viernes, 2 de octubre de 2020

“VENID A MÍ” (Mt, 11,28) D. Juan M. Melendo

En su última encíclica, “Ecclesia de Eucharistia”, san Juan Pablo II nos transmite el deseo de “suscitar el asombro eucarístico”. “Contemplar el rostro de Cristo, y contemplarlo con María, es el programa que he indicado a la Iglesia en el alba del tercer milenio” (n. 6). En la Carta Apostólica, “Rosarium Virginis Mariae”, nos dice: “Con el Rosario, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor” (n. 1). Un Papa, tan mariano y tan eucarístico como san Juan Pablo II, nos anima a ir a Jesús por medio de su Madre: el camino que Dios ha elegido para realizar la Encarnación, el inicio de nuestra redención. De la mano de la Virgen, con el Rosario, es fácil ir a Jesús. En Ella, la que se llama a sí misma “pequeña esclava” y “humilde y sencilla”, se cumplen las palabras de su Hijo, “has revelado estas cosas a los sencillos…”. Debemos acogernos, bajo su amparo, para que nos lleve a Jesús ¡De qué mejor forma, en qué mejor compañía y con qué mayor seguridad podemos ir a Jesús sino con Ella! Ella siempre nos lleva a Jesús: “Haced lo que Él os diga”. Primero intercede; luego le consigue el milagro y nos deja en sus manos, para que descansemos de nuestros agobios, de nuestros cansancios… los convertirá en vino de la Eucaristía, si hacemos de ellos, con María, una ofrenda de los mismos. Nos recuerdan los santos que “el Cuerpo de Cristo es el Cuerpo de María…”. Nos recuerda san Juan Pablo II, “María es mujer eucarística con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio” (EdE, 53). ¡Qué mejor manera de empezar nuestra vigilia de Adoración a su Hijo que con el rezo del Rosario! Ella nos prepara para celebrar, comulgar, adorar…, “la Eucaristía es misterio de fe, que supera de tal manera nuestro entendimiento que nos obliga al más puro abandono a la palabra de Dios; nadie como María puede ser apoyo y guía en una actitud como ésta”. Comenzamos el mes de octubre con la Patrona de las misiones, que en su última poesía, le dice a la Virgen: “Tú me haces comprender, ¡oh Reina de los santos!, que no me es imposible caminar tras tus huellas. Nos hiciste visible el estrecho camino que va al cielo con el constante empleo de virtudes humildes. Imitándote a ti, permanecer pequeña es mi deseo, veo cuan vanas son las grandezas terrenas”. Teresa del Niño Jesús, nos recuerda que sólo la confianza y nada más que la confianza nos lleva al amor. Vamos de su mano, a depositar toda nuestra confianza, en nuestra noche de adoración, en el corazón de Aquel que desea consolarnos de nuestras preocupaciones. En este mes del Rosario, recordamos que “la familia que reza unida permanece unida. … Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera también la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios” (san Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, 41). En este año del 800 aniversario de la muerte de santo Domingo de Guzmán, receptor y apóstol del Santo Rosario, pasemos sus cuentas, contemplando al Corazón de Jesús Sacramentado; llevándole nuestra familia, para que, descansando en su Corazón, cada familia sea un nuevo Nazaret, a la vez que le damos gracias a la Virgen por este tesoro tan maravilloso del Santo Rosario. Consejo Nacional de la A.N.E. – 1 octubre de 2020 16 _________________

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