En el Boletín informativo del Santuario Eucarístico internacional de San Pascual Baylón en entrevista realizada al Presidente de la Sección de Vila-Real, Don Manuel Usó Cheza se cita:
“La Vigilia que se celebrará para conmemorar el 125 Aniversario de la fundación de la Sección local de la Adoración Nocturna tendrá rango nacional. ¿ Cree que Vila-Real al albergar el sepulcro del Patrono del culto eucarístico , por lo tanto Patrono de la Adoración Nocturna, es una ciudad que fácilmente obtiene este tipo de privilegios ? ”
Manolo con sabiduría añeja, plena de amor eucarístico, afirma que San Pascual “ pesa “ mucho tanto en la Iglesia como en la Adoración nocturna.
Comandaba un grupo de adoradores que cuidaban con todo cariño y al detalle, cuánto debía hacerse para que la Vigilia resultase de lo más Solemne y agradable al Señor, para su mayor Gloria; y a su vez pendientes de todos los Adoradores que llegarían para participar en los actos. Amor a Dios y caridad fraterna, magnífico testimonio, hermanos.
Los actos previos como la Vigilia se han celebrado en la Iglesia Arciprestal de San Jaime, “construida sobre los derribos de una anterior Iglesia Gótica; que cuenta con 232 años de historia, edificio emblemático de la ciudad de Villarreal de los Infantes, honor del pueblo y admiración de los visitantes, espacio religioso más grande, como parroquia, quizás de la nación. El mismo Templo en su interior es todo un gran Museo, de obra, de pintura, de escultura y ornamentación, del que nos podemos vanagloriar , porque además que nos convida a celebrar el culto, rodeado de una belleza religiosa, deja boquiabierto a los que penetrando por primera vez, descubren aquello que los muros exteriores ocultan. También el Gran Enrejado ( de 1926 ), anuncia a quienquiera que entra en la Monumental Iglesia que es San Jaime de Villarreal, en la que se ganan las mismas indulgencias concedidas a la Basílica Mayor de Santa María de Roma” (del libro La Iglesia Parroquial de San Jaime Apóstol de Villarreal de los Infantes, Mn. Vicent Gimeno Estornell)
Cuándo marchábamos en Procesión tras el Santísimo, saliendo de este Templo una añoranza particular : ¡ Señor que Grande eres ¡ Si la Jerusalén celestial debe ser todavía mejor que este Templo, que consuelo pensar que aunque no vuelva aquí pueda disfrutar de tu presencia en aquel lugar .
La concentración de Banderas fue en la Basílica de San Pascual Bailón, lugar de encuentro de innumerables fieles que a diario acuden a Adorar al Señor y venerar el sepulcro de su Santo; allí las Religiosas Clarisas de nacionalidad mejicana en su mayoría con sus oraciones y trabajos velan por el mantenimiento de la fe cristiana en el lugar donde murió el Santo pastor que, como ellas adoraba constantemente al Señor.
A la Basílica llegó el Excelentísimo y Reverendísimo Don Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe – Castellón para presidir la Procesión de Banderas hasta la Arciprestal de San Jaime en la que concelebró la Misa Solemne con la participación de 500 fieles que acompañaban a las 52 Banderas venidas de distintas ciudades de la geografía española ( Toledo, Fuensalida, Jaén, Valencia, Tortosa, Vigo … ) y que acompañaban a las de enclaves más próximos, Castellón, Valencia, Alicante.
En su homilía el Sr. Obispo ensalzó las virtudes eucarísticas, resaltando la necesidad de actuación de los cristianos comprometidos.
El coro de canto gregoriano “ Jubilemus “ interpretó la “Misa de Ángelis”
Finalizada la Eucaristía hubo exposición solemne del Santísimo y oración de presentación de adoradores antes de marchar en Procesión S. D. M. sobre un paso con faldones y bellamente exornado de flores alabando al Señor en su magnífica Custodia; el Sr. Obispo marchaba tras el Palio de respeto; el recorrido fue presenciado por un respetuoso público que nos acompañaba en los cantos eucarísticos o los acordes de las marchas eucarísticas; en esta ocasión y tal como ocurriera en la Vigilia nacional de Zaragoza, mis pensamientos se trasladaban a Sevilla y a los míos mientras la Música tocaba la marcha Corpus Cristi.
Con la Basílica abarrotada de fieles comenzamos los Turnos de Vela hasta que a las 2,30 horas del domingo se rezaron las Laudes, procediéndose a la Bendición y Reserva por parte de Mn. Vicente Gimeno y antes de marchar saludamos a Nuestra Señora de Gracia, patrona de la ciudad.
Un ruego a quienes pueda afectarles: cuidemos que hasta que no finalice el Turno de Vela no haya trasiego de Banderas que con dicho movimiento puedan distraer a quienes están en conversación con el Señor; me viene al recuerdo aquel comentario: hermano no hagas ruido que no me entero lo que me dice el Señor.
De mañana, a las nueve allí estaba Manolo Usó para desplazarnos hasta Castellón, desde donde el ferrocarril nos traería a Sevilla henchidos de fervor y alegría, como corresponde en éste Tiempo Pascual.
PD. El reportaje gráfico pueden consultarlo en álbum de fotos, my galery, de este blog
miércoles, 8 de junio de 2011
sábado, 4 de junio de 2011
LA LAMPARA DEL SANTUARIO
" La lámpara del Santuario " publicación iniciada el 1º de enero de 1870, cuyo editor, director y redactor fue D. LUIS DE TRELLES Y NOGUEROL, fundador de la Adoración Nocturna Española vino a cubrir la inquietud de éste en mantener viva la formación y fe eucarística de todos sus lectores.
Hoy traemos a este recuadro uno de los muchos artículos que, con periodicidad mensual publicaba D. Luis; mantiene su actualidad de pensamiento.
El Boletin mensual correspondiente a Junio de 2011 de la A.N.E. de la Diócesis de Tui-Vigo ha tenido a bien publicar el mismo, manteniendo vivo el espíritu del Siervo de Dios cuya positio se halla pendiente de que por la Gracia de Dios y para confirmar las virtudes del Fundador de nuestra Obra se produzca el Milagro deseado.
Para ello es preciso conocer a D. Luis; tenerlo presente en nuestras oraciones privadas ante el Señor para que se llegue a alcanzar las gracias pedidas a través de su intercesión.
LA EUCARISTÍA, ¿REFUGIO O COMPROMISO?
"Descansa sólo en Dios, alma mía
porque Él es mi esperanza;
sólo Él es mi roca y mi salvación
Mi alcázar; no vacilaré.
Pueblo suyo, confiad en Él
Desahogad ante Él vuestro corazón
Que Dios es nuestro refugio."
(Salmo 61)
La Sagrada Escritura, los salmos de un modo especial, son una llamada a confiar a
Dios. El es siempre quien no nos falla. Tantas veces repetidas las palabras de
JESUS "no temáis".
Porque son muchas las tormentas que -como los discípulos en la barca- pueden
atemorizarnos. La vida del hombre está sometida a mil temores. Sería una larga lista
el comentarlos. Están por una parte, los inherentes a nuestra limitada condición humana,sobre todo la enfermedad, la muerte...pero además, en nuestra situación familiar, laboral, existen sombras. En todas esas circunstancias hemos buscado en Dios un refugio.
Porque, además, puede estar esa otra tristeza que a veces nos invade. Como la
niebla invade el bosque en una tarde invernal. No sabemos de donde viene y cada vez
se hará más densa. E invade nuestra alma y hasta nuestros huesos. Es, quizás, la
tristeza, la soledad de ser hombre; de querer y no poder, de la insuficiencia de todo lo
humano (y pensamos que hasta de todo lo divino) para liberarnos de esa tristeza para
romper nuestra soledad.
Y también nuestro fallos, nuestros propósitos nunca cumplidos, nuestra insensibilidad
hacia lo que está un poco lejos de nosotros, este mundo podrido de guerras, de
hambre, de egoísmo, de desesperanza. Algo que nos parece írremontable. Y los tremendos
fallos de nuestra Iglesia a la que, con razón, confesamos santa porque Cristo
es su cabeza, y su palabra y sus sacramentos están en la Iglesia y porque en ella ha
habido y hay millones de santos, pero que, a la vez está llena de pecadores. ¡Pero los
pecados se ven tanto!. Y esto nos angustia, nos entristece, nos aplasta. Y por si fuera
poco, ésta cristianofobia que recorre todo el mundo.
Pero "¿Dónde vamos a ir, Tú tienes palabras de vida eterna?". Sabemos que Tú
estás en la barca, que estás con nosotros, que sufres con los sufrimientos de tantos
que sufren. Tenemos esperanza; sabemos que por encima de las nubes brillan el sol y
las estrellas. Y en Dios buscamos y encontramos siempre nuestro refugio. Y en la oración
aunque sea temerosa encontramos consuelo. Y sobre todo en el Pan encontraremos
satisfacción a nuestra hambre, fuerza en nuestra debilidad, confianza en nuestros
tormentos interiores y exteriores.
Pero la fe, la oración y la eucaristía no pueden nunca ser un mero refugio, una
huida. La fe, la esperanza y la caridad son para el cristiano un compromiso que se
actualiza en la Eucaristía. Esta tiene que ser motor de nuestra vida, exigencia de testimonio.
"No os sorprenda que el mundo os odie" (Un 3,12). Él nos envía, como a Él lo
envió el Padre, para que demos fruto, para ser luz y sol. Nos envió a sembrar, a sembrarnos.
Y en esa tarea encontraremos siempre consuelo, gozo y renovadas fuerzas.
(La Lámpara del Santuario,
3a época, n° 31)
Hoy traemos a este recuadro uno de los muchos artículos que, con periodicidad mensual publicaba D. Luis; mantiene su actualidad de pensamiento.
El Boletin mensual correspondiente a Junio de 2011 de la A.N.E. de la Diócesis de Tui-Vigo ha tenido a bien publicar el mismo, manteniendo vivo el espíritu del Siervo de Dios cuya positio se halla pendiente de que por la Gracia de Dios y para confirmar las virtudes del Fundador de nuestra Obra se produzca el Milagro deseado.
Para ello es preciso conocer a D. Luis; tenerlo presente en nuestras oraciones privadas ante el Señor para que se llegue a alcanzar las gracias pedidas a través de su intercesión.
LA EUCARISTÍA, ¿REFUGIO O COMPROMISO?
"Descansa sólo en Dios, alma mía
porque Él es mi esperanza;
sólo Él es mi roca y mi salvación
Mi alcázar; no vacilaré.
Pueblo suyo, confiad en Él
Desahogad ante Él vuestro corazón
Que Dios es nuestro refugio."
(Salmo 61)
La Sagrada Escritura, los salmos de un modo especial, son una llamada a confiar a
Dios. El es siempre quien no nos falla. Tantas veces repetidas las palabras de
JESUS "no temáis".
Porque son muchas las tormentas que -como los discípulos en la barca- pueden
atemorizarnos. La vida del hombre está sometida a mil temores. Sería una larga lista
el comentarlos. Están por una parte, los inherentes a nuestra limitada condición humana,sobre todo la enfermedad, la muerte...pero además, en nuestra situación familiar, laboral, existen sombras. En todas esas circunstancias hemos buscado en Dios un refugio.
Porque, además, puede estar esa otra tristeza que a veces nos invade. Como la
niebla invade el bosque en una tarde invernal. No sabemos de donde viene y cada vez
se hará más densa. E invade nuestra alma y hasta nuestros huesos. Es, quizás, la
tristeza, la soledad de ser hombre; de querer y no poder, de la insuficiencia de todo lo
humano (y pensamos que hasta de todo lo divino) para liberarnos de esa tristeza para
romper nuestra soledad.
Y también nuestro fallos, nuestros propósitos nunca cumplidos, nuestra insensibilidad
hacia lo que está un poco lejos de nosotros, este mundo podrido de guerras, de
hambre, de egoísmo, de desesperanza. Algo que nos parece írremontable. Y los tremendos
fallos de nuestra Iglesia a la que, con razón, confesamos santa porque Cristo
es su cabeza, y su palabra y sus sacramentos están en la Iglesia y porque en ella ha
habido y hay millones de santos, pero que, a la vez está llena de pecadores. ¡Pero los
pecados se ven tanto!. Y esto nos angustia, nos entristece, nos aplasta. Y por si fuera
poco, ésta cristianofobia que recorre todo el mundo.
Pero "¿Dónde vamos a ir, Tú tienes palabras de vida eterna?". Sabemos que Tú
estás en la barca, que estás con nosotros, que sufres con los sufrimientos de tantos
que sufren. Tenemos esperanza; sabemos que por encima de las nubes brillan el sol y
las estrellas. Y en Dios buscamos y encontramos siempre nuestro refugio. Y en la oración
aunque sea temerosa encontramos consuelo. Y sobre todo en el Pan encontraremos
satisfacción a nuestra hambre, fuerza en nuestra debilidad, confianza en nuestros
tormentos interiores y exteriores.
Pero la fe, la oración y la eucaristía no pueden nunca ser un mero refugio, una
huida. La fe, la esperanza y la caridad son para el cristiano un compromiso que se
actualiza en la Eucaristía. Esta tiene que ser motor de nuestra vida, exigencia de testimonio.
"No os sorprenda que el mundo os odie" (Un 3,12). Él nos envía, como a Él lo
envió el Padre, para que demos fruto, para ser luz y sol. Nos envió a sembrar, a sembrarnos.
Y en esa tarea encontraremos siempre consuelo, gozo y renovadas fuerzas.
(La Lámpara del Santuario,
3a época, n° 31)
miércoles, 1 de junio de 2011
MES DE JUNIO EN HONOR AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
“VENITE AD ME”
MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Corazón de Jesús, Dios y hombre verdadero, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían, Tú nos dices amablemente : “Venid a Mí” y nos repites las palabras que dijiste al paralítico: “confía, hijo, tus pecados te son perdonados” y a la mujer enferma: “confía, hija, tu fe te ha salvado” y a los apóstoles: “soy Yo, no temáis”.
Animado con estas palabras, acudo a Ti con el corazón lleno de confianza, para decirte sinceramente y de lo más íntimo de mi alma:
¡CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO!
- En mis alegrías y tristezas. ¡Corazón de Jesús, en Vos confío!
- En mis negocios y empresas: ¡Corazón de Jesús,…!
- En mi prosperidad y adversidad: ¡Corazón de Jesús,…!
- En las necesidades de mi familia: ¡Corazón de Jesús,…!
- En las tentaciones del demonio: ¡Corazón de Jesús,…!
- En las instigaciones de mis propias pasiones: ¡Corazón de Jesús,…!
- En las persecuciones de mis enemigos: ¡Corazón de Jesús,…!
- En las murmuraciones y calumnias: ¡Corazón de Jesús,…!
- En mis enfermedades y dolores: ¡Corazón de Jesús,…!
- En mis defectos y pecados: ¡Corazón de Jesús,…!
- En la santificación de mi alma: ¡Corazón de Jesús,…!
- Siempre y en toda ocasión: ¡Corazón de Jesús,…!
- En la vida y en la muerte: ¡Corazón de Jesús,…!
- En el tiempo y en la eternidad: ¡Corazón de Jesús,…!
Corazón de amor, en Ti pongo mi confianza, Jesús mío, en Ti confío pues todo lo temo de mi fragilidad y todo lo espero de tu bondad.
A tu Corazón confío… (pídase la gracia) Míralo todo; después haz lo que tu Corazón te diga: deja obrar a tu Corazón.
¡Jesús mío, yo cuento contigo, me fío de Ti, descanso en ti, estoy seguro de tu Corazón!
¡SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO!
MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Corazón de Jesús, Dios y hombre verdadero, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían, Tú nos dices amablemente : “Venid a Mí” y nos repites las palabras que dijiste al paralítico: “confía, hijo, tus pecados te son perdonados” y a la mujer enferma: “confía, hija, tu fe te ha salvado” y a los apóstoles: “soy Yo, no temáis”.
Animado con estas palabras, acudo a Ti con el corazón lleno de confianza, para decirte sinceramente y de lo más íntimo de mi alma:
¡CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO!
- En mis alegrías y tristezas. ¡Corazón de Jesús, en Vos confío!
- En mis negocios y empresas: ¡Corazón de Jesús,…!
- En mi prosperidad y adversidad: ¡Corazón de Jesús,…!
- En las necesidades de mi familia: ¡Corazón de Jesús,…!
- En las tentaciones del demonio: ¡Corazón de Jesús,…!
- En las instigaciones de mis propias pasiones: ¡Corazón de Jesús,…!
- En las persecuciones de mis enemigos: ¡Corazón de Jesús,…!
- En las murmuraciones y calumnias: ¡Corazón de Jesús,…!
- En mis enfermedades y dolores: ¡Corazón de Jesús,…!
- En mis defectos y pecados: ¡Corazón de Jesús,…!
- En la santificación de mi alma: ¡Corazón de Jesús,…!
- Siempre y en toda ocasión: ¡Corazón de Jesús,…!
- En la vida y en la muerte: ¡Corazón de Jesús,…!
- En el tiempo y en la eternidad: ¡Corazón de Jesús,…!
Corazón de amor, en Ti pongo mi confianza, Jesús mío, en Ti confío pues todo lo temo de mi fragilidad y todo lo espero de tu bondad.
A tu Corazón confío… (pídase la gracia) Míralo todo; después haz lo que tu Corazón te diga: deja obrar a tu Corazón.
¡Jesús mío, yo cuento contigo, me fío de Ti, descanso en ti, estoy seguro de tu Corazón!
¡SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO!
TEMA DE REFLEXIÓN para el mes de JUNIO. VIGILIAS NOCTURNAS DE A.N.E.
La Eucaristía y el testimonio de la caridad
Con los párrafos que siguen, finalizamos las palabras pronunciadas por Benedicto XIV el 15 de junio de 2010 en la Basílica de San Juan de Letrán sobre el tema: “Se les abrieron los ojos, lo reconocieron y lo anunciaron”:
La comunión con Cristo en la Eucaristía
“La comunión con Cristo es siempre también comunión con su cuerpo, que es la Iglesia, como recuerda el apóstol Pablo diciendo: "El pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan" (1 Corintios 10, 16-17).
La Eucaristía transforma un simple grupo de personas en comunidad eclesial: la Eucaristía hace Iglesia. Por tanto, es fundamental que la celebración de la santa Misa sea efectivamente la cumbre, la "columna vertebral" de la vida de cada comunidad parroquial. Exhorto a todos a prestar más atención, entre otras cosas con grupos litúrgicos, a la preparación y celebración de la Eucaristía para que cuantos participen puedan encontrar al Señor.
Cristo resucitado se hace presente en nuestro hoy y nos reúne a su alrededor. Al alimentarnos con él, nos liberamos de los vínculos del individualismo y, a través de la comunión con Él, nos convertimos nosotros mismos, juntos, en una sola cosa, en su Cuerpo místico. De este modo se superan las diferencias debidas a la profesión, a la clase social, a la nacionalidad, pues nos descubrimos como miembros de una gran familia, la familia de los hijos de Dios, en la que a cada uno se le da una gracia particular para el bien común. El mundo y los hombres no necesitan una nueva corporación social, sino que tienen necesidad de la Iglesia, que es en Cristo como un sacramento, "es decir, señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano" (Lumen gentium, 1), llamada a hacer resplandecer sobre todas las gentes la luz del Señor resucitado.
Jesús vino a revelarnos el amor del Padre, pues "el hombre no puede vivir sin amor” (Juan Pablo II, encíclica Redemptor hominis, 10). El amor es, de hecho, la experiencia fundamental de todo ser humano, lo que da significado a la existencia humana. Alimentados por la Eucaristía, nosotros también, siguiendo el ejemplo de Cristo, vivimos por Él para ser testigos del amor. Al recibir el Sacramento, entramos en comunión de sangre con Jesucristo. En la concepción judía, la sangre indica la vida; de este modo, podemos decir que al alimentarnos con el Cuerpo de Cristo acogemos la vida de Dios y aprendemos a ver la realidad con sus ojos, abandonando la lógica del mundo para seguir la lógica divina del don y de la gratuidad. San Agustín recuerda que, durante una visión, tuvo la impresión de escuchar la voz del Señor, que le decía: "Yo soy el alimento de los adultos. Crece, y me comerás, sin que por ello me transforme en ti, como alimento de tu carne; pero tú te transformarás en mí" (Cf. Confesiones VII, 10, 16).
Cuando recibimos a Cristo, el amor de Dios se expande en nuestra intimidad, modifica radicalmente nuestro corazón y nos hace capaces de gestos que, por la fuerza difusiva del bien, pueden transformar la vida de aquellos que están a nuestro lado. La caridad es capaz de generar un cambio auténtico y permanente en la sociedad, actuando en los corazones y en las mentes de los hombres, y cuando se vive en la verdad "es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad" (encíclica Charitas in veritate, 1). El testimonio de la caridad para el discípulo de Jesús no es un sentimiento pasajero, sino por el contrario es lo que plasma la vida en cada circunstancia. Aliento a todos, en particular a Cáritas y a los diáconos a comprometerse en el delicado y fundamental campo de la educación en la caridad, como dimensión permanente de la vida personal y comunitaria.
(…)
La misma naturaleza del amor exige opciones de vida definitivas e irrevocables. Me dirijo en particular a vosotros, queridos jóvenes: no tengáis miedo de escoger el amor como regla suprema de vida. No tengáis miedo de amar a Cristo en el sacerdocio y, si en el corazón experimentáis la llamada del Señor, seguidle en esta extraordinaria aventura de amor, poniéndoos en sus manos con confianza. ¡No tengáis miedo de formar familias cristianas que viven el amor fiel, indisoluble y abierto a la vida! Testimoniad que el amor, tal y como lo vivió Cristo y lo enseña el Magisterio de la Iglesia, no quita nada a nuestra felicidad, sino que por el contrario da esa alegría profunda que Cristo prometió a sus discípulos.
Que la Virgen María acompañe con su intercesión maternal el camino de nuestra Iglesia de Roma. María que, de manera totalmente singular vivió la comunión con Dios y el sacrificio del propio Hijo en el Calvario, nos alcance la gracia de vivir cada vez más intensa, plena y conscientemente el misterio de la Eucaristía para anunciar con la palabra y la vida el amor que Dios experimenta por cada hombre.
* * * * * *
Cuestionario
¿Pido al Señor la gracia de que la Comunión con Él en la Eucaristía me ayude a vivir mejor en caridad con los demás?
¿Ruego a la Santísima Virgen que me acompañe a comulgar; que me enseñe a recibir a su Hijo en la Eucaristía?
¿Tengo presente que al comulgar con devoción estoy dando un testimonio vivo de la Presencia Real de Cristo en el Santísimo Sacramento?
Con los párrafos que siguen, finalizamos las palabras pronunciadas por Benedicto XIV el 15 de junio de 2010 en la Basílica de San Juan de Letrán sobre el tema: “Se les abrieron los ojos, lo reconocieron y lo anunciaron”:
La comunión con Cristo en la Eucaristía
“La comunión con Cristo es siempre también comunión con su cuerpo, que es la Iglesia, como recuerda el apóstol Pablo diciendo: "El pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan" (1 Corintios 10, 16-17).
La Eucaristía transforma un simple grupo de personas en comunidad eclesial: la Eucaristía hace Iglesia. Por tanto, es fundamental que la celebración de la santa Misa sea efectivamente la cumbre, la "columna vertebral" de la vida de cada comunidad parroquial. Exhorto a todos a prestar más atención, entre otras cosas con grupos litúrgicos, a la preparación y celebración de la Eucaristía para que cuantos participen puedan encontrar al Señor.
Cristo resucitado se hace presente en nuestro hoy y nos reúne a su alrededor. Al alimentarnos con él, nos liberamos de los vínculos del individualismo y, a través de la comunión con Él, nos convertimos nosotros mismos, juntos, en una sola cosa, en su Cuerpo místico. De este modo se superan las diferencias debidas a la profesión, a la clase social, a la nacionalidad, pues nos descubrimos como miembros de una gran familia, la familia de los hijos de Dios, en la que a cada uno se le da una gracia particular para el bien común. El mundo y los hombres no necesitan una nueva corporación social, sino que tienen necesidad de la Iglesia, que es en Cristo como un sacramento, "es decir, señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano" (Lumen gentium, 1), llamada a hacer resplandecer sobre todas las gentes la luz del Señor resucitado.
Jesús vino a revelarnos el amor del Padre, pues "el hombre no puede vivir sin amor” (Juan Pablo II, encíclica Redemptor hominis, 10). El amor es, de hecho, la experiencia fundamental de todo ser humano, lo que da significado a la existencia humana. Alimentados por la Eucaristía, nosotros también, siguiendo el ejemplo de Cristo, vivimos por Él para ser testigos del amor. Al recibir el Sacramento, entramos en comunión de sangre con Jesucristo. En la concepción judía, la sangre indica la vida; de este modo, podemos decir que al alimentarnos con el Cuerpo de Cristo acogemos la vida de Dios y aprendemos a ver la realidad con sus ojos, abandonando la lógica del mundo para seguir la lógica divina del don y de la gratuidad. San Agustín recuerda que, durante una visión, tuvo la impresión de escuchar la voz del Señor, que le decía: "Yo soy el alimento de los adultos. Crece, y me comerás, sin que por ello me transforme en ti, como alimento de tu carne; pero tú te transformarás en mí" (Cf. Confesiones VII, 10, 16).
Cuando recibimos a Cristo, el amor de Dios se expande en nuestra intimidad, modifica radicalmente nuestro corazón y nos hace capaces de gestos que, por la fuerza difusiva del bien, pueden transformar la vida de aquellos que están a nuestro lado. La caridad es capaz de generar un cambio auténtico y permanente en la sociedad, actuando en los corazones y en las mentes de los hombres, y cuando se vive en la verdad "es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad" (encíclica Charitas in veritate, 1). El testimonio de la caridad para el discípulo de Jesús no es un sentimiento pasajero, sino por el contrario es lo que plasma la vida en cada circunstancia. Aliento a todos, en particular a Cáritas y a los diáconos a comprometerse en el delicado y fundamental campo de la educación en la caridad, como dimensión permanente de la vida personal y comunitaria.
(…)
La misma naturaleza del amor exige opciones de vida definitivas e irrevocables. Me dirijo en particular a vosotros, queridos jóvenes: no tengáis miedo de escoger el amor como regla suprema de vida. No tengáis miedo de amar a Cristo en el sacerdocio y, si en el corazón experimentáis la llamada del Señor, seguidle en esta extraordinaria aventura de amor, poniéndoos en sus manos con confianza. ¡No tengáis miedo de formar familias cristianas que viven el amor fiel, indisoluble y abierto a la vida! Testimoniad que el amor, tal y como lo vivió Cristo y lo enseña el Magisterio de la Iglesia, no quita nada a nuestra felicidad, sino que por el contrario da esa alegría profunda que Cristo prometió a sus discípulos.
Que la Virgen María acompañe con su intercesión maternal el camino de nuestra Iglesia de Roma. María que, de manera totalmente singular vivió la comunión con Dios y el sacrificio del propio Hijo en el Calvario, nos alcance la gracia de vivir cada vez más intensa, plena y conscientemente el misterio de la Eucaristía para anunciar con la palabra y la vida el amor que Dios experimenta por cada hombre.
* * * * * *
Cuestionario
¿Pido al Señor la gracia de que la Comunión con Él en la Eucaristía me ayude a vivir mejor en caridad con los demás?
¿Ruego a la Santísima Virgen que me acompañe a comulgar; que me enseñe a recibir a su Hijo en la Eucaristía?
¿Tengo presente que al comulgar con devoción estoy dando un testimonio vivo de la Presencia Real de Cristo en el Santísimo Sacramento?
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