DISCURSOS EUCARÍSTICOS
Si es hijo nuestro Jesucristo al nacer en Belén, ¿por qué no lo continuará siendo al
nacer sobre el Ara Santa? Es indudable: porque el Niño del pesebre es el Niño del
altar. El mismo. Si pequeñuelo era al darlo a luz su Madre Santísima, más pequeñuelo
todavía se nos revela en su alumbramiento sacramental […]. Niño era en Belén de
Judá, y Niño es, aunque Niño invisible, en las manos del sacerdote que le consagra, y
así lo han visto muchos santos. Niño, sí, aunque sólo se describe a la mirada de la fe,
mientras permanece sobre el Ara Santa.
Si pañales gastaba en su infancia natural
y su Madre Purísima lo envolvió en ellos,
como dice el evangelista, en los
corporales nace real y sustancialmente
[…] No hay diferencia social entre uno y
otro estado. Aplicad el oído de vuestra fe
y el instinto de vuestro amor, y le
escuchareis:«me he dado a vosotros
como un hijo» ¡qué ternura! ¡qué
maravilla! [….] ¿Cómo responderéis a
tanta fineza? ¿Cómo desentenderéis este dulce llamamiento? ¿No oís la voz dulcísima
de Jesús Sacramentado? ¿No escucháis los gemidos del Niño? No llora ya afectando
la misma situación del hijo del hombre, pero solloza místicamente de pena por
nuestros pecados, que lastiman su apasionado corazón divino y humano, a la vez, por
nuestros agravios, y sobre todo, por los que recibe en su presencial real, que le
entristecerían, si fuera esto posible en su estado glorioso.
¿No adivináis que entre otras funciones, todas ellas provechosas para nosotros, de su
vida sacramental, hay que agradecerle su pobreza, que os demanda vuestra cariñosa
solicitud … ? ¡Ah! Es la voz del Hijo de Dios hecho hombre, hecho Niño, hecho
Eucaristía, y que adopta el Nombre de Hijo vuestro, la que os ha llamado por el
oráculo de su gracia y la que os sostiene en vuestra hermosa vocación.
Adelante, es imposible desdeñar tan cariñoso llamamiento.
L.S. tomo 16, (1885) pág. 35 – 36
domingo, 20 de enero de 2013
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