viernes, 5 de diciembre de 2014

LECTURAS DE LA II SEMANA DE ADVIENTO. Reflexiones



Si no vas a Misa estas Lecturas te acercaran a una sintonía
más clarificadora, solidaria y hermosa.
Si vas, te servirán de recuerdo y preparación.
Y si no vas, pero quieres ir, te ayudaran a acercarte a la puerta



Domingo de la Semana 2 del Tiempo de Adviento. Ciclo B
«Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas»

Lectura del profeta Isaías (40, 1-5. 9-11): Preparadle un camino al Señor.



«Consolad, consolad a mi pueblo, - dice vuestro Dios -; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.»
Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos - ha hablado la boca del Señor - »
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.»

Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14: Voy a escuchar lo que dice el Señor.
R.- Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Lectura de la 2ª carta del apóstol san Pedro (3,8-14): Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva.

Queridos hermanos: No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.
El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.
El día del Señor llegará como un ladrón. Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados, y la tierra con todas sus obras se consumirá.
Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida!
Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia.
Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables.

Lectura del Santo Evangelio según san Marcos (1,1-8): Allanad los senderos del Señor.

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.”»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: - «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»


 Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

El Evangelio, en este segundo Domingo de Adviento, nos presenta la figura de «Juan el Bautista» y su fuerte predicación sobre la conversión. Juan prepara los caminos y anuncia la venida de Aquél que es más fuerte que él. La vuelta del exilio babilónico porta un mensaje consolador y lleno de esperanza para el pueblo elegido: «Preparad en el desierto un camino al Señor…Ahí viene el Señor Yahveh con poder y su brazo lo sojuzga todo» (Primera Lectura). El Apóstol San Pedro sale al encuentro de aquellos que están tentados a dormirse y olvidar el Día del Señor que «llegará como un ladrón» en el momento menos esperado. ¿Cómo debemos esperarlo? Esforzándonos para estar «en paz ante Él, sin mancha y sin tacha».

 «Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios…»

Ésta es la frase con la cual se inicia el Evangelio de San Marcos. A ella se debe el hecho de que nosotros llamemos «Evangelio» a los cuatro escritos que contienen el misterio cristiano. Es intere¬sante detenerse a analizar el término «evangelio», que tiene tanta importancia en el cris¬tianismo. En su acepción original el término «evan¬gelio» no desig¬naba un libro. Este concepto encierra una inmensa riqueza de significado y su explicación es muy apro¬piada al tiempo de Ad¬viento en que nos encontramos. ¿Qué significa entonces el término «evangelio» y por qué al anun¬cio de Jesucristo se llama «evangelizar»? «Evangelio» es una palabra griega compuesta de la parti¬cula «eu», que significa «bueno» y del sustantivo «angelion», que significa «anuncio, noticia, mensaje». Por eso suele traducirse por «buena noti¬cia».

Pero es más que esto. En el campo profano un «evangelio» es el anuncio o la noticia de algo que está destinado a cambiar la vida de quién lo recibe. Por ejemplo, la noticia de que se ha decla¬ra¬do la paz, anun-ciada a los soldados que están en las trinche¬ras arriesgando sus vidas lejos de sus hogares, susci¬ta en ellos una explo¬sión de alegría. Esa noticia hace cam¬biar su estado de ánimo, hace nacer planes del regreso a casa y proyectos para el futuro, da a la vida una perspecti¬va nueva. Ese anun¬cio es un «evange¬lio». Para estos casos se usaba la palabra «evangelio». Cuando se anuncia a un encar¬celado esta noticia: «Se ha cumplido tu condena; eres li¬bre», eso es un «evangelio». Así vemos que se usa en el Antiguo Testamento: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que evangeliza la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salva¬ción, que dice a Sión: Ya reina tu Dios!» (Is 52,7).

La imagen es la de una ciudad asediada y rodeada por ejércitos a la cual inesperada¬mente llega el anuncio de que el enemigo se ha retirado. Los que temían la muerte, ahora pueden gritar: «Estamos salva¬dos". Han recibi¬do un "evangelio». Por otro lado es interesante notar que en la época helenística el término recibe una connotación religiosa nueva en relación al culto imperial. La elevación de Vespasiano a la dignidad de Emperador constituye el objeto de un «evangelio». Varias inscripciones helenísticas en honor de algún rey o del emperador atestiguan que el significado religioso y salvífico del término estaba ya extendido en tiempos de Jesús.

Para que haya un «evangelio» tiene que preceder un tiempo de espera, de expectativa, de carencia de algo que se anhela o de alguien cuya venida se añora. Por eso decimos que el tiempo de Adviento es apropiado para entender el significado de este térmi¬no. Estamos en la actitud de quien anhela la venida de Cristo y, con Él, la llegada de la salva¬ción. El Evan¬gelio es el anuncio de la salvación defi¬nitiva de la esclavi¬tud del pecado y de la muerte. San Juan Crisós¬tomo lo dice hermosamente: «Los que ayer eran cautivos, ahora son hombres libres y ciudadanos de la Iglesia; los que antaño estaban en la vergüenza del pecado están ahora en la santidad» (Catequesis bautismal III, 5). Éste es el anuncio que se oyó en la noche buena cuando nació el Salva¬dor: «Os evan¬geli¬zo una gran alegría: Os ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salva¬dor, que es el Cristo Señor» (Lc 2,11). Ese anuncio es un verdadero «Evangelio».


 «No se retrasa el Señor en el cumplimiento de su promesa… llegará como ladrón»

Los últimos Domingos del año litúrgico con¬cluido hace dos semanas nos ponían ante la perspectiva de la venida final de Jesu¬cristo. La fe en este hecho futuro es tan fundamental en nuestra vida cristiana que ha sido incorpo¬rado como un artículo del Credo: «De nuevo vendrá con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos». Esta misma perspec¬tiva se prolon¬gaba en el primer Domingo del Ad¬viento, donde resona¬ba con insis¬tencia la recomendación: «Velad», y se procuraba nutrir en nosotros la actitud de espera que debe carac¬terizar la vida de todo cristiano.

Este Domingo no se abandona esta perspectiva comple¬tamente, pues está presente en la Segunda Lectura, tomada de la II carta de San Pedro. Ya en la época en que fue escrita esa carta (a fines del siglo I) se consideraba que la espera de la venida final del Señor era demasiado prolongada y se procuraba explicar su retraso: «No se retrasa el Señor en el cumpli¬miento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con voso¬tros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión».

Pero, por medio de la Primera Lectura y, sobre todo, del Evangelio, este Domingo se desplaza nuestra atención hacia el tiempo en que la humanidad esperaba la primera venida de Cristo. En el tiempo anterior a la venida de Cristo, el profeta Isaías veía ya próximo el momento de la salvación. Después del tiempo del castigo por sus peca¬dos y del destierro, comienza para el pueblo de Dios el tiempo del consuelo. El profeta ha reci¬bido esta ins¬trucción del Señor: «Consolad, conso¬lad a mi pueblo».

El consuelo consistiría en la venida de Dios mismo en perso¬na. Pero hay que prepararle un camino: «Una voz grita: 'En el desierto abrid camino al Señor; trazad en la estepa una calzada recta para nuestro Dios. Que todo valle sea eleva¬do, y todo monte y cerro rebajado; que lo escabroso se vuelva llano y lo torcido se enderece '». ¿De quién es esta voz que así grita? No es la voz del profeta; tampoco es la voz de Dios mismo. Es una voz misteriosa no identificada. Lo que sí se conoce es lo que anuncia: anuncia que el Señor vendrá y que es necesa¬rio prepararle un camino.

 «Voz que clama en el desierto»

Podemos entender ahora el sentido de las primeras palabras del Evangelio de Marcos: «Conforme está escrito en Isaías, el profeta: 'Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino; voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas', -conforme a eso- apareció Juan bautizando en el desierto...». Lo que el evangelista quiere decir es que Juan el Bautista es esa voz misteriosa que en Isaías no había sido identi¬ficada. La aparición de esa voz indica que ya está próximo el momen¬to de la venida del Señor trayendo el consuelo para su pueblo. San Ambrosio dirá que ésa es como la del trueno que conmueve los desiertos. La actividad de Juan consistió precisamente en prepa¬rar al pueblo para la venida de Jesús. Y lo hizo «procla¬mando un bautismo de conversión para perdón de los peca¬dos».

La preparación para recibir a Jesús es siempre la conversión que, por medio del Bautismo y de la Penitencia, nos obtiene el perdón de los pecados. Ésta es también la preparación para la venida presente de Jesús, cuando Él viene a nosotros como alimento de vida eterna en la Euca¬ristía. Es también la preparación para su venida final cuando venga en la gloria, como lo recordaba San Pedro en su carta: «Esforzaos por ser halla¬dos ante Él en paz, sin mancha y sin tacha».

Juan desarrolló un gran movimiento en torno a él, ya que acudían a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén. Había peligro de que él mismo fuera identificado como el Salvador esperado. El Evange¬lista San Lucas lo dice explícitamente: «Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazo¬nes acerca de Juan, si no sería él el Cristo» (Lc 3,15). Esto debió parecerle a Juan un absurdo. El sabía quién era él y quién era aquél que anunciaba. Si en Isaías «la voz» grita que se prepare el camino «al Señor», hay un mundo de diferencia entre «la voz» y «el Señor». San Marcos nos dice que Juan es esa voz; pero el anunciado por esa voz es el Señor; Él viene después de Juan.

Esto Juan lo sabe bien y por eso rechaza enérgicamente la idea que él pudiera ser el espe¬rado : «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sanda-lias. Yo os bautizo con agua, pero Él os bautiza¬rá con Espíritu Santo». La primera imagen que Juan nos da para indicar la grandeza de Jesús es insuficiente: «No soy digno de desa¬tarle la correa de las sandalias».

Esta diferencia de rango se da también entre los hombres ¡por desgracia! Pero la segunda afirmación expresa verdaderamente la grandeza del que viene: «Yo os bautizo con agua; Él os bautizará con Espíritu Santo». El Espíritu Santo es el don de Dios por excelencia. El único que puede comunicar el Espíritu Santo es Dios mismo.

En efecto, en el Antiguo Testamento cada vez que Dios encomienda al hombre una misión que es imposible a las solas fuerzas humanas, lo provee de su Espíritu, y entonces el hombre se hace capaz. Este don lo comunicará el que es anunciado por Juan.

 Una palabra del Santo Padre:

«¡Queridos hermanos y hermanas! Con este Domingo comienza el Adviento, tiempo sumamente sugerente desde el punto de vista religioso, pues está lleno de esperanza y de espera espiritual: cada vez que la comunidad cristiana se prepara para hacer memoria del nacimiento del Redentor, experimenta en sí un escalofrío de alegría, que se comunica, en cierta medida, a toda la sociedad.

En Adviento, el pueblo cristiano revive un doble movimiento del espíritu: por una parte, levanta la mirada hacia la meta final de su peregrinación en la historia, que es el regreso glorioso del Señor Jesús; por otra, recordando con emoción su nacimiento en Belén, se agacha ante el Nacimiento. La esperanza de los cristianos se dirige al futuro, pero siempre queda bien arraigada en un acontecimiento del pasado. En la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios nació de la Virgen María, «nacido de mujer, nacido bajo la ley», como escribe el apóstol Pablo (Gálatas 4, 4)…

Podríamos decir que el Adviento es el tiempo en el que los cristianos tienen que despertar en su corazón la esperanza de poder, con la ayuda de Dios, renovar el mundo. En este sentido, quisiera recordar también hoy la constitución del Concilio Vaticano II, « Gaudium et spes» sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo: es un texto profundamente impregnado de esperanza cristiana. Me refiero en particular al número 39, titulado: «Tierra nueva y cielo nuevo». En ella se puede leer: «Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia (Cf. 2 Corintios 5,2; 2 Pedro 3,13)…

No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien aliviar, la preocupación de perfeccionar esta tierra». Los buenos frutos de nuestro esfuerzo los volveremos a encontrar, de hecho, cuando Cristo entregue al Padre su reino eterno y universal. Que María santísima, Virgen del Adviento, nos permita vivir este tiempo de gracia vigilando y comprometidos en la espera del Señor».

Benedicto XVI., Ángelus del 27 de noviembre del 2005.

 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. «Preparad el camino del Señor, enderezad las sendas» de la existencia humana; nos exhorta Juan el Bautista ¿De qué manera concreta voy a vivir este mensaje?

2. Acojamos las palabras de Benedicto XVI y acudamos a María, la Virgen del Adviento, para esperar con ella el nacimiento del Niño-Dios.

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 717-720.

Oración del Papa Francisco a la Inmaculada Concepción de María. Plaza de España de Roma, domingo 8 de diciembre de 2013:



Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el honor de nuestro pueblo
y la guardiana atenta que cuida de nuestra ciudad,
nos dirigimos con confianza y amor.

¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
El pecado no está en ti.
Suscita en todos nosotros un renovado deseo de santidad:
en nuestra palabra brille el esplendor de la verdad,
en nuestras obras resuene el canto de la caridad,
en nuestro cuerpo y en nuestro corazón habiten la pureza y la castidad,
en nuestra vida se haga presente toda la belleza del Evangelio.

Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
La Palabra de Dios se hizo carne en ti.
Ayúdanos a mantenernos en la escucha atenta de la voz del Señor:
el grito de los pobres nunca nos deje indiferentes,
el sufrimiento de los enfermos y necesitados no nos encuentre distraídos,
la soledad de los ancianos y la fragilidad de los niños nos conmuevan,
toda vida humana sea siempre amada y venerada por todos nosotros.

Tú eres la Toda Hermosa, ¡Oh María!
En ti está el gozo pleno de la vida bienaventurada con Dios
Haz que no perdamos el sentido de nuestro camino terrenal:
la suave luz de la fe ilumine nuestros días,
la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos,
el calor contagioso del amor anime nuestro corazón,
los ojos de todos nosotros permanezcan fijos, allí, en Dios,
donde está la verdadera alegría.

¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
Escucha nuestra oración, atiende nuestra súplica:
se Tú en nosotros la belleza del amor misericordioso de Dios en Jesús,
que esta belleza divina nos salve a nosotros,
a nuestra ciudad, al mundo entero.

Temas de reflexión para Diciembre. Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.




“Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. El anuncio del Nacimiento de Cristo que los ángeles dirigen a los pastores, nos señala el anhelo de Dios de darnos la paz. Y nos invita a que nosotros seamos en la tierra como los ángeles de Belén: un acueducto por el que corren las aguas del cielo que riegan la tierra con la luz del amor de Dios.

“La paz terrenal es imagen y fruto de la paz de Cristo, el “Príncipe de la paz” mesiánica (Is 9, 5). Por la sangre de su cruz, “dio muerte al odio en su carne” (Ef 2, 16; cfr. Col 1, 20-22), reconcilió con Dios a los hombres e hizo de su Iglesia el sacramento de la unidad del género humano y de su unión con Dios. “Él es nuestra paz” (Ef 2, 14). Declara “bienaventurados a los que construyen la paz” (Mt 5, 9) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2305)

¿Quiénes merecen ser considerados pacíficos?

Nadie da lo que no tiene. Para ser estos bienaventurados necesitamos tener paz. Paz con Dios. Paz con nosotros mismos, con nuestra conciencia. Paz con los demás hombres.

Paz, primero, con Dios. Porque conscientes de ser criaturas queridas y amadas por Dios, descubrimos el amor de Dios en Cristo Crucificado y Resucitado, por amor a los hombres. Un Dios Creador y Padre que abre siempre los brazos para acogernos y abrirnos las puertas de su corazón.
En paz con Dios, tenemos paz con nosotros mismos, porque aceptamos y recibimos agradecidos el perdón de nuestros pecados. El arrepentimiento siempre nos da la paz, porque abre nuestro corazón a la luz y al amor de Dios. Y nos perdonamos a nosotros nuestras miserias porque Dios nos las perdona.

Pacíficos en nuestro interior, podemos ser "hacedores de paz" en todas las relaciones con los demás. En medio de tantas querellas, desavenencias, intrigas, peleas, los pacíficos, siendo sembradores de paz, son un testimonio vivo de la paz que da Cristo, fruto de la reconciliación obtenida en la Cruz. "Dios tuvo a bien hacer residir en Cristo toda la Plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos" (Col 1, 20).

La paz que Cristo nos da, es la paz que transmiten quienes piden perdón de sus pecados al Señor, en el Sacramento de la Reconciliación; quienes no guardan en el fondo del corazón rencor alguno contra nadie, ni siquiera contra quienes se obstinan en hacerles mal; quienes rezan por sus enemigos, por los enemigos de Cristo y de la Iglesia, y piden por su conversión.

Y ésa es la paz que Cristo quiere que construyamos en la tierra. Una paz “que no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra sin la salvaguarda de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad. Es la “tranquilidad del orden” (san Agustín, De civitate Dei 19, 13). Es obra de la justicia (cfr. Is 32, 17) y efecto de la caridad (cfr. GS 78, 1-2)” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2304).

En esta bienaventuranza queda resaltada la armonía de la acción de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad, conjuntamente, porque la paz es fruto de la fe en la resurrección y de la esperanza en la vida eterna que anuncia la resurrección. Y de la caridad que vence todo pecado y reconcilia el cielo y la tierra en el corazón de Cristo con Dios Padre. Los pacíficos perdonan a todos, no guardan rencor, no provocan querellas, nunca devuelven mal por mal, ven siempre el lado positivo de los acontecimientos.

Cristo se dirigió así a los Apóstoles antes de su muerte: "La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da, os la doy yo" (Jn 14, 27). Él da la paz perdonando, sirviendo. Al presentarse a los Apóstoles después de la Resurrección no les echa en cara que le hayan abandonado y dejado solo en la Cruz. Les ofreció de nuevo Su paz: "La paz con vosotros" (Lc 24, 36).

Y cuando quiso establecer la paz entre los Apóstoles después de la cuestión de quién de ellos sería el mayor, les dijo: “Ya sabéis cómo los que en las naciones son considerados como príncipes las dominan con imperio, y sus grandes ejercen poder sobre ellas. No ha de ser así entre vosotros; antes, si alguno de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos” (Mc 10, 42-44).
* * * * * *
Cuestionario
________________________________________
1.- ¿Siembro paz entre las personas que trato, y procuro arreglar las contiendas que puedan surgir entre ellos?
2.- ¿Busco la paz pidiendo perdón a Dios y a los demás por las faltas que, contra ellos, he cometido?
3.- ¿Busco la paz también con los enemigos de la Iglesia, para que rectifiquen, pidan perdón, y se conviertan?




viernes, 14 de noviembre de 2014

Meditaciones y reflexiones de las Lecturas de la Semana 33 del tiempo ordinario





Todos pertenecemos a la Iglesia Universal,
presidida en Roma por el Papa Francisco.
Pero, además, de una forma particular,
pertenecemos a la Diócesis, con nuestro Obispo.
Recemos en estos días por ella.
Domingo 16 de noviembre, día de la Iglesia Diocesana 2014

Domingo de la Semana 33 del Tiempo Ordinario. Ciclo
«¡Bien, siervo bueno y fiel

Lectura de libro de los Proverbios (31,10-13.19-20.30-31): Trabaja con la destreza de sus manos.

Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas.
Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas.
Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre.
Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza.
Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.

Salmo 127, 1-2. 3. 4-5: Dichoso el que teme al Señor.

Lectura de la Primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses (5,1-6): Que el día del Señor no os sorprenda como un ladrón.

En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba. Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo:
«Paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar.
Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas.
Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (25,14-30): Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.

El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.

En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”
El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.”


Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

«El Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche», nos dice San Pablo, por eso, debemos de vigilar y vivir sabiamente para no ser sorprendidos (Segunda Lectura). En el Evangelio de este Domingo Jesús continua su catequesis sobre «las últimas realidades» y en «la parábola de los talentos» nos muestra como ya la vida misma es un don de Dios. Al crearnos, Dios ha querido compartir con nosotros algo de sí mismo y es por eso que desea que nosotros seamos generosos con lo que poseemos.

Ante los dones recibidos, lo propio es producir frutos abundantes; utilizando todas las capacidades de la inteligencia y de la voluntad que tenemos para producir aquellos frutos que Dios espera de nosotros. Y ciertamente a todos nos ha dado la posibilidad de acceder al más grande don que todos merecemos: la vida eterna. El libro de los Proverbios nos muestra el ejemplo de una mujer que hace rendir su vida y sus cualidades. Es una mujer hacendosa, activa, laboriosa en la caridad, diligente en el obrar. No es remisa, vanidosa o egoísta. Su especial sensibilidad no la vuelve hacia sí misma, sino que trabaja con sus manos y extiende sus brazos a los necesitados (Primera Lectura).

 «Una mujer fuerte ¿quién podrá hallarla?»

El libro de los Proverbios es una colección de sentencias y proverbios sapienciales que orientan a los jóvenes sobre la manera de llevar una vida justa y piadosa. La mayor parte son buenos consejos escritos de manera popular, como era corriente también en los pueblos vecinos a Israel. Comienza el libro diciendo lo que está bien y lo que está mal. Justamente la base de la sabiduría será el «temor de Dios», es decir la reverencia que tenemos que tener a Dios sobre todas las cosas ya que Él mismo es la fuente última de toda la sabiduría. Luego iluminará, está sabiduría, todas las esferas de la vida cotidiana: matrimonio, hogar, trabajo, justicia, decisiones, actitudes, etc.; ayudándonos a conocer cómo debemos conducirnos en las diversas situaciones desde la atenta mirada de Dios. Los proverbios subrayan la necesidad de cualidades como la humildad, la paciencia, la preocupación por los pobres, la diligencia, el trabajo, la fidelidad a los amigos y el respeto en el seno familiar.

En la parte final del libro tenemos un bello poema en acróstico a la mujer ideal o «mujer fuerte» que evoca el ideal de eficacia y de virtud de la perfecta ama de casa. Este pasaje es llamado de «el alfabeto áureo (dorado)» de la mujer y es leído con frecuencia en la Santa Misa cuando recordamos en el calendario litúrgico la memoria de alguna santa. Al parecer el «ser mujer» y «ser fuerte» es un contrasentido, pues la mujer es débil y siente la necesidad de ser protegida. Sin embargo, el texto alaba la fortaleza de la mujer ya que sabe que su alma es grande y generosa. «Hace siempre el bien» (31,12), con estas sencillas palabras describe el sabio toda una vida de abnegación, de renuncia y de amor; pues entregarse siempre es renunciar a sus propios gustos y dar con alegría indica que esa renuncia es fruto del amor. Pero estas palabras también nos hablan del silencio de la mujer. Ella calla y se entrega generosamente a los demás «levantándose cuando aún es de noche» (31, 15) y permanece en vigilia ya que «no se apaga por la noche su lámpara» (31,18). Ella, que teme al Señor, «es digna de alabanza» (31,30).

 «Vosotros sois hijos de la luz e hijos del día»

Los días que permaneció en la ciudad de Tesalónica, San Pablo predicó sin mucho éxito, pero con aquellos que se convirtieron fundó una comunidad cristiana. Se cree que ésta es la más antigua de las epístolas de San Pablo y debe remontarse al año 51. Después del saludo inicial, el Apóstol agradece a los cristianos de la ciudad por el buen ejemplo que dan a las otras comunidades. Habla de su deseo de verlos nuevamente y de la ternura maternal que siente por ellos, agradeciendo las buenas noticias que le han sido dadas por Timoteo.

En la segunda parte, donde se encuentra nuestra lectura dominical, afirma que el día del Señor llegará de modo imprevisto, cuando todos se sientan seguros. Así como el padre de familia vigila para que el ladrón no robe en la noche (ver Lc 12, 39), así el cristiano no debe abandonarse al sueño negligente en esta vida. A este hombre atento y vigilante se le pueden aplicar las palabras: «yo dormía, pero mi corazón vigilaba» (Ct 5,2). En realidad la gran tentación es considerar el tiempo presente como el único, definitivo y; en consecuencia, buscar en él el máximo disfrute y placer, pues el futuro es incierto.

 «Velad y orad…»

El Evangelio de hoy nos propone la conocida «parábola de los talentos». Ella está a continuación de la parábola de las vírgenes necias que era la lectura del Domingo anterior , y aclara otro aspecto de la venida de Jesús. Él no nos quiere dejar en la ignorancia sobre lo que ocurrirá ese día, para que seamos «sabios y sensatos» en el tiempo presente. No podremos después quejarnos: «¿Pero qué pasó; por qué nadie me avisó?» Él nos advirtió claramente con tiempo. Después de concluir la parábola de las vírgenes necias nos dice: «Velad y orad porque no sabéis ni el día ni la hora». Jesús agrega una enseñanza sobre lo que debemos de hacer mientras esperarnos su regreso o mientras estemos peregrinando en esta existencia.

Y es así que comienza la parábola: «Porque así es, como un hombre, que al partirse lejos, llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes». Sabemos que partió lejos pero que pensaba volver y es por eso que deja sus bienes a sus siervos de mayor confianza. Luego de mucho tiempo, vuelve ¿Cuánto tiempo después? Eso es exactamente lo que no sabemos y eso es uno de los grandes misterios de nuestra fe. Pero era necesario aprovechar el tiempo haciendo fructificar los bienes que el Señor les confió de acuerdo a sus capacidades y posibilidades que Él conocía perfectamente.

 Los talentos de cada uno

El «talento» era una medida monetaria . Se trataba de una cantidad considerable de dinero. Aquí expresa los bienes que el Señor dejó a sus siervos. A causa de esta parábola y de su interpretación, la palabra «talento» pasó a significar en nuestra lengua los dones naturales que hemos recibido gratuitamente. Se habla del talento musical, talento matemático, talento literario, etc. Los talentos que cada uno posee son un don gratuito como enseña San Pablo: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido ¿de qué te glorías, como si fuera mérito tuyo?» (1Cor 4,7). Cada uno posee los talentos que ha recibido como propios, pero es inherente a la noción de «talento» la obligación de dar frutos y de ser puesto al servicio de los demás.

No importa que cada persona no haya recibido todos los talentos, porque el que ha recibido aunque sea «un talento», lo ha recibido para sí mismo y también para los demás. Wolfgang Amadeus Mozart, que recibió un talento musical descomunal, deleitó a sus contemporáneos y sigue deleitando a los hombres de todos los tiempos. ¿Qué hubiese pasado si ese talento nunca lo hubiese colocado al servicio de los demás? Nada…exactamente eso hubiese ocurrido...nada y no tendríamos las maravillas musicales que ha ofrecido a toda la humanidad.

Pero el conjunto de todos los talentos que Dios ha distribuido entre todos los hombres, puestos todos a servicio de los demás; es lo que realmente constituye la riqueza de una sociedad humana. Es decir son tantos los talentos cuantas personas existen y es responsabilidad descubrir y hacer fructificar su propio talento. Para eso los ha dado Dios y del uso que habremos hecho de ellos nos pedirá cuentas cuando vuelva.

 El que tiene un talento...

Es importante observar la conducta de los siervos después de la partida de su Señor: «El que había recibido cinco talentos, inmediatamente se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos». No hay diferencia en la conducta de estos dos siervos, no obstante ser muy diferente la cantidad de dinero que manejan. Ambos obtienen el mismo rendimiento al dinero de su Señor. Y la aprobación cuando vuelve, indiferente de la cantidad, es idéntica para ambos: «¡Bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de lo mucho» También la recompensa es idéntica: «Entra en el gozo de tu señor».

El último sin embargo, que tuvo miedo y no hizo fructificar su talento, recibirá esta sentencia: «Siervo malo y perezoso». Y seguirá la orden del Señor: «Echad a este siervo inútil a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes». Es una parábola. Pero no debemos perder de vista que la usa Jesús para expresar una gran verdad: nuestro destino eterno se juega aquí, se está jugando ahora. Es ahora cuando nos estamos ganando la bienaventuranza eterna o perdiéndola, también para siempre. Esta última alternativa, triste pero posible, es lo que Jesús describe como: «tinieblas, llanto y rechinar de dientes». Y ahora no digamos que no sabíamos nada…

 Una palabra del Santo Padre:

«La lectura de hoy, tomada de San Mateo, recoge en la parábola de los talentos esta doctrina fundamental. Tres personas reciben de su amo los talentos. El primero, cinco; el segundo, dos; el tercero, uno. El talento significaba entonces una moneda, se podría decir un capital; hoy lo llamaríamos sobre todo la capacidad, las dotes para el trabajo. El primero y el segundo de los siervos, han duplicado lo que han recibido. El tercero, en cambio, esconde su talento bajo la tierra y no multiplica su valor.

En los tres casos se nos habla indirectamente del trabajo. Partiendo de estas dotes que el hombre recibe del Creador a través de sus padres, cada uno podrá realizar en la vida, con mayor o menor fortuna, la misión que Dios le ha confiado. Siempre mediante su trabajo. Esta es la vía normal para redoblar el valor de los propios talentos.

En cambio, renunciando al trabajo, sin trabajar, se derrocha no sólo "el único talento" de que habla la parábola, sino también cualquier cantidad de talentos recibidos. Jesús, a través de esta parábola de los talentos, nos enseña, al menos indirectamente, que el trabajo pertenece a la economía de la salvación. De él dependerá el juicio divino sobre el conjunto de la vida humana, y el Reino de Dios como premio. En cambio, "el derroche de los talentos" provoca el rechazo de Dios».

Juan Pablo II. Discurso en su visita al Perú, Trujillo 4 de febrero de 1985.

 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. Muchas veces creemos que no tenemos «muchos» talentos. ¿No es ésta una falta de humildad y de desconfianza en el amor de Dios por cada uno de nosotros? ¿Cuáles son los talentos o dones que tengo para compartir? Haz una lista de tus talentos y recuerda que todo talento es fecundo en la medida que se pone al servicio de los demás.

2. Leamos y meditemos el Salmo Responsorial 127: «Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores…».

3. leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 668-672.

ESCRITOS DEL SIERVO DE DIOS LUIS DE TRELLES: Virtudes Eucarísticas de Jesús: JESUCRISTO REY




Nuestro propósito no es escribir sobre el Reinado de Cristo en la Eucaristía (como lo hicieron en su día en la revista francesa de “Paray le Monial” al Reino Social, […] desde el punto de vista social, y en cierto modo, político, sino el Reinado de Jesús Sacramentado en las almas que le reciben a menudo, y con las que el Señor forma una provincia de su reino y ¿cómo lo diremos?, una familia escogida, una amistad de predilección, una pequeña grey, a la que brida su reino y se lo promete, y se lo otorga, y en ellas vive no solamente como Monarca absoluto, sino como hipóstasis, esto es, supuesto personal, puesto que vive Cristo en ellas y ellas en Cristo, asumiéndolas como águila a sus polluelos, para llevarlos a la cumbre de la gracia y a las regiones elevadas de la vida mística, e insinuándose Cristo en sus venas y siendo el alma de su alma, fundiéndose sin anular su personalidad, con ellas como las ceras que se derriten y confunden en un mismo crisol, y, en fin viviendo en estas privilegiadas criaturas, si ellas cooperan, como decía San Pablo: “Vivo yo, ya no yo, sino Cristo vive en mí”.

Mirando al Sagrario, con los ojos de la fe viva, ¿puede imaginarse una cosa más tierna y dulce al corazón cristiano que advertir, como es dogma católico, que Jesús instituyó su Sacramento antes de derramar su sangre en la cruz, para recoger esa misma sangre, al resucitar, en el arca santísima de su cuerpo,
ya inmortal, habitado por su alma, y poseído uno y otra por su Divinidad? Para depositarlo todo, cuerpo, sangre, alma y Divinidad, en el Sacramento de amor, no sólo como una reliquia, o mejor augusto relicario, sino también para darnos el tesoro entero en la comunión y esto para insinuarse(infiltrase) oculta y calladamente en nosotros, amén de unirse y compenetrarse su alma con el alma, su sangre con la sangre, el corazón divino con nuestro corazón y asumir, sin abolirla(anular), nuestra vida, de forma que viva ya en nosotros y nosotros en Él.

Pues, sin embargo éste es un dogma innegable, maravillosa verdad y fecundo germen de vida espiritual, que cooperando el comulgante, le anticipa la sustancia de la gloria, le brinda ascender a las altas cumbres de la gracia, no por los propios méritos del comulgante, sino por la benignidad y por los méritos de Cristo. (L. S. Tomo, XXI, 1890, págs.405 - 407)

Tomado del Boletín de Noviembre de 2014 de la Fundación Luis de Trelles (www.fundaciontrelles.org)

lunes, 3 de noviembre de 2014

Tema de reflexión para la preparación de las Vigilias de A.N.E. en Noviembre




Bienaventuranzas.-IX.-Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

¿Quiénes son los limpios de corazón? Los que alimentan en su corazón el anhelo de vivir la Voluntad de Dios; quienes rezan diciendo con Cristo en el Padrenuestro: “hágase Tu Voluntad en la tierra como en el cielo”.

Los que viven de la luz de la Fe que “ilumina toda la existencia del hombre (…), revela el amor de Dios, y transforma al hombre que recibe ojos nuevos, para ver el mundo con los ojos de Cristo” (cfr. Lumen fidei, 4). Y con esos ojos y esa luz ven el mundo pensando en la salvación; sufren y padecen, para descubrir los signos de la salvación que Cristo nos ofrece.

Los que buscan en todas sus acciones la gloria de Dios. Quienes se gozan en servir a los demás en el trabajo, en la amistad, en la solidaridad, y todo, por amor a Dios. Quienes ven el bien en los demás, y no se ensañan contra el prójimo cuando ven el mal. Quienes detrás de cada contrariedad que puedan encontrar en su vida, ven la Cruz de Cristo y la Resurrección que corona y da sentido a la Cruz. Quienes devuelven bien por mal, y luchan para ahogar el mal en abundancia de bien.

Quienes ordenan todos los movimientos de su alma según el querer de Dios; se esfuerzan en vivir según la Voluntad conocida de Dios, y someten su razón a la Verdad recibida de Dios. Quienes no oponen otra resistencia que la de su fragilidad humana a la acción del Espíritu Santo en ellos, y el Espíritu Santo sana esa fragilidad.

Los que convencidos de la afirmación de san Pablo: "Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman" (Rm 8, 28); descubren y aman la acción de Dios Padre en todos los acontecimientos de su vida. Nunca piensan mal de las actuaciones de los demás, sin que por eso dejen de descubrir la injusticia y el mal real y objetivo que pueden llevar a cabo, y procuran salvar la intención de todas las personas, hasta que se reconozca claramente su mala acción.

Los “limpios de corazón” llevan a cabo sus acciones movidos por el “amor de Dios” y en el amor a los demás. Nunca se buscan a sí mismo, ni sus propios intereses, ni desean su propio bien. Siempre se mueven para dar toda la gloria a Dios; y así descubren el sentido divino en todas sus acciones “un algo divino oculto en todas las realidades humanas” (Homilía en el Campus de Navarra).

Los limpios de corazón se alegran con todo su ser al conocer y vivir el bien que hacen los demás; borran de su espíritu cualquier resto de envidia y dan gracias a Dios por todos los bienes que derrama sobre la Iglesia, sobre el mundo, sobre cada uno de nosotros.

De tal manera están unidos al querer y a la mirada de Dios, que su corazón es un espejo que refleja la luz de la mirada amorosa de Dios sobre el mundo. Sufren por las ofensas a Dios que se llevan a cabo en su entorno, en toda la tierra; y anhelan amar a Dios por quienes no le aman. Y lo hacen de tal manera, que nada les hace daño. A los limpios de corazón se refiere san Marcos al concluir su Evangelio: “A quienes creyeren les acompañarán estas señales: en mi nombre echarán los demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán en las manos las serpientes, y si bebieren ponzoña, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los curarán” (16, 17-18).

Cristo subraya la importancia de esta bienaventuranza cuando nos recomienda: "buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todas estas cosas (se refiere al comer, el beber, el vestir; o sea las necesidades normales del vivir) se os darán por añadidura" (Mt 6, 33).

En esta bienaventuranza la acción de la Fe y de la Caridad se entrelazan y se engrandecen mutuamente. La Fe limpia la inteligencia para buscar siempre el bien de los demás y la gloria de Dios. La Caridad purifica el corazón para que el hombre desee siempre servir, aun a costa de dolor y sacrificio, a todos los hombres. Y así el corazón y la inteligencia del creyente, del hijo de Dios en Cristo Jesús, sea un resplandor de la luz del Cielo en alma y cuerpo, en sus actuaciones y en sus palabras.

* * * * * *



Cuestionario

--------------------------------------------------------------------------------

1.- ¿Me alegro del bien de los demás y, en especial, de la conversión de los pecadores?

2.-Con mi amistad, ¿animo a quienes se desaniman, se vienen abajo, y se ven incapaces de salir adelante ante las dificultades que encuentran en el trabajo, en la enfermedad, en sus familias?

3.- ¿Sirvo a los demás en mi trabajo, en la amistad, en las conversaciones, sin buscar que me lo agradezcan, por amor a Dios?








domingo, 2 de noviembre de 2014

Beatificado el Fundador de la Sección en Balmaseda de la Adoración Nocturna Española



“Tenemos que conocer la voz del Pastor para seguirle; pero no basta. También es preciso alimentarnos con los pastos que él nos quiera dar, sean los que sean, aun la persecución”.
D. Pedro Asúa y Mendía.


Beatificado en Vitoria el 1/11/2014
Fundador de la ANE en Balmaseda.

jueves, 30 de octubre de 2014

Oración para el fomento de la Adoración Nocturna

Señor Jesús, que decidiste permanecer con nosotros en el sacramento de la
Eucaristía, aumenta nuestra fe en tu presencia y haz crecer en nuestro
interior el deseo ferviente de estar contigo adorándote, alabándote y
amándote.

Concede, Señor, a tu Iglesia nuevos adoradores, jóvenes adoradores que, en el
silencio fecundo de la noche, se dejen hacer y deshacer por Ti, templen su
espíritu al fuego de tu amor, contemplen tu rostro crucificado y gocen del
esplendor de tu resurrección.

Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a comprender que la vitalidad espiritual y
apostólica de la Iglesia depende de nuestra unión contigo en la Eucaristía.
Sólo este encuentro de amor con "quien sabemos que nos ama" puede
proporcionarnos energías suficientes para salir al encuentro de nuestros
hermanos y hacerles sentir tu misericordioso consuelo.

Tú que eres el "Dios con nosotros" y tienes "palabras de vida eterna", abre los
oídos y el corazón de tus hermanos, los hombres, para que sientan tu llamada
de Maestro y Pastor y respondan a tu invitación evangélica: "venid a mí, todos
los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré".
Que tu Madre, modelo e intercesora, nos enseñe a ser adoradores según tu
corazón, adoradores "en espíritu y en verdad". Amén.
41

Oraciónes al Santísimo Sacramento del Altar (D. Luis de Trelles)




ORACIÓN DE REPARACIÓN

Señor mío Jesucristo, aquí presente bajo las Especies:

Amantísimo hermano en la humanidad.

Cumpliendo tu promesa permaneces día y noche con nosotros
constantemente, oculto con las apariencias del pan.

Venimos humildes y gozosos, aunque miserables, a hacerte la corte en
esta noche venturosa en nombre y representación de España entera para
rogarte por todas sus necesidades espirituales y temporales; y la mayor
de todas es que no se apague jamás, según has prometido, la brillante luz
indeficiente que resplandece en Roma y que despide tu Vicario; y que a su
lumbre se mantenga y acreciente en nuestro suelo la fe tradicional que
nos transmitieron los mayores.

Te rogamos también que se perpetúe y llegue hasta el fin del mundo en
España nuestro humilde instituto, extendiéndose y arraigándose en
nuestro suelo, para gloria de Dios y mayor culto y devoción de Jesús
Sacramentado.

Cuanto mayor sea nuestra miseria e indignidad y tu grandeza, tanto
mayor brillará tu infinita misericordia en escucharnos y atender nuestras
preces.

En mérito de ellas y de tu infinita bondad, / impetramos por nuestra
nación española ¡ y por todos sus hijos; por los moribundos; por las
benditas almas del purgatorio; por los pecadores; por los incrédulos; y
sobre todo por la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana y su Cabeza
Visible; por nuestros consocios adoradores; / y para todo ello te rogamos
nos envíes el Santo Ángel de la devoción y de la perseverancia en nuestro
oficio; y que así alcancemos después a adorarte en la gloria celestial en
donde vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los
siglos. Amén.
42

sábado, 25 de octubre de 2014

Vigilia Interdiocesana en Menorca de los Consejos Diocesanos de A.N.E. en Baleares en recuerdo al Beato Juan Huguet Cardona

VIGILIA INTERDIOCESANA DE LA ZONA DE LAS BALEARES EN FERRERIES (MENORCA) EL 4 DE OCTUBRE DE 2014

Se celebró, conforme a lo previsto, dicha Vigilia Interdiocesana en homenaje al Beato Juan Huguet Cardona, presbítero y mártir, en el primer aniversario de su beatificación, que se cumplirá el próximo día 13 del corriente.


Fue en la localidad donde vivió con su familia desde muy pequeño (había nacido en Alaior) y donde empezó su ministerio sacerdotal, truncado prematuramente, y santamente, por su glorioso martirio el 23 de julio de 1936. Poco después de su primera comunión había ingresado en los Tarsicios de la sección de Ferreries, sección todavía vigente si bien con una media de edad muy elevada.

El Sr. Obispo de Menorca, Mons. Salvador Giménez Valls, presidió todos los actos, renunciando por ello a asistir a la toma de posesión del nuevo Metropolitano, Cardenal Antonio Cañizares Llovera, Arzobispo de Valencia.

Presidió la Misa Estacional en la iglesia de Santa María, de la citada localidad, llena a rebosar, pues coincidía con el inicio del curso catequístico, de familias, niños y representación de todas las edades y generaciones. Concelebraban con el Sr. Obispo, el párroco de Ferreries y director espiritual de aquella sección, Mn. Joan Febrer, el director espiritual de la sección de Mahón y diocesano de Menorca, Mn. Joan Miquel Sastre, el director espiritual de la sección de Ciutadella, Rvdo. D. Silvino Beruete SDB, el director espiritual diocesano de Mallorca y de la sección de sa Pobla, Mn. Joan Pons, y su inmediato antecesor en el cargo, M.I.Mn. Joan Darder. Ejerció su ministerio el vicedirector diocesano de Mallorca, Mn. Joan Juan Bordoy, diácono permanente El presidente de la sección de Calvià (Mallorca), Sr. Joan Juan Lladó, fue el encargado de presentar las intenciones de la vigilia en la oración de los fieles. Lectores, acólitos y cantores los de la comunidad parroquial.

Acabada la misa y expuesto el Santísimo por el Sr. Obispo, se organizó la procesión hacia la histórica parroquia de San Bartolomé, donde reposan los restos del Beato. Cabe notar que se trataba de la primera procesión eucarística en años, pues hace tiempo se dejó de celebrar la del Corpus en la localidad. A pesar de ello, la organización, el orden, el respeto, el silencio y la participación en los cantos (los más populares eucarísticos en catalán y castellano) fue ejemplar, habiéndose escogido el recorrido más largo. Las banderas presentes fueron, además de la local, las de las secciones menorquinas de Mahón y Ciutadella, y las mallorquinas de Palma, Calvià, Sóller y sa Pobla.

Llegados a la parroquia, esta se llenó de fieles. Se calcula que participaron activamente en la vigilia unos 150 por las separatas utilizadas (en la misa y procesión la afluencia fue mayor), además del Sr. Obispo, que presidió en todo momento, y los concelebrantes y diácono mencionados, a los que se unieron Mn. Guillem Pons, vicepostulador de la causa del Beato, y Mn. Gerard Villalonga, vicario general de la Diócesis, además del sacerdote más joven de la misma, recién ordenado.

La vigilia constó de Oficio de Lectura en forma vigiliar prolongada del común de un mártir, con homilía del Sr. Obispo después del evangelio (el párroco había predicado en la misa), oración en silencio, bendición y reserva del Santísimo, cántico de la antífona mariana final (Salve Regina) y veneración a los restos del Beato con cántico apropiado (glosa al evangelio proclamado del “grano de trigo”) y su oración litúrgica, encabezada por el Sr. Obispo y clero.

Resultó sobrecogedor el orden en que se desarrolló la acción litúrgica. El himno y uno de los salmos fueron cantados a cargo del animador musical de la parroquia. Los demás a dos coros, actuando de salmista el delegado de Zona. Fueron lectores un adorador local y otro de Palma, tesorero del Consejo Diocesano. Naturalmente, el diácono proclamó el evangelio. El Te deum fue cantado en gregoriano, alternando clero y fieles. La música se sostuvo dignamente en todo momento a pesar de carecer de acompañamiento instrumental.

La familia del Beato acogió con entusiasmo dichas celebraciones y así nos lo manifestó, al igual que el Sr. Obispo, párroco y numerosos fieles.

Damos gracias a Dios por el buen resultado que nos concedió en su infinita misericordia.

Informa: Santiago M. Amer Pol, Delegado de Zona de A.N.E. en Baleares

¿cuál es el mandamiento mayor de la ley?» Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

Artículo J.R.PULIDO; Presidente Diocesano de Toledo; fotografía: celebración de la Misa en el Pleno del Consejo Nacional 2012, en la Casa de Ejercicios Cristo Rey en Pozuelo de Alarcón

Si no vas a Misa estas Lecturas te acercaran a una sintonía más clarificadora,
solidaria y hermosa. Si vas, te servirán de recuerdo y preparación.
Y si no vas, pero quieres ir, te ayudaran a acercarte a la puerta.


*******************************************************




Digo amar a Dios….y me amo a mi mismo

Digo entregarme a Dios…y me busco a mi mismo

Digo soñar con Dios….y pienso en mi propio paraíso.



QUIERO AMARTE SEÑOR

Como Tú me amas a mí

QUIERO AMARTE, SEÑOR

Con la misma alegría con que Tú lo haces

QUIERO AMARTE, SEÑOR

Sin pedir nada a cambio

QUIERO AMARTE, SEÑOR

Con la fuerza que Tú me das

QUIERO AMARTE, SEÑOR

Con el perdón que siempre me ofreces

QUIERO AMARTE, SEÑOR

Con la confianza que pones en mí

QUIERO AMARTE, SEÑOR

Sin engaños y con verdad

QUIERO AMARTE, SEÑOR

Sin palabrería ni falsedad

QUIERO AMARTE, SEÑOR

Amando a todos como Tú lo haces

QUIERO AMARTE, SEÑOR

(Javier Leoz)

*******************************************************


El amor a Dios empuja a darse con el hermano

y, en el hermano, es donde puedo también alcanzar

el amor divino que sale a mi encuentro.

El amor es paciente, afable, servicial; no tiene envidia; no presume ni se engríe;

no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal;

no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.

¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá.

¿El saber?, se acabará. El amor no pasa nunca.

"Si no tengo amor, no soy nada." Carta de San Pablo a los Corintios (13:1)

¡Gracias, Señor!



*******************************************************

Domingo de la Semana 30 del Tiempo Ordinario. Ciclo A
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo»

Lectura del libro del Éxodo (22,20-26): Si explotáis a viudas y huérfanos, se encenderá mi ira contra vosotros.

Así dice el Señor:
«No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mí ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»

Salmo: Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab; Yo te amo, Señor; tú eres mí fortaleza.

Lectura de la Primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses (1,5c-10): Abandonasteis los ídolos para servir a Dios y vivir aguardando la vuelta de su Hijo.

Hermanos:
Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (22,34-40): Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
-«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo:
-«”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.” Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

 Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

El Evangelio de este Domingo nos presenta la enseñanza más importante que Jesús nos ha dejado: «el mandamiento del amor». Lo que va a realizar ante la clara malicia de la pregunta, es algo realmente revolucionario: unir el amor a Dios con el amor al prójimo diciendo que ambos son semejantes. En la lectura del Éxodo vemos las prescripciones que debían observar los judíos en relación con los extranjeros, con las viudas, los huérfanos y todos aquellos que se veían en la necesidad de pedir prestado o dejar objetos en prenda para poder obtener lo necesario para la vida. El Señor velará siempre por estas personas ya que Él es «compasivo» y cuida de sus creaturas más necesitadas

Por otra parte, en la carta a los Tesalonicenses, Pablo alaba la fe y el apostolado de aquella naciente comunidad y comprueba que el crecimiento espiritual se debe, en primer lugar, a la apertura al Espíritu Santo. Los tesalonicenses han recibido la Palabra y se han convertido a Dios; viviendo ahora la sana tensión por la venida definitiva del Reconciliador (Segunda Lectura).

 «Sí él me invoca, yo lo escucharé porque soy compasivo»

La lectura del libro del Éxodo hace parte de una colección de leyes y de normas que buscan explicar y aplicar de manera práctica los principios religiosos y morales del Decálogo. Este pasaje nos enseña que no le basta a Dios que se le respete y obedezca; desea que nadie de los que han hecho la Alianza se quede al margen de su amor y por ello impone que la obediencia a sus preceptos pase por el respeto al prójimo y, de manera particular, a los menos favorecidos. Hacer con Dios una alianza implica el ser justo con aquellos por los cuales Él se desvive: los desamparados. Es impresionante el lenguaje de la Ley acerca de las viudas, huérfanos y pobres; pero lo es más todavía el de los profetas: «aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda» (Is 1,17; ver Jr 5,28; Ez 22,7.).

Leemos en el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia: «Del Decálogo deriva un compromiso que implica no sólo lo que se refiere a la fidelidad al único Dios verdadero, sino también las relaciones sociales dentro del pueblo de la Alianza. Estas últimas están reguladas especialmente por lo que ha sido llamado “el derecho del pobre”…El don de la liberación y de la tierra prometida, la Alianza del Sinaí y el Decálogo, están, por tanto, íntimamente unidos por una praxis que debe regular el desarrollo de la sociedad israelita en la justicia y en la solidaridad» .

 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la ley?»

El Evangelio de este Domingo nos presen¬ta el último de cuatro episodios en que se trata de sor¬prender a Jesús en error. En el primero de estos episodios, después que Jesús purificó el templo expul¬sando a los mercaderes, se le acercan los sumos sacerdotes y los ancia¬nos del pueblo para preguntar¬le sobre su autoridad (Mt 21,23). En el segundo (lo hemos visto el Domingo pasado), Jesús escapa de la trampa que le han tendido los fariseos y los herodianos con su pregunta acerca de la licitud de pagar el tributo al César (Mt 22,15-22). En el episodio siguien¬te son los sadu¬ceos los que le presentan un caso difícil, para ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos (Mt 22,23-33). La fe en la resurrección era uno de los puntos en que discrepaban fariseos y saduceos: «Los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu, mientras que los fariseos profesan todo eso» (Hch 23,8).

Pero en la introducción del episodio hay algo que a primera vista como que no corresponde: «Los fari¬seos, al enterarse de que Jesús había tapado la boca a los sadu¬ceos, se reunie¬ron en grupo y uno de ellos le preguntó para tentarlo...» Si Jesús había tapado la boca a los saduceos y lo había hecho profesando la fe en la resurrección, se podría pensar que los fariseos estarían conten¬tos y darían la razón a Jesús viendo que coincidía con ellos en un punto de doctrina. Pero no; cuando se trata de oponerse a Jesús, ellos olvi¬dan sus discrepan¬cias con los saduceos y están unidos buscando su ruina. Por eso, viendo que a los sadu¬ceos no les resul¬tó perder a Jesús, lejos de defenderlo por la doctrina que había sustentado, ellos hacen un nuevo inten¬to. Le ponen una pregunta capciosa para ver si cae y les da motivo para desprestigiar¬lo.

Aquí se ubica el episodio de este Domingo que es el cuarto de este tipo que con toda malicia y con ánimo de ponerle a prueba, le pregunta «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la ley?» . La intención es tentarlo, es decir, ponerle una pregunta que induzca a Jesús a dar una res¬puesta errónea que les permita acusarlo o desprestigiarlo. Cuando se trató del tributo al César, Jesús ya había desenmasca¬rado a los fariseos diciéndo¬les: «Hipócritas, ¿por qué me ten¬táis?» (Mt 22,18). Aquí nuevamente vuelven a tentarlo. Pero Jesús no reacciona de esa manera, porque la pregunta, a pesar de su intención torcida, le permite dar una enseñanza fundamen¬tal.

 ¿Qué respuesta esperaban?

Antes de examinar la respuesta de Jesús trataremos de descubrir en qué consiste lo capcioso de la pregunta. La pregunta parece más bien apta para que Jesús se luzca con su res¬puesta. En efecto, todo judío sabía de memoria el «Shemá Israel» y hasta el día de hoy se encuentra en el «Siddur» (el libro de oraciones) como parte de la oración nocturna diaria: «Escu¬cha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Dios. Bendi¬to sea el nombre glorio¬so de su Reino por los siglos. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza». Está tomado del libro del Deutero¬nomio donde se agrega: «Per¬manezcan en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se las repeti¬rás a tus hijos... las atarás en tu mano como una señal y serán como una insignia ante tus ojos...» (Dt 6,7-8). Es obvio que todo judío, interrogado sobre el mandamiento mayor de la ley, habría citado el «Shemá». Si la pregun¬ta fue hecha «para tentarlo» es porque los fariseos espera¬ban que Jesús respondiera otra cosa. Enton¬ces habrían tenido de qué acusarlo.

Entonces, ¿qué respuesta esperaban? Jesús había estado enseñan¬do con mucha energía el mandamiento del amor al prójimo. En el sermón de la montaña había radicalizado los manda¬mien¬tos que se refieren al prójimo: «Se os ha dicho: 'No matarás'... Pues yo os digo: 'Todo aquel que se encolerice contra su hermano será reo'... Se os ha dicho: 'No comete¬rás adulte¬rio'. Pues yo os digo: 'Todo el que mire una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón'... etc.»(Mt 5,21ss). Más adelante, al joven rico que le pregunta qué mandamientos tiene que cum¬plir para alcanzar la vida eterna, Jesús le responde: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 19,18-19). Y más explícita¬mente había enseña¬do: «Os doy un mandamien¬to nuevo: que os améis los unos a los otros... Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros» (Jn 13,34; 15,12).

Es probable que los fariseos esperaran que Jesús les diera esa respuesta o alguna parecida. Pero no habían entendido su enseñan¬za. Jesús da la respuesta correcta: «Ama¬rás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento».

Pero en seguida agre¬ga: «El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» . Ambos mandamientos no se pueden sepa¬rar, no se puede cumplir uno solo de ellos. El mandamien¬to del amor es uno solo, es indivisi¬ble, el mismo se dirige a Dios y al prójimo; no se trata de dos amores, sino de uno solo; cuando perece uno, perece también el otro. Esto es lo que Jesús quiere enseñar con su respuesta. Por eso concluye: «De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profe¬tas», no de uno sino de los dos.

 El mandamiento del amor

El fundamento del amor al prójimo es el amor a Dios; pero la prueba del amor a Dios es el amor al prójimo. San Juan es tajante en este criterio: «Si alguno dice: 'Amo a Dios' y no ama a su hermano es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de Él este mandamien¬to: quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1Jn4,20-21). Por tanto, el mandamiento: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu cora¬zón...» se cumple solamente «amando al prójimo como a ti mismo». Jesús los unió más estrechamente aún, si es posible, cuando dijo, a propósito del juicio final: «Todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mt 25,40).
No tenemos otro modo de expresar nuestro amor a Él que amándolo en sus hermanos más peque¬ños: los hambrientos, los sedientos, los forasteros, los desnu¬dos, los enfermos, los encarcelados. San Juan de la Cruz comenta este episodio diciendo: «En la tarde de tu vida serás examinado sobre el amor», sin especificar, pues se trata de una sola virtud. Donde falta el amor a Dios lo único que nos queda entre manos es el egoísmo.

 Una palabra del Santo Padre:
«En el pasaje evangélico que acabamos de proclamar, un doctor de la ley interroga a Jesús, con ánimo de ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». La respuesta del Señor es directa y precisa: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón... Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas» (Mt 22,36-37.39-40). Amarás. En el sentido señalado por el Evangelio, esta palabra implica una innovación profunda; más aún, es la más revolucionaria que haya resonado jamás en el mundo, porque al hombre que la escucha lo transforma radicalmente y lo impulsa a salir de su egoísmo instintivo y a entablar relaciones verdaderas y firmes con Dios y con sus hermanos.
Amarás la vida humana, la vida de toda la comunidad, la vida de la humanidad. Jesús indica un amor total y abierto a Dios y al prójimo, introduciendo así en el mundo la luz de la verdad, o sea, el reconocimiento de la absoluta superioridad del Creador y Padre, y de la dignidad inviolable de su criatura, el hombre, hijo de Dios. Amarás. Este imperativo divino constituye un llamamiento constante para cuantos quieren seguir el camino del Evangelio y contribuir a su difusión en el mundo. Ese llamamiento resuena sin cesar en la Iglesia encaminada ya hacia la histórica meta del año dos mil, que inaugurará el tercer milenio de la era cristiana.»
Juan Pablo II. Homilía en la Misa de la parroquia de San Octavio, 24 de octubre de 1993.

 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. «Lo que hicisteis con uno de mis pequeñuelos, lo hicisteis conmigo» (Mt 25,40). Haz un examen de conciencia a partir de pasaje del Evangelio de San Mateo. ¿Cómo vivo de manera concreta el amor al prójimo?

2. Recemos en familia el Salmo responsorial 17(16): «El clamor del inocente».

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 2086.2093- 2094.2196.




viernes, 24 de octubre de 2014

UNA NOCHE EN EL ROCIO EN EL MES DE OCTUBRE





Por tercer año consecutivo la ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA ha celebrado Vigilia Mariana Eucarística en el Santuario de Nuestra Señora del Rocío con el apoyo en su organización y plena colaboración de la Hermandad Matriz.

" Al Rocío hay que venir " dice la copla y los Consejos Diocesanos de A.N.E. en Andalucía Occidental lo asumieron como objetivo en unas de sus reuniones de zona; este año el Presidente nacional D. Carlos Menduiña ratificó con su presencia la importancia que para el Consejo nacional ha supuesto esta iniciativa.

El Presidente de la Hermandad Matriz de Almonte D. Juan Ignacio Reales comentó al Sr. Menduiña su satisfacción porque el Santuario sea punto de encuentro en el fervor religioso Mariano y Eucarístico.

De la Casa rociera de Bollullos del Condado la comitiva de la Adoración Nocturna con sus Banderas partimos hacía el Santuario para unirnos a las Hermandades del Rocío participantes, encabezadas por la Hermandad Matriz.

El rezo del santo Rosario en torno al Santuario y dirigido a través de la magnífica megafonía del Santuario fue solemnísimo; el Estandarte de la Hermandad Matriz lo presidió; el recuerdo de lo noche de Pentecostés se repetía en nuestras mentes.

Presidió la Misa el Vicario delegado por el Sr. Obispo al no poder asistir S.E.R. al acto.

Al finalizar la Eucaristía, el Rector del Seminario Rvdo. D. Antonio Cepeda Lepe se dirigió a todos los fieles: "Es nuestra Madre del Cielo; es tu Madre y Ella quiere le acompañemos durante esta noche aquí en el Santuario Adorando a su Hijo, ¡ Viva la Virgen del Rocío ¡

La petición fue seguida por multitud de fieles: cuatro Turnos de una hora cada uno en la que participaron en total ciento cincuenta fieles aproximadamente; rocieros y adoradores nocturnos.

Impresionante la presencia de Jóvenes que se acercaban a Saludarla con las " buenas noches " como se acostumbra antes de marchar al descanso; observábamos como se quedaban un rato conversando con el Padre; ¡ ésta noche saltaban la valla los corazones plenos de Amor de estos buenos rocieros¡

En la Madrugada, a las cinco de la mañana, se inicia la Procesión para que Jesús Sacramentado bendiga las Marismas del Rocío, ... " bendito, bendito sea Dios los Ángeles cantan y alaban al Señor" Los que lo vivimos mantendremos el recuerdo vivo de esta noche de octubre en el Rocío.
¡ Viva la Madre de Dios; Viva el Pastorcito divino; Viva la Virgen del Rocío ¡
Adorado sea Jesús Sacramentado. Ave María Purísima


viernes, 10 de octubre de 2014

TEMA DE REFLEXION para la Junta de Turno de A.N.E.


Esta noche participaré ( D.m. ) en la Vigilia que celebra mi Turno; noche de encuentro con Jesús Sacramentado bajo la mirada de Su Madre y Madre nuestra María Auxiliadora, mientras descansan los cercanos nosotros pretendemos acompañarle con nuestras oraciones, colectiva, privada y expiatoria; antes en el salón de Juntas meditaremos y debatiremos el TEMA DE REFLEXIÓN, que paso a reproducir:

Bienaventuranzas.-VIII.- Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

¿A quiénes dirige Cristo esta Bienaventuranza? ¿A quiénes podemos llamar misericordiosos, cuando la misericordia parece una virtud que sólo Dios puede vivir, que tanta gloria da a Dios?

Son misericordiosos quienes aman verdaderamente a sus hermanos con el corazón y en el corazón de Cristo y no discriminan a nadie, no juzgan a nadie, no dejan de rezar por nadie, y ofrecen su vida por todos sin esperar nada a cambio.

Son misericordiosos los que tienen su corazón en la miseria moral, física y espiritual de los demás; los compasivos; los que comprenden las debilidades y flaquezas del prójimo y le ayudan a superarlas.

Son misericordiosos quienes no se asustan de ningún mal, conscientes de que en Cristo podemos vencer todo pecado, y saben que hay que vencer el mal con abundancia de bien.

Son misericordiosos quienes, conscientes de su debilidad y de su fragilidad, están abiertos a perdonar a todos los que han procurado hacerles mal. Y los perdonan, aunque los ofensores no reconozcan el mal que han hecho o han pretendido hacer.

Son misericordiosos quienes desagravian a Dios por las ofensas y los pecados de los demás. Tienen el corazón en la pena y el dolor de Cristo, y le acompañan.

Son misericordiosos quienes abren su corazón a las necesidades de los demás, y muy especialmente a las necesidades espirituales. Quienes acogen a todos, no juzgan a nadie, y les ayudan a reconocer su pecado y a pedir perdón. Quienes no condenan a nadie y les animan a arrepentirse de verdad, sin temor, y a pedir perdón de sus pecados.

"No he venido a llamar a justos sino a pecadores" (Mt 9,13). Jesús aceptó la invitación de Mateo a comer en su casa, que se llenó enseguida de publicanos y pecadores. Los fariseos preguntaron a los discípulos por qué comía su Maestro con publicanos y pecadores. Pero fue Jesús el que les respondió: "No necesitan médico los que están sanos, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mt 9, 10-13).

Cristo, en el episodio de la mujer adúltera, nos da un ejemplo vivo de su corazón misericordioso. Una vez que la mujer admite su pecado, todos los que la acusan quieren apedrearla. El Señor guarda silencio, y después invita a todos a que miren su corazón, su propio pecado. Cristo no la condena: la deja marchar. Le perdona el pecado, y a la vez le recuerda que ha pecado y le incita para que no vuelva a pecar (cfr. Jn 8, 3-11).

Cristo nos ofreció el supremo acto de misericordia cuando, clavado en la Cruz, rogó al Padre por quienes le crucificaban y por cada uno de nosotros, porque también sufrió por nuestros pecados: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lc 23, 34).

Esta bienaventuranza señala uno de los más altos grados de Caridad –junto al martirio- que el hombre puede alcanzar en la tierra. Es la manifestación palpable de que el hombre puede amar como Cristo nos ama. El misericordioso realiza en Cristo ese misterio del amor de Dios que san Pablo desvela en los últimos versículos de su canto a la Caridad: "La caridad todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, lo soporta todo" (1 Cor 13, 6). El corazón del misericordioso mantiene siempre vivo en el mundo el reflejo de la llama de amor del Corazón de Cristo.

“Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9, 13), recuerda el Señor. El misericordioso vive ese regalo de Dios que es el Espíritu Santo, y que Dios ha derramado en el corazón de los hombres (cfr. Rm, 5, 5).

“Dios rico en misericordia; tardo a la ira” (Ex 34, 5-6). Y tiene el corazón en la miseria y en los pecados de los hombres.

* * * * * *

Cuestionario

1.- ¿Juzgo y desprecio a los demás, sin considerar que yo también soy un pecador?

2.- ¿Desagravio al Señor por los pecados de los demás, y pido perdón al Señor por no haber ayudado a muchos amigos a abandonar su vida de pecado?

3.- ¿Perdono de todo corazón las ofensas e injusticias recibidas, y rezo por quienes me han tratado mal y han querido hacerme daño?

AÑO SANTO JUBILAR TERESIANO en SEVILLA

En la revista Archidiócesis de Sevilla de esta semana, nuestro Arzobispo en su carta pastoral explica las circunstancias de la celebración del año Jubilar Teresiano, la vida de Santa Teresa y nos anima a participar en las celebraciones que en la provincia se van a llevar a cabo; como cita el texto, en Sevilla se centrarán los actos en la Iglesia del Santo Ángel yen el Convento de las Teresas ( Carmelitas Descalzas ). Al reproducir la carta pretendo contribuir a su divulgación entre quienes utilizan mi blogs.

El próximo miércoles, 15 de octubre, memoria litúrgica de santa Teresa de Jesús, con una solemne Eucaristía que celebraremos en la iglesia del Santo Ángel de los Padres Carmelitas, iniciaremos el año jubilar teresiano concedido por la Santa Sede a petición de la Conferencia Episcopal Española con motivo del V Centenario del nacimiento de SantaTeresa.

Efectivamente, Teresa de Cepeda y Ahumada nació en el pequeño pueblo de Gotarrendura, cercano a Ávila, el 28 de marzo de 1515. Fue la tercera de diez hijos, nacidos del matrimonio formado por Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila de Ahumada.

Su padre, descendiente de adinerados judíos toledanos,fue un hidalgo abulense recio, recto y piadoso, que procuró
a sus hijos una sólida educación cristiana y también una buena formación humanística. A los veinte años, en contra del parecer del padre, que tenía una especial predilección por Teresa, ingresó en el Carmelo de la Encarnación de Ávila, profesando el 3 de noviembre de 1538.

La Encarnación no debía rayar a gran altura espiritual. Allí Teresa, con algún problema de carácter psicosomático, llevó una vida religiosamente anodina. Su conversión a una vida más austera y religiosa tiene lugar hacia 1553. La lectura de las Confesiones de san Agustín, el trato con el franciscano Bernardino de Laredo, autor de Subida del Monte Sión, y con algunos dominicos y jesuitas ilustrados y virtuosos contribuyeron de modo notable a su vuelta a la oración, que muy pronto se vio adornada de fenómenos místicos como nos refiere en el Libro de su vida.

Muy consciente de la relajación que imperaba en la Encarnación y en otros conventos del Carmelo cuyas reglas habían sido atenuadas en 1432 por Eugenio IV, Teresa, con el consejo de san Francisco de Borja y san Pedro de Alcántara, resolvió iniciar la reforma de la Orden para volver al estilo de piedad y oración, austeridad, pobreza y clausura que secularmente le había caracterizado.

El 24 de agosto de 1562 inauguró el convento de San José de Ávila. A partir de entonces comenzará su peregrinaje por toda la rosa de los vientos de la geografía de España, abriendo
conventos -palomarcicos los llamaba ella- con el nuevo espíritu.

En 1571 la Encarnación se sumó a la reforma y la eligió como priora. En Sevilla, a donde llegó muy enferma y donde conoció al P. Jerónimo Gracián, estableció santa Teresa la undécima fundación en mayo de 1575, a pesar de las grandes contradicciones que tuvo que sufrir.

Murió en Alba de Tormes, 4 de octubre de 1582, punto final de sus incesantes viajes y de sus anhelos de reforma. Fue beatificada por Pablo V en abril de 1614 y canonizada en marzo de
1622 por Gregorio XV. Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia en 1970.


Sus numerosas obras, casi todas escritas a instancias de sus directores espirituales, transmiten su experiencia espiritual, sus crisis de sequedad o de acedia, o las experiencias místicas tenidas en la oración, que la llenan de paz, de amor a Dios y anhelo de servirle, todo ello expresado con una espontaneidad, un gracejo y belleza inimitables, con una prosa simple, sin adornos ni artificios, en la lengua comúnmente hablada y popular. Por ello, ha sido considerada
como una de las escritoras más importantes de la lengua castellana. Sus experiencias místicas quedan plasmadas en su obra cumbre Las moradas o Castillo interior escritas en
1588, tal vez la obra cimera de la mística católica y una de las más importantes
de la literatura religiosa
universal.

La celebración del V Centenario de su nacimiento tiene una innegable dimensión cultural, pero ante todo debe ser un acontecimiento inequívocamente religioso, una llamada a todos los hijos de la Iglesia a conocer la vida azarosa y atrayente de Teresa, especialmente sus escritos, que han sido estímulo y alimento para la oración de muchas generaciones de cristianos.
Debe servir, sobre todo, para imitar a Teresa en su amor apasionado a Jesucristo,
en su amor a la Iglesia, en cuyo seno quiso morir y por lo que da gracias a Dios en los momentos postreros
de su vida. La celebración del V Centenario nos debe estimular para aspirar como ella con toda determinación a la santidad, viviendo también su amor al silencio, la austeridad y la pobreza.

Santa Teresa, maestra consumada de oración, nos invita a amar la oración, que ella entiende como una necesidad del corazón, como una necesidad vital. Ella la define en el Libro de su vida como “tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”. La entiende además en clave cristológica: “Poned los ojos en Cristo”, pues “…es muy buen amigo Cristo”. Ella estima, por fin, que la tibieza espiritual comienza con el abandono de la oración, pues “la verdadera caída es dejar la oración”.

Deseándoos a todos una celebración gozosa y fecunda del año teresiano, recibid mi saludo fraterno y mi bendición.

+ JUAN JOSÉ ASENJO PELEGRINA
Arzobispo de Sevilla

miércoles, 8 de octubre de 2014

VIGILIA INTERDIOCESANA de la Adoración Nocturna Española en BALEARES


CUATRO SECCIONES DE MALLORCA PARTICIPAN EN LA VIGILIA INTERDIOCESANA DE LA ADORACIÓN NOCTURNA EN MENORCA
Ferreries (Menorca), 06 de de 2014 18:00:00

El Obispo de Menorca, Mons. Salvador Giménez Valls, presidió todos los actos.




El pasado 4 de octubre la Adoración Nocturna de Baleares celebró una Vigilia Interdiocesana en homenaje al Beato Juan Huguet Cardona, sacerdote y mártir, con ocasión del primer aniversario de su beatificación. Fue en la localidad menorquina de Ferreries, donde vivió desde niño (nació en Alaior) y donde, después de la primera comunión, se afilió a Tarsicio, grupo infantil de la Adoración Nocturna. También empezó el ministerio sacerdotal y recibió el martirio en 1936.

El Obispo de Menorca, Mons. Salvador Giménez Valls, presidió todos los actos. Estos comenzaron con la misa estacional en la iglesia de Santa María, en la que tuvo lugar la inauguración del nuevo curso catequístico y en la que participaron los adoradores de las tres secciones de Menorca (Ferreries, Ciutadella y Maó) y de las mallorquinas de Palma, Sóller, Calvià y sa Pobla. Después de la misa y de la exposición del Santísimo se organizó la procesión hacia la iglesia de San Bartolomé, donde reposan los restos del mártir, y se tuvo la víspera en torno al rezo del Oficio de Lectura con participación de unas 150 personas. Reservado el Santísimo, todo el mundo acudió a venerar el sepulcro del Beato.

información publicada por Agencia Baléria

miércoles, 1 de octubre de 2014

VIGILIA CON MOTIVO V CENTENARIO NACIMIENTO SANTA TERESA DE JESUS EN ALBA DE TORMES


Adoradores de las Diócesis de Ávila, Burgos, Ciudad Rodrigo, Plasencia, Valladolid, Zamora y Salamanca se reunieron en Alba de Tormes para participar en una vigilia interdiocesana de acción de gracias con motivo del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús.

La Casa Parroquial fue el punto de partida de una celebración que se encaminó hasta la iglesia de san Pedro Apóstol, donde comenzó el rezo de Vísperas y una Eucarístia, presidida por Florentino Gutiérrez, Vicario General de la Diócesis de Salamanca, acompañado por Prudencio Manchado, Director Espiritual de Ciudad Rodrigo y Gonzalo Escamilla, párroco de Alba de Tormes.

Después de la misa, se expuso el Santísimo Sacramento que se trasladó posteriormente a la iglesia de la Anunciación de las MM Carmelitas, lo que sirvió para recordar aquel 25 de enero de 1571,cuando Santa Teresa de Jesús inauguraba la andadura conventual del monasterio de la Anunciación. Allí, los adoradores mostraron su devoción y recogimiento para acto seguido dirigirse al monumento de Santa Teresa de Jesús, realizado por Venancio Blanco y situado junto a la Basilica Teresiana.

Finalmente, los participantes regresaron a la Iglesia de San Pedro donde se reservó solemnemente el Santísimo Sacramento finalizando con el rezo de Completas. Al acabar la celebración tanto el Vicario diocesano, como el Delegado de la Zona Duero de la ANE, agradecieron la presencia de todos los adoradores y se les deseó un feliz regreso a sus lugares de origen. Y por último, pasamos a los salones parroquiales donde tomamos un humilde chocolate, café, pastas, vino o refrescos.

- See more at: http://salamancartvaldia.es/not/56938/devocion-y-recogimiento-en-la-adoracion-nocturna-en-honor-a-santa-teresa-de-jesus-/#sthash.GRPfCP4a.dpuf

Reproducimos la noticia publicada en salamancartvaldia, facilitada a través de nuestro Delegado de la Zona Duero, D. Alejandro Delgado Cosme

jueves, 25 de septiembre de 2014

Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Reflexiones sobre las Lecturas del domingo próximo

Domingo de la Semana 26 del Tiempo Ordinario. Ciclo A
«¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»

Lectura del libro del profeta Ezequiel (18, 25-28): Cuando el malvado se convierta de su maldad, salvará su vida.

Así dice el Señor:
«Comentáis: No es justo el proceder del Señor.
Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió.
Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»

Sal 24,4bc-5.6-7.8-9: Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses (2, 1-11): Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.

Hermanos:
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.

No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.

Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.

Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (21, 28-32): Recapacitó y fue.

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar
en la viña.” Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor.” Pero no fue.
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron:
-«El primero.»
Jesús les dijo:
-«Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios.
Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos
y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis


 Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

Uno de los temas centrales de este Domingo es la conversión. El texto del profeta Ezequiel quiere mostrarnos que cada uno tiene el deber y la hermosa responsabilidad de convertirse siendo responsable de sus actos y decisiones. Dios, que nos ama profundamente, respeta el don de la libertad que nos ha otorgado (Primera Lectura). Dice Santo Tomás de Aquino: «nada es más adecuado para mover al amor que la conciencia que se tiene de ser amado». En la carta a los Filipenses, Pablo nos exhorta a tomar conciencia del precio que Dios ha pagado por nuestra reconciliación con el sacrificio de su Hijo que: «se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz». Ése es el modelo del cristiano: la humildad y el fiel cumplimiento del Plan del Padre.

En el Evangelio esta enseñanza se profundiza ya que no basta obedecer sólo de palabra los mandamientos de Dios, es necesario que las buenas obras acompañen nuestras palabras. Por esta razón, como dice el Evangelista, los publicanos y las prostitutas precederán a los Maestros de la ley en el Reino de los Cielos. Mientras los primeros dijeron «no» a la voluntad de Dios, pero después se convirtieron de su mala conducta; los segundos, es decir, los Maestros de la ley, creyéndose justos, no sentían la necesidad de convertirse y de hacer penitencia por sus pecados. Con sus palabras decían «sí» a Dios, pero sus obras eran distintas. ¡Qué tragedia el creerse justo y no necesitado de arrepentimiento!

 «Él ha abierto los ojos y se ha convertido…vivirá y no morirá»

Para entender la lectura del profeta Ezequiel es preciso enmarcar históricamente el texto. El pueblo se encuentra en el exilio después de la caída de Jerusalén. La tradición teológica interpretaba lo sucedido como el resultado de los pecados y las infidelidades del pueblo a lo largo de su historia. En realidad, se trataba de una situación fatal e ineludible que la generación presente debía sobrellevar. Ellos soportaban las culpas y pecados de sus antepasados pero al mismo tiempo experimentaban que el castigo era superior a las culpas que habían cometido. Se sentían tratados injustamente. Entonces surgía la pregunta: ¿dónde ha quedado el amor de Dios? ¿Dónde está el Dios de Abraham, de Issac, de Jacob? ¿Qué ha sido de la promesa del Señor?

Daba la impresión de que Yahveh rompía su Alianza: el templo había sido destruido; Jerusalén, la ciudad santa, había sido saqueada y devastada, ardía en llamas; el pueblo, deportado... Todo era, pues, desaliento, decaimiento y derrota. El profeta Ezequiel se levanta con fuerte y firme voz y encamina al pueblo por distinta ruta. Así, enuncia el principio general: «Cada uno sufrirá la muerte por su propio pecado». Es decir, la responsabilidad es personal y cada uno responderá de sus propios actos. Asimismo, la retribución también es personal. Efectivamente los actos pasados influyen y condicionan de algún modo el presente, pero no son una herencia fatal al estilo de una tragedia griega. Ciertamente será difícil liberarse de las condiciones del pasado, pero es posible porque «Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (Ez 18,23).

 «¡Cristo Jesús es el Señor! »

El himno de la carta a los Filipenses es uno de los textos fundamentales en la elaboración de la cristología. En este himno el centro en torno al cual gira la reflexión es la frase final: «Jesucristo es Señor». En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento, el nombre inefable con el cual Dios se reveló a Moisés (ver Ex 3, 14), YHWH , es traducido por «Kyrios» (Señor). «Señor» se convierte desde entonces en el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza en este sentido el título «Señor» para el Padre, pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (ver 1 Co 2,8).

Así pues, el himno de Filipenses indica claramente la perfecta divinidad y la perfecta humanidad de Cristo. Pues bien, Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. Aquí no se habla de los discursos del Señor, de sus enseñanzas, sino de sus obras: se despojó, tomó la condición de esclavo, se sometió incluso a la muerte.

Él nos enseña el camino que debe seguir el cristiano: el camino de la humildad, el camino del cumplimiento de la voluntad de Dios en las obras, no sólo en las palabras. Aquí vemos también el poder de Cristo que es el poder de la obediencia, del amor y de la verdad. Jesús es el Señor y en Él descansa confiadamente toda nuestra esperanza.

 «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado tal autoridad?»
El Evangelio de este Domingo está en un contexto de plena controversia. Jesús ha realizado ya su entrada triunfal en Jerusalén. Lo hizo montado en una asna, que es una cabalgadura real, y a su paso la gente gritaba abiertamente: “¡Hosana el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (Mt 21,9). Entró en el templo y expulsó enérgicamente a los cambistas y vendedores, sanó a ciegos y cojos que allí había. Todo esto no agradó a las autoridades. «Los Sumos Sacerdotes y los escribas al ver los milagros…se indignaron» (Mt 21,15). Querían que Jesús callara los gritos de la gente. Pero Jesús lejos de encontrarlos excesivos, los encuentra adecuados a la realidad y dice: «¿No habéis leído que “de la boca de los niños y de los que aún maman te preparaste alabanza”?» (Mt 21,16). Al día siguiente, nuevamente en el Templo enseñando, se le acercan los Sumos Sacerdotes y los Ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Quién te ha dado tal autoridad?» (Mt 21,23).

La pregunta viene directamente de aquellos que detentan la máxima autoridad religiosa de Israel. Si la pregunta hubiera sido hecha con buena voluntad, Jesús hubiera respondido «Yo soy el Hijo de Dios…Yo y el Padre somos uno…Me ha sido dado el poder sobre el cielo y la tierra» (Jn 10,30.36; Mt 28,18). Pero si hubiera respondido así se habrían rasgado las vestiduras y lo habrían condenado a muerte acusándolo de blasfemia. Todavía no era su hora. Por eso, antes de responder Él hace una pregunta: «¿El bautismo de Juan, de dónde era, del cielo o de los hombres?»(Mt 21,25). Ellos opinan que el bautismo de Juan es de los hombres, pero no quieren arriesgarse a decirlo y responden: «No sabemos». ¡Es falso! La respuesta correcta era: «Sabemos, pero no te lo decimos» Jesús pone en evidencia la falsedad de ellos diciendo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto». Él tampoco lo dice; pero Él no miente.

 La parábola de los dos hijos

Hemos hecho esta larga introducción para presentar el contexto de la parábola de los dos hijos, que expone Jesús a continuación. La introduce con una pregunta para comprometer al auditorio: «¿Qué os parece?». Y presenta el caso de los dos hijos a quienes el padre manda a trabajar a su viña. El primero dijo: «No quiero», porque la respuesta es demasiado obvia. Responden: «El primero». Y ahora que han tomado partido, Jesús pone de manifiesto la analogía con la realidad salvífica: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes de vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros en el camino de la justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».

Las autoridades judías del tiempo de Jesús quedan en el lugar del segundo hijo. Ellos detentan la Palabra de Dios y enseñan la conformidad con la voluntad de Dios; ellos dicen a Dios que sí en todo y lo hacen con ostentación, pero no cumplen su voluntad. Por eso cuando vino Juan, enviado por el Señor, no creyeron en él. Y tampoco creen en Jesús. En cambio, los publicanos y las prostitutas, que evidentemente transgreden los mandamientos de Dios, cuando vino Juan, creyeron en él. Son como el primer hijo, que al principio dijo: «No voy», pero después se arrepintió y fue. En confesión de los mismos interlocutores de Jesús, fue éste quien cumplió la voluntad del padre y no el otro.

En todo el episodio está pesando la persona de Juan Bautista que en el Prólogo del cuarto Evangelio es presentado así: «Hubo un hombre, enviado por Dios. Su nombre era Juan. Éste vino para dar testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él» (Jn 1,6-7). Cerrarse a la persona y la predicación de Juan es cerrase a la luz, es cerrarse a Jesús, que es la luz verdadera. Y ésta es la negación definitiva de Dios.

¿Qué importa haber predicado tanto sobre el cumplimiento de los mandamientos, si, llegado el momento de actuar, se falta a su voluntad? A esta actitud se refiere Jesús cuando dice: «No todo el que diga “Señor, Señor “, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). La voluntad del Padre celestial es el amor, pues éste resume toda la ley y los profetas.

 Una palabra del Santo Padre:

«Ante todo, queréis ser cristianos.- Ser cristianos significa conocer profunda y orgánicamente las verdades de la fe; significa creerlas firmemente, porque están reveladas por Cristo y enseñadas por la Iglesia; significa, además, seguir los ejemplos de Cristo, dándole testimonio con las obras, sin las cuales la fe estaría como muerta. ¿Acaso entrarán en el reino de los cielos los que dicen "Señor, Señor", más luego no hacen la voluntad del Padre celestial?

No seréis, pues, dignos miembros del Cuerpo místico de Cristo, si tuviereis ciertamente la fe, pero no hiciereis de ella el alma de vuestra vida privada y pública. Para que en vosotros sea conocido y glorificado Jesús, os exhortamos, amados hijos, a la "coherencia" cristiana. Os contemplan amigos y adversarios: los unos, con espera preocupada; los otros, tal vez, con la esperanza de que vuestras empresas tengan éxito infeliz. Sabréis corresponder a la expectación de los amigos; sabréis, sobre todo, sorprender a los enemigos; cuidaréis de que todos vean en vosotros reflejada, como en fidelísimo espejo, la dulce imagen del Redentor divino, con sus virtudes y sus atractivos: con su fortaleza y su mansedumbre; con su justicia y su amor; con sus exigencias y su comprensión; con sus castigos y sus perdones; con sus amenazas y sus promesas; pero, sobre todo, con su vida sin mancha. Sed perfectos -en cuanto posible sea- como Él es perfecto; aproximaos al ideal por Él dejado, de suerte que también vosotros, en pacífica pero firme actitud, podáis preguntar: "Qui arguet me de peccato" "¿Quién, de vosotros, me puede acusar de pecado?"»

Pío XII. A los alcaldes y a los presidentes de las corporaciones provinciales, 22 de julio de 1956.


 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. San Ambrosio nos dice acerca del segundo hijo de esta parábola: «El remordimiento es una gracia para el pecador. Sentir el remordimiento y escucharlo prueba que la conciencia no está enteramente apagada. El que siente su herida, desea la curación y toma remedios. Donde no se siente el mal no hay esperanza de vida». ¿Cómo aplico estas palabras a mi propia vida?

2. María, primera discípula, nos enseña lo mismo que su Hijo: pronunciar un “sí” firme, fuerte, y luego mantenerlo con coherencia por toda la vida. Recemos en familia un rosario pidiendo a nuestra Madre el don de la fidelidad.

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 546. 1451-1454.



Colaborador Juan R. Pulido