sábado, 1 de septiembre de 2018

Domingo de la Semana 22ª del Tiempo Ordinario. Ciclo B – 2 de septiembre 2018 «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre»




Lectura del libro del Deuteronomio (4, 1-2.6-8): No añadáis nada a lo que os mando..., así cumpliréis los preceptos del Señor.

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar.
No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada; así cumpliréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy. Ponedlos por obra, que ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: "Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.
Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os doy?»

Salmo 14, 2-3a.3bc-4ab.5: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda? R./

El que procede honradamente // y practica la justicia, // el que tiene intenciones leales // y no calumnia // con su lengua. R./

El que no hace mal a su prójimo // ni difama al vecino, // el que considera despreciable al impío // y honra a los que temen al Señor. R./

El que no presta dinero a usura // ni acepta soborno contra el inocente. // El que así obra nunca fallará. R./

Lectura de la carta del Apóstol Santiago (1, 17-18.21b-22.27): Llevad a la práctica la palabra.

Mis queridos hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Pa¬dre de los astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra.
Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos en¬gendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas. Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es ca¬paz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escu¬charla, engañándoos a vosotros mismos.
La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribula-ciones y no man¬charse las manos con este mundo.

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (7, 1-8.14-15.21-23): Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?» El les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hom¬bre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homici¬dios, adulterios, codi-cias, injusticias, fraudes, desenfreno, envi¬dia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»


 Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

¿Vivo realmente mi fe? ¿Qué es lo más importante para mí en mi relación con Dios? A estas preguntas responden las lecturas del Domingo vigésimo segundo del tiempo ordinario. La Primera Lectura responde que la religión auténtica consiste en escuchar y cumplir fielmente todos los mandamientos del Decálogo. Jesucristo, en el Evangelio de San Marcos, enseña que «el mandato de Dios» está por encima de las tra-diciones y leyes humanas. Por tanto, la verdadera religión está en el corazón del hombre, que escucha y pone en práctica la Palabra de Dios. A partir de este Domingo y, durante los seis Domingos siguientes, leeremos la carta del apóstol Santiago. En un lenguaje muy directo y concreto, nos dirá que la religión pura e intachable ante Dios consiste en poner por obra «la Palabra» que hemos recibido de Jesucristo: amar al prójimo, especialmente a los más necesitados de este mundo.

 «Escucha Israel los preceptos y las normas que yo os enseño...»

El pasaje de la Primera Lectura pertenece al primer discurso de despedida de Moisés. En él hace un resumen de la historia de Israel desde la esclavitud y liberación de Egipto hasta el reparto de las tierras en Transjordania, a punto ya de cruzar el Jordán para la conquista de Palestina. El texto se centra en la Ley del Señor como sublime sabiduría que acredita, ante las demás naciones, al Dios de Israel y a su Pueblo. La ley mosaica fue complicándose después por la casuística atomizada de las escuelas rabínicas.

El libro del Deuteronomio (que en griego significa segunda ley) es el último de los cinco libros del Penta-teuco y constituye una «teología» de la historia de Israel con la perspectiva que dan los siglos a los hechos relatados. Su redacción definitiva data probablemente de los tiempos del destierro babilónico, en los círculos sacerdotales (IV a.C.). Su texto permaneció desconocido durante mucho tiempo, habiendo sido localizado en el reinado del rey Josías en el 622 a.C., ofreciendo una base muy importante para la reforma religiosa y moral que se dio en Israel.

 La religión pura e intachable ante Dios

El apóstol Santiago nos pone en guardia, en la Segunda Lectura, contra la permanente tentación del “formalismo” religioso y la incoherencia de vida. Éste es un escrito de carácter eminentemente práctico y moral, y su mentalidad es la de mayor cuño judío de todo el Nuevo Testamento, con muy pocas referencias directas a Jesucristo. La idea fundamental es la de dar a conocer «la religión pura e intachable a los ojos de Dios».

El concepto clave de este pasaje es «la Palabra» (St 1,18). La escucha activa de esta palabra de Dios revela al hombre su identidad más profunda y constituye el camino de la auténtica felicidad. La exhortación de Santiago exige dos actitudes básicas también en nuestro tiempo: la disponibilidad para escuchar y aco-ger la Palabra, sobre todo, la Palabra de la Salvación injertada en nosotros; y la audacia para ponerla en práctica. Esta Palabra que se identifica con la ley perfecta, la libertad (St 1,25); es el mensaje del Evangelio por el que los bautizados hemos nacido a una vida nueva. Más adelante dirá que la fe debe de traducirse a las obras, porque la fe sin obras está muerta (ver St 2,14ss.).

 «La tradición de los antepasados»

Reuniéndose nuevamente la gente alrededor de Jesús, tenemos una sección que se inicia tras el por-tentoso milagro de «la multiplicación de los panes» (Mc 6,30-44). El milagro ha inundado el aire con la fresca fragancia del pan multiplicado. La llegada de los maestros de la ley y los fariseos trae, sin embargo, un pesado aire del legalismo más mezquino. Parece como si las manos de Jesús, de los discípulos y de las cinco mil personas saciadas olieran todavía a pan, mientras que las de los maestros de la ley y la de los fariseos, debidamente lavadas y purificadas, despidieran un olor nauseabundo. Sin coraje para enfrentarse directamente con Jesús o con la gente, escogen a los discípulos como blanco de sus críticas.

La discusión comenzó en torno a ciertas prácticas de purificación ritual al ver los fariseos y los escribas que «algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir, no lavadas... le preguntan (a Jesús): ¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? ». La pregunta habría sido inofensiva, si no hubieran incluido la acusación descalificadora: «Tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados». La cuestión del lavatorio de manos, codos, copas, jarros y bandejas queda olvidada y la discusión se centra sobre el valor de esa «tradición de los antepasados». A esto se refiere Jesús en la defensa que hace de sus discípulos. La expresión «tradición de los antepasados» es un término técnico que indica el cuerpo de leyes transmitidas oralmente y que los fariseos consideraban igualmente vinculantes que la ley escrita. Jesús la llama «tradición de hombres» o «vuestra tradición»; concuerda en que son preceptos, pero los llama «preceptos de hombres» y los con-trapone al «precepto de Dios».

Veamos la violenta reacción de Jesús: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: 'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres'. Dejando el precepto de Dios os aferráis a la tradición de los hombres». La respuesta fuerte y directa nos revela que el asunto no se trata de una cuestión de higiene, sino de un asunto religioso. Las abluciones y el lavatorio de manos y vasijas es una observación ritual, y había sido asumida como parte de la ley judía que incluía otros preceptos importantes como «honrar padre y madre». Se trata entonces de decidir qué valor salvífico tiene la observancia de una ley externa, tanto más que, como hace notar Jesús, en este caso se trata de «preceptos de los hombres». La ley que es santa y que fue dada por Dios, se había desconectado de su origen y se había transformado en un código externo, de cuyo cumplimiento riguroso dependía la salvación. Sutilmente se había vuelto contra el dogma central de la fe judía, el de la trascendencia e independencia absoluta de Dios. La ley se había transformado en la manera cómoda de manejar a Dios: si observo externamente todas las normas, Dios está «obligado» a salvarme. La salvación ya no es obra de Dios sino es mía...solamente mía.

Y es precisamente esto lo que denuncia San Pablo: «Si la salvación se obtiene por las obras de la ley, entonces Cristo habría muerto en vano» (Gal 2,21). Ahora entendemos porqué el asunto tiene validez ac-tual y porqué Cristo reacciona de esa manera tan fuerte. A propósito de esta discusión sobre las tradiciones de los antepasados, Jesús se detiene en el tema de los alimentos puros o impuros, preguntando a sus discípulos: «¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede hacerlo impuro, pues no entra en su corazón sino en el vientre y va a parar al excusado?». Y la conclusión es la que rige hasta ahora a los cristianos: «Declaraba así puros todos los alimentos». Luego Jesús afirma: «Lo que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios... Todas estas perversidades salen de de-ntro y hacen impuro al hombre». La impureza del corazón, es el estado que hace al hombre indigno ante Dios.

Si todas esas cosas son las que hacen al hombre impuro, nos preguntamos: ¿Qué es lo que lo hace pu-ro? Leamos lo que dice San Pedro a los demás apóstoles para justificar el haber aceptado al bautismo a los gentiles: «Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor comunicándoles el Espíritu Santo como a nosotros; y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe» (Hech 15,8-9). El corazón del hombre se purifica con la aceptación de la fe en Cristo y por la práctica de su mandamiento de amor a Dios y al prójimo. «El amor es infundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5,5). El que ama ha cumplido la ley en plenitud y todo precepto particular debe de ceder ante las exigencias del amor que es la norma suprema: estamos hablando del amor sobrenatural, de ése que habla San Juan cuando dice que «Dios es amor» (1Jn 4,8). Por eso no puedo haber contradicción entre la ley de Dios y la ley del amor. La ley de Dios es el amor puesto en práctica. El gran San Agustín con el genio que lo caracteriza, sintetiza magistralmente la relación entre la ley y el amor sobrenatural: «Ama y haz lo que quieras». En el fondo: ama y serás libre.

 Una palabra del Santo Padre:

«La semana pasada —recordó al inicio de la homilía— reflexionamos acerca del consejo de san Pablo y nuestra actitud cristiana. Y también sobre lo que Jesús aconseja a sus discípulos: dar gratuitamente lo que gratuitamente han recibido». Se trata, explicó, de la «gratuidad del don de Dios, la gratuidad de la salvación, la gratuidad de la revelación de Jesucristo como salvador». Y «esto es un don que Dios nos dio y nos da, cada día».

Hoy, destacó el Papa, «san Pablo vuelve sobre este tema y en la segunda Carta a los Corintios (6, 1-10) escribe: «Os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios». He aquí «la gratuidad de Dios». Por lo tanto, insistió el Papa Francisco, no hay que «echarla en saco roto» sino «acogerla bien, con el co-razón abierto». Añade san Pablo: «Dios, pues dice: en el tiempo favorable te escuché, en el día de la sal-vación te ayudé. Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación».

«El Señor nos escuchó y nos dio el don, gratuitamente», afirmó el Pontífice repitiendo las palabras del apóstol: «Ahora es el tiempo favorable». Así, pues, continuó, «san Pablo nos aconseja no dejar pasar el tiempo favorable, es decir, el momento en el que el Señor nos da esta gracia, nos da la gratuidad; no olvidar esto: nos la dio y nos la da ahora».

En efecto, explicó el Papa Francisco, «en cada momento el Señor nos vuelve a dar la gracia, vuelve a tener este gesto con nosotros, nos vuelve a dar este don: el don que es gratuito». Así, san Pablo exhorta a «no echar en saco roto» la gracia de Dios, «porque si nosotros la echamos en saco roto, daremos motivo de escándalo». Escribe, en efecto, el apóstol: «Nunca damos a nadie motivo de escándalo». Es precisa-mente «el escándalo del cristiano que se llama cristiano, que va incluso a la iglesia, que va los domingos a misa, pero no vive como cristiano: vive como mundano o como pagano». Y «cuando una persona es así, escandaliza».

Por lo demás, dijo el Papa, «cuántas veces hemos escuchado en nuestros barrios, en los negocios: «“Mira a ese o esa, todos los domingos va a misa y después hace esto, esto, esto, esto…”». Es así como «la gente se escandaliza». Precisamente a esto se refiere san Pablo cuando exhorta a «no echar en saco roto» la gracia de Dios.Entonces, «¿cómo debemos acoger» la gracia? Ante todo, explicó el Papa Francis-co citando una vez más a san Pablo, con la conciencia de que «es el tiempo favorable». En concreto, «de-bemos estar atentos para comprender el tiempo de Dios, cuando Dios pasa por nuestro corazón».

Papa Francisco. Misa Matutina en la Capilla de la Domus Sancta e Marthae. Lunes, 15 de junio de 2015.






 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. «Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos», nos exhorta Santiago. ¿Cómo vivo mi fe en mi vida cotidiana? ¿Soy coherente? ¿Doy testimonio de mi fe cristiana a lo largo de mi día? ¿De qué manera concreta?

2. Leamos en familia el Salmo Responsorial 15 (14) y pidamos al Señor que nos dé su gracia para vivir más el amor especialmente con el prójimo y el más necesitado.

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 2052-2055.

Texto facilitado por JUAN R. PULIDO, presidente diocesano de Adoración Nocturna, Toledo, y vicepresidente del Consejo nacional de Adoración Nocturna española

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