viernes, 31 de julio de 2015

Hay una guerra permanente y global contra los pobres. 2

Vivimos en un mundo en guerra donde el lucro y el poder son los rectores de esta guerra. Esto se ha afirmado en el curso sobre Guerra e Imperialismo en el siglo XXI que ha tenido lugar en el Aula Malagón-Rovirosa, donde se han tratado de forma profunda los aspectos que aplastan a los empobrecidos.
Esta guerra tiene como frentes entre otros la explotación y dominación de los recursos (agua, alimentos , minerales, fuentes de energía); el control de la población y la imposición de una cultura de muerte; el conflicto entre capital y trabajo con el desarrollo de una economía especulativa y financiera y la ruptura de las estructura solidarias.
Los mecanismos para ejercer ese poder son entre otros el control de la revolución tecnológica, el imperialismo del dinero y una revolución cultural a la medida.
El poder de los pobres está en el valor de la persona. También se consideró la riqueza demográfica de los pueblos, así como el trabajo humano, el único que produce riqueza, las asociaciones solidarias, la familia y la Iglesia Católica, entre otros factores.
En el mismo curso se trató sobre la guerra de los pobres contra los pobres", se afirmó que los empobrecidos en Iberoamérica viven en un clima de miedo y violencia para que esta les paralice como pueblo. Como ejemplo, Caracas es una de las capitales con más homicidios a nivel mundial, con un crecimiento exponencial en los últimos años.
Entre las formas de ejercer esa violencia en países como Venezuela se pueden destacar:
El robo como medio de subsistencia, el sicariato. la violencia de los sindicatos que actúan como una mafia controlando el mercado de trabajo, las "colas" para la obtención de productos básicos, el "bachaqueo" es decir el negocio de lo obtenido en las colas que lo vendes a precios desmesurados a otros pobres, el saqueo…
Se apuntaron entre otras como causa es el desarrollo de una ideología que divide a los pobres, una cultura pagana y materialista que desprecia al pobre, ante la que es necesaria una nueva evangelización desde la familia asociada y solidaria.
También se afirmó que se está produciendo un proceso de recolonización de los países del Sur. Y como notas se apuntaron que:
·         La guerra forma parte del sistema económico-político-social
·         Existe una estrategia premeditada de desestructuración de los estados con el objetivo de obtener sus recursos con mayor facilidad
·         La resistencia no violenta del pueblo esta presenté en diferentes formas desde el principio de toda guerra.
En el curso se ha realizado un recorrido por los principales conflictos a nivel internacional y las experiencias de acción no violenta del pueblo en respuesta a esas agresiones.

Nota.. hemos copiado el texto que se cita de: www.solidaridad.net. Considero merece incluir dicha dirección entre nuestros enlaces que figuran en la página principal de nuestro Blog.


Hay una guerra permanente y global contra los pobres

Selecciono este interesante articulo; si os interesa, entrar en: http://www.solidaridad.net/

lunes, 27 de julio de 2015

TEMA DE REFLEXIÓN para el mes de Agosto en las Vigilias de los Turnos

Las obras de misericordia.- VII

Dar de beber al sediento. Quizá nos es muy difícil entender bien la situación angustiosa del espíritu y del cuerpo de un sediento. El agua es uno de los elementos esenciales para la alimentación del cuerpo humano, y en muchas ocasiones nos resulta fácil ofrecer un vaso de agua fría a un compañero que tiene sed. Nos lo agradecerá, y en el fondo del alma nos alegraremos en su alegría de haber saciado su sed. 

En el Evangelio el Señor hace una clara referencia a esta obra de misericordia, cuando nos dice:
“Quien dé a uno de estos pequeños un vaso de agua fría por ser mi discípulo, en verdad os digo que no quedará sin recompensa” (Mt 10, 42).

La sed del cuerpo nos lleva a pensar también en la sed del alma. Nos encontramos tantas veces con personas que “están sedientas”, no sólo de agua, sino también de un poco de compañía, aunque no lo digan por pudor, por vergüenza, o quizá por no querer manifestar su indigencia.

Cristo, desde la Cruz nos dirigió a todos las palabras “Tengo sed”. La esponja empapada en vinagre que le ofrecieron no le calmó la sed. Apenas le enjugó los labios. ¿De qué tiene sed Cristo?

Tiene sed de que le busquemos, de hacerse el encontradizo con quienes le buscan. Tiene sed de saciar nuestra sed. Sed de hacernos bien, sed de que abramos el corazón como el Salmista, y le digamos: “Como anhela la cierva las corrientes de las aguas, así te anhela mi alma, ¡oh, Dios! Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo ¿Cuándo iré y veré la faz de Dios?” (Ps 42, 2-3).

Vivamos con Cristo esta bendita sed. Y lo hacemos, si al anhelar calmar la sed de algún sediento, le animamos, si es el caso, a que se convierta de sus pecados, a que abra el corazón en arrepentimiento, y pueda llegar a vislumbrar así el amor que Dios le tiene.

Ayudemos a todos los sedientos que encontramos en nuestra vida, a ofrecer su sed, su dolor, al Señor en la Cruz, pidiéndole por las almas que rechazan el Amor de Dios, escogen el infierno de sí mismos y por sí mismos, y desprecian el Cielo que Dios les ofrece.

Cristo tiene sed de saciar la sed de su Padre Dios, la sed que le ha traído al mundo buscando la Gloria a Dios y el bien de las criaturas. Tiene sed de “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad”. Tiene sed de darnos vida, para que nuestro vivir se injerte en la vida de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tiene sed del amor de los hombres, a quienes, clavado en la Cruz, está mostrando todo el Amor de Dios.

Aprendamos de esta sed de Jesucristo, para poner todo nuestro afán en calmar la sed del cuerpo y del alma de nuestros hermanos, los hombres.

“Dar posada al peregrino” Hemos visto ese “milagro” de la hospitalidad que vivimos con ocasión de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Muchas familias quisieron compartir con peregrinos de otros países un rato de amor de hogar: ofrecieron habitaciones, camas, un poco de comida, un detalle de caridad humana y de amistad.

Y cuando invitas a un amigo, que está solo y algo triste, a pasar un rato en tu casa, jugando contigo y con tus hermanos, estás viviendo también la buena obra de dar posada en tu corazón a ese amigo que no soporta la soledad en la que se ve hundido, y sin capacidad para llenar el vacío de su alma.

Hemos asistido en estos últimos años, y lo seguimos viviendo ahora, a ese otro “milagro” de las peregrinaciones a Santiago de Compostela. De todos los rincones de Europa llegan personas en grupos más o menos numerosos, para vivir esa antigua costumbre cristiana europea de visitar Santiago y rezar ante la tumba del apóstol Santiago. En medio de las dificultades y obstáculos que se pueden encontrar, los peregrinos descubren la hospitalidad de quienes les acogen por el camino, de quienes les reciben con afecto, cariño y verdadera caridad cristiana.

Los “peregrinos” de hoy, muchas veces, serán personas de nuestra familia, de nuestro entorno, que se quedan sin trabajo, que se avergüenzan de no poder pagar sus deudas, y que no se atreven a pedirnos una ayuda por temor a que descubramos la situación lamentable en la que viven. No podemos despreocuparnos de ellos.

Contemplamos a diario el drama – tragedia- de tantos emigrantes que anhelan poner pie en tierra europea, y no dudan en arriesgar todo su dinero, todo su futuro y el de su familia, para conseguirlo.

A lo largo de la historia, y en todas las naciones, los cristianos hemos acogido con corazón grande a los emigrantes, a todos los peregrinos del mundo, y así hemos de seguir viviendo ahora.

Un texto de los primeros cristianos, a la vez que les anima a acoger a los peregrinos, les pone en guardia contra las personas que se hacen pasar por “peregrinos”, para que no abusen de su hospitalidad:

“Si llega a vosotros un caminante, ayudadlo en lo que podáis: sin embargo, que no permanezca entre vosotros más de dos días, tres a lo más. Si quiere establecerse entre vosotros, que tenga un oficio, que trabaje y que se alimente él. Si no tiene oficio, mirad a ver lo que os dice vuestra prudencia, pero que no viva entre vosotros ningún cristiano ocioso. Si no quiere hacerlo así, tened cuidado, que es un traficante de Cristo. Estad alerta contra los tales”. (Didajé 12.2-5)
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Cuestionario

  • - ¿Procuro estar atento a las carencias materiales que pueden sufrir amigos y conocidos, para ayudarles a resolverlas; o hago oídos sordos a las necesidades que veo a mi alrededor?
  • -No estaré con posibilidades de arreglarlo todo; pero ¿no puedo tampoco poner el primer ladrillo, y así animar a otros para que en nuestro entorno vivamos mejor la solidaridad, la caridad?
  • - ¿Procuro remover el espíritu de los sedientos para que contemplen la sed de Cristo, y le amen para calmar esa sed?




sábado, 25 de julio de 2015

CATEQUESIS VOCACIONAL. " Pastores según mi Corazón " X "




Interesantes reflexiones que nos ha remitido el Sacerdote Misionero Comboniano, D. Antonio Pavía recomendandonos  en la convivencia que mantuvo con los Delegados de Zona y el Consejo nacional de la Adoración Nocturna Española, su lectura y meditación


Pastores según mi corazón – X
Palabra y pastor: historia de amor

Es comúnmente sabido que una persona se abre a otra conforme se va sintiendo aceptada, apreciada y, por supuesto, valorada; todo ello hace que no quede indiferente ante quien ha fijado su mirada y atención en ella. Cuando se dan estos hechos podemos afirmar que se ha puesto en marcha la fuerza, la atracción irresistible del amor.

Lo que sucede en el amor humano, reflejo del Amor que es Dios (1Jn 4,8), se cumple y realiza en dimensiones que escapan a toda medición entre la Palabra en la cual Dios habita, (Jn 1,1), y el hombre-mujer que la acoge teniendo en cuenta que acoge al mismo Dios: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14,23). Estamos hablando de una especialísima historia de amor.

Dicho esto, podemos considerar, sin querer ser sensacionalistas, que la Palabra en cuanto tal se abre, se da a conocer, a quien la valora realmente, a quien muestra un interés que llamaríamos exclusivo que no excluyente; diríamos, sirviéndonos del lenguaje humano, que se entrega a quien la busca con pasión. Es como si se sintiera amada sobre todas las cosas, por ello se abre a su amante. Éste, a su vez, al intuir que ella supone el culmen de todas las riquezas y grandezas soñadas, anheladas y buscadas, pone todos los medios a su alcance para hacerla suya, alma de su alma, como expresó el autor de la Sabiduría, lleno del Espíritu Santo: “Considerando en mi corazón que se encuentra la inmortalidad en emparentar con la Sabiduría, en su amistad un placer bueno, en los trabajos de sus manos inagotables riquezas… busqué por todos los medios la manera de hacerla mía” (Sb 8,17-18).

           Es en este sentido que Jesús, Señor y Maestro de sus discípulos, también pastores, les enseña a pedir humilde y confiadamente a Dios, a quien conocen como Padre, la ración de Palabra viva de cada día para poder mantener vibrante el amor hacia ella y acrecentarlo como corresponde a su propia y natural expansión. Repito, es el Señor y Maestro quien nos enseña a hablar así con nuestro Padre, que es también el suyo: “Padre, danos hoy nuestro pan de cada día” (Mt 6,11).

Esta andadura relacional, tejida entre búsquedas, hallazgos y asombros, provoca la fe adulta y, con ella, el delirio tierno y amoroso del Padre hacia los discípulos de su Hijo, como Él mismo nos certifica: “El Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios” (Jn 16,27).

Establecida esta relación, tan original por una parte, y tan natural por otra ya que la piden a gritos los anhelos del alma y el corazón, tenemos la confianza de que el Hijo de Dios nos dará la pauta para fortalecerla, pues de ella depende la calidad o, mejor dicho, la autenticidad de nuestro discipulado; no en vano oímos decir a Jesús: “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31-32).

Jesús, Señor y Maestro, exhorta a los suyos a mantenerse en su Evangelio, lo que les garantiza la conquista de la verdad y la libertad; a lo que podríamos añadir la fidelidad, la cual no se forja tanto a base de compromisos, reglas o propósitos, sino que es fruto de la sabiduría del corazón. Dicho de otra forma, podemos afirmar que el que se mantiene en la Palabra es mantenido por ella en el amor a Dios.

De esta exhortación se deduce con meridiana claridad que la espiritualidad de la Palabra no es una más en la Iglesia; de hecho, es la única propuesta por el Hijo de Dios para llegar a conocer al Padre. Decimos sin ambages que es la única porque fue la suya, ya que en cuanto hombre también tuvo que crecer en la fe y la fidelidad

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Leche y miel

Es un crecimiento del que se hace eco el Evangelio (Lc 2,52), y que explicita fuertemente Isaías en su profecía sobre el Emmanuel: “He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno” (Is 7,14b-15). Entendemos mejor esta profecía mesiánica si tenemos en cuenta que la leche y la miel simbolizan en la espiritualidad bíblica, el alimento que la Palabra supone para el creyente. La leche aporta el crecimiento de la fe (1P 2,2), y la miel sería como el gran manjar que colma de delicias el –como dicen los santos Padres de la Iglesia- paladar del alma: “¡Qué dulce al paladar me es tu Palabra, más que miel a mi boca!” (Sl 119,103).

Analicemos ahora con detenimiento el texto profético. Isaías nos ha dado a conocer que el Emmanuel se alimentará de cuajada de leche y de miel hasta que sepa rechazar el mal y escoger el bien. Siguiendo de la mano de las Escrituras nos dejamos asombrar por la puntualización que nos hace el autor del Cantar de los Cantares acerca de la esposa, que representa a toda alma enamorada de Dios: “Miel virgen destilan tus labios, esposa mía. Hay miel y leche debajo de tu lengua…” (Ct 4,11).

Los exegetas que, con la indispensable iluminación del Espíritu Santo, han sondeado el Cantar de los Cantares, nos comentan que la lengua de la esposa rebosante de leche y miel, simboliza la imagen de un perenne manantial de las aguas vivas de Dios: su Palabra y su Sabiduría. Imagen bellísima que nos traslada a Jesucristo cuya boca es un manantial perenne de la gracia, y que fue profetizado por el salmista: “En tus labios se derrama la gracia” (Sl 45,3b). Profecía que vemos cumplida a lo largo de su ministerio, como atestiguan los primeros judíos que le oyeron predicar en la sinagoga de Nazaret: “… Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca” (Lc 4,22).

Las palabras de gracia que fluyen de la boca del Señor Jesús fluyen también de las de sus pastores; más aún, es lo que les identifica a los ojos tanto de Dios como de los hombres que le buscan. Bien cierto es, y bien lo sabemos, que los verdaderos buscadores de Dios van al encuentro de los pastores que les hablan desde la Sabiduría. Estamos hablando de hombres y mujeres que tienen demasiados problemas, interrogantes y anhelos como para conformarse o perder el tiempo con sabidurías humanas. De hecho cuando han tenido la posibilidad de degustar la leche y la miel de la Palabra se han sentido saciados.

El manantial de gracia que sobreabunda en los pastores según el corazón de su Maestro y Señor se eleva hacia sus labios desde la abundancia del corazón, lo dijo el mismo Jesús: “De lo que rebosa el corazón habla la boca” (Mt 12,34b). Ya anteriormente el Espíritu Santo se lo había inspirado al salmista: “La boca del justo susurra sabiduría, su lengua habla rectitud; la ley –Palabra- de su Dios está en su corazón, sus pasos no vacilan” (Sl 37,30-31) Inspiración y profecía cumplida en plenitud en Jesucristo y, por don suyo, en sus pastores, aquellos que Él llama y que, por supuesto, acogen su llamada. 

El sabor del Evangelio
Nos acercamos a Pablo quien con su experiencia nos iluminará acerca de la sabiduría y discernimiento que el hombre de Dios necesita para rechazar el mal y escoger el bien. Isaías con su profecía nos dio a conocer las armas con que Dios nos provee ante el poder seductor que tienen el mal y la mentira; poder que llega hasta el punto de considerar el mal como algo bueno y provechoso para el hombre. El relato catequético de la desobediencia de Adán y Eva a Dios da fe de la enorme capacidad de seducción y engaño del mal y su príncipe –satán- sobre el hombre (Gé 3,16).

Pablo conoce en su propia carne esta seducción fuerte y persistente hasta el punto de
dar la vuelta a sus principios. Nos cuenta su drama, también su combate que aparentemente lo tiene perdido: “Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco… Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero” (Rm 7,15-19).

Nada podríamos hacer si la experiencia del apóstol se redujese a este lamentarse ante su impotencia. Mas no. La descarnada descripción de su debilidad culmina con un canto de victoria y gratitud a Jesucristo, el vencedor de todo mal, de la mentira y su príncipe (Jn 8,44) con todas sus artes seductoras. Oigamos a Pablo: “¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor!” (Rm 7,24-25).

Gracias a Jesucristo el Señor. El que se alimentó de la Palabra y Sabiduría del Padre (Jn 4,34), alimento por medio del cual pudo rechazar el mal con sus insidias y seducciones, y acoger el bien. Gracias a Jesucristo porque nos hace partícipes de su Sabiduría con la cual discernimos en nuestras decisiones y opciones. Como pueden ver, nos estamos uniendo a la acción de gracias de Pablo.

Cuando Jesús dice a los suyos que es el único Maestro, les y nos está indicando que sólo Él es la Sabiduría del Padre (1Co 1,24). Sabiduría que le da  autoridad para enseñarnos a partir la Palabra como Él la partía. Una enseñanza por la que la Escritura deja de ser un libro de estudio para convertirse en el alimento por excelencia: palabras que son espíritu y vida (Jn
63b). Este es justamente el discernimiento que necesitamos para rechazar el mal y escoger el bien. Cuando falta esta sabiduría y discernimiento, existe la posibilidad real de que, como denuncian los profetas de Israel, los pastores, en el colmo de su insensatez, terminen por llamar mal al bien y bien al mal: “¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz y luz por oscuridad…!” (Is 5,20).

Los pastores según la rectitud y la verdad son en primer lugar hombres que se han dejado enseñar por su Maestro. Él les ha dado el don de entresacar de la Escritura palabras de vida eterna (Jn 6,68). Con ellas se alimentan a sí mismos y a sus ovejas. Lo que marca la diferencia entre las palabras humanas, las simplemente académicas, y las palabras de vida recogidas como maná escondido (Ap 2,17), es que éstas contienen el sabor de Dios, se saborean, son deliciosas para el paladar del alma.

Cuando un pastor ha llegado a saborear  las palabras de vida que es capaz de recoger en las Escrituras bajo la amorosa tutela de su Maestro, experimenta la atracción natural hacia Dios  que le permite mantenerse en su Evangelio (Jn 8,31-32). Atracción que se convierte en ancla de su permanencia en el amor que Dios le da: “Si guardáis mis mandamientos –Palabras-, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,10).





viernes, 24 de julio de 2015

Si no vas a Misa estas Lecturas te acercaran a una sintonía.Si vas, te servirán de recuerdo y preparación.

Domingo de la Semana 17ª del Tiempo Ordinario.  Ciclo B
«Repartió entre los que estaban recostados todo lo que quisieron»



Lectura del segundo libro de los Reyes (4, 42- 44): Comerán y sobrará.

En aquellos días, uno de Baal-Salisá vino a traer al profeta Eliseo el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo: «Dáselos a la gente, que coman.» El criado replicó: «¿Qué hago yo con esto para cien personas?» Eliseo insistió: «Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará.» Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor.

Salmo 144, 10-11. 15-16. 17-18

R./ Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.

Lectura de la carta de San Pablo a los Efesios (4, 1-6): Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un solo bautismo.

Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.
Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (6, 1- 15): Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»
Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo.»
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.»
Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.


& Pautas para la reflexión personal  

z El vínculo entre las lecturas

Desde este Domingo y en los subsiguientes profundizaremos en el mensaje del capítulo sexto del Evangelio de San Juan: el llamado discurso sobre el Pan de Vida: Jesús mismo ofrece su vida por la salvación y reconciliación de toda la humanidad. El capítulo se inicia con el relato de la multiplicación de los panes, que es uno de los «signos mesiánicos» que realiza Jesús por el cual lo quieren proclamar rey. En él se revela el misterio de la gloria de Jesús. A través del hecho exterior estamos invitados a captar un mensaje y una verdad más profunda. El «signo» se vuelve anuncio y catequesis del misterio de Cristo «Pan de Vida Eterna». Jesús llega  a alimentar a unos cinco mil hombres (sin contar las mujeres y los niños), superando largamente al profeta Eliseo que alimentó a cien personas con veinte panes de cebada (Primera Lectura).
El texto de la Primera Lectura destaca la voluntad de Dios de alimentar a aquel grupo que está con el profeta, a pesar de la poca provisión de panes con que cuentan. Eliseo no es un mago, es un «hombre de Dios» que actúa siempre en obediencia al Señor. Es un creyente fiel y un profeta. Por eso, ante la duda de su criado, insiste: «Dáselo, porque el Señor dice: ‘comerán y sobrará’». Y así sucedió. En la Segunda Lectura vemos como la unidad de la comunidad cristiana es el fruto concreto del llamado a vivir de acuerdo a nuestra dignidad y vocación. El pan eucarístico será el centro y el alimento de esa comunidad llamada a vivir una sola fe y un solo bautismo con las exigencias concretas que eso conlleva: humildad, paciencia, mansedumbre, entre otras. Hermanos en Jesucristo, miembros de la única Iglesia que es guiada por el Espíritu Santo e hijos de un mismo Padre que vela «por todos y en todos».

K ¿Multiplicación de los panes en el Antiguo Testamento?

En el relato de la multiplicación de los panes por Jesús hay una evidente coincidencia con el relato de la Primera Lectura en que el profeta Eliseo hace lo mismo aunque en menor escala. En los dos casos los panes que se multiplican son de cebada, detalle propio de la gente más pobre; tanto los pobres de Eliseo como los seguidores de Jesús sacian su hambre porque el pan de uno de ellos se convierte en el pan que todos comparten. En ambos casos, lo que se hace es compartir lo poco que hay. Y entonces Dios derrama su abundante bendición realizando así un portentoso milagro.
El pasaje de la Primera Lectura corresponde al ciclo de los milagros de Eliseo, discípulo del profeta Elías, cuyo manto heredó como signo de la continuidad de su misión y de su espíritu, incluso de sus milagros. Eliseo continuó demostrando el poder de Dios en una época crítica de la historia religiosa de Israel. Su ministerio duró cerca de cincuenta años (hacia 850-796 A.C.) y se extendió durante el reinado de cuatro reyes.
La misión de Eliseo fue la de restablecer la alianza de Dios con Israel. En el contexto del segundo libro de los Reyes, los relatos de los milagros de Eliseo son una respuesta fuerte contra el sincretismo religioso que vivía Israel que recurría a Baal (divinidad cananea de la fertilidad) y no a Yahveh para obtener el pan, el agua, el aceite y los frutos de la tierra. El milagro del profeta pone de manifiesto el poder de Yahveh, el único que hace fértil la tierra y da la vida a su pueblo. A través de la fe del profeta se hace presente también el poder y la fidelidad de Dios en una situación límite, en donde los medios humanos son escasos y las capacidades del hombre resultan insuficientes. Eliseo multiplica en Guilgal (al norte de la ciudad de Betel en el Reino de Israel) veinte panes de cebada para alimentar a la gente hambrienta que le llevan las primicias del pan y del grano fresco en espiga; ya que, viviendo en el reino del norte, no pueden ofrecerlas en el Templo de Jerusalén; por lo tanto se las entregan al profeta del Señor.

J La multiplicación en el Nuevo Testamento

La multiplicación de los panes es el único milagro del ministerio público de Jesús que es narrado por los cuatro evangelistas con notables coincidencias.  En la multiplicación de los panes según el relato de San Juan, el evangelista comienza por hacer notar que «estaba cerca la Pascua», la fiesta de los judíos (Jn 6,4). Estamos en primavera y es por eso que hay abundante hierba en el lugar, es decir es antes de la Pascua judía pues más tarde, después de la fiesta, por la falta de lluvias, la hierba se marchita y se seca prontamente. Pero esa ambientación pascual es más que una indicación meramente cronológica; es alusión a la Pascua, en la que Jesús iba a ser sacrificado como el nuevo Cordero Pascual. Según el Evangelio mucha gente seguía a Jesús porque veían las «señales» que realizaba. Es que para San Juan, los milagros son «señales, signos» de una realidad más profunda y más importante. Hasta diecisiete veces repite el cuarto evangelio la palabra «signo» y casi siempre para designar los milagros de Jesús como hechos extraordinarios de la fe, como «palabra visible» y el mensaje de lo alto, siendo el mismo Jesús el «gran signo de Dios». Por eso la multiplicación de los panes es uno de los grandes signos de revelación de Jesús que encontramos en el cuarto Evangelio. Partiendo del pan material, Cristo deja manifiesto en su posterior discurso sobre el Pan de la Vida que Él mismo es el pan vivo bajado del cielo y el pan eucarístico (su carne y su sangre) que da vida eterna al que lo recibe. 

Es interesante poder ir más allá del relato y descubrir que los gestos de Jesús que preceden a la multiplicación son idénticos a los de la última Cena del Señor cuando instituye la Eucaristía y a los de la cena con los discípulos de Emaús: «toma el pan, da gracias y lo reparte». El carácter tradicional del convite judío ha sido observado plenamente por Jesús, ya sea en el acomodarse, en la plegaria previa y en la fracción del pan, que correspondían al jefe de familia, y fue observado también al final con la recogida de las sobras, que se practicaba en toda comida judía. Dentro del relato merece mención especial el verbo «eujaristein», que traducimos por «dar gracias». Es el verbo utilizado en la última cena (ver Mc 14,23 y par.) y en la referencia que Pablo hace a ella (ver 1 Cor 11,24). A comienzos del siglo II ya se había convertido en término técnico para designar la celebración eucarística según leemos en la Didajé (ver 9,5; 10,1s)[1].

En la multiplicación de los panes, Jesús se revela como el Buen Pastor que se preocupa por las ovejas y las alimenta con su Palabra y con su Cuerpo. Este marco «litúrgico-sacramental» y el detalle final de recoger las sobras «para que nada se desperdicie», nos muestra la reverencia ante el milagro realizado. Velado anuncio que se hace explícito en la catequesis posterior del mismo capítulo, cuando dice Jesús: «El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo» (Jn 6,51). La multiplicación de los panes es una «señal» que sirve de introducción al discurso del Pan de la Vida.

Sin embargo la gente no vio más que el milagro material: «Al ver la señal que había hecho…intentaban tomarlo por la fuerza y hacerlo rey». Jesús, viendo que no había verdadera fe, se sustrae a este entusiasmo superficial: «Huyó de nuevo al monte solo». Se nos enseña así que para estar con Jesús se exige la fe; el materialismo lo hace alejarse de nosotros. Se anticipa aquí la afirmación que hace el mismo Jesús ante Poncio Pilato: «Mi reino no es de este mundo» (Jn 18,36).

 J «Un solo Señor, una sola fe...y un solo Dios y Padre de todos»

En el texto de la Segunda Lectura tenemos una llamada a la unidad eclesial de todos los que creemos en Jesucristo. La motivación fundamental es la común vocación cristiana y el medio para mantener esa unidad son las virtudes que ayuden a fomentar la paz; la humildad, la mansedumbre, la paciencia y la comprensión mutua. La unidad es un don de Dios, pero requiere de nuestra parte una activa colaboración y un sincero esfuerzo.

En la raíz del amor concreto y de la unidad de la fe se encuentra el misterio de la Trinidad, como fuente de vida, de comunión y de verdad en la Iglesia. San Pablo considera tres posibles peligros que amenazan la unidad de la Iglesia: la discordia entre los mismos cristianos, la necesaria diversidad en los ministerios y la propia unidad en Cristo Jesús 


+  Una palabra del Santo Padre:

«La palabra del evangelio que inspira nuestro encuentro nos muestra a Jesús que, tras haber dado de comer milagrosamente a la muchedumbre, hace recoger las sobras (cf. Mc 6, 43). Aquellos trozos de pan y de pescado no debían ser desaprovechados. Eran el pan de una multitud necesitada, pero que debía ser el pan de la solidaridad, compartido con otros necesitados; no el pan del derroche insolidario. Esta palabra del Evangelio tiene un gran sentido entre vosotros. Con gran alegría me he enterado de la generosidad con que muchos de los habitantes de este “pueblo joven” ayudan a los hermanos más pobres de la comunidad, en los comedores populares y familiares, en los grupos para atender a los enfermos, en las campañas de solidaridad para socorrer a los hermanos golpeados por las catástrofes naturales. Son testimonios estupendos de caridad cristiana, que muestran la grandeza de alma del pobre para compartir… Y es que tantas veces los “pobres de espíritu”, a quienes el Señor llamó por eso Bienaventurados, están más abiertos a Dios y a los demás; todo lo esperan de Él; en Él confían y ponen su esperanza…

El “dadles de comer” pronunciado por Cristo, sigue resonando en los oídos de la Iglesia, del Papa, de los Pastores y colaboradores. Es la voz de Jesús, ayer y hoy. La Iglesia quiere ser, con esa voz de Cristo, abogada de los pobres y desvalidos. Ofrece su doctrina social como animadora de auténticos caminos de liberación. No cesa de denunciar las injusticias, y quiere sobre todo poner en movimiento las fuerzas éticas y religiosas, para que sean fermento de nuevas manifestaciones de dignidad, de solidaridad, de libertad, de paz y de justicia. Ella ayuda en lo que puede a resolver los problemas concretos, pero sabe que sus solas posibilidades son insuficientes.

Por ello quiere lanzar desde aquí, a través de mi voz, una urgente llamada a las Autoridades y a todas las personas que disponen de recursos abundantes o pueden contribuir a mejorar las condiciones de vida de los desheredados. El “dadles de comer” ha de resonar en sus oídos y conciencias. Dadles de comer, haced todo lo posible por dar dignidad, educación, trabajo, casa, asistencia sanitaria a estas poblaciones que no la tienen.

Redoblad los esfuerzos en favor de un orden más justo que corrija los desequilibrios y desproporciones en la distribución de los bienes. Para que así, cada persona y familia pueda tener con dignidad el pan cotidiano para el cuerpo y el pan para el espíritu. Por parte vuestra, pobladores de esta villa “El Salvador”, sed los primeros en empeñaros en vuestra elevación. Dios ama a los pobres que son los preferidos en su Reino. Y la dignidad de un pobre abierto a Dios y a los demás, es muy superior a la de un rico que cierra su corazón.

Pero Dios no quiere que permanezcáis en una forma de pobre que humilla y degrada; quiere que os esforcéis por mejoraros en todos los sentidos. Como dije en Brasil: “no es permitido a nadie reducirse arbitrariamente a la miseria a sí mismo y a su familia; es necesario hacer todo lo que es lícito para asegurarse a sí mismo y a los suyos cuanto hace falta para la vida y para la manutención” (Río de Janeiro, visita a la “favela Vidigal”, 2 julio 1980, 4)».

Juan Pablo II. Discurso en Villa El Salvador, Lima, 5 de febrero de 1985.




' Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. San León Magno dice que cuando uno come algo, un trozo de pan, un trozo de carne, lo que sea, lo que uno come se convierte en uno, uno lo asimila. Pero con el Pan de la Eucaristía no sucede eso. No somos nosotros los que convertimos a Cristo en nosotros, es Él quien nos convierte a nosotros en Él. Es por eso que San Pablo podía decir: «Yo vivo, sí, yo vivo, pero ya no soy yo quien vive, porque es Cristo quien vive en mí» (Ver Gl 2,20). ¿Realmente me dejo transformar por el Señor cada vez que comulgo? ¿Soy consciente que es Jesús mismo quien se me brinda como alimento?

2. La Nueva Alianza exige la realidad de un hombre nuevo, renacido con el Señor Jesús en el bautismo, que sea consecuente con esa nueva identidad basada en el amor, en el servicio, en la obediencia al Divino Plan. La meta es la edificación de todo en el amor; el mundo humano transformado por amor. Esta es la única y verdadera revolución: la revolución del amor. ¿Qué puedo hacer para realmente vivir el amor en mi vida cotidiana? Hagamos una lista de cosas muy concretas. 

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 1333 -1344. 

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Texto facilitado por Juan R. Pulido, presidente diócesano A.N.E. en Toledo
fotografia: Capilla de los Pescadores; Playa de la Antilla ( Lepe, Huelva )






[1] Didajé: escrito que contiene  la doctrina de los Doce Apóstoles. Se lo data alrededor del año 90. 

miércoles, 22 de julio de 2015

LA LAMPARA DEL SANTUARIO vuelve a editarse

Gran noticia para todos los Adoradores Nocturnos: Nuestro Consejo nacional de la Adoración Nocturna Española ha hecho posible que la LAMPARA DEL SANTUARIO vuelva a editarse en ésta su cuarta época, pretendiendo llegue a todos los Adoradores.

Reproducimos su  EDITORIAL

"Con emoción y reverencia retomamos con este número una nueva época de la publicación más
genuina de la Adoración Nocturna Española, que con tanto mimo, esfuerzo y tesón, fundó, escribió,
distribuyó y financió el Venerable Luis de Trelles y Noguerol, dedicada a la catequesis eucarística,
información sobre actividades eucarísticas y coordinación de todos sus destinatarios, que, en un
principio fueron los miembros del Culto Continuo, pero finalmente lo fueron los de todas las
Secciones del Centro Eucarístico ubicado en Madrid, que incluía además, los de la Redacción de la
propia Revista, la Adoración Nocturna y las Camareras de Jesús Sacramentado.

En definitiva, la propagación de la devoción a la Eucaristía como fin primordial y la formación e
información de los adoradores nocturnos, son los mismos fines con los que hoy comenzamos la
edición y difusión de esta nueva época de la Revista, con un formato diferente, aunque modesto,
pero adaptado a los medios y a las necesidades de nuestra época, buscando con ello, no solamente
una economía de costes, en la que nos movemos apretadamente, sino sobre todo la mayor y más
rápida difusión posible de los números que, mensualmente, nos proponemos ir publicando. Para
facilitar esta difusión queremos manifestar desde ahora nuestra renuncia a los derechos de
propiedad de los textos propios que vayan incluidos en estos boletines mensuales, pudiendo
libremente reproducirse en todo o en parte, solamente con el requisito de citar su procedencia."

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Se han iniciado las labores de distribución; todos los Consejos Diocesanos recibirán las publicaciones, vía correo electrónico,  con el objeto se las hagan seguir a sus respectivas Secciones y éstas las distribuyan entre los Adoradores respectivos.

Muy completo su contenido que esperamos tengan la máxima aceptación y propagación de manera que el espíritu de nuestro fundador el Venerable Luis de Trelles se mantenga vivo entre nosotros.

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Adelantamos algunos datos de interés que se insertan:

"Edita: Consejo Nacional de la Adoración Nocturna Española
C/ Carranza, 3 – 2º Dcha.
28004 Madrid

Contacto por correo ordinario, indicar en el sobre:
“La Lámpara del Santuario” – Consejo Nacional de ANE

Correo electrónico: lalampara@adoracion-nocturna.org
Teléfono: 91 446 57 26
FAX: 91 593 24 45

Todo comienzo –o reinicio– resulta difícil. Os pedimos, en primer lugar, vuestra oración para que
esta nueva etapa de La Lámpara del Santuario sea a mayor honra y gloria de Jesucristo
Sacramentado. En segundo lugar, vuestra indulgencia y comprensión, pues salimos al público con lo
poco que tenemos: nuestra buena intención y la ayuda de las nuevas tecnologías; confiamos en que
pronto veréis a nuestra querida revista crecer en contenido y en formato más digno. En tercer
lugar, vuestras ideas, consejos, sugerencias y críticas, pues todo juicio sobre esta intención será sin
duda de gran utilidad para los que pretendemos llevarla adelante. En cuarto lugar, contamos con
todos vosotros como los mejores promocionadores de la revista; fotocopiadla y distribuidla, no
solamente entre los adoradores nocturnos, sino a quien creáis oportuno y penséis que pueda
interesarle o hacerle algún bien. Finalmente, os pedimos y agradecemos de antemano vuestra
colaboración: artículos, noticias, fotografías, es decir, en todo lo que podáis y creáis puede ser útil
a la intención con la que reemprendemos la tarea de publicar de nuevo “La Lámpara del Santuario”.
Que Nuestro Señor Jesucristo y su bendita Madre y Señora Nuestra bendiga nuestra obra y a todos"

Es motivo de satisfacción para quienes hemos participado al menos con nuestro interés y comentarios; agradecemos y falicitamos  a quienes se han encargado de llevar a cabo ésta labor. Enhorabuena y que todo sea para mayor Gloria de Nuestro Señor y de la Inmaculada Virgen María.



viernes, 17 de julio de 2015

Preparemos la santificación de nuestra fiesta dominical. Lecturas y reflexiones

Domingo de la Semana 16ª del Tiempo Ordinario. Ciclo B

«Andaban como ovejas sin pastor»

Lectura del Profeta Jeremías 23, 1-6

«¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos! - oráculo de Yahveh -. Pues así dice Yahveh, el Dios de Israel, tocante a los pastores que apacientan a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado las ovejas mías, las empujasteis y no las atendisteis. Mirad que voy a pasaros revista por vuestras malas obras - oráculo de Yahveh -.

Yo recogeré el Resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las empujé, las haré tornar a sus estancias, criarán y se multiplicarán. Y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas, ni faltará ninguna - oráculo de Yahveh -. Mirad que días vienen - oráculo de Yahveh - en que suscitaré a David un Germen justo: reinará un rey prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra. En sus días estará a salvo Judá, e Israel vivirá en seguro. Y este es el nombre con que te llamarán: "Yahveh, justicia nuestra".»

Lectura de la carta de San Pablo a los Efesios 2, 13-18

«Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu.»

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 6,30 –34 

«Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. El, entonces, les dice: "Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco". Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.

Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.»

& Pautas para la reflexión personal

z El vínculo entre las lecturas

Los reyes han pastoreado mal al pueblo elegido y por eso se han dispersado. El Señor nunca se olvida de su pueblo elegido y promete reunirlos de nuevo mandando buenos pastores - como el Rey David - que siendo prudentes y justos, devolverán al pueblo el descanso en su tierra (Primera Lectura). En el Evangelio Jesús se muestra como el Pastor Bueno que siente lástima y compasión por las multitudes que lo siguen ya que andan necesitadas de orientación y es por eso que se pone a enseñarles «muchas cosas».

El pastoreo de Jesucristo es universal y por medio de su sacrificio reconciliador es capaz de derrumbar el «muro de enemistad» que existía entre judíos y paganos. Efectivamente, un muro de piedra separaba en el Templo de Jerusalén el patio de los judíos del patio de los paganos; el historiador Flavio Josefo relata que sobre este muro había letreros que prohibían el paso a todo extranjero bajo pena de muerte. Las legiones romanas de Tito y Vespasiano derribaron el muro físico en el año 70. Pero ya antes Jesucristo había hecho de los dos pueblos «un solo Cuerpo», un nuevo pueblo (Segunda Lectura).

 




J «El Señor es mi pastor nada me falta…» 

La Primera Lectura del profeta Jeremías[1] contiene un pliego de reclamos contra los malos pastores del pueblo de Israel; condena que viene a sumarse a la que encontramos en Ezequiel 34. El concepto de «pastor» en el Antiguo Testamento es muy amplio y se refiere fundamentalmente a los reyes siendo también aplicable a los profetas y a los sacerdotes. Era una imagen muy familiar en una cultura de pueblos nómades, cuyos antepasados fueron pastores: los Patriarcas, Moisés y el mismo rey David entre otros.

Ante el abandono del pueblo, será el mismo Señor quien ahora se convertirá en el Pastor de su rebaño y suscitará en el futuro un vástago legítimo de David; cuyo nombre será «germen -retoño- justo». Jugando con el nombre Sedecías[2], rey de turno que había sido impuesto por los babilonios, Jeremías evocará al rey ideal por el cual el Señor hará justicia, es decir salvará a su pueblo. El rey esperado se llamará «Yahveh nuestra justicia».

La justicia - en sentido bíblico- designa la reconciliación que Dios realiza en la historia, restituyendo al hombre la posibilidad de volver a entrar en alianza con Él. El hombre cuando peca se hace injusto; Dios, en su infinita misericordia, hace justo al hombre a través de la reconciliación, haciéndolo capaz de vivir nuevamente en relación con Él. A la «justicia-reconciliación» de Dios corresponde la respuesta del hombre, que con su fidelidad a la Ley se mantiene como «hombre justo» delante de Dios.

Por lo tanto, el Plan mesiánico de justicia implica, por una parte, la acción reconciliadora, gratuita y misericordiosa de Dios; por otra, la respuesta humana de fidelidad a los mandamientos, practicando la justicia con sus semejantes. Jeremías anuncia que el Señor reunirá de nuevo a su pueblo y cuidará de él, a través de un rey ideal de justicia y a través de pastores que, ejerciendo el derecho y la justicia, devolverán al pueblo la posesión de la tierra y la felicidad de habitar en ella. El regreso deseado a la tierra prometida será tan admirable como la entrada original en la tierra y hará olvidar el antiguo Éxodo (ver Jr 16,14-15).

El Salmo responsorial de este Domingo es el bellísimo Salmo 23 (22): «El Señor es mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba, me apacienta». Es tal la belleza y la riqueza de este salmo, que los Padres de la Iglesia veían en él un claro anuncio del banquete eucarístico: «Tú preparas ante mí una mesa...unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa…».

J «Venid a mí los cansados...» 
 
El Evangelio del Domingo pasado nos narraba el momento en que Jesús mandó por primera vez a los Doce a predicar la Buena Nueva. Los apóstoles se reunieron con Jesús a contarle, con alegría, lo que habían hecho y enseñado. Vemos como el Señor y sus discípulos terminaban extenuados después de la misión apostólica por las ciudades y aldeas vecinas, no teniendo ni tiempo para comer. Entonces Jesús asume la actitud paternal del buen Pastor y les dice: «venid vosotros solos a un sitio tranquilo y descansad un poco». Él mismo se preocupa de que los apóstoles tomen un merecido descanso. Este bello gesto de Jesús tan humano y tan comprensivo, nos muestra la actitud que tiene con cada uno de nosotros. El Evangelio nos enseña que no existe para el hombre descanso verdadero, sino es en Dios.

Según leemos en la Biblia, Dios trabajó seis días, llevando a cabo la obra de la creación, y al séptimo día, Dios «descansó». San Agustín nos dice: «¡Cuánto nos ama Dios, pues cuando descansamos nosotros, llega a decir que descansa Él!». El verdadero descanso del hombre es una participación en el descanso de Dios. El descanso no puede ser entendido solamente como una reposición de las sustancias vitales desgastadas por la faena diaria ya que el ser humano es mucho más que un conglomerado de complejos procesos químicos.

El verdadero descanso tiene en cuenta que el hombre, creado a imagen y semejanza del Creador, solamente lo podrá realizar en amistad con su Creador. Este Evangelio nos muestra la realización concreta de esa invitación que Jesús dirige a todos: «Venid a mí los cansados y agobiados; yo os daré descanso» (Mt 11,28). Esto es lo que hace Jesús con sus apóstoles. En ese mismo texto Jesús indica la condición del verdadero descanso: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas» (Mt 11,29). Por eso si no descansa en el Señor el alma y el espíritu; tampoco podrá reposar plenamente el cuerpo. Hoy en día vemos por doquier que lo que verdaderamente falta es el «descanso del alma y del espíritu». Los mismos días libres son días de agitación y hasta de compras para muchos. No hay tiempo para la oración ya que no hay tiempo para entrar en el descanso de Dios sin embargo sigue muy vigente la experiencia de San Agustín: «Nos creaste, Señor para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en ti» (Confesiones 1,1). El peligro de quedar absorbidos en los muchos quehaceres amenazaba también a los apóstoles ya que «no les quedaba ni tiempo para comer». Y no obstante teniendo tanto que hacer, se fueron con Jesús en la barca a un lugar solitario.

J Un corazón lleno de misericordia


Al desembarcar, Jesús, vio mucha gente y «sintió compasión por ellos, pues estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles muchas cosas». El término griego de «sintió compasión» es «esplajnisthe» que se traduce mejor como: «fue movido a compasión». Es decir, no sólo sintió pena, sino amor y piedad. Es interesante notar que en los Evangelios este término se usa sólo en referencia a Dios ya que es un sentimiento propiamente divino. La multitud estaba desorientada, pero cuando ven a Jesús, allí se reúnen todos en un mismo lugar formando un solo rebaño. Él los congrega en torno a sí. Mientras están con Él, escuchándolo, siguiéndolo; están seguros, no les falta nada porque tiene un Pastor. Jesús es el único Pastor, es el Buen Pastor que da la vida por cada uno de nosotros. La verdadera compasión con los pobres, como escribe Beda, consiste en abrirles por la enseñanza, el camino a la verdad que los librará de los padecimientos corporales. 

La obra de la reconciliación de Jesús ha consistido en unir lo que estaba separado, unir a los pueblos separados entre sí con Dios. Las expresiones «estar cerca» y «estar lejos» que leemos en la carta a los Efesios (ver Ef 2,13), ya las encontramos en Is 57,19; y eran frecuentes en los rabinos para designar a los judíos y a los paganos respectivamente. De los prosélitos se decía que «habían sido acercados». Los únicos que se consideraban «cerca» eran los judíos. Judíos y paganos estaban separados, como hemos mencionado, por un muro físico (Soreg) en el Templo de Jerusalén. El muro material era símbolo de la separación moral existente. Ambos pueblos estaban necesitados de reconciliación y de paz, como vemos también hoy en día. Unidos en Cristo se ha formado un solo pueblo, un solo cuerpo que tiene a Cristo mismo por cabeza. Un solo rebaño con un solo Pastor…

+  Una palabra del Santo Padre:

«Cuando estamos en esta relación con Dios y con su Pueblo, y la gracia pasa a través de nosotros, somos sacerdotes, mediadores entre Dios y los hombres. Lo que quiero señalar es que siempre tenemos que reavivar la gracia e intuir en toda petición, a veces inoportunas, a veces puramente materiales, incluso banales –pero lo son sólo en apariencia– el deseo de nuestra gente de ser ungidos con el óleo perfumado, porque sabe que lo tenemos.

Intuir y sentir como sintió el Señor la angustia esperanzada de la hemorroisa cuando tocó el borde de su manto. Ese momento de Jesús, metido en medio de la gente que lo rodeaba por todos lados, encarna toda la belleza de Aarón revestido sacerdotalmente y con el óleo que desciende sobre sus vestidos. Es una belleza oculta que resplandece sólo para los ojos llenos de fe de la mujer que padecía derrames de sangre.

Los mismos discípulos –futuros sacerdotes– todavía no son capaces de ver, no comprenden: en la «periferia existencial» sólo ven la superficialidad de la multitud que aprieta por todos lados hasta sofocarlo (cf. Lc 8,42). El Señor en cambio siente la fuerza de la unción divina en los bordes de su manto.

Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones. No es precisamente en autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser útiles, pero vivir nuestra vida sacerdotal pasando de un curso a otro, de método en método, lleva a hacernos pelagianos, a minimizar el poder de la gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada.

El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco –no digo «nada» porque, gracias a Dios, la gente nos roba la unción– se pierde lo mejor de nuestro pueblo, eso que es capaz de activar lo más hondo de su corazón presbiteral. El que no sale de sí, en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor.

Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor «ya tienen su paga», y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes, sacerdotes tristes, y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con «olor a oveja» –esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note–; en vez de ser pastores en medio al propio rebaño, y pescadores de hombres.

Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes. Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción –y no la función– y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús.

Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.

Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro corazón de tal manera que la unción llegue a todos, también a las «periferias», allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora.

Que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido.».

Papa Francisco. Misa Crismal. Jueves Santo 28 de Marzo 2013


' Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. ¿Qué es descansar? Descansar no significa hacer nada o perder tristemente el tiempo viendo durante horas la televisión sin ningún provecho. Descansar es ocuparse de otras actividades útiles para nosotros y nuestro prójimo. ¿Busco descansar en el Señor o simplemente el descanso se vuelve en una suerte de “fuga de la realidad”? ¿Cómo aprovecho mis días de descanso? ¿Cómo vivo el «día del Señor»?

2. Leamos y meditamos en familia el bello Salmo 23(22): «El Señor es mi Pastor».

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 426-429. 2034. 2448

 





[1] Jeremías vivió unos 100 años después que Isaías. En el año 627 a.C.  recibió de Dios la vocación profética. Murió poco después del 587 a.C. Mientras redactaba sus escritos, el poder de Asiria, el gran imperio del norte, se derrumbaba. Babilonia era ahora la nueva amenaza para el reino de Judá. Durante 40 años advirtió al pueblo que vendría sobre él el juicio divino por su idolatría y su pecado. Finalmente se cumplieron sus palabras el 587 a.C. cuando el ejército babilónico, acaudillado por Nabucodonosor, destruyó Jerusalén y su Templo y llevó al destierro a sus habitantes. 
[2] Sedecías quiere decir: el «Señor es mi justicia». Ver Isaías 9,6.

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Colaboración de D Juan Ramón Pulido. Presidente del Consejo Diocesano de A.N.E. Toledo. Grata iniciativa la suya  de difundir la Palabra que saborearemos recordando el gran banquete eucarístico celebrado. CMS