Domingo de la Semana 26 del Tiempo Ordinario. Ciclo A
«¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
Lectura del libro del profeta Ezequiel (18, 25-28): Cuando el malvado se convierta de su maldad, salvará su vida.
Así dice el Señor:
«Comentáis: No es justo el proceder del Señor.
Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió.
Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»
Sal 24,4bc-5.6-7.8-9: Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses (2, 1-11): Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
Hermanos:
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.
No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (21, 28-32): Recapacitó y fue.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar
en la viña.” Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor.” Pero no fue.
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron:
-«El primero.»
Jesús les dijo:
-«Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios.
Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos
y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
Uno de los temas centrales de este Domingo es la conversión. El texto del profeta Ezequiel quiere mostrarnos que cada uno tiene el deber y la hermosa responsabilidad de convertirse siendo responsable de sus actos y decisiones. Dios, que nos ama profundamente, respeta el don de la libertad que nos ha otorgado (Primera Lectura). Dice Santo Tomás de Aquino: «nada es más adecuado para mover al amor que la conciencia que se tiene de ser amado». En la carta a los Filipenses, Pablo nos exhorta a tomar conciencia del precio que Dios ha pagado por nuestra reconciliación con el sacrificio de su Hijo que: «se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz». Ése es el modelo del cristiano: la humildad y el fiel cumplimiento del Plan del Padre.
En el Evangelio esta enseñanza se profundiza ya que no basta obedecer sólo de palabra los mandamientos de Dios, es necesario que las buenas obras acompañen nuestras palabras. Por esta razón, como dice el Evangelista, los publicanos y las prostitutas precederán a los Maestros de la ley en el Reino de los Cielos. Mientras los primeros dijeron «no» a la voluntad de Dios, pero después se convirtieron de su mala conducta; los segundos, es decir, los Maestros de la ley, creyéndose justos, no sentían la necesidad de convertirse y de hacer penitencia por sus pecados. Con sus palabras decían «sí» a Dios, pero sus obras eran distintas. ¡Qué tragedia el creerse justo y no necesitado de arrepentimiento!
«Él ha abierto los ojos y se ha convertido…vivirá y no morirá»
Para entender la lectura del profeta Ezequiel es preciso enmarcar históricamente el texto. El pueblo se encuentra en el exilio después de la caída de Jerusalén. La tradición teológica interpretaba lo sucedido como el resultado de los pecados y las infidelidades del pueblo a lo largo de su historia. En realidad, se trataba de una situación fatal e ineludible que la generación presente debía sobrellevar. Ellos soportaban las culpas y pecados de sus antepasados pero al mismo tiempo experimentaban que el castigo era superior a las culpas que habían cometido. Se sentían tratados injustamente. Entonces surgía la pregunta: ¿dónde ha quedado el amor de Dios? ¿Dónde está el Dios de Abraham, de Issac, de Jacob? ¿Qué ha sido de la promesa del Señor?
Daba la impresión de que Yahveh rompía su Alianza: el templo había sido destruido; Jerusalén, la ciudad santa, había sido saqueada y devastada, ardía en llamas; el pueblo, deportado... Todo era, pues, desaliento, decaimiento y derrota. El profeta Ezequiel se levanta con fuerte y firme voz y encamina al pueblo por distinta ruta. Así, enuncia el principio general: «Cada uno sufrirá la muerte por su propio pecado». Es decir, la responsabilidad es personal y cada uno responderá de sus propios actos. Asimismo, la retribución también es personal. Efectivamente los actos pasados influyen y condicionan de algún modo el presente, pero no son una herencia fatal al estilo de una tragedia griega. Ciertamente será difícil liberarse de las condiciones del pasado, pero es posible porque «Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (Ez 18,23).
«¡Cristo Jesús es el Señor! »
El himno de la carta a los Filipenses es uno de los textos fundamentales en la elaboración de la cristología. En este himno el centro en torno al cual gira la reflexión es la frase final: «Jesucristo es Señor». En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento, el nombre inefable con el cual Dios se reveló a Moisés (ver Ex 3, 14), YHWH , es traducido por «Kyrios» (Señor). «Señor» se convierte desde entonces en el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza en este sentido el título «Señor» para el Padre, pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (ver 1 Co 2,8).
Así pues, el himno de Filipenses indica claramente la perfecta divinidad y la perfecta humanidad de Cristo. Pues bien, Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. Aquí no se habla de los discursos del Señor, de sus enseñanzas, sino de sus obras: se despojó, tomó la condición de esclavo, se sometió incluso a la muerte.
Él nos enseña el camino que debe seguir el cristiano: el camino de la humildad, el camino del cumplimiento de la voluntad de Dios en las obras, no sólo en las palabras. Aquí vemos también el poder de Cristo que es el poder de la obediencia, del amor y de la verdad. Jesús es el Señor y en Él descansa confiadamente toda nuestra esperanza.
«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado tal autoridad?»
El Evangelio de este Domingo está en un contexto de plena controversia. Jesús ha realizado ya su entrada triunfal en Jerusalén. Lo hizo montado en una asna, que es una cabalgadura real, y a su paso la gente gritaba abiertamente: “¡Hosana el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (Mt 21,9). Entró en el templo y expulsó enérgicamente a los cambistas y vendedores, sanó a ciegos y cojos que allí había. Todo esto no agradó a las autoridades. «Los Sumos Sacerdotes y los escribas al ver los milagros…se indignaron» (Mt 21,15). Querían que Jesús callara los gritos de la gente. Pero Jesús lejos de encontrarlos excesivos, los encuentra adecuados a la realidad y dice: «¿No habéis leído que “de la boca de los niños y de los que aún maman te preparaste alabanza”?» (Mt 21,16). Al día siguiente, nuevamente en el Templo enseñando, se le acercan los Sumos Sacerdotes y los Ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Quién te ha dado tal autoridad?» (Mt 21,23).
La pregunta viene directamente de aquellos que detentan la máxima autoridad religiosa de Israel. Si la pregunta hubiera sido hecha con buena voluntad, Jesús hubiera respondido «Yo soy el Hijo de Dios…Yo y el Padre somos uno…Me ha sido dado el poder sobre el cielo y la tierra» (Jn 10,30.36; Mt 28,18). Pero si hubiera respondido así se habrían rasgado las vestiduras y lo habrían condenado a muerte acusándolo de blasfemia. Todavía no era su hora. Por eso, antes de responder Él hace una pregunta: «¿El bautismo de Juan, de dónde era, del cielo o de los hombres?»(Mt 21,25). Ellos opinan que el bautismo de Juan es de los hombres, pero no quieren arriesgarse a decirlo y responden: «No sabemos». ¡Es falso! La respuesta correcta era: «Sabemos, pero no te lo decimos» Jesús pone en evidencia la falsedad de ellos diciendo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto». Él tampoco lo dice; pero Él no miente.
La parábola de los dos hijos
Hemos hecho esta larga introducción para presentar el contexto de la parábola de los dos hijos, que expone Jesús a continuación. La introduce con una pregunta para comprometer al auditorio: «¿Qué os parece?». Y presenta el caso de los dos hijos a quienes el padre manda a trabajar a su viña. El primero dijo: «No quiero», porque la respuesta es demasiado obvia. Responden: «El primero». Y ahora que han tomado partido, Jesús pone de manifiesto la analogía con la realidad salvífica: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes de vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros en el camino de la justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».
Las autoridades judías del tiempo de Jesús quedan en el lugar del segundo hijo. Ellos detentan la Palabra de Dios y enseñan la conformidad con la voluntad de Dios; ellos dicen a Dios que sí en todo y lo hacen con ostentación, pero no cumplen su voluntad. Por eso cuando vino Juan, enviado por el Señor, no creyeron en él. Y tampoco creen en Jesús. En cambio, los publicanos y las prostitutas, que evidentemente transgreden los mandamientos de Dios, cuando vino Juan, creyeron en él. Son como el primer hijo, que al principio dijo: «No voy», pero después se arrepintió y fue. En confesión de los mismos interlocutores de Jesús, fue éste quien cumplió la voluntad del padre y no el otro.
En todo el episodio está pesando la persona de Juan Bautista que en el Prólogo del cuarto Evangelio es presentado así: «Hubo un hombre, enviado por Dios. Su nombre era Juan. Éste vino para dar testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él» (Jn 1,6-7). Cerrarse a la persona y la predicación de Juan es cerrase a la luz, es cerrarse a Jesús, que es la luz verdadera. Y ésta es la negación definitiva de Dios.
¿Qué importa haber predicado tanto sobre el cumplimiento de los mandamientos, si, llegado el momento de actuar, se falta a su voluntad? A esta actitud se refiere Jesús cuando dice: «No todo el que diga “Señor, Señor “, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). La voluntad del Padre celestial es el amor, pues éste resume toda la ley y los profetas.
Una palabra del Santo Padre:
«Ante todo, queréis ser cristianos.- Ser cristianos significa conocer profunda y orgánicamente las verdades de la fe; significa creerlas firmemente, porque están reveladas por Cristo y enseñadas por la Iglesia; significa, además, seguir los ejemplos de Cristo, dándole testimonio con las obras, sin las cuales la fe estaría como muerta. ¿Acaso entrarán en el reino de los cielos los que dicen "Señor, Señor", más luego no hacen la voluntad del Padre celestial?
No seréis, pues, dignos miembros del Cuerpo místico de Cristo, si tuviereis ciertamente la fe, pero no hiciereis de ella el alma de vuestra vida privada y pública. Para que en vosotros sea conocido y glorificado Jesús, os exhortamos, amados hijos, a la "coherencia" cristiana. Os contemplan amigos y adversarios: los unos, con espera preocupada; los otros, tal vez, con la esperanza de que vuestras empresas tengan éxito infeliz. Sabréis corresponder a la expectación de los amigos; sabréis, sobre todo, sorprender a los enemigos; cuidaréis de que todos vean en vosotros reflejada, como en fidelísimo espejo, la dulce imagen del Redentor divino, con sus virtudes y sus atractivos: con su fortaleza y su mansedumbre; con su justicia y su amor; con sus exigencias y su comprensión; con sus castigos y sus perdones; con sus amenazas y sus promesas; pero, sobre todo, con su vida sin mancha. Sed perfectos -en cuanto posible sea- como Él es perfecto; aproximaos al ideal por Él dejado, de suerte que también vosotros, en pacífica pero firme actitud, podáis preguntar: "Qui arguet me de peccato" "¿Quién, de vosotros, me puede acusar de pecado?"»
Pío XII. A los alcaldes y a los presidentes de las corporaciones provinciales, 22 de julio de 1956.
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. San Ambrosio nos dice acerca del segundo hijo de esta parábola: «El remordimiento es una gracia para el pecador. Sentir el remordimiento y escucharlo prueba que la conciencia no está enteramente apagada. El que siente su herida, desea la curación y toma remedios. Donde no se siente el mal no hay esperanza de vida». ¿Cómo aplico estas palabras a mi propia vida?
2. María, primera discípula, nos enseña lo mismo que su Hijo: pronunciar un “sí” firme, fuerte, y luego mantenerlo con coherencia por toda la vida. Recemos en familia un rosario pidiendo a nuestra Madre el don de la fidelidad.
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 546. 1451-1454.
Colaborador Juan R. Pulido
jueves, 25 de septiembre de 2014
domingo, 14 de septiembre de 2014
Fiesta de la EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
En la cruz está la vida y el consuelo
y ella sola es el camino para el cielo.
En la cruz está el Señor de cielo y tierra,
y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra;
todos los males destierra en este suelo,
y ella sola es el camino para el cielo.
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza con un peso tan dulce en su corteza!
Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.
Tú, solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.
Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
« Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo»
Lectura del libro de los Números (21,4b-9): Miraban a la serpiente de bronce y quedaban curados.
En aquellos días, el pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: -«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.» El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: -«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.» Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: -«Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.» Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
Sal 77,1-2.34-35.36-37.38: No olvidéis las acciones del Señor.
Lectura de la carta de San Pablo a los Filipenses (2,6-11): Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (3,13-17): Tiene que ser elevado el Hijo del Hombre.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
La Cruz sobre la cual Jesús sufrió y murió apenas era originalmente solo un instrumento material para la ejecución de algunos condenados a muerte. Pero ya en la época apostólica ella se transforma en símbolo de su muerte redentora y hasta en sinónimo del mismo Señor Jesús y hasta de la fe cristiana en general. Así San Pablo puede hablar de la Cruz de Jesús como fuerza de Dios (1Co 1,17) .
Los primeros vestigios de la fiesta de la exaltación de la Cruz lo encontramos en la primera mitad del. Siglo VII. Según la llamada “Crónica Alejandrina”, la emperatriz Santa Elena habría descubierto la Cruz del Señor Jesús en el monte Gólgota. Al día siguiente la Cruz habría sido expuesta solemnemente para la veneración de los fieles. Son estos los acontecimientos que originan una conmemoración anual en Constantinopla desde el siglo V y en Roma a finales del siglo VII. El 14 de septiembre las Iglesias que tenían una reliquia mayor de la Cruz (Jerusalén, Constantinopla, Roma) acostumbraban a exponerla para la veneración de los fieles en una ceremonia solemne . Por otro lado, la liturgia galicana conocía una fiesta de la Cruz, en el siglo VII, que se celebraba el 3 de mayo. En esa fecha, en 628, el emperador Heraclio, recuperó la reliquia de la Cruz que se hallaba en manos de los persas y la llevo triunfalmente a Jerusalén.
Esta fiesta también se celebraba en el Calendario Romano apareciendo con el nombre de “Invención de la Cruz” y la del 14 de septiembre bajo el nombre de “Exaltación de la Cruz”. El Beato Juan XXIII va a unificar las fiestas suprimiendo la del 3 de mayo, aunque en algunos países – por ejemplo en el Perú - se sigue celebrando en ese día la “Veneración de la Santa Cruz”.
Sin duda el centro de nuestras lecturas será el contemplar y venerar a Jesucristo Crucificado. Así como el pueblo Dios se curará al contemplar a la serpiente de bronce (Primera Lectura); San Pablo, en este bello himno cristológico, nos invita a vivir la misma dinámica que Jesús vivió: morir a la muerte para vivir la vida eterna. Finalmente San Juan nos ofrece el hermoso y profundo diálogo entre Jesús y Nicodemo: el Verbo se hizo carne para que tengamos «vida eterna». Dios no quiere nuestra muerte sin que participemos con Él de la bienaventuranza celestial.
«Hemos pecado por haber hablado contra Yahveh y contra ti»
El libro de los Números nos narra la historia del pueblo de Israel durante los casi 40 años de peregrinación por el desierto del Sinaí. Comienza relatando los acontecimientos que sucedieron dos años después de la salida de Egipto y termina, precisamente con la entrada en Canaán, la tierra prometida. El título del libro: «Números»; se debe a las dos numeraciones o censos de los israelitas en el monte Sinaí y en las llanuras de Moab, al otro lado del Jordán, frente a Jericó. Durante este periodo los israelitas se asentaron durante algún tiempo en el oasis de Cades Barne, y después siguieron caminando hacia una región al este del Jordán. El libro de los Números, y lo vemos en el pasaje de la lectura, es la larga y triste historia de las quejas y del descontento de Israel. Se rebelaban contra Moisés y hasta contra Dios mismo que los había librado de la miseria que vivían en Egipto. Sin embargo solamente dos personas: Caleb y Josué, entre todos los que habían salido de Egipto, fueron fieles y sobrevivieron para entrar en la tierra prometida.
La Primera Lectura narra el paso del pueblo de Israel por la tierra de los edomitas. La ocupación sedentaria de Edom no había alcanzado el golfo de Ácaba y los israelitas tomaron la ruta normal que les permitía rodear el territorio sin problemas. Algunos edomitas se dedicaban al comercio, otros a la extracción del cobre o a la agricultura. El pueblo de Israel se impacienta y cansado reniega del «pan del cielo» (ver Sal 77, 25) que ahora les parece insípido a pesar de recibirlo gratuita y diariamente. San Pablo se referirá a este pasaje diciendo: «Ni tentemos al Señor como algunos de ellos le tentaron y perecieron víctimas de las serpientes» (1Co 10,9); porque despreciar el don es despreciar al donante. Lamentablemente lo mismo sucede con nosotros cuando no valoramos el privilegio de poder recibir el verdadero «maná del cielo» - la Santa Eucaristía - en la misa dominical.
Yahveh manda al pueblo ingrato y rebelde «serpientes abrasadoras». La palabra «abrasador» proviene de la palabra «saraf», que Isaías 30, 6 representa como una serpiente alada o dragón. Por otro lado la palabra hebrea de «serpiente» también significa «abrasador» . Cuando leemos el pedido de Yahveh a Moisés, le está pidiendo colocar una serpiente de bronce sobre un mástil. Ésta serpiente, remedio contra las mordeduras, será figura de la Cruz Reconciliadora de Jesucristo. La serpiente de bronce se conservó en el Templo hasta el tiempo del rey Ezequías , quien la hizo pedazos para evitar su culto idolátrico (ver 2R 18,4).
«Siendo de condición divina, no retuvo ávidamente ser igual a Dios»
San Pablo en este hermoso himno cristológico de la carta a los Filipenses nos descubre la infinita paradoja de la «kenosis» o abajamiento de Jesús en la cual reside todo su misterio íntimo: se hizo obediente al Padre «hasta la muerte y muerte de cruz». Por eso sin prejuicio de dejar perfectamente establecida su divinidad y su igualdad con el Padre (ver Jn 3,13; 5, 18-23), por lo cual el mismo Padre se encarga de darle testimonio de muchas maneras (ver Mt 3, 17; 5, 17; Jn 1, 33; Lc 22, 42 s); Jesús renuncia en su aspecto exterior a la igualdad con Dios y abandona todas sus prerrogativas para no ser más que el «Enviado» que habla de lo que el Padre le ha pedido que diga y las obras que le ha encomendado hacer.
«Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar…sino para que se salve»
El Evangelio hace parte de la entrevista que tuvo Nicodemo con Jesús una noche en Jerusalén. El centro de diálogo se encuentra en el versículo 11 que es el inicio de nuestra lectura evangélica: «nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio». Ante todo, ¿quién era Nicodemo? Lo que sabemos de él es que era fariseo y miembro del consejo supremo judío (el Sanedrín). Lo veremos defendiendo a Jesús cuando los fariseos querían prenderle (Jn 7,50) y también llevando los aromas para embalsar el cuerpo del Maestro (Jn 19,39 - 42). Su nombre, en griego , quiere decir «pueblo victorioso». Nicodemo fue uno de los pocos judíos socialmente importantes que siguieron a Jesús, aunque lo hiciera con cierto recelo. La circunstancia material del encuentro tiene un profundo significado espiritual en el Evangelio de San Juan. Cuando Judas deja a Cristo era de noche (Jn 13,30). Ahora Nicodemo viene a Cristo, cuando es de noche. El primero huía de la luz; éste busca la luz en medio e la oscuridad.
Nicodemo dice a Jesús: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las seña¬les que tú realizas si Dios no está con él». «Rabbí» quiere decir literalmente “maestro mío” en un tono muy respetuoso a diferencia de «Rabboni» que indica más afecto y cercanía. Las señales por las cuales Nicodemo se ve urgido de hablar con Jesús las leemos en los versículos anteriores: «Mientras Jesús estuvo en Jerusalén por la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en él al ver las señales que realizaba» (Jn 2,23). Sin duda uno de los muchos que creyeron era Nicodemo. Para comprender esta reacción de la gente es necesario saber qué se entiende por «señal» en el Evangelio de San Juan. Una «señal» es un hecho milagroso. Juan lo llama «señal», porque este hecho visible por todos deja en evidencia la gloria de Jesús que supera la experiencia sensible inmediata. Por eso la señal puede suscitar en la persona – dependiendo de su apertura a la gracia - una respuesta de fe; como Tomás cuando vio ante sí a Jesús con las heridas de la Pasión y exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28).
n su diálogo con Nicodemo Jesús nos va a dejar tal vez una de las afirmaciones más impresionantes sobre el amor de Dios hacia el mundo: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna». Lo primero que hace Jesús es darnos una señal, algo que será visto por todos: «Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna»". Jesús evoca un episodio muy marcante en la historia del pueblo de Israel (el que hemos leído en la Primera Lectura).
Así como la serpiente de bronce, el «Hijo del hombre» tiene que ser levantado en el estandarte de la cruz para librarnos de la muerte eterna que merecemos nuestros pecados. Y es que siempre la Cruz tiene el doble sentido de, por un lado, ser elevado en la cruz y por otro, ser elevado a la gloria del Padre. Ambos movimientos coinciden. Discutiendo con los judíos Jesús les dice: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy» (Jn 8,28). Quiere decir que allí quedará en evidencia la verdadera identidad divina de Jesús. En otra ocasión les dice: «Yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32).
La Santa Cruz es el signo más evidente del amor de Dios. ¿Qué explicación o motivación se puede dar al hecho de que el Hijo eterno de Dios se haya hecho hombre para morir en la cruz? No hay otra explicación ni otra motivación que el amor de Dios hacia todos y cada uno de los hombres. Es un amor gratuito, sin mérito alguno de nuestra parte. El que cree en esto es destinatario de esta promesa de Cristo: «No perecerá sino que tiene la vida eterna». El que no crea rehúsa el amor de Dios y se excluye de la salvación. San Pablo no se cansaba de contemplar este hecho y de llamar la atención de los hombres sobre la misericordia de Dios: «La prueba de que Dios nos ama es que, siendo nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rm 5,8). Dios no podía darnos un signo mayor de su amor que la cruz de Cristo. Para eso fue elevado Jesús sobre la cruz: para que lo mire¬mos, creamos y tengamos vida eterna.
Una palabra del Santo Padre:
“Aquel árbol había hecho tanto mal y este árbol nos lleva a la salvación, a la salud. Perdona ese mal. Éste es el recorrido de la historia del hombre: un camino para encontrar a Jesucristo Redentor, que da su vida por amor. En efecto, Dios no ha enviado al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo fuera salvado por medio de Él. Este árbol de la Cruz nos salva, a todos nosotros, de las consecuencias de aquel otro árbol, donde comenzó la autosuficiencia, el orgullo, la soberbia de querer conocer - nosotros - todo, según nuestra mentalidad, según nuestros criterios, y también según esa presunción de ser y de llegar a ser los únicos seres del mundo. Ésta es la historia del hombre: de un árbol al otro...
¡Dios hace este recorrido por amor! No hay otra explicación: sólo el amor hace estas cosas. Hoy miramos la Cruz, historia del hombre e historia de Dios. Miramos esta Cruz, donde se puede probar esa miel de aloe, esa miel amarga, esa dulzura amarga del sacrificio de Jesús. Pero este misterio es tan grande y nosotros solos no podemos ver bien este misterio, no tanto para comprender, sí, comprender..., sino sentir profundamente la salvación de este misterio. Ante todo el misterio de la Cruz. Sólo se puede comprender un poquito de rodillas, en la oración, pero también a través de las lágrimas: son las lágrimas las que nos acercan a este misterio...
Sin llorar, llorar en el corazón jamás se podrá comprender este misterio...Es el llanto del arrepentido, el llanto del hermano y de la hermana que ven tantas miserias humanas y las miran en Jesús, pero de rodillas y llorando, y jamás solos, ¡jamás solos!..
Para entrar en este misterio, que no es un laberinto pero que se parece un poco, siempre tenemos necesidad de la Madre, de la mano de la mamá. Que Ella, María, nos haga sentir cuán grande y cuán humilde es este misterio; cuán dulce como la miel y cuán amargo como el aloe. Que sea Ella quien nos acompañe en este camino, que ningún otros puede hacer sino nosotros mismos. ¡Cada uno debe hacerlo! Con la mamá, llorando y de rodillas».
Francisco. Homilía del 14 de septiembre de 2013.
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. ¿Cómo es mi relación con la cruz que tengo que llevar diariamente? ¿La aceptó con docilidad? ¿Me rebelo? ¿Es mi «escalera para cielo», como decía Santa Rosa de Lima?
2. Tomemos conciencia de aquellas personas que tienen que sobrellevar situaciones mucho más difíciles de la que nosotros vivimos. Pidamos por los enfermos abandonados, por aquellos que no tienen un hogar, por los niños que son abortados, etc.
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 218 – 221. 595 – 623.
Artículo facilitado por mi amigo Juan R. Pulido
y ella sola es el camino para el cielo.
En la cruz está el Señor de cielo y tierra,
y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra;
todos los males destierra en este suelo,
y ella sola es el camino para el cielo.
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza con un peso tan dulce en su corteza!
Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.
Tú, solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.
Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
« Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo»
Lectura del libro de los Números (21,4b-9): Miraban a la serpiente de bronce y quedaban curados.
En aquellos días, el pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: -«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.» El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: -«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.» Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: -«Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.» Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
Sal 77,1-2.34-35.36-37.38: No olvidéis las acciones del Señor.
Lectura de la carta de San Pablo a los Filipenses (2,6-11): Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (3,13-17): Tiene que ser elevado el Hijo del Hombre.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
La Cruz sobre la cual Jesús sufrió y murió apenas era originalmente solo un instrumento material para la ejecución de algunos condenados a muerte. Pero ya en la época apostólica ella se transforma en símbolo de su muerte redentora y hasta en sinónimo del mismo Señor Jesús y hasta de la fe cristiana en general. Así San Pablo puede hablar de la Cruz de Jesús como fuerza de Dios (1Co 1,17) .
Los primeros vestigios de la fiesta de la exaltación de la Cruz lo encontramos en la primera mitad del. Siglo VII. Según la llamada “Crónica Alejandrina”, la emperatriz Santa Elena habría descubierto la Cruz del Señor Jesús en el monte Gólgota. Al día siguiente la Cruz habría sido expuesta solemnemente para la veneración de los fieles. Son estos los acontecimientos que originan una conmemoración anual en Constantinopla desde el siglo V y en Roma a finales del siglo VII. El 14 de septiembre las Iglesias que tenían una reliquia mayor de la Cruz (Jerusalén, Constantinopla, Roma) acostumbraban a exponerla para la veneración de los fieles en una ceremonia solemne . Por otro lado, la liturgia galicana conocía una fiesta de la Cruz, en el siglo VII, que se celebraba el 3 de mayo. En esa fecha, en 628, el emperador Heraclio, recuperó la reliquia de la Cruz que se hallaba en manos de los persas y la llevo triunfalmente a Jerusalén.
Esta fiesta también se celebraba en el Calendario Romano apareciendo con el nombre de “Invención de la Cruz” y la del 14 de septiembre bajo el nombre de “Exaltación de la Cruz”. El Beato Juan XXIII va a unificar las fiestas suprimiendo la del 3 de mayo, aunque en algunos países – por ejemplo en el Perú - se sigue celebrando en ese día la “Veneración de la Santa Cruz”.
Sin duda el centro de nuestras lecturas será el contemplar y venerar a Jesucristo Crucificado. Así como el pueblo Dios se curará al contemplar a la serpiente de bronce (Primera Lectura); San Pablo, en este bello himno cristológico, nos invita a vivir la misma dinámica que Jesús vivió: morir a la muerte para vivir la vida eterna. Finalmente San Juan nos ofrece el hermoso y profundo diálogo entre Jesús y Nicodemo: el Verbo se hizo carne para que tengamos «vida eterna». Dios no quiere nuestra muerte sin que participemos con Él de la bienaventuranza celestial.
«Hemos pecado por haber hablado contra Yahveh y contra ti»
El libro de los Números nos narra la historia del pueblo de Israel durante los casi 40 años de peregrinación por el desierto del Sinaí. Comienza relatando los acontecimientos que sucedieron dos años después de la salida de Egipto y termina, precisamente con la entrada en Canaán, la tierra prometida. El título del libro: «Números»; se debe a las dos numeraciones o censos de los israelitas en el monte Sinaí y en las llanuras de Moab, al otro lado del Jordán, frente a Jericó. Durante este periodo los israelitas se asentaron durante algún tiempo en el oasis de Cades Barne, y después siguieron caminando hacia una región al este del Jordán. El libro de los Números, y lo vemos en el pasaje de la lectura, es la larga y triste historia de las quejas y del descontento de Israel. Se rebelaban contra Moisés y hasta contra Dios mismo que los había librado de la miseria que vivían en Egipto. Sin embargo solamente dos personas: Caleb y Josué, entre todos los que habían salido de Egipto, fueron fieles y sobrevivieron para entrar en la tierra prometida.
La Primera Lectura narra el paso del pueblo de Israel por la tierra de los edomitas. La ocupación sedentaria de Edom no había alcanzado el golfo de Ácaba y los israelitas tomaron la ruta normal que les permitía rodear el territorio sin problemas. Algunos edomitas se dedicaban al comercio, otros a la extracción del cobre o a la agricultura. El pueblo de Israel se impacienta y cansado reniega del «pan del cielo» (ver Sal 77, 25) que ahora les parece insípido a pesar de recibirlo gratuita y diariamente. San Pablo se referirá a este pasaje diciendo: «Ni tentemos al Señor como algunos de ellos le tentaron y perecieron víctimas de las serpientes» (1Co 10,9); porque despreciar el don es despreciar al donante. Lamentablemente lo mismo sucede con nosotros cuando no valoramos el privilegio de poder recibir el verdadero «maná del cielo» - la Santa Eucaristía - en la misa dominical.
Yahveh manda al pueblo ingrato y rebelde «serpientes abrasadoras». La palabra «abrasador» proviene de la palabra «saraf», que Isaías 30, 6 representa como una serpiente alada o dragón. Por otro lado la palabra hebrea de «serpiente» también significa «abrasador» . Cuando leemos el pedido de Yahveh a Moisés, le está pidiendo colocar una serpiente de bronce sobre un mástil. Ésta serpiente, remedio contra las mordeduras, será figura de la Cruz Reconciliadora de Jesucristo. La serpiente de bronce se conservó en el Templo hasta el tiempo del rey Ezequías , quien la hizo pedazos para evitar su culto idolátrico (ver 2R 18,4).
«Siendo de condición divina, no retuvo ávidamente ser igual a Dios»
San Pablo en este hermoso himno cristológico de la carta a los Filipenses nos descubre la infinita paradoja de la «kenosis» o abajamiento de Jesús en la cual reside todo su misterio íntimo: se hizo obediente al Padre «hasta la muerte y muerte de cruz». Por eso sin prejuicio de dejar perfectamente establecida su divinidad y su igualdad con el Padre (ver Jn 3,13; 5, 18-23), por lo cual el mismo Padre se encarga de darle testimonio de muchas maneras (ver Mt 3, 17; 5, 17; Jn 1, 33; Lc 22, 42 s); Jesús renuncia en su aspecto exterior a la igualdad con Dios y abandona todas sus prerrogativas para no ser más que el «Enviado» que habla de lo que el Padre le ha pedido que diga y las obras que le ha encomendado hacer.
«Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar…sino para que se salve»
El Evangelio hace parte de la entrevista que tuvo Nicodemo con Jesús una noche en Jerusalén. El centro de diálogo se encuentra en el versículo 11 que es el inicio de nuestra lectura evangélica: «nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio». Ante todo, ¿quién era Nicodemo? Lo que sabemos de él es que era fariseo y miembro del consejo supremo judío (el Sanedrín). Lo veremos defendiendo a Jesús cuando los fariseos querían prenderle (Jn 7,50) y también llevando los aromas para embalsar el cuerpo del Maestro (Jn 19,39 - 42). Su nombre, en griego , quiere decir «pueblo victorioso». Nicodemo fue uno de los pocos judíos socialmente importantes que siguieron a Jesús, aunque lo hiciera con cierto recelo. La circunstancia material del encuentro tiene un profundo significado espiritual en el Evangelio de San Juan. Cuando Judas deja a Cristo era de noche (Jn 13,30). Ahora Nicodemo viene a Cristo, cuando es de noche. El primero huía de la luz; éste busca la luz en medio e la oscuridad.
Nicodemo dice a Jesús: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las seña¬les que tú realizas si Dios no está con él». «Rabbí» quiere decir literalmente “maestro mío” en un tono muy respetuoso a diferencia de «Rabboni» que indica más afecto y cercanía. Las señales por las cuales Nicodemo se ve urgido de hablar con Jesús las leemos en los versículos anteriores: «Mientras Jesús estuvo en Jerusalén por la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en él al ver las señales que realizaba» (Jn 2,23). Sin duda uno de los muchos que creyeron era Nicodemo. Para comprender esta reacción de la gente es necesario saber qué se entiende por «señal» en el Evangelio de San Juan. Una «señal» es un hecho milagroso. Juan lo llama «señal», porque este hecho visible por todos deja en evidencia la gloria de Jesús que supera la experiencia sensible inmediata. Por eso la señal puede suscitar en la persona – dependiendo de su apertura a la gracia - una respuesta de fe; como Tomás cuando vio ante sí a Jesús con las heridas de la Pasión y exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28).
n su diálogo con Nicodemo Jesús nos va a dejar tal vez una de las afirmaciones más impresionantes sobre el amor de Dios hacia el mundo: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna». Lo primero que hace Jesús es darnos una señal, algo que será visto por todos: «Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna»". Jesús evoca un episodio muy marcante en la historia del pueblo de Israel (el que hemos leído en la Primera Lectura).
Así como la serpiente de bronce, el «Hijo del hombre» tiene que ser levantado en el estandarte de la cruz para librarnos de la muerte eterna que merecemos nuestros pecados. Y es que siempre la Cruz tiene el doble sentido de, por un lado, ser elevado en la cruz y por otro, ser elevado a la gloria del Padre. Ambos movimientos coinciden. Discutiendo con los judíos Jesús les dice: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy» (Jn 8,28). Quiere decir que allí quedará en evidencia la verdadera identidad divina de Jesús. En otra ocasión les dice: «Yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32).
La Santa Cruz es el signo más evidente del amor de Dios. ¿Qué explicación o motivación se puede dar al hecho de que el Hijo eterno de Dios se haya hecho hombre para morir en la cruz? No hay otra explicación ni otra motivación que el amor de Dios hacia todos y cada uno de los hombres. Es un amor gratuito, sin mérito alguno de nuestra parte. El que cree en esto es destinatario de esta promesa de Cristo: «No perecerá sino que tiene la vida eterna». El que no crea rehúsa el amor de Dios y se excluye de la salvación. San Pablo no se cansaba de contemplar este hecho y de llamar la atención de los hombres sobre la misericordia de Dios: «La prueba de que Dios nos ama es que, siendo nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rm 5,8). Dios no podía darnos un signo mayor de su amor que la cruz de Cristo. Para eso fue elevado Jesús sobre la cruz: para que lo mire¬mos, creamos y tengamos vida eterna.
Una palabra del Santo Padre:
“Aquel árbol había hecho tanto mal y este árbol nos lleva a la salvación, a la salud. Perdona ese mal. Éste es el recorrido de la historia del hombre: un camino para encontrar a Jesucristo Redentor, que da su vida por amor. En efecto, Dios no ha enviado al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo fuera salvado por medio de Él. Este árbol de la Cruz nos salva, a todos nosotros, de las consecuencias de aquel otro árbol, donde comenzó la autosuficiencia, el orgullo, la soberbia de querer conocer - nosotros - todo, según nuestra mentalidad, según nuestros criterios, y también según esa presunción de ser y de llegar a ser los únicos seres del mundo. Ésta es la historia del hombre: de un árbol al otro...
¡Dios hace este recorrido por amor! No hay otra explicación: sólo el amor hace estas cosas. Hoy miramos la Cruz, historia del hombre e historia de Dios. Miramos esta Cruz, donde se puede probar esa miel de aloe, esa miel amarga, esa dulzura amarga del sacrificio de Jesús. Pero este misterio es tan grande y nosotros solos no podemos ver bien este misterio, no tanto para comprender, sí, comprender..., sino sentir profundamente la salvación de este misterio. Ante todo el misterio de la Cruz. Sólo se puede comprender un poquito de rodillas, en la oración, pero también a través de las lágrimas: son las lágrimas las que nos acercan a este misterio...
Sin llorar, llorar en el corazón jamás se podrá comprender este misterio...Es el llanto del arrepentido, el llanto del hermano y de la hermana que ven tantas miserias humanas y las miran en Jesús, pero de rodillas y llorando, y jamás solos, ¡jamás solos!..
Para entrar en este misterio, que no es un laberinto pero que se parece un poco, siempre tenemos necesidad de la Madre, de la mano de la mamá. Que Ella, María, nos haga sentir cuán grande y cuán humilde es este misterio; cuán dulce como la miel y cuán amargo como el aloe. Que sea Ella quien nos acompañe en este camino, que ningún otros puede hacer sino nosotros mismos. ¡Cada uno debe hacerlo! Con la mamá, llorando y de rodillas».
Francisco. Homilía del 14 de septiembre de 2013.
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. ¿Cómo es mi relación con la cruz que tengo que llevar diariamente? ¿La aceptó con docilidad? ¿Me rebelo? ¿Es mi «escalera para cielo», como decía Santa Rosa de Lima?
2. Tomemos conciencia de aquellas personas que tienen que sobrellevar situaciones mucho más difíciles de la que nosotros vivimos. Pidamos por los enfermos abandonados, por aquellos que no tienen un hogar, por los niños que son abortados, etc.
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 218 – 221. 595 – 623.
Artículo facilitado por mi amigo Juan R. Pulido
Sínodo sobre la familia, del 5 al 19 de octubre
Desde el anuncio de su convocatoria, por parte del papa Francisco, el Sínodo de Obispos ha suscitado gran expectación. El documento de trabajo “Instrumentum laboris” servirá para el debate dentro de la Asamblea sinodal. Se ha realizado teniendo en cuenta las respuestas de todas las diócesis del mundo al cuestionario enviado el pasado año.
Como es sabido, el tema es: “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”. Un tema central para la Iglesia y para la sociedad. El documento que prepara la reflexión eclesial consta de tres partes. La primera trata sobre el plan y el designio de Dios sobre la familia. La segunda aborda algunos desafíos planteados actualmente a la familia: crisis de la fe, difusión de las parejas de hecho, uniones entre personas del mismo sexo, separados y divorciados que se han vuelto a casar, familias monoparentales, situaciones de irregularidad canónica, etc. En la tercera se presentan algunas cuestiones relacionadas con la apertura a la vida, la responsabilidad educativa de los padres, las dificultades en la recepción del magisterio de la Iglesia y la praxis sacramental.
En su conjunto, el documento proporciona una visión de la realidad de la familia en el contexto actual. Representa el inicio de una profunda reflexión, cuyo desarrollo se llevará a cabo en dos etapas: la Asamblea General Extraordinaria (2014) y la Ordinaria (2015). Es decir, en realidad, el Sínodo no termina con la Asamblea que va a tener lugar en el presente mes de octubre. El Papa ha convocado un segundo Sínodo de carácter ordinario para octubre del 2015. Se trata de una Asamblea más representativa, con la participación de mayor número de obispos, elegidos en las respectivas Conferencias Episcopales, que sobre la reflexión realizada, buscará orientaciones operativas pastorales.
La publicación del Documento de trabajo proporciona a toda la Iglesia la información pertinente para conocer qué hará y qué no hará el Sínodo, qué cuestiones se van a estudiar y debatir y, de manera especial, cuál es el punto de partida de todo el trabajo. Es un signo precioso de la comunión existente entre todas las Iglesias locales, que ayudará a hacer efectiva la colegialidad deseada en la Iglesia universal.
Eugenio Alburquerque, Director del Boletín Salesiano.
Artículo tomado del Boletín Diocesano de A.N.E. Málaga
sábado, 13 de septiembre de 2014
VIGILIA DE ESPIGAS EN BENEJÚZAR ( Murcia )
VIGILIA DE ESPIGAS EN BENEJÚZAR
El próximo sábado 27 de septiembre se celebrará en el Santuario Diocesano de Ntra. Sra. del Pilar de Benejúzar la tradicional Vigilia de Espigas Diocesana con motivo del Jubileo concedido por el Papa Francisco.
19:30 Bienvenida y Recepción de Banderas
20:15 Procesión de Banderas y rezo del Santo Rosario
21:00 Celebración de la Eucaristía y Vísperas. Al finalizar Exposición del Santísimo
21:45 Procesión Eucarística
22:00h. Turno de Vela. Al finalizar Bendición y Reserva
lunes, 8 de septiembre de 2014
VIGILIA EN CALA MILLOR
VIGILIA DE LA ADORACIÓN NOCTURNA EN CALA MILLOR
Cala Millor, 02 de de 2014 11:30:00
Próximamente, se podría constituir un turno dependiente de la recién restaurada sección de Artà.
Continuando con su programa de vísperas en las zonas costeras durante el verano, la Adoración Nocturna de Mallorca celebró una el pasado 1 de agosto en la parroquia de la Virgen de los Ángeles de Cala Millor, en plenas fiestas de su titular. La celebración sirvió, además, para dar a conocer a un buen grupo de feligreses interesados la obra de la Adoración y, próximamente, se podría constituir un turno dependiente de la recién restaurada sección de Artà.
Tras la presentación, a cargo de fray Pedro J. Vallespir TOR, rector, y del delegado de Zona del ANE en Baleares, expuso el Santísimo Sacramento el vicedirector diocesano, Mn. Joan Juan, diácono permanente. Acto seguido, todos los presentes, entre los cuales, miembros de las secciones de Palma (con el vicepresidente y representantes del Consejo Diocesano), Artà y simpatizantes de Manacor, rezaron el Oficio de Lectura de la Virgen de los Ángeles, fiesta propia de la Familia Franciscana. Después de un buen rato de oración personal en silencio, se hizo presente el director espiritual diocesano, Mn. Joan Pons, quien, después de una exhortación, procedió a la bendición con el Santísimo y posterior reserva. La parroquia ofreció finalmente un refresco a los adoradores.
Información publicada por Agencia Baléria, recibida de nuestro Delegado de Zona D. Santiago M. Amer
Cala Millor, 02 de de 2014 11:30:00
Próximamente, se podría constituir un turno dependiente de la recién restaurada sección de Artà.
Continuando con su programa de vísperas en las zonas costeras durante el verano, la Adoración Nocturna de Mallorca celebró una el pasado 1 de agosto en la parroquia de la Virgen de los Ángeles de Cala Millor, en plenas fiestas de su titular. La celebración sirvió, además, para dar a conocer a un buen grupo de feligreses interesados la obra de la Adoración y, próximamente, se podría constituir un turno dependiente de la recién restaurada sección de Artà.
Tras la presentación, a cargo de fray Pedro J. Vallespir TOR, rector, y del delegado de Zona del ANE en Baleares, expuso el Santísimo Sacramento el vicedirector diocesano, Mn. Joan Juan, diácono permanente. Acto seguido, todos los presentes, entre los cuales, miembros de las secciones de Palma (con el vicepresidente y representantes del Consejo Diocesano), Artà y simpatizantes de Manacor, rezaron el Oficio de Lectura de la Virgen de los Ángeles, fiesta propia de la Familia Franciscana. Después de un buen rato de oración personal en silencio, se hizo presente el director espiritual diocesano, Mn. Joan Pons, quien, después de una exhortación, procedió a la bendición con el Santísimo y posterior reserva. La parroquia ofreció finalmente un refresco a los adoradores.
Información publicada por Agencia Baléria, recibida de nuestro Delegado de Zona D. Santiago M. Amer
lunes, 1 de septiembre de 2014
Intenciones de oración del Santo Padre confiadas al Apostolado de la oración para el mes de Septiembre
Universal: Para que los discapacitados mentales reciban el amor y la ayuda que necesitan para llevar una vida digna.
Por la Evangelización: Para que los cristianos, inspirados en la Palabra de Dios, se comprometan al servicio de los pobres y de los que sufren.
Por la Evangelización: Para que los cristianos, inspirados en la Palabra de Dios, se comprometan al servicio de los pobres y de los que sufren.
Temas de reflexión para nuestras Vigilias durante el mes de Septiembre
Bienaventuranzas.- VII.- Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
¿Quiénes son los “Bienaventurados que tienen hambre y sed de justicia”? Quienes aman a Dios –Bien inmutable y eterno- sobre todas las personas y sobre todas las cosas, y desean que ellos y todos los hombres den gloria a Dios en todas sus acciones. Quienes se alegran de la conversión de los pecadores, porque así los pecadores también podrán apreciar la misericordia y el amor de Dios. Quienes se gozan cuando el nombre de Dios es ensalzado, querido y venerado, porque saben que es ésa la verdadera justicia, y que en dar “gloria de Dios”, adquiere la criatura su verdadera dignidad.
Quienes luchan para erradicar de la sociedad cualquier tipo de discriminación y de injusticias en el trato entre los ciudadanos, hombres y mujeres, defendiendo la libertad de todos dentro del respeto mutuo y del reconocimiento de la personalidad de cada uno. Quienes luchan por salarios justos, por los derechos a la educación, por la libertad de vivir y de expresar la Fe.
Quienes anhelan cambiar leyes injustas que impiden que en la sociedad de los hombres reine una atmósfera de paz y de caridad, de solidaridad, que permiten la matanza de inocentes en el seno materno; que invitan a la destrucción de las familias, con divorcios y procedimientos acelerados para deshacer cualquier vínculo matrimonial. Quienes se esfuerzan por superar cualquier tipo de discriminación dentro de la sociedad, porque saben que todos los hombres somos hijos de Dios.
Quienes defienden y luchan para que sea reconocido el derecho de los padres a la educación de sus hijos, y no permiten manipulaciones y adoctrinamientos en la formación humana, moral, religiosa de sus hijos, ni por parte del Estado, ni de ninguna otra institución civil ni religiosa, en la que ellos no hayan confiado para la educación de la familia.
Quienes luchan para que la Iglesia pueda anunciar libremente a Cristo en todos los lugares del mundo. Quienes se solidarizan con los marginados y desvinculados de la sociedad, por motivos ideológicos, de fortuna, de enfermedad, de religión, de sexo, etc. Quienes defienden el derecho a nacer, a la vida, de que los que se presentan al mundo con el síndrome Down o con cualquier otro tipo de discapacidad.
Hambre y sed de justicia es la que manifiestan todos los cristianos cuando tienen hambre de que Cristo sea conocido, amado, adorado. El cristiano sabe que Cristo es “el Camino, la Verdad y la Vida”, y que la mejor obra de justicia y de caridad que puede hacer, es ayudar, con su palabra y el ejemplo de su vida, a que otras personas descubran también esta Verdad que ilumina al mundo, a los hombres, a su historia, a su vida y a su muerte.
Cristo expresó su “hambre y sed de justicia”, entre otros momentos, al recordar a los Apóstoles que “había venido a traer fuego (el fuego es figura del Espíritu Santo) a la tierra y ¿qué he de querer sino que se encienda?” (Lc 12, 49). Al actuar movido “por el celo de la casa del Padre”, y expulsar a los mercaderes del templo (cfr. Jn 2, 17). Al prometernos que: “lo que pidiereis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn 14, 13); y de manera muy particular cuando se hace uno con los “hambrientos, los sedientos, los peregrinos, los desnudos, los enfermos, los encarcelados” (cfr. Mt 35 y ss), y dice a sus discípulos: “En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis”.
Esta bienaventuranza manifiesta claramente la acción de la Caridad en el alma del cristiano. Caridad que le lleva a amar a Dios sobre todas las cosas, y a gozarse en que Cristo sea reconocido como Hijo de Dios hecho hombre, y ver que los hombres caminan en la verdad: “Me alegré mucho al encontrar entre tus hijos quienes viven según la verdad” (2 Jn 4).
* * * * * *
Cuestionario
--------------------------------------------------------------------------------
1.- ¿Me esfuerzo y animo a otros, para aunar esfuerzos y conseguir que en la sociedad sean promulgadas leyes en defensa de la vida, leyes que reconozcan la personalidad del concebido no nacido, leyes a favor de la familia y para ayudar a todas las familias, especialmente a las familias numerosas?
2.- ¿Me preocupo de las situaciones de injusticia contra la vida, la familia, las personas, que están a mí alrededor? ¿Hago discriminaciones con algún tipo de personas, negándoles las posibilidades de trabajar?
3.- ¿Vivo la caridad con los más necesitados, especialmente con los discapacitados, los enfermos, los marginados, los emigrantes?
¿Quiénes son los “Bienaventurados que tienen hambre y sed de justicia”? Quienes aman a Dios –Bien inmutable y eterno- sobre todas las personas y sobre todas las cosas, y desean que ellos y todos los hombres den gloria a Dios en todas sus acciones. Quienes se alegran de la conversión de los pecadores, porque así los pecadores también podrán apreciar la misericordia y el amor de Dios. Quienes se gozan cuando el nombre de Dios es ensalzado, querido y venerado, porque saben que es ésa la verdadera justicia, y que en dar “gloria de Dios”, adquiere la criatura su verdadera dignidad.
Quienes luchan para erradicar de la sociedad cualquier tipo de discriminación y de injusticias en el trato entre los ciudadanos, hombres y mujeres, defendiendo la libertad de todos dentro del respeto mutuo y del reconocimiento de la personalidad de cada uno. Quienes luchan por salarios justos, por los derechos a la educación, por la libertad de vivir y de expresar la Fe.
Quienes anhelan cambiar leyes injustas que impiden que en la sociedad de los hombres reine una atmósfera de paz y de caridad, de solidaridad, que permiten la matanza de inocentes en el seno materno; que invitan a la destrucción de las familias, con divorcios y procedimientos acelerados para deshacer cualquier vínculo matrimonial. Quienes se esfuerzan por superar cualquier tipo de discriminación dentro de la sociedad, porque saben que todos los hombres somos hijos de Dios.
Quienes defienden y luchan para que sea reconocido el derecho de los padres a la educación de sus hijos, y no permiten manipulaciones y adoctrinamientos en la formación humana, moral, religiosa de sus hijos, ni por parte del Estado, ni de ninguna otra institución civil ni religiosa, en la que ellos no hayan confiado para la educación de la familia.
Quienes luchan para que la Iglesia pueda anunciar libremente a Cristo en todos los lugares del mundo. Quienes se solidarizan con los marginados y desvinculados de la sociedad, por motivos ideológicos, de fortuna, de enfermedad, de religión, de sexo, etc. Quienes defienden el derecho a nacer, a la vida, de que los que se presentan al mundo con el síndrome Down o con cualquier otro tipo de discapacidad.
Hambre y sed de justicia es la que manifiestan todos los cristianos cuando tienen hambre de que Cristo sea conocido, amado, adorado. El cristiano sabe que Cristo es “el Camino, la Verdad y la Vida”, y que la mejor obra de justicia y de caridad que puede hacer, es ayudar, con su palabra y el ejemplo de su vida, a que otras personas descubran también esta Verdad que ilumina al mundo, a los hombres, a su historia, a su vida y a su muerte.
Cristo expresó su “hambre y sed de justicia”, entre otros momentos, al recordar a los Apóstoles que “había venido a traer fuego (el fuego es figura del Espíritu Santo) a la tierra y ¿qué he de querer sino que se encienda?” (Lc 12, 49). Al actuar movido “por el celo de la casa del Padre”, y expulsar a los mercaderes del templo (cfr. Jn 2, 17). Al prometernos que: “lo que pidiereis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn 14, 13); y de manera muy particular cuando se hace uno con los “hambrientos, los sedientos, los peregrinos, los desnudos, los enfermos, los encarcelados” (cfr. Mt 35 y ss), y dice a sus discípulos: “En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis”.
Esta bienaventuranza manifiesta claramente la acción de la Caridad en el alma del cristiano. Caridad que le lleva a amar a Dios sobre todas las cosas, y a gozarse en que Cristo sea reconocido como Hijo de Dios hecho hombre, y ver que los hombres caminan en la verdad: “Me alegré mucho al encontrar entre tus hijos quienes viven según la verdad” (2 Jn 4).
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Cuestionario
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1.- ¿Me esfuerzo y animo a otros, para aunar esfuerzos y conseguir que en la sociedad sean promulgadas leyes en defensa de la vida, leyes que reconozcan la personalidad del concebido no nacido, leyes a favor de la familia y para ayudar a todas las familias, especialmente a las familias numerosas?
2.- ¿Me preocupo de las situaciones de injusticia contra la vida, la familia, las personas, que están a mí alrededor? ¿Hago discriminaciones con algún tipo de personas, negándoles las posibilidades de trabajar?
3.- ¿Vivo la caridad con los más necesitados, especialmente con los discapacitados, los enfermos, los marginados, los emigrantes?
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