viernes, 2 de octubre de 2020
Domingo de la Semana 27 del Tiempo Ordinario. Ciclo A «El Reino de Dios será entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.»
Lectura del libro del profeta Isaías (5, 1-7): La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel.
Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones.
Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, por favor, sed jueces entre mí y mi viña. ¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? ¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones? Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña: quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos; prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella.
La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel; son los hombres de Judá su plantel preferido. Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos.
Salmo 79,9.12.13-14.15-16.19-20: La viña del Señor es la casa de Israel. R./
Sacaste una vid de Egipto, // expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste. // Extendió sus sarmientos hasta el mar, // y sus brotes hasta el Gran Río. R./
¿Por qué has derribado su cerca // para que la saqueen los viandantes, // la pisoteen los jabalíes // y se la coman las alimañas? R./
Dios de los ejércitos, vuélvete: // mira desde el cielo, fíjate, // ven a visitar tu viña, // la cepa que tu diestra plantó, // y que tú hiciste vigorosa. R./
No nos alejaremos de ti: // danos vida, para que invoquemos tu nombre. // Señor Dios de los ejércitos, restáuranos, // que brille tu rostro y nos salve. R./
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses (4, 6-9): Poned esto por obra, y el Dios de la paz estará con vosotros.
Hermanos: Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y sú¬plica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, pu¬ro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra. Y el Dios de la paz estará con vosotros.
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (21, 33-43): Arrendará la viña a otros labradores.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancia¬nos del pueblo: -«Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labra¬dores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labra¬dores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo.
Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Ten¬drán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aque¬llos labradores?»
Le contestaron: -«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la vi¬ña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.» Y Jesús les dice: -«¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
El Evangelio de este Domingo nos presenta una parábo¬la¬ expuesta por Jesús para expresar las relaciones de Dios con su pue¬blo. Las lecturas nos muestran la imagen de la viña que simboliza a Israel; una viña que es amada y cuidada por Dios, pero que, lamentablemente, no produce los frutos que se esperaban de ella. La Primera Lectura nos muestra el poema del amigo y de su viña. Este hombre ama su viña y espera de ella que dé buenas uvas, en cambio, recibe uvas silvestres, agrazones . El hombre se lamenta con razón y se pregunta: ¿qué más podía haber hecho por mi viña que no hice? Nada; ciertamente ya lo hizo todo.
En el Evangelio se recoge el tema de la viña en una especie de alegoría: el dueño de la viña la arrienda a unos trabajadores que no solamente no producen los frutos esperados, sino que matan a su hijo, el heredero. En ambos casos el tema de los frutos que Dios espera de Israel y de los hombres se subraya de modo especial: el hombre ha recibido mucho de Dios y debe ofrecer frutos de vida eterna, de conversión, de santidad y de caridad. Por su parte, San Pablo en la carta a los Filipenses, continuando su exposición, los exhorta a dar «el buen fruto» que es poner por obra todo lo que han recibido y aprendido de Dios (Segunda Lectura).
La canción de la viña
«Voy a cantar a mi amigo la canción de su amor por la viña...» Este hermoso poema compuesto por Isaías al comienzo de su ministerio, probablemente se basó en alguna canción popular de vendimia. El tema de la viña de Israel, elegida y luego repudiada, fue esbozado ya por Oseas (10,1), lo repetirá Jeremías (2,21; 5,10; 6,9) y Ezequiel (15,1-18). Isaías compara a Israel con la viña, que Dios había plantado y cuidado cariñosamente con la esperanza de obtener una buena y rica cosecha. «Él esperaba que diera uvas, pero dio frutos agrios. Y ahora, habitantes de Jerusalén y hombres de Judá, sean ustedes los jueces entre mi viña y yo. ¿Qué más se podía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho?». San Gregorio Magno comentando este pasaje nos dice: «¿No vemos en estas palabras la condenación de los que abusan de las gracias? ¿No somos todos “la viña del Señor”, escogidos de entre muchos otros y destinados para la vida eterna? Por eso, los que hemos recibido más gracias que muchos otros, seremos también juzgados con mayor severidad; porque a medida que aumenten las gracias, aumenta la responsabilidad en que incurrimos».
«Recurran a la oración y a la súplica»
San Pablo sale a nuestro encuentro y nos exhorta, en la carta a los Filipenses, a recurrir al Señor por medio de la oración y de la súplica. La cristiandad de Filipos, ciudad principal de Macedonia, había enviado una pequeña subvención para aliviar la vida del apóstol en Roma. Conmovido por el gran cariño de sus hijos en Cristo les manda una carta de agradecimiento que es, a la vez, un modelo y un testimonio de ternura con que abraza a cada una de las comunidades por él fundadas. La epístola fue escrita en Roma hacia el año 63. San Francisco de Sales nos dice acerca de la angustia y de la inquietud del corazón: «Proviene la inquietud de un inmoderado deseo de librarse del mal que se padece o de alcanzar el bien que se espera, y con todo, la inquietud y el desasosiego es lo que más empeora el mal y aleja el bien, sucediendo lo que a los pájaros, que al verse entre redes y lazos, se agitan y baten las alas para salir, con lo cual se enredan cada vez más y quedan presos. Por tanto, cuando quieras librarte de algún mal o alcanzar algún bien, ante todas las cosas, tranquiliza tu espíritu y sosiega el entendimiento y la voluntad». La vida del que espera y confía en el Señor excluye todo apego (ver Tt 2,11-13), entonces «el Dios de la paz estará con vosotros».
Los viñadores homicidas
La parábola de los viñadores homicidas es una de las únicas dos parábolas que aparecen en los tres Evangelios sinópticos . La otra, es la parábola del sembrador. Y ésta sola consta¬tación indica ya su importancia. La parábola de los viñadores asesinos constituye un compendio de la historia de la salvación de Dios para el hombre, desde la Alianza del Sinaí hasta la fundación de la Iglesia por Jesucristo como Nuevo Pueblo de Dios; pasando por los profetas y la misma persona de Cristo que anunció el Reino de Dios y fue constituido piedra angular de todo el Plan Reconciliador del Padre mediante su sacrificio pascual. Jesús presenta la imagen de un propietario que plantó una viña y la cuidó con el máximo esmero posible. «Era un pro¬pietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre». La fuerza expresiva de esta descripción está amplifica¬da, por la evoca¬ción del texto del profeta Isaías sobre la viña (Is 5, 1-7), que los oyentes no pueden dejar de recordar.
Jesús sigue exponiendo la parábola: «El propietario arrendó la viña a unos labradores y se ausentó», pero no se olvidó de su viña. Cuando llegó el tiempo de los fru¬tos, envió a sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores los golpearon y los mataron; envió otros siervos más numerosos que los primeros y los trataron de la misma forma. Hasta aquí es sorprendente la paciencia que ha tenido el dueño; pero el auditorio co¬mienza a irritarse con la actuación de los arrendatarios. Llega entonces el punto culmi¬nan¬te del relato donde el dueño manda a su propio hijo. Todo el auditorio está de acuerdo que lo respetarán ya que lo contrario sería excesivo, sería una provocación contra el dueño de la viña. Sin embargo, el hijo es asesinado para quedarse con la viña.
La explicación de la parábola
Ha quedado claro que, en la parábola, cuando Jesús habla de «el hijo», está expresando su conciencia filial respecto de Dios. Él es el hijo que en el momento culmi¬nante fue arrojado fuera y matado; y los que fueron envia¬dos antes que Él son los profetas. Es la misma idea que Él expresa cuando a la vista de Jerusalén suspi¬ra: «¡Jerusa¬lén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son envia¬dos!» (Mt 23,37). Es la misma idea con que se introduce la carta a los Hebreos: «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últi¬mos tiempos nos ha habla¬do por medio del Hijo, a quien instituyó heredero de todo» (Hb 1,1-2).En esta misma epístola reaparece el detalle de que el hijo fue arrojado fuera de la viña y allí lo mataron: «Jesús pade¬ció fuera de la puerta» (Hb 13,12).
Por medio de la parábola de los viñadores homicidas, Jesús se está refi¬riendo a su propio fin. Ahora viene una reflexión y comentario, en la cual Jesús hace intervenir al auditorio para que exprese su reacción. Nadie puede quedar indiferente ante la pregunta sobre el destino de los viñadores. Le responden: «A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores que le paguen los frutos a su tiem¬po». Sin embargo, para comprender el alcance de la respuesta de Jesús hay que recordar quiénes estaban oyendo esta parábola. El Evangelio dice que «mientras Jesús enseñaba en el Tem¬plo, se le acerca¬ron los sumos sacerdo¬tes y los ancianos del pueblo para pre¬guntarle: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado tal autori¬dad?» (Mt 21,23). A la luz de la fe en Cristo, la pre¬gunta es absurda y deja en evidencia toda la cegue¬ra de las autori¬dades judías. Jesús era el Hijo, que venía a «su propia casa», Él es la Pala¬bra de Dios que, en el lugar de su morada, enseñaba. Hay que ser ciego para no ver con qué autoridad lo hace. Jesús responde a la pregunta propo¬nien¬do, entre otras, también esta parábola llamada «de los viñadores homici¬das».
«El Reino de Dios será entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.»
En la aplicación de la parábola, Jesús se pasa de «la viña» al «Reino de Dios». Jesús está hablando del Reino de Dios que se hizo presente como un don a su pueblo cuando Él vino a los suyos pero no lo recibieron. Entonces fue dado a otro pueblo. Este otro pueblo al cual fue dado Jesús y con él el Reino de Dios es la Iglesia. Para formar parte de este pueblo se nace por medio del bau¬tis¬mo, que consiste en acoger a Jesús como Señor. Así se verifica lo anunciado por San Juan: «A cuantos lo recibieron les dio poder ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1,11-12). La parábola que hemos leído está en el Evangelio para interpelarnos a nosotros ahora. A nosotros se nos han dado ahora los sacramentos con todas sus infinitas gracias, sobre todo, el sacramento de la Eucaris¬tía, que contiene a Cristo mismo. Dios no podía hacer nada más grande por nosotros. Por eso espera de nosotros frutos de caridad y de santidad.
Una palabra del Santo Padre:
«¿Qué hará entonces el dueño de la viña?», se preguntó el Papa Francisco. Y respondió: «Vendrá y pondrá al pueblo ante el juicio». Al respecto Jesús dijo «una palabra que parece un poco fuera de lugar: “¿No habéis leído aquel texto de la Escritura: La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular.Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?”». El Papa aclaró que «esa historia de fracaso no prospera y lo que había sido descartado se convierte en fuerza». De este modo, «los profetas, los hombres de Dios hablaron al pueblo, que no fueron acogidos, que fueron descartados, serán su gloria». Y «el Hijo, el último enviado, que fue precisamente descartado, juzgado, no escuchado y asesinado, se convirtió en la piedra angular». He aquí, entonces, que «esta historia, que comienza con un sueño de amor y parece ser una historia de amor, pero luego parece acabar en una historia de fracasos, termina con el gran amor de Dios, que del descarte saca la salvación; de su Hijo descartado, nos salva a todos».
Para el Pontífice es una experiencia bella «leer en la Biblia tantos, tantos lamentos de Dios». Por lo demás, «cuando Dios habla a su pueblo dice: “¿Por qué has hecho esto? Recuerda todo lo que hice por ti: cómo te elegí, cómo te liberé. ¿Por qué me haces esto?”». El Padre, destacó el Papa Francisco, «se lamenta, incluso llora». Y «al final» está precisamente «el llanto de Jesús ante Jerusalén: “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas”». Esta, explicó, «es la historia de un pueblo que no logra liberarse de la voluntad que sembró Satanás en los primeros padres: convertirse en dioses». Es «un pueblo que no sabe obedecer a Dios, porque quiere llegar a ser dios».
Esta actitud hace que sea «un pueblo cerrado, un pueblo en el que los ministros se endurecen». Por lo tanto, el Papa señaló que «el final de este pasaje, que hemos leído, es triste», porque emerge «la rigidez de esos sacerdotes, de esos doctores de la ley: trataban de capturar a Jesús para matarlo pero tenían miedo de la multitud». De hecho, «se dieron cuenta de que había contado la parábola contra ellos». Y así «lo dejaron y se fueron».
«La vía de nuestra redención es un camino donde no faltan muchos fracasos», reconoció el Pontífice. Tanto es así que «también el último, el de la cruz, es un escándalo: pero precisamente ahí el amor vence». Y «esa historia que comienza con un sueño de amor, y continúa con una historia de fracasos, termina con la victoria del amor: la cruz de Jesús». El Papa Francisco instó a «no olvidar este camino», aunque «es un camino difícil». Y, «también el nuestro» es siempre un camino difícil. Así, «si cada uno de nosotros hace un examen de conciencia, verá cuántas veces ha echado fuera a los profetas; cuántas veces ha dicho a Jesús: “¡vete!”; cuántas veces ha querido salvarse a sí mismo; cuántas veces ha pensado tener la razón».
Papa Francisco. Homilía en la capilla de Domus Santae Marthae. 1 junio de2015.
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. Leamos en familia el hermoso Salmo 118 (117) que nos habla acerca de la confianza en Dios.
2. El Señor nos dice: «Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos». ¿Cuáles son los frutos que doy?
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 758-780.
Texto enviado por JUAN RAMON PULIDO, presidente diocesano de Adoración Nocturna Española en TOLEDO
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