martes, 29 de septiembre de 2020

HERIDAS SIN CICATRIZAR

Directa o indirectamente todos conocemos a alguien que de una forma u otra ha sido participe de alguna muerte por aborto. Muchas de estas personas o más bien todas ellas : padres,madres,sanitarios,inductores..etc llevan en lo más profundo de su ser heridas que se resisten a desaparecer. Los hay quienes incluso volviéndose a Dios y habiendo sido perdonados por El por el Sacramento de la Confesión aún sienten como un puñal que les destroza por dentro. A estos especialmente van dirigidas estás palabras.A todos los que aún arrastran su culpabilidad les digo que el perdón de Dios elimina toda secuela,toda herida que hace gemir sus conciencias. Os invito a miraros en San Pablo ; el confiesa que participó en la muerte por lapidación de Esteban ( Hch 22,20) Al conocer a Jesús se dejó amar por El ,con ese Amor Incondicional que arrancó de sus entrañas ese puñal invisible que desgarraba sus entrañas recordándole sus pecados..y su crimen.Vemos que Pablo alcanza su liberación exterior e interior cuando le oímos decir : " Ya no soy yo quien vive,es Jesucristo quien vive en mi "( Gal 2,20) Cuando una persona proclama esto y puede proclamarlo todo aquel que guarda el Evangelio en su corazón y en sus entrañas..ya está liberado..de sus heridas no quedan ni cicatrices. Si, guardar El Evangelio dentro de ti es tener a Jesucristo Vivo en ti...como Pablo. !! Llevad este mensaje a tantos y tantos que tienen heridas internas aún sangrantes. P. Antonio Pavia comunidadmariamadreapostoles.com

domingo, 27 de septiembre de 2020

" SI EL GRANO DE TRIGO NO MUERE, NO PUEDE DAR FRUTO "

Para poder dar frutos tengo que estar muy unida a la Vid, es decir, a Jesucristo, porque separada de Él , no puedo hacer nada. Y estando unida a la Vid, al Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, podré derrotar al egoísmo y así fructificará el Amor. " Aspirad a los carismas mayores ". " El mayor de los dones es la Caridad ". Para morir al egoísmo y poder dar el fruto del Amor es necesario tener muy vivo al Señor en mi corazón, y eso sólo se puede conseguir teniendo una relación diaria de amor con Él, mediante la oración y escuchando y meditando la Palabra de Dios. " Si alguien escucha mi voz y abre la puerta , entraré en su casa y cenaré con Él y Él conmigo". Es por medio de la oración que el Señor va transformando mi corazón y capacitándolo para dar los frutos del Espíritu Santo. La Palabra de Dios limpia mi corazón . " Vosotros ya estáis limpios gracias a la Palabra que habéis escuchado ". Para que yo pueda dar frutos necesito orar , meditar la Palabra de Dios, ser paciente, perseverante y no perder nunca la esperanza en el Señor. " Mi alma espera en el Señor, espera en su Palabra " . Este versículo me lleva al anciano Simeón , el cual fue perseverante en acudir todos los días al Templo y con paciencia esperaba que se cumpliese la Promesa que se le había hecho. Al fin, el anciano Simeón pudo abrazar a Jesús. " Ahora puedo por fin descansar en paz porque han visto mis ojos al Salvador". Alcanzó a abrazar a Jesús porque perseveró , fue paciente y creyó en la Promesa del Espíritu Santo. Deseo amar como Tú, Jesús y por eso clamo a Tí y te ruego que me enseñes a amar y me llenes de tu Sabiduría y Fortaleza para morir como el grano de trigo y poder dar fruto. Me dices : " Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis , llamad y se os abrirá " y tu derramas tu Espíritu Santo en mí y haces que sea capaz de amar " Yo derramaré mi Espíritu Santo y haré que guardéis mis mandatos". Y como a Pedro me preguntas si te amo y yo te respondo: Tú, sabes que te quiero. Y me dices : " Apacienta mis ovejas", acércalas a mi Santo Evangelio para que yo las pueda alimentar . " Id anunciad el Evangelio". " Este es mi Mandamiento , que os améis unos a otros como yo os he amado . " Nadie tiene mayor amor que el que da la Vida por sus amigos ". Jesús dió la vida por mí y me pide que yo ame como Él , dando la vida por mi pŕojimo, muriendo a mí misma, al ego , vaciándome de mí y llenándome de Dios. " No sois vosotros los que me habéis elegido , soy Yo quien os ha elegido y os he destinado para que vayáis y déis fruto y vuestro fruto permanezca, de modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre , os lo dé " . Así que , Padre Dios, te pido que en tu Nombre pueda dar frutos. Y Tú me dices: " El que permanece en Mí y Yo en él, ése da fruto abundante". Por tanto, si permanezo en Dios y Dios en mí , puedo dar fruto abundante. GLORIA AL PADRE, GLORIA AL HIJO, GLORIA AL ESPÍRITU SANTO. P S

QUÉ FRUTOS TE GUSTARÍA OFRECER A DIOS Y CÓMO PODRÍAS ALCANZARLO?

Sinceramente no sabia qué contestar, pero ante mi impotencia y con mucha fe, he invocado al Espíritu Santo pidiéndole ayuda recordando las palabras que dijo Jesús, algo así como "no tengáis miedo de hablar porque yo pondré mis palabras en tu boca". señor, yo no podría ofrecerte nada si antes no lo he recibido de ti; tú dijiste "Sin mí no podéis hacer nada". Pues para saber qué frutos me gustaría ofrecer al Señor primero tengo que escucharle para descubrir lo que le gustaría a El, qué le agradaría más. Pues dice el Evangelio que si "el grano de trigo no cae en tierra y muere, no puede dar fruto". Ese proceso no gusta, nadie lo quiere porque es doloroso; sin embargo, el Salmo dice que "Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares" "al ir iba llorando llevando las semillas", o sea, está conlleva la responsabilidad, el compromiso y el peso de trabajar por el anuncio del Reino que es la evangelización, ser grano de trigo triturado, enterrado hasta morir por Él. Pero también dice que "al volver, vuelven cantando trayendo sus gavillas", la cosecha, el fruto recogido de tantos nuevos discípulos rescatados para Dios y para su Gloria. Esto es de su agrado. Dar la vida por el Evangelio es doloroso porque implica morir, hay una muerte al "hombre viejo" que da paso al "hombre nuevo" rebosante de vida y hay un cambio de vivir para mis instintos, al de vivir para la voluntad del Señor. El "hombre viejo" cae en tierra y muere para dar a luz al "hombre nuevo" en plenitud. Cristo fue el grano de trigo por excelencia enterrado y muerto en Cruz por Amor. "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos". Este árbol, en sus discípulos jamás ha dejado de dar fruto y continuará siempre, porque el cuerpo de Jesús fue el primer y mejor fruto que colgó del madero del Árbol de la Vida...y en él venció la muerte. Esa es nuestra recompensa. "Mirad, viene con Él su salario y su recompensa lo precede". Ayúdame Señor a ser grano de trigo, a morir a mis perversidades, a no ser arrastrada por el torrente corrompido del mundo sin Dios. Llego a la conclusión de que el don que me gustaría ofrecerle al Señor, es el del discipulado, para dejarle entrar en mi alma y juntos partir la Palabra en la intimidad, en la Oración, solos Tú y yo, como un amigo habla con su mejor amigo. Y si llegase a dar frutos ofrecertelos a Ti. "Con esto recibe Gloria mi Padre, con que deis fruto abundante" Quiero contagiarme Señor de tu Sabiduria, para que por este don crezcan en mi todos los demás frutos para poderte ofrecer.....es la única manera que encuentro para conseguirlo...Qué siempre permanezca unida s Ti íntimamente con mi lámpara encendida, como las "Vírgenes prudentes que tuvieron la sabiduria de tener sus alcucias llenas de aceite, porque saben que su Señor es lo más importante, el primero en sus vidas y siempre están preparadas para el encuentro con el Señor, cuidando la vida de Gracia que es la Palabra, la Oración y los Sacramentos. ¡ALABADO SEA DIOS! Mari Pili
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Domingo, 27 de Septiembre de 2020 Hoy recordamos al generoso San Vicente de Paul, y así podemos descubrir de qué manera actúa el Espíritu Santo cuando hay hermanos sufriendo necesidades. Luego de ser ordenado sacerdote a los 19 años, fue tomado preso por los turcos, que lo llevaron a Túnez y lo vendieron como esclavo a un viejo médico. De este médico aprendió varios métodos medicinales que luego utilizó. Al morir el médico, se apoderó de él un hombre a quien convirtió, y juntos viajaron a Roma. Después volvió a París y dejó para siempre las aventuras para dedicarse de lleno a los pobres, enfermos y condenados a esclavitud. Así vivía aquel consejo bíblico: *"Acuérdense de los presos, como si estuvieran presos con ellos, y de los maltratados, recordando que ustedes también tienen un cuerpo"* (Hebreos 13, 3). Fundó una congregación para la predicación en las poblaciones rurales, y una congregación femenina para atender enfermos y asistir a los pobres en sus domicilios. Promovió la fundación de hospitales para niños, asilos para ancianos, y organizó la ayuda a las poblaciones más pobres. Tenía el gran objetivo de erradicar la mendicidad, y logró convocar a toda la sociedad francesa para cumplirlo. Su pasión por los pobres logró motivar hasta a los más fríos e indiferentes. Ese cambio sólo es posible por la acción del Espíritu Santo, porque sólo Él nos saca de la comodidad egoísta para que sepamos mirar a los demás con verdadero amor. El Espíritu Santo coloca en nosotros la mirada de Jesús, que es capaz de compadecerse de corazón al ver a los que sufren sin tener quien los auxilie. Por eso, cuando alguien está padeciendo, sin poder resolver sus necesidades más urgentes, no es porque Dios no desee liberarlo, sino porque alguno de los instrumentos humanos que podrían ayudarlo no se deja tocar por el Espíritu Santo, no se deja movilizar por su amor. Los que se dejan llevar por el Espíritu Santo, no sólo son generosos, sino que son creativos, inquietos para encontrar la forma de hacer felices a los demás. En San Vicente de Paul podemos reconocer a un instrumento fiel y creativo, que se entregó con entusiasmo a buscar los medios para auxiliar a los enfermos y a los pobres, y el Espíritu Santo manifestó su poder y su amor a través de la misericordia y de la entrega laboriosa de Vicente. .

sábado, 26 de septiembre de 2020

TERMINE ÉSTA PANDEMIA

En estos meses de turbulencia desencadenada por una pandemia, que se extiende hacia todos los confines de nuestro Planeta Tierra creado por Dios como núcleo del Universo y, que hemos sido culpables de una gran dimensión destructiva masiva, y que nos ha advertido con suficiente frecuencia del rugido y sufrimiento que estaba y sigue padeciendo, azotándonos con múltiples advertencias haciendo caso omiso, son las horas, días, meses y años, para restituir, reflexionar, meditar, razonar… y sobre todo cuidar, admirar, proteger ahora y, en todas las generaciones venideras, la Naturaleza creada por Dios. Les invito, a que recen el Santo Rosario todos los días, y podrán verificar los grandes milagros que ha hecho a través de la historia, cuando a nuestra Madre Amantísima, se le ruega, se le pide y, nos transmite ese consuelo que tanto necesitamos en estos momentos llenos de desasosiego, aflicción, incertidumbre y confusiones…,recemos por el Papa Francisco, la jerarquía eclesiástica universal, las personas que están en la unidad de cuidados intensivos UCI, pacientes en área de observación de urgencias AOU…, por las Residencias de ancianos en general…, asintomáticos, sintomáticos, personal sanitario en general, a todas las instituciones del orden público y en general en sus diversas denominaciones por Países, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de cada País, los Gobernantes de las Naciones y afines políticos, las personas de las compañías del sector sanitario, los Investigadores y Científicos y afines, los repartidores de las mercancías necesarias..., los agricultores y, todos aquellos que de una manera u otra nos facilitan, contribuyen y, nos proporcionan de todo aquello que necesitamos, por todos los Continentes y, los niños en el mundo…y todas aquellas personas que están recluidas en el confinamiento/aislamiento como protección al contagio de la epidemia del COVID-19…, recen ante el icono bizantino de la Virgen “Salus populi romani”, y el crucifijo que evoca la “Gran Peste” de 1522 para pedir el fin de la pandemia del coronavirus en todo el mundo. En la Iglesia de San Marcello al Corso se encuentra el Cristo milagroso de Roma, un crucifijo de madera que data del siglo XV. Recibe numerosas visitas y es venerado por muchas personas, entre ellos el Papa Francisco, quien acudió a el poco antes de que en la escalinata de la Basílica de San Pedro, diera la bendición Urbe et Orbi, con motivo de la pandemia de coronavirus que azota al mundo. A los pies del Cristo está impresa una oración que textual dice: Oh Jesús, que por tu ardiente amor por nosotros quisiste ser crucificado y derramar tu sangre por redimirnos y salvar nuestras almas, mírame aquí postrado a tus pies seguro de tu misericordia. Por tus dolores y los méritos de tu santa Cruz y muerte, dígnate concederme la gracia que ardientemente te pido… y tu, mi madre, María de los Dolores, escucha mi suplica, intercede por mi con tu Hijo divino, y reza para que me conceda los favores y gracias que le pido. Amén.

*Reflexión al Evangelio del 25 Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 20,1-16)* *TARDE TE AMÉ* "Id a trabajar a mi viña", dice su propietario a unos jornaleros en distintas horas del día. Trabajar en la viña de Jesús, vemos en Él a este propietario, apunta a la misión por excelencia de sus discípulos: Anunciar el Evangelio que rehabilita al hombre abriéndole a la Vida Eterna... las distintas horas de la llamada representan el arco de nuestra existencia. Vamos a la esencia de esta parábola. En la viña del Señor encontramos en primer lugar a los siervos. Están en la viña por miedos internos, presiones, e incluso por querer ser alguien ante los demás. Está claro que no saben para que sirve el Evangelio aunque hablen de Él, es más, no les sirve ni a ellos, justamente por ser siervos. Trabajan a disgusto "soportando el peso del día y el calor" (Mt 20,12). En cambio, Jesús a sus discípulos no les considera siervos, sino amigos (Jn 15,15 )...y la palabra amigo en la Escritura significa "mi otro yo". Estos disfrutan predicando el Evangelio aún en regiones lejanas y siempre expuestos a incomprensiones y desprecios por los sabios de este mundo... pero son inmensamente felices pues todo en ellos rezuma Vida. El Señor se la da sobretodo cuanto más son visitados por la tribulación. Los que han sido llamados al atardecer,no se frotan las manos por trabajar apenas unas horas...en abosluto. Recordemos el lamento de San Agustín llamado en hora tardía.. ¡Tarde te amé, tarde te descubrí Belleza Infinita..! Una experiencia así, está a años luz de los siervos.. P.Antonio Pavia comunidadmariamadreapostoles.com

*Reflexión al Evangelio del 25 Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 20,1-16)* *TARDE TE AMÉ* "Id a trabajar a mi viña", dice su propietario a unos jornaleros en distintas horas del día. Trabajar en la viña de Jesús, vemos en Él a este propietario, apunta a la misión por excelencia de sus discípulos: Anunciar el Evangelio que rehabilita al hombre abriéndole a la Vida Eterna... las distintas horas de la llamada representan el arco de nuestra existencia. Vamos a la esencia de esta parábola. En la viña del Señor encontramos en primer lugar a los siervos. Están en la viña por miedos internos, presiones, e incluso por querer ser alguien ante los demás. Está claro que no saben para que sirve el Evangelio aunque hablen de Él, es más, no les sirve ni a ellos, justamente por ser siervos. Trabajan a disgusto "soportando el peso del día y el calor" (Mt 20,12). En cambio, Jesús a sus discípulos no les considera siervos, sino amigos (Jn 15,15 )...y la palabra amigo en la Escritura significa "mi otro yo". Estos disfrutan predicando el Evangelio aún en regiones lejanas y siempre expuestos a incomprensiones y desprecios por los sabios de este mundo... pero son inmensamente felices pues todo en ellos rezuma Vida. El Señor se la da sobretodo cuanto más son visitados por la tribulación. Los que han sido llamados al atardecer,no se frotan las manos por trabajar apenas unas horas...en abosluto. Recordemos el lamento de San Agustín llamado en hora tardía.. ¡Tarde te amé, tarde te descubrí Belleza Infinita..! Una experiencia así, está a años luz de los siervos.. P.Antonio Pavia comunidadmariamadreapostoles.com

26ª semana del tiempo ordinario. Domingo A: Mt 21, 28-32

Eran los últimos días de la vida de Jesús. Él seguía predicando y quería dejar claro que la gracia de Dios es para todos, que Dios había escogido un pueblo, el de Israel, para extender el Reino de Dios por el mundo; pero no había sabido cumplir este gran programa de Dios y llegaba el tiempo de una nueva alianza, donde otros, tenidos por paganos y pecadores, serían los portadores de esta antorcha de luz por el mundo. Todo esto les molestaba a los escribas y fariseos y más a los jefes religiosos, acostumbrados a vivir muy bien, amparados en sus puestos dentro de esa religión. Hoy Jesús les dice la parábola de aquel padre que manda a sus dos hijos a trabajar. Uno dice que no, pero va; el otro dice que sí, pero no va. Lo primero que quiero hacer resaltar es el hecho de que Jesús utiliza varias veces la figura de Dios como padre en sus parábolas. Los judíos en sus enseñanzas utilizaban más la figura del rey para simbolizar a Dios: un rey con aspecto de soberano legislador y hasta vengador. Por eso los judíos se sentían ante Dios como súbditos, siervos, vasallos, pero no como hijos. Jesús nos enseña sobre todo que Dios es nuestro Padre, y que podemos sentirnos como hijos por la gracia del Espíritu. Para Jesús Dios es un padre que utiliza todos sus bienes y su poder para ayudar a sus hijos. Pero nos pide colaboración en los trabajos apostólicos, que hoy aparecen como la viña del Señor. El primero de los hijos hace un gesto como de mal educado diciendo que no quiere; pero es un gesto de libertad en el amor. Luego viene la reflexión y tiene un gesto de confianza en la bondad de su padre, que sabe que le va a perdonar. Por eso se arrepiente. El segundo hijo dice sí. Es muy posible que fuese por temor al castigo. Cierto que es por querer quedar bien, por conservar las maneras; pero no es por convencimiento propio, porque de hecho no va. En realidad no actúa por amor a su padre, sino que hace su propia voluntad. Jesús, al explicar el sentido de la parábola, les viene a decir a la clase dirigente del pueblo que están reflejados en este segundo hijo. Y lo que más les molesta a estos dirigentes no es sólo que les compare con los pecadores, sino que muchos de éstos son superiores en el Reino de Dios. Jesús recuerda que los judíos tenían por pecadores a los “publicanos y prostitutas”. Eran dos clases de gentes que solían repetir siempre cuando hablaban de alguien que había caído muy bajo en lo social o religioso. Jesús no está alabando estos oficios como si fuesen mejor que los fariseos. Alaba el hecho de que varios de estos “pecadores” se habían arrepentido al escuchar a Juan Bautista, cosa que no habían hecho esos dirigentes. Hoy también esta parábola tiene aplicación en nuestra vida. Porque no es más cristiano el que más dice o hace actos religiosos, sino el que actúa de verdad como cristiano: ama y confía en Dios como Padre, cumpliendo su voluntad y viviendo en fraternidad con todos. Se nos habla de obedecer a Dios. Hoy para muchos suena mal esto de obedecer, y sin embargo obedecer a Dios es nuestra felicidad y nuestra certeza de salvación. Obedecer en cristiano es amar. Dice Jesús: “Si me amáis guardaréis mis mandamientos”. Pero es que debemos estar seguros de que los mandamientos de Dios proceden de su amor. También los mandamientos de la Iglesia. Al obedecer no se suprime la libertad, sino que entregamos libremente nuestra voluntad. Hacer la voluntad del Padre es lo que siempre tenía presente Jesús en su vida. Es lo que nos enseñó también a pedir cuando rezamos el padrenuestro. Lo más perfecto sería decir siempre sí al Señor y decirlo con prontitud y alegría, de modo que la voluntad de Dios se cumpla en nosotros. Así lo hizo Jesús, y así lo hizo la Virgen María. En nuestra vida hemos dicho muchas veces que no: a veces ha sido por ignorancia, otras por protesta. No seamos como los fariseos que se instalan en un vivir fácil de la religión, sino que trabajemos en la confianza de Dios para que nuestros hechos de vida sean los que testimonien que Dios es nuestro Padre. Texto Anónimo

Domingo de la Semana 26 del Tiempo Ordinario. Ciclo A – 27 de septiembre de 2020 «¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»

Lectura del libro del profeta Ezequiel (18, 25-28): Cuando el malvado se convierta de su maldad, salvará su vida. Así dice el Señor: «Comentáis: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.» Salmo 24,4bc-5.6-7.8-9: Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna. R./ Señor, enséñame tus caminos, // instrúyeme en tus sendas: // haz que camine con lealtad; // enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, // y todo el día te estoy esperando. R./ Recuerda, Señor, que tu ternura // y tu misericordia son eternas; // no te acuerdes de los pecados // ni de las maldades de mi juventud; // acuérdate de mí con misericordia, // por tu bondad, Señor. R./ El Señor es bueno y es recto, // y enseña el camino a los pecadores; // hace caminar a los humildes con rectitud, // enseña su camino a los humildes. R./ Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses (2, 1-11): Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Hermanos: Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme es¬ta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la hu¬mildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (21, 28-32): Recapacitó y fue. En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a ancianos del pueblo: - «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." El le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor. " Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?» Contestaron: - «El primero.» Jesús les dijo: - «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»  Pautas para la reflexión personal  El vínculo entre las lecturas Uno de los temas centrales de este Domingo es la conversión. El texto del profeta Ezequiel[1] quiere mostrarnos que cada uno tiene el deber y la hermosa responsabilidad de convertirse siendo responsable de sus actos y decisiones. Dios, que nos ama profundamente, respeta el don de la libertad que nos ha otorgado (Primera Lectura). Dice Santo Tomás de Aquino: «nada es más adecuado para mover al amor que la conciencia que se tiene de ser amado». En la carta a los Filipenses, Pablo nos exhorta a tomar conciencia del precio que Dios ha pagado por nuestra reconciliación con el sacrificio de su Hijo que: «se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz». Ése es el modelo del cristiano: la humildad y el fiel cumplimiento del Plan del Padre. En el Evangelio esta enseñanza se profundiza, ya que no basta obedecer sólo de palabra los mandamientos de Dios, es necesario que las buenas obras acompañen nuestras palabras. Por esta razón, como dice el evangelista, los publicanos y las prostitutas precederán a los Maestros de la ley en el Reino de los Cielos. Mientras los primeros dijeron «no» a la voluntad de Dios, pero después se convirtieron de su mala conducta; los segundos, es decir, los Maestros de la ley, creyéndose justos, no sentían la necesidad de convertirse y de hacer penitencia por sus pecados. Con sus palabras decían «sí» a Dios, pero sus obras eran distintas. ¡Qué tragedia el creerse justo y no necesitado de arrepentimiento!  «Él ha abierto los ojos y se ha convertido…vivirá y no morirá» Para entender la lectura del profeta Ezequiel es preciso enmarcar históricamente el texto. El pueblo se encuentra en el exilio después de la caída de Jerusalén. La tradición teológica interpretaba lo sucedido como el resultado de los pecados y las infidelidades del pueblo a lo largo de su historia. En realidad, se trataba de una situación fatal e ineludible que la generación presente debía sobrellevar. Ellos soportaban las culpas y pecados de sus antepasados pero al mismo tiempo experimentaban que el castigo era superior a las culpas que habían cometido. Se sentían tratados injustamente. Entonces surgía la pregunta: ¿dónde ha quedado el amor de Dios? ¿Dónde está el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob? ¿Qué ha sido de la promesa del Señor? Daba la impresión de que Yahveh rompía su Alianza: el templo había sido destruido; Jerusalén, la ciudad santa, había sido saqueada y devastada, ardía en llamas; el pueblo, deportado... Todo era, pues, desaliento, decaimiento y derrota. El profeta Ezequiel se levanta con fuerte y firme voz y encamina al pueblo por distinta ruta. Así, enuncia el principio general: «Cada uno sufrirá la muerte por su propio pecado». Es decir, la responsabilidad es personal y cada uno responderá de sus propios actos. Asimismo, la retribución también es personal. Efectivamente los actos pasados influyen y condicionan de algún modo el presente, pero no son una herencia fatal al estilo de una tragedia griega. Ciertamente será difícil liberarse de las condiciones del pasado, pero es posible porque «Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (Ez 18,23).  «¡Cristo Jesús es el Señor! » El himno de la carta a los Filipenses[2] es uno de los textos fundamentales en la elaboración de la cristología. En este himno el centro en torno al cual gira la reflexión es la frase final: «Jesucristo es Señor». En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento, el nombre inefable con el cual Dios se reveló a Moisés (ver Ex 3, 14), YHWH[3], es traducido por «Kyrios» (Señor). «Señor» se convierte desde entonces en el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza en este sentido el título «Señor» para el Padre, pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (ver 1 Co 2,8). Así pues, el himno de Filipenses indica claramente la perfecta divinidad y la perfecta humanidad de Cristo. Pues bien, Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. Aquí no se habla de los discursos del Señor, de sus enseñanzas, sino de sus obras: se despojó, tomó la condición de esclavo, se sometió incluso a la muerte. Él nos enseña el camino que debe seguir el cristiano: el camino de la humildad, el camino del cumplimiento de la voluntad de Dios en las obras, no sólo en las palabras. Aquí vemos también el poder de Cristo que es el poder de la obediencia, del amor y de la verdad. Jesús es el Señor y en Él descansa confiadamente toda nuestra esperanza.  «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado tal autoridad?» El Evangelio de este Domingo está en un contexto de plena controversia. Jesús ha realizado ya su entrada triunfal en Jerusalén. Lo hizo montado en una asna, que es una cabalgadura real, y a su paso la gente gritaba abiertamente: “¡Hosana el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (Mt 21,9). Entró en el templo y expulsó enérgicamente a los cambistas y vendedores, sanó a ciegos y cojos que allí había. Todo esto no agradó a las autoridades. «Los Sumos Sacerdotes y los escribas al ver los milagros…se indignaron» (Mt 21,15). Querían que Jesús callara los gritos de la gente. Pero Jesús lejos de encontrarlos excesivos, los encuentra adecuados a la realidad y dice: «¿No habéis leído que “de la boca de los niños y de los que aún maman te preparaste alabanza”?» (Mt 21,16). Al día siguiente, nuevamente en el Templo enseñando, se le acercan los Sumos Sacerdotes y los Ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Quién te ha dado tal autoridad?» (Mt 21,23). La pregunta viene directamente de aquellos que detentan la máxima autoridad religiosa de Israel. Si la pregunta hubiera sido hecha con buena voluntad, Jesús hubiera respondido «Yo soy el Hijo de Dios…Yo y el Padre somos uno…Me ha sido dado el poder sobre el cielo y la tierra» (Jn 10,30.36; Mt 28,18). Pero si hubiera respondido así se habrían rasgado las vestiduras y lo habrían condenado a muerte acusándolo de blasfemia. Todavía no era su hora. Por eso, antes de responder Él hace una pregunta: «¿El bautismo de Juan, de dónde era, del cielo o de los hombres?»(Mt 21,25). Ellos opinan que el bautismo de Juan es de los hombres, pero no quieren arriesgarse a decirlo y responden: «No sabemos». ¡Es falso! La respuesta correcta era: «Sabemos, pero no te lo decimos» Jesús pone en evidencia la falsedad de ellos diciendo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto». Él tampoco lo dice; pero Él no miente.  La parábola de los dos hijos Hemos hecho esta larga introducción para presentar el contexto de la parábola de los dos hijos, que expone Jesús a continuación. La introduce con una pregunta para comprometer al auditorio: «¿Qué os parece?». Y presenta el caso de los dos hijos a quienes el padre manda a trabajar a su viña. El primero dijo: «No quiero», porque la respuesta es demasiado obvia. Responden: «El primero». Y ahora que han tomado partido, Jesús pone de manifiesto la analogía con la realidad salvífica: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes de vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros en el camino de la justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él». Las autoridades judías del tiempo de Jesús quedan en el lugar del segundo hijo. Ellos detentan la Palabra de Dios y enseñan la conformidad con la voluntad de Dios; ellos dicen a Dios que sí en todo y lo hacen con ostentación, pero no cumplen su voluntad. Por eso cuando vino Juan, enviado por el Señor, no creyeron en él. Y tampoco creen en Jesús. En cambio, los publicanos y las prostitutas, que evidentemente transgreden los mandamientos de Dios, cuando vino Juan, creyeron en él. Son como el primer hijo, que al principio dijo: «No voy», pero después se arrepintió y fue. En confesión de los mismos interlocutores de Jesús, fue éste quien cumplió la voluntad del padre y no el otro. En todo el episodio está pesando la persona de Juan Bautista que en el Prólogo del cuarto Evangelio es presentado así: «Hubo un hombre, enviado por Dios. Su nombre era Juan. Éste vino para dar testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él» (Jn 1,6-7). Cerrarse a la persona y la predicación de Juan es cerrase a la luz, es cerrarse a Jesús, que es la luz verdadera. Y ésta es la negación definitiva de Dios. ¿Qué importa haber predicado tanto sobre el cumplimiento de los mandamientos, si, llegado el momento de actuar, se falta a su voluntad? A esta actitud se refiere Jesús cuando dice: «No todo el que diga “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). La voluntad del Padre celestial es el amor, pues éste resume toda la ley y los profetas.  Una palabra del Santo Padre: «Ante todo, queréis ser cristianos.- Ser cristianos significa conocer profunda y orgánicamente las verdades de la fe; significa creerlas firmemente, porque están reveladas por Cristo y enseñadas por la Iglesia; significa, además, seguir los ejemplos de Cristo, dándole testimonio con las obras, sin las cuales la fe estaría como muerta. ¿Acaso entrarán en el reino de los cielos los que dicen "Señor, Señor", más luego no hacen la voluntad del Padre celestial? No seréis, pues, dignos miembros del Cuerpo místico de Cristo, si tuviereis ciertamente la fe, pero no hiciereis de ella el alma de vuestra vida privada y pública. Para que en vosotros sea conocido y glorificado Jesús, os exhortamos, amados hijos, a la "coherencia" cristiana. Os contemplan amigos y adversarios: los unos, con espera preocupada; los otros, tal vez, con la esperanza de que vuestras empresas tengan éxito infeliz. Sabréis corresponder a la expectación de los amigos; sabréis, sobre todo, sorprender a los enemigos; cuidaréis de que todos vean en vosotros reflejada, como en fidelísimo espejo, la dulce imagen del Redentor divino, con sus virtudes y sus atractivos: con su fortaleza y su mansedumbre; con su justicia y su amor; con sus exigencias y su comprensión; con sus castigos y sus perdones; con sus amenazas y sus promesas; pero, sobre todo, con su vida sin mancha. Sed perfectos -en cuanto posible sea- como Él es perfecto; aproximaos al ideal por Él dejado, de suerte que también vosotros, en pacífica pero firme actitud, podáis preguntar: "Qui arguet me de peccato" "¿Quién, de vosotros, me puede acusar de pecado?"» Pío XII. A los alcaldes y a los presidentes de las corporaciones provinciales, 22 de julio de 1956.  Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana 1. San Ambrosio nos dice acerca del segundo hijo de esta parábola: «El remordimiento es una gracia para el pecador. Sentir el remordimiento y escucharlo prueba que la conciencia no está enteramente apagada. El que siente su herida, desea la curación y toma remedios. Donde no se siente el mal no hay esperanza de vida». ¿Cómo aplico estas palabras a mi propia vida? 2. María, primera discípula, nos enseña lo mismo que su Hijo: pronunciar un “sí” firme, fuerte, y luego mantenerlo con coherencia por toda la vida. Recemos en familia un rosario pidiendo a nuestra Madre el don de la fidelidad. 3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 546. 1451-1454. ________________________________________ [1] Ezequiel (Dios fortalece) es uno de los profetas mayores. Por ser hijo de un sacerdote, Buzi, fue criado en los alrededores del Templo, con miras a continuar el oficio de su padre. Sin embargo debido a la toma militar de Israel en el año 597 a.C. fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Joaquín y otros nobles (ver 2Re 24, 14-17). Cuando tenía 30 años tuvo visiones por las cuales recibió su vocación profética. [2] San Pablo fundó la iglesia de Filipos, la primera de Europa, hacia el año 50. Escribió la carta desde la cárcel, posiblemente en Roma hacia el año 61 – 63. San Pablo explica su situación a los cristianos de Filipos y les agradece por los presentes enviados tan generosamente. Les alienta en la fe a olvidar el orgullo y seguir el ejemplo de Jesucristo. Su carta reboza de alegría, aliento y esperanza. [3] En hebreo en lugar de Yahveh – el tetragrama sagrado que al leerlo no se pronunciaba- se empleó; Adonai que quiere decir «mi Señor» (ver Gn 15, 2.8). Adonai manifiesta la idea de una confianza plena en la soberanía de su Señor. Texto facilitado por JUAN RAMON PULIDO, Presidente diocesano de Adoración Nocturna, Toledo

ESCRITOS DEL VENERABLE LUIS DE TRELLES PARTE MARIANO-EUCARÍSTICA - LA SANTÍSIMA VÍRGEN MARÍA HA COOPERADO EN LA INSTITUCIÓN DE LA DIVINA EUCARISTÍA

La bienaventurada Virgen María había recibido desde su Inmaculada Concepción un espíritu de tal sabiduría que la hacía conocer en grado incomprensible los secretos divinos. Se elevaba como el águila en la contemplación de los misterios y en alas de la caridad penetraba en las celestiales regiones, hasta donde nadie podía penetrar; allí veía cuanto permanece oculto a los hombres aquí abajo y era admitida a gozar de la presencia de Dios. Ninguna inteligencia podrá nunca, ni por suposición, ni por inducción, ni por todos los esfuerzos imaginables, elevarse a una esfera en que le sea permitido descubrir la extensión de las grandezas de la Santísima Virgen. LUIS DE TRELLES A LOS ADORADORES DE JESÚS SACRAMENTADO 6 Insensata pretensión sería querer fijar la medida del poder que reside en todos los millares de millones de ángeles que existen [….] y sin embargo, todas las legiones celestiales reunidas no se aproximan siquiera en poder a la augusta María. La Santísima Virgen María, se convirtió en objeto de veneración universal, tan pronto como el brillo de sus dones y perfecciones: interiores y exteriores, se conoció en el mundo por medio de los Apóstoles. Los cristianos admiraban tanto sus grandezas, que de no estar iluminados por la fe, la hubieran honrado como sol de justicia y se hubieran prosternado ante Ella, como lo confiesa el Areopagita. Pero ¡acaso no parecerá paradoja el decir que la Santísima Virgen, adornada con todas las gracias y todos los dones, no ha podido emprender con éxito por si sola las obras más difíciles y en particular la fundación de la santa Iglesia? Y sin embargo, no es posible negar que la Santísima Virgen no hubiera podido conseguir el objeto que se proponía sin el augusto sacrificio del Cuerpo y Sangre de Jesucristo. Solo esta aplicación de infinito mérito era capaz de dar vida, la fuerza y la eficacia a las incomparables virtudes de María. (Lámpara del Santuario, Tomo V, 1874 págs. 454-455

La existencia de los ángeles, verdad de fe

328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición. Quiénes son los ángeles 329 San Agustín dice respecto a ellos: Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus ("El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel") (Enarratio in Psalmum, 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20). 330 En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf Pío XII, enc. Humani generis: DS 3891) e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10, 9-12). Cristo "con todos sus ángeles" 331 Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles..." (Mt 25, 31). Le pertenecen porque fueron creados por y para Él: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por Él y para Él" (Col 1, 16). Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?" (Hb 1, 14). 7 332 Desde la creación (cf Jb 38, 7, donde los ángeles son llamados "hijos de Dios") y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (cf Gn 3, 24), protegen a Lot (cf Gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf Gn 21, 17), detienen la mano de Abraham (cf Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf Hch 7,53), conducen el pueblo de Dios (cf Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos (cf Jc 13) y vocaciones (cf Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf 1 R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el del mismo Jesús (cf Lc 1, 11.26). 333 De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: "adórenle todos los ángeles de Dios"» (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios..." (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús (cf Mt 1, 20; 2, 13.19), le sirven en el desierto (cf Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía (cf Lc 22, 43), cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (cf Mt 26, 53) como en otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los ángeles quienes "evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la Resurrección (cf Mc 16, 5-7) de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles (cf Hb 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (cf Mt 13, 41; 25, 31 ; Lc 12, 8-9). Los ángeles en la vida de la Iglesia 334 De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (cf Hch 5, 18-20; 8, 26-29; 10, 3-8; 12, 6-11; 27, 23-25). 335 En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (cf Misal Romano, "Sanctus"); invoca su asistencia (así en el «Supplices te rogamus...» [«Te pedimos humildemente...»] del Canon romano o el «In Paradisum deducant te angeli...» [«Al Paraíso te lleven los ángeles...»] de la liturgia de difuntos, o también en el "himno querúbico" de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios). 336 Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) hasta la muerte (cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida" (San Basilio Magno, Adversus Eunomium, 3, 1: PG 29, 656B). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. Mn. Ruben Garcia Molina

viernes, 25 de septiembre de 2020

Reflexión al Evangelio del Domingo 26 del Tiempo Ordinario* *(Mt 21,28-32)* *27-09-2020*

Ante el Evangelio de Jesús, se dan dos tipos de respuesta, la del sabio y la del necio, que se corresponden con dos formas de actuar ante la voluntad de Dios. Vemos primeramente al necio. Es tan soberbio, está tan cegado por "sus cumplimientos", que no se le ocurre pensar que lo de: "Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí"(Mt 15,8) tenga que ver con él. En su ceguera no cree que el Evangelio de Jesús sea la plenitud de su vida, sino una vuelta más de tuerca y "se planta". El sabio, en principio defiende su vida ante el Evangelio, pero es tan sincero con El Señor que le dice: No me interesa. Más adelante, con la misma sinceridad que dijo al Señor, no me interesas, quiero hacer mi vida, se pregunta a sí mismo: ¿Adonde voy con mi vida hecha jirones que no da más de sí? Decide entonces ponerla en manos del Señor que le promete engrandecerla hasta el infinito. No sabe si esto es verdad, pero le interesa hacer la apuesta. Se acerca entonces a Él y sabiendo que no le va a juzgar le dice: ¡Voy contigo Señor! P. Antonio Pavia comunidadmariamadreapostoles.com

LA ESCUELA DE LA PALABRA

Queridos amigos, durante unas semanas hemos disfrutado del Padre, Hijo y Espíritu Santo; Vivos y presentes en la Palabra. Hoy os enviamos un vídeo en el cual os lanzamos la iniciativa de que, guiados por Jesús, partáis vosotros sus Palabras de forma que su Evangelio sea el Alma de vuestra alma. Hay un término hebreo LA YESIBÁ, que significa: La Escuela de la Palabra. Las Yesibás existen en Israel desde tiempo inmemorial, y en ellas los israelitas aprendían a amar y entrar en las Escrituras. Probablemente Jesús también las frecuentó, pues quiso ser ser uno más entre sus contemporáneos, hasta que por indicación de su Padre diera inicio a su vida pública. La Escuela de la Palabra sigue vigente en la Iglesia, quizás con otros nombres. Puntualizo que al ser Jesús la Plenitud de las Escrituras, la Escuela de la Palabra que nos abre con su Evangelio, supera amplisimamente en Sabiduría y Gracia a la Yesiba previa a su evangelio. Queremos decir, que el Evangelio de Jesucristo, es la Nueva Yesiba y que en ella Jesús nos da, como dice Juan Bautista "El Espíritu sin medida" (Jn 3,34). Os anunciamos también, que esta experiencia de Partición de la Palabra que hoy compartimos por primera vez con todos vosotros, se repetirá todos los primeros Viernes de cada mes sirviéndonos de las citas bíblicas que os propondrë, con su correspondiente pregunta. Escuchando nuestro vídeo "Jesús te enseña a intimar con Él" encontrarás toda la informacion para realizar esta experiencia maravillosa. Un abrazo y que Dios os bendiga. P. Antonio Pavia comunidadmariamadreapostoles.com

jueves, 24 de septiembre de 2020

lunes, 21 de septiembre de 2020

REZO DEL SANTO ROSARIO EN MEMORIA POR LAS PERSONAS FALLECIDAS, SUS FAMILIARES, AMISTADES…, POR LA CURACIÓN DE LOS ENFERMOS, PARA QUE SE TERMINE ÉSTA PANDEMIA... En estos meses de turbulencia desencadenada por una pandemia, que se extiende hacia todos los confines de nuestro Planeta Tierra creado por Dios como núcleo del Universo y, que hemos sido culpables de una gran dimensión destructiva masiva, y que nos ha advertido con suficiente frecuencia del rugido y sufrimiento que estaba y sigue padeciendo, azotándonos con múltiples advertencias haciendo caso omiso, son las horas, días, meses y años, para restituir, reflexionar, meditar, razonar… y sobre todo cuidar, admirar, proteger ahora y, en todas las generaciones venideras, la Naturaleza creada por Dios. Les invito, a que recen el Santo Rosario todos los días, y podrán verificar los grandes milagros que ha hecho a través de la historia, cuando a nuestra Madre Amantísima, se le ruega, se le pide y, nos transmite ese consuelo que tanto necesitamos en estos momentos llenos de desasosiego, aflicción, incertidumbre y confusiones…,recemos por el Papa Francisco, la jerarquía eclesiástica universal, las personas que están en la unidad de cuidados intensivos UCI, pacientes en área de observación de urgencias AOU…, por las Residencias de ancianos en general…, asintomáticos, sintomáticos, personal sanitario en general, a todas las instituciones del orden público y en general en sus diversas denominaciones por Países, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de cada País, los Gobernantes de las Naciones y afines políticos, las personas de las compañías del sector sanitario, los Investigadores y Científicos y afines, los repartidores de las mercancías necesarias..., los agricultores y, todos aquellos que de una manera u otra nos facilitan, contribuyen y, nos proporcionan de todo aquello que necesitamos, por todos los Continentes y, los niños en el mundo…y todas aquellas personas que están recluidas en el confinamiento/aislamiento como protección al contagio de la epidemia del COVID-19…, recen ante el icono bizantino de la Virgen “Salus populi romani”, y el crucifijo que evoca la “Gran Peste” de 1522 para pedir el fin de la pandemia del coronavirus en todo el mundo. En la Iglesia de San Marcello al Corso se encuentra el Cristo milagroso de Roma, un crucifijo de madera que data del siglo XV. Recibe numerosas visitas y es venerado por muchas personas, entre ellos el Papa Francisco, quien acudió a el poco antes de que en la escalinata de la Basílica de San Pedro, diera la bendición Urbe et Orbi, con motivo de la pandemia de coronavirus que azota al mundo. A los pies del Cristo está impresa una oración que textual dice: Oh Jesús, que por tu ardiente amor por nosotros quisiste ser crucificado y derramar tu sangre por redimirnos y salvar nuestras almas, mírame aquí postrado a tus pies seguro de tu misericordia. Por tus dolores y los méritos de tu santa Cruz y muerte, dígnate concederme la gracia que ardientemente te pido… y tu, mi madre, María de los Dolores, escucha mi suplica, intercede por mi con tu Hijo divino, y reza para que me conceda los favores y gracias que le pido. Amén.

domingo, 20 de septiembre de 2020

! PREGUNTAME SEÑOR !! Jesús Resucitado va al encuentro de Pedro y mirándole a los ojos le pregunta: ¿Me amas ? Acariciamos el la sencillez evangélica de su respuesta : ! Señor sabes que te amo! Si grande fue estremecimiento interior de Pedro ante esta pregunta mayor aún fue la ternura de Jesús al decirle : Apacienta mis ovejas. El mayor milagro que el Hijo de Dios hace a una persona es el de darle Sabiduría para apacentar sus ovejas; significa que pone en su corazón y en sus labios sus mismas Palabras de Vida y Espíritu ( Jn 6,63) para que las ovejas que le confía crezcan hasta alcanzar el Discipulado. San Agustín dice que apacentar las ovejas de Jesús supone el mayor grado de amor hacia El. Hacemos nuestra la pregunta-propuesta de Jesús,más divina que humana y creo que solo podemos decirle: Señor,sabes que no estoy a la altura de esta misión que me confías...pero no dejes de preguntarme que si te amo. Cada que me lo preguntas mi alma salta de gozo apretándose contra ti. Preguntamelo una y otra vez. Se muy bien que en el lecho de mi muerte me lo preguntarás por última vez y también se que entonces- con la misión de apacentar tus cumplida - mi alma saltará exultante de gozo hacia ti y tu te apretaras contra mi. Podremos decir entonces juntos.." Bienaventurados los que mueren en el Señor" ( Ap 14,13) P.Antonio Pavia comunudadmariamadreapostoles.com

sábado, 19 de septiembre de 2020

Querido hermano: Durante los próximos días 24, 25 y 26 de septiembre, D. m., está Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Ntro. Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores la Hermandad de las Penas, por concesión de la Real Congregación de Luz y Vela, celebrará *Jubileo de las XL Horas*, en horario de 10.30 a 14.00 – 18.00 a 20.00 horas) con *EXPOSICIÓN DE SU DIVINA MAJESTAD*. A su finalización *SOLEMNE TRIDUO DE EXALTACIÓN A LA EUCARISTÍA* Oficiado el culto por el Rvdo. Sr. D. Miguel Silvestre Bengoa, Pbro. Vicario Parroquial de San Bartolomé y San Esteban de Sevilla y Sacerdote de la Obra de la Iglesia. El último día terminarán los cultos con *SALVE SOLEMNE A LA SANTÍSIMA VIRGEN*. A.M.D.G. et B.V.M.

Foto de Cayetano Medina

Querido hermano:

Durante los próximos días 24, 25 y 26 de septiembre, D. m., está Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Ntro. Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores la Hermandad de las Penas, por concesión de la Real Congregación de Luz y Vela, celebrará *Jubileo de las XL Horas*, en horario de 10.30 a 14.00 – 18.00 a 20.00 horas) con *EXPOSICIÓN DE SU DIVINA MAJESTAD*.

A su finalización *SOLEMNE TRIDUO DE EXALTACIÓN A LA EUCARISTÍA* Oficiado el culto por el  Rvdo. Sr. D. Miguel Silvestre Bengoa, Pbro.
Vicario Parroquial de San Bartolomé y San Esteban de Sevilla y Sacerdote de la Obra de la Iglesia.

El último día terminarán los cultos con *SALVE SOLEMNE A LA SANTÍSIMA VIRGEN*. A.M.D.G. et B.V.M.

¡Buenos días! 

25ª semana del tiempo ordinario. Domingo A: Mt 20, 1-16

Eran las semanas últimas de la vida de Jesús, cuando en sus enseñanzas muestra más claramente que su mensaje es para todos y que, precisamente por culpa de los jefes religiosos del pueblo de Israel, pueblo que había sido elegido por Dios, sería puesto al mismo nivel o estaría por detrás de otros muchos venidos a la fe después. Esto es algo de lo que Jesús nos enseña en esta parábola. Para muchos sorprende el final. Esto suele pasar en varias parábolas. A veces habla Jesús de forma sorpresiva para que se capte mejor el mensaje que quiere darnos. Por de pronto Jesús no está hablando de relaciones económicas o laborales. Cuando alguien se sorprende o se escandaliza, es porque no ha comprendido el sentido del Reino de Dios. Nosotros tenemos un concepto de justicia que no es lo mismo que la justicia de Dios. Hoy en la primera lectura el profeta Isaías, hablando de parte de Dios, nos dice: “mis pensamientos no son vuestros pensamientos, mis caminos no son vuestros caminos”. Él mismo nos dice que los caminos de Dios son más altos, como los planes de Dios son más altos. Claro que debemos trabajar para tener justicia; pero no debemos quedarnos ahí, sino que por encima está la caridad, y la fraternidad, la generosidad, la gratuidad, el compartir. Hay quienes sólo hacen tratos con la fórmula: “te doy para que me des”. Y normalmente somos muy mezquinos, porque somos egoístas. Hoy nos enseña Jesús que Dios llama a todos. A veces se le escucha de pequeño, a veces en la juventud o de mayor o en la vejez. Lo importante es decirle que sí mientras haya tiempo, “mientras es de día”. Para el que responde a su llamada, Dios es generoso, sin que lo merezcamos, porque la salvación es un don de Dios. Si Dios nos da lo suficiente e infinitamente más ¿Por qué vamos a juzgar su acción con los demás? Esta parábola en primer lugar estaba dirigida a los jefes judíos que no veían bien el hecho de que Jesús tratase con igual o más benevolencia a los publicanos y pecadores. Quizá cuando esto escribía san Mateo tenía muy en cuenta algunas disputas que había entre los judeocristianos y los paganos recién convertidos. A algunos judíos convertidos no les parecía bien que se tratase igual a los paganos recién convertidos. Sobre esto tuvo que hablar y escribir bastante san Pablo. Es la envidia y mezquindad que Jesús había lamentado: la del hermano mayor del “hijo pródigo”, la de Judas ante el “despilfarro” de María, la hermana de Lázaro, o el fariseo Simón cuando ve a Jesús perdonar a la pecadora, o como Jonás que se lamenta cuando Dios perdona a la ciudad de Nínive. La justicia de Dios no es como la humana sin amor. Él no hace cálculos, sino que ama, como quiere que hagamos nosotros. Nosotros calculamos demasiado, como aquel sacerdote y el levita de la parábola del buen samaritano; pero éste no calculó y fue alabado por Jesús. Hoy los últimos de la parábola tampoco calculan, sino que se fían del dueño, y esta confianza les valió una buena recompensa. Igual que los que habían trabajado mucho sin tanta confianza. Por eso, en el trabajo que hacemos por el Reino de Dios, no se trata de calcular cuánto premio tendremos, sino de trabajar con amor y confiar en Dios, que es mucho más espléndido de lo que pensamos. No se trata de recibir un sueldo, como los que sólo saben pedir por su salvación, aunque no es que sea malo, sino que lo importante es que el “Reino de Dios venga sobre nosotros” y las demás intenciones que Jesús nos enseñó en el Padrenuestro. Después el premio vendrá por añadidura. Ante esta parábola, nuestra actitud cristiana debe ser de agradecimiento, alabando al Señor por su bondad y magnanimidad. A todos nos da una esperanza de eternidad feliz, aunque no hay que estar obsesionados con el final. Lo importante es trabajar en el oficio que tengamos, sabiendo que el trabajo es una colaboración con Dios para llevar al mundo adelante, hasta la mayor plenitud posible; pero sabiendo que esa plenitud será verdad, si el mensaje de amor y de paz nos llena el corazón. Anónimo, autor

Domingo de la Semana 25 del Tiempo Ordinario. Ciclo A – 20 de septiembre de 2020 «Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos»

Lectura del libro del profeta Isaías (55, 6-9): Mis planes no son vuestros planes. Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes. Salmo 144,2-3.8-9.17-18: Cerca está el Señor de los que lo invocan. R./ Día tras día, te bendeciré // y alabaré tu nombre por siempre jamás. // Grande es el Señor, merece toda alabanza, // es incalculable su grandeza. R./ El Señor es clemente y misericordioso, // lento a la cólera y rico en piedad; // el Señor es bueno con todos, // es cariñoso con todas sus criaturas. R./ El Señor es justo en todos sus caminos, // es bondadoso en todas sus acciones; // cerca está el Señor de los que lo invocan, // de los que lo invocan sinceramente. R./ Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses (1,20c-24.27a): Para mí, la vida es Cristo. Hermanos: Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo. Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (20, 1-16): ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: -«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amane¬cer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?' Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los úl¬timos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asun¬tos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»  Pautas para la reflexión personal  El vínculo entre las lecturas Leemos en el Evangelio la parábola llamada «de los obreros de la viña»; sin embargo, sería mejor llamarla la del dueño bondadosoo el señor generoso.El profeta Isaías parece sintetizar la idea principal de este Domingo cuando dice:«lospensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos». La mente humana es pequeña, frágil y sujeta al error. El hombre debe ser consciente que Dios tiene un hermoso Plan para cada uno y que al ser humano le corresponde conocerlo para ser fiel a él (Primera Lectura). Esta misma verdad aparece claramente en el Evangelio, que nos habla del Reino de los Cielos y nos lo presenta como el dueño de una viña que sale a contratar a los jornaleros. Un sentido de justicia muy humano, nos llevaría a pensar que los jornaleros que han soportado todo el peso de la jornada, deberían recibir más que aquellos que apenas han trabajado una hora. Pero, si examinamos con calma, veremos que aquí no hay injusticia alguna. Quien ha trabajado toda la jornada, ha recibido aquello que le había sido prometido. Entonces, el tema en cuestión pasa a ser la misericordia de Dios, que premia, superando con mucho, los méritos humanos. Puede uno pasar el día entero trabajando, pero obtendrá poco, si ama poco. Por esta razón: «los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos» (Evangelio). Esto supone todo un cambio de criterios y de mentalidad. Una vida nueva que lleva a San Pablo a exclamar en su carta a los Filipenses: «para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia».  «Porque los pensamientos de ustedes no son los míos» Isaías es sin duda uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento. Vivió en el siglo VII a.C. y profetizó durante la crisis causada por la expansión del Imperio Asirio. Según algunos apócrifos, murió aserrado por orden del terrible rey Manases . Este libro contiene el mayor número de profecías utilizadas en el Nuevo Testamento. La parte que estamos meditando hace parte del libro de la consolación de Israel. El capítulo 55 es una exhortación final a participar de los bienes de una nueva alianza y a convertirse, mientras haya tiempo ya que el «Señor es generoso en perdonar» pero, recuerda el profeta, Él está cerca. «Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos». He aquí la clave para poder entender muchas de las vicisitudes de nuestra vida y de la historia de la humanidad. Creemos que Dios debe de pensar como nosotros pensamos y debe de tener los mismos conceptos de amor, justicia y perdón que nosotros tenemos. Estamos tan convencidos de estar en lo cierto, que quedamos consternados, desconcertados delante de muchos acontecimientos, pues nos parecen incompatibles con el amor o la justicia, según nuestros limitados criterios. Y comenzamos a dudar, no de nuestro modo de pensar, sino de Dios. Dudamos porque en el fondo, no queremos comprender que «Dios es Amor». Que Dios es el totalmente Otro y que es capaz de «amar hasta el extremo» dando su vida para que tengamos la vida eterna. Justamente el mensaje del Evangelio es la gratuidad de Dios ante el legalismo que patrocinaban los fariseos. Estos eran incapaces de entender conceptos como amor y perdón. Esta es la recompensa que esperaba San Pablo, uno de los llamados a trabajar en la viña del Señor en la segunda hora. Escribiendo a los cristianos de Filipos, ciudad romana en Macedonia , afirma «Para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia». Pero está igualmente dispuesto a seguir viviendo mientras sea útil a los hermanos. Pero habla así porque escribe desde la cárcel en Roma (alrededor del año 63) esperando una sentencia que podía ser capital.  «El Reino de los cielos es semejante a…» El Señor quiere que entendamos un poco más acerca del Reino futuro y su dinámica ya presente en el «ahora» de nuestra vida. Lo primero que tenemos que considerar es que Dios llama a quien quiere y cuando quiere. De esa manera nos llamó ya una vez a la existencia de la nada. De esa manera nos llama ahora para colmarnos de sus dones y hacernos partícipes de su eterna felici¬dad. Su llamada es enteramente gratuita. Los apóstoles y los santos que han vivido la experien¬cia de la gracia no se cansan de contemplar la bondad de Dios. San Pablo escribe: «Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención, el perdón de los pecados» (Col 1,13-14).Esto es lo que tenemos que tener en mente para entender la parábola que nos presenta el Evangelio de este Domingo. Allí entramos en contacto con una justicia que es superior a la nuestra: es la justicia de Dios. Dios ejerce su justicia salvan¬do, librando de la muerte y dando la vida. «El Reino de los cielos…» es semejante a un señor que sale a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña conviniendo con ellos el pago de un denario al día. Volvió a salir a las 9 y a las 12 y a las 15 horas y viendo cada vez gente en la plaza, sin trabajo, les dijo: «Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo». Por último, salió a las 17 horas y encontró otros que habían estado todo el día parados y también a éstos manda a su viña. Todos éstos pasan de la amargura que signifi¬ca la cesantía a la alegría de haber encontrado un buen traba¬jo, del abatimiento al entusiasmo. Hasta aquí todos compren-demos la bondad de este Señor que ofrece una «fuente de trabajo» y la fortuna de los que, estando cesantes, han sido llamados a gozar de ella. Es conveniente destacar esta frase: «Os pagaré lo que sea justo» ya que ellos confían en la bondad del señor para el momento de la retribución. Pero al final del día llega el momento de recibir el pago. Aquí el Señor realiza un nuevo gesto asombroso: comienza a llamar a los obreros, partiendo por los últimos, los que han trabajado sólo una hora, y les da un denario a cada uno; ¡es un regalo! Calculemos la alegría de estos hombres. Y lo mismo hace con todos. Entonces ocurre lo increíble: la protesta. Los que llegaron a traba¬jar a la primera hora «murmuraban contra el Señor». Reclamaban al compararse con los últimos. El Señor, siempre bondadoso, contesta al que encabe¬za la protesta, llamándolo «amigo». Le recuerda que lo conveni¬do con ellos fue un denario al día; ellos habían recibido «lo suyo». Agrega: «Quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?». El «ojo malo» es una expresión hebrea para indicar un estado de espíritu maligno, porque el ojo es como el espejo del alma. Aquí quiere indicar la envidia, es decir, el senti¬miento de tristeza y de infelicidad propia ante el bien y la felicidad ajenos. Esto está condenado, porque «la caridad se alegra con el bien» dondequiera que exista, sea propio o ajeno. La envidia, en cambio, se amarga ante el bien ajeno y así se opone a la caridad (ver 1Cor 13,4).Pero la enseñanza principal de la parábola es ésta: el que negocia con Dios y exige de Él retribución ante los méri¬tos propios, recibe exactamente «lo suyo»; pero se excluye del reino de la gratuidad y de la misericordia. Son los obreros que no vivieron la expe¬riencia de la cesantía, pues trabajaban desde la primera hora. Ellos se sienten en situación y derecho de negociar. Se puede decir que no fueron salva¬dos, porque no quedaron contentos y se fueron con lo suyo «murmuran¬do» contra el señor. Los otros obreros recono¬cen que ellos estaban cesan¬tes y que han sido salvados. Ellos no convi-nieron nada, sino que confiaron en la justicia y bondad del Señor. Éstos recibie¬ron un don gratuito, mucho mayor que lo que podían imaginar. Ellos se fueron felices, ala¬bando la generosidad de su señor y dándole gracias por su inmenso don, que reconocían no haber merecido.  Una palabra del Santo Padre: «Hay una segunda palabra que me hace reflexionar. Cuando Jesús habla del propietario de una viña que, teniendo necesidad de obreros, salió de casa en distintas horas del día a buscar trabajadores para su viña (cf. Mt 20, 1-16). No salió una sola vez. En la parábola, Jesús dice que salió al menos cinco veces: al amanecer, a las nueve, al mediodía, a las tres y a las cinco de la tarde —¡todavía tenemos tiempo para que venga a nosotros!—. Había mucha necesidad en la viña, y este señor pasó casi todo el tiempo yendo por caminos y plazas de la aldea a buscar obreros. Pensad en aquellos de la última hora: nadie los había llamado; quién sabe cómo se sentirían, porque al final de la jornada no habría llevado nada a casa para dar de comer a sus hijos. Pues bien, los responsables de la pastoral pueden encontrar un hermoso ejemplo en esta parábola. Salir en diversas horas del día para encontrar a cuantos están en busca del Señor. Llegar a los más débiles y a los más necesitados, para darles el apoyo de sentirse útiles en la viña del Señor, aunque sólo sea por una hora. Otro aspecto: no escuchemos, por favor, el canto de las sirenas, que llaman a hacer de la pastoral una serie convulsiva de iniciativas, sin lograr captar lo esencial del compromiso de evangelización. A veces parece que nos preocupa más multiplicar las actividades que estar atentos a las personas y a su encuentro con Dios. Una pastoral que no tiene esta atención, poco a poco se vuelve estéril. No nos olvidemos de hacer como Jesús con sus discípulos: después de que habían ido a las aldeas a llevar el anuncio del Evangelio, volvieron contentos por sus éxitos; pero Jesús los lleva aparte, a un lugar solitario, para estar un poco con ellos (cf. Mc 6, 31). Una pastoral sin oración y contemplación jamás podrá llegar al corazón de las personas. Se detendrá en la superficie y no dejará que la semilla de la palabra de Dios eche raíces, brote, crezca y dé fruto (cf. Mt 13, 1-23). Sé que todos vosotros trabajáis mucho, y por eso quiero deciros una última palabra importante: paciencia. Paciencia y perseverancia. El Verbo de Dios entró en «paciencia» en el momento de la Encarnación, y así, hasta la muerte en la Cruz. Paciencia y perseverancia. No tenemos la «varita mágica» para todo, pero tenemos confianza en el Señor, que nos acompaña y no nos abandona nunca. En las dificultades como en las desilusiones que están presentes a menudo en nuestro trabajo pastoral, no debemos perder jamás la confianza en el Señor y en la oración, que la sostiene. En cualquier caso, no olvidemos que la ayuda nos la dan, en primer lugar, precisamente aquellos a quienes nos acercamos y sostenemos. Hagamos el bien, pero sin esperar recompensa. Sembremos y demos testimonio. El testimonio es el inicio de una evangelización que toca el corazón y lo transforma. Las palabras sin testimonio no valen, no sirven. El testimonio lleva y da validez a la palabra». (Papa Francisco. Discurso a los participantes del encuentro del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización. 19-09-2014) Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana 1. ¿Por qué me cuesta tanto alegrarme con el bien del otro? ¿No es ésta una de las enseñanzas de esta parábola? 2. Meditemos la fase de San Agustín acerca de este pasaje: «Da a todos un denario, recompensa de todos, porque a todos será igualmente dada la misma vida eterna». 3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 2538-2540. 2554. texto facilitado por JUAN RAMON PULIDO, presidente diocesano de Adoración Nocturna Española en Toledo

*Reflexión al Evangelio del 25 Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 20,1-16)* P.Antonio Pavia comunidadmariamadreapostoles.com

*TARDE TE AMÉ* "Id a trabajar a mi viña", dice su propietario a unos jornaleros en distintas horas del día. Trabajar en la viña de Jesús, vemos en Él a este propietario, apunta a la misión por excelencia de sus discípulos: Anunciar el Evangelio que rehabilita al hombre abriéndole a la Vida Eterna... las distintas horas de la llamada representan el arco de nuestra existencia. Vamos a la esencia de esta parábola. En la viña del Señor encontramos en primer lugar a los siervos. Están en la viña por miedos internos, presiones, e incluso por querer ser alguien ante los demás. Está claro que no saben para que sirve el Evangelio aunque hablen de Él, es más, no les sirve ni a ellos, justamente por ser siervos. Trabajan a disgusto "soportando el peso del día y el calor" (Mt 20,12). En cambio, Jesús a sus discípulos no les considera siervos, sino amigos (Jn 15,15 )...y la palabra amigo en la Escritura significa "mi otro yo". Estos disfrutan predicando el Evangelio aún en regiones lejanas y siempre expuestos a incomprensiones y desprecios por los sabios de este mundo... pero son inmensamente felices pues todo en ellos rezuma Vida. El Señor se la da sobretodo cuanto más son visitados por la tribulación. Los que han sido llamados al atardecer,no se frotan las manos por trabajar apenas unas horas...en abosluto. Recordemos el lamento de San Agustín llamado en hora tardía.. ¡Tarde te amé, tarde te descubrí Belleza Infinita..! Una experiencia así, está a años luz de los siervos..

sábado, 12 de septiembre de 2020

24ª semana del tiempo ordinario. Domingo A: Mt 18, 21-35

Jesús estaba hablando sobre cómo deben ser tratados los pecadores dentro de la comunidad. Había hablado sobre la corrección fraterna, de lo cual tratamos el domingo pasado. Después hablaba sobre el perdón. San Pedro, que se da cuenta que Jesús quiere que se perdone, no una sola vez sino varias veces, como queriendo ser muy generoso, le pregunta si hay que perdonar hasta siete veces. Ésta era una cifra simbólica que significaba perfección. Pero esta perfección era muy limitada. Jesús pone la cifra al máximo y le dice que en el perdón, como en el amor, no debe haber límites. Eso es lo que significaba la expresión “setenta veces siete”. El perdón no tiene límites, porque debemos imitar el amor y el perdón de Dios. El amor sin medida de Dios es lo que debe suscitar nuestra misericordia respecto a nuestros hermanos. ¿Qué son las injurias que nos puede hacer un ser humano en comparación con lo que significan nuestras ofensas contra el Creador? Para enseñarnos esta gran verdad, Jesús nos cuenta una parábola en que, como en otras, hay detalles que nos parecen algo raros y hasta exagerados o chocantes, quizá para que se grabe mejor la idea central. Porque lo que importa es que quede bien claro el hecho de que uno que ha sido perdonado en una cantidad enorme no es capaz de perdonar una pequeña cantidad. Y veamos que ahí nos encontramos nosotros, a quienes Dios nos ha perdonado una inmensidad, mientras que nos cuesta tanto perdonar de verdad, al fin y al cabo, pequeñas cosas. Hay personas que piden que se perdonen las millonarias deudas de algunas naciones y luego no son capaces de perdonar las pequeñas deudas u ofensas de cada día. Hay que perdonar de verdad. Esto no quiere decir que se olvide la justicia y la equidad. Pero esto tiene sus peligros, porque a veces la justicia y el deseo de dar una lección a otros pueden ser excusas para no perdonar. El perdón es parte del amor. Por eso no es un verdadero perdón cuando al perdonar se humilla a la otra persona o se le hace sentir el ridículo o se hacen gestos teatrales o se quiere hacer pasar factura, diciendo, por ejemplo, que sea la última vez. A la siguiente vez que haya que perdonar costará más. El perdón debe tener una actitud positiva y optimista, porque perdonando el pasado doloroso, se está construyendo un futuro esperanzador. El perdón es una característica de los discípulos de Jesús. No hay que esperar que el otro lo pida o se arrepienta. Algunos dicen que perdonar es rebajarse y que es una señal de debilidad. Y pregunto: ¿Cuál cuesta más, vengarse o perdonar? Vengarse es relativamente fácil, pero perdonar de verdad es bastante difícil y se necesita mucha fortaleza. De hecho, el perdonar y ser misericordioso es la característica más propia que la Biblia nos da del mismo Dios. El perdonar no quiere decir que se olvide la ofensa, porque la mente sigue trabajando. Pero el recuerdo debe servir para seguir perdonando y ofreciéndoselo a Dios. El vengarse es ser feliz un momento. El perdonar da felicidad para toda la vida. Porque el perdón es una liberación. Es llenar el alma de paz y de alegría. No dice Jesús que sea fácil. El perdón no es cuestión de sentimientos, sino de voluntad. Debemos dirigirnos al Señor con humildad y confianza: El es nuestro Padre que conoce nuestras miserias y está dispuesto siempre a perdonarnos. Pero resulta que muchas veces no dejamos que Dios nos perdone. Jesús nos enseñó a pedir: “Perdónanos... como nosotros perdonamos”. Quien no sea capaz de perdonar a su hermano, no merece el perdón de Dios. No es que Dios no quiera perdonarnos, sino que al tener sentimientos de odio o de venganza, cerramos el corazón para que pueda penetrar la gracia perdonadora de Dios. Quizá el siervo perdonado, que no perdonó, pensó que el perdón de su señor no era total. La misericordia de Dios es total y es infinita y verdadera. Anónimo

Domingo de la Semana 24 del Tiempo Ordinario. Ciclo A «¿Cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano?»

Lectura del libro del Eclesiástico (27, 33-28,9): Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. Furor y cólera son odiosos; el pecador los posee. Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu pró-jimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados? Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos. Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error. Salmo 102,1-2.3-4.9-10.11-12: El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en cle-mencia. R./ Bendice, alma mía, al Señor, // y todo mi ser a su santo nombre. // Bendice, alma mía, al Señor, // y no olvides sus beneficios. R./ Él perdona todas tus culpas // y cura todas tus enfermedades; // él rescata tu vida de la fosa // y te col-ma de gracia y de ternura. R./ No está siempre acusando // ni guarda rencor perpetuo; // no nos trata como merecen nuestros peca-dos // ni nos paga según nuestras culpas. R./ Como se levanta el cielo sobre la tierra, // se levanta su bondad sobre sus fieles; // como dista el oriente del ocaso, // así aleja de nosotros nuestros delitos. R./ Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos (14, 7-9): En la vida y en la muerte somos del Señor. Ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor. En la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Lectura del santo Evangelio según San Mateo (18, 21-35): No te digo que perdones hasta siete ve-ces, sino hasta setenta veces siete. En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: - «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contesta: - «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus em-pleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo". El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el em-pleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré" Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo suce-dido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vo-sotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»  Pautas para la reflexión personal  El vínculo entre las lecturas La pregunta que le hace Pedro a Jesús, es algo que directamente nos afecta: ¿cuántas veces debo per-donar a aquella persona que me ha hecho daño? Jesús ilustra, mediante una parábola, la enseñanza sobre el perdón. Un discípulo de Cristo que ha experimentado la misericordia de Dios en su propia vida está invi-tado para amar y perdonar al prójimo con el mismo amor y perdón con el que él ha sido perdonado. La Primera Lectura del libro del Eclesiástico nos habla de la actitud que el israelita debía tener hacia un ofensor anticipándose, de algún modo, a la petición del Padre Nuestro acerca del perdón: «perdona a tu prójimo el agravio, y…te serán perdonados tus pecados» (Eclo 28,2). La Carta a los Romanos, por su par-te, nos presenta la soberanía de Cristo, «Señor de vivos y muertos. Si vivimos, vivimos para el Señor, si morimos para el Señor morimos». Nosotros no podemos constituirnos en dueños de la vida y de la muerte, ni tampoco, por lo tanto, en jueces de nuestros hermanos. ¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano? En el contexto del capítulo 18 del Evangelio de San Mateo, la pregunta que Pedro, a quien Jesús ha de-clarado primado de su Iglesia, tiene lógica. Pedro es quien suscita el tema del perdón mediante una pregun-ta en la línea de la casuística judía: «¿Si mi hermano me ofende, cuántas veces lo tengo que perdo-nar?».Tanto en la pregunta, como en la respuesta de Jesús subyace una referencia implícita al patrón clási-co de la venganza, ley sagrada en todo el Oriente. Su expresión más dura fue la del feroz Lamek: «Si Caín fue vengado siete veces, Lamek lo será setenta y siete veces» (Gn 4,24); o bien su límite “legal” que esta-blecía la ley del talión: «Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente» (Ex 21,24), que Jesús declaró obsoleta en su discurso de las Bienaventuranzas mediante el perdón a las ofensas y el amor a los enemigos (ver Mt 5, 38-48). Ahora, no es que el Antiguo Testamento desconociera el perdón fraterno, pues en Levítico 19, 17-18 leemos: «No odiarás de corazón a tu hermano. Corregirás a tu pariente para que no cargues con su peca-do. No te vengarás ni guardarás rencor a tu pariente, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo». Y todavía es más evidente el avance de la revelación en la Primera Lectura del libro del Eclesiástico . Su au-tor Jesús Ben Sirá o Sirácida aporta cuatro razones para el perdón de las ofensas: Dios no acepta al renco-roso y al vengador; nuestra propia limitación debe hacernos comprensivos ante la debilidad humana; ¿có-mo pedir perdón al Señor, un perdón que nosotros negamos a los demás?; y el recuerdo de nuestro propio fin relativiza el enojo e invita a guardar los mandamientos de la Alianza. En la Carta a los Romanos, San Pablo nos invita a la unión y a la armonía justamente de Aquel en el cual se sustenta todo y para quien todo existe, ya que «Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor». Ante la tentación de mutua intolerancia e incomprensión que había en la comunidad de Roma entre sus miembros, provenientes del paganismo unos y del judaísmo otros, sobre la licitud o ilicitud de alimentos y otras prácticas, secundarias para los primeros e importantes para los segundos, el Apóstol propone el mutuo respeto y la reconciliación: «Pero tú ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú ¿por qué lo des-precias? En efecto, todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios» (Rm 14,10).  El don del perdón El perdón de las ofensas es un punto esencial del cris¬tianismo. Y la razón es siempre la misma: «El Se-ñor os ha perdonado; perdonaos también unos a otros» (Col 3,13; Ef 4,32). Para comprender el Evangelio de este Domingo es necesa¬rio comprender de qué nos ha perdonado Dios, es decir, es necesario com-prender el peso de nuestro pecado. ¿Qué es el pecado? El pecado es esa fuerza destructiva que busca alejarnos del plan de feli¬ci¬dad que Dios había dispuesto para nosotros. No se puede pecar «alegremente»; se peca siempre «lamentablemente», pues todo pecado, aún el más ocul¬to, incremen¬ta en el mundo las fuer¬zas de muerte y destruc¬ción. No en vano Thomas Merton decía que el efecto de cada pecado es com-parable al efecto de una bomba atómica. Podemos captar el enorme peso del pecado observando la gran-deza del remedio. Ningún esfuerzo humano, por heroico que fuera, ni nada de esta tierra habría sido sufi-ciente para obtenernos el perdón. Fue necesaria la muerte del Hijo de Dios en la cruz. El perdón con Dios nos fue dado como un don gratuito de valor inalcan¬zable para el hombre. El que ha comprendido la inmen-sidad del perdón de Dios, puede comprender lo absurdo que resulta que guardemos rencor por las ofensas de nuestros hermanos.  «¿Hasta siete veces?» Seguramente Pedro conocía la norma acerca del perdón de los pecados que hemos visto en el libro del Levítico 19,17-18; sin embargo, él quiere saber cuál debía de ser el limite ante las ofensas recibidas por el hermano, por la persona cercana. Al formu¬lar la pregunta poniendo como límite «siete veces», Pedro esta-ba seguro de estar poniendo un límite ya bastante alto ya que, hasta los rabinos, según el Talmud, enseña-ban que se debía perdonar las ofensas hasta «tres veces». Pero la respuesta de Jesús va más allá de lo que creía ya extremo: no sólo siete (que ya de por sí significa sin límite, totalidad querida y ordenada por Dios), «sino setenta veces siete». Con esta hipérbole, propia delamentalidad oriental, el Señor subraya que el perdón no sólo debe ser sin límites, sino también perfecto, total; tanto que ni siquiera lleva cuentas de las veces en que ya ha perdonado anteriormente (nadie cuenta si no hay límite): tan perfecto como el perdón de Dios para con el hombre. La parábola que sigue graficará esto.  La parábola del siervo mezquino y el señor misericordioso La parábola que Jesús agrega es impresionante, como todas las del Evangelio. Cada uno de nosotros está en el lugar de ese siervo que debía a su Señor diez mil talentos. Para los oyentes, que manejaban esa moneda, ésta es una cantidad exorbitante (igual a cien millones de denarios). Por tanto, cuando el siervo ruega al señor, todos saben que esas son buenas palabras y que es imposible que pueda pagar. «El señor movido a compasión lo dejó en libertad y le perdonó la deuda». Pero aquí empieza el segundo acto de la parábola. Salien¬do de la presencia de su Señor, recién perdonado de esa inmen¬sa deuda, este hombre en-cuentra un compañero que le debía tan sólo cien denarios, lo agarra por el cuello y le exige: «Paga lo que debes». En este caso, cuando el compañe¬ro le ruega con esas mismas palabras: «Ten paciencia conmigo que ya te paga¬ré», los oyentes saben que sí era posible saldar esa pequeña deuda, tal vez esperando hasta fin de mes, en el momen¬to del pago. Era cosa de tener un poco de paciencia. Pero el hombre fue implaca-ble y aplicó contra el compañero todo el rigor. En este punto de la parábola los oyentes han tomado partido contra este hombre tan mal agradecido y despiadado y todos están deseando que el señor intervenga. Y, en efecto, informado el señor manda llamar al siervo y le dice: «Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías compade¬certe tú también de tu compañero como me compadecí yo de ti?» Y fue entregado a los verdugos hasta que pagara todo. Aquí todos encontramos que está bien el castigo de ese hombre tan mez-quino. Pero al expresar nuestra satisfacción por esta conclu¬sión de la parábola estamos emitiendo un juicio contra nosotros mismos. Como decíamos, cada uno de nosotros estamos en el caso de ese hombre. A ca-da uno de nosotros Dios nos ha perdonado nues¬tros pecados, una deuda cuyo monto es la «sangre precio-sa de su Hijo único hecho hombre», una deuda que nos hacía reos de la muerte eterna. Esto es lo que Dios nos perdonó a nosotros. Perdonar a nuestros hermanos las ofensas que hacen contra nosotros no es más que actuar en consecuen¬cia. ¡Esas ofensas son como los «cien denarios» de la parábo¬la! Así como está-bamos de acuerdo en que el Señor castigará al siervo despiadado de la parábola, así estamos de acuerdo con la conclusión de Jesús: «Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano». De esta manera la enseñanza queda clara para todos nosotros. Una palabra del Santo Padre: «El pasaje del Evangelio de este domingo (cf Mateo 18, 21-35) nos ofrece una enseñanza sobre el per-dón, que no niega el mal sufrido, sino que reconoce que el ser humano, creado a imagen de Dios, siempre es más grande que el mal que comete. San Pedro pregunta a Jesús «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?, ¿Hasta siete veces?» (v. 21). A Pedro le parece ya el máximo perdonar siete veces a una misma persona; y tal vez a nosotros nos parece ya mucho hacerlo dos veces. Pero Jesús responde: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (v. 22), es decir, siempre: tú debes perdonar siempre. Y lo confirma contando la parábola del rey misericordioso y del siervo despiadado, en la que muestra la incoherencia de aquel que primero ha sido perdonado y después se niega a perdonar. El rey de la parábola es un hombre generoso que, preso de la compasión, perdona una deuda enorme —«diez mil talentos»: enorme— a un siervo que lo suplica. Pero aquel mismo siervo, en cuanto encuentra a otro siervo como él que le debe cien dinares —es decir, mucho menos—, se comporta de un modo despia-dado, mandándolo a la cárcel. El comportamiento incoherente de este siervo es también el nuestro cuando negamos el perdón a nuestros hermanos. Mientras el rey de la parábola es la imagen de Dios que nos ama de un amor tan lleno de misericordia para acogernos y amarnos y perdonarnos continuamente. Desde nuestro bautismo Dios nos ha perdonado, perdonándonos una deuda insoluta: el pecado original. Pero, aquella es la primera vez. Después, con una misericordia sin límites, Él nos perdona todos los peca-dos en cuanto mostramos incluso solo una pequeña señal de arrepentimiento. Dios es así: misericordioso. Cuando estamos tentados de cerrar nuestro corazón a quien nos ha ofendido y nos pide perdón, recorde-mos las palabras del Padre celestial al siervo despiadado: «siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No deberías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?» (vv. 32-33). Cualquiera que haya experimentado la alegría, la paz y la libertad interior que viene al ser perdonado puede abrirse a la posibilidad de perdonar a su vez. En la oración del Padre Nuestro Jesús ha querido alojar la misma enseñanza de esta parábola. Ha pues-to en relación directa el perdón que pedimos a Dios con el perdón que debemos conceder a nuestros her-manos: «y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Ma-teo 6, 12). El perdón de Dios es la seña de su desbordante amor por cada uno de nosotros; es el amor que nos deja libres de alejarnos, como el hijo pródigo, pero que espera cada día nuestro retorno; es el amor audaz del pastor por la oveja perdida; es la ternura que acoge a cada pecador que llama a su puerta. El Padre celestial —nuestro Padre— está lleno, está lleno de amor que quiere ofrecernos, pero no puede ha-cerlo si cerramos nuestro corazón al amor por los otros. La Virgen María nos ayuda a ser cada vez más conscientes de la gratuidad y de la grandeza del perdón recibido de Dios, para convertirnos en misericordiosos como Él, Padre bueno, pausado en la ira y grande en el amor». Papa Francisco. Ángelus 17 de septiembre de 2017.  Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana 1. Medita las palabras del escritor C. S. Lewis acerca del perdón: «Para ser cristianos debemos per-donar lo inexcusable, porque así procede Dios con nosotros...Sólo en estas condiciones podemos ser perdonados. Si no las aceptamos, estamos rechazando la misericordia divina. La regla no tiene excepciones y en las palabras de Dios no existe ambigüedad». 2. ¿Te cuesta perdonar? ¿A quiénes debes perdonar alguna ofensa que te hayan hecho? Haz una lis-ta y eleva una oración al Señor para que puedas, de corazón, perdonar a tus hermanos. 3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 2838- 2845.

domingo, 6 de septiembre de 2020

23ª semana del tiempo ordinario. Domingo A: Mt 18, 15-20

Acababa Jesús de hablar sobre la oveja perdida, la que se ha apartado de las otras 99, y dice que la voluntad del Padre del cielo es que no se pierda ni uno sólo, aunque ése nos parezca pequeño o de poca relevancia. Ahora Jesús nos da algunos consejos para ver qué podemos hacer nosotros para atraer o ganar a ese hermano perdido. Hoy nos habla de la “corrección fraterna”. De hecho directamente se trata del que nos ha ofendido, ya que el que se siente ofendido debe dar normalmente el primer paso para la reconciliación; pero las palabras de hoy se aplican para otros muchos casos. Y ello es porque no nos salvamos solos. Somos seres sociables y formamos parte de una comunidad. Y todos debemos preocuparnos de los demás. Esto quiere decir que no debemos ser indiferentes ante las acciones de los demás. Un padre no siempre tiene que callar, ni el maestro o el educador deben permitirlo todo, ni un amigo desentenderse cuando ve que su amigo va por mal camino. No es que nos vayamos a meter siempre en los asuntos de los demás, pero sí debemos sentirnos corresponsables de su bien. No es lo mismo indiferencia que respeto a la libertad. Porque hay personas que aparentan ser respetuosos; pero en el fondo es porque no les importa nada la otra persona. Hay gente que dice que no se mete con nadie, pero es porque nadie tiene sitio en su vida egoísta. Creen que no necesitan de nadie; pero todos nos necesitamos y, pensando en cristiano, todos somos hermanos, que vamos juntos en este caminar hacia Dios. Ser indiferente es tener la actitud de Caín, cuando respondió a Dios: “¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” Tenemos que corregirnos, porque la Iglesia no es una comunidad de “puros”, sino de pecadores. Lo difícil es saber cómo debemos hacerlo. Jesús lo ha previsto y ha dispuesto una serie de actitudes a tomar. Lo primero es que la corrección debe ser entre dos. El que ha visto el “mal” en otro debe dar el primer paso: un paso discreto, que no debe trascender a ser posible, para que el hermano pueda conservar su honor y reputación. Jesús nos enseña la delicadeza y el no airear los defectos de los demás; porque esto no sólo no le salvaría, sino que le hundiría aún más. Lo esencial es el amor. La corrección debe hacerse con humildad y sobre todo no dejarse llevar por simpatías o antipatías, sino por un amor verdadero: desear el bien del hermano. Por ello es tan importante el diálogo. Y si lo es para todos, mucho más para los esposos. Este es el primer paso: el diálogo entre dos, no las críticas externas, con las cuales no se consigue nada positivo. Con el diálogo personal a veces sí se consigue. Si es así, podemos escuchar las palabras de Jesús: “Has ganado a un hermano”. Pero hay veces que tampoco lo consigue el diálogo personal. No hay que resignarse a los fracasos. Tampoco hay que condenar enseguida sin probar otros medios. Jesús nos habla de llamar a algunos otros: puede ser la familia, especialmente los padres o superiores. A veces tampoco resulta. Entonces es que el mismo pecador se excluye de la comunidad. En la historia de la Iglesia se ha empleado la excomunión, como signo de autoridad. Pero de hecho lo que significaba es que la Iglesia constata la separación que ya se ha dado en el corazón de aquel cristiano: su propia autoexcomunión. Estas palabras de Jesús no son sólo para que aprendamos a corregir, sino también para que aprendamos a ser corregidos, porque todos somos pecadores. Todo ello realizado dentro del amor cristiano y en clima de oración. La Iglesia es una comunidad que ora. El ambiente de oración debe influir nuestra vida cristiana, como influye particularmente la vida de una familia cristiana. Esta vida de oración no sólo es signo de la presencia de Dios, sino que en realidad Jesús dijo que iba a estar presente cuando ve que una comunidad se reúne para orar. De hecho esta oración es el signo real de que ha habido perdón y que ese perdón está actual en la comunidad. Por medio de esta unión es como la Iglesia es signo ante el mundo de la presencia de Dios. Autor, anónimo

sábado, 5 de septiembre de 2020

Domingo de la Semana 23 del Tiempo Ordinario. Ciclo A- 6 de septiembre 2020 «Todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo»

Lectura del libro del profeta Ezequiel (33, 7-9): Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre. Así dice el Señor: «A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches pala-bra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: "¡Malvado, eres reo de muerte!", y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.» Salmo 94,1-2.6-7.8-9: Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis vuestro corazón». R./ Venid, aclamemos al Señor, // demos vítores a la Roca que nos salva; // entremos a su presencia dándole gracias, // aclamándolo con cantos. R./ Entrad, postrémonos por tierra, // bendiciendo al Señor, creador nuestro. // Porque él es nuestro Dios, // y nosotros su pueblo, // el rebaño que él guía. R./ Ojalá escuchéis hoy su voz: // «No endurezcáis el corazón como en Meribá, // como el día de Masá en el desierto; // cuando vuestros padres me pusieron a prueba // y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R./ Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos (13, 8-10): Amar es cumplir la ley entera. Hermanos: A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el res-to de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás man-damientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a tí mismo.» Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera. Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (18, 15-20): Si te hace caso, has salvado a tu hermano. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.  Pautas para la reflexión personal  El vínculo entre las lecturas El capítulo 18 del Evangelio de San Mateo forma parte de las enseñanzas de Jesús que se relacionan con la vida de las primeras comunidades cristianas. Por eso, a esta parte se le ha llamado el «discurso eclesiásti-co». Jesús nos habla, en esta oportunidad, acerca de la corresponsabilidad frente a la salvación de sus her-manos. Aquí se inserta el mandato de la corrección fraterna. La segunda admonición de Jesús a sus discípu-los es la oración en común. En la Primera Lectura se nos propone la imagen del «profeta-centinela» que advierte a los hombres de su mala conducta y les anuncia el peligro que se acerca si no despiertan de su le-targo. Pablo, por su parte, antes de concluir su carta a los romanos, dirige una última exhortación llena de contenido: «no tengáis con nadie ninguna deuda que no sea la de amaros mutuamente». Amar es cumplir la ley entera, porque todos los mandamientos se resumen, como diría Jesús, en esta frase: «Amarás a Dios….y a tu prójimo como a ti mismo».  «Yo te he puesto como centinela de la casa de Israel» Ezequiel, uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento, era sacerdote y fue llevado al exilio de Babilonia en la época del rey Jeconías. Allí consoló a los otros desterrados, pero anunció la caída definitiva de Jerusalén después de la primera deportación del año 597 A.C. Tras el intento de librarse del yugo, Jerusa-lén finalmente fue destruida el 587 A.C., año de la segunda deportación. Finalmente anunció la vuelta de este segundo cautiverio. La lectura de este Domingo se encuentra en la tercera parte del libro de Ezequiel que contienen los oráculos pronunciados después de la invasión de Nabucodonosor. En ella el profeta se presenta como el centinela que anuncia al pueblo la necesidad de cambiar de conducta: «Ha oído el sonido del cuerno y no ha hecho caso: su sangre recaerá sobre él. En cambio, el que haya hecho caso, salvará su vida” (Ez 33,5). El centinela es el hombre que, desde la atalaya ,da la voz de alarma cuando ve al enemigo acercarse al campamento o a las puertas de la ciudad. En los tiempos antiguos poseía una función decisiva en los comba-tes entre los pueblos. Si el centinela dormía, la vida del pueblo corría un grave riesgo. Ezequiel es un centi-nela con características especiales. El profeta debe advertir al «impío» de su mala conducta, debe informarle del mal que se le viene encima. Al centinela le basta dar la alarma; si le escuchan o no, ya no es responsabi-lidad suya. No es así en el caso del profeta: él debe advertir del mal que se viene encima, y debe hacer todo lo posi-ble por convencer a sus oyentes, porque lo que él anuncia no viene «ni de la carne ni de la sangre»; sino es Dios mismo quien se lo ha revelado. Él habla en nombre de Dios. Él expresa el deseo de Dios de salvar a los hombres y de que no se pierda ninguno (ver Ez 18,32). Él participa del amor divino que no se deja vencer por el pecado del hombre. El profeta-centinela asume una enorme responsabilidad: deberá responder ante Dios de la muerte o la salvación de aquellos a los que ha sido enviado. El verdadero pastor de almas es aquel centinela que vela sobre el rebaño y se mantiene en vigilia durante la noche para que ninguno perezca. El buen pastor, como dice san Pablo, amonestará, insistirá, predicará a tiempo y a destiempo la Buena Nue-va (ver 2 Tim 4,2).  «Si tu hermano peca…» El Evangelio de este Domingo nos ofrece algunas ense¬ñanzas de Jesús acerca de su propia Iglesia. El tex-to con¬tiene instruc¬ciones de Jesús sobre el modo de proceder ante diversas situacio¬nes en que se iban a en-con¬trar sus discí¬pulos. La primera se refiere a la conducta a observar con el hermano que peca. En la Iglesia de los tiem¬pos apostólicos, cuando el Evangelio de Mateo se puso por escri¬to, el pecado de un cristiano era considerado un verdadero escándalo ya que era difícil para los primeros cristianos convencerse que alguien por quien Jesucristo había derrama¬do su sangre para perdón de sus peca¬dos, pudiera pecar de nuevo. Sin embar¬go esa posi¬bilidad existía y para esa triste eventualidad, Jesús dejó establecido el sacramento de la reconciliación dando a los apóstoles el poder de perdonar los pecados (ver Jn 20,22-23). El primer paso pues, ante el pecado del hermano será reprenderlo en priva¬do y tratar de obtener su con-versión. Si se consigue, enton¬ces se habrá ganado al hermano. Ante un corazón arrepentido la misericordia del Señor no tiene límite ya que «Él no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (Ez 33,11). Pero si el pecador se obstina en su mal, se llamará a uno o dos testi¬gos y ante ellos se le reprenderá; si insiste en su pecado, se le denunciará ante la comunidad; y si ni si¬quiera a la comuni¬dad escucha, él mis-mo entonces se excluirá (se alejará) de ella y deberá ser conside¬rado un pagano o un publicano. Queda, por su propio pecado, excluido de la plena comunión con la comunidad; ya no hace parte de ella. El pagano es el que pertenece a los pueblos que no conocen a Dios; los publi¬canos eran consi¬de¬rados pecadores públicos, pues recaudaban los im¬puestos que Israel, como pueblo dominado, debía pagar a Roma.  La «ekklesía» de Jesucristo La pala¬bra griega «ekklesía», que se traduce al español por «Iglesia», aparece en los Evangelios sólo tres veces y siempre en el Evangelio de Mateo. Dos de esas instancias ocurren en la lectura de este Domingo. Jesús usa por primera vez el término «Iglesia» cuando le cambia de nombre a Simón para ponerle uno apro-piado a la misión que le iba a enco¬mendar: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). Observamos que también aquí el término «Igle¬sia» está usado sin ser definido. Sólo se nos dice que Jesús tiene intención de fundar «su Igle¬sia», y que ésta estará edificada sobre «Pedro-Piedra». La Iglesia de Cristo es la que está fundada sobre Pedro y sus suceso¬res. Podemos concluir que «Iglesia» es un término ya conocido para los lectores y que, por tanto, su definición debe buscarse en el Antiguo Testa¬mento. Y así es. En el texto original hebreo del libro de los Números y del Deute¬ronomio se habla del «qahal Yahveh», que se traduce al español por «asam¬blea del Señor», y se usa para desig¬nar al pueblo de Is¬rael que peregrina en el desierto. Cuando la Biblia hebrea se tradujo al griego , el término hebreo «qahal» se tradujo en algunos casos por «synagogué» y en otros, por «ekklesía». «Synago¬gué» signi¬fica literalmente «congregación» y es el término que se apropió el judaísmo, dando origen a la sinagoga. «Ekkle¬sía» significa literal¬mente «convo-cación» y éste es el término que se apropiaron los cristianos para designar a su comuni¬dad: todos aquellos que han sido convocados por Jesucristo de una situación de pecado a la vida eterna en virtud de su sacrifi-cio reconciliador.  «Todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo…» «Atar y desatar» es una expresión de autoridad, que aparece a menudo en los textos rabínicos del tiempo de Jesús y posteriores. En esos textos la expresión tiene dos senti¬dos. Significa, en primer lugar, el poder magisterial y discipli¬nar, es decir, el poder de declarar la verdad o falsedad de una doctrina y de declarar la bondad o maldad de una acción . Pero «atar y desa¬tar» significa también el poder de excluir a alguien de la comuni¬dad a causa de sus pecados (atar) y de read¬mitirlo perdonándole los peca¬dos (desatar), es decir, el poder de retener o perdonar los pecados. Éste es el sentido de la expresión «atar y desatar» usada por Jesús en este pasaje. Pero lo más importante es que Jesús asegura que lo atado o desatado por la Iglesia en la tierra queda atado o desatado en el cielo. De esa manera garantiza que la Iglesia no puede errar en materia de fe y moral; y también que la exclusión de alguien de la plena comunión con la Iglesia, lo ex¬cluye de la amistad con Dios y que la readmisión del pecador arrepen¬tido a la plena comunión con la Iglesia, por el sacramento de la reconciliación, lo renueva en su amis¬tad con Dios.  «Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre» Jesús agrega otra acción hecha en la tierra que repercute en el cielo: la oración comunitaria. Es una pro-mesa: «Os aseguro también que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos». El objeto de la petición no tiene limitación: se concede «sea lo que fuere». La única condición es ponerse de acuerdo en el seno de la comunidad reunida en el nombre de Cristo, es decir, pedir en conformidad con Cristo. En este caso la petición es escuchada, porque une su voz el mismo Cristo, a quien el Padre siempre escucha (ver Jn 11,42): «Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Por eso el que pretende encontrar a Cris-to prescindiendo de la Iglesia, en realidad encuentra a un ser de su propia crea¬ción, pero no a Cristo. Para recibir el Espíritu Santo y alcanzar a Cristo es necesaria la mediación de la Iglesia.  Una palabra del Santo Padre: El Evangelio de este domingo, tomado del capítulo 18 de Mateo, presenta el tema de la corrección fra-terna en la comunidad de los creyentes: es decir, cómo debo corregir a otro cristiano cuando hace algo que no está bien. Jesús nos enseña que, si mi hermano cristiano comete una falta en contra de mí, me ofen-de, yo debo tener caridad hacia él y, ante todo, hablarle personalmente, explicándole que lo que dijo o hizo no es bueno. ¿Y si el hermano no me escucha? Jesús sugiere una intervención progresiva: primero, vuelve a hablarle con otras dos o tres personas, para que sea mayormente consciente del error que cometió; si, con todo, no acoge la exhortación, hay que decirlo a la comunidad; y si no escucha ni siquiera a la comu-nidad, hay que hacerle notar la fractura y la separación que él mismo ha provocado, menoscabando la comunión con los hermanos en la fe. Las etapas de este itinerario indican el esfuerzo que el Señor pide a su comunidad para acompañar a quien se equivoca, con el fin de que no se pierda. Es necesario, ante todo, evitar el clamor de la crónica y las habladurías de la comunidad —esto es lo primero, evitar esto—. «Repréndelo estando los dos a solas» (v. 15). La actitud es de delicadeza, prudencia, humildad y atención respecto a quien ha cometido una falta, evitando que las palabras puedan herir y matar al hermano. Porque, vosotros lo sabéis, también las pala-bras matan. Cuando hablo mal, cuando hago una crítica injusta, cuando «le saco el cuero» a un hermano con mi lengua, esto es matar la fama del otro. También las palabras matan. Pongamos atención en esto. Al mismo tiempo, esta discreción de hablarle estando solo tiene el fin de no mortificar inútilmente al pecador. Se habla entre dos, nadie se da cuenta de ello y todo se acaba. A la luz de esta exigencia es como se com-prende también la serie sucesiva de intervenciones, que prevé la participación de algunos testigos y luego nada menos que de la comunidad. El objetivo es ayudar a la persona a darse cuenta de lo que ha hecho, y que con su culpa ofendió no sólo a uno, sino a todos. Pero también de ayudarnos a nosotros a liberarnos de la ira o del resentimiento, que sólo hacen daño: esa amargura del corazón que lleva a la ira y al resen-timiento y que nos conducen a insultar y agredir. Es muy feo ver salir de la boca de un cristiano un insulto o una agresión. Es feo. ¿Entendido? ¡Nada de insultos! Insultar no es cristiano. ¿Entendido? Insultar no es cristiano. En realidad, ante Dios todos somos pecadores y necesitados de perdón. Todos. Jesús, en efecto, nos dijo que no juzguemos. La corrección fraterna es un aspecto del amor y de la comunión que deben reinar en la comunidad cristiana, es un servicio mutuo que podemos y debemos prestarnos los unos a los otros. Corre-gir al hermano es un servicio, y es posible y eficaz sólo si cada uno se reconoce pecador y necesitado del perdón del Señor. La conciencia misma que me hace reconocer el error del otro, antes aún me recuerda que yo mismo me equivoqué y me equivoco muchas veces». Papa Francisco. Ángelus 7 de septiembre de 2014.  Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana. 1. San Agustín nos dice: «Debemos corregir con amor, no con deseo de hacer daño, sino con intención de corregir; si no lo hacéis así, os hacéis peores que el que peca». ¿Cómo corrijo? 2. ¿Acepto, de verdad, cuando me corrigen o creo que siempre tengo la razón? ¿Cómo vivo esto en mi familia? 3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 1435. 1829. 1854 – 1856. 2223.