(www.catolico.org)
La misa, el sacrificio y banquete de la Eucaristía, es acto central de la Iglesia católica y el acto supremo de culto a Dios.
El mismo Cristo que se ofreció a si mismo una vez en el altar de la cruz, está presente y se ofrece en la misa. No es otro sacrificio, no es una repetición. Es el mismo sacrificio de Jesús que se hace presente. Es una representación del Calvario, memorial, aplicación de los méritos de Cristo.
Cristo está presente en el cielo y también en el altar, y se entrega hoy al Padre como el Viernes Santo.
La Misa es un sacrificio de propiciación (aplaca la justicia divina) por nuestros pecados.
La Misa es un memorial: Se conmemora la muerte de Jesús, pero no como un recuerdo psicológico, sino como una realidad mística. Cristo se ofrece a si mismo tan realmente como lo hizo en el Calvario.
La Misa es un banquete sagrado: El mismo Cristo que se ofrece, lo recibimos la Eucaristía.
La Misa es el medio principal que Dios ha establecido para aplicar los méritos que Cristo ganó en la Cruz para toda la humanidad.
1. La Eucaristía es prenda de la gloria futura. Es la fuente, el corazón y la cumbre de toda la vida cristiana.
2. En ella se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: Jesucristo, que asocia a su Iglesia, y a todos sus miembros, a su sacrificio pascual, ofrecido una vez por todas en la cruz al Padre; y, por medio de este sacrificio, derrama la gracia de la salvación sobre su Cuerpo que es la Iglesia.
3. La Santa Misa y el sacrificio de la Cruz son un único sacrificio, pues se ofrece una y la misma víctima: Jesucristo. Sólo es diferente la manera de ofrecerse: Cristo se ofreció a sí mismo una vez en la cruz de manera cruenta –con derramamiento de sangre–, mientras en la Eucaristía se ofrece por el ministerio de los sacerdotes de modo incruento –sin derramamiento de sangre–. Así, el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual. Y cuantas veces se celebra la Eucaristía, se realiza la obra de nuestra redención.
4. La Eucaristía es también el sacrificio de la Iglesia, porque ella es el Cuerpo de Cristo y participa del sacrificio de su Cabeza.
a. Cristo es el actor principal e invisible que preside cada misa como sumo sacerdote de la Nueva Alianza, intercede ante el Padre por todos los hombres.
b. La Iglesia se une a Cristo y se ofrece totalmente con El en la Misa
c. La misa la celebra el obispo o el sacerdote –actuando “en per¬sona de Cristo-cabeza”–, representando a Cristo, preside la asamblea, predica la homilía, recibe las ofrendas, dice la plegaria eucarís¬tica, consagra y reparte la comunión.
d. Sólo los sacerdotes válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y consagrar (invocar al Espíritu Santo para que el pan se haga el Cuerpo y el vino, la Sangre de Jesucristo). Por eso la presencia del sacerdote es indispensable y esencialmente diferente.
e. En la celebración de la Eucaristía participan todos los fieles miembros de su Cuerpo. Cada uno une en la Eucaristía su vida, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo a los de Cristo y a su total ofrenda.
f. También se unen en la Eucaristía la Virgen María y los santos que están ya en la gloria del cielo
g. En la misa oramos por las almas del purgatorio para que puedan entrar en la luz y la paz de Cristo.
5. Después de la consagración, Jesús está realmente presente en la Eucaristía:
a. En la consagración ocurre la “transubstanciación”, que significa “cambio de substancia” del pan y el vino a ser verdaderamente la sustancia del Cuerpo y Sangre del Señor. La Eucaristía aun tiene la apariencia de pan y vino pero nos es pan y vino.
Cristo está presente en la Eucaristía verdadera, real y substancialmente con todo su Cuerpo, Sangre, alma y divinidad. Esta presencia se llama “real” porque es “substancial”, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente.
Cristo está todo entero en cada una de las especies y en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo, que está real y permanentemente presente en la eucaristía mientras duren sin corromperse las especies eucarísticas.
6. Para recibir bien la Sagrada Comunión son necesarias tres cosas:
a. saber a quién vamos a recibir,
b. Estar en gracia de Dios. Quien esta en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar. Ver: Eucaristía y divorciados y vueltos a casar
c. Guardar el ayuno eucarístico, que consiste en no comer ni beber nada desde una hora antes de recibir la Comunión.
7. Hagamos todo lo posible para poder recibir la comunión. Jesús nos dice «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros».
8. La Sagrada Comunión produce frutos:
a. acrecienta nuestra unión íntima con Cristo;
b. conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo;
c. purifica de los pecados veniales,
d. fortalece la caridad y nos preserva de futuros pecados mortales al fortalecer nuestra amistad con Cristo;
e. renueva, fortalece y profundiza la unidad con toda la Iglesia;
f. nos compromete en favor de los más pobres, en los que reconocemos a Jesucristo; y se nos da la prenda de la gloria futura.
Para recibir todos los méritos disponibles es necesario participar con fe. Cuanto mas fe se viva la Santa Misa, mayor gloria se le ofrece a Dios y mayor la gracia que se recibe, no solo para los participantes sino para la humanidad.
9. En la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo con un comportamiento respetuoso, arrodillándonos durante la consagración en señal de adoración al Señor. También es importante la actitud corporal (gestos, vestido…).
10. La palabra "misa" viene del latín "missio" (enviar). Al final los fieles son enviados a poner en práctica la Palabra de Dios con la gracia recibida.
11. Al entrar y salir del templo, cuando pasamos frente al sagrario, manifestamos nuestra fe y saludamos a Jesucristo presente en el Sagrario con una genuflexión, hincando la rodilla derecha, en señal de respeto y adoración.
Fuera de la Santa Misa también se honra al Señor con visitas al sagrario, con la exposición del Santísimo y con procesiones Eucaristícas.
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San Justino, C. 155 AD:
El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas.
Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos.
Seguidamente, nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces_ por nosotros mismos, por el que acaba de ser iluminado y por todos los otros esparcidos por todo el mundo, suplicando se nos conceda, ya que hemos conocido la verdad, ser hallados por nuestras obras hombres de buena conducta y guardadores de lo que se nos ha mandado, y consigamos así la salvación eterna.
Terminadas las oraciones, nos damos mutuamente ósculo de paz.
Luego, al que preside a los hermanos se le ofrece pan y un vaso de agua y vino, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos concedido esos dones que de Él nos vienen . Y cuando el presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: Amén.
Y una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman “ministros” o diáconos, dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino y del agua sobre que se dijo la acción de gracias y lo llevan a los ausentes.
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lunes, 25 de julio de 2011
domingo, 17 de julio de 2011
EL CARDENAL AMIGO ENVIADO ESPECIAL DEL PAPA AL V CENTENARIO DE LAS PRIMERAS DIOCESIS AMERICANAS
SEVILLA (11-07-11).- El papa Benedicto XVI ha nombrado al cardenal arzobispo emérito de Sevilla, mons. Carlos Amigo Vallejo, como su enviado especial a las celebraciones del V centenario de las primeras circunscripciones eclesiásticas de América. Concretamente, el cardenal Amigo viajará a Santo Domingo y La Vega, en República Dominicana; y en San Juan de Puerto Rico. El cardenal asistirá a los actos de clausura de esa conmemoración centenaria los días 7 y 8 de agosto.
El Santo Padre expresa así "la gran vinculación del inicio de la evangelización en el Nuevo Mundo con la Iglesia en España", según se señala en un comunicado del Vaticano. Se recuerda también cómo del puerto de Sevilla, en el río Guadalquivir, zarparon los barcos que llevaron a América los primeros misioneros.
El Santo Padre expresa así "la gran vinculación del inicio de la evangelización en el Nuevo Mundo con la Iglesia en España", según se señala en un comunicado del Vaticano. Se recuerda también cómo del puerto de Sevilla, en el río Guadalquivir, zarparon los barcos que llevaron a América los primeros misioneros.
martes, 12 de julio de 2011
EL DIOS EN QUIEN NO CREO
Autor: P. Mariano de Blas
Desde Zaragoza mi amigo Fernando Rivero San José me remite este artículo que deseo compartir con vosotros:
Los que no oyen a Cristo, los que sienten indiferencia por Él, no son malos, simplemente, no lo conocen.
Son muchos los que dicen, o por lo menos piensan, algo así: "Soy cristiano, pero ni Cristo ni el Cristianismo me llenan; no me aportan lo que necesito. Es una religión que no da sentido a mi vida, no resuelve mis problemas, no me hace feliz. Se me hace pesada, aburrida e ininteligibles sus rezos, misas, sermones; ¡tan tétricos sus confesionarios!.
Al Dios de los cristianos lo siento tan lejano, etéreo, tan inflexible en sus mandamientos, castigador. Y los cristianos son seres aburridos, tristes, tan iguales a los demás que para ser como ellos, prefiero pasar de su Credo".
Estaríamos de acuerdo si realmente Cristo fuera aburrido, un aguafiestas, un tipo tan exigente y poco simpático. A "ese" yo tampoco lo quiero.
Si la religión católica no es capaz de dar sentido a mi vida, no da respuesta a mis dudas y problemas, no me hace feliz, a mi tampoco me interesa. Yo no sería cristiano para dedicar mi vida a un Cristo de cartón, incapaz de hacerme feliz.
Pero Cristo no es aburrido. El sí convence, el cristianismo sí da solución a los problemas, a todos los problemas, y sobre todo hace felices, muy felices a las personas.
Cristo es la felicidad de los hombres, y puede por lo tanto ser también la tuya. ¿Dónde está el secreto? Esta frase lo puede indicar: "Aunque Cristo naciese mil veces en Belén, si no nace en ti seguirás eternamente perdido".
Dicho de otra manera: debes conocerlo, conocer al Cristo verdadero. Pero el Cristo que se dió gratis; vale mucho. Demasiado y hay que luchar por merecerlo.Yo podría repetirte de memoria que: Cristo es el camino, la verdad y la vida. Que es tu salvación, que es la persona que tiene en su mano el secreto de tu felicidad, la persona que más te quiere del mundo, pero prefiero que lo entiendas por la experiencia de otros.Tomemos cuatro ejemplos:
Agustín de Tabaste, un hombre que buscaba, ansiosamente, apasionadamente, la verdad, la felicidad, pero siempre por sus propios medios, y nunca la encontró. Llegó a tal punto que un día caminando con sus amigos por una calle de Milán, encontraron a un borrachito haciendo eses, y uno comentó: "ese hombre es más feliz que nosotros"; nadie le contradijo. Nunca pensó encontrar aquella verdad y aquella felicidad, hasta que por fin un día a la fuerza tuvo que reconocer, que la única felicidad de su vida y de la vida de cualquiera era Cristo. Lo expresó con aquellas palabras: " Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti".
Pablo de Tarso, que odiaba a Cristo y a los cristianos, los persiguió hasta encarcelarlos y darles muerte. Pero aquel Cristo le hizo ver que era duro dar coces contra el aguijón, e hizo caso. Cuando le preguntó, ¿Pablo porqué me persigues?, él le respondió: ¿qué quieres que haga?. Andando el tiempo, este hombre, antiguo perseguidor de Cristo y de cristianos, llegó a decir: "Para mi el vivir es Cristo, Cristo me ama y se entregó hasta la muerte por mi".
Ignacio de Loyola, para quien lo único importante en este mundo, eran las damas, la guerra y su reina, una bala de cañón le dijo la verdad cuando sitiaban la ciudad de Pamplona. Este hombre es el que compuso aquella oración tan conocida, "Alma de Cristo- santifícame, Cuerpo de Cristo- sálvame, No permitas que me aparte de ti".
Francisco de Borja, aquel guerrero, que estaba entusiasmado por defender a su Reina, la Reina de España, famosa por su belleza. Mientras guerreaba en Italia le avisaron que había muerto su Reina, y a uña de caballo, regresó, para ver si podía dar el ultimo adiós a quien había sido su ídolo de nobleza. Alcanzó a llegar en el momento de la sepultura y pidió permiso para abrir la caja y por última vez ver el rostro de su Reina. Aquel rostro tan hermoso en otro tiempo, estaba ya muy desfigurado y ante él dijo aquellas famosas palabras: "No volveré a servir a un Señor, que se me pueda morir".
Los que no oyen a Cristo, los que sienten indiferencia por Él, no son malos, simplemente, no lo conocen, como no lo conocían, Agustín de Tajaste, Pablo de Tarso, Ignacio de Loyola, Francisco de Borja, Teresa de Ávila y tantos otros.
El Dios que muchos rechazan también yo lo rechazo.
Pero a mi Dios no lo rechaza nadie, porque nadie rechaza el amor, la felicidad, la plenitud.
Dios es Plenitud, Felicidad, porque Dios es el Amor.
domingo, 10 de julio de 2011
CARTA DE NUESTRO SR. ARZOBISPO
CAMINOS DE ENCUENTRO
Queridos hermanos y hermanas:
La Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, que celebramos en este domingo, tiene por lema "Caminos de encuentro”. Un año más la Iglesia nos invita a reflexionar sobre algo tan característico de nuestra sociedad como es la movilidad humana, que se incrementa espectacularmente en los meses de verano.
El crecimiento de la circulación vial es fruto de una sociedad en continuo desarrollo. El tráfico constituye un fenómeno de gran trascendencia para la economía, las relaciones humanas, el ocio y el trabajo. Todos estos aspectos son muy positivos, pues con ellos se logra el intercambio de bienes y servicios, el conocimiento de los otros y la socialización de la persona. Pero esta característica de nuestra sociedad se convierte por desgracia en sufrimiento y muerte cuando el motor se enciende para hacer una carrera de temeridad, evasión y desprecio de las prohibiciones y normas de circulación, con las consecuencias irreversibles que delatan las cifras y estadísticas. En el año 2010 hubo en el mundo 1,2 millones de muertos, de los que la tercera parte fueron jóvenes menores de 25 años, y 50 millones de heridos por accidentes de tráfico. El 90% de los accidentes se debieron a errores humanos.
Ante un panorama tan desolador la Asamblea General de la ONU en 2004 afrontó este problema en una sesión plenaria sobre la seguridad vial con objeto de sensibilizar a la opinión pública sobre las proporciones del fenómeno y formular las recomendaciones oportunas. Mucho antes, el Papa Pablo VI ya había llamado la atención sobre la «demasiada sangre que se derrama cada día en la lucha absurda contra la velocidad y el tiempo».
La Iglesia ha sido siempre muy sensible ante este problema, afirmando que conducir en determinadas condiciones, infringir conscientemente las leyes de tráfico y poner en peligro la vida propia o la ajena, supone una violación de la ley moral. En esta línea, el Papa Pío XII afirmaba que “las consecuencias, a menudo dramáticas, de las infracciones del código de circulación le otorgan un carácter obligatorio intrínseco mucho más grave de lo que se piensa generalmente”. Más recientemente, el Papa Juan Pablo II afirmaba que «es preciso que cada uno se proponga crear, mediante el estricto respeto del código de circulación, una “cultura de la carretera”, fundada en la extensa comprensión de los derechos y deberes de cada uno y en el comportamiento coherente que de ello se sigue».
La Jornada de Responsabilidad en el Tráfico pretende fomentar la "cultura de la carretera", inculcando en conductores y peatones el respeto a la propia vida y la de los demás y el cumplimiento de las normas de tráfico como deber moral. Para un cristiano, conducir debe ser “camino de encuentro” con los hermanos, peregrinos y viajeros en el mismo camino de la vida, utilizando responsablemente la vía pública y el propio vehículo, evitando daños a las personas y a las cosas, socorriendo a los que lo necesitan y perdonando los fallos de los otros, santificándose mediante el ejercicio de las virtudes de la prudencia, la solidaridad y la caridad, y elevando la mente a Dios a través de la oración y la contemplación de la belleza de la naturaleza.
En España asistimos en los últimos años a un esperanzador descenso del número de víctimas mortales. Sin embargo, aún hay muchos aspectos negativos en la circulación vial, el exceso de velocidad, el incumplimiento de las normas del código de circulación, el uso indebido del móvil, el consumo de estupefacientes o alcohol, el desprecio del cinturón de seguridad o del casco... Es mucho lo que se ha conseguido, pero nos urge el deber humano y cristiano de velar por la vida de todos nuestros hermanos (cf. Gn 4, 9), entendiendo que la carretera debe ser ante todo lugar de encuentro, de convivencia serena y de fraternidad.
Por todo ello, hago un llamamiento a la prudencia y responsabilidad en el tráfico, de manera especial a quiénes en estas semanas se ponen en camino para llegar a los lugares de descanso. Es necesario combatir y evitar todo aquello que en un instante puede arruinar el futuro propio y el de los demás, así como oscurecer irremediablemente la belleza de la vida, que por ser preciosa y única, debe ser cuidada con esmero, defendida y protegida siempre como el don más precioso que Dios nos ha dado.
Rezad en esta Jornada por cuantos han perdido la vida en los accidentes de circulación, por las familias que quedan rotas o en la más profunda indigencia, por cuantos van a salir de vacaciones, por todos los profesionales del volante y sus familiares, que esperan siempre su regreso, y por los agentes de tráfico que velan por nuestra seguridad. Que Dios os bendiga, acompañe y proteja. Que también San Rafael, San Cristóbal y la Santísima Virgen del Camino velen por nosotros.
Para todos, especialmente para los conductores, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Queridos hermanos y hermanas:
La Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, que celebramos en este domingo, tiene por lema "Caminos de encuentro”. Un año más la Iglesia nos invita a reflexionar sobre algo tan característico de nuestra sociedad como es la movilidad humana, que se incrementa espectacularmente en los meses de verano.
El crecimiento de la circulación vial es fruto de una sociedad en continuo desarrollo. El tráfico constituye un fenómeno de gran trascendencia para la economía, las relaciones humanas, el ocio y el trabajo. Todos estos aspectos son muy positivos, pues con ellos se logra el intercambio de bienes y servicios, el conocimiento de los otros y la socialización de la persona. Pero esta característica de nuestra sociedad se convierte por desgracia en sufrimiento y muerte cuando el motor se enciende para hacer una carrera de temeridad, evasión y desprecio de las prohibiciones y normas de circulación, con las consecuencias irreversibles que delatan las cifras y estadísticas. En el año 2010 hubo en el mundo 1,2 millones de muertos, de los que la tercera parte fueron jóvenes menores de 25 años, y 50 millones de heridos por accidentes de tráfico. El 90% de los accidentes se debieron a errores humanos.
Ante un panorama tan desolador la Asamblea General de la ONU en 2004 afrontó este problema en una sesión plenaria sobre la seguridad vial con objeto de sensibilizar a la opinión pública sobre las proporciones del fenómeno y formular las recomendaciones oportunas. Mucho antes, el Papa Pablo VI ya había llamado la atención sobre la «demasiada sangre que se derrama cada día en la lucha absurda contra la velocidad y el tiempo».
La Iglesia ha sido siempre muy sensible ante este problema, afirmando que conducir en determinadas condiciones, infringir conscientemente las leyes de tráfico y poner en peligro la vida propia o la ajena, supone una violación de la ley moral. En esta línea, el Papa Pío XII afirmaba que “las consecuencias, a menudo dramáticas, de las infracciones del código de circulación le otorgan un carácter obligatorio intrínseco mucho más grave de lo que se piensa generalmente”. Más recientemente, el Papa Juan Pablo II afirmaba que «es preciso que cada uno se proponga crear, mediante el estricto respeto del código de circulación, una “cultura de la carretera”, fundada en la extensa comprensión de los derechos y deberes de cada uno y en el comportamiento coherente que de ello se sigue».
La Jornada de Responsabilidad en el Tráfico pretende fomentar la "cultura de la carretera", inculcando en conductores y peatones el respeto a la propia vida y la de los demás y el cumplimiento de las normas de tráfico como deber moral. Para un cristiano, conducir debe ser “camino de encuentro” con los hermanos, peregrinos y viajeros en el mismo camino de la vida, utilizando responsablemente la vía pública y el propio vehículo, evitando daños a las personas y a las cosas, socorriendo a los que lo necesitan y perdonando los fallos de los otros, santificándose mediante el ejercicio de las virtudes de la prudencia, la solidaridad y la caridad, y elevando la mente a Dios a través de la oración y la contemplación de la belleza de la naturaleza.
En España asistimos en los últimos años a un esperanzador descenso del número de víctimas mortales. Sin embargo, aún hay muchos aspectos negativos en la circulación vial, el exceso de velocidad, el incumplimiento de las normas del código de circulación, el uso indebido del móvil, el consumo de estupefacientes o alcohol, el desprecio del cinturón de seguridad o del casco... Es mucho lo que se ha conseguido, pero nos urge el deber humano y cristiano de velar por la vida de todos nuestros hermanos (cf. Gn 4, 9), entendiendo que la carretera debe ser ante todo lugar de encuentro, de convivencia serena y de fraternidad.
Por todo ello, hago un llamamiento a la prudencia y responsabilidad en el tráfico, de manera especial a quiénes en estas semanas se ponen en camino para llegar a los lugares de descanso. Es necesario combatir y evitar todo aquello que en un instante puede arruinar el futuro propio y el de los demás, así como oscurecer irremediablemente la belleza de la vida, que por ser preciosa y única, debe ser cuidada con esmero, defendida y protegida siempre como el don más precioso que Dios nos ha dado.
Rezad en esta Jornada por cuantos han perdido la vida en los accidentes de circulación, por las familias que quedan rotas o en la más profunda indigencia, por cuantos van a salir de vacaciones, por todos los profesionales del volante y sus familiares, que esperan siempre su regreso, y por los agentes de tráfico que velan por nuestra seguridad. Que Dios os bendiga, acompañe y proteja. Que también San Rafael, San Cristóbal y la Santísima Virgen del Camino velen por nosotros.
Para todos, especialmente para los conductores, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
INTERROGANTES en cualquier momento
Querido amigo: Esta mañana oraba con la oración de la mañana ( Laudes ); en el Himno y el Cántico meditaba sobre nuestro comentario de ayer tarde, alguna preguntas sin respuesta que hacías y que, quizás podamos meditar a través de esta mi respuesta diferida.
A la interrogante: "Cualquier Padre no preve nunca un Sacrificio como el de Nuestro Señor respecto a la muerte incruenta de su Hijo", creo hallar una posible respuesta en el párrafo del himno:
En el día primero,
tu resurrección alegraba
el corazón del Padre.
En el día primero,
vio que todas las cosas eran buenas
porque participaban de tu gloria.
El Señor prevé antes de los Siglos la féliz Resurrección de Cristo; como humano sufriria y llegaria a la muerte pero para El lo importante era la Resurrección, la vida eterna
La otra incognita sobre nuestra alma y la carencia de ésta en el resto de la creación, me detengo en el Cántico:
Toda la creación alabe al Señor
Criaturas todas del Señor,
bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
Se preve en el Libro de Daniel, cómo toda la creación debe alabar, bendecir al Señor ¿ cómo ? ... puede que el Espíritu Santo nos ilumine
La práctica del rezo de las oraciones de la mañana y la de la tarde ( Visperas ) un buen día me la recomendó un amigo sacerdote y me hice de un DIURNAL; no obstante te detallo a continuación la dirección de la página webb que a diario inserta estas oraciones.
http://www.buigle.net/
Estos comentarios nos sirvan para apoyar nuestro sentido cristiano y comprenderás que la respuesta obedece a la importancia y respeto que me merecen tus comentarios antes que caer en la vanidad de considerarme entendido, porque no lo soy, si ésto te puede valer en algo atribuyeselo al Espíritu Santo
Un abrazo, Cayetano
A la interrogante: "Cualquier Padre no preve nunca un Sacrificio como el de Nuestro Señor respecto a la muerte incruenta de su Hijo", creo hallar una posible respuesta en el párrafo del himno:
En el día primero,
tu resurrección alegraba
el corazón del Padre.
En el día primero,
vio que todas las cosas eran buenas
porque participaban de tu gloria.
El Señor prevé antes de los Siglos la féliz Resurrección de Cristo; como humano sufriria y llegaria a la muerte pero para El lo importante era la Resurrección, la vida eterna
La otra incognita sobre nuestra alma y la carencia de ésta en el resto de la creación, me detengo en el Cántico:
Toda la creación alabe al Señor
Criaturas todas del Señor,
bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
Se preve en el Libro de Daniel, cómo toda la creación debe alabar, bendecir al Señor ¿ cómo ? ... puede que el Espíritu Santo nos ilumine
La práctica del rezo de las oraciones de la mañana y la de la tarde ( Visperas ) un buen día me la recomendó un amigo sacerdote y me hice de un DIURNAL; no obstante te detallo a continuación la dirección de la página webb que a diario inserta estas oraciones.
http://www.buigle.net/
Estos comentarios nos sirvan para apoyar nuestro sentido cristiano y comprenderás que la respuesta obedece a la importancia y respeto que me merecen tus comentarios antes que caer en la vanidad de considerarme entendido, porque no lo soy, si ésto te puede valer en algo atribuyeselo al Espíritu Santo
Un abrazo, Cayetano
domingo, 3 de julio de 2011
Convocatoria ASAMBLEA NACIONAL de A.N.E.
Para general conocimiento de todos los Adoradores Nocturnos, transcribo la convocatoria recibida de nuestro Presidente del Consejo Nacional de A.N.E.
El documento en que me he basado para su publicación, PDF, origina que existan algunas irregularidades entre los renglones que rogamos disculpen; no obstante no dificultan su lectura.
Cayetano Medina Somosierra.
--------------------------------------------------------
A los miembros de la Comisión Permanente, a los
Directores Espirituales y a los Presidentes Diocesanos
de la Adoración Nocturna Española.
Estimado amigo en Cristo:
Como muchos sabéis, desde que en el año 1977 la Conferencia Episcopal Española erigió a la A.N.F.E. como asociación independiente, se han venido produciendo problemas de diversa índole.
Hasta ahora, el Consejo Nacional había venido abordando este asunto desde un punto de
vista jurídico, pero hemos constatado que seguir por este camino no conduce a una solución, de modo que después de las últimas conversaciones mantenidas con los máximos responsables de la Conferencia Episcopal Española, se nos ha hecho ver que el asunto debe enfocarse desde una óptica Pastoral.
Por ello, hemos argumentado ante la C.E.E. los bienes que se derivarían de la supresión de estas dificultades, y hemos solicitado su consejo para dar los pasos necesarios con el fin de alcanzar una solución.
Siguiendo el consejo de los responsables de la C.E.E., nos proponemos denunciar el actual marco estatutario de nuestra asociación y presentar ante la misma unos nuevos estatutos que nos permitan trabajar sin impedimentos por la propagación del Culto Eucarístico y de la Adoración Nocturna.
Para ello, y de acuerdo con el apartado c) del artículo 31 de nuestro Reglamento, ratificado por la Asamblea Nacional de la Adoración Nocturna Española, el 8 de octubre de 1977, te convoco a la Asamblea Nacional que tendrá lugar, D.m., el próximo 1 de octubre de 2011, a las 16:00 horas (se ruega puntualidad), en el Salón de Actos del Colegio Obispo Perelló, de Madrid, calle José delHierro, 2, con arreglo al siguiente:
ORDEN DEL DÍA
1.- Invocación del Espíritu Santo.
2.- Intervención del Director Espiritual Nacional.
3.- Intervención del Presidente Nacional.
4.- Presentación de la carta de denuncia al actual Estatuto Marco, y votación.
5.- Presentación de los nuevos estatutos, y votación.
6.- Ruegos y preguntas.
Se puede acceder al lugar de la celebración de la Asamblea, mediante las líneas de metro 5 (estación de Quintana), y 7 (estación del Barrio de la Concepción), y las líneas de autobuses 21, 48 y 146.
La Asamblea concluirá con la celebración de una Vigilia pública de acción de gracias.
Oportunamente enviaremos los documentos que se someterán a la aprobación de la
Asamblea.
De acuerdo con el artículo 34 de nuestro citado Reglamento, " .... los Consejos Diocesanos cuidarán de hacer conocer la convocatoria a las Secciones que de ella dependan, y los Presidentes de éstas la harán llegar a todos los adoradores."
Según el artículo 29 del mismo Reglamento, tienen derecho a voz y voto los miembros de la Comisión Permanente del Consejo Nacional, los Directores Espirituales de las Secciones y los Presidentes o representantes de las Secciones; y el artículo 30 señala que: "El derecho a voz y voto será ejercido personalmente, o por delegación únicamente cuando no se pueda asistir a la reunión. Esta delegación deberá recaer en adorador activo de la misma Sección, sacerdote o seglar según sea quien delegue, debiendo acreditarse por escrito. En el caso de que un adorador concurra a la Asamblea por más de un título, sólo podrá emitir un voto."
Como comprenderás, no podemos encargamos del alojamiento de los asambleístas, pero con el fin de organizar adecuadamente la logística de la Asamblea, necesitamos encarecemos a los Presidentes Diocesanos que comuniquen a este Consejo Nacional (mediante llamada telefónica, fax, correo electrónico ocorreo postal) el número de adoradores que se desplazarán desde sus respectivas diócesis. Esta información debe obrar en poder de este Consejo Nacional antes del 10 de septiembre de 2011.
Contando con tu imprescindible colaboración, y tu presencia en la Asamblea Nacional, te envío un cordial saludo en Jesús Sacramentado.
Carlos Menduiña Fernández
Presidente del Consejo Nacional
Tema de reflexión para la Junta de Turno del mes de Septiembre
LOS SACRAMENTOS
Toda la vida del cristiano crece, se alimenta y se desarrolla por la acción de los Sacramentos. La Gracia que recibimos en los Sacramentos va haciendo posible que en nosotros crezca la nueva criatura de hijos de Dios en Cristo. El hombre no puede vivir verdaderamente vida cristina, que es vivir toda su vida humana “en Cristo, por Cristo, con Cristo”, sin recibir los Sacramentos.
Los sacramentos –hemos de recordarlo- "son signos visibles, instituidos por Nuestro Señor Jesucristo, que producen la Gracia". Y tengamos también presente que la Gracia, como repetiremos de vez en cuando en estas reflexiones, es “una cierta participación de la naturaleza divina”. La acción de la Gracia es la de convertir al cristiano en “hijo de Dios en Jesucristo”. Los Sacramentos son, por tanto, el cauce por el que el hombre recibe esa “participación en la naturaleza divina”.
En estas reflexiones sobre los Sacramentos nos centraremos exclusivamente en la relación de cada sacramento con la Gracia, y en la configuración de esa "nueva criatura", sin adentrarnos en ningún otro aspecto teológico, litúrgico, espiritual, que cada sacramento lleva consigo.
Hasta la venida de Cristo, Dios se valía de signos, ceremonias, para darnos a conocer su benevolencia y su presencia entre nosotros, su participación en la historia de la humanidad, y para dejarnos constancia de su ayuda.
En adelante, y como consecuencia de la nueva vida establecida por Cristo de las relaciones de Dios con los hombres, esos signos y ceremonias han dejado de tener significado alguno.
Los Sacramentos se convierten no ya en las "huellas de Cristo en la tierra" y ni siquiera tampoco en "los caminos que unen para siempre el cielo y la tierra"; si no en el encuentro personal-vital de cada cristiano con el mismo Cristo.
"Los sacramentos de la Nueva Ley fueron instituidos por Cristo y son siete, a saber, Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Reconciliación, Unción de los Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio. Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos. Hay aquí una cierta semejanza entre las etapas de la vida natural y las etapas de la vida espiritual" (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1210).
Los sacramentos son, en resumen, los cauces ordinarios para el encuentro personal con Cristo y para recibir en ese encuentro la Gracia, que nos convierte en nuevas criaturas y nos hace hijos de Dios en Cristo.
Antes de seguir con nuestros razonamientos, se precisa una aclaración previa. La Gracia que se nos concede en los Sacramentos no supone, en modo alguno, la desaparición de la gracia, la ayuda, que Dios concede a todos los hombres, incluso a quienes nada saben de Cristo ni de la Iglesia –y no recibirán, por tanto, ningún Sacramento-, para que alcancen la salvación por otros caminos. Todos los caminos de la salvación pasan por Cristo –que el Camino, la Verdad y la Vida para todos, aunque algunos no le conozcan y no tengan, por tanto, la Fe en Él ni participen en la vida sacramental.
El desarrollo de los planes de salvación de cada uno de los seres humanos, es un misterio escondido en Dios hasta el fin de los tiempos.
Al referirnos de nuevo a los Sacramentos, y ver en ellos los cauces ordinarios en los que hombre recibe la gracia divina, conviene desde el principio que no olvidemos la “semejanza entre las etapas de la vida natural y las etapas de la vida sobrenatural", que ha subrayado el Catecismo.
En efecto, es el mismo hombre, criatura de Dios, quien ha de ser redimido, liberado del pecado y convertido en hijo de Dios en Cristo. Y todo, sin dejar, en absoluto y bajo ningún concepto, de ser plena y naturalmente hombre. La Gracia no destruye jamás la naturaleza y, por otro lado, requiere la cooperación de la naturaleza y de la libertad del hombre, para producir sus frutos.
Es cierto que, en los sacramentos, la Gracia se origina directamente por la acción del ministro. No hemos de olvidar, a la vez, que, para que esa Gracia sea eficaz en la persona que recibe el Sacramento, requiere que no ponga obstáculo. Un penitente puede hacer ineficaz el sacramento de la Reconciliación, por ejemplo, si no lo recibe con las disposiciones requeridas e incluso, aun acogiéndolo en condiciones adecuadas, no permite que la gracia produzca en él una conversión honda y permanente hacia Dios. En el primer caso, su actuación convierte en inútil el sacramento y en el segundo, lo hace ineficaz.
* * * *
-¿Soy consciente de la necesidad que tengo de vivir los Sacramentos?
-¿Medito con frecuencia sobre la nueva vida con Cristo: ser hijo de Dios en Cristo, que crece en mí con la recepción de los Sacramentos?
-¿Doy gracias alguna vez a Nuestro Señor Jesucristo por haber instituido los Sacramentos?
Toda la vida del cristiano crece, se alimenta y se desarrolla por la acción de los Sacramentos. La Gracia que recibimos en los Sacramentos va haciendo posible que en nosotros crezca la nueva criatura de hijos de Dios en Cristo. El hombre no puede vivir verdaderamente vida cristina, que es vivir toda su vida humana “en Cristo, por Cristo, con Cristo”, sin recibir los Sacramentos.
Los sacramentos –hemos de recordarlo- "son signos visibles, instituidos por Nuestro Señor Jesucristo, que producen la Gracia". Y tengamos también presente que la Gracia, como repetiremos de vez en cuando en estas reflexiones, es “una cierta participación de la naturaleza divina”. La acción de la Gracia es la de convertir al cristiano en “hijo de Dios en Jesucristo”. Los Sacramentos son, por tanto, el cauce por el que el hombre recibe esa “participación en la naturaleza divina”.
En estas reflexiones sobre los Sacramentos nos centraremos exclusivamente en la relación de cada sacramento con la Gracia, y en la configuración de esa "nueva criatura", sin adentrarnos en ningún otro aspecto teológico, litúrgico, espiritual, que cada sacramento lleva consigo.
Hasta la venida de Cristo, Dios se valía de signos, ceremonias, para darnos a conocer su benevolencia y su presencia entre nosotros, su participación en la historia de la humanidad, y para dejarnos constancia de su ayuda.
En adelante, y como consecuencia de la nueva vida establecida por Cristo de las relaciones de Dios con los hombres, esos signos y ceremonias han dejado de tener significado alguno.
Los Sacramentos se convierten no ya en las "huellas de Cristo en la tierra" y ni siquiera tampoco en "los caminos que unen para siempre el cielo y la tierra"; si no en el encuentro personal-vital de cada cristiano con el mismo Cristo.
"Los sacramentos de la Nueva Ley fueron instituidos por Cristo y son siete, a saber, Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Reconciliación, Unción de los Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio. Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos. Hay aquí una cierta semejanza entre las etapas de la vida natural y las etapas de la vida espiritual" (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1210).
Los sacramentos son, en resumen, los cauces ordinarios para el encuentro personal con Cristo y para recibir en ese encuentro la Gracia, que nos convierte en nuevas criaturas y nos hace hijos de Dios en Cristo.
Antes de seguir con nuestros razonamientos, se precisa una aclaración previa. La Gracia que se nos concede en los Sacramentos no supone, en modo alguno, la desaparición de la gracia, la ayuda, que Dios concede a todos los hombres, incluso a quienes nada saben de Cristo ni de la Iglesia –y no recibirán, por tanto, ningún Sacramento-, para que alcancen la salvación por otros caminos. Todos los caminos de la salvación pasan por Cristo –que el Camino, la Verdad y la Vida para todos, aunque algunos no le conozcan y no tengan, por tanto, la Fe en Él ni participen en la vida sacramental.
El desarrollo de los planes de salvación de cada uno de los seres humanos, es un misterio escondido en Dios hasta el fin de los tiempos.
Al referirnos de nuevo a los Sacramentos, y ver en ellos los cauces ordinarios en los que hombre recibe la gracia divina, conviene desde el principio que no olvidemos la “semejanza entre las etapas de la vida natural y las etapas de la vida sobrenatural", que ha subrayado el Catecismo.
En efecto, es el mismo hombre, criatura de Dios, quien ha de ser redimido, liberado del pecado y convertido en hijo de Dios en Cristo. Y todo, sin dejar, en absoluto y bajo ningún concepto, de ser plena y naturalmente hombre. La Gracia no destruye jamás la naturaleza y, por otro lado, requiere la cooperación de la naturaleza y de la libertad del hombre, para producir sus frutos.
Es cierto que, en los sacramentos, la Gracia se origina directamente por la acción del ministro. No hemos de olvidar, a la vez, que, para que esa Gracia sea eficaz en la persona que recibe el Sacramento, requiere que no ponga obstáculo. Un penitente puede hacer ineficaz el sacramento de la Reconciliación, por ejemplo, si no lo recibe con las disposiciones requeridas e incluso, aun acogiéndolo en condiciones adecuadas, no permite que la gracia produzca en él una conversión honda y permanente hacia Dios. En el primer caso, su actuación convierte en inútil el sacramento y en el segundo, lo hace ineficaz.
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-¿Soy consciente de la necesidad que tengo de vivir los Sacramentos?
-¿Medito con frecuencia sobre la nueva vida con Cristo: ser hijo de Dios en Cristo, que crece en mí con la recepción de los Sacramentos?
-¿Doy gracias alguna vez a Nuestro Señor Jesucristo por haber instituido los Sacramentos?
De los escritos del Siervo de Dios LUIS DE TRELLES en la Lámpara del Santuario
Es el acto de adoración una muestra externa de reconocimiento del hombre y una evolución interna del alma hacia su Creador. Bajo el primer concepto no tiene igual ni
puede tener superior, porque el rendimiento debe ser absoluto y sin reserva, ofreciendo el que adora a Dios todo lo que es, como a quien todo lo ha dado, y al doblar la rodilla
e inclinar la cabeza, proclamamos el encendido afecto que nos anima.
Además, como acto humano de un ser personalmente indivisible, aunque reúne en sí dos naturalezas,
espiritual la una y corporal la otra, ostenta una total sumisión y rendimiento, que trasciende del cuerpo al espíritu, y que hace subordinar todo el ser al Supremo Señor de
todas las cosas.
Por esto no puede adorar bien, sin amar mucho, ni tampo se concibe el amor puro y acendrado sin que se convierta en adoración. […] El sacrificio de la
adoración oculta un misterio sobrenatural que se consuma en la más elevada región del alma humana en intimidad con su Dios, y que en su línea equivale a la inmolación
perfecta de la criatura a su hacedor, quien se complace en conversar de un modo inefable con los hijos de los hombres en la vía unitiva, en términos que no hay lengua
humana que pueda expresarlo.
Puede, sí, presentirlo el corazón por esa especie de abismo infinito de amor que se halla oculto en lo más profundo de nuestro ser, depositado
allí por la mano de Dios, para desarrollarse en la contemplación de una manera más o menos perfecta, y luego perfectamente al resplandor del lumen gloriae en la vida
beatífica"
(L.S. Tomo 9 (1878) Pág. 126)
puede tener superior, porque el rendimiento debe ser absoluto y sin reserva, ofreciendo el que adora a Dios todo lo que es, como a quien todo lo ha dado, y al doblar la rodilla
e inclinar la cabeza, proclamamos el encendido afecto que nos anima.
Además, como acto humano de un ser personalmente indivisible, aunque reúne en sí dos naturalezas,
espiritual la una y corporal la otra, ostenta una total sumisión y rendimiento, que trasciende del cuerpo al espíritu, y que hace subordinar todo el ser al Supremo Señor de
todas las cosas.
Por esto no puede adorar bien, sin amar mucho, ni tampo se concibe el amor puro y acendrado sin que se convierta en adoración. […] El sacrificio de la
adoración oculta un misterio sobrenatural que se consuma en la más elevada región del alma humana en intimidad con su Dios, y que en su línea equivale a la inmolación
perfecta de la criatura a su hacedor, quien se complace en conversar de un modo inefable con los hijos de los hombres en la vía unitiva, en términos que no hay lengua
humana que pueda expresarlo.
Puede, sí, presentirlo el corazón por esa especie de abismo infinito de amor que se halla oculto en lo más profundo de nuestro ser, depositado
allí por la mano de Dios, para desarrollarse en la contemplación de una manera más o menos perfecta, y luego perfectamente al resplandor del lumen gloriae en la vida
beatífica"
(L.S. Tomo 9 (1878) Pág. 126)
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