El fundador de la ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA, a partir de ahora Venerable Luis de Trelles, hará posible por su intercesión continuemos manteniendo vivo el espíritu de la Obra para mayor Gloria de Dios.
Transcribimos a continuacion la nota publicada por el Obispado de Zamora.
OBISPADO DE ZAMORA
Medios de Comunicación
Luis de Trelles, enterrado en Zamora, más cerca de los altares
El papa Francisco ha autorizado esta mañana la promulgación del decreto de virtudes heroicas del laico Luis de Trelles y Noguerol (1819-1991), fundador de la Adoración Nocturna Española, que falleció en Zamora y cuyos restos se conservan en la Catedral. En cuanto se publique el decreto, Trelles será considerado “venerable”.
Zamora, 23/01/15. El papa Francisco ha recibido esta mañana en audiencia al cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, y ha autorizado la promulgación de decretos relativos a los procesos de beatificación o canonización de varias personas, entre las que se encuentra el fundador de la Adoración Nocturna Española, el siervo de Dios Luis de Trelles y Noguerol, cuyos restos reposan en la Catedral de Zamora.
Según informaba a primera hora de la tarde el Vatican Information Service, se trata del decreto de un milagro realizado por la intercesión de una religiosa italiana, tres decretos de martirio (dos de ellos relativos a grupos de religiosos españoles asesinados por la fe en los años 30) y siete decretos de “virtudes heroicas”, entre los que se encuentra el correspondiente a Luis de Trelles.
Trelles, aunque era gallego, murió en Zamora en 1891, cuando visitaba la sección de la Adoración Nocturna en la Diócesis. En 1991 sus restos se trasladaron a la Catedral, donde reposan en la nave sur. En 1994 se inició el proceso diocesano de beatificación, que ahora da un paso importante con la aprobación del decreto por parte del Papa.
Manuel Hernández Malmierca, presidente de la Sección de la Adoración Nocturna en Zamora y nombrado recientemente patrono de la Fundación Luis de Trelles representando a Zamora, señala que “es una noticia muy importante para Zamora, algo que nos llena de ilusión. Para mí y para el resto de adoradores es una gran noticia”.
¿Qué es el decreto de virtudes heroicas?
El proceso por el que la Iglesia católica declara la santidad de uno de sus fieles comienza con el proceso de beatificación. Para que una persona sea beatificada, el primero de los pasos es el de las virtudes heroicas, y el segundo es declarar probado que Dios ha realizado un milagro por su intercesión. Tras la beatificación, un nuevo milagro será el que posibilite la canonización.
El proceso de beatificación por la vía de virtudes heroicas tiene como finalidad la declaración de que el fiel vivió las virtudes cristianas en grado heroico. Al introducir el proceso, se establece la duda procesal de si el fiel vivió las virtudes cristianas en grado heroico.
El tribunal competente para iniciar la causa de beatificación es el del lugar en que ha fallecido el fiel (en este caso, el Tribunal Eclesiástico de Zamora). El postulador ha de presentar una biografía del fiel, todos los escritos del fiel y una lista de personas que puedan testificar sobre la vida del fiel. También ha de añadir las razones que avalan la petición. Desde el momento de la introducción de la causa, al fiel cuya canonización se pretende se le llama “siervo de Dios”.
Una vez terminada la fase probatoria, se redacta un documento en el que se examinan los datos recogidos (la llamada positio) y se envían todas las actas a la Congregación para las Causas de los Santos, dicasterio vaticano encargado de estos asuntos. Así comienza la fase romana del proceso de beatificación. Allí, el Colegio de Relatores elabora una ponencia sobre las virtudes, que se presenta a la Comisión de Teólogos, y si éstos emiten un voto favorable, se entrega a los cardenales y obispos que integran la Congregación.
Si su voto también es favorable, se presenta al Papa la propuesta de que se apruebe el decreto de virtudes heroicas del siervo de Dios. Una vez aprobado y publicado, el siervo de Dios recibe el título de “venerable”. Las normas litúrgicas no permiten dar ningún culto a los siervos de Dios declarados venerables, pero desde el momento de su declaración han de cesar los sufragios por su alma, puesto que la Santa Sede ha juzgado que ha vivido en grado heroico las virtudes cristianas.
El siervo de Dios Luis de Trelles
Luis de Trelles y Noguerol nació en Viveiro (Lugo) el 20 de agosto de 1819. Con 14 años comenzó la carrera de Leyes en la Universidad de Santiago de Compostela y a los 19 años fue nombrado Profesor de Derecho Civil. Más tarde, ejerció durante dos años la abogacía en su pueblo natal.
Después se trasladó a La Coruña, donde vivió durante diez años, y ejerció de Abogado de Pobres, ya que aún no existía el Turno de Oficio. Asimismo, formó parte de la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de La Coruña, y fue Fiscal del Juzgado de Artillería e Ingenieros. Igualmente, trabajó para el Ministerio de Hacienda y el Colegio de Notarios, donde ejerció como profesor. En 1852 decidió trasladarse a Madrid, donde desarrolló su faceta como político.
Al no hallar acomodo en los diversos grupos político-sociales de su época, evolucionó hacia su postura final: la marginación en la pura acción caritativa (individual y colectiva) en defensa de los marginados y la oración constante ante el Sacramento para desagravio y defensa del único baluarte que le quedaba: la Iglesia de Cristo.
En 1858, Luis de Trelles fundó en Viveiro, junto a varias otras personas, las Conferencias de San Vicente de Paúl. Más tarde, en 1862, con motivo de un viaje a París, conoció la Adoración Nocturna, fundada en dicha ciudad por Hermann Cohen y alentada por el sacerdote De la Bouillerie. Allí adoró por primera vez de noche a Jesús Sacramentado, y sintió que debía ofrecer a la sociedad española lo que años más tarde sería la Adoración Nocturna.
En 1863 se casó con Adelaida Cuadrado y Retana. Cuando el carlismo fue derrotado, Trelles comprendió que para defender la unidad católica de España y la Iglesia no servía la política, y que sólo la oración puede salvar a la Iglesia. En este contexto, en la noche del 3 de noviembre de 1877, se reunieron en la iglesia de San Antonio del Prado, perteneciente a un extinguido convento de Capuchinos, frente al Congreso de los Diputados, Luis de Trelles, Juan de Montalvo O’Farril, Pedro Izquierdo, Manuel Silva Villaronte, Miguel Bosch Arroyo, Manuel Maneiro y Rafael González, iniciando la Adoración Nocturna Española.
Luis de Trelles también se distinguió como hombre de generosidad ejemplar por su entrega al prójimo, principalmente en la III Guerra Carlista, creando una comisión para los canjes de prisioneros y fue nombrado Comisario General de Canjes (1873-76), consiguiendo librar de la muerte o del cautiverio a más de 20.000 prisioneros. Con ello se adelantó al Derecho Humanitario Internacional en más de 50 años.
Desde la fundación de la Adoración Nocturna, Trelles se dedicó totalmente, hasta su muerte, a promover y organizar la obra, abriendo de más de medio centenar de centros por todo el país. Murió en Zamora el 1 de julio de 1891, y sus restos descansan desde 1991 en la Catedral.
domingo, 25 de enero de 2015
domingo, 18 de enero de 2015
JORNADA MUNDIAL DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO. Carta de nuestro Arzobispo D. Juan José Asenjo
El diario Iglesia de Sevilla www.archisevilla.org editado por nuestro Arzobispado, incluye la carta que sobre la Jornada Mundial del Emigrante que D. Juan José Asenjo Pelegrina nos dirige a todos los fieles. Su lectura detenida puede nos sirva de reflexión profunda a todos, familiares, amigos, conocidos y seguidores del Blogg que pretende difundir el espíritu cristiano.
Celebramos en este domingo la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que este año tiene como lema:
Una Iglesia sin fronteras, Madre de todos. Con él la Iglesia quiere subrayar que nuestra condición de hijos de Dios a
todos nos iguala ante la grandeza de su amor. Nos recuerda también que entre los seguidores de Jesús nadie puede sentirse extranjero, y que nuestro testimonio de acogida y cercanía con quienes llegan de otras tierras debe ser signo del Evangelio que queremos anunciar. En esta Jornada todos estamos llamados a reflexionar, orar juntos y actuar para que el Reino de Dios se haga presente entre nosotros.
Vivimos en un mundo desigual y lleno de conflictos, en el que muchas personas se ven obligadas a abandonar su patria buscando su supervivencia y la de sus familias, o huyendo de la violencia, la guerra y la persecución. En muchos casos, sus viajes están llenos de penalidades y sus protagonistas con frecuencia acaban en las redes de la esclavitud o en mafias de indeseables que trafican con la desesperación.
En demasiadas ocasiones acaban muriendo trágicamente en el mar. Nos sentimos especialmente sobrecogidos por la suerte de nuestros hermanos y
hermanas de África, en su intento desesperado por atravesar la frontera sur de Europa, cada vez másdura e inexpugnable, cada vez máspeligrosa e inhumana. Nada justifica que se ponga en riesgo el don sagrado de la vida, nada justifica que abandonemos a su suerte a los más pobresde entre los pobres.
Como cristianos debemos declarar que ese no es camino de humanidad. Como nos recuerda el Papa Francisco en su mensaje para esta Jornada, “A la
globalización del fenómeno migratorio hay que responder con la globalización de la caridad y de la cooperación, para que se humanicen lascondiciones de los emigrantes.
Al mismo tiempo, es necesario intensificar los esfuerzos para crear las condiciones adecuadas para garantizar unaprogresiva disminución de las razones que llevan a pueblos enteros a dejar su patria a causa de guerras y carestías, que a menudo se concatenan unas a otras”.
En el lema de este año hay una invitación especial a contemplar con la mirada del Señor la realidad de las personas que llegan a nuestraArchidiócesis desde otros países, se instalan en nuestros barrios y llaman a la puerta de nuestras iglesias. Hace unos días conocí el caso de un joven nigeriano que llegó a Sevilla hace algo más de un año. El Señor le salió al encuentro durante su viaje y se bautizó. Pesea que su situación era muy difícil, sin un techo ni lo necesario para vivir, participaba todos los domingos en la Eucaristía de una de nuestras parroquias, porque sentía la necesidad de celebrar y compartir su fe. A lo largo de este tiempo pudo sí conversar con el párroco. Tuvo menos oportunidades de tratar a otros miembros de la comunidad. Pocos hablaron con él y apenas le invitaron a participar en alguna actividad parroquial. Un buen día desapareció, y con él, el regalo que el Señor nos estaba ofreciendo.
La presencia de personas de otras nacionalidades y culturas en nuestras comunidades cristianas nos desinstala de nuestras rutinas y nos invita a abrir nuestros corazones al mensaje universal del amor de Dios. Es una oportunidad para renovar nuestra fe, nuestro compromiso preferencial por los pobres y para vivir la fraternidad y la comunión. Por otra parte, la fe sencilla y fervorosa de muchos inmigrantes
latinoamericanos o africanos, y su apego a los valores auténticos que se están perdiendo entre nosotros, renueva y refresca nuestras parroquias, tal vez demasiado envejecidas y acomodadas. Son muchos los campos en los que podemos ayudarles y es grande la riqueza que pueden aportar a nuestras celebraciones litúrgicas, a la catequesis, el apostolado y la acción social, como he podido comprobar con gozo en mis visitas a las parroquias de la Archidiócesis.
Una Iglesia sin fronteras, Madre de todos. Ojalá sepamos aprovechar esta Jornada para desterrar de nuestro corazón y de nuestras actitudes todos aquellos mensajes que van calando en nosotros y que no son compatibles con nuestra condición de cristianos, mensajes que llaman al rechazo y la exclusión, que enfrentan y dividen, que nos atemorizan e inundan de prejuicios. Que seamos sal, luz y testimonio vivo del amor de Dios.
Nuestros hermanos inmigrantes nos interpelan sobre cómo vivimos y comunicamos la Buena Noticia del amor de Dios; cómo abrimos las puertas de nuestras comunidades a personas de otras culturas; qué estamos dispuestos a aprender y a recibir de ellas; cuántas se han sentido invitadas a participar en nuestros grupos y actividades litúrgicas y pastorales; cómo nos implicamos en su acogida e integración social, en la denuncia de las situaciones injustas que padecen, en darles consuelo cuando se sienten solos y esperanza en medio de las dificultades.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
«
Celebramos en este domingo la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que este año tiene como lema:
Una Iglesia sin fronteras, Madre de todos. Con él la Iglesia quiere subrayar que nuestra condición de hijos de Dios a
todos nos iguala ante la grandeza de su amor. Nos recuerda también que entre los seguidores de Jesús nadie puede sentirse extranjero, y que nuestro testimonio de acogida y cercanía con quienes llegan de otras tierras debe ser signo del Evangelio que queremos anunciar. En esta Jornada todos estamos llamados a reflexionar, orar juntos y actuar para que el Reino de Dios se haga presente entre nosotros.
Vivimos en un mundo desigual y lleno de conflictos, en el que muchas personas se ven obligadas a abandonar su patria buscando su supervivencia y la de sus familias, o huyendo de la violencia, la guerra y la persecución. En muchos casos, sus viajes están llenos de penalidades y sus protagonistas con frecuencia acaban en las redes de la esclavitud o en mafias de indeseables que trafican con la desesperación.
En demasiadas ocasiones acaban muriendo trágicamente en el mar. Nos sentimos especialmente sobrecogidos por la suerte de nuestros hermanos y
hermanas de África, en su intento desesperado por atravesar la frontera sur de Europa, cada vez másdura e inexpugnable, cada vez máspeligrosa e inhumana. Nada justifica que se ponga en riesgo el don sagrado de la vida, nada justifica que abandonemos a su suerte a los más pobresde entre los pobres.
Como cristianos debemos declarar que ese no es camino de humanidad. Como nos recuerda el Papa Francisco en su mensaje para esta Jornada, “A la
globalización del fenómeno migratorio hay que responder con la globalización de la caridad y de la cooperación, para que se humanicen lascondiciones de los emigrantes.
Al mismo tiempo, es necesario intensificar los esfuerzos para crear las condiciones adecuadas para garantizar unaprogresiva disminución de las razones que llevan a pueblos enteros a dejar su patria a causa de guerras y carestías, que a menudo se concatenan unas a otras”.
En el lema de este año hay una invitación especial a contemplar con la mirada del Señor la realidad de las personas que llegan a nuestraArchidiócesis desde otros países, se instalan en nuestros barrios y llaman a la puerta de nuestras iglesias. Hace unos días conocí el caso de un joven nigeriano que llegó a Sevilla hace algo más de un año. El Señor le salió al encuentro durante su viaje y se bautizó. Pesea que su situación era muy difícil, sin un techo ni lo necesario para vivir, participaba todos los domingos en la Eucaristía de una de nuestras parroquias, porque sentía la necesidad de celebrar y compartir su fe. A lo largo de este tiempo pudo sí conversar con el párroco. Tuvo menos oportunidades de tratar a otros miembros de la comunidad. Pocos hablaron con él y apenas le invitaron a participar en alguna actividad parroquial. Un buen día desapareció, y con él, el regalo que el Señor nos estaba ofreciendo.
La presencia de personas de otras nacionalidades y culturas en nuestras comunidades cristianas nos desinstala de nuestras rutinas y nos invita a abrir nuestros corazones al mensaje universal del amor de Dios. Es una oportunidad para renovar nuestra fe, nuestro compromiso preferencial por los pobres y para vivir la fraternidad y la comunión. Por otra parte, la fe sencilla y fervorosa de muchos inmigrantes
latinoamericanos o africanos, y su apego a los valores auténticos que se están perdiendo entre nosotros, renueva y refresca nuestras parroquias, tal vez demasiado envejecidas y acomodadas. Son muchos los campos en los que podemos ayudarles y es grande la riqueza que pueden aportar a nuestras celebraciones litúrgicas, a la catequesis, el apostolado y la acción social, como he podido comprobar con gozo en mis visitas a las parroquias de la Archidiócesis.
Una Iglesia sin fronteras, Madre de todos. Ojalá sepamos aprovechar esta Jornada para desterrar de nuestro corazón y de nuestras actitudes todos aquellos mensajes que van calando en nosotros y que no son compatibles con nuestra condición de cristianos, mensajes que llaman al rechazo y la exclusión, que enfrentan y dividen, que nos atemorizan e inundan de prejuicios. Que seamos sal, luz y testimonio vivo del amor de Dios.
Nuestros hermanos inmigrantes nos interpelan sobre cómo vivimos y comunicamos la Buena Noticia del amor de Dios; cómo abrimos las puertas de nuestras comunidades a personas de otras culturas; qué estamos dispuestos a aprender y a recibir de ellas; cuántas se han sentido invitadas a participar en nuestros grupos y actividades litúrgicas y pastorales; cómo nos implicamos en su acogida e integración social, en la denuncia de las situaciones injustas que padecen, en darles consuelo cuando se sienten solos y esperanza en medio de las dificultades.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
«
sábado, 17 de enero de 2015
LECTURAS DEL DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de la Semana 2ª del Tiempo Ordinario. Ciclo B
Si no vas a Misa estas Lecturas te acercaran a una sintonía
más clarificadora, solidaria y hermosa.
Si vas, te servirán de recuerdo y preparación.
Y si no vas, pero quieres ir, te ayudaran a acercarte a la puerta.
« Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad »
Lectura del primer libro de Samuel (3, 3b-10. 19): Habla, Señor, que tu siervo te escucha.
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: - «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: - «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.». Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.».Samuel volvió a acostarse.
Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: - «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: - «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: - «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: - «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha.” »
Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: - «¡Samuel, Samuel!». Él respondió: - «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.
Salmo 39, 2 y 4ab. 7. 8-9. 10
R./ Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6, l3c-15a. 17-20): Vuestros cuerpos son miembros de Cristo.
Hermanos: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo.
Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él.
Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?
El habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros.
Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Lectura del santo evangelio según san Juan (1, 35-42): Vieron dónde vivía y se quedaron con él.
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: - «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: - «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: - «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: - «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: - «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
& Pautas para la reflexión personal
z El vínculo entre las lecturas
Dios nos llama a cada uno por nuestro nombre para una misión muy específica (primer libro de Samuel 3, 3b-10.19). Esto es lo que vemos en el sencillo relato de la llamada del profeta Samuel, así como en el Evangelio que, a su vez, refiere la vocación de los primeros discípulos de Jesús. Este llamado hecho por Dios considera a la persona en su totalidad: cuerpo, alma y espíritu (primera carta de San Pablo a los Corintios 6,13c-15a.17-20). Para ser auténtico discípulo de Cristo (es decir ser bautizado en la Iglesia Católica) es necesario escuchar; responder con generosidad como lo hizo Samuel: «Habla, Señor, que tu siervo te escucha»; y ser coherentes con nuestra opción de fe ya que ahora «somos del Señor» (San Juan 1, 35-42).
J Samuel: juez y profeta
Samuel, hijo de Elcaná y Ana, fue el último de los grandes jueces de Israel y uno de los primeros profetas. Al nacer Samuel, había quedado escuchada la ferviente oración de Ana pidiendo un hijo. Ella, a su vez, cumplió la promesa que había hecho a Dios y llevó a su hijo al santuario de Siló para que el sacerdote Elí se encargara de su formación. En el pasaje de la Primera Lectura, Samuel recibe de Dios un llamado y un mensaje; en el que decía que la familia del sacerdote Elí sería castigada por la maldad de sus hijos (ver 1Sam 3, 11-14).
Al morir Elí, Samuel tuvo que hacer frente a una situación difícil. Israel había sido derrotado por los filisteos y creían que Dios ya no se preocupaba de ellos. Samuel pidió destruir todos los ídolos y mandó obedecer a Dios nuevamente. Samuel gobernó durante toda su vida a Israel y durante su mandato hubo paz en sus fronteras. Ya anciano Samuel nombró Jueces a sus hijos, pero el pueblo, descontento, quería un rey. Al principio Samuel se opuso pero Dios le dio instrucciones para que ungiera a Saúl. Después que Saúl hubo desobedecido a Dios, ungió a David como siguiente rey. Todos en Israel lloraron la muerte de Samuel (1Sam 25,1).
«Tú no quieres sacrificios, ni ofrendas…»
Existe un aparente contraste entre el sacrificio y la obediencia en el salmo responsorial 39: «Tú no quieres sacrificios… entonces dije; aquí estoy Señor». El salmista parece decir que las ofrendas mosaicas ordenadas por Dios ya no son de su agrado. Por otro lado constantemente vemos en la predicación de Jesús como él insiste en las actitudes internas del corazón más que en los “rituales externos”. Pero si hay una verdadera conversión interior y un amor sincero a Dios y al prójimo; entonces las formas externas corresponderán adecuadamente a las actitudes internas. Algo fundamental que leemos en el salmo es la actitud de escucha atenta a la voz de Dios: «pero me diste un oído atento». Esta apertura de escucha obediente requiere un espíritu humilde. Solamente de esta manera el salmista es capaz de escuchar y entender lo que Dios quiere de él y lo mantiene en una obediencia activa y real. Es la actitud que vemos en el «Cordero de Dios».
J ¡Glorificad a Dios con vuestros cuerpos!
Suena un poco extraño en el mundo en que vivimos la exhortación de San Pablo a ser íntegros (cuerpo, alma y espíritu) buscando así agradar al Señor. Más aún el apóstol de las gentes nos dice que nuestro cuerpo es «templo del Espíritu Santo» resaltando así la dignidad de nuestra corporeidad. He aquí el fundamento de una ética cristiana del cuerpo. Al decir San Pablo «cuerpo» (soma en griego) está refiriéndose a la persona en su totalidad, como vemos en otros pasajes de la misma carta: «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?»(3,16).
Dos son las razones fuertes que destaca Pablo para una vida moral íntegra: somos miembros de Cristo: le pertenecemos pues nos adquirió al precio de su sangre y hemos sido incorporados a Él por el bautismo en su nombre; somos templo del Espíritu Santo: Él habita en nosotros porque lo hemos recibido de Dios ya desde el bautismo y, por benevolencia de Dios, podemos llamarlo ¡Abba, Padre! Por lo tanto una conducta inmoral profana el templo de Dios y va contra la altísima dignidad que todo ser humano posee: ser imagen y semejanza del Creador.
J La primera semana pública de Jesús
Con la celebración del Bautismo del Señor concluye el tiempo litúrgico de la Navidad y comienza el “Tiempo Ordina¬rio”. La Iglesia, pues, celebra el segundo Domingo del tiempo ordinario, ya que la semana pasada hemos vivido la primera semana del tiempo común u ordinario, que concluye con la trigésima cuarta semana en la Solemnidad de Cristo Rey. El tiempo ordinario se interrumpe con el tiempo de Cuaresma, que comienza con el miércoles de ceniza, y el tiempo de pascua, con la Resurrección del Señor, la fiesta más grande de todos los cristianos.
La liturgia de la Palabra, dentro de la celebra¬ción domi¬ni¬cal, está organi¬za¬da en tres ciclos de lectu¬ras, A, B y C; caracte¬rizados respec¬tivamente por la lectura de los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. Este año estamos en el ciclo B y en los domingos del tiempo ordina¬rio leemos el Evangelio de Marcos. Sin embargo, en el segundo Domingo del tiempo ordinario, en los tres ciclos litúrgicos, se lee el Evangelio de San Juan. En cada ciclo se toma un episodio de la «semana inaugural» (Jn 1, 35-42). Justamente cuando se va a empezar a desarrollar, Domingo a Domingo; la vida, obras y palabras de Jesús, es significa¬tivo comenzar con esa primera semana de su minis¬terio público, en la cual Jesús comienza a manifestarse.
Este Domingo leeremos lo que ocurrió el segundo día de esa semana (Los primeros discípulos de Jesús), que finalizará con el primer milagro realizado por Jesús en las Bodas de Caná, en el cuarto día de la semana inaugural.
J «He aquí el cordero de Dios»
El Evangelio de Juan nos ofrece una semana entera de Jesús en los días sucesivos a su bautismo en el Jordán de manos de Juan el Bautista. Es la llamada «semana inaugural». El Evangelio de hoy empieza precisamente con la frase: «Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos». Es el día siguiente al del bautismo del Señor. En esa ocasión Juan había dado este testimonio: «He visto el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se quedaba sobre Él… doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios» (Jn 1,33-34). En este segundo día tiene lugar la vocación de sus tres primeros discípulos.
Juan, fijándose en Jesús que pasaba, lo indica y dice: «He ahí el Cordero de Dios». Es extraño el modo de identificar a Jesús usado por Juan el Bautista. Es claro que esos dos discípulos que estaban con él entendieron el sentido de la expresión «Cordero de Dios», pues apenas oyeron a Juan hablar así, «siguieron a Jesús» y «se quedaron con Él aquel día». Recordemos que ellos habían oído de Juan decir sobre Jesús que «Éste es el Elegido de Dios» Pero de ese Siervo de Dios, su Elegido, estaba escrito: «Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus moretones hemos sido curados… El Señor descargó sobre Él la culpa de todos nosotros… Como un cordero era llevado al degüello… mi Siervo justificará a todos y las culpas de ellos Él soportará» (Is 53,5.6.7.11 ). A éste se refiere Juan cuando indica a Jesús y lo llama «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».
Para ellos era cosa habitual ofrecer a Dios sacrificios de corderos en expiación por los pecados. Así estaba mandado por la ley judía. Pero constataban que esos sacrificios no liberaban realmente de la esclavitud del pecado y no lograban purificar la conciencia de pecado. Quien cometía, por ejemplo, un homicidio no se sentía perdonado por Dios porque ofreciera en sacrificio un cordero.
En cambio, Éste es el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». El episodio de hoy y todo el desarrollo del Evangelio de Juan nos recuerda aquella visión del Apocalipsis: «Vi un Cordero que estaba en pie sobre el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre… Éstos siguen al Cordero dondequiera que vaya» (Ap 14,1.4). El Cordero va camino al sacrificio; y allá lo siguen también éstos. Todos sabemos que los apóstoles del Señor fueron todos mártires, es decir, sufrieron una muerte semejante a la suya.
J «Se quedaron con Él aquel día»
Al leer este pasaje del Evangelio de San Juan uno podría preguntarse: ¿cómo pueden seguir a Jesús sin haber sido llamados por Él? El Evangelio dice que Jesús, viendo que lo seguían se vuelve y les pregunta: «¿Qué buscáis?». Responden con una pregunta banal: «Rabbí, ¿dónde permaneces?». Entonces acontece la vocación verdadera: «Venid y lo veréis». Y ellos acceden: «Fueron y vieron dónde permanecía y permanecieron con Él aquel día». Uno de los verbos de contenido más pleno en el Evangelio de Juan es el verbo «permanecer». Aquí no se está hablando de un lugar de esta tierra -calle y número- donde Jesús habita; Jesús «permanece» en Dios y llama a los dos discípulos a hacer experiencia de eso: «Lo veréis». De esta manera los discípulos de Jesús son invitados a «permanecer» en Él: «El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto: porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).
¿Qué sería lo que conversaron esa tarde con Jesús? Si a los discípulos de Emaús les ardía el corazón al escuchar al Maestro, ¿qué decir de la conversación en este primer encuentro? Podemos deducir de qué hablaron por la continuación del relato. Después de esto, Andrés al primero que encuentra es a su hermano Simón, y sin más preámbulos le da esta noticia sorprendente: «Hemos encontrado al Mesías (que quiere decir Cristo)». Seguramente no esperó la reacción incrédula de su hermano, sino que por todo argumento «lo llevó donde Jesús». Esta es la vocación de Pedro: «Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que quiere decir Piedra)».
No sólo tenemos aquí el vocablo hebreo «Mesías» (se usa únicamente aquí y en Jn 4,25) con su corres-pondiente traducción «Cristo», sino también el nombre hebreo que Jesús dio a Pedro: «Cefas». Así lo llamó Jesús. No era nombre de persona. Esta es una palabra hebrea que significa «Roca». Se tradujo al griego por «petra»: «piedra» y de allí viene el nombre Pedro. Cambiándole el nombre, Jesús le indica su misión, que en el Evangelio de Mateo se expresa más explícitamente: «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). Cada vez que Pedro escuche su nombre hasta el final de su vida recordará ese instante de su primer encuentro con Jesús.
+ Una palabra del Santo Padre:
«La liturgia de la Palabra de este Domingo nos presenta el tema de la vocación. Se delinea, ante todo, en la primera lectura, tomada del primer libro de Samuel. Acabamos de escuchar nuevamente el sugestivo relato de la vocación del profeta, a quien Dios llama por su nombre, despertándolo del sueño. Al principio, el joven Samuel no sabe de dónde proviene esa voz misteriosa. Sólo después y gradualmente, también gracias a la explicación del anciano sacerdote Elí descubre que la voz que ha escuchado es la voz de Dios.
Entonces responde enseguida: «Habla, Señor, que tu siervo te escucha» (1 S 3, 10). Se puede decir que la llamada de Samuel tiene un significado paradigmático, pues es la realización de un proceso que se repite en todas las vocaciones. En efecto, la voz de Dios se hace oír cada vez con mayor claridad y la persona adquiere progresivamente la conciencia de su proveniencia divina. La persona llamada por Dios aprende con el tiempo a abrirse cada vez más a la palabra de Dios, disponiéndose a escuchar y reali¬zar su voluntad en su propia vida.
El relato de la vocación de Samuel en el contexto del Antiguo Testamento coincide, en cierto sentido, con lo que escribe san Juan sobre la vocación de los Apóstoles. El primer llamado fue An¬drés, hermano de Simón Pedro. Precisamente él llevó a su hermano a Cristo anunciándole: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1, 41). Cuando Jesús vio a Simón, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)» (Jn 1, 42). En esta breve pero solemne descripción de la vocación de los discípulos de Jesús, destaca el tema de la «búsqueda» y del «encuentro».
En la actitud de los dos hermanos, Andrés y Simón, se manifiesta la búsqueda del cumplimiento de las profecías, que era parte esencial de la fe del Antiguo Testamento. Israel esperaba al Mesías prometido; lo buscaba con mayor celo, especialmente desde que Juan Bautista había empezado a predicar a orillas del Jordán. El Bautista no sólo anunció la próxima venida del Mesías, sino que también señaló su presencia en la persona de Jesús de Nazaret, que había ido al Jordán para ser bautizado. La llamada de los primeros Apóstoles se realizó precisamente en este ámbito, es decir, nació de la fe del Bautista en el Mesías ya presente en medio del pueblo de Dios».
Juan Pablo II. Homilía del 19 de enero de 1997
' Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. El Padre San Alberto Hurtado solía repetir: «El que ha visto una vez el rostro de Cristo no lo puede olvidar nunca más». Es la experiencia de los apóstoles al encontrarse con Jesús. ¿Cómo y dónde puedo encontrarme con el Señor Jesús? ¿Pongo los medios para ello?
2. Todos tenemos una vocación concreta. He descubierto lo que Dios quiere de mí.
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 897- 900.1260.1533.
facilitado por J.R. Pulido. A.N.E. Toledo
Si no vas a Misa estas Lecturas te acercaran a una sintonía
más clarificadora, solidaria y hermosa.
Si vas, te servirán de recuerdo y preparación.
Y si no vas, pero quieres ir, te ayudaran a acercarte a la puerta.
« Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad »
Lectura del primer libro de Samuel (3, 3b-10. 19): Habla, Señor, que tu siervo te escucha.
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: - «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: - «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.». Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.».Samuel volvió a acostarse.
Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: - «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: - «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: - «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: - «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha.” »
Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: - «¡Samuel, Samuel!». Él respondió: - «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.
Salmo 39, 2 y 4ab. 7. 8-9. 10
R./ Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6, l3c-15a. 17-20): Vuestros cuerpos son miembros de Cristo.
Hermanos: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo.
Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él.
Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?
El habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros.
Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Lectura del santo evangelio según san Juan (1, 35-42): Vieron dónde vivía y se quedaron con él.
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: - «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: - «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: - «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: - «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: - «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
& Pautas para la reflexión personal
z El vínculo entre las lecturas
Dios nos llama a cada uno por nuestro nombre para una misión muy específica (primer libro de Samuel 3, 3b-10.19). Esto es lo que vemos en el sencillo relato de la llamada del profeta Samuel, así como en el Evangelio que, a su vez, refiere la vocación de los primeros discípulos de Jesús. Este llamado hecho por Dios considera a la persona en su totalidad: cuerpo, alma y espíritu (primera carta de San Pablo a los Corintios 6,13c-15a.17-20). Para ser auténtico discípulo de Cristo (es decir ser bautizado en la Iglesia Católica) es necesario escuchar; responder con generosidad como lo hizo Samuel: «Habla, Señor, que tu siervo te escucha»; y ser coherentes con nuestra opción de fe ya que ahora «somos del Señor» (San Juan 1, 35-42).
J Samuel: juez y profeta
Samuel, hijo de Elcaná y Ana, fue el último de los grandes jueces de Israel y uno de los primeros profetas. Al nacer Samuel, había quedado escuchada la ferviente oración de Ana pidiendo un hijo. Ella, a su vez, cumplió la promesa que había hecho a Dios y llevó a su hijo al santuario de Siló para que el sacerdote Elí se encargara de su formación. En el pasaje de la Primera Lectura, Samuel recibe de Dios un llamado y un mensaje; en el que decía que la familia del sacerdote Elí sería castigada por la maldad de sus hijos (ver 1Sam 3, 11-14).
Al morir Elí, Samuel tuvo que hacer frente a una situación difícil. Israel había sido derrotado por los filisteos y creían que Dios ya no se preocupaba de ellos. Samuel pidió destruir todos los ídolos y mandó obedecer a Dios nuevamente. Samuel gobernó durante toda su vida a Israel y durante su mandato hubo paz en sus fronteras. Ya anciano Samuel nombró Jueces a sus hijos, pero el pueblo, descontento, quería un rey. Al principio Samuel se opuso pero Dios le dio instrucciones para que ungiera a Saúl. Después que Saúl hubo desobedecido a Dios, ungió a David como siguiente rey. Todos en Israel lloraron la muerte de Samuel (1Sam 25,1).
«Tú no quieres sacrificios, ni ofrendas…»
Existe un aparente contraste entre el sacrificio y la obediencia en el salmo responsorial 39: «Tú no quieres sacrificios… entonces dije; aquí estoy Señor». El salmista parece decir que las ofrendas mosaicas ordenadas por Dios ya no son de su agrado. Por otro lado constantemente vemos en la predicación de Jesús como él insiste en las actitudes internas del corazón más que en los “rituales externos”. Pero si hay una verdadera conversión interior y un amor sincero a Dios y al prójimo; entonces las formas externas corresponderán adecuadamente a las actitudes internas. Algo fundamental que leemos en el salmo es la actitud de escucha atenta a la voz de Dios: «pero me diste un oído atento». Esta apertura de escucha obediente requiere un espíritu humilde. Solamente de esta manera el salmista es capaz de escuchar y entender lo que Dios quiere de él y lo mantiene en una obediencia activa y real. Es la actitud que vemos en el «Cordero de Dios».
J ¡Glorificad a Dios con vuestros cuerpos!
Suena un poco extraño en el mundo en que vivimos la exhortación de San Pablo a ser íntegros (cuerpo, alma y espíritu) buscando así agradar al Señor. Más aún el apóstol de las gentes nos dice que nuestro cuerpo es «templo del Espíritu Santo» resaltando así la dignidad de nuestra corporeidad. He aquí el fundamento de una ética cristiana del cuerpo. Al decir San Pablo «cuerpo» (soma en griego) está refiriéndose a la persona en su totalidad, como vemos en otros pasajes de la misma carta: «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?»(3,16).
Dos son las razones fuertes que destaca Pablo para una vida moral íntegra: somos miembros de Cristo: le pertenecemos pues nos adquirió al precio de su sangre y hemos sido incorporados a Él por el bautismo en su nombre; somos templo del Espíritu Santo: Él habita en nosotros porque lo hemos recibido de Dios ya desde el bautismo y, por benevolencia de Dios, podemos llamarlo ¡Abba, Padre! Por lo tanto una conducta inmoral profana el templo de Dios y va contra la altísima dignidad que todo ser humano posee: ser imagen y semejanza del Creador.
J La primera semana pública de Jesús
Con la celebración del Bautismo del Señor concluye el tiempo litúrgico de la Navidad y comienza el “Tiempo Ordina¬rio”. La Iglesia, pues, celebra el segundo Domingo del tiempo ordinario, ya que la semana pasada hemos vivido la primera semana del tiempo común u ordinario, que concluye con la trigésima cuarta semana en la Solemnidad de Cristo Rey. El tiempo ordinario se interrumpe con el tiempo de Cuaresma, que comienza con el miércoles de ceniza, y el tiempo de pascua, con la Resurrección del Señor, la fiesta más grande de todos los cristianos.
La liturgia de la Palabra, dentro de la celebra¬ción domi¬ni¬cal, está organi¬za¬da en tres ciclos de lectu¬ras, A, B y C; caracte¬rizados respec¬tivamente por la lectura de los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. Este año estamos en el ciclo B y en los domingos del tiempo ordina¬rio leemos el Evangelio de Marcos. Sin embargo, en el segundo Domingo del tiempo ordinario, en los tres ciclos litúrgicos, se lee el Evangelio de San Juan. En cada ciclo se toma un episodio de la «semana inaugural» (Jn 1, 35-42). Justamente cuando se va a empezar a desarrollar, Domingo a Domingo; la vida, obras y palabras de Jesús, es significa¬tivo comenzar con esa primera semana de su minis¬terio público, en la cual Jesús comienza a manifestarse.
Este Domingo leeremos lo que ocurrió el segundo día de esa semana (Los primeros discípulos de Jesús), que finalizará con el primer milagro realizado por Jesús en las Bodas de Caná, en el cuarto día de la semana inaugural.
J «He aquí el cordero de Dios»
El Evangelio de Juan nos ofrece una semana entera de Jesús en los días sucesivos a su bautismo en el Jordán de manos de Juan el Bautista. Es la llamada «semana inaugural». El Evangelio de hoy empieza precisamente con la frase: «Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos». Es el día siguiente al del bautismo del Señor. En esa ocasión Juan había dado este testimonio: «He visto el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se quedaba sobre Él… doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios» (Jn 1,33-34). En este segundo día tiene lugar la vocación de sus tres primeros discípulos.
Juan, fijándose en Jesús que pasaba, lo indica y dice: «He ahí el Cordero de Dios». Es extraño el modo de identificar a Jesús usado por Juan el Bautista. Es claro que esos dos discípulos que estaban con él entendieron el sentido de la expresión «Cordero de Dios», pues apenas oyeron a Juan hablar así, «siguieron a Jesús» y «se quedaron con Él aquel día». Recordemos que ellos habían oído de Juan decir sobre Jesús que «Éste es el Elegido de Dios» Pero de ese Siervo de Dios, su Elegido, estaba escrito: «Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus moretones hemos sido curados… El Señor descargó sobre Él la culpa de todos nosotros… Como un cordero era llevado al degüello… mi Siervo justificará a todos y las culpas de ellos Él soportará» (Is 53,5.6.7.11 ). A éste se refiere Juan cuando indica a Jesús y lo llama «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».
Para ellos era cosa habitual ofrecer a Dios sacrificios de corderos en expiación por los pecados. Así estaba mandado por la ley judía. Pero constataban que esos sacrificios no liberaban realmente de la esclavitud del pecado y no lograban purificar la conciencia de pecado. Quien cometía, por ejemplo, un homicidio no se sentía perdonado por Dios porque ofreciera en sacrificio un cordero.
En cambio, Éste es el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». El episodio de hoy y todo el desarrollo del Evangelio de Juan nos recuerda aquella visión del Apocalipsis: «Vi un Cordero que estaba en pie sobre el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre… Éstos siguen al Cordero dondequiera que vaya» (Ap 14,1.4). El Cordero va camino al sacrificio; y allá lo siguen también éstos. Todos sabemos que los apóstoles del Señor fueron todos mártires, es decir, sufrieron una muerte semejante a la suya.
J «Se quedaron con Él aquel día»
Al leer este pasaje del Evangelio de San Juan uno podría preguntarse: ¿cómo pueden seguir a Jesús sin haber sido llamados por Él? El Evangelio dice que Jesús, viendo que lo seguían se vuelve y les pregunta: «¿Qué buscáis?». Responden con una pregunta banal: «Rabbí, ¿dónde permaneces?». Entonces acontece la vocación verdadera: «Venid y lo veréis». Y ellos acceden: «Fueron y vieron dónde permanecía y permanecieron con Él aquel día». Uno de los verbos de contenido más pleno en el Evangelio de Juan es el verbo «permanecer». Aquí no se está hablando de un lugar de esta tierra -calle y número- donde Jesús habita; Jesús «permanece» en Dios y llama a los dos discípulos a hacer experiencia de eso: «Lo veréis». De esta manera los discípulos de Jesús son invitados a «permanecer» en Él: «El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto: porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).
¿Qué sería lo que conversaron esa tarde con Jesús? Si a los discípulos de Emaús les ardía el corazón al escuchar al Maestro, ¿qué decir de la conversación en este primer encuentro? Podemos deducir de qué hablaron por la continuación del relato. Después de esto, Andrés al primero que encuentra es a su hermano Simón, y sin más preámbulos le da esta noticia sorprendente: «Hemos encontrado al Mesías (que quiere decir Cristo)». Seguramente no esperó la reacción incrédula de su hermano, sino que por todo argumento «lo llevó donde Jesús». Esta es la vocación de Pedro: «Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que quiere decir Piedra)».
No sólo tenemos aquí el vocablo hebreo «Mesías» (se usa únicamente aquí y en Jn 4,25) con su corres-pondiente traducción «Cristo», sino también el nombre hebreo que Jesús dio a Pedro: «Cefas». Así lo llamó Jesús. No era nombre de persona. Esta es una palabra hebrea que significa «Roca». Se tradujo al griego por «petra»: «piedra» y de allí viene el nombre Pedro. Cambiándole el nombre, Jesús le indica su misión, que en el Evangelio de Mateo se expresa más explícitamente: «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). Cada vez que Pedro escuche su nombre hasta el final de su vida recordará ese instante de su primer encuentro con Jesús.
+ Una palabra del Santo Padre:
«La liturgia de la Palabra de este Domingo nos presenta el tema de la vocación. Se delinea, ante todo, en la primera lectura, tomada del primer libro de Samuel. Acabamos de escuchar nuevamente el sugestivo relato de la vocación del profeta, a quien Dios llama por su nombre, despertándolo del sueño. Al principio, el joven Samuel no sabe de dónde proviene esa voz misteriosa. Sólo después y gradualmente, también gracias a la explicación del anciano sacerdote Elí descubre que la voz que ha escuchado es la voz de Dios.
Entonces responde enseguida: «Habla, Señor, que tu siervo te escucha» (1 S 3, 10). Se puede decir que la llamada de Samuel tiene un significado paradigmático, pues es la realización de un proceso que se repite en todas las vocaciones. En efecto, la voz de Dios se hace oír cada vez con mayor claridad y la persona adquiere progresivamente la conciencia de su proveniencia divina. La persona llamada por Dios aprende con el tiempo a abrirse cada vez más a la palabra de Dios, disponiéndose a escuchar y reali¬zar su voluntad en su propia vida.
El relato de la vocación de Samuel en el contexto del Antiguo Testamento coincide, en cierto sentido, con lo que escribe san Juan sobre la vocación de los Apóstoles. El primer llamado fue An¬drés, hermano de Simón Pedro. Precisamente él llevó a su hermano a Cristo anunciándole: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1, 41). Cuando Jesús vio a Simón, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)» (Jn 1, 42). En esta breve pero solemne descripción de la vocación de los discípulos de Jesús, destaca el tema de la «búsqueda» y del «encuentro».
En la actitud de los dos hermanos, Andrés y Simón, se manifiesta la búsqueda del cumplimiento de las profecías, que era parte esencial de la fe del Antiguo Testamento. Israel esperaba al Mesías prometido; lo buscaba con mayor celo, especialmente desde que Juan Bautista había empezado a predicar a orillas del Jordán. El Bautista no sólo anunció la próxima venida del Mesías, sino que también señaló su presencia en la persona de Jesús de Nazaret, que había ido al Jordán para ser bautizado. La llamada de los primeros Apóstoles se realizó precisamente en este ámbito, es decir, nació de la fe del Bautista en el Mesías ya presente en medio del pueblo de Dios».
Juan Pablo II. Homilía del 19 de enero de 1997
' Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. El Padre San Alberto Hurtado solía repetir: «El que ha visto una vez el rostro de Cristo no lo puede olvidar nunca más». Es la experiencia de los apóstoles al encontrarse con Jesús. ¿Cómo y dónde puedo encontrarme con el Señor Jesús? ¿Pongo los medios para ello?
2. Todos tenemos una vocación concreta. He descubierto lo que Dios quiere de mí.
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 897- 900.1260.1533.
facilitado por J.R. Pulido. A.N.E. Toledo
viernes, 16 de enero de 2015
NOS UNIMOS A LA INTENCIONES DEL PAPA en el mes de enero
General: Para que quienes pertenecen a tradiciones religiosas diversas y todos los hombres de buena voluntad colaboren en la promoción de la paz.
Misionera: Para que los religiosos y las religiosas redescubran la alegría de seguir a Cristo y se dediquen con celo al servicio de los pobres.
Tema de REFLEXIÓN para las Vigilias de la ADORACIÓN NOCTURNA en Enero
Bienaventuranzas.- XI.-
Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia porque de ellos es el reino de los cielos.
La octava bienaventuranza nos habla de "quienes padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos".
Al “hambre”, a la “paz”, a la “mansedumbre”, a la “pobreza”, a la “limpieza de corazón”, al “llanto”, que hemos considerado en las otras bienaventuranzas, ésta añade el “sufrimiento”, la “persecución”.
Cristo anunció esta bienaventuranza cuando les dijo a los Apóstoles: “Acordaos de la palabra que os dije: Un siervo no es mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros; si guardaron mi palabra, también guardarán la vuestra” (Jn 15, 20).
Contemplamos el padecimiento de los perseguidos por el testimonio que dan de la Fe en Cristo, aunque no lleguen al martirio, al derramamiento de sangre. Por eso, esta bienaventuranza es considerada como la consumación y perfección de las otras siete.
En ella está de manifiesto el sufrir, el morir y el resucitar de Cristo para liberarnos del pecado y, al redimirnos, devolver a Dios, "todo honor y toda gloria", y cumplir así "toda justicia" (cfr. Mt. 3, 15).
Quienes sufren persecución por la justicia y unen sus sufrimientos al padecer y a la resurrección de Cristo; quienes llegan incluso al martirio en la confesión de su Fe, a quienes son injuriados y calumniados, además de perseguidos. ¿Quiénes son?
No siempre se le presentan al cristiano oportunidades de dar testimonio de su Fe en Cristo Jesús y de su Amor a Dios con el martirio, con el ofrecimiento de su propia vida. Sí, en cambio, son muy frecuentes las situaciones en las que afirmar la Fe, pública y notoriamente, lleva consigo actuar en contra de tendencias algo -o mucho- generalizadas en el común vivir de los hombres, en unas sociedades o en otras, y esto puede comportar sacrificios económicos, daños morales, aislamiento social, etc.
Son los médicos, objetores de conciencia que se niegan a realizar el aborto y la eutanasia. Son los profesionales, políticos, administrativos, que rechazan un soborno en el trabajo para favorecer a unos y perjudicar a otros. Aunque su actuar sea con naturalidad y sencillez, su transparencia cristiana chocará con el ambiente, y podrá causar no pocos perjuicios, a ellos y a sus familias.
Cristo nos dio un testimonio vivo de esta bienaventuranza muriendo en la Cruz por nosotros. Y en los Hechos de los Apóstoles encontramos un claro ejemplo de estos bienaventurados. El Sanedrín encarcela a algunos apóstoles y discípulos; les azotan, y después le dejan libres recomendándoles que no hablen más de Jesucristo: “Ellos se fueron contentos (...), porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús; y en el templo y en las casas no cesaban todo el día de enseñar y de anunciar a Cristo Jesús” (5, 40-42). Los azotes no les cierran la boca, el corazón, y no dejan de proclamar la Verdad de Cristo, muerto y resucitado.
En esta bienaventuranza es patente la acción del Espíritu Santo, que llena el corazón de los cristianos, y les da la fuerza del amor que les lleva a confesar su Fe, su Esperanza, su Caridad, en Cristo Nuestro Señor. Es el culmen de la santidad.
El cristiano que vive las bienaventuranzas puede hacer suyas estas palabras de san Agustín:
“¿Me atreveré a decir: soy santo? Si dijese santo en cuanto santificador y no necesitado de nadie que me santifique, sería soberbio y mentiroso. Pero si entendemos por santo el santificado, según aquello que se lee en el Levítico: sed santos, porque yo, Dios, soy santo; entonces también el cuerpo de Cristo, hasta el último hombre situado en los confines de la tierra y, con su Cabeza y bajo su Cabeza, diga audazmente: soy santo” (Enarrationes in psalmos, 85, 4 (Pl 37, 1084).
El "buen aroma de Cristo" escondido en cada bienaventuranza, impregna toda actuación del cristiano y le da un resplandor que hace presente al mismo Cristo en él. El pacífico da a conocer a Jesucristo, "manso y humilde de corazón", que no "quiebra jamás la caña cascada". El pobre de espíritu, en su clamar a Dios Padre, sostiene en la esperanza a quien llora y le consuela. La acción del Espíritu Santo en el alma del "limpio de corazón" hace posible que en todas sus obras aparezca el latir del corazón de Cristo, que quiere "que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la Verdad". El que sufre persecución por la justicia hace presente en su padecer el gozo de la vida eterna, “escondido con Cristo, en Dios”.
* * * * * *
Cuestionario
•Ante la persecución que sufre la Iglesia en tantos lugares del mundo, ¿me afianzo en la Fe y rezo por la conversión de los perseguidores?
•En mi trabajo, ¿me niego a hacer cosas contrarias a la ley de Dios, porque mi actuación pueda acarrearme algún perjuicio?
•¿Doy testimonio de mi Fe en las conversaciones con mis amigos, o tengo miedo y temor de hablar de Cristo, de la Iglesia, de los Sacramentos?
jueves, 15 de enero de 2015
Reseña de la INAUGURACIÓN de la Sección de MALUENDA (Zaragoza)
Es reconfortante conocer que en el Municipio de MALUENDA, Perteneciente a la Comunidad de Calatayud, con una población aproximada de 1.500 habitantes se inaugure una Sección de la Adoración Nocturna Española
Se celebro el dia 22 de Noviembre en el Convento de Carmelitas de este municipio.
Como es el único Convento de CARMELITAS de la Diocesis, el Sr. Obispo lo señalo para celebrar el Jubileo y Año Teresiano, fuimos el primer grupo de la Diocesis en llegar a este Monasterio y celebrar la Santa Misa.
Se Bendijo la Bandera,Presidio la Vigilia Rvdo. D. Ion Perea Itarte, Párroco de Maluenda, se impusieron 20 Insignias, se celebró la Vigilia , Santa Misa, Exposición del Santísimo Sacramento.
Por ello contamos con 20 nuevos Adoradores. Asistimos el Consejo Diocesano al completo, tambien nos acompañó, el nuevo Vice-Consiliario de la Adoración Nocturna Rvdo D. Juan Manuel Melendo.
Estuvimos 70 Adoradores y 7 Banderas.
J. Mariano Irache, Delegado de
Suscribirse a:
Entradas (Atom)