sábado, 12 de enero de 2019

Bautismo del Señor. Ciclo C – 13 de enero de 2019 «Tú eres mi Hijo Amado, el predilecto»


Lectura del libro del profeta Isaías (40, 1-5.9-11): Se revelará la Gloria del Señor, y la verán todos los hombres.

«Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.»
Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos - ha hablado la bo-ca del Señor-».
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.»

Sal 103,1-2a.5-6.10.12.24.35c: Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! R./

Bendice, alma mía, al Señor, // ¡Dios mío, qué grande eres! // Te vistes de belleza y majestad, // la luz te envuelve como un manto. R./

Asentaste la tierra sobre sus cimientos, // y no vacilará jamás; // la cubriste con el manto del océano, // y las aguas se posaron sobre las montañas. R./

De los manantiales sacas los ríos, // para que fluyan entre los montes; // junto a ellos habitan las aves del cielo, // y entre las frondas se oye su canto. R./

Cuántas son tus obras, Señor, // y todas las hiciste con sabiduría; // la tierra está llena de tus criaturas. R./

¡Bendice, alma mía, al Señor! R./

Lectura de la carta de San Pablo a Tito (2, 11-14; 3, 4-7): Nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo.

Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renun-ciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y reli¬giosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo.
Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedi-cado a las buenas obras.
Cuando ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hayamos hecho no¬sotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado, con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre noso-tros por medio de Jesucris¬to, nuestro Salvador.
Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna.

o bien:

Is 42,1-4.6-7: Mirad a mi siervo, a quien prefiero.
Sal 28,la.2.3ac-4.3b.9b-10: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hch 10,34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.

en los dos casos el evangelio es:

Lectura del santo Evangelio según San Lucas (3, 15-16.21-22): Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo.

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: -Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»


 Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

Sin que aparezca la palabra «novedad» en los textos litúrgicos, todos ellos se refieren, en cierta mane-ra, a la novedad de la acción de Dios en la historia. Es nuevo el lenguaje de Dios en Isaías: «ha terminado la esclavitud..., que todo valle sea elevado y todo monte y cerro rebajado..., ahí viene el Señor Yahveh con poder y su brazo lo sojuzga todo». Es absolutamente nuevo que Jesús sea bautizado por Juan, que el cielo se abra, que el Espíritu descienda en forma de paloma, que se oiga una voz del cielo: «Tú eres mi hijo predi-lecto». Es nueva la realidad del hombre que ha recibido el bautismo: «un baño de regeneración y de reno-vación del Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Se-ñor».

 La novedad sólo puede venir de Dios

El hombre, desde los mismos inicios, lleva la huella del pecado original. Se trata de una realidad común a toda la humanidad. Esta es la triste condición humana. El hombre puede gritar, desesperarse, blasfemar; o puede sentir el peso de la culpa, pedir perdón y ayuda, esperar. Lo que está claro es que sólo Dios puede echarle una mano; sólo Dios puede cambiar su vieja condición pecadora en pura novedad de gracia y mise-ricordia.

Está igualmente claro que Dios siempre está de parte del hombre y actúa en favor de él, porque «ha si-do creado a imagen y semejanza suya». La liturgia presenta tres momentos históricos de la intervención de Dios: primero interviene para liberar al pueblo israelita de la esclavitud de Babilonia (primera lectura), luego para revelar al mundo la filiación divina de Jesús (Evangelio), finalmente para manifestar a los hombres la nueva situación creada en quienes han recibido el bautismo (segunda lectura). La consecuencia es lógica: Si Dios ha intervenido en el pasado con una irrupción de vida y esperanza nuevas, Dios interviene en el presente e intervendrá en el futuro, porque el nombre más propio de Dios es la fidelidad.

 La manifestación de Jesús

La manifestación («epifanía») de Jesús se realiza en tres momentos. En los tres se trata de poner en evidencia ante los hombres quién es Jesús. El primer momento es el que se recuerda en la solem¬ni¬dad de la Epifanía que celebrábamos el Domingo pasado: llegan tres magos de oriente pre¬guntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha naci¬do?». Cuando lo encuentran le ofrecen dones: oro como a Rey, incienso como a Dios y mirra como a quien ha de morir. Empezamos a comprender quién es este Niño que nació en medio de nosotros tan ignorado.

El segundo momento ocurre en el bautismo de Jesús por medio de Juan en el Jordán. Es el momento que celebramos este Domingo. El mismo Juan responde acerca de su bautismo: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis... yo he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel» (Jn 1,26.31). Esa manifestación es la que nos narra el Evangelio de hoy.El tercer momento ocurre en las bodas de Caná. Este pasaje, que es el Evangelio del próximo Domingo, termina diciendo el Evangelista: «En Caná de Galilea comenzó Jesús sus señales, manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos» (Jn 2,11).

 El pueblo estaba a la espera...

El Evangelio de hoy nos informa sobre el ambiente que se vivía en Israel cuando Jesús comienza su ministerio público. Las personas más sensibles a los cami¬nos de Dios presentían que estaba cerca el mo-mento en que Dios iba a cumplir su promesa de salvación (enviando al Cristo, al Mesías anunciado en los profetas). En esto tenían razón, porque el Cristo ya estaba en medio de ellos, pero no en su identificación. «Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazo¬nes acerca de Juan, si no sería él el Cristo». Juan recti¬fica inmediata¬mente, indicando lo más esencial del Cristo: estará lleno del Es-píritu Santo. Así estaba anunciado. Y no sólo estará lleno del Espíritu, sino que Él lo comuni¬cará a los hom-bres.

David había sido establecido como rey en Israel por medio de la unción por parte del profeta Samuel. David era entonces un Ungido (un Mesías). Pero no fue la unción la que hizo de él el gran rey que recuerda la histo¬ria, sino el Espíritu de Dios que por medio de ese signo visible le había sido comunicado. Había que atribuir todo lo grande que fue David al Espíritu de Dios que estaba en él. Juan bien sabía esto. Por eso lo expresa de la manera más evidente: «El Cristo bautizará en Espíritu Santo».

 El Espíritu Santo

Habiendo sido bautizado Jesús, «se abrió el cielo y bajó sobre Él el Espíritu Santo en forma corporal como una paloma». Hay algo insólito en esta des¬cripción que no debe pasar inadvertido. El texto dice lite-ralmente que el Espíritu bajó "en forma corporal" (en griego: "soma¬tikó"). ¿Cómo es posible un espíritu cor-po¬ral? El Espíritu es inmaterial. Pero en este caso era necesario que se viera, para que quedara en eviden-cia que en Jesús se cumplen las palabras de Dios sobre el Mesías espera¬do: «He puesto mi Espíritu sobre él». Y como si este signo no fuera suficiente para iden¬tifi¬car al Cristo, una voz del cielo le dice: «Tú eres mi Hijo, yo te he engen¬drado hoy».

En los episodios siguientes Lucas insiste sobre la presencia del Espíritu en Jesús. Después del bautismo dice: «Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán y era conducido por el Espíritu en el desierto» (Lc 4,1). Y concluida la narración de las tentaciones, agrega: «Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu» (Lc 4,14). Pero, sobre todo, es Jesús mismo el que, entrando en la sinagoga de Nazaret, lee la profecía de Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido». Y la comenta así: «Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy» (Lc 4,18.21). Es lo mismo que afirmar: «Esta profecía se refiere a mí, yo soy el que poseo el Espíritu del Señor, yo soy el Ungido, el Mesías».

Siendo uno de la Trinidad, Jesús posee el Espíritu desde la eternidad. Pero en cuanto se ha hecho hombre lo recibe para realizar la obra de la redención y comunicarlo a los hombres. Por eso «Él bautiza en el Espíritu Santo». El Espíritu, que recibimos de Cristo, después que Él lo ha recibido del Padre, nos configu-ra con Él, sobre todo, en su condición de Hijo de Dios. San Pablo lo dice de manera insuperable: "Habéis recibido un Espíritu de hijos adopti¬vos, que nos hace exclamar: '¡Abba, Padre!' El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios" (Rom 8,15-16).

 Una palabra del Santo Padre:

«Vosotros lleváis al bautismo a vuestros hijos y este es el primer paso para esa tarea que vosotros te-néis, la tarea de la transmisión de la fe. Pero tenemos necesidad del Espíritu Santo para transmitir la fe, solos no podemos. Poder transmitir la fe es una gracia del Espíritu Santo, la posibilidad de transmitirla; y es por eso que vosotros lleváis a vuestros hijos, para que reciban al Espíritu Santo, reciban la Trinidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— que habitará en sus corazones.

Quisiera deciros solo una cosa, que se refiere a vosotros: la transmisión de la fe se puede hacer solo «en dialecto», en el dialecto de la familia, en el dialecto de papá y mamá, del abuelo, de la abuela.

Después llegarán los catequistas para desarrollar esta primera transmisión con ideas, con explicacio-nes... Pero no os olvidéis de esto: se hace «en dialecto» y si falta el dialecto, si en casa no se habla entre los padres en la lengua del amor, la transmisión no es tan fácil, no se podrá hacer.No os olvidéis. Vuestra tarea es transmitir la fe pero hacerlo con el dialecto del amor de vuestra casa, de la familia.

También ellos [los niños] tienen su propio «dialecto» ¡que nos sienta bien escuchar! Ahora todos están callados, ¡pero basta que uno dé el tono para que después continúe la orquesta! ¡El dialecto de los niños!

Y Jesús nos aconseja ser como ellos, hablar como ellos. Nosotros no debemos olvidar esta lengua de los niños, que hablan como pueden, pero es la lengua que gusta tanto a Jesús.

Y en vuestras oraciones sed simples como ellos, decid a Jesús lo que hay en vuestro corazón como lo dicen ellos. Hoy lo dirán con el llanto, sí, como hacen los niños.El dialecto de los padres que es el amor por transmitir la fe, y el dialecto de los niños que debe ser acogido por los padres para crecer en la fe.

Continuaremos ahora la ceremonia; y si ellos comienzan con el concierto es porque no están cómodos o tienen demasiado calor o no se sienten a gusto o tienen hambre...Si tienen hambre, amamantadles, sin miedo, dadles de comer, porque también este es un lenguaje de amor».

(Papa Francisco. Homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor. 7 de enero de 2018.)




 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana.

1. En el Catecismo se dice que el bautismo imprime carácter, es decir, el bautismo se recibe una sola vez y para toda la vida. ¿Qué pasa, entonces, cuando no se vive como cristiano? ¿Cuandose vive indiferente a la propia fe? ¿Cuándo se tiene más fe en horóscopos y supersticiones que las verda-des que Dios nos ha transmitido?

2. “Recuerda que eres un bautizado”, “Sé lo que eres, vive lo que eres”. ¿Soy consciente del com-promiso que he asumido con mi bautismo?

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 1262 - 1274.

texto JUAN RAMON PULIDO. Toledo





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