ENCUENTROS CON JESÚS EUCARISTÍA
Mayo de 2011
X.- La Eucaristía y el testimonio de la caridad (Cont.)
Continuamos con las palabras pronunciadas por Benedicto XIV el 15 de junio de 2010 en la Basílica de San Juan de Letrán sobre el tema: “Se les abrieron los ojos, lo reconocieron y lo anunciaron”:
El encuentro transformador con Cristo en la Eucaristía.
“La Santa Misa, celebrada con respeto de las normas liturgias y con una valoración adecuada de la riqueza de los signos y de los gestos, favorece y promueve el crecimiento de la fe eucarística. En la celebración eucarística no nos inventamos algo, sino que entramos en una realidad que nos precede; es más, abarca el cielo y la tierra y, por tanto, también el pasado, el futuro y el presente.
Esta apertura universal, este encuentro con todos los hijos e hijas de Dios es la grandeza de la Eucaristía: salimos al encuentro de la realidad de Dios presente en el cuerpo y la sangre del Resucitado entre nosotros. Por tanto, las prescripciones litúrgicas dictadas por la Iglesia no son algo exterior, sino que expresan concretamente esta realidad de la revelación del cuerpo y sangre de Cristo y, de este modo la oración revela la Fe según el antiguo principio de lex orandi - lex credendi. Por esto, podemos decir que "la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la misma Eucaristía bien celebrada" (exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis, 64).
Es necesario que, en la liturgia, aparezca con claridad la dimensión trascendente, la dimensión del Misterio del encuentro con el Divino, que ilumina y eleva también la dimensión “horizontal”, es decir, el lazo de comunión y de solidaridad que se da entre quienes pertenecen a la Iglesia.
De hecho, cuando prevalece esta última, no se comprende plenamente la belleza, la profundidad y la importancia del Misterio celebrado.
Queridos hermanos en el sacerdocio: a vosotros el obispo ha encomendado, en el día de la ordenación sacerdotal, la tarea de presidir la Eucaristía. Llevad siempre en vuestro corazón el ejercicio de esta misión: celebrar los divinos misterios con una participación interior intensa para que los hombres y las mujeres de nuestra ciudad puedan santificarse, entrar en contacto con Dios, verdad absoluta y amor eterno.
Y tengamos también presente que la Eucaristía, unida a la cruz, a la resurrección del Señor, ha abierto una nueva estructura a nuestro tiempo.
El Resucitado se había manifestado el día siguiente al sábado, el primer día de la semana, día del sol y de la creación. Desde el inicio los cristianos han celebrado su encuentro con el Resucitado, la Eucaristía, en este primer día, en este nuevo día del verdadero Sol de la historia, el Cristo Resucitado.
Y de este modo, el tiempo vuelve a comenzar cada vez en el encuentro con el Resucitado y este encuentro da sentido y fuerza a la vida de cada día. Por este motivo, es muy importante para nosotros los cristianos seguir este nuevo ritmo del tiempo, encontrarnos con el Resucitado en el domingo y "albergar" su presencia, que nos transforme y transforme nuestro tiempo.
Además, invito a todos a redescubrir la fecundidad de la adoración eucarística: ante el Santísimo Sacramento experimentamos de manera totalmente particular ese "permanecer" de Jesús, que Él mismo, en el Evangelio de Juan, pone como condición necesaria para dar mucho fruto (Cf. Juan 15, 5) y evitar que nuestra acción apostólica quede reducida a un estéril activismo, convirtiéndose más bien en testimonio del amor de Dios.
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Cuestionario
¿Me doy cuenta de que en la Eucaristía me reencuentro personalmente con Cristo?
¿Respeto y amo las normas litúrgicas establecidas por la Santa Sede?
¿Estoy convencido de que al “adorar la Eucaristía” permanezco en unión con Cristo?
sábado, 30 de abril de 2011
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