viernes, 31 de mayo de 2013

VIGILIAS NOCTURNAS en JUNIO, TEMA DE REFLEXIÓN A CONSIDERAR



a>Reflexiones sobre la Fe. IX

Dones y frutos del Espíritu Santo

“Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. //Ven, Padre de los pobres; ven, dador de las gracias; ven, luz de los corazones//…//Lava lo que está sucio; riega lo que es árido, cura lo que está enfermo.// Doblega lo que es rígido, calienta lo que está frío; dirige lo que está extraviado”.

Así rezamos el día de Pentecostés, pidiendo al Espíritu Santo que venga a nuestra alma, y derrame en nuestros corazones el fuego del Amor de Dios.

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros?

Este vivir del Espíritu Santo en nosotros desvela un misterio al que jamás nos acostumbraremos los seres humanos: Dios vive con nosotros, y en nosotros.

Hasta ahora habíamos acogido en nuestra mente la realidad de un Dios que nos ha creado a "su imagen y semejanza"; que "nos ha hecho hijos en el Hijo"; que "ha enviado a su Hijo para redimirnos de nuestro pecado". Y a partir de ahora necesitamos convertirnos a una realidad más allá de cualquier imaginación humana: Dios viene a vivir con nosotros, para que nosotros comencemos ya aquí, en la tierra, a vivir la vida eterna. Se hace más íntimo a nosotros, que nosotros mismos, en audaz consideración de san Agustín.

El hombre es injertado en Cristo, por la acción del Espíritu Santo, en el Bautismo, que viene a ser el inicio del Pentecostés personal de cada cristiano, que prosigue al recibir la Confirmación, y que va renovándose y culminando, paso a paso, en la recepción de los demás Sacramentos, y muy especialmente de la Eucaristía.

Cristo había dicho que el Hijo del hombre había venido "para que tengan vida, y la tengan abundante" (Jn 10, 10). El Espíritu Santo llega para cumplir la promesa.

Es la nueva vida que nos comunica el Espíritu con sus dones.

“La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo” (Catecismo, n. 1830).

“Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas. «Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana» (Sal 143,10). «Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios [...] Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo» (Rm 8, 14.17)” (n. 1831).

El don de la Sabiduría nos descubre la Verdad de Dios y nos lleva a adorarle: “Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él” (Sal 33, 9).

El don de Inteligencia nos abre los ojos para sabernos criaturas de Dios, un creador que nos ama, y hace todo pensando en nuestro bien.

El don de Ciencia, nos ayuda a descubrir en la naturaleza la verdad, la belleza, el amor de Dios.

El don de Consejo ilumina nuestra inteligencia para que podamos comprender los planes de Dios sobre nosotros: nuestra vocación; el sentido real de nuestra vida.

El don de Fortaleza sostiene la Esperanza, anclada en Dios, y la mantiene abierta a la Vida eterna.

El don de Piedad invita al hombre a dirigirse con plena confianza a Dios Padre. Nos anima a no romper nunca el diálogo con Dios, a no dejar nunca de elevar nuestro corazón a Dios: “la piedad es útil para todo, pues tiene la promesa de la vida, la presente y la futura” (1 Tim 4, 8).

El don de Temor de Dios nos lleva a amar a Dios, con Dios y en Dios. Arranca del alma cualquier miedo a Dios; porque el Espíritu Santo nos descubre que Dios ama con la pena de que el hombre no quiera recibir todo el amor que Él quiere darnos. Compartir con Dios esa pena es vivir el temor de Dios. Éste consiste en vivir con Dios el peso de su Amor a los hombres.

Con este vivir del Espíritu Santo en nosotros comienza a echar raíces, a injertarse, en nuestra persona, la obra de la redención llevada a cabo por Jesucristo Nuestro Señor.

La gracia recibida con los dones, hace crecer en nosotros los frutos del Espíritu. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Gal 5,22-23).

Con estos hábitos de obrar el bien, vivimos en el amor de Dios y amamos a todos como Cristo los ama: sirviéndolos.

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Cuestionario


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-¿Vivo con la alegría de saberme hijo de Dios, y sirvo a los demás viendo en ellos a otros hijos de Dios?

- Al rezar el Padrenuestro, ¿soy consciente de que el Espíritu Santo mueve mi alma para dirigirme a Dios Padre?

-¿Pido al Espíritu Santo que me dé su Paz, y sea yo un hombre de paz con todos?





lunes, 27 de mayo de 2013




Ayer celebrábamos la Solemnidad de la Santísima Trinidad asistí a participar en la Misa de la Capillita de San José que custodian los Franciscanos Capuchinos; en su homilia, el Sacerdote que Presidia la celebración nos ayudó a entender dentro de lo humanamente posible el Misterio de la Santísima Trinidad: exposición breve pero concreta llena de mensajes de los que se quedan memorizados y finalizando la misma aludiendo a la devoción de las tres Ave Maria a nuestra Madre celestial cuya imagen está contigual al Altar Mayor, teniendo mucha veneración de entre los sevillanos.

Recuerdo como en la Vigilia de Adoración nocturna celebrada a comienzos de este mes de mayo, nuestro amigo y hermano Adorador Leoncio nos movió a todos a rezarle a Maria las tres Ave Marias; recordaba una estampita que un día llegó a mis manos con esta devoción sencilla; me alegró recordarla y ahora ... el Fraile, todo me ha movido a buscar en internet una página:

http://lastresavemarias.blogspot.com.es/
a la que acudiré en lo sucesivo y a la que te invito entrar, está llena de aroma Mariano; la incluyo entre mis enlaces del blog.



BREVE EXPLICACIÓN DEL PORQUE DE LAS TRES AVEMARÍAS

Con el rezo de Las Tres Avemarías la Virgen ha dicho que le veneramos en su relación con Dios Trino y le ayudamos a agradecer a la Santísima Trinidad los privilegios que le han sido otorgados (Poder Sabiduría Amor, ya que como se revelo a Santa Gertrudis:"Después del Poder del Padre, la Sabiduría del Hijo, y la Ternura misericordiosa del Espíritu Santo, nada se aproxima al Poder, la Sabiduría y la Ternura misericordiosa de María."), Maria es nuestra Madre, que alegria la Reina del Cielo, la Madre de Dios es también nuestra Madre porque así lo quiso Jesucristo (Juan:19.25-27) cada vez que le saludamos con estas tres avemarias “palabras que vienen de Dios (ver arriba explicación del avemaría)” también le estamos instando que del Poder, Sabiduría y Amor con que Dios la ha colmado (recordemos que mas que ella SOLO DIOS) haga uso de ellos en auxilio nuestro.

La virgen nos insta a que recemos: “La devoción de las tres Avemarias siempre me fue muy grata… No dejéis de rezarlas y de hacerlas rezar cuanto podáis. Cada día tendréis pruebas de su eficacia…”

Este comentario partió de San Pio X al indulgenciar ésta Jaculatoria.

martes, 21 de mayo de 2013

MARIA EN EL MISTERIO DE LA EUCARISTIA



De los escritos de Dios Luis de Trelles, fundador en España de la Adoración Nocturna Española

María es Madre de Jesús, Jesús se ha hecho Eucaristía, luego María tiene con el Divino
Sacramento una relación de maternidad.

Maternidad especial, porque según nos enseña la fe, el cuerpo de Jesucristo fue formado
por el Espíritu Santo de la más preciosa sangre de su Madre santísima; de lo que se deduce
que en la Hostia sacrosanta está la carne y
sangre de María, habiendo en el sagrario y
bajo las especies algo que es de su Madre
inmaculada, bajo este concepto y en cierto
modo madre y padre.

De estas nociones fundamentales, que son
parte del dogma cristiano, se deducen las
relaciones íntimas que tiene la Señora con
el augusto Sacramento, bajo cuyo punto
de vista entra en nuestro propósito todo lo
que tiene conexión con la Madre de Jesús.

Aquella gota de sangre, que á través de
cuatro mil años de la vida del mundo,
viene desde Adán hasta S. Joaquín y de
éste pasó por la generación a formar el cuerpo adorable de María, merece de nosotros un
culto especial. Esta preciosa gota de sangre halló su punto más alto de perfección y su
colocación predestinada en el cuerpo divino del Hijo de Dios hecho hombre.

Se prestan este orden de consideraciones á consecuencias de amor y respeto hacia la Madre
Virgen, que el devoto debe sacar antes y después de recibir (a su Dios humanado) la
Eucaristía. ¡Cuántos auxilios podemos alcanzar por intercesión de la Madre amorosa, para
disponernos convenientemente á este sublime acto y para agradecer cual se merece la
venida del Hijo a nuestro corazón! (L. S. Tomo 3 (1872) Pág. 286-287).
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Los Adoradores Nocturnos solicitamos que en vuestras oraciones privadas encomendeis al Señor algun milagro por la intercesion de Nuestra Madre del Cielo y la ayuda espiritual de Luis de Trelles

ADORACIÓN AL SANTÍSIMO a la misma hora en todo el Planeta




Queridos Amigos:
Les informo de una estupenda noticia que nos ha llegado:

"El papa Francisco, con motivo del Año de la Fe, ha convocado a toda la
Iglesia a un gesto único: que en la tarde del domingo 2 de junio, día en que
la mayor parte de la Iglesia Católica celebra la solemnidad del Corpus
Christi, y a la misma hora, todos los católicos del mundo nos unamos en un
gesto unánime de comunión con el Señor, y también de comunión con el Vicario
de Cristo, con todo el Colegio Episcopal, y con toda la Iglesia extendida
por toda la tierra, en una hora de adoración al Santísimo Sacramento. Ese
gesto tendrá lugar el domingo día 2 de junio desde las 17.00 a las 18.00 horas, hora
de Roma, y se hará simultáneamente en todas las catedrales del mundo, y
también a la vez en todas aquellas parroquias e iglesias de cada diócesis en
las que sea posible".

http://www.annusfidei.va/content/novaevangelizatio/es/eventi/adorazioneeucar
istica.html

http://www.zenit.org/es/articles/la-iglesia-universal-realizara-un-gesto-uni
co-el-dia-de-corpus-christi-por-el-ano-de-la-fe

sábado, 18 de mayo de 2013

LA CELEBRACION DE LA ROMERIA DEL ROCIO EN EL "CUMPLEAÑOS DE LA IGLESIA MILITANTE



Nos hallamos a las puertas de la celebración de la Solemnidad de la Pascua de Pentecostés; el Espíritu que nos anuncia el Señor será enviado y que a partir de ese momento en el que los hermanos de todas las lenguas entienden la palabra predicada y comienza a tener vida la Iglesia de la que formamos parte; como decía mi Cura Párroco nos hallamos en el “ cumpleaños de la Iglesia militante “

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.



Los Dones derramados nos alcanzaran a todos los que aspiramos conseguirlos; en el poblado de la Rocina de la ciudad de Almonte estarán concentrados devotos rocieros venidos de muchos lugares; la alegría, la fe y la oración serán compartidas en esos momentos de encuentro con la fiesta, el cante, los brindis,la hospitalidad, la declaración amorosa a los pies de la Señora; el saludo emocionado al encontrarse en la Ermita con Ella; el momento de reflexión y arrepentimiento que nos mueve a pedir perdón en la confesión recomendada por la Virgen del Rocío, la blanca Paloma que dice a cada uno “ anda, hijo/a contenta a tu Padre “




Medito que he de valorar más los Dones emanados del Espíritu, para ello acudo a las definiciones extraídas de la página que relaciono a continuación y que nos puede servir a todos cuando le invocamos:


http://www.oblatos.com/dematovelle/index.php?option=com_content&view=article&id=1891:lo

Los siete dones del Espíritu Santo pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.

Don de sabiduría
Nos hace comprender la maravilla insondable de Dios y nos impulsa a buscarle sobre todas las cosas y en medio de nuestro trabajo y de nuestras obligaciones.

Don de inteligencia
Nos descubre con mayor claridad las riquezas de la fe.

Don de consejo
Nos señala los caminos de la santidad, el querer de Dios en nuestra vida diaria, nos anima a seguir la solución que más concuerda con la gloria de Dios y el bien de los demás.

Don de fortaleza
Nos alienta continuamente y nos ayuda a superar las dificultades que sin duda encontramos en nuestro caminar hacia Dios.

Don de ciencia
Nos lleva a juzgar con rectitud las cosas creadas y a mantener nuestro corazón en Dios y en lo creado en la medida en que nos lleve a Él.

Don de piedad
Nos mueve a tratar a Dios con la confianza con la que un hijo trata a su Padre.

Don de temor de Dios
Nos induce a huir de las ocasiones de pecar, a no ceder a la tentación, a evitar todo mal que pueda contristar al Espíritu Santo, a temer radicalmente separarnos de Aquel a quien amamos y constituye nuestra razón de ser y de vivir.

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Que inunden nuestros corazones, ¡ Feliz Pentecostés ¡

miércoles, 1 de mayo de 2013

TEMA DE REFLEXION PREVIA A NUESTRAS VIGILIAS NOCTURNAS





Mayo de 2013

Reflexiones sobre la Fe. VIII

Espíritu Santo: Dios con nosotros, en nosotros

¿Quién es el Espíritu Santo?

No es extraño encontrar cristianos creyentes, y hasta fervorosos, que podrían con toda verdad hacer suya la respuesta de los discípulos a san Pablo en su tercer viaje a Éfeso: “Ni siquiera hemos oído decir que haya Espíritu Santo”. (Hch. 19, 2).

Afirmamos nuestra fe en la Trinidad Beatísima, un solo Dios verdadero en tres Personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Espíritu Santo es, por tanto, “una de las Personas de Santísima Trinidad, consubstancial al Padre y al Hijo, ‘que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria’ ” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 685).

Aun conscientes de que el Espíritu Santo es Dios, como es Dios el Padre, como es Dios el Hijo, la relación con la tercera Persona de la Trinidad nos resulta a veces menos familiar. “Por desgracia –recuerda Josemaría Escrivá- el Paráclito (el Espíritu Santo) es, para algunos cristianos, el Gran Desconocido: un nombre que se pronuncia, pero no es Alguno –una de las tres Personas del único Dios-, con quien se habla y de quien se vive” (Es Cristo que pasa, n. 134).

¿Por qué?

En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo se ha presentado bajo diferentes figuras: como lenguas de fuego, en Pentecostés; y antes, como paloma, en el Bautismo del Señor. El Espíritu Santo no “se hace hombre” como Jesucristo, la segunda Persona de la Trinidad, y por eso nunca le vemos en figura humana. Esto nos puede inducir a tratarle menos, y quizá, también, a no dirigirnos con frecuencia a Él, porque consideremos que nos es menos asequible. Los seres humanos estamos preparados para tratar con cosas, seres y personas tangibles, y no con lo que en el lenguaje popular llamamos espíritus.

Al anunciar a los apóstoles, a todos los discípulos, la venida del Espíritu Santo, Jesucristo les dice:

“Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito –Consolador-, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y está en vosotros, y os enseñará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14, 16-17 y 24).

Cuando Jesucristo anuncia a los apóstoles que les enviará el Espíritu Santo, puede parecer que el Don divino será recibido exclusivamente por ellos. Juan Pablo II sale al paso de esa posible interpretación reductora, y aclara que “en la comunidad unida en la oración, además de los Apóstoles, estaban igualmente presentes otras personas, varones y también mujeres (…) la presencia de las mujeres en el Cenáculo de Jerusalén durante la preparación de Pentecostés y el nacimiento de la Iglesia reviste una especial importancia. Varones y mujeres, simples fieles, participaban en el acontecimiento entero junto a los Apóstoles, y en unión con ellos. Desde el inicio, la Iglesia es una comunidad de apóstoles y discípulos, tanto varones como mujeres” (Audiencia General, 21-VI-89).

Los apóstoles entendieron plenamente esta realidad, y los Hechos de los Apóstoles recogen numerosos pasajes en los que mismos apóstoles ponen las manos sobre tantos discípulos y todos reciben el Espíritu Santo.

¿Qué misión tiene el Espíritu Santo en la persona creyente?

Podemos resumir esta misión del Paráclito con dos frases:

a) injertarnos en Cristo, para que la vida de Cristo sea nuestra vida; hacer que nazca en nosotros la nueva vida de hijos de Dios en Cristo Jesús. Ese nacimiento es la obra de los sacramentos, y muy especialmente del Bautismo -que hace al cristiano “partícipe de la naturaleza divina” (Catecismo, n. 1265) y de la Confirmación;

b) ayudar al cristiano a desarrollar esa vida divina, que se manifestará en una nueva Fe, una nueva Esperanza, una nueva Caridad. Y que será posible por el asentamiento en nuestro espíritu de los Dones del Espíritu Santo; y que se manifestará en acciones concretas que se corresponden a los Frutos del Espíritu Santo en nuestra alma.

Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica.

“’Justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios’, ‘santificados y llamados a ser santos’, los cristianos se convierten en ‘el templo del Espíritu Santo’. Ese Espíritu del Hijo les enseña a orar al Padre y, haciéndose vida en ellos, les hace obrar para dar los ‘frutos del Espíritu’ por la caridad operante. Sanando las heridas del pecado, el Espíritu Santo nos renueva interiormente mediante una transformación espiritual, nos ilumina y nos fortalece para vivir como ‘hijos de la luz’, por la bondad, la justicia y la verdad’ en todo” (n. 1695).

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Cuestionario


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-¿Rezo alguna vez al Espíritu Santo pidiéndole que me aumente la Fe, la Esperanza, la Caridad?

- Ante el Sagrario, ¿recuerdo con frecuencia que soy hijo de Dios en Cristo Jesús?

-Al rezar el Padrenuestro, ¿soy consciente de que el Espíritu Santo está en mí?










EL RECOGIMIENTO, ALMA DE LA VIDA DE ADORACIÓN





III

Porque, ¿cuál es el lugar en que se verifica la unión de Jesús con nosotros? En nosotros mismos es donde se rea¬liza esta mística alianza. La unión se hace y se ejercita en Jesús presente en mí. Nada más cierto: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará y vendremos a él y en él haremos nuestra morada" (Jn. 14, 23). Y el espíritu de Jesús habita en nosotros como en un templo y nos ha sido dado para permanecer siempre con nosotros. Por lo cual dice la Imitación: “Ea, alma fiel, prepara tu corazón para que este esposo se digne venir y establecer en ti su morada" (L. II, c. q, núm. 2).

¿Por qué habrá Nuestro Señor escogido el interior del hombre como centro de su unión con él?

Porque así forzado se verá el santo a entrar dentro de sí. Huía de sí mismo como se huye de un criminal, como se teme una cárcel. Tiene vergüenza y horror de sí mismo y ésta es la razón porque se apega tanto a lo exterior. Pero este huir lejos del corazón hace que Dios se vea abandonado de la criatura, hecha para ser templo y trono de su amor.

Como en estas condiciones no puede trabajar en el hombre ni con el hombre, para obligarle a que vuelva dentro de su alma, viene a él; se nos viene sacramentalmente para espiritualmente vi¬vir en nosotros; el sacramento es la envoltura que le encierra; se rompe ésta y nos da la santísima Trinidad así como el éter encerrado en un glóbulo se difunde en el estómago, una vez deshecha la envoltura bajo la acción del calor na¬tural.

Quiere, pues, Jesucristo hacer del interior del hombre un templo, con objeto de que este no tenga que hacer largo viaje para ir a su Señor, sino que le encuentre fácilmente ya su disposición como a su dueño, modelo y gracia; para que con sólo recogerse así dentro de sí mismo en Jesús, pueda en cualquier instante ofrecerle el homenaje de sus ac¬tos, el sentimiento de amor de su corazón, y mirarle con esa mirada que todo lo dice y da. Las siguientes palabras de la Imitación expresan perfectamente esta vida de recogimiento interior: “Jesús visita a menudo al hombre interior; le habla frecuentemente; amorosamente le consuela y departe con él con una familiaridad inconcebible.” (L. II, c. 1, núm. 1) ¿Es posible que así ande Dios en pos de un alma y así se ponga a su disposición, que more en cuerpo tan vil y en alma tan terrenal, miserable e ingrata? ¡Y, sin embargo, es sumamente cierto!


IV

Mas ¿cómo alimentar y perfeccionar el santo recogimien¬to? ¿Cómo vivir de amor? Pues de la misma manera que se conserva el fuego, la vida del cuerpo o la luz: dando siem¬pre nuevo alimento.

Hemos de fortalecer al hombre interior, que es Jesucristo, en nosotros, concebirlo, hacer nacer y crecer por todas las acciones, lecturas, trabajos, oraciones y demás actos de la vida; mas para ello es preciso renunciar del todo a la personalidad de Adán, a sus miras y deseos, y vivir bajo la de¬pendencia de Jesús presente en nuestro interior. Es preciso que el ojo de nuestro amor esté siempre abierto para ver a Dios en nosotros; que ofrezcamos a Jesús el homenaje de cada placer y de cada sufrimiento, que experimentemos en nuestro corazón el dulce sentimiento de su presencia como la de un amigo que no se ve, pero se siente como cercano. Contentaos de ordinario con estos medios; son los más sen¬cillos; os dejan libertad de acción y de atención a vuestros deberes y os formarán como una suave atmósfera en que viviréis y trabajaréis con Dios; que la frecuencia de actos de amor, de oraciones jaculatorias, de gritos de vuestro corazón hacia Dios presente en él, acabe de haceros como del todo natural el pensamiento y el sentimiento de su presencia.

V

Pero ¿de dónde proviene que el recogimiento sea tan difícil de adquirirse y tan costoso de conservarse?

Un acto de unión es muy fácil, pero muy difícil una vida continua de unión. ¡Ay! Nuestro espíritu tiene muchas veces fiebre y desvaría; nuestra imaginación se nos escapa, nos divierte y nos extravía; uno no está consigo mismo; los trabajos de la mente y del cuerpo nos reducen a un estado de esclavitud; la vida exterior nos arrastra; ¡nos dejamos impresionar tan fácilmente en la menor ocasión! ¡Y quedamos derrotados! Esa es la razón de que nos cueste tanto concentramos en torno de Dios.

Para asegurar, pues, la paz de vuestro recogimiento, ha¬béis de alimentar vuestro espíritu con una verdad que le guste, que desee conocer, ocupándole como se ocupa a un escolar; dad a vuestra imaginación un alimento santo, que guarde relación con aquello que os ocupa, y la fijaréis; pero si el simple sentimiento de corazón basta para que el es¬píritu y la imaginación se queden en paz, dejadlos tranqui¬los y no los despertéis.

A menudo, Dios nos da también una gracia tan llena de unión, un recogimiento tan suave, que se desborda y derrama hasta en los sentidos; es como un encantamiento divino. Cui¬dado entonces con salir de esta contemplación, de esta dulce paz. Quedaos en vuestro corazón, pues sólo allí reside Dios y hace oír su voz. Cuando sintáis que esta gracia sensible se va y desaparece poco a poco, retenedla con actos positivos de recogimiento, llamad a vuestro espíritu en vuestro socorro, alimentad vuestro pensamiento con alguna divina verdad, con objeto de comprar con la virtud de recogimiento lo que Dios comenzó por la dulzura de su gracia.

Nunca olvidéis que la medida de vuestro recogimiento será la de vuestra virtud, así como la medida de la vida de Dios en vosotros.

San Pedro Julián Eymard




P. Agustín Gil Fernández, S.S.E. me remite éste artículo cuyo contenido será muy valioso para todos los que Adoramos a Jesús Sacramentado.