CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 17 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).-
“Quisiera afirmar con alegría que hoy en la Iglesia hay una 'primavera eucarística'”, así lo afirmó hoy el Papa Benedicto XVI, durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro.
El Papa constató que “muchas personas se detienen silenciosas ante el Tabernáculo, para entretenerse en coloquio de amor con Jesús”, y que “no pocos grupos de jóvenes han redescubierto la belleza de rezar en adoración ante la Santísima Eucaristía”.
Ante los miles de peregrinos congregados en la Plaza, el Papa habló sobre otra mujer de la Edad Media, santa Juliana de Cornillon, mística e impulsora de la fiesta del Corpus Christi o Corpus Domini en toda la Iglesia.
Benedicto XVI quiso subrayar la importancia de recuperar la adoración eucarística fuera de la Misa,: “la fidelidad al encuentro con el Cristo Eucarístico en la Santa Misa dominical es esencial para el camino de fe, pero intentemos también ir frecuentemente a visitar al Señor presente en el Tabernáculo”.
Citando la Encíclica Ecclesia de Eucharistia, constataba que “la adoración del Santísimo Sacramento tiene cotidianamente una importancia destacada y se convierte en fuente inagotable de santidad”.
“Mirando en adoración la Hostia consagrada, encontramos el don del amor de Dios, encontramos la Pasión y la Cruz de Jesús, como también su Resurrección".
Precisamente a través de nuestra mirada en adoración, el Señor nos atrae hacia sí, dentro de su misterio, para transformarnos como transforma el pan y el vino”, afirmó el Papa.
El Papa mostró su deseo de que “esta 'primavera' eucarística se difunda cada vez más en todas las parroquias, en particular en Bélgica, la patria de santa Juliana”.
Corpus Domini
Siguiendo con su ciclo de santas mujeres de la Edad Media, el Papa habló sobre santa Juliana de Cornillón, conocida también como santa Juliana de Lieja, que vivió en Bélgica en el siglo XIII.
Esta mujer quedó huérfana muy pequeña y fue acogida en un convento de monjas agustinas, donde tomó los hábitos.
“Además de una vivaz inteligencia, Juliana mostraba, desde el principio, una propensión particular por la contemplación; tenía un sentido profundo de la presencia de Cristo, que experimentaba viviendo de modo particularmente intenso el Sacramento de la Eucaristía”, explicó el Papa.
Desde muy joven tuvo una visión en la que aparecía la luna en su pleno esplendor, con una franja oscura que la atravesaba diametralmente.
“El Señor le hizo comprender el significado de lo que se le había aparecido:
La luna simbolizaba la vida de la Iglesia en la tierra, la línea opaca representaba en cambio la ausencia de una fiesta litúrgica, para cuya institución se pedía a Juliana que trabajase de modo eficaz”.
Con el tiempo, Juliana contactó con otras dos santas mujeres, con las que trabajó intensamente para promover la fiesta del Corpus Domini.
“Las tres mujeres establecieron una especie de 'alianza espiritual', con el propósito de glorificar al Santísimo Sacramento”, explicó el Papa.
Esta determinación supuso también muchas dificultades, hasta el punto de tener que abandonar el convento debido a la oposición del mismo superior del que dependía su monasterio.
Juliana tuvo que acogerse a otros monasterios cistercienses, en uno de los cuales murió, ante el Santísimo Sacramento expuesto.
Nueve años después, el papa Urbano IV, que había conocido personalmente a Juliana, instituyó la solemnidad del Corpus Domini como fiesta de precepto para la Iglesia universal, el jueves sucesivo a Pentecostés”.
viernes, 3 de diciembre de 2010
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