATEQUESIS DE JUAN PABLO II
1. «Es verdad: tú eres un Dios escondido» (Is 45,15). Este versículo, que introduce el cántico propuesto en las Laudes del viernes de la primera semana del Salterio, está tomado de una meditación del Segundo Isaías sobre la grandeza de Dios manifestada en la creación y en la historia: un Dios que se revela, a pesar de permanecer escondido en la impenetrabilidad de su misterio. Es, por definición, el «Dios escondido». Ningún pensamiento lo puede capturar. El hombre sólo puede contemplar su presencia en el universo, casi siguiendo sus huellas y postrándose en adoración y alabanza.

El trasfondo histórico donde nace esta meditación es la sorprendente liberación que Dios realizó en favor de su pueblo, en el tiempo del exilio de Babilonia. ¿Quién habría pensado que los desterrados de Israel iban a volver a su patria? Al contemplar la potencia de Babilonia, no podían por menos de caer en la desesperación. Pero he aquí la gran nueva, la sorpresa de Dios, que vibra en las palabras del profeta: como en el tiempo del Éxodo, Dios intervendrá. Y si en aquella ocasión había doblegado con castigos tremendos la resistencia del faraón, ahora elige a un rey, Ciro de Persia, para derrotar la potencia de Babilonia y devolver a Israel la libertad.

2. «Tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador» (Is 45,15). Con estas palabras, el profeta invita a reconocer que Dios actúa en la historia, aunque no aparezca en primer plano. Se podría decir que está «detrás del telón». Él es el «director» misterioso e invisible, que respeta la libertad de sus criaturas, pero al mismo tiempo mantiene en su mano los hilos de las vicisitudes del mundo. La certeza de la acción providencial de Dios es fuente de esperanza para el creyente, que sabe que puede contar con la presencia constante de Aquel «que modeló la tierra, la fabricó y la afianzó» (Is 45,18).

En efecto, el acto de la creación no es un episodio que se pierde en la noche de los tiempos, de forma que el mundo, después de ese inicio, deba considerarse abandonado a sí mismo. Dios da continuamente el ser a la creación salida de sus manos. Reconocerlo es también confesar su unicidad: «¿No soy yo, el Señor? No hay otro Dios fuera de mí» (Is 45,21). Dios es, por definición, el Único. Nada se le puede comparar. Todo está subordinado a él. De ahí se sigue también el rechazo de la idolatría, con respecto a la cual el profeta pronuncia palabras muy duras: «No discurren los que llevan su ídolo de madera y rezan a un dios que no puede salvar» (Is 45,20). ¿Cómo ponerse en adoración ante un producto del hombre?


3. A nuestra sensibilidad actual podría parecerle excesiva esta polémica, como si estuviera dirigida contra las imágenes consideradas en sí mismas, sin percibir que se les puede atribuir un valor simbólico, compatible con la adoración espiritual del único Dios. Ciertamente, aquí está en juego la sabia pedagogía divina que, a través de una rígida disciplina de exclusión de las imágenes, protegió históricamente a Israel de las contaminaciones politeístas. La Iglesia, en el segundo concilio de Nicea (año 787), partiendo del rostro de Dios manifestado en la encarnación de Cristo, reconoció la posibilidad de usar las imágenes sagradas, con tal de que se las tome en su valor esencialmente relacional.

Sin embargo, sigue siendo importante esa advertencia profética con respecto a todas las formas de idolatría, a menudo ocultas, más que en el uso impropio de las imágenes, en las actitudes con las que hombres y cosas se consideran como valores absolutos y sustituyen a Dios mismo.

4. Desde la perspectiva de la creación el himno nos lleva al terreno de la historia, donde Israel pudo experimentar muchas veces la potencia benéfica y misericordiosa de Dios, su fidelidad y su providencia. En particular, en la liberación del exilio se manifestó una vez más el amor de Dios por su pueblo, y eso aconteció de modo tan evidente y sorprendente que el profeta llama como testigos a los mismos «supervivientes de las naciones». Los invita a discutir, si pueden: «Reuníos, venid, acercaos juntos, supervivientes de las naciones» (Is 45,20). La conclusión a la que llega el profeta es que la intervención del Dios de Israel es indiscutible.

Brota entonces una magnífica perspectiva universalista. Dios proclama: «Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios y no hay otro» (Is 45,22). Así resulta claro que la predilección con que Dios eligió a Israel como su pueblo no es un acto de exclusión, sino más bien un acto de amor, del que está destinada a beneficiarse la humanidad entera.

Ya en el Antiguo Testamento se perfila la concepción «sacramental» de la historia de la salvación, que ve en la elección especial de los hijos de Abraham y, luego, de los discípulos de Cristo en la Iglesia, no un privilegio que «cierra» y «excluye», sino el signo y el instrumento de un amor universal.

5. La invitación a la adoración y el ofrecimiento de la salvación se dirigen a todos los pueblos: «Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua» (Is 45,23). Leer estas palabras desde una perspectiva cristiana significa ir con el pensamiento a la revelación plena del Nuevo Testamento, que señala a Cristo como «el Nombre sobre todo nombre» (Flp 2,9), para que «al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos; y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre» (Flp 2,10-11).

Nuestra alabanza de la mañana, a través de este cántico, se ensancha hasta las dimensiones del universo, y da voz también a los que aún no han tenido la gracia de conocer a Cristo. Es una alabanza que se hace «misionera», impulsándonos a caminar por todas las sendas, anunciando que Dios se manifestó en Jesús como el Salvador del mundo.
[Audiencia general del Miércoles 31 de octubre de 2001
http://www.franciscanos.org/oracion/cantico06.htm