miércoles, 5 de diciembre de 2012
TEMA DE REFLEXIÓN PARA NUESTRAS VIGILIAS NOCTURNAS DE DICIEMBRE
Reflexiones sobre la Fe.- III
Con estas frases extraídas del Catecismo podemos resumir nuestra fe en la Trinidad: “No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas. “El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre; el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza”. Y, a la vez, afirmamos: “El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que el Padre o el Hijo”. (Catecismo, cf. 253, 254).
La aceptación de los misterios de la Trinidad Beatísima, de la Encarnación del Hijo de Dios, de la vida divina en nosotros, de la venida del Espíritu Santo, de la resurrección de los muertos, es el primer paso para que la acción redentora de la Gracia, la participación en la naturaleza divina, comience a germinar en nuestro espíritu, y la realidad de la nueva criatura en Cristo inicie su configuración en nuestro ser, en el yo personal de cada cristiano.
La Escritura nos lo dice brevemente y con claridad: "El justo vive de la fe" (Rom, 5, 1). La fe recibida en la inteligencia no limita su acción a la mente del hombre; ha de convertirse en vida. La fe afecta a la integridad de la persona; no se reduce a una mera información acerca de una verdad o a un conocimiento más amplio y profundo de una verdad de la que ya teníamos una cierta noticia.
La indicación de Cristo a los discípulos no deja lugar a dudas: "Si guardáis fieles mi enseñanza, perteneceréis a mis verdaderos discípulos. Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Jn 8, 31-32).
De nada sirve que nuestra mente sea iluminada con las verdades eternas si nuestro vivir no se convierte en reflejo de la luz recibida. "¿Tú crees que Dios es uno?”, se pregunta el apóstol Santiago, y añade: "Haces bien. También los demonios creen, y se estremecen" (Jac 2, 19).
La Verdad de Dios, que es Cristo, hace posible, y es, el fundamento de cualquier otra verdad, y sin la cual, el campo de la inteligencia humana se reduce a la comprobación experimental, si acaso científica de los hechos, sin penetrar jamás ni en el porqué ni en el para qué de las personas y de los universos, de todo lo que acontece, de todo lo que existe.
La Verdad de Cristo recibida en la fe, y aceptada en el acto de fe, lleva al hombre a reconocerse en toda su identidad como criatura. La sabiduría germina en la posición del espíritu que se reconoce "creado a imagen y semejanza de Dios, hijo suyo, y llamado a participar, de alguna forma, en la naturaleza divina".
Este desarrollo del germinar de la fe, va en cierto modo paralelo al descubrimiento de la grandeza de Dios, de la Verdad de Cristo, "en quien se hallan encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Col 2, 3). De esta forma, por la fe, habitará Cristo en nuestros corazones y seremos capaces de comprender "con todos los santos cuál es la anchura y longitud, y altura y profundidad del misterio de Cristo" (Ef 3, 18).
A este crecer en la fe se corresponde, en el corazón del creyente, una relación personal con Dios y, por tanto, el deseo de adorar. Adorar no es ningún acto de vasallaje ni de humillación de la criatura, sino la realización plena de la sabiduría. Adorar es gozar en el amor de la persona amada de la verdad descubierta, conscientes de que ese amor es el que da significado, sentido y contenido a nuestra vida, que en la fe descubre su propia verdad.
Adorar a Dios, que es encontrar nuestro lugar ante Él, por la fe, nos lleva a encontrar nuestro lugar en el mundo, entre los hombres y las mujeres que nos rodean, en la tarea que desarrollamos.
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Cuestionario
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Cuando estoy en adoración ante Cristo Eucaristía, ¿renuevo mi fe en su Presencia Real Sacramental?
¿Me doy cuenta de que es la acción del Espíritu Santo en mi alma, la que me mueve a arrodillarme ante el Santísimo Sacramento?
¿Procuro leer con frecuencia el Nuevo Testamento, para encontrarme con Jesucristo, y conocer mejor su vida?
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