Bendición del portal de Belén en familia
Tomado de Aciprensa.com
Queremos poner en sus manos esta oración para ser rezada en familia, en la Nochebuena o el día de Navidad.
Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre (ver Lc 2, 6-7); unos sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo (ver Lc 2, 8-20). La Iglesia no se cansa de cantar la gloria de esta noche:
La Virgen da hoy a luz al Eterno.
Y la tierra ofrece una gruta al Inaccesible.
Los ángeles y los pastores le alaban,
y los magos avanzan con la estrella.
Porque Tú has nacido para nosotros,
Niño pequeño, ¡Dios eterno!
Sólo hoy será Navidad si en ti y en tu familia nace de María el Señor Jesús.
INICIO DE LA ORACIÓN
Todos santiguándose dicen:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
El padre de familia, al comenzar la celebración, dice:
Alabemos y demos gracias al Señor,
que tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo.
Todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor.
Luego el padre de familia dispone a los presentes para la bendición, con las siguientes palabras:
El Señor Jesús ha nacido de Santa María. El pesebre que adorna nuestro hogar nos recuerda el gran amor del Hijo de Dios, que ha querido habitar entre nosotros. Aquello que ocurrió hace dos mil un años, lo revivimos esta noche santa (día santo) en el misterio. El Señor Jesús es el mismo, ayer, hoy y siempre. Que esta Navidad fortalezca nuestros pasos en el tercer milenio cristiano.
Uno de los miembros de la familia lee el siguiente texto de la Sagrada Escritura:
LECTURA (Lc. 2, 4-7a: María dio a luz a su hijo primogénito.)
Escuchemos, ahora, hermanos, la palabra del Santo Evangelio según San Lucas:
En aquellos días, José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Palabra del Señor
Todos responden:
Gloria a Ti, Señor Jesús.
Después de la lectura se canta "NOCHE DE PAZ", mientras el menor de la familia coloca al Niño en el Pesebre.
NOCHE DE PAZ
1. Noche de paz, noche de amor:
llena el cielo un resplandor;
en la altura resuena un cantar:
"os anuncio una dicha sin par,
en la tierra ha nacido Dios,
hay en Belén de Judá".
2. Noche de paz, noche de amor:
todo duerme en derredor;
sólo velan mirando la faz
de su niño en angélica paz,
José y María en Belén (2 veces)
3. Noche de Dios, noche de paz:
esplendor inmortal,
luz eterna en la noche brilló:
es la gloria del Hijo de Dios.
Duerme el Niño Jesús. (2 veces)
PETICIONES
Otros dos miembros de la familia dirigen las peticiones:
En este momento en que nos hemos reunido toda la familia para iniciar las fiestas de Navidad, dirijamos nuestra oración al Señor Jesús, Hijo de Dios vivo y de Santa María, que quiso ser también hijo de una familia humana; digámosle:
POR TU NACIMIENTO, SEÑOR, PROTEGE A NUESTRA FAMILIA.
- Señor Jesús, Palabra Eterna, que al venir al mundo, anunciaste la alegría a la tierra, alegra nuestros corazones con la alegría de tu visita.
POR TU NACIMIENTO, SEÑOR, PROTEGE A NUESTRA FAMILIA.
- Reconciliador del mundo, que con tu nacimiento nos has revelado la fidelidad de Dios-Padre a sus promesas, haz que nosotros seamos también fieles a las promesas de nuestro bautismo.
POR TU NACIMIENTO, SEÑOR, PROTEGE A NUESTRA FAMILIA.
- Rey del cielo y de la tierra, que por tus ángeles anunciaste la paz a los hombres, conserva en tu paz nuestras vidas y que haya paz en nuestro país y en todo el mundo.
POR TU NACIMIENTO, SEÑOR, PROTEGE A NUESTRA FAMILIA.
- Hijo de Santa María, que quisiste serte Hijo de Mujer, concédenos descubrir que María es también nuestra Madre y ayúdanos a amarla con la ternura filial de tu corazón.
POR TU NACIMIENTO, SEÑOR, PROTEGE A NUESTRA FAMILIA.
- Dios-con-nosotros, que quisiste nacer en el seno de una familia, bendice nuestro hogar para que en el siempre reine el amor de manera especial acuérdate de las familias que en estas fiestas de navidad viven en soledad y dolor y haz que sientan el consuelo de saberse hijos de la gran familia de Dios.
POR TU NACIMIENTO, SEÑOR, PROTEGE A NUESTRA FAMILIA.
Se pueden añadir otras peticiones libres
Terminemos nuestras peticiones rezando la oración de los hijos de Dios: Padre Nuestro.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Luego el padre de familia dice:
Señor Dios, Padre nuestro, que tanto amaste al mundo que nos entregaste a tu Hijo único nacido de María la Virgen, dígnate bendecir este nacimiento y a la familia cristiana que está aquí presente, para que las imágenes de este Belén nos ayuden a profundizar en la fe. Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Concluida la bendición del pesebre toda la familia reza junta la siguiente oración:
Salve, Reina de los Cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio pasó a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
El padre de familia dice:
Que con el auxilio de tan dulce intercesora.
Todos responden:
Seamos siempre fieles en el terreno caminar.
Todos santiguándose dicen:
En el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Podemos ofrecerle al Señor Jesús una respuesta de fe concreta, en esta navidad y Nuevo Año.
Especialmente podemos proponernos expresarle nuestro amor en algo práctico y efectivo, en relación a nuestros hermanos más pobres, a través de alguna obra de caridad.
BENDICIÓN DE LA CENA DE NOCHEBUENA
En el centro de la mesa se colocará una vela apagada.
Toda la familia, de pie, se reúne alrededor de la mesa. Santiguándose dicen:
El Padre, el hijo y el Espíritu Santo, sean glorificados en todo tiempo y lugar por al Inmaculada Virgen maría. Que Así sea. Amén
La madre de familia dice:
Hoy nos encontramos reunidos celebrando el nacimiento del Señor Jesús de la Virgen María. Dios, en muestra de su inmenso amor, envió a su hijo para que la comunión perdida por el pecado fuera restablecida. Él nos reúne esta noche y, unidos de la misma forma que la familia de Nazaret, nos muestra que nuestra espera no ha sido en vano.
Uno de los hijos lee:
"Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo y Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace"." (Lc. 2, 8-14)
Y todos responden:
Gloria a Ti, Señor Jesús, que hoy has nacido de la Virgen María.
Mientras uno de los hijos enciende el cirio colocado en medio de la mesa, todos entonan el siguiente canto:
CAMPANAS
1. Campana sobre campana
y sobre campana una,
asómate a la ventana
verás al niño en la cuna.
BELÉN, CAMPANAS DE BELÉN
QUE LOS ÁNGELES TOCAN,
¿QUÉ NUEVAS ME TRAÉIS? (2 veces)
2. Recogido tu rebaño,
¿adónde vas, pastorcito?
voy a llevar al portal
mi canción y mi cariño.
3. Campana sobre campana
y sobre campana dos,
asómate a la ventana,
porque está naciendo Dios.
Para finalizar; el padre de familia reza la siguiente oración de bendición:
Oremos.
Dios Padre,
que nos enviaste a tu Hijo muy amado,
derrama tu bendición sobre estos alimentos
y también sobre los miembros de este hogar,
para que así, como ahora acogemos,
gozosos, a tu Hijo Reconciliador,
lo recibamos también confiados
cuando vengas al fin de los
tiempos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos responden:
Amén.
En el nombre del Padre, del hijo y del espíritu Santo. Amén.
martes, 14 de diciembre de 2010
viernes, 3 de diciembre de 2010
EN NUESTRAS ORACIONES TENGAMOS PRESENTE LAS INTENCIONES DE LA IGLESIA
Intención papal general:
Para que la experiencia del sufrimiento sea ocasión para comprender las situaciones de malestar y de dolor de las personas solas, enfermos y ancianos, y estimule a todos a salir a su encuentro con generosidad.
Intención papal misional:
Para que los pueblos de la tierra abran las puertas a Cristo y a su Evangelio de paz, fraternidad y justicia.
Intención de la CEE:
Que el bien incuestionable del matrimonio y de la familia sea reconocido en nuestra sociedad y se promuevan las medidas sociales, políticias y legales que lo favorezcan..
Para que la experiencia del sufrimiento sea ocasión para comprender las situaciones de malestar y de dolor de las personas solas, enfermos y ancianos, y estimule a todos a salir a su encuentro con generosidad.
Intención papal misional:
Para que los pueblos de la tierra abran las puertas a Cristo y a su Evangelio de paz, fraternidad y justicia.
Intención de la CEE:
Que el bien incuestionable del matrimonio y de la familia sea reconocido en nuestra sociedad y se promuevan las medidas sociales, políticias y legales que lo favorezcan..
TEMA DE REFLEXION para DICIEMBRE
V.- La Santa Misa. –El Sacramento de la Eucaristía
“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Y después de ponernos todos en la presencia de la Santísima Trinidad, el sacerdote nos dice: “El Señor esté con vosotros”, y nos invita a pedir perdón por nuestros pecados.
¿Por qué? Vamos a oír la Palabra de Dios, y vamos a vivir con Cristo la memoria de su muerte y de su resurrección. ¿Qué mejor preparación que la de renovar nuestros deseos de no ofenderle nunca y darle gracias porque nos invita a vivir con Él? Y ¿cómo renovamos estos deseos? Arrepintiéndonos de nuestros pecados, rechazándolos de nuestro corazón; sólo así podremos gozar del triunfo de Cristo, enriquecernos con su Palabra, y alimentarnos de Él en la Comunión.
“Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1323).
Después de decirnos que la Santa Misa es sacramento y sacrificio, el Catecismo nos invita a considerar la Eucaristía bajo tres aspectos, que vivimos en la celebración litúrgica que hemos considerado:
-es una acción de gracias y alabanza a Dios Padre;
- es el memorial del Sacrificio de Cristo, ofrecido en reparación de los pecados;
-es la presencia de Cristo Resucitado, por el poder de su Palabra y la acción del Espíritu Santo.
En definitiva, el sacramento de la Eucaristía alimenta nuestra Fe en Cristo; nuestra Esperanza –“prenda de la gloria futura”- en el Cielo; y alimenta nuestra Caridad porque, sin pecado, recibimos el amor más grande de Dios: Cristo mismo en la Comunión.
Con palabras muy recordadas en la catequesis cristiana desde hace siglos, podemos decir que la Santa Misa es “un acto de adoración; de reparación, de petición de perdón y de acción de gracias”.
En el sacrificio eucarístico que celebramos no estamos solos con Cristo. Toda la creación es presentada a Dios Padre por Cristo Nuestro Señor, que la ha redimido con su muerte y resurrección. Toda la creación da gloria y alabanza a Dios. Y unidos a la Creación, todos nosotros. Al morir para la redención de nuestros pecados, Cristo glorifica a Dios Padre, y pone a sus pies, mejor, en su corazón, la vida de cada uno de nosotros, la vida de todos los seres creados.
Y, a la vez, la Iglesia, la ya triunfante en el Cielo; la que se purifica en el Purgatorio, y la que ama en la tierra, “expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. Eucaristía significa, ante todo, acción de gracias” (Catecismo, n. 1360).
Nuestra Misa es un canto de gloria y de alabanza, de toda la Creación a su Creador, que nosotros vivimos con Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, y por “quien fueron creadas todas las cosas”. El Espíritu Santo mueve nuestros corazones en esta acción de alabanza. ¿Cómo vivimos esta alabanza? Después de rechazar el pecado en el acto penitencial; confesando a Dios todopoderoso, en unión con los coros de ángeles y de bienaventurados, al recitar el Gloria.
El final de la Plegaria Eucarística expresa claramente esta acción de adoración y alabanza que el hombre puede vivir, y que ofrece a Dios no sólo desde su propio corazón, sino desde el seno de la Santísima Trinidad.
“Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”.
Al vivir la Misa, toda la vida del cristiano, se convierte en un acto de adoración a Dios; de reparación; de petición y de profunda acción de gracias.
* * * * * *
Cuestionario.-
-¿Vivimos con atención el acto penitencial, y pedimos de verdad perdón por nuestros pecados?
-¿Somos conscientes de que vivimos la Misa con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?
-Adoración y alabanza a Dios. ¿No nos maravilla que toda la creación dé gloria a Dios, mientras se celebra la Santa Misa?
“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Y después de ponernos todos en la presencia de la Santísima Trinidad, el sacerdote nos dice: “El Señor esté con vosotros”, y nos invita a pedir perdón por nuestros pecados.
¿Por qué? Vamos a oír la Palabra de Dios, y vamos a vivir con Cristo la memoria de su muerte y de su resurrección. ¿Qué mejor preparación que la de renovar nuestros deseos de no ofenderle nunca y darle gracias porque nos invita a vivir con Él? Y ¿cómo renovamos estos deseos? Arrepintiéndonos de nuestros pecados, rechazándolos de nuestro corazón; sólo así podremos gozar del triunfo de Cristo, enriquecernos con su Palabra, y alimentarnos de Él en la Comunión.
“Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1323).
Después de decirnos que la Santa Misa es sacramento y sacrificio, el Catecismo nos invita a considerar la Eucaristía bajo tres aspectos, que vivimos en la celebración litúrgica que hemos considerado:
-es una acción de gracias y alabanza a Dios Padre;
- es el memorial del Sacrificio de Cristo, ofrecido en reparación de los pecados;
-es la presencia de Cristo Resucitado, por el poder de su Palabra y la acción del Espíritu Santo.
En definitiva, el sacramento de la Eucaristía alimenta nuestra Fe en Cristo; nuestra Esperanza –“prenda de la gloria futura”- en el Cielo; y alimenta nuestra Caridad porque, sin pecado, recibimos el amor más grande de Dios: Cristo mismo en la Comunión.
Con palabras muy recordadas en la catequesis cristiana desde hace siglos, podemos decir que la Santa Misa es “un acto de adoración; de reparación, de petición de perdón y de acción de gracias”.
En el sacrificio eucarístico que celebramos no estamos solos con Cristo. Toda la creación es presentada a Dios Padre por Cristo Nuestro Señor, que la ha redimido con su muerte y resurrección. Toda la creación da gloria y alabanza a Dios. Y unidos a la Creación, todos nosotros. Al morir para la redención de nuestros pecados, Cristo glorifica a Dios Padre, y pone a sus pies, mejor, en su corazón, la vida de cada uno de nosotros, la vida de todos los seres creados.
Y, a la vez, la Iglesia, la ya triunfante en el Cielo; la que se purifica en el Purgatorio, y la que ama en la tierra, “expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. Eucaristía significa, ante todo, acción de gracias” (Catecismo, n. 1360).
Nuestra Misa es un canto de gloria y de alabanza, de toda la Creación a su Creador, que nosotros vivimos con Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, y por “quien fueron creadas todas las cosas”. El Espíritu Santo mueve nuestros corazones en esta acción de alabanza. ¿Cómo vivimos esta alabanza? Después de rechazar el pecado en el acto penitencial; confesando a Dios todopoderoso, en unión con los coros de ángeles y de bienaventurados, al recitar el Gloria.
El final de la Plegaria Eucarística expresa claramente esta acción de adoración y alabanza que el hombre puede vivir, y que ofrece a Dios no sólo desde su propio corazón, sino desde el seno de la Santísima Trinidad.
“Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”.
Al vivir la Misa, toda la vida del cristiano, se convierte en un acto de adoración a Dios; de reparación; de petición y de profunda acción de gracias.
* * * * * *
Cuestionario.-
-¿Vivimos con atención el acto penitencial, y pedimos de verdad perdón por nuestros pecados?
-¿Somos conscientes de que vivimos la Misa con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?
-Adoración y alabanza a Dios. ¿No nos maravilla que toda la creación dé gloria a Dios, mientras se celebra la Santa Misa?
PRIMAVERA EUCARÍSTICA
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 17 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).-
“Quisiera afirmar con alegría que hoy en la Iglesia hay una 'primavera eucarística'”, así lo afirmó hoy el Papa Benedicto XVI, durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro.
El Papa constató que “muchas personas se detienen silenciosas ante el Tabernáculo, para entretenerse en coloquio de amor con Jesús”, y que “no pocos grupos de jóvenes han redescubierto la belleza de rezar en adoración ante la Santísima Eucaristía”.
Ante los miles de peregrinos congregados en la Plaza, el Papa habló sobre otra mujer de la Edad Media, santa Juliana de Cornillon, mística e impulsora de la fiesta del Corpus Christi o Corpus Domini en toda la Iglesia.
Benedicto XVI quiso subrayar la importancia de recuperar la adoración eucarística fuera de la Misa,: “la fidelidad al encuentro con el Cristo Eucarístico en la Santa Misa dominical es esencial para el camino de fe, pero intentemos también ir frecuentemente a visitar al Señor presente en el Tabernáculo”.
Citando la Encíclica Ecclesia de Eucharistia, constataba que “la adoración del Santísimo Sacramento tiene cotidianamente una importancia destacada y se convierte en fuente inagotable de santidad”.
“Mirando en adoración la Hostia consagrada, encontramos el don del amor de Dios, encontramos la Pasión y la Cruz de Jesús, como también su Resurrección".
Precisamente a través de nuestra mirada en adoración, el Señor nos atrae hacia sí, dentro de su misterio, para transformarnos como transforma el pan y el vino”, afirmó el Papa.
El Papa mostró su deseo de que “esta 'primavera' eucarística se difunda cada vez más en todas las parroquias, en particular en Bélgica, la patria de santa Juliana”.
Corpus Domini
Siguiendo con su ciclo de santas mujeres de la Edad Media, el Papa habló sobre santa Juliana de Cornillón, conocida también como santa Juliana de Lieja, que vivió en Bélgica en el siglo XIII.
Esta mujer quedó huérfana muy pequeña y fue acogida en un convento de monjas agustinas, donde tomó los hábitos.
“Además de una vivaz inteligencia, Juliana mostraba, desde el principio, una propensión particular por la contemplación; tenía un sentido profundo de la presencia de Cristo, que experimentaba viviendo de modo particularmente intenso el Sacramento de la Eucaristía”, explicó el Papa.
Desde muy joven tuvo una visión en la que aparecía la luna en su pleno esplendor, con una franja oscura que la atravesaba diametralmente.
“El Señor le hizo comprender el significado de lo que se le había aparecido:
La luna simbolizaba la vida de la Iglesia en la tierra, la línea opaca representaba en cambio la ausencia de una fiesta litúrgica, para cuya institución se pedía a Juliana que trabajase de modo eficaz”.
Con el tiempo, Juliana contactó con otras dos santas mujeres, con las que trabajó intensamente para promover la fiesta del Corpus Domini.
“Las tres mujeres establecieron una especie de 'alianza espiritual', con el propósito de glorificar al Santísimo Sacramento”, explicó el Papa.
Esta determinación supuso también muchas dificultades, hasta el punto de tener que abandonar el convento debido a la oposición del mismo superior del que dependía su monasterio.
Juliana tuvo que acogerse a otros monasterios cistercienses, en uno de los cuales murió, ante el Santísimo Sacramento expuesto.
Nueve años después, el papa Urbano IV, que había conocido personalmente a Juliana, instituyó la solemnidad del Corpus Domini como fiesta de precepto para la Iglesia universal, el jueves sucesivo a Pentecostés”.
“Quisiera afirmar con alegría que hoy en la Iglesia hay una 'primavera eucarística'”, así lo afirmó hoy el Papa Benedicto XVI, durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro.
El Papa constató que “muchas personas se detienen silenciosas ante el Tabernáculo, para entretenerse en coloquio de amor con Jesús”, y que “no pocos grupos de jóvenes han redescubierto la belleza de rezar en adoración ante la Santísima Eucaristía”.
Ante los miles de peregrinos congregados en la Plaza, el Papa habló sobre otra mujer de la Edad Media, santa Juliana de Cornillon, mística e impulsora de la fiesta del Corpus Christi o Corpus Domini en toda la Iglesia.
Benedicto XVI quiso subrayar la importancia de recuperar la adoración eucarística fuera de la Misa,: “la fidelidad al encuentro con el Cristo Eucarístico en la Santa Misa dominical es esencial para el camino de fe, pero intentemos también ir frecuentemente a visitar al Señor presente en el Tabernáculo”.
Citando la Encíclica Ecclesia de Eucharistia, constataba que “la adoración del Santísimo Sacramento tiene cotidianamente una importancia destacada y se convierte en fuente inagotable de santidad”.
“Mirando en adoración la Hostia consagrada, encontramos el don del amor de Dios, encontramos la Pasión y la Cruz de Jesús, como también su Resurrección".
Precisamente a través de nuestra mirada en adoración, el Señor nos atrae hacia sí, dentro de su misterio, para transformarnos como transforma el pan y el vino”, afirmó el Papa.
El Papa mostró su deseo de que “esta 'primavera' eucarística se difunda cada vez más en todas las parroquias, en particular en Bélgica, la patria de santa Juliana”.
Corpus Domini
Siguiendo con su ciclo de santas mujeres de la Edad Media, el Papa habló sobre santa Juliana de Cornillón, conocida también como santa Juliana de Lieja, que vivió en Bélgica en el siglo XIII.
Esta mujer quedó huérfana muy pequeña y fue acogida en un convento de monjas agustinas, donde tomó los hábitos.
“Además de una vivaz inteligencia, Juliana mostraba, desde el principio, una propensión particular por la contemplación; tenía un sentido profundo de la presencia de Cristo, que experimentaba viviendo de modo particularmente intenso el Sacramento de la Eucaristía”, explicó el Papa.
Desde muy joven tuvo una visión en la que aparecía la luna en su pleno esplendor, con una franja oscura que la atravesaba diametralmente.
“El Señor le hizo comprender el significado de lo que se le había aparecido:
La luna simbolizaba la vida de la Iglesia en la tierra, la línea opaca representaba en cambio la ausencia de una fiesta litúrgica, para cuya institución se pedía a Juliana que trabajase de modo eficaz”.
Con el tiempo, Juliana contactó con otras dos santas mujeres, con las que trabajó intensamente para promover la fiesta del Corpus Domini.
“Las tres mujeres establecieron una especie de 'alianza espiritual', con el propósito de glorificar al Santísimo Sacramento”, explicó el Papa.
Esta determinación supuso también muchas dificultades, hasta el punto de tener que abandonar el convento debido a la oposición del mismo superior del que dependía su monasterio.
Juliana tuvo que acogerse a otros monasterios cistercienses, en uno de los cuales murió, ante el Santísimo Sacramento expuesto.
Nueve años después, el papa Urbano IV, que había conocido personalmente a Juliana, instituyó la solemnidad del Corpus Domini como fiesta de precepto para la Iglesia universal, el jueves sucesivo a Pentecostés”.
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