sábado, 30 de diciembre de 2017

Tiempo de Navidad. Sagrada Familia. Ciclo B – 31 de diciembre de 2017 «Mis ojos han visto tu salvación»


Lectura del libro de Eclesiástico (3,2-6.12-14): El que teme al Señor honra a sus padres.

Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole.
El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.

Salmo 127,1-2.3.4-5: ¡Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos! R. /

¡Dichoso el que teme al Señor // y sigue sus caminos! // Comerás el fruto de tu trabajo, // serás dichoso, te irá bien. R. /

Tu mujer, como parra fecunda, // en medio de tu casa; // tus hijos, como renuevos de olivo, // alrededor de tu mesa. R. /

Esta es la bendición del hombre // que teme al Señor. // Que el Señor te bendiga desde Sión, // que veas la prosperidad de Jerusalén, // todos los días de tu vida. R. /

Lectura de la carta de San Pablo a los Colosenses (3,12-21): La vida de familia vivida en el Señor.

Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.


O bien, en este Año B:


Lectura del libro del Génesis (15,1-6; 21,1-3): Te heredará uno salido de tus entrañas. (Power)

En aquellos días, Abrán recibió en una visión la palabra del Señor: "No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante." Abrán contestó: "Señor, ¿de qué me sirven tus dones, si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi casa?" Y añadió: "No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará."
La palabra del Señor le respondió: "No te heredará ése, sino uno salido de tus entrañas." Y el Señor lo sacó afuera y le dijo: "Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes." Y añadió: "Así será tu descendencia." Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber.
El Señor se fijó en Sara, como lo había dicho; el Señor cumplió a Sara lo que le había prometido. Ella concibió y dio a luz un hijo a Abrán, ya viejo, en el tiempo que había dicho. Abrán llamó al hijo que le había nacido, que le había dado Sara, Isaac.

Salmo 104,1b-2.3-4.5-6.8-9: El Señor es nuestro Dios, se acuerda de su alianza eternamente. R./

Dad gracias al Señor, invocad su nombre, // dad a conocer sus hazañas a los pueblos. // Cantadle al son de instrumentos, // hablad de sus maravillas. R./

Gloriaos de su nombre santo, // que se alegren los que buscan al Señor. // Recurrid al Señor y a su poder, // buscad continuamente su rostro. R./

Recordad las maravillas que hizo, // sus prodigios, las sentencias de su boca. // ¡Estirpe de Abrahán, su siervo; // hijos Se Jacob, su elegido! R./

Se acuerda de su alianza eternamente, // de la palabra dada, por mil generaciones; // de la alianza sellada con Abrahán, // del juramento hecho a Isaac. R./

Lectura de la carta de San Pablo a los (11,8.11-12.17-19): Fe de Abrahán, de Sara y de Isaac. (Power)

Hermanos: Por fe, obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe, también Sara, cuando ya le había pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar un linaje, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía.
Y así, de uno solo y, en este aspecto, ya extinguido, nacieron hijos numerosos como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Por fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac; y era su hijo único lo que ofrecía, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: "Isaac continuará tu descendencia." Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar muertos. Y así, recobró a Isaac como figura del futuro.

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Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (2, 22- 40): El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría. (Power)
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.


 Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

San Juan Pablo II decía proféticamente: «¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia! Es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia». Sin duda una de las instituciones naturales que más está siendo atacada por los embates de la llamada «cultura del descarte» es la familia. La Iglesia ha querido entre la celebración del nacimiento de Jesús y la Maternidad Divina de María ; reservar una fiesta para volver los ojos a Jesús, María y José pero no a cada uno por separado sino unidos en una Santa Familia. La vinculación y las relaciones que existen entre ellos es la de una familia normal.

Y es éste el mensaje central de este Domingo: rescatar el valor insustituible de la familia centrada en el sacramento del matrimonio. El entender que Dios mismo se ha educado en la escuela más bella que el ser humano tiene para crecer y fortalecerse y así llenarse de sabiduría y gracia: la familia. Él mismo ha querido vivir esta experiencia familiar y nos ha dejado así un hermoso legado.

Es por eso que todas las lecturas están centradas en la familia. El libro del Eclesiástico nos trae consejos muy prácticos y claros sobre los deberes entre los padres y los hijos siendo las relaciones mutuas e interdependientes. San Pablo en su carta a los Colosenses, nos habla de las exigencias del amor en el seno familiar: perdonarse y aceptarse mutuamente como lo hizo Jesucristo. Finalmente, en el Evangelio de San Lucas vamos a leer el pasaje de la presentación en el Templo de Jerusalén. Jesús, una tierna criatura, es reconocida como el Mesías por dos personas ancianas: Simeón y Ana. Pero además veremos cómo, poco a poco Santa María va siendo educada en pedagogía divina del dolor-alegría.

 La Sagrada Familia

La fiesta de la Sagrada Familia se trata de una fiesta bastante reciente. La devoción a la Sagrada Familia de Jesús, María y José tuvo un fuerte florecimiento en Canadá y fue muy favorecida por el Papa León XIII. Desde 1893 se permitía celebrar la Fiesta en diversas diócesis en el tercer Domingo después de la Epifanía del Señor.

Fue finalmente introducida en el Calendario litúrgico en el año de 1921 y su ubicación en este momento cercano a la Navidad es recién del año 1969 y obedece a la necesidad de vincularla más al misterio de la Navidad. Ante esta situación, la Iglesia nos recuerda que el Hijo de Dios se encarnó y nació en el seno de una familia, para enseñarnos que la familia es la institución dispuesta por Dios para la venida a este mundo de todo ser humano.

Para el pueblo de Israel era claro que la salvación del ser humano no podía suceder sino por una intervención de Dios mismo en la historia humana. Tenía que ser una intervención de igual magnitud que la creación o mayor aún. Por eso tenía que ser Dios mismo quien interviniese. Pero sólo Dios sabía que esto ocurriría por la Encarna¬ción de su Hijo único, el cual asumiendo la natura¬leza humana «pasa¬ría por uno de tan¬tos» (Flp 2,7). Pero esto no podía ocurrir sino en el seno de una familia. Cuando Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María ella no era una mujer sola, sino una mujer casada con José. Jesús nació entonces en una familia. Si esta circunstancia no hubiera sido decisiva para nuestra salvación el Evangelio de Lucas y el de Mateo no la habrían destacado. El Hijo de Dios no sólo asumió y redimió a todo ser humano, sino también la institución necesaria para el desarrollo armónico de todo ser humano: la familia. ¡No puede quedar más realzada la importancia de la familia!

En este día tenemos que considerar a Jesús en su condi¬ción de hijo de María y de José; a la Virgen María en su condición de madre y esposa; y a San José en su condi¬ción de padre y jefe del hogar. La familia de Naza¬ret es la escuela de todas las virtudes humanas. Allí res¬plandece el amor, la piedad, la generosidad, la abnega¬ción de sí mismo y la atención al otro, la senci¬llez, la pureza; en una palabra, la santidad. ¿Qué es lo que tiene de particu¬lar esta familia? ¿Qué es lo más notable en ella? En ella está excluido todo egoísmo. Cada uno de sus miembros tiene mayor interés por los otros que por sí mismo.

Sin duda podemos afirmar que viven las virtudes que leemos en la Carta a los Colosenses: «misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente». Esta debe de ser la «hoja de ruta» que han de seguir las familias hoy en día. Son muchas las familias que se separan porque cada uno quiere hacer «su propia vida», porque cada uno busca su propio interés.

 Presentación en el Templo

El Evangelio de hoy nos relata el momento en que el Niño Jesús es presentado por sus padres a Dios en el Templo de Jerusalén. Toda la familia emprende este largo viaje desde Nazaret a Jerusalén –aproximadamente unos100 km. - con el fin de cumplir lo que estaba escrito. Leemos en el texto la sana preocupación por cumplir la «Ley del Señor». Esto lo hacían José y María con absoluta serie¬dad y dedica-ción. El texto concluye diciendo: «Después que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret». Este rasgo de la Familia de Nazaret nos enseña que, cuando en la familia o en la sociedad en general hay respeto por la ley de Dios, reina el amor y el bien común; en cambio, cuando Dios es excluido, reina el egoísmo que se plasma en leyes civiles que buscarán satisfacer intereses particulares y “olvidarse” de los principios fundamentales de la convivencia social.

Sin duda nos llama la atención que la Sagrada Familia haya podido sufrir estrecheces económi¬cas y apuros como ocurrió cuando fueron rechazados de todos los albergues y tuvieron que refugiarse en un pese¬bre para que la Virgen diera a luz a su Hijo, es decir, a nivel infrahu¬mano; haya podido sufrir persecución, como ocurrió cuando Herodes buscó al Niño para matarlo; sufrir el exilio, como ocurrió cuando debieron huir a Egipto y vivir allí hasta la muerte de Herodes. Pero todo lo sobrelleva¬ban con paciencia y serenidad porque estaba allí Jesús.

En efecto, no vemos que ninguno de los miembros de esa fami¬lia se haya quejado de tener que sufrir situaciones tan adver¬sas. Ocurre lo que enseña la Imitación de Cristo: «Cuando Jesús está presente, todo está bien y nada parece difícil; por el contrario, cuando Él está ausente, todo se vuelve pesado» .
 Simeón y Ana

Dos personajes importantes se hacen presentes en el relato evangélico: Simeón y Ana. Al ver a José y María entrando al templo con Jesús, tuvieron una revelación sobre la identi¬dad de este Niño. Simeón es presentado como «un hombre justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel, y estaba en él el Espíritu Santo». Es un anciano que, por su edad ya está próximo a la muerte. Pero había recibido de parte de Dios una certeza que llenaba de sentido y de gozo la prolonga¬ción de sus años: «Le había sido revelado por el Espíri¬tu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo (Ungido) del Señor». «Ungido del Señor» es la expresión con que se llama al esperado de Israel. Se le nombra con lo que es más propio de Él: la unción. ¿Por qué la unción?

La unción es el signo externo que garantiza la presencia en Él del Espíritu del Señor. Jesús no fue ungido por nadie para que recibiera el Espíritu Santo; Él nació «ungido» desde el seno de su madre. Esto es lo que dice el ángel Gabriel a su madre cuando le anuncia su concepción virginal: «El Espíri¬tu Santo vendrá sobre ti... por eso el nacido santo será llamado Hijo de Dios» (Lc 1,35). Nacido «santo» quiere decir: consagrado, ungido, separado para Dios y lleno del Espíritu Santo. Simeón toma en sus brazos al Niño y se dirige a Dios diciendo: «Mis ojos han visto tu salva¬ción, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, Luz para alumbrar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» .

Ana contaba con 84 años de edad cuando reconoció a Jesús como «Mesiás» cuando lo presentan en el Templo de Jerusalén. Era hija de Fanuel, de la tribu de Aser, y tras un matrimonio de siete años consagró el resto de su vida a servir en el Templo mediante ayuno y oraciones (ver Lc 2,36-38). Para comprender por qué, entre todos los que entra¬ban y salían, sólo Ana y Simeón conocie¬ron quién era este Niño hay que fijarse la breve descripción que nos deja San Lucas: «Simeón era un hombre justo y piadoso... y estaba en él el Espíri¬tu Santo»; por su parte, «Ana era una profeti¬sa, que permane¬ció viuda hasta los ochenta y cuatro años y no se apartaba del templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oracio¬nes». Ambos tenían una especial y particular relación con el Espíritu Santo. Dóciles a sus mociones los lleva a ser de las primeras personas de Israel en reconocer a Jesús como Mesías y Salvador.

 Dolor y alegría

«Y a tu misma alma una espada la traspasará». Ciertamente no son las palabras más alentadoras que podría esperar María después de haber escuchado el «Nunc dimittis». Porla profecía de Simeón se despierta en el corazón de Santa María el presentimiento de un misterio infinitamente doloroso en la vida de su querido Hijo. Hasta entonces Ella no había escuchado sino las palabras del Arcángel Gabriel que le anunciaba para Jesús el trono de su padre David (Lc 1,32). Simeón las confirma pero introduce «una espada» - el rechazo del Mesías por Israel ( Lc 1,34) – cuya divina pedagogía tendrá su ápice al pie de la Cruz (Jn 19, 25-27).

 Honra a tu padre y a tu madre...

En la tradición judía del Eclesiástico y en el cumplimiento cristiano, según la carta de san Pablo a los Colosenses, vemos la naturaleza religiosa del respeto y de la reverencia filial hacia los padres naturales. En la tradición judía los padres debían ser honrados y temidos, sobre todo por ser los transmisores de la Ley de Dios a sus hijos. De hecho, en el cuarto Mandamiento, el verbo usado para hacer referencia a los padres, al honor, se utiliza también en otros textos de las Escrituras, tales como Isaías 29, para referirse a Dios. Esto implica un motivo sobrenatural más alto por las dos partes, para los hijos que honren a sus padres y también, para los padres, un papel más importante hacia sus hijos que la generación natural.

San Pablo es muy sucinto; hay deberes cristianos hacia el marido y la esposa, así como hacia los padres y hacia los hijos. El cumplimiento de estos deberes agrada a Dios. Esto mismo lo expresaba Israel en su poesía, como se canta en el Salmo que se recita en la liturgia de este día: «Dichoso el hombre que teme al Señor y sigue sus caminos» (Sal 128). ¿En qué consiste esa dicha? Lo dice el mismo salmo: «Tu mujer como vid fecunda en medio de tu casa; tus hijos como renuevos de olivo alrededor de tu mesa».Ésta es la descripción de un ambiente familiar sano, en que los hijos numerosos y llenos de vida rodean a sus padres. El Salmo agrega: «Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor». Es decir, gozar de una vida familiar plena

Una palabra del Santo Padre:

«El Evangelio de hoy invita a las familias a acoger la luz de esperanza que proviene de la casa de Nazaret, en la cual se ha desarrollado en la alegría la infancia de Jesús, quien —dice san Lucas— «iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (2, 52). El núcleo familiar de Jesús, María y José es para todo creyente, y en especial para las familias, una auténtica escuela del Evangelio. Aquí admiramos el cumplimiento del plan divino de hacer de la familia una especial comunidad de vida y amor. Aquí aprendemos que todo núcleo familiar cristiano está llamado a ser «iglesia doméstica», para hacer resplandecer las virtudes evangélicas y llegar a ser fermento de bien en la sociedad. Los rasgos típicos de la Sagrada Familia son: recogimiento y oración, mutua comprensión y respeto, espíritu de sacrificio, trabajo y solidaridad.

Del ejemplo y del testimonio de la Sagrada Familia, cada familia puede extraer indicaciones preciosas para el estilo y las opciones de vida, y puede sacar fuerza y sabiduría para el camino de cada día.La Virgen y san José enseñan a acoger a los hijos como don de Dios, a generarlos y educarlos cooperando de forma maravillosa con la obra del Creador y donando al mundo, en cada niño, una sonrisa nueva. Es en la familia unida donde los hijos alcanzan la madurez de su existencia, viviendo la experiencia significativa y eficaz del amor gratuito, de la ternura, del respeto recíproco, de la comprensión mutua, del perdón y de la alegría.

Quisiera detenerme sobre todo en la alegría. La verdadera alegría que se experimenta en la familia no es algo casual y fortuito. Es una alegría que es fruto de la armonía profunda entre las personas, que hace gustar la belleza de estar juntos, de sostenernos mutuamente en el camino de la vida. Pero en la base de la alegría está siempre la presencia de Dios, su amor acogedor, misericordioso y paciente hacia todos.

Si no se abre la puerta de la familia a la presencia de Dios y a su amor, la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos y se apaga la alegría. En cambio, la familia que vive la alegría, la alegría de la vida, la alegría de la fe, la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad».

Papa Francisco. Ángelus 27 de diciembre de 2015.





 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana.

1. El ejemplo de entrega, fidelidad, dedicación, unión; que la Familia de Nazaret nos transmite es muy grande. ¿Qué falta en mi familia? ¿Qué debo de cambiar para este nuevo año?

2. ¿Cómo vivo en mi familia las virtudes mencionadas en la Carta a los Colosenses?

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 2196- 2233.2360-2365.


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texto facilitado por J.R. Pulido, presidente del Consejo Diocesano de Toledo y vicepresidente del Consejo nacional de la Adoración Nocturna Española.

fotografia: Nacimiento Napolitano, con figuras de madera; Iglesia del Santo Ángel, ( PP. Carmelitas, Sevilla ) foto CAMESO

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