IX.- La Eucaristía y el testimonio de la caridad
El Santo Padre Benedicto XVI recuerda con frecuencia en sus discursos, homilías, el sentido de la Eucaristía, sus frutos, el lugar que debe ocupar en la vida del cristiano. “La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana nos une y configura con el Hijo de Dios. También construye la Iglesia, la consolida en su unidad de Cuerpo de Cristo” (Discurso, 11 de mayo 2006).
Recogemos ahora, dentro de estos Temas de Reflexión sobre la Eucaristía unas palabras suyas del 15 de junio de 2010, que pronunció en la Basílica de San Juan de Letrán al inaugurar el congreso de la diócesis de Roma sobre el tema: “Se les abrieron los ojos, lo reconocieron y lo anunciaron”
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El ofrecimiento de Jesucristo en la Eucaristía
“La fe no puede darse nunca por descontada, pues cada generación tiene necesidad de recibir este don a través del anuncio del Evangelio y de conocer la verdad que Cristo nos ha revelado. La Iglesia siempre está comprometida en proponer a todos el depósito de la fe; en él queda contenida también la doctrina sobre la Eucaristía, misterio central que "contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua" (Concilio Ecuménico Vaticano II, decreto Presbyterorum ordinis, 5); doctrina que hoy, por desgracia, no es suficientemente comprendida en su valor profundo y en su importancia para la existencia de los creyentes.
Por este motivo, es importante que las comunidades de nuestras diócesis (…) experimenten la exigencia de un conocimiento más profundo del misterio y del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Al mismo tiempo, con el espíritu misionero que queremos fomentar, es necesario que se difunda el compromiso de anunciar esta fe eucarística para que cada hombre pueda encontrarse con Jesucristo, que nos ha revelado al Dios "cercano", amigo de la humanidad, y testimoniarla con una elocuente vida de caridad.
En toda su vida pública, Jesús, a través de la predicación del Evangelio y de los signos milagrosos, anunció la bondad y la misericordia del Padre por el hombre. Esta misión alcanzó su cumbre en el Gólgota, donde Cristo crucificado reveló el rostro de Dios para que el hombre, contemplando la Cruz, pudiera reconocer la plenitud del amor (encíclica Deus charitas est, 12). El Sacrificio del Calvario es mistéricamente anticipado en la Última Cena, cuando Jesús, al compartir con los Doce el pan y el vino, los transforma en su Cuerpo y en su Sangre, que poco después ofrecería como Cordero inmolado.
La Eucaristía es el memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, de su amor hasta el final por cada uno de nosotros, memorial que Él quiso encomendar a la Iglesia para que fuera celebrado a través de los siglos (…) El "memorial" no es un simple recuerdo de algo que sucedió en el pasado, sino la celebración que actualiza ese acontecimiento, reproduciendo la fuerza y la eficacia salvadora. De este modo, "hace presente y actual el sacrificio que Cristo ha ofrecido al Padre, una vez por todas, sobre la Cruz en favor de la humanidad" (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 280). Queridos hermanos y hermanas, en nuestro tiempo la palabra sacrificio no gusta; es más, parece que pertenece a otras épocas y a otra visión de la vida. Ahora bien, si se entiende bien, sigue siendo fundamental, pues nos revela con qué amor Dios nos ama en Cristo.
En el ofrecimiento que Jesús hace de sí mismo, encontramos toda la novedad del culto cristiano. En la antigüedad, los hombres ofrecían como sacrificio a las divinidades los animales o las primicias de la tierra. Jesús, por el contrario, se ofrece a sí mismo, su cuerpo y toda su existencia: Él mismo en persona se convierte en ese sacrificio que la liturgia ofrece en la santa Misa. De hecho, con la consagración, el pan y el vino se convierten en su verdadero cuerpo y sangre. San Agustín invitaba a sus fieles a no quedarse en lo que se les presentaba a la vista, sino a ir más allá: "Reconoced en el pan –decía– ese mismo cuerpo que fue colgado sobre la cruz, y en el cáliz esa misma sangre que manó de su costado" (Disc. 228 B, 2).
Para explicar esta transformación, la teología ha acuñado la palabra "transubstanciación", palabra que resonó por primera vez en esta basílica, durante el IV Concilio Lateranense -1215-, del que se celebrará el octavo centenario dentro de cinco años. En esa ocasión, se introdujeron en la profesión de fe las siguientes palabras: "su cuerpo y sangre están contenidos verdaderamente en el sacramento del altar, bajo las especies del pan y del vino, pues el pan está transubstanciado en el cuerpo, y la sangre en el vino por poder de Dios" (DS, 802). Por tanto, es fundamental que en los itinerarios de educación en la fe de los niños, de los adolescentes y de los jóvenes, así como en los "centros de escucha" de la Palabra de Dios, se subraye que en el sacramento de la Eucaristía Cristo está verdadera, real y substancialmente presente.
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Cuestionario:
-¿Soy consciente de que en la Santa Misa estoy viviendo con Cristo su muerte y su Resurrección?.
-¿Tengo fe en la transubstanciación? ¿Sé explicar que significa transubstanciación?
-¿Afirmo con claridad que en el Sacramento de la Eucaristía, Cristo está presente verdadera, real y substancialmente?
sábado, 2 de abril de 2011
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