sábado, 28 de diciembre de 2019
Domingo en la Octava de Navidad. La Sagrada Familia: Jesús, María y José. Ciclo A «Toma al niño y a su madre y huye a Egipto»
Lectura del libro del Eclesiástico (3,2-6. 12-14): El que teme al Señor honra a sus padres.
Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole.
El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas.
La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.
Salmo 127,1-2.3.4-5: ¡Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos! R. /
¡Dichoso el que teme al Señor // y sigue sus caminos! // Comerás el fruto de tu trabajo, // serás dichoso, te irá bien. R. /
Tu mujer, como parra fecunda, // en medio de tu casa; // tus hijos, como renuevos de olivo, // alrededor de tu mesa. R. /
Esta es la bendición del hombre // que teme al Señor. // Que el Señor te bendiga desde Sión, // que veas la prosperidad de Jerusalén, // todos los días de tu vida. R. /
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,12-21): La vida de familia en el Señor.
Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (2,13-15.19-23): Toma al niño y a su madre y huye a Egipto.
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.» José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.»
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
«Levántate, toma al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.» Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
San Juan Pablo II decía proféticamente: «¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia! Es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia». Sin duda una de las instituciones naturales que más está siendo atacada por los embates de la llamada «cultura del descarte» es la familia. La Iglesia ha querido entre la celebración del nacimiento de Jesús y la Maternidad Divina de María; reservar una fiesta para volver los ojos a Jesús, María y José pero no a cada uno por separado sino unidos en una Santa Familia. La vinculación y las relaciones que existen entre ellos es la de una familia normal.
Y es éste el mensaje central de este Domingo: rescatar el valor insustituible de la familia centrada en el sacramento del matrimonio. El entender que Dios mismo se ha educado en la escuela más bella que el ser humano tiene para crecer y fortalecerse y así llenarse de sabiduría y gracia: la familia. Él mismo ha querido vivir esta experiencia familiar y nos ha dejado así un hermoso legado.
Es por eso que todas las lecturas están centradas en la familia. El libro del Eclesiástico nos trae consejos muy prácticos y claros sobre los deberes entre los padres y los hijos siendo las relaciones mutuas e interdependientes. San Pablo en su carta a los Colosenses, nos habla de las exigencias del amor en el seno familiar: perdonarse y aceptarse mutuamente como lo hizo Jesucristo. Finalmente, en el Evangelio de San Mateos vamos a leer el pasaje de la marcha de la Sagrada Familia a Egipto, huyendo de la persecución decretada sobre todos los menores nacidos en Belén, una vez advertido Herodes por los Reyes Magos del nacimiento del rey de los judíos.
La Sagrada Familia
La fiesta de la Sagrada Familia se trata de una fiesta bastante reciente. La devoción a la Sagrada Familia de Jesús, María y José tuvo un fuerte florecimiento en Canadá y fue muy favorecida por el Papa León XIII. Desde 1893 se permitía celebrar la Fiesta en diversas diócesis en el tercer Domingo después de la Epifanía del Señor.
Fue finalmente introducida en el Calendario litúrgico en el año de 1921 y su ubicación en este momento cercano a la Navidad es recién del año 1969 y obedece a la necesidad de vincularla más al misterio de la Navidad. Ante esta situación, la Iglesia nos recuerda que el Hijo de Dios se encarnó y nació en el seno de una familia, para enseñarnos que la familia es la institución dispuesta por Dios para la venida a este mundo de todo ser humano.
Para el pueblo de Israel era claro que la salvación del ser humano no podía suceder sino por una intervención de Dios mismo en la historia humana. Tenía que ser una intervención de igual magnitud que la creación o mayor aún. Por eso tenía que ser Dios mismo quien interviniese. Pero sólo Dios sabía que esto ocurriría por la Encarna¬ción de su Hijo único, el cual asumiendo la natura¬leza humana «pasa¬ría por uno de tan-tos» (Flp 2,7). Pero esto no podía ocurrir sino en el seno de una familia. Cuando Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María ella no era una mujer sola, sino una mujer casada con José. Jesús nació entonces en una familia. Si esta circunstancia no hubiera sido decisiva para nuestra salvación el Evangelio de Lucas y el de Mateo no la habrían destacado. El Hijo de Dios no sólo asumió y redimió a todo ser humano, sino también la institución necesaria para el desarrollo armónico de todo ser humano: la familia. ¡No puede quedar más realzada la importancia de la familia!
En este día tenemos que considerar a Jesús en su condi¬ción de hijo de María y de José; a la Virgen María en su condición de madre y esposa; y a San José en su condi¬ción de padre y jefe del hogar. La familia de Naza¬ret es la escuela de todas las virtudes humanas. Allí res¬plandece el amor, la piedad, la generosidad, la abnega¬ción de sí mismo y la atención al otro, la senci¬llez, la pureza; en una palabra, la santidad. ¿Qué es lo que tiene de particu¬lar esta familia? ¿Qué es lo más notable en ella? En ella está excluido todo egoísmo. Cada uno de sus miembros tiene mayor interés por los otros que por sí mismo.
Sin duda podemos afirmar que viven las virtudes que leemos en la Carta a los Colosenses: «misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente». Esta debe de ser la «hoja de ruta» que han de seguir las familias hoy en día. Son muchas las familias que se separan porque cada uno quiere hacer «su propia vida», porque cada uno busca su propio interés.
Una palabra del Santo Padre:
«El mensaje que proviene de la Sagrada Familia es sobre todo un mensaje de fe. En la vida familiar de María y José, Dios está verdaderamente al centro, y lo está en la persona de Jesús. Por esto la familia de Nazaret es santa. ¿Por qué? Porque está centrada en Jesús. Cuando los padres y los hijos respiran juntos este clima de fe, poseen una energía que les permite afrontar pruebas también difíciles, como muestra la experiencia de la Sagrada Familia, por ejemplo, en el evento dramático de la huida en Egipto: una dura prueba.
El Niño Jesús con su Madre María y con San José son un icono familiar sencillo pero sobre todo luminoso. La luz que irradia es luz de misericordia y de salvación para el mundo entero, luz de verdad para todo hombre, para la familia humana y para cada familia. Esta luz que viene de la Sagrada Familia nos anima a ofrecer calor humano en aquellas situaciones familiares en el cual, por diversos motivos, falta la paz, falta la armonía y falta el perdón. Que nuestra concreta solidaridad no disminuya especialmente en relación a las familias que están viviendo situaciones muy difíciles por las enfermedades, la falta de trabajo, las discriminaciones, la necesidad de emigrar… Y aquí nos detenemos un instante y en silencio rezamos por todas estas familias en dificultad, sean dificultades de enfermedad, de falta de trabajo, discriminaciones, necesidad de emigrar, sea necesidad de entenderse (porque a veces no se entiende) y también de desunión (porque a veces se está desunido). En silencio rezamos por todas estas familias.».
(Francisco. Ángelus 28 de diciembre de 2014.)
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana.
1. Conozcamos la apasionante historia del profeta Samuel leyendo 1Sam 1-15. 25, 1.
2. ¿Qué resoluciones concretas debo de realizar para que mi familia pueda ser un verdadero cenáculo de amor?
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 2201- 2233.
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