ENCUENTROS CON CRISTO EUCARISTÍA
Julio de 2010.
VII.- Y lléname de tu amor, y de tu gozo.
Jesús, ahora oculto Muéstrame la gloria
Te contemplo. de tu rostro.
Que se cumpla te ruego Y lléname de tu amor
Lo que anhelo. y de tu gozo.
Es el Espíritu Santo Quien impulsa suavemente a nuestro espíritu para arrodillarnos ante el Sagrario; y Quien mueve nuestro corazón y nuestros labios cuando nos atrevemos a decirle:
Adoro te devote, latens deitas. Te adoro con devoción, Dios escondido. Y nuestro espíritu se abre en el afán de adorarle ya para siempre en el Cielo: “llenos de su Amor, y de su Gozo”.
Recordamos de nuevo las palabras del Señor, que tanto escándalo causaron a quienes las oyeron por primera vez: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día” (Juan 6, 54).
Cristo quiere acompañarnos por los caminos de la tierra; y anunciarnos ya los caminos del Cielo. Vive con nosotros en nuestros quehaceres diarios la luz de la vida eterna; y nos anuncia la resurrección de la carne de nuestro cuerpo “el último día”.
En la Eucaristía descubrimos, en verdad, con el amor de Dios todos los planes que ese amor ha creado para el bien de los hombres.
“Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta manera singular. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por nuestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había amado “hasta el fin”, hasta el don de su vida.
En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1380).
Una petición surge del fondo del alma al contemplar la llama encendida de la lámpara del Santísimo:
-“Señor, auméntame la fe, la esperanza, la caridad”.
Aumentará nuestra fe si no tenemos vergüenza de manifestarle nuestro amor cuando lo recibimos en la Comunión.
Crecerá nuestra esperanza si no olvidamos que la Eucaristía es la manifestación más profunda del amor de Dios hacia nosotros, y que si Cristo se nos da en alimento, con el caminaremos hasta el encuentro definitivo en el Cielo.
Y la caridad llenará nuestro corazón al darnos cuenta de que la Eucaristía nos hace presente la donación total de Dios, que nos amó hasta el fin, y dio su vida en redención por nosotros. Amando a Cristo Sacramentado, aprenderemos a amar a nuestros hermanos, a nuestro prójimo.
Escondido en el Sagrario, Jesucristo nos invita una vez más: “Procuraros no el alimento perecedero, sino el alimento que permanece hasta la vida eterna, el que el Hijo del hombre os da” (Juan 6, 27).
Culto a la Eucaristía. Adoración a Cristo Sacramentado
“La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración” (Juan Pablo II).
Y nuestra adoración no cesará nunca si movidos por el Espíritu Santo, rogamos a Santa María que nos acompañe a adorar con Ella a su Hijo que nos espera en cada Sagrario.
* * * * * *
Cuestionario.-
-¿Pido ayuda al Espíritu Santo para adorar con un corazón “contrito y humillado”, que el Señor acoge siempre?
-¿Ruego a la Virgen Santísima que me acompañe a recibir a Cristo en la Comunión?
-¿Me preparo para recibir la Eucaristía viviendo la práctica de la “comunión espiritual”: “Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que Te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y el fervor de los Santos”?
viernes, 2 de julio de 2010
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