domingo, 31 de enero de 2021
Intención universal - Violencia contra la mujer
Recemos por las mujeres que son víctimas de la violencia, para que sean protegidas por la sociedad y para que su sufrimiento sea considerado y escuchado.
CEE. Por quienes se encuentran en situación de pobreza, falta de trabajo, marginalidad, discriminación, abuso o violencia, para que sean siempre respetados en su dignidad y puedan salir de esas situaciones injustas.
[30/1 23:08] Alejandro: Bravo por monseñor Cañizares 👏🏼👏🏼👏🏼😃💒
La solución no es replegarnos, y cerrar los templos a cal y canto, sino impulsar la celebración del acontecimiento más grandioso que puede experimentar el orbe: la Santa Misa.
Las Misas telemáticas no alimentan, al igual que por ver Master Chef no queda saciadas las ganas que pueda tener de comer.
https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=39713
[30/1 23:08] Alejandro: 🤔*QUÉ ES REZAR*🧐
Léelo sin falta! Es una belleza!
No es habitual que un artículo dedicado estrictamente a la oración tenga una página entera en la sección de opinión de un gran periódico. Esto ha ocurrido con el texto que firma Miguel Ángel Robles “Reza por mí” que se ha vuelto viral
*REZA POR MÍ*
Rezar es una conversación con Dios. Es el momento de más calma del día, y, en mi caso, el de primera hora de la mañana, poco más de las seis, y el agua de la ducha caliente cayendo despacio sobre los hombros.
Rezar es una fotografía en sepia, un regreso a la casa de tus abuelos y al tiempo sin tiempo de tu infancia.
Es un Padre Nuestro hablando con Dios para que te ayude en los exámenes. Es el refugio del frío, y el silencio acogedor. Rezar es tener memoria.
Rezar es lo que va antes del trabajo o después del trabajo, y lo que nunca lo suplanta
Es lo único que puedes hacer cuando ya no puedes hacer más, y es la forma de comprometerse de quien no tiene otro medio de hacerlo, como cuando rezamos por un enfermo que se va a operar y ya está todo en manos del cirujano (y de Dios).
Rezar hace milagros, ofrece consuelo al que reza y a aquel por quien se reza. Rezar nunca es inútil, porque siempre conforta.
Rezar es decir rezaré por ti y, también, reza por mí. Y es, por tanto, lo contrario a la vanidad.
Rezar es la aceptación de tus limitaciones. Es aprender a resignarse cuando lo que pudo ser no ha sido. Es vivir sin rencor, aprender a olvidar, aceptar la derrota con dignidad y celebrar el triunfo con humildad.
Rezar es buscar las fuerzas si no se tienen y confiar en que las cosas van a ser como deberían ser.
Rezar es optimismo, no dar nada por perdido, luchar y resistir. Rezar es fragilidad y entereza.
Rezar es desconectar y apagar el móvil. Es introspección en la sociedad del exhibicionismo. Es relajarse y calmar los nervios. Y prepararse mentalmente para lo que ha de venir. No es solo buscar el coraje, sino también la inspiración, la idea, el enfoque, la luz, el claro en medio de la espesura.
Rezar es razonar, aunque parezca lo más irracional que haya. Es la mente funcionando como cuando juegas un partido de tenis. Es planificar y anticipar las jugadas. Es abstracción en los tiempos de lo concreto y lo material. Es pausa en un mundo excitado. Es calma cuando todo es ansiedad. Y es aburrido en la dictadura de lo divertido.
Rezar es una forma extrema de independencia.
Rezar es un placer oculto, que se reserva para la intimidad. Un acto privado, y casi a escondidas, que, cuando se hace acompañado, necesita mucha confianza.
Rezar es una declaración de amor por la persona que tienes en tus rezos. Es derramar tu cariño sobre los que más quieres y sentir el cariño de los que rezan por ti.
Rezar es tener a otros en tus oraciones y estar en las oraciones de otros, que es mucho más que estar solo en su memoria.
Rezar, y sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno puede tener en la vida. Un privilegio inmenso. Es querer tanto a alguien como para rezar por él, y que alguien te quiera tanto como para rezar por ti.
¿Cabe mayor orgullo? ¿Existe mayor plenitud que la de saber que hay una madre, un hermano, un hijo o un amigo que quiere que Dios te proteja, y te dé salud, y te ilumine, y te ayude, y te acompañe, y esté siempre contigo?
Rezar es tener fé. Tener fé en la vida, en las personas, en tus amigos, en tus hijos, en tus padres, en Dios.
Rezar es un súper poder que nos predispone al bien.
*Rezar es creer y ser practicante de un mundo mejor.*
_Vale la pena compartir_
[30/1 23:08] Alejandro: https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&url=https://rsanzcarrera2.wordpress.com/&ved=2ahUKEwjV5aGmvMTuAhUE2uAKHXnjDkUQFjAAegQIBhAC&usg=AOvVaw37WCD16Qkp9XKDVAWRraCR
sábado, 30 de enero de 2021
4ª semana del tiempo ordinario. Domingo B (1): Mc 1, 21-28
Jesús, el día de sábado como todo buen israelita, va a la sinagoga. Ahora, por tener 30 años, además de leer, podía comentar lo leído. Jesús habla y enseguida se da cuenta la gente que no explica como lo hacían los escribas y letrados. Se maravillan de su doctrina. Esta puede ser nuestra primera reflexión hoy: el asombro de la gente ante la predicación de Jesús. El asombro todavía no es la fe, pero puede ser el comienzo. Es importante asombrarse o suscitar el asombro ante la lectura del evangelio. Dice un autor: “Un cristianismo convencional es el producto de una generación que ha perdido la capacidad de asombrarse ante el Evangelio”. En realidad, el evangelio pasa casi siempre “sin pena ni gloria”. La mayoría de la gente no conecta con el evangelio y por eso no se asombra. Quizá sea porque los que lo enseñan lo hacen al estilo de los escribas y letrados y no al estilo de Jesucristo.
¿Y cómo enseñaban los letrados? Pues lo hacían por oficio, repetían lo que ellos habían aprendido antes. Ellos predicaban sobre todo la letra de la ley, mas se olvidaban del espíritu. Jesús enseñaba con autoridad. Enseñar con autoridad no es lo mismo que enseñar autoritariamente. Era como una lámpara que da luz, pero no se impone. No mandaba caer fuego sobre los que no le escuchaban. Hablaba dando testimonio. Lo manifestaba porque se notaba que creía profundamente en el mensaje que transmitía y que amaba a la gente y vivía los problemas de la gente. Sus palabras son sencillas, con un lenguaje que todos entienden, pero se nota la verdad y sinceridad. Y autoridad sobre todo porque sus obras correspondían a la verdad de sus palabras. Sus palabras brotaban de una experiencia profunda: su unión con el Padre. Este es el gran ejemplo que hoy nos enseña a todos, si queremos predicar la Palabra de Dios. Lo primero será empaparnos de esa palabra haciéndola vida en nosotros.
El evangelio no nos dice aquí de qué hablaba Jesús. Hoy quiere testimoniar esta autoridad. Y destaca más esta autoridad por su palabra que por el mismo milagro que realiza reforzando más esa autoridad. Había un hombre poseído de un espíritu impuro. Esta palabra quiere significar algo opuesto a Dios que es el “santo”. Solía ser una enfermedad interna. En el evangelio de Marcos aparece con frecuencia esta lucha de Jesús contra las fuerzas del mal, simbolizadas en el demonio. Jesús ahora y en otras ocasiones manifiesta su divinidad venciendo a las fuerzas del mal. También los cristianos continuamos en esta lucha. El demonio se manifiesta hoy en ideas contrarias al Reino de Dios, como es el relativismo, el ateismo, el afán de placer, de dominio y de riqueza. Podemos vencer cuanto más unidos estemos con Jesucristo.
Aquel hombre empieza a gritar y Jesús le hace callar. Parece como que alaba a Jesús, pero de hecho está sembrando la confusión. Eso es lo que sigue haciendo el mal entre nosotros. La confusión era tener a Jesús públicamente por el Mesías. ¿Pero qué mesías? Para la gente el Mesías debía ser un guerrero y dominador. Jesús es el que nos enseña sobre todo el amor y Mesías es el que se pone al servicio de todos.
En la primera lectura de hoy, en el libro del Deuteronomio o segunda ley, se habla del profeta que Dios va a suscitar. Eran tiempos en que había falsos profetas, que se llamaban portadores de la palabra de Dios, pero en realidad sólo llevaban palabras humanas: servían a intereses mundanos, a sistemas de opresión. El verdadero profeta no es principalmente porque anuncie algo, sino porque sus palabras y los hechos de su vida dan testimonio de la verdadera palabra de Dios. Esto es lo que veía la gente en las palabras de Jesús. Jesús con este milagro libera a aquel hombre no sólo de un mal físico, sino sobre todo de ideas que le esclavizan. Así predicaba la liberación de tantas normas y leyes externas, que no tenían un espíritu de amor, comenzando por la ley atenazante del sábado. Jesús quiere que colaboremos en liberar de la mentira, del odio y la ignorancia y de tantos males externos. Todo con la ayuda de Dios.
Padre Silverio
Domingo de la Semana 4ª del Tiempo Ordinario. Ciclo B – 28 de enero de 2018 «¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!»
Lectura del libro del Deuteronomio (18,15-20): Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su bo-ca.
Moisés habló al pueblo, diciendo: Un profeta, de entre los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: "No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir." El Señor me respondió: "Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá."
Salmo 94,1-2.6-7.8-9: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón». R./
Venid, aclamemos al Señor, // demos vítores a la Roca que nos salva; // entremos a su presencia dán-dole gracias, // aclamándolo con cantos. R./
Entrad, postrémonos por tierra, // bendiciendo al Señor, creador nuestro. // Porque él es nuestro Dios, // y nosotros su pueblo, // el rebaño que él guía. R./
Ojalá escuchéis hoy su voz: // «No endurezcáis el corazón como en Meribá, // como el día de Masá en el desierto; // cuando vuestros padres me pusieron a prueba // y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R./
Lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios (7,32-35): La soltera se preocupa de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos.
Hermanos: Quiero que os ahorréis preocupaciones: el soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando con-tentar a su mujer, y anda dividido.
Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido.
Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (1,21-28): Enseñaba con autoridad.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obe-decen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
Las lecturas de este Domingo muestran la saga bíblica del profetismo, desde Moisés y los Profetas que hablan en nombre del Señor (Primera Lectura) a Cristo Jesús, Palabra viva de Dios que enseña con autori-dad propia y no como los escribas (Evangelio), y en cuyo nombre realizan los Apóstoles, como San Pablo, su misión en la Iglesia. El Apóstol de los gentiles imparte a los corintios su enseñanza sobre el matrimonio y el celibato, dos estados y dos caminos para vivir la dedicación y entrega al apostolado en la comunidad cris-tiana (Segunda Lectura).
«Yo suscitaré, de en medio de ti, un profeta semejante a ti»
Ya en la tradición judía el profeta era interpretado como prefiguración del Mesías, que debería aparecer ante sus contemporáneos como otro Moisés, es decir como un profeta y maestro legislador y forjador del nuevo pueblo. En el Nuevo Testamento vemos como es aplicado este oráculo al mismo Señor Jesús tanto por San Pedro (Hch 3,22) como por San Esteban (Hch 7,35). Cuando Felipe fue llamado a ser apóstol dijo: «Hemos encontrado a Aquel de quien escribió Moisés» (Jn 1,45). El mismo Jesús se refiere a esta profe-cía en el pasaje de Jn 5,45ss. No cabe la menor duda que esta profecía se cumplió plenamente en Jesu-cristo. San Agustín nos dice que así como Moisés fue el legislador de la Antigua Ley, Jesús lo es de la Nue-va Ley.
San Pablo, por su parte no es un profeta o maestro independiente, sino que toda su enseñanza (es decir su magisterio) hace referencia a Cristo Maestro o en todo caso es una enseñanza iluminada por la presen-cia de Cristo Resucitado bajo la viva y vivificante acción del Espíritu Santo. Pablo enseña con autoridad, pero no propia, sino la misma autoridad de Cristo presente en él por el poder del Espíritu Santo. Pablo, en su carta a los Corintios, enseñará que hay dos estados de vida: matrimonio y virginidad. Ambos provienen de Dios como don y ambos están llamados a «preocuparse de las cosas de Dios» viviendo así su vocación a la santidad en el trato asiduo (cotidiano) con el Señor.
El Maestro Bueno
El episodio que relata el Evangelio de hoy ocurre en día sábado en la sinagoga de Cafarnaúm cuando Jesús comienza a enseñar. En los versículos precedentes de este primer capítulo del Evangelio de San Marcos se nos ha mostrado el comienzo de su vida pública en Galilea y la vocación de sus prime¬ros cuatro apóstoles. Cafarnaúm era una gran ciudad de la Galilea, más grande e importan¬te que Nazaret. Estaba ubi-cada en la orilla noroeste del mar de Galilea. Jesús hizo de esta ciudad, en particular de su sinagoga, el cen-tro de su ministerio en Galilea. El pere¬grino de la Tierra Santa visita las ruinas de su sinagoga y puede apre-ciar los restos de una de las sinago¬gas mejor preservadas de la Palestina. En realidad, esas ruinas perte-necen a una sinagoga del siglo III d.C.; pero su ubicación es la que exactamente tenía en el tiempo de Je-sús.
Allí es donde entró Jesús y se puso a enseñar. Este lugar es tan importante que aquí fue donde Jesús pronunció el famoso discurso del «pan de vida» llamado también «dis¬curso de la sinagoga de Cafarnaúm» (ver Jn 6,59). En Cafarnaúm hizo Jesús muchos de sus milagros; pero la ciudad no se convirtió y mereció una feroz condena de parte del Maestro (ver Mt 11,23-24).El título que más frecuentemente se aplica a Je-sús en los Evangelios es sin duda el de «Maestro» y a sus seguidores se los llama «discí¬pulos» . Él mismo, al final de su vida, afirma que la enseñanza era su actividad diaria. Cuando encara a los que vienen a arres-tarlo, les reprocha: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el templo, y no me detuvisteis» (Mc 14,48). Jesús acu¬día al templo todos los días y enseñaba. Sin duda trajo al mundo una doctrina y vino con la misión de formar las concien¬cias de los hombres en la verdad.
¡Una doctrina nueva!
Apenas llamados los primeros discípulos, Jesús comienza a enseñar produciendo estupor en los presen-tes por dos moti¬vos: por su autoridad y por su novedad. ¿En qué se diferencia el modo de enseñar de Jesús del de los escribas? Los escribas se limitaban a explicar la Ley de Moisés; ellos enseñaban con la autoridad de Moisés, no tienen autoridad propia. Jesús, en cambio, es más que Moi¬sés; Él es una nueva instancia de revelación. Jesús es la Palabra de Dios; cuando Él habla y actúa, Él es la Palabra de Dios que se está pre-sentando. Jesús es la revela¬ción misma, él es la Palabra definitiva de Dios. Con razón dice San Juan de la Cruz que habiéndonos hablado en su Hijo, «Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar; ya lo ha hablado todo, dándonos al Todo que es su Hijo» .
Podemos citar muchos casos en el Evangelio en que Jesús aparece superior a Moisés. Cuando le pre-sentan una mujer sorprendida en flagrante adulterio, los escribas y fariseos sentencian: «Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» (Jn 8,5). Sin pronunciarse sobre Moisés manda a quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Nadie condena a la humillada mujer y Jesús la perdo-na.
Pero tal vez donde más resplandece la novedad y la autoridad de la enseñanza de Jesús es en el Ser-món de la Montaña. Jesús comenta diversos preceptos de la Ley de Moisés y ante cada uno expresa su propia ley: «Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos» (Mt 5,21ss).Ante este precepto de Jesús y otros del mismo sermón, debemos con-cluir que muchos no han aceptado a Jesús y se encuentran aún en el Antiguo Testa¬mento y en la Ley de Moisés. Jesús enseña con una autoridad que no es la de Moisés, sino suya propia; y no se limita a citar la ley antigua: Él es nueva instan¬cia de ley.
«Manda a los espíritus inmundos y le obedecen»
Una prueba de su autoridad, como leemos en el pasaje de este Domingo, es que expulsa los demonios. Ahora, ¿por qué el Evangelio habla de que un hombre estaba poseído por un «espíritu inmundo» en vez de «espíri¬tu maligno»? En realidad, lo inmundo en el lenguaje bíblico es lo que se opone a la santidad de Dios. Es así que alguien que, por cualquier motivo, no puede participar en el culto del Dios santo, se dice que está en estado de impureza.
En el Antiguo Testamento es causa de impureza, por ejemplo, haber tocado un cadáver; pero también el haber faltado el respeto al padre y a la madre y el haber transgredido cualquier mandamiento del Señor. Y el motivo por el cual el hombre debe conservarse puro es éste: «Sed santos, porque yo, Yahveh, vuestro Dios, soy santo» (Lv 11,45; 19,2). Un espíritu inmundo es uno que está fuera de la esfera de Dios, es lo más opuesto a Dios que se pueda pensar. El espíritu inmundo no pudo resistir en la presen¬cia de Jesús, porque en él estaba la santidad de Dios. Por eso, su grito es un testimonio de la divinidad de Jesu¬cristo: «Sé quién eres: el Santo de Dios». Esta frase equivale a decir: «Sí, tú has venido a destruirnos, porque tú eres ese hijo de la mujer que tenía que venir a piso¬tear la cabeza del demonio y a liberar al hombre de su domi-nio». El espíritu inmundo verdaderamente reconoce a Jesús.
Es interesante que el título que le da: «Santo de Dios» es el mismo que le da San Pedro, en la misma si-nago¬ga de Cafarnaúm, cuando le dice estas palabras: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eter¬na, y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios» (Jn 6,68-69). En el resto del episodio Jesús se revela como Aquél que vence al demonio y libera al hombre. Después del escándalo pro-ducido por el hombre, todos en la sinagoga habrán tenido un movimiento de temor y se habrán vuelto hacia Jesús para ver cómo reaccionaba. Jesús aparece entera¬mente dueño de sí mismo y de la situa¬ción: «Je-sús, enton¬ces, le ordenó: 'Cállate y sal de él'. Y agitán¬dole vio¬lentamente el espíritu inmundo dio un fuerte grito y salió de él». Como era de esperar todos quedaron admira¬dos, de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva expuesta con auto¬ri¬dad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen». Jesús vino al mundo a aniquilar al «señor de la muerte, es decir, al Diablo» (ver Hb 2,14) y a darnos la vida: esta vida y, sobre todo, la eterna.
Una palabra del Santo Padre:
«El pasaje evangélico de este domingo (cf. Mc 1, 21-28) presenta a Jesús que, con su pequeña comu-nidad de discípulos, entra en Cafarnaún, la ciudad donde vivía Pedro y que en esa época era la más gran-de de Galilea. Y Jesús entró en esa ciudad.
El evangelista san Marcos relata que Jesús, al ser sábado, fue inmediatamente a la sinagoga y comenzó a enseñar (cf. v. 21). Esto hace pensar en el primado de la Palabra de Dios, Palabra que se debe escu-char, Palabra que se debe acoger, Palabra que se debe anunciar. Al llegar a Cafarnaún, Jesús no posterga el anuncio del Evangelio, no piensa en primer lugar en la ubicación logística, ciertamente necesaria, de su pequeña comunidad, no se demora con la organización. Su preocupación principal es comunicar la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Y la gente en la sinagoga queda admirada, porque Jesús «les en-señaba con autoridad y no como los escribas» (v. 22).
¿Qué significa «con autoridad»? Quiere decir que en las palabras humanas de Jesús se percibía toda la fuerza de la Palabra de Dios, se percibía la autoridad misma de Dios, inspirador de las Sagradas Escritu-ras. Y una de las características de la Palabra de Dios es que realiza lo que dice. Porque la Palabra de Dios corresponde a su voluntad. En cambio, nosotros, a menudo, pronunciamos palabras vacías, sin raíz o palabras superfluas, palabras que no corresponden con la verdad. En cambio, la Palabra de Dios corres-ponde a la verdad, está unida a su voluntad y realiza lo que dice. En efecto, Jesús, tras predicar, muestra inmediatamente su autoridad liberando a un hombre, presente en la sinagoga, que estaba poseído por el demonio (cf. Mc 1, 23-26). Precisamente la autoridad divina de Cristo había suscitado la reacción de Sata-nás, oculto en ese hombre; Jesús, a su vez, reconoció inmediatamente la voz del maligno y le «ordenó se-veramente: “Cállate y sal de él”» (v. 25). Con la sola fuerza de su palabra, Jesús libera a la persona del maligno. Y una vez más los presentes quedan asombrados: «Incluso manda a los espíritus inmundos y le obedecen» (v. 27). La Palabra de Dios crea asombro en nosotros. Tiene el poder de asombrarnos.
El Evangelio es palabra de vida: no oprime a las personas, al contrario, libera a quienes son esclavos de muchos espíritus malignos de este mundo: el espíritu de la vanidad, el apego al dinero, el orgullo, la sen-sualidad... El Evangelio cambia el corazón, cambia la vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien. El Evangelio es capaz de cambiar a las personas. Por lo tanto, es tarea de los cristianos difundir por doquier la fuerza redentora, convirtiéndose en misioneros y heraldos de la Palabra de Dios. Nos lo su-giere también el pasaje de hoy que concluye con una apertura misionera y dice así: «Su fama —la fama de Jesús— se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea» (v. 28). La nueva doctrina enseñada con autoridad por Jesús es la que la Iglesia lleva al mundo, juntamente con los signos eficaces de su presencia: la enseñanza autorizada y la acción liberadora del Hijo de Dios se con-vierten en palabras de salvación y gestos de amor de la Iglesia misionera. Recordad siempre que el Evan-gelio tiene la fuerza de cambiar la vida. No os olvidéis de esto. Se trata de la Buena Noticia, que nos trans-forma sólo cuando nos dejamos transformar por ella».
Papa Francisco. Ángelus del Domingo 1 de febrero de 2015.
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. Leamos y acojamos el mensaje de la Lumen Gentium 35 del Concilio Vaticano II y pensemos de que manera podemos ser «testigos de la fe» en nuestra vida diaria, familiar y social.
2. Todos estamos llamados a responder a nuestro llamado a la santidad que no es sino vivir de manera coherente con nuestra fe bautismal. ¿Lo entiendo y lo vivo de esa manera?
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 551 553. 577- 582.
texto facilitado por JUAN RAMON PULIDO, presidente diocesano de ADORACIÓN NOCTURNA en TOLEDO
```LA COMUNIDAD MARÍA MADRE DE LOS APÓSTOLES EN LAS REDES SOCIALES HOY``` *Reflexión del Evangelio. 4º Domingo T. Ord. (Mc 1,21b-28)*
Uno de los mayores desprecios que podemos hacer a Dios es tener una relación con Él basada en apariencias, en fin, para que se quede contento. Entendamos esto: ¡No es Dios quien te necesita a ti sino tú a Él! Le necesitas para que tu impulso natural hacia la Vida Eterna no quede en un aborto. Quien vive una relación de apariencias con Dios hace el mismo ridículo que esos israelitas que en su estupidez decían: "No importa, Dios no se entera..." (Sal 73,11). Hablamos de una relación vacía y además pesadísima... Está gente reza que te reza mientras que su corazón está lejos de Dios como dice Jesús (Mt 15,8). Hoy vemos a Jesús que entra en la Sinagoga de Cafarnaúm. Hay un dato que muestra que el demonio, maestro en fomentar nuestras apariencias con Dios, campa a sus anchas en la asamblea. Digo esto porque apenas inicia Jesús la predicación los demonios elevan su protesta: ¿Qué tenemos que ver contigo Jesús, Hijo de Dios? Así es ante la presencia del Hijo de Dios, presencia que acontece cada vez que se predica el Evangelio en su Nombre, Satanás que es padre de la mentira, de las apariencias, se revuelve porque pierde poder en sus dominios. Como lo perdió en esta sinagoga ante la imprecación de Jesús: ¡Cállate y sal de él!
_P. Antonio Pavía_
_comunidadmariamadreapostoles.com_
El misterio de la muerte Vaticano II Gaudium et spes 18.22
El enigma de la condición humana alcanza su vértice en presencia de la muerte. El hombre no sólo es torturado por el dolor y la progresiva disolución de su cuerpo, sino también, y mucho más, por el temor de un definitivo aniquilamiento. El ser humano piensa muy certeramente cuando, guiado por un instinto de su corazón, detesta y rechaza la hipótesis de una total ruina y de una definitiva desaparición de su personalidad. La semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia, se subleva contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no logran acallar esta ansiedad del hombre: pues la prolongación de una longevidad biológica no puede satisfacer esa hambre de vida ulterior que, inevitablemente, lleva enraizada en su corazón.
Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, adoctrinada por la divina revelación, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz que sobrepasa las fronteras de la mísera vida terrestre. Y la fe cristiana enseña que la misma muerte corporal, de la que el ser humano estaría libre si no hubiera cometido el pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre la salvación perdida por su culpa. Dios llamó y llama al hombre para que, en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina, se adhiera a él con toda la plenitud de su ser. Y esta victoria la consiguió Cristo resucitando a la vida y liberando al hombre de la muerte con su propia muerte. La fe, por consiguiente, apoyada en sólidas razones, está en condiciones de dar a todo hombre reflexivo la respuesta al angustioso interrogante sobre su porvenir; y, al mismo tiempo, le ofrece la posibilidad de una comunión en Cristo con los seres queridos, arrebatados por la muerte, confiriendo la esperanza de que ellos han alcanzado ya en Dios la vida verdadera.
Ciertamente, urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar contra el mal, a través de muchas tribulaciones, y de sufrir la muerte; pero, asociado al misterio pascual y configurado con la muerte de Cristo, podrá ir al encuentro de la resurrección robustecido por la esperanza.
Todo esto es válido no sólo para los que creen en Cristo, sino para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de un modo invisible; puesto que Cristo murió por todos y una sola es la vocación última de todos los hombres, es decir, la vocación divina, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo que sólo Dios conoce, se asocien a su misterio pascual.
Éste es el gran misterio del hombre, que, para los creyentes, está iluminado por la revelación cristiana. Por consiguiente, en Cristo y por Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que, fuera de su Evangelio, nos aplasta. Cristo resucitó, venciendo a la muerte con su muerte, y nos dio la vida, de modo que, siendo hijos de Dios en el Hijo, podamos clamar en el Espíritu: «¡Abba!» (Padre).
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Sábado, 30 de Enero de 2021
_Ven Espíritu Santo. Hoy quiero entregarte todo, para vivir con plena libertad interior, sin aferrarme a nada, sin apegos que me esclavicen. Muchas veces me hago esclavo de tantas cosas y no soy capaz de renunciar a ellas. Así me lleno de tristezas e insatisfacciones._
_Ven Espíritu Santo, toca mi corazón y regálame un santo desprendimiento, para que no pierda la paz cuando no logro conseguir algo, y para que no me angustie cuando algo se acaba._
_Quiero caminar liviano, sin tanto peso en mis hombros. Quiero respirar libre, sin estar atado a tantas cosas y personas. Quítame esos apegos, Espíritu de libertad, para que pueda caminar alegre y sereno._
_Amén._
viernes, 29 de enero de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Viernes, 29 de Enero de 2021
En la encíclica "Dominum et Vivificantem" (57), Juan Pablo II invita a invocar al Espíritu que da la vida, para poder enfrentar los signos de muerte y las tentaciones de muerte que hay en el mundo actual.
Hay variadas maneras de elegir la muerte: los excesos, la venganza, la melancolía, el encierro, evadirse con la televisión, con internet, y muchas formas más.
Sería bueno preguntarme qué formas de muerte se han ido metiendo en mi vida, qué esclavitudes me han ido ahogando y no me permiten sentirme realmente alegre, feliz, vivo.
En un momento de oración ruego al Espíritu que entre en esos sectores oscuros y enfermos de mi existencia, le entrego esos lugares de mi ser y de mi vida cotidiana, y trato de liberarme para siempre de esos falsos dioses que no me dan la vida, sino que me la consumen inútilmente.
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jueves, 28 de enero de 2021
```LA COMUNIDAD MARÍA MADRE DE LOS APÓSTOLES EN LAS REDES SOCIALES HOY```
*Dice Jesús: Yo llevaré tu carga*
La Bienaventuranza con la que inicio esta mini catequesis descolocara a más de uno: _"Bienaventurados los que tienen ojos para ver sus pecados tal y como son porque Yo, Jesús, les libraré de su carga"._
Me apoyo en la experiencia del autor del Salmo 38. Este fiel israelita, ha pecado; su grandeza consiste en no justificarse, es consciente del mal que ha hecho (Sal 38,5). Sin embargo es un hombre sabio; a pesar de sentirse agobiado por su carga no deja de confiar en Dios: _"En ti Señor espero, tú me responderás Dios mío... no me abandones"_ (Sal 38,16… 22). Este hombre se sabe pecador, es consciente de la carga que le oprime, pero en vez de desesperarse o decir _“aquí no ha pasado nada”_, recurre a Dios; por eso es sabio. Al recurrir a Dios está profetizando al Mesías, _"El Cordero que carga con el pecado del mundo"_ (Jn 1,29). Sí, todos los pecados del mundo, los tuyos y los míos. El problema es que si los justificamos por la razón que sea los cargamos nosotros. Pongamos nuestros ojos en Jesús que nos dice a este respecto: _"Venid a mi los que estáis fatigados y sobrecargados que yo os aliviaré"_ (Mt 11, 28). Sí, Yo llevaré sobre mis espaldas las cargas que os doblegan.
_P. Antonio Pavía_
_comunidadmariamadreapostoles.com_
lunes, 25 de enero de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Lunes, 25 de Enero de 2021
Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la conversión de San Pablo. Esa conversión maravillosa ciertamente fue obra del Espíritu Santo, porque sin Él un corazón cerrado no puede abrirse. Además, el Espíritu Santo impulsó a San Pablo a predicar el Evangelio con gran entusiasmo.
La predicación del Evangelio está al servicio de un mundo nuevo. Cuando esa predicación es entusiasta, convencida, valiente, confiada, entonces el poder de Jesucristo se manifiesta de maneras variadas, transformando la vida de las personas y de la sociedad.
Si hay un modelo de lo que significa una predicación con poder, ése es San Pablo. Su fervorosa misión apostólica es un modelo del entusiasmo que derrama el Espíritu Santo. Vale la pena leer la descripción que Él mismo hace en *(2 Corintios 11, 26).*
El libro de los Hechos recoge las tradiciones que se habían difundido sobre los prodigios "poco comunes" que Jesús hacía a través de Pablo *(Hechos 19, 11-12).*
Y concluye:
*"Así, por el poder del Señor, la Palabra se difundía y se afianzaba"*
(Hechos 19, 20).
Recordando a San Pablo, pidamos al Espíritu Santo que nos ayude para que podamos convertirnos más profundamente y también para que no desgastemos inútilmente nuestras energías y vivamos con ese entusiasmo que experimentó San Pablo.
Amén.
domingo, 24 de enero de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Domingo, 24 de ero de 2021
En
En lo más íntimo de nuestro ser, en la raíz de nuestra existencia, sólo el Espíritu Santo puede hacernos sentir vivos. Sólo Él puede hacer que dejemos de sobrevivir o de soportar la vida, y que realmente vivamos, que experimentemos en todo nuestro ser los efectos de la gloriosa resurrección de Jesús, algo de esa deslumbrante intensidad de la vida divina.
La Palabra de Dios tiene una promesa de vida, no sólo de vida eterna, sino de vitalidad en esta tierra, de manera que si poco a poco dejamos que el Espíritu Santo invada nuestro ser, iremos experimentando que cada vez estamos más vivos. Veamos lo que nos asegura la Palabra de Dios y creamos en estas promesas:
*"El hombre de Dios florece como una palmera, crece como un cedro del Líbano... En la vejez sigue dando fruto, se mantiene fresco y lleno de vida"*
(Salmo 92, 13.15).
*"Bendito el que confía en el Señor, porque Él no defraudará su confianza. Es como un árbol plantado a las orillas del agua... No temerá cuando llegue el calor, y su follaje estará frondoso. En año de sequía no se inquieta, y no deja de dar fruto"*
(Jeremías 17, 7-8).
Notemos que esta promesa de vida incluye también el gozo de dar frutos, de ser útiles, de producir algo para el bien de los demás; porque nadie se siente vivo si no se siente también fecundo: en el servicio, en la paternidad espiritual, en el arte, en el trabajo, etc.
Pidamos al Espíritu Santo esa agradable fecundidad.
Amén.
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sábado, 23 de enero de 2021
3ª semana del tiempo ordinario. Domingo B: Mc 1, 14-20
Hoy nos trae el evangelio la primera predicación de Jesús y la llamada definitiva a los 4 primeros apóstoles. El evangelista quiere enlazar a Jesús con Juan Bautista, el precursor, no sólo en cuanto a la persona, sino también en la doctrina de la conversión, aunque Jesús anuncia ese Reino de Dios como algo ya presente. En el mensaje de la primera predicación aparecen cuatro temas: el cumplimiento del tiempo, el Reino de Dios, la conversión y la fe en el Evangelio. Los cuatro se pueden resumir en lo que dice al principio: que Jesús comenzó a predicar el Evangelio de Dios. Evangelio significa la Buena Noticia. A veces cuando uno se pone a leer el periódico u oír la radio, quisiera leer o escuchar alguna buena noticia; pero con frecuencia lo único que se encuentran son malas noticias: gente que se mata, otros que mueren de hambre. Y sin embargo está la buena noticia de que Dios ha venido para decirnos que somos sus hijos, que el mundo está hecho en justicia, verdad y paz. Muchos no se lo creen; pero hay muchas personas que viven esta realidad del Evangelio con pleno gozo.
Jesús decía que la espera, simbolizada por el tiempo de los profetas, ya se había terminado, porque entre nosotros ya estaba el Reino de Dios. Ya sabemos que el Reino de Dios pleno sólo se dará en el cielo; pero de nosotros depende que esté más presente en esta vida. Dios es el que lo hace, pero quiere nuestra colaboración.
¿Qué tenemos que hacer? Dos cosas nos dice hoy Jesús: necesitamos convertirnos y creer en el Evangelio. La conversión es un cambio de mentalidad para acomodar nuestra vida a las enseñanzas del Evangelio. No es fácil la conversión, cuando ya nos creemos que somos cristianos. Hay muchos cristianos que no se han planteado la necesidad de una elección personal y responsable por Cristo. Son cristianos por la tradición familiar o social, por las prácticas religiosas, por el terror del más allá; pero el verdadero Evangelio, la Buena Noticia, les es desconocido, su vida no la interpelan a la luz del Evangelio y por eso se necesita una transformación profunda y vital en los modos de pensar y actuar. Convertirse es cambiar la forma de ser, es cambiar de vivir la religión: de sólo formalista a vivirla con intimidad; es cambiar la forma de valorar a la gente, de ver sus necesidades y problemas a la luz del Evangelio.
Para poder entrar y vivir en el Reino de Dios, Jesús nos habla de una acción más bien negativa como es la conversión o quitar lo malo, y de una positiva que es creer en el Evangelio. Creer es ver lo positivo de la vida, es confiar en Dios que hará algo grande en nuestra vida ahora y después de la muerte, es estar convencido de que es posible estando con Dios. Para esto hay que seguir a Jesús. Por eso a continuación nos describe la llamada a los 4 primeros apóstoles y la generosidad con que responden dejándolo todo para estar y vivir con Jesús. Después vendría la labor de la predicación.
No a todos nos llamará para ser predicadores, aunque de alguna manera todos debemos predicar. Pero a lo que sí nos llama es a seguirle. El Evangelio y el Reino de Dios es una misma cosa con Jesucristo. Jesús no sólo anuncia el Reino, sino que es el mismo Reino. Jesús es la Palabra de Dios que se anuncia a la humanidad. Por eso convertirse es tener en nosotros la misma mentalidad, los mismos sentimientos de Jesús. Por lo menos tender a ello. Lo primero será arrepentirnos de los pecados. Dios está deseando perdonarnos, como hizo con la ciudad de Nínive, de que nos habla hoy la primera lectura. Escuchó a Dios a través del profeta Jonás, que predicó con entusiasmo, obedeciendo a Dios, aunque ni el mismo profeta estaba convencido.
Creer en el Evangelio nunca es un acto terminado y conseguido, sino que siempre estamos en camino y continuamente debemos renovarnos para que el Reino de Dios penetre más y más en nuestro espíritu. Este Reino no es algo material, como estaban acostumbrados a pensar los primeros oyentes de Jesús. Toda su vida sería explicar este reino de paz, de justicia y amor, que debemos pedir: “Venga tu Reino, Señor”.
Domingo de la Semana 3ª del Tiempo Ordinario. Ciclo B «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres»
Lectura del libro del profeta Jonás (3,1-5.10): Los ninivitas se convirtieron de su mala vida.
En aquellos días, vino la palabra del Señor sobre Jonás: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.» Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor.
Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»
Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños. Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
Salmo 24,4-5ab.6-7bc.8-9: Señor, enséñame tus caminos. R./
Señor, enséñame tus caminos, // instrúyeme en tus sendas: // haz que camine con lealtad; // enséña-me, porque tú eres mi Dios y Salvador. R./
Recuerda, Señor, que tu ternura // y tu misericordia son eternas; // acuérdate de mí con misericordia, // por tu bondad, Señor. R./
El Señor es bueno y es recto, // enseña el camino a los pecadores; // hace caminar a los humilles con rectitud, // enseña su camino a los humildes. R./
Lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios (7,29-31): La representación de este mundo se termina.
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vi-van como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvie-ran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (1,14-20): Convertíos y creed el Evangelio.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.» Inmediata-mente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su her-mano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la bar-ca con los jornaleros y se marcharon con él.
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
La oportunidad de reconciliación y salvación que Dios ofrece al hombre, como se la ofreció a los habi-tantes de la ciudad de Nínive por la predicación del profeta Jonás (Primera Lectura), así como la eminente llegada del Reino de Dios (Evangelio) y la fugacidad del tiempo presente (Segunda Lectura) urge nuestra conversión a Dios: aceptando con fe la Buena Nueva proclamada por Jesús y cambiando todo aquello que nos aleja del camino de Dios.
«Los ninivitas creyeron en Dios»
Jonás, considerado el quinto de los profetas menores, es un hombre que se empeña por huir y no hacer lo que Dios quiere para él. Su relato constituye una excelsa narración en prosa y es considerado uno de los mejores exponentes de las clásicas narraciones hebreas. Jonás va a traer un mensaje de misericordia para el pueblo ninivita que es símbolo de una crueldad despiadada contra Israel. Nínive era la capital del imperio Asirio principalmente durante el reinado del rey Senaquerib y fue creciendo en importancia, a partir del año 1250 a.C. Y es en este contexto donde se lleva a cabo la difícil misión que Dios le ha encomendado a Jonás justamente en medio de un pueblo gentil y hostil. Este es el mensaje principal de todo el libro y hacia este mensaje se tensa todo el movimiento narrativo y dramático del mismo.
El pasaje de Jonás en el vientre de la ballena por tres días será utilizado reiteradamente por los evange-listas como prefiguración de la muerte y resurrección de Jesús. También será una figura muy utilizada en el arte de las catacumbas ya que los primeros cristianos veían en ella un símbolo de la resurrección y la sal-vación. Dios salvó al profeta del peligro mortal, para salvar por él a un pueblo gentil. Dios salvó a Cristo, no apartando el cáliz de la pasión, sino resucitándole de la muerte, para reconciliar y salvar con su muerte y resurrección a todos los pueblos de la tierra.
Los primeros apóstoles
Hemos visto el Domingo pasado que, según el Evangelio de San Juan, los primeros apóstoles llamados por Jesús eran discípulos de Juan Bautista y fueron llamados con estas palabras: «Venid y veréis». Ellos eran Andrés y otro discípulo no identificado (que sabemos que era el apóstol Juan). Pedro fue llamado, en segundo lugar, por medio de su her¬mano Andrés. ¿Cómo se explica, entonces, que en este Evangelio el primero en ser llamado sea Pedro? El Evangelio dice: «Bor¬deando el mar de Galilea, Jesús vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón».
En seguida los llama a ser «pescadores de hombres». Todo se explica si nos fijamos en la introducción del episodio de la vocación de los primeros apóstoles tal como es narrada por San Marcos, es decir, del punto de vista de Pedro: «Des¬pués que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea». Los tiempos enton-ces son distintos, el lugar es distinto, el punto de vista es distinto. En el encuentro de los primeros apóstoles con Jesús que pasaba, Juan el Bautista está vivo y presente, ocurre en Judea y el punto de vista es el del apóstol Juan. En la narración de San Mar¬cos, en cambio, Juan el Bautista ha sido ya entre¬gado, la voca-ción de los prime¬ros apóstoles ocurre en Gali¬lea y el punto de vista es el de Pedro.
Juan Bautista había preparado el camino del Señor formando un círculo de discípulos entre los cuales se contaban los primeros cuatro apóstoles: Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Sabemos, por el mismo Evangelio de san Marcos, que la predicación del Bautista le significó problemas con Hero¬des, que lo hizo encarcelar e, instigado por su convivien¬te Herodías, lo hizo deca¬pitar. El Evangelio justamente se inicia mencionando el hecho: «Después que Juan fue entrega¬do, marchó Jesús a Galilea». Es probable que después que Juan fue entregado sus discí¬pulos volvieran cada uno a su lugar de origen y a sus ocupa¬ciones; los que eran pescadores en Galilea, a pescar en el mar de Gali¬lea. ¿Qué nos extraña, si, cuando fue entre¬ga¬do Jesús mismo, procedieron igual?
Y allí, bordeando el mar de Galilea, Jesús, que ya los había conocido en Judea en torno a Juan, los lla-ma, esta vez para seguirlo en serio y ser hechos «pes¬cadores de hombres». Esta vez dejaron las redes y las barcas en la arena, dejaron al padre y los jornale¬ros, lo abandonaron todo para seguir a Jesús. Y los pri-meros dos, Pedro y Andrés, lo siguieron hasta morir una muerte seme¬jante a la suya: ambos murieron cru-cificados, como Jesús. Podemos concluir que los primeros discípulos habían conocido a Jesús en Judea, se habían quedado con Él todo un día, y la experiencia de ese encuentro ya no los había abandonado más. Por eso bastó que, al pasar Jesús junto al mar de Galilea, los llamara para que ellos al instante lo siguieran.
«El tiempo se ha completado…»
San Marcos resume la predicación inicial de Jesús con estas palabras: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». Veamos detalladamente el significado de cada una de estas palabras.
«El tiempo se ha completado». La imagen es de un reci¬piente que se va llenando hasta que se colma. Así el tiempo llegó a plenitud. Ese tiempo, que Dios echó a andar desde el momento de la creación y que correrá hasta el fin del mundo, alcanzó su punto culminante cuando el Hijo de Dios se hizo hombre y nació a este mundo. Lo dice también San Pablo en una afirmación semejante: «Cuando llegó la plenitud del tiem-po, envió Dios a su Hijo nacido de mujer... para que nosotros recibiéramos la filiación divina por adopción» (Ga 4,4).Esto es lo que expresa nuestro cómputo de los años, que fija el año cero, es decir, el centro de la historia, en el naci¬miento de Cristo. Todo lo anterior apunta a Él y todo lo sucesivo toma su origen de Él.
En Cristo la cuenta regre¬siva del tiempo llegó a cero y se inició la reconciliación, que está operando hoy entre nosotros. Esto es lo que quiere decir Jesús con estas palabras y se verifica lo que Él mismo decía a sus con¬temporáneos: «Dicho¬sos vuestros ojos, porque ven y vuestros oídos, porque oyen. Pues os ase-guro que muchos profe¬tas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís y no lo oyeron» (Mt 13,16-17). Esta bienaventuranza nos abraza también a noso¬tros que hemos cono-cido a Cristo.
«El Reino de Dios está cerca»
La expresión Reino de Dios aparece en estas primeras palabras de Jesús y después consti¬tuirá uno de los temas principales de su predicación. Jesús usó esta expresión para aclarar el misterio de su propia Per-sona e ir haciendo luz gradualmente sobre su identidad. El Reino de Dios está donde está Jesús con su gra-cia: allí están la justicia, la paz, el amor, la verdad, la felicidad; en resumen, la salvación. Estos son los valo-res del Reino; ellos operan donde está Jesús. Donde se rechaza a Jesús, reina el pecado y su cortejo de males: la injusti¬cia, la mentira, la violencia, el egoísmo y la muer¬te. La petición del Padre Nuestro: «Venga a nosotros tu Reino» equivale a esta otra: «Venga a nosotros tu Hijo Jesús». Así oraba a menudo San Pablo: «Ven Señor Jesús». Ya sabemos entonces que si «el Reino de Dios está cerca» es porque allí estaba Je-sús. En la Persona de Jesús estaba irrumpiendo la acción salvífica de Dios.
«Convertíos y creed en el Evangelio»
Son dos imperati¬vos que significan lo mismo. Convertirse significa cambiar de mente, cambiar las bases de la existencia, cambiar tan radi¬calmente, que lo que antes me importaba, ahora lo consi¬dero insignifican-te. Este es el efecto que se produce cuando al¬guien «cree en el Evangelio». Ya hemos dicho en otra oca-sión que un «evangelio» es el anuncio gozoso de una noticia tal que cuando alguien la recibe, ya nada pue-de ser como antes. El Evangelio de Dios es el anuncio de que Dios nos ha amado y ha enviado a su Hijo al mundo para salvarnos del pecado y de la muerte. El que comprende esto y le presta fe, experi¬menta un cambio radical en su vida; se convierte. Pasa de la muerte a la vida…
Es una orden de Jesús: «¡Convertíos!». Para expresar lo que esto significa, San Pablo hace un discurso: «Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la subli¬midad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas y las tengo por basura para ganar a Cristo» (Flp 3,7-8). San Marcos no hace un discurso, pero pre¬sen¬ta acti-tudes equivalentes cuando Simón y Andrés largan¬do las redes en el mar siguen al Maestro Bueno. Y lo mismo hizo Santiago y Juan. Esto es «convertirse». Cuando se presentó Jesús en el horizonte de sus vidas, Él acaparó su interés. La barca, las redes, el padre, los jornaleros, todo lo que antes constituía sus vidas, quedó olvidado, abandonado. De pescadores de peces, pasaron a ser «pescadores de hombres». Esta es otra expresión de Jesús que para ellos tuvo que ser oscura; pero después se les fue aclarando.
Sin embargo, la promesa de Jesús se cumplió plenamente como nos lo muestra el libro de los Hechos de los Apóstoles. En efecto, la primera predi¬cación de Pedro, después de Pentecostés, tuvo este resul¬tado: «Los que acogieron su palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas tres mil almas» (Hch 2,41). Quedaron atrapados en las redes de Pedro. Pero éstas son redes que respetan plenamente la libertad del hombre, pues después de escuchar las palabras de Pedro, cada uno debía reconocer: «Esto no te lo ha revela¬do ni la carne ni la sangre, sino el Padre que está en los cielos... Tú tienes palabras de vida eterna» (Mt 16,17; Jn 6,68). Estas palabras de vida eterna son las que cada uno de nosotros escucha cada Domin-go en la Santa Misa.
Una palabra del Santo Padre:
«Y en un pueblo, cada uno tiene su lugar. El Señor jamás habla a la gente así, a la masa, jamás. Habla siempre personalmente, con los nombres. Y elige personalmente. El relato de la creación es una figura que hace ver esto: es el mismo Señor que con sus manos artesanalmente hace al hombre y le da un nombre: ‘Tú te llamas Adán’. Y así comienza aquella relación entre Dios y la persona. Y hay otra cosa, una relación entre Dios y nosotros pequeños: Dios, es grande, y nosotros pequeños. Cuando debe elegir a las perso-nas, también a su pueblo, Dios siempre elige a los pequeños […]
Todos nosotros con el Bautismo hemos sido elegidos por el Señor. Todos somos elegidos. Nos ha ele-gido uno a uno. Nos ha dado un nombre y nos mira. Hay un diálogo, porque el Señor ama así. También David luego se volvió rey y se equivocó. Quizás cometió tantas equivocaciones, pero la Biblia nos cuenta dos errores fuertes, dos errores de aquellos grandes. ¿Qué hizo David? Se humilló. Volvió a su pequeñez y dijo: ‘Soy un pecador’. Y pidió perdón e hizo penitencia […]
La fidelidad cristiana, nuestra fidelidad, es simplemente custodiar nuestra pequeñez, para que pueda dia-logar con el Señor. Custodiar nuestra pequeñez. Por esto la humildad, la docilidad, son muy importantes en la vida del cristiano, porque es una custodia de la pequeñez, a la cual el Señor gusta mirar. Y siempre exis-tirá el diálogo entre nuestra pequeñez y la grandeza del Señor. Que el Señor nos dé, por intercesión de San David – también por la intercesión de la Virgen que cantaba alegre a Dios, porque había mirado su humildad – el Señor nos de la gracia de custodiar ante Él nuestra pequeñez».
Papa Francisco. Homilía 21 de enero de 2014.
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. Leamos con atención lo que nos dice Juan Casiano: «Muchos son los caminos que conducen a Dios. Por eso, cada cual debe de seguir con decisión irrevocable el modo de vida que primero abrazó, man-teniéndose fiel en su dirección primera. Cualquiera que sea la vocación escogida, podrá llegar a ser perfecto en ella». Pidamos fuerzas al Señor para ser fieles a nuestro llamado para llegar a Dios.
2. «El tiempo es corto» nos dice San Pablo en su carta a los Corintios. ¿Vivo la urgencia de mi conver-sión diaria? ¿Qué cosas debo de cambiar en mi vida para estar más cerca de Dios?
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 871- 897.
texto, JUAN RAMON PULIDO, presidente diocesano de ADORACION NOCTURNA en TOLEDO
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Sábado, 23 de Enero de 2021
Uno de los aspectos más fuertes de nuestra existencia es el deseo de vivir intensamente. Eso es lo que lleva a muchos jóvenes a tomar un auto y llevarlo a toda velocidad, o a buscar drogas excitantes, o a desbocarse en relaciones sexuales cada vez más desenfrenadas, etc.
Es mejor que no nos engañemos con esas falsas fuentes de vida. Cultivemos lo más grande y noble que tenemos, la vida interior. Si no lo hacemos, buscaremos cada vez más esas falsas experiencias que nos engañan, y cada vez nos sentiremos más muertos por dentro.
Algunos viven confundidos, creyendo que entregarse al Espíritu Santo es peligroso, como si Ël pudiera quitarles el entusiasmo por vivir. Nada más contrario a la realidad. Porque el Espíritu Santo es vida, vida pura, vida plena, vida divinamente intensa, vida total. Y si algo en este mundo tiene vida, es porque allí está el Espíritu Santo derramando una gota de su vida infinita.
Leamos cómo lo dice la Biblia: _*"El Espíritu es el que da la vida"*_
(Juan 6, 63).
*"La letra mata, pero el Espíritu da vida"*
(2 Corintios 3, 6)
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viernes, 22 de enero de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Viernes, 22 de Enero de 2021
_Ven Espíritu Santo, y ayúdame a mirarme a mí mismo con cariño y paciencia._
_Enséñame a descubrir todo lo bueno que sembraste en mí, y ayúdame a reconocer que en mí también hay belleza, porque soy obra de un Padre divino que me ama y me ha dado su Espíritu._
_Sabes que a veces me duelen los recuerdos de errores que he cometido. Ayúdame a mirarme como Jesús me mira, para que pueda comprenderme y perdonarme a mí mismo._
_Ven, Espíritu Santo, derrama en mí toda tu fuerza, para que pueda comenzar de nuevo y no me desprecie a mí mismo._
_No permitas que me dominen los remordimientos, porque tu amor siempre me permite comenzar de nuevo._
_Ven Espíritu Santo._
_Amén._
jueves, 21 de enero de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Jueves, 21 de Enero de 2021
¿Quién es el Espíritu Santo? Estamos ante el Misterio de un amor infinito.
Si leemos la Biblia, allí Dios nos habla permanentemente de su amor por cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros es obra de sus manos, criatura amada:
*"Tú eres precioso a mis ojos, y yo te amo"*
(Isaías 43, 4).
Y nos habla de un *"amor eterno"*
(Jeremías 31, 3), de manera que, aún cuando nadie esperaba nuestro nacimiento, Él desde siempre nos imaginó para darnos la vida.
Y si los demás esperaban un niño de otro sexo, de otro color, con otro rostro, Él nos esperaba tal como somos, porque Él es el artista maravilloso que nos hizo, y Él ama la obra de su amor. Mi existencia y la tuya tienen una sola explicación, que Dios nos ama:
*"Aunque tu propia madre se olvidara de ti, yo no te olvidaré... Mira, te llevo tatuado en la palma de mis manos"*
(Isaías 49, 15-16).
*"Tu Dios está en ti, poderoso salvador. Él grita de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de alegría"*
(Sofonías 3, 17).
El mismo Dios es un Misterio de amor. Porque Él no es un ser aislado, sino tres Personas que son un solo y único Dios. Este es un Misterio profundísimo que no podemos comprender en esta vida.
Pero nos hacemos una pregunta. Si las tres Personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, nos aman con un mismo amor divino, ¿por qué se llama especialmente Amor al Espíritu Santo?
Porque el Espíritu Santo procede, como si fuera un fruto perfecto, del amor que se tienen el Padre y el Hijo. Es decir, el amor que se tienen el Padre Dios y su Hijo termina en una inclinación, en un movimiento de amor que los une como una llama infinita de amor, y esa llama es la Persona del Espíritu Santo. Él es el amor que une al Padre y al Hijo, y el regalo de amor que ellos dos derraman en nuestros corazones.
Amén.
miércoles, 20 de enero de 2021
```LA COMUNIDAD MARÍA MADRE DE LOS APÓSTOLES EN LAS REDES SOCIALES HOY```
*El Evangelio, Fuego de Dios*
Decir que por el hecho de estar bautizados hemos de evangelizar sí o sí es reducir la Evangelización a un mero decreto, y no es así. Una persona Evangeliza en Espíritu y Verdad cuando en su interior arde el Fuego del Evangelio de Jesús, como le pasó a San Pablo que a un cierto momento confiesa: ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! El Apóstol no anuncia el Evangelio por propia iniciativa, lo hace porque el Fuego de Dios, le consume por dentro (ICo 9, 16-17). El que tiene el Evangelio sólo en la memoria, no sabe ni entiende lo que es ser consumido por el Fuego del Evangelio de Jesús. El que vive una experiencia parecida a la de San Pablo sabe, por sí mismo que sólo el Fuego de Dios, que es su Palabra, es capaz de hacer frente y aniquilar a las seducciones con las que Satanás asalta nuestro corazón... y la primera de ellas es... ¡Seréis como dioses! Vosotros decidiréis lo que está bien y lo que está mal (Gen 3, 4). Al final las seducciones abrazadas, se convierten en multitud de espinos que despellejan lo que eres... y lo que estuviste llamado a ser junto a Dios... pero para entonces Satanás, tu Seductor ya pasa de ti. Aún así uno de los ladrones crucificado junto a Jesús se acogió a Él y Jesús le dijo ¡Aquí estoy soy tu Buen Pastor!
_P. Antonio Pavía comunidadmariamadreapostoles.com_
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Miércoles, 20 de Enero de 2021
_Ven Espíritu Santo, y ayúdame a perdonar. Porque a veces recuerdo el daño que me han hecho, y eso alimenta mis rencores y mis angustias._
_Ayúdame a comprender a esas personas que me lastimaron, enséñame a buscarles alguna excusa para que pueda perdonarlos._
_Ven Espíritu Santo, y derrama dentro de mí el deseo de perdonar y la gracia del perdón, porque solo no puedo._
_Ayúdame a descubrir que es mejor estar libre de esos rencores y ataduras, y dame tu gracia para liberarme de verdad._
_Derrama tu paz en todas mis relaciones con otras personas, para que reine el amor y nunca el rencor._
_Amén._
martes, 19 de enero de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Martes, 19 de Enero de 2021
Dejemos que el Espíritu Santo se siga derramando cada vez más en nuestra vida.
Supliquémosle, invoquémoslo con insistencia, dejemos que nos inunde como el agua, que riegue nuestro ser como agua viva, purificadora, y que haga renacer todo lo que está seco.
Dejemos que nos penetre como el viento, y que arrastre todo lo que está de más en nuestras vidas; que nos impulse hacia adelante como el viento impetuoso y nos arranque de nuestras falsas seguridades. Dejemos que sea el fuego santo que queme todo lo que nos hace daño, que disipe nuestras oscuridades, que nos llene de calor. Dejemos que nos devuelva la vida, que nos haga recuperar nuestra más auténtica alegría.
Porque la alegría se siente cuando volvemos a sentirnos vivos, cuando valoramos la sangre que corre por las venas y el amor que se mueve en el corazón, cuando experimentamos que vivir vale la pena. El Espíritu Santo puede llenarnos de esa vida nueva también hoy:
_*"Y cuando venga él, el Espíritu de la verdad, él los llevará a la verdad completa... Y la tristeza se les convertirá en alegría"*_
(Juan 16, 13.20).
Amén.
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lunes, 18 de enero de 2021
```LA COMUNIDAD MARÍA MADRE DE LOS APÓSTOLES EN LAS REDES SOCIALES HOY``` *CORAZÓN DE PIEDRA O DE CARNE*
Un corazón de piedra no puede ser atravesado por la espada del Mal del mundo, su pétrea dureza hace que rebote; es lo que llamamos devolver mal por mal. Cuando Jesús dice a sus discípulos que no devuelvan mal por mal no les está imponiendo una carga inhumana, les está ofreciendo una promesa que sólo puede venir de Él en cuanto Hijo de Dios, y que había sido anunciada por los profetas: "Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (Ez 36,26). Un corazón de carne, como el de Jesús atravesado por una lanza, se deja atravesar por la espada del Mal... ¡Venciéndole! Un verdadero hijo de María… para empezar se mira en ella. Simeón le dijo proféticamente que una espada le atravesaría el alma… que en este contexto es sinónimo de corazón (Lc 2,35). Pues bien, María silenciosa al pie de la Cruz sintió como la espada del Odio del mundo hacia Jesús atravesaba su alma… como hemos dicho… su corazón. La espada no rebotó en él en forma de maldiciones e insultos… se había cumplido en ella la profecía de Ezequiel... y para nuestra sorpresa y gozo infinito también en el Discípulo Amado de cuya boca tampoco salió ninguna palabra vengativa. No nos engañemos… sólo al pie de la Cruz, Jesús cambia nuestro corazón de piedra en uno como el suyo y el de su Madre: de carne… el único que vence al Mal.
_P. Antonio Pavía comunidadmariamadreapostoles.com_
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Lunes, 18 de Enero de 2021
Los cristianos creemos que toda esta maravilla de la amistad con Dios, de la presencia del Espíritu Santo, es algo que nos supera de tal manera que de ningún modo podemos merecerlo. Si nunca podemos merecer o comprar la amistad sincera de un ser humano, porque la amistad sólo puede ser un regalo que se da gratis y libremente, con mucha mayor razón es imposible que podamos merecer o comprar la amistad divina.
Y cuando estamos en pecado y nuestro corazón se mueve con el deseo de buscar esa amistad, es porque la gracia de Dios ya está tocando el corazón, ya lo está atrayendo. Siempre es Él quien tiene la iniciativa, siempre es Él quien ama primero.
Sin embargo, una vez que el Espíritu Santo nos regala su amistad (la gracia santificante), una vez que Él comienza a habitar en nosotros como amigo, al mismo tiempo comienza a producir una obra de renovación en nuestra vida. Es decir, nos toma tan en serio, que quiere que nosotros también participemos en nuestro propio crecimiento, que nos metamos por entero, con todas nuestras energías, en un camino de maduración. Y para eso nos capacita.
Pero nuestros méritos son en primer lugar de Cristo, que se entregó por nosotros, y nunca quieren decir que estamos mereciendo la amistad de Dios. Esa amistad será siempre un regalo totalmente gratuito de su ternura infinita, una iniciativa de amor y una obra gratuita del Espíritu Santo.
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domingo, 17 de enero de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Domingo, 17 de Enero de 2021
_Ven Espíritu Santo, y pasa por mi memoria. Mi memoria es un regalo tuyo, que me sirve para recordar tu amor y tus beneficios._
_Toma esa memoria para que no me inquieten los malos recuerdos. Quema con tu fuego toda angustia que venga de los recuerdos de mi pasado. Purifica todos mis recuerdos para que no me lastimen ni me torturen._
_Ven Espíritu Santo, e ilumina todo mi pasado. Quita de mi interior todo recuerdo que alimente mi tristeza o mis desánimos, y alimenta los recuerdos buenos, esos que me impulsan a seguir adelante y me devuelven la alegría._
_Ven Espíritu Santo._
_Amén._
sábado, 16 de enero de 2021
2ª semana del tiempo ordinario. Domingo B: Jn 1, 35-42
En estos comienzos del año, después del bautismo de Jesús, la Iglesia nos presenta la llamada de algunos de los apóstoles. San Juan en su evangelio nos narra hoy el encuentro con Jesús de los dos primeros apóstoles: Andrés y otro, del que no pone el nombre, pero parece ser él mismo. Eran discípulos de Juan Bautista y la primera consideración es que van detrás de Jesús, porque se lo indica el mismo Bautista. Éste señala a Jesús cuando pasa diciendo: “Este es el Cordero de Dios”. Parece ser que ya les había hablado antes de aquel que debía venir detrás de él y del que no era digno ni desatar la correa de la sandalia. Palabras estas que significaban la grandeza de esa persona. Llamar a Jesús: el “Cordero de Dios” es una referencia a los sacrificios de la Pascua. Es posible que estuviera cercana esa fecha, como igualmente la hora de los sacrificios de los corderos, que solía hacerse a las cuatro de la tarde.
Normalmente nadie se encuentra con Cristo si alguien no se lo anuncia. Esta es la misión de nosotros cristianos: hacer conocer a Jesucristo entre la gente. Es nuestro deber señalar a Jesús, le sigan o no le sigan. Claro que usaremos las palabras y expresiones que se puedan comprender: Jesús es el que puede llenar nuestra vida y darla un verdadero sentido pleno. Pero más que con palabras y discursos es necesario el testimonio de nuestra vida. Decía un autor: “Sólo el que ha visto a Dios tiene derecho a hablar de El”. Sólo el que tiene una vivencia con Dios puede indicar a ese Dios de la vivencia. Tampoco es que sea necesaria una santidad extraordinaria. Muchas veces viene el encuentro con Jesús por los medios humanos sencillos: la amistad, la familia, el participar de unos mismos ideales, si juntamente se da el testimonio de la vida.
Y aquellos dos discípulos se fueron tras Jesús. Jesús tampoco les echó grandes discursos, sino que les invitó a ver. Es el testimonio de su vida lo que les atraerá plenamente a su servicio. No nos dice lo que hablaron. Es muy posible que hablasen del amor de Dios y de cómo expresarlo por medio del amor al prójimo.
El hecho es que quedaron muy contentos y sintiendo que su vida había cambiado. Tan contentos que Andrés se encuentra con su hermano Simón y da testimonio de lo que ha visto: al Mesías o Cristo. Y lo conduce a Jesús. El conocimiento de Jesús lleva a una necesidad de transmitirlo a los demás. El encuentro verdadero con Jesús es un gozo tan grande, que desea que los demás gocen también de ese encuentro.
No es fácil ese encuentro, porque Dios no nos quiere forzar. Más bien que buscar a Jesús sería el dejarse encontrar por él. Para esto hay que saber escuchar la voz de Dios. En la primera lectura de hoy se recuerda a aquel niño Samuel que oía una voz y no sabía que era de Dios, hasta que se puso en actitud de escucha y dijo: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Escuchar la voz de Dios es saber discernir en cada momento lo que es más conforme al evangelio. Para ello debemos poner los medios más conducentes: la oración, la lectura confiada del evangelio, la Eucaristía y otros encuentros eclesiales. Habrá algún momento importante en la vida en que podemos sentir que Dios nos llama para algo grande, que nos dé sentido a la vida. Normalmente se tratará de llamadas sencillas, particulares; pero que deben llevar a un encuentro de Dios dentro de la comunidad. Somos personas solidarias en el proyecto de Dios.
En realidad, en nuestras vidas nos dejamos llevar de muchas cosas. Seguimos a la moda o las ideas de un partido político o seguimos diversas propagandas. Es como ver por los ojos de otros. Lo más importante es seguir a Jesús, dejarnos guiar por Él, porque Él nos llevará por los mejores caminos. Viviendo a Jesús, es como podemos señalarlo a otros. Hoy, quizá más que en otros tiempos, se necesitan testigos: personas que, más que con palabras, con los hechos de su vida digan: He descubierto a Jesucristo, es una maravilla. Y con su experiencia ayuden a poder decir, como nos enseña el salmo responsorial: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
P. Silverio
Domingo de la Semana 2ª del Tiempo Ordinario. Ciclo B «He ahí el Cordero de Dios»
Lectura del primer libro de Samuel (3, 3b-10.19): Habla, Señor, que tu siervo te escucha.
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Se-ñor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.» Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.»
Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.» Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llama-do.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te lla-ma alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha." »
Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!» Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.
Salmo 39,2.4ab.7.8-9.10: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. R./
Yo esperaba con ansia al Señor; // él se inclinó y escuchó mi grito; // me puso en la boca un cántico nuevo, // un himno a nuestro Dios. R./
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, // y, en cambio, me abriste el oído; // no pides sacrificio expiatorio. R./
Entonces yo digo: // «Aquí estoy -como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad.» // Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R./
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; // no he cerrado los labios; Señor, tú lo sabes. R./
Lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios (6,13c-15a.17-20): Vuestros cuerpos son miembros de Cristo.
Hermanos: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿0 es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Lectura del santo Evangelio según San Juan (1, 35-42): Vieron dónde vivía y se quedaron con él.
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?» Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. An-drés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra pri-mero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).» Y lo llevó a Je-sús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se tra-duce Pedro).»
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
Dios nos llama a cada uno por nuestro nombre para una misión muy específica (Primera lectura). Esto es lo que vemos en el sencillo relato de la llamada del profeta Samuel, así como en el Evangelio que, a su vez, refiere la vocación de los primeros discípulos de Jesús. Este llamado hecho por Dios considera a la persona en su totalidad: cuerpo, alma y espíritu (Segunda Lectura). Para ser auténtico discípulo de Cristo (es decir ser bautizado en la Iglesia Católica) es necesario escuchar; responder con generosidad como lo hizo Samuel: «Habla, Señor, que tu siervo te escucha»; y ser coherentes con nuestra opción de fe ya que ahora «somos del Señor».
Samuel: juez y profeta
Samuel, hijo de Elcaná y Ana, fue el último de los grandes jueces de Israel y uno de los primeros profe-tas. Al nacer Samuel, había quedado escuchada la ferviente oración de Ana pidiendo un hijo. Ella, a su vez, cumplió la promesa que había hecho a Dios y llevó a su hijo al santuario de Siló para que el sacerdote Elí se encargara de su formación. En el pasaje de la Primera Lectura, Samuel recibe de Dios un llamado y un mensaje; en el que decía que la familia del sacerdote Elí sería castigada por la maldad de sus hijos (ver 1Sam 3, 11-14).
Al morir Elí, Samuel tuvo que hacer frente a una situación difícil. Israel había sido derrotado por los filis-teos y creían que Dios ya no se preocupaba de ellos. Samuel pidió destruir todos los ídolos y mandó obede-cer a Dios nuevamente. Samuel gobernó durante toda su vida a Israel y durante su mandato hubo paz en sus fronteras. Ya anciano Samuel nombró Jueces a sus hijos, pero el pueblo, descontento, quería un rey. Al principio Samuel se opuso pero Dios le dio instrucciones para que ungiera a Saúl. Después que Saúl hubo desobedecido a Dios, ungió a David como siguiente rey. Todos en Israel lloraron la muerte de Samuel (1Sam 25,1).
¡Glorificad a Dios con vuestros cuerpos!
Suena un poco extraño en el mundo en que vivimos la exhortación de San Pablo a ser íntegros (cuer-po, alma y espíritu) buscando así agradar al Señor. Más aún el apóstol de las gentes nos dice que nuestro cuerpo es «templo del Espíritu Santo» resaltando así la dignidad de nuestra corporeidad. He aquí el funda-mento de una ética cristiana del cuerpo. Al decir San Pablo «cuerpo» (soma en griego) está refiriéndose a la persona en su totalidad, como vemos en otros pasajes de la misma carta: «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?»(3,16).
Dos son las razones fuertes que destaca Pablo para una vida moral íntegra: somos miembros de Cris-to: le pertenecemos pues nos adquirió al precio de su sangre y hemos sido incorporados a Él por el bautis-mo en su nombre; somos templo del Espíritu Santo: Él habita en nosotros porque lo hemos recibido de Dios ya desde el bautismo y, por benevolencia de Dios, podemos llamarlo ¡Abba, Padre! Por lo tanto una con-ducta inmoral profana el templo de Dios y va contra la altísima dignidad que todo ser humano posee: ser imagen y semejanza del Creador.
«He aquí el cordero de Dios»
El Evangelio de Juan nos ofrece una semana entera de Jesús en los días sucesivos a su bautismo en el Jordán de manos de Juan el Bautista. Es la llamada «semana inaugu¬ral». Por eso en este segundo Domin-go del tiempo ordinario, en los tres ciclos de lectu¬ras, el Evangelio del Domingo está tomado de esta sema-na inaugural (ver Jn 1,19 a 2,12). El Evangelio de hoy empieza precisamente con la fra¬se: «Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos». Es el día siguiente al del bau¬tismo del Señor. En esa ocasión Juan había dado este tes¬timonio: «He visto el Espíritu que bajaba del cielo como una palo-ma y se quedaba sobre Él... doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios» (Jn 1,33-34). En este se-gundo día tiene lugar la vocación de sus tres primeros discípulos.
Juan, fijándose en Jesús que pasaba, lo indica y dice: «He ahí el Cordero de Dios». Es extraño el modo de identificar a Jesús usado por Juan el Bautista. Es claro que esos dos discípulos que estaban con él en-tendieron el sentido de la expresión «Cordero de Dios», pues apenas oyeron a Juan hablar así, «siguieron a Jesús» y «se quedaron con Él aquel día». Recordemos que ellos habían oído de Juan decir sobre Jesús que «Éste es el Elegido de Dio¬s» Pero de ese Siervo de Dios, su Elegido, estaba escrito: «Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus moretones hemos sido curados... El Señor descargó sobre Él la culpa de todos nosotros... Como un corde-ro era llevado al degüello... mi Siervo justificará a todos y las culpas de ellos Él soportará» (Is 53,5.6.7.1¬1 ). A éste se refiere Juan cuando indica a Jesús y lo llama «el Cordero de Dios que quita el pecado del mun-do».
Para ellos era cosa habitual ofrecer a Dios sacrificios de corderos en ex¬pia¬ción por los pecados. Así es-taba mandado por la ley judía. Pero constata¬ban que esos sacrificios no liberaban realmente de la esclavi-tud del peca¬do y no lograban purificar la con¬cien¬cia de pecado. Quien cometía, por ejemplo, un homi¬cidio no se sentía perdonado por Dios porque ofreciera en sacrifi¬cio un cor¬dero.
En cambio, Éste es el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». El episodio de hoy y todo el desarrollo del Evangelio de Juan nos recuerda aquella visión del Apocalipsis: «Vi un Cordero que estaba en pie sobre el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que lleva¬ban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre... Éstos siguen al Cordero dondequiera que vaya» (Ap 14,1.4). El Corde-ro va camino al sacrificio; y allá lo siguen también éstos. Todos sabemos que los após¬toles del Señor fueron todos mártires, es decir, sufrieron una muerte semejan¬te a la suya.
«Se quedaron con Él aquel día»
Al leer este pasaje del Evangelio de San Juan uno podría preguntarse: ¿cómo pueden seguir a Jesús sin haber sido llamados por Él? El Evangelio dice que Jesús, viendo que lo seguían se vuelve y les pregun-ta: «¿Qué buscáis?». Responden con una pregunta banal: «Rabbí, ¿dónde permaneces?». Entonces acon-tece la vocación verdadera: «Venid y lo veréis». Y ellos acceden: «Fueron y vieron dónde permanecía y perma¬necieron con Él aquel día». Uno de los verbos de contenido más pleno en el Evangelio de Juan es el verbo «permane¬cer». Aquí no se está hablando de un lugar de esta tie¬rra -calle y número- donde Jesús ha-bita; Jesús «permanece» en Dios y llama a los dos discí¬pulos a hacer experiencia de eso: «Lo veréis». De esta manera los discí¬pulos de Jesús son invitados a «per¬mane¬cer» en Él: «El que permane¬ce en mí y yo en él, ése da mucho fruto: porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).
¿Qué sería lo que conversaron esa tarde con Jesús? Si a los discí¬pulos de Emaús les ardía el corazón al escuchar al Maestro, ¿qué decir de la conversación en este primer encuen¬tro? Podemos deducir de qué hablaron por la continuación del relato. Des¬pués de esto, Andrés al primero que encuentra es a su hermano Simón, y sin más preámbulos le da esta noticia sorprendente: «Hemos encontrado al Mesías (que quiere decir Cristo)». Segu¬ramente no esperó la reacción incrédula de su hermano, sino que por todo argumento «lo llevó donde Jesús». Esta es la vocación de Pedro: «Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: Tú eres Si-món, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que quiere decir Piedra)».
No sólo tenemos aquí el vocablo hebreo «Mesías» (se usa únicamente aquí y en Jn 4,25) con su co-rres¬pondiente traducción «Cristo», sino también el nombre hebreo que Jesús dio a Pedro: «Cefas». Así lo llamó Jesús. No era nombre de persona. Esta es una pala¬bra hebrea que significa «Roca». Se tradujo al griego por «petra»: «piedra» y de allí viene el nombre Pedro. Cambiándole el nombre, Jesús le indica su misión, que en el Evangelio de Mateo se expresa más explí¬citamente: «Sobre esta piedra edifi¬caré mi Igle-sia» (Mt 16,18). Cada vez que Pedro escu¬che su nombre hasta el final de su vida recordará ese instante de su primer encuentro con Jesús.
Una palabra del Santo Padre:
«El Evangelio de hoy (cf. Mateo 4, 12-23) narra el inicio de la predicación de Jesús en Galilea. Él deja Nazaret, una aldea de las montañas, y se establece en Cafarnaúm, un centro importante a orillas del lago, habitado en su mayor parte por paganos, punto de cruce entre el Mediterráneo y el interior mesopotámico. Esta elección indica que los destinatarios de su predicación no son sólo sus compatriotas, sino todos los que llegan a la cosmopolita «Galilea de los gentiles» (v 15; cf. Isaías 8, 23): así se llamaba. Vista desde la capital Jerusalén, aquella tierra es geográficamente periférica y religiosamente impura, porque estaba llena de paganos, por la mezcla con quienes no pertenecían a Israel. Ciertamente de Galilea no se esperaban grandes cosas para la historia de la salvación. Y sin embargo, justamente desde allí — justo desde allí— se difunde aquella “luz” sobre la cual hemos meditado los domingos pasados: la luz de Cristo. Se difunde precisamente desde la periferia. El mensaje de Jesús reproduce el del Bautista, proclamando el «Reino de los Cielos» (v. 17). Este Reino no conlleva la instauración de un nuevo poder político, sino el cumplimiento de la alianza entre Dios y su pueblo, que inaugurará un periodo de paz y de justicia. Para estrechar este pacto de alianza con Dios, cada uno está llamado a convertirse, transformando su propio modo de pensar y de vivir. Esto es importante: convertirse no solo es cambiar la manera de vivir, sino también el modo de pensar. Es una transformación del pensamiento. No se trata de cambiar la ropa, ¡sino las costumbres! Lo que diferencia a Jesús de Juan Bautista es el estilo y el método. Jesús elige ser un profeta itinerante. No se queda esperando a la gente, sino que se dirige a su encuentro. ¡Jesús está siempre en la calle! Sus prime-ras salidas misioneras tienen lugar alrededor del lago de Galilea, en contacto con la muchedumbre, en par-ticular con los pescadores. Allí Jesús no sólo proclama la llegada del Reino de Dios, sino que busca com-pañeros que se asocien a su misión de salvación. En este mismo lugar encuentra dos parejas de herma-nos: Simón y Andrés, Santiago y Juan; les llama diciendo: «Venid conmigo y los haré pescadores de hom-bres» (v. 19). La llamada les llega en plena actividad de cada día: el Señor se nos revela no de manera ex-traordinaria o asombrosa, sino en la cotidianidad de nuestra vida. Ahí debemos encontrar al Señor; y ahí Él se revela, hace sentir su amor a nuestro corazón; y ahí —con este diálogo con Él en la cotidianidad de nuestra vida— cambia nuestro corazón. La respuesta de los cuatro pescadores es rápida e inmediata: «al instante, dejando las redes, le siguieron» (v. 20). Sabemos efectivamente que habían sido discípulos del Bautista y que, gracias a su testimonio, ya habían empezado a creer en Jesús como el Mesías (cf. Juan 1, 35-42)».
Papa Francisco. Ángelus 22 de enero de 2017.
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. El Padre San Alberto Hurtado solía repetir: «El que ha visto una vez el rostro de Cristo no lo puede olvidar nunca más». Es la experiencia de los apóstoles al encontrarse con Jesús. ¿Cómo y dónde puedo encontrarme con el Señor Jesús? ¿Pongo los medios para ello?
2. Todos tenemos una vocación concreta. He descubierto lo que Dios quiere de mí.
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 897- 900.1260.1533
texto: JUAN RAMON PULIDO, presidente ADORACION NOCTURNA ESPAÑOLA de TOLEDO
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Viernes, 15 de Enero de 2021
Nuestra oración debe ser comunitaria. Ninguno debería buscar al Espíritu Santo pensando sólo en sus problemas. Porque Jesús nos quiere unidos como hermanos.
Por eso, pensemos hoy en todos los que se sienten solos y abandonados. No nos olvidemos hoy de los que están sin trabajo, de los que son despreciados por su pobreza, de los que están olvidados por todos en una cama de hospital.
Entonces clamemos:
_"¡Ven Espíritu Santo!",_ pidiéndole que llene de su consuelo y de su amor esos corazones lastimados que se sienten solos e ignorados.
Pero también invoquemos al Espíritu Santo para que entre bien profundo en nuestro corazón y en todos los que pueden dar una mano a los postergados, a los excluidos del mundo del placer y del consumo *(1 Juan 3, 17-24).*
Pidámosle que sane nuestro egoísmo y nos haga descubrir qué podemos aportar a los demás.
Amén.
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*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Viernes, 15 de Enero de 2021
Nuestra oración debe ser comunitaria. Ninguno debería buscar al Espíritu Santo pensando sólo en sus problemas. Porque Jesús nos quiere unidos como hermanos.
Por eso, pensemos hoy en todos los que se sienten solos y abandonados. No nos olvidemos hoy de los que están sin trabajo, de los que son despreciados por su pobreza, de los que están olvidados por todos en una cama de hospital.
Entonces clamemos:
_"¡Ven Espíritu Santo!",_ pidiéndole que llene de su consuelo y de su amor esos corazones lastimados que se sienten solos e ignorados.
Pero también invoquemos al Espíritu Santo para que entre bien profundo en nuestro corazón y en todos los que pueden dar una mano a los postergados, a los excluidos del mundo del placer y del consumo *(1 Juan 3, 17-24).*
Pidámosle que sane nuestro egoísmo y nos haga descubrir qué podemos aportar a los demás.
Amén.
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miércoles, 13 de enero de 2021
```LA COMUNIDAD MARÍA MADRE DE LOS APÓSTOLES EN LAS REDES SOCIALES HOY```
*Riesgos Calculados*
Existen los riesgos calculados en la relación con Dios. Son propios de quienes no se fían del Evangelio de Jesús y por ello lo dejan un poco de lado al tiempo que se dan a rezos y sacrificios de toda clase. No se fían, por ejemplo de … "El que pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará" (Mc 8,35). Una cosa es ser buenos y otra perder la vida por el Evangelio de Jesús... para esto se necesita la Fe y el Amor a Dios… desde el corazón… no sólo con la boca (Mt 15,8). Seamos realistas… así de frío y calculador es nuestro corazón respecto al Evangelio de Jesús… y por eso vino en nuestra ayuda, se Encarnó... Recordemos esta profecía sobre Él : "… Me lo acercaré y estará junto a mí; pues ¿quién arriesgaría su vida por venir junto a mi?” (Jr 30,21b). Jesús tentado hasta el extremo, por ejemplo en el Huerto de los Olivos, jamás dejo de estar junto al Padre, siempre guardo amorosamente su Palabra, que marcaba el itinerario de su Misión (Jn 8,35). Hemos de escoger entre el riesgo calculado de los mediocres que pasan de puntillas ante el Evangelio o acercarnos junto a Jesús. Y recordemos que todo el Evangelio es un… ¡Sígueme, ven junto a mí de Jesús...!
_P. Antonio Pavía comunidadmariamadreapostoles.com_
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO*
Ven Espíritu Santo, y penetra en todo mi cuerpo. Te doy gracias por el don de la vida, por cada uno de los órganos de mi cuerpo, que es una obra del amor divino._
_Ven Espíritu Santo, y pasa por todo mi cuerpo._
_Acaricia con tu cariño este cuerpo cansado y derrama en él la calma y la paz._
_Penetra con tu soplo en cada parte débil o enferma. Restaura, sana, libera cada uno de mis órganos. Pasa por mi sangre, por mi piel, por mis huesos._
_Ven, Espíritu Santo, y aplaca toda tensión con tu amor que todo lo penetra._
_Sáname Señor._
_Amén._
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martes, 12 de enero de 2021
```LA COMUNIDAD MARÍA MADRE DE LOS APÓSTOLES EN LAS REDES SOCIALES HOY``` *Nuevos Buscadores de Dios*
Quizás nunca como hoy el hombre busca a Dios dentro de sí mismo, es decir a un Dios que le hable, le sostenga, le parta la Palabra incluso que respire con él... el Dios vivo que buscaba el salmista: " Como suspira la cierva tras las corrientes de agua… así mi alma busca al Dios vivo" (Sl 42, 2-3). Creo que esta sed del salmista por encontrar a Dios - Vivo- caracteriza a los que podríamos llamar: los buscadores de Dios de hoy. Nunca el hombre llegó tan alto en todos los campos del saber: Medicina, Ciencia, Tecnología..., bueno en todos menos en uno: respuestas a sus preguntas existenciales. Son preguntas que están ahí aunque queramos ignorarlas. Son como la lava que fluyen de un volcán sin haberle dado permiso. A pesar de tanto ateísmo científico, esoterismo, ritos ancestrales… etc. Las preguntas son tozudas y ahí están buscando respuestas. Los nuevos buscadores de Dios ansían encontrar al "Dios Vivo". Él es la respuesta... por eso le buscan.
_P. Antonio Pavía comunidadmariamadreapostoles.com_
Patrística Tenemos depositada en nosotros una fuerza que nos capacita para amar San Basilio Magno Regla mayor, respuesta 2,1
El amor de Dios no es algo que pueda aprenderse con unas normas y preceptos. Así como nadie nos ha enseñado a gozar de la luz, a amar la vida, a querer a nuestros padres y educadores, así también, y con mayor razón, el amor de Dios no es algo que pueda enseñarse, sino que desde que empieza a existir este ser vivo que llamamos hombre es depositada en él una fuerza espiritual, a manera de semilla, que encierra en sí misma la facultad y la tendencia al amor. Esta fuerza seminal es cultivada diligentemente y nutrida sabiamente en la escuela de los divinos preceptos y así, con la ayuda de Dios, llega a su perfección.
Por esto, nosotros, dándonos cuenta de vuestro deseo por llegar a esta perfección, con la ayuda de Dios y de vuestras oraciones, nos esforzaremos, en la medida en que nos lo permita la luz del Espíritu Santo, por avivar la chispa del amor divino escondida en vuestro interior.
Digamos, en primer lugar, que Dios nos ha dado previamente la fuerza necesaria para cumplir todos los mandamientos que él nos ha impuesto, de manera que no hemos de apenarnos como si se nos exigiese algo extraordinario, ni hemos de enorgullecernos como si devolviésemos a cambio más de lo que se nos ha dado. Si usamos recta y adecuadamente de estas energías que se nos han otorgado, entonces llevaremos con amor una vida llena de virtudes; en cambio, si no las usamos debidamente, habremos viciado su finalidad.
En esto consiste precisamente el pecado, en el uso desviado y contrario a la voluntad de Dios de las facultades que él nos ha dado para practicar el bien; por el contrario, la virtud, que es lo que Dios pide de nosotros, consiste en usar de esas facultades con recta conciencia, de acuerdo con los designios del Señor.
Siendo esto así, lo mismo podemos afirmar de la caridad. Habiendo recibido el mandato de amar a Dios, tenemos depositada en nosotros, desde nuestro origen, una fuerza que nos capacita para amar; y ello no necesita demostrarse con argumentos exteriores, ya que cada cual puede comprobarlo por sí mismo y en sí mismo. En efecto, un impulso natural nos inclina a lo bueno y a lo bello, aunque no todos coinciden siempre en lo que es bello y bueno; y, aunque nadie nos lo ha enseñado, amamos a todos los que de algún modo están vinculados muy de cerca a nosotros, y rodeamos de benevolencia, por inclinación espontánea, a aquellos que nos complacen y nos hacen el bien.
Y ahora yo pregunto, ¿qué hay más admirable que la belleza de Dios? ¿Puede pensarse en algo más dulce y agradable que la magnificencia divina? ¿Puede existir un deseo más fuerte e impetuoso que el que Dios infunde en el alma limpia de todo pecado y que dice con sincero afecto: Desfallezco de amor? El resplandor de la belleza divina es algo absolutamente inefable e inenarrable
lunes, 11 de enero de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Lunes, 11 de Enero de 2021
_Ven Espíritu Santo, ven a sanar ese mundo de mis emociones._
_Mira ese dolor que a veces me carcome el alma, y sánalo._
_A veces sufro por el amor que no me dan, por las desilusiones, por las agresiones ajenas, porque a veces no me comprenden, porque no pude comunicarme bien con alguien, porque no me agradecen o no tienen en cuenta mis esfuerzos. No dejes que esos sentimientos me dominen y me quiten la alegría._
_Ven Espíritu Santo, toca esas necesidades insatisfechas con tu amor, para que yo no dependa tanto del afecto de los demás. Enséñame a gozar de tu ternura divina, Espíritu de amor, para que mi corazón sea más libre. No dejes que me vuelva esclavo de mis sensaciones y sentimientos que me abruman. Enséñame a disfrutar de tu amor en cada momento, para que la alegría ilumine mi rostro._
_Amén._
domingo, 10 de enero de 2021
Patrística El bautismo de Cristo
San Gregorio Nacianceno, Obispo
Sermón 39, En las sagradas Luminarias (14-16.20: PG 36, 350-351. 354. 358-359)
Cristo es iluminado: dejémonos iluminar junto con él; Cristo se hace bautizar: descendamos al mismo tiempo que él, para ascender con él.
Juan está bautizando, y Cristo se acerca; tal vez para santificar al mismo por quien va a ser bautizado; y sin duda para sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el Jordán antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua.
Juan se niega, Jesús insiste. Entonces: Soy yo el que necesito que tú me bautices, le dice la lámpara al Sol, la voz a la Palabra, el amigo al Esposo, el mayor entre los nacidos de mujer al Primogénito de toda la creación, el que había saltado de júbilo en el seno materno al que había sido ya adorado cuando estaba en él, el que era y habría de ser precursor al que se había manifestado y se manifestará. Soy yo el que necesito que tú me bautices; y podría haber añadido: «Por tu causa». Pues sabía muy bien que habría de ser bautizado con el martirio; o que, como a Pedro, no sólo le lavarían los pies.
Pero Jesús, por su parte, asciende también de las aguas; pues se lleva consigo hacia lo alto al mundo, y mira cómo se abren de par en par los cielos que Adán había hecho que se cerraran para sí y para su posteridad, del mismo modo que se había cerrado el paraíso con la espada de fuego.
También el Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien es su semejante; y la voz desciende del cielo, pues del cielo procede precisamente Aquel de quien se daba testimonio; del mismo modo que la paloma, aparecida en forma visible, honra el cuerpo de Cristo, que por deificación era también Dios. Así también, muchos siglos antes, la paloma había anunciado el fin del diluvio.
Honremos hoy nosotros, por nuestra parte, el bautismo de Cristo, y celebremos con toda honestidad su fiesta.
Ojalá que estéis ya purificados, y os purifiquéis de nuevo. Nada hay que agrade tanto a Dios como el arrepentimiento y la salvación del hombre, en cuyo beneficio se han pronunciado todas las palabras y revelado todos los misterios; para que, como astros en el firmamento, os convirtáis en una fuerza vivificadora para el resto de los hombres; y los esplendores de aquella luz que brilla en el cielo os hagan resplandecer, como lumbreras perfectas, junto a su inmensa luz, iluminados con más pureza y claridad por la Trinidad, cuyo único rayo, brotado de la única Deidad, habéis recibido inicialmente en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien le sean dados la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén
sábado, 9 de enero de 2021
Domingo, 8 de Enero de 2012, Bautismo del Señor: Mc 1, 7-11
Todos los años, después de la fiesta de la Epifanía o manifestación de Jesús a los magos, la Iglesia nos presenta otra epifanía, que es la manifestación ante san Juan Bautista al terminar el bautismo. Estamos en el ciclo B y la narración corresponde al evangelista san Marcos, quien no habla de la infancia de Jesús, sino que comienza el evangelio con la predicación del Bautista. Predicaba sobre todo la penitencia como preparación para la venida del Mesías y para que esa penitencia fuese más expresiva entre aquellos que estaban arrepentidos, les bautizaba con agua en el río Jordán.
El comienzo del evangelio de este día nos trae las palabras del Bautista en que, con humildad, nos dice que él bautiza con agua; pero llega ya uno mucho más digno que él que sí bautizará de verdad dando el Espíritu Santo. Esta es la gran diferencia entre el bautismo de Juan, que sólo es significativo del acto interior, y el bautismo que nos dejará Jesús, que nos da el gran regalo de Dios. Claro que ese gran don de Dios nosotros luego lo podemos desechar, como desgraciadamente tantas veces sucede; pero podemos y debemos acrecentarlo. Hay algunos que critican el hecho de que se dé el bautismo a niños pequeños, como solemos hacerlo, porque dicen que eso debería dejarse a la libre voluntad del niño cuando sea mayor. Y no se dan cuenta que la misma vida también es un regalo, para lo cual el nacido no ha puesto la libertad, ni el alimento ni los vestidos ni tantos regalos. Así el bautismo es un gran regalo de Dios. Lo que hace falta es que luego les enseñemos a cuidarlo y a aumentar esa Gracia.
Jesús vino desde Nazaret hasta donde estaba el Bautista. Es muy posible que desde Nazaret y algunos pueblos vecinos se organizase una especie de peregrinación para ver al “profeta”, como se llamaba a san Juan. Jesús iría como uno más del grupo y como uno más, entre la gente devota, entró en el río Jordán para ser bautizado por san Juan. Ya sabemos que Jesús no podía arrepentirse de nada. Por lo tanto, el bautismo hecho a Jesús tiene una significación diferente que para otras personas. En Jesús aparece la unidad con la humanidad sufriente y pecadora, para cargar con los pecados del mundo, que un día llevaría hasta la cruz para redimirlos. San Marcos no dice nada si hubo algún diálogo entre Jesús y el Bautista. Parecía un bautismo normal.
Lo importante es lo que sucedió al terminar el bautismo: la manifestación de Dios, por lo menos, ante san Juan Bautista: se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo y se oyó la voz del Padre. Son expresiones simbólicas, como acostumbra la Biblia en momentos muy importantes. El “rasgarse el cielo” venía de una creencia de que el azul que vemos fuese una división de la tierra al lugar donde está Dios. Es para expresar que se manifiesta Dios, que viene personalmente a nosotros. Y para expresar más gráficamente que viene el Espíritu, lo manifiesta por la figura de una paloma, animal amable, que suele volar rápidamente hacia el suelo. Esto es importante, porque Jesús, como hombre, es investido o inundado por el Espíritu Santo, para poder ya comenzar su predicación. También nosotros fuimos investidos por la gracia del Espíritu el día de nuestro bautismo; pero desgraciadamente muchos lo hemos perdido. Por eso, en este día es una ocasión más para recordar nuestro bautismo y pedir al Espíritu Santo que nos llene de sus dones. Afortunadamente Dios nos da esta oportunidad para crecer en el Espíritu, y no una sola vez, sino siempre está dispuesto para crecer en nuestra alma.
Se oyó una voz que decía: “Tu eres mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto”. También Dios nos dice a cada uno: Tu eres mi hijo, te quiero, te amo. Lo debemos sentir en nuestro corazón. Ciertamente el día de nuestro bautismo nos lo dijo. Quizá nosotros estamos más atentos a las voces mundanas que nos hablan de éxitos materiales, que nos animan a hacer algo espectacular, de modo que nos sirva para crecer en la fama o escalar puestos. Dios hoy nos habla en el corazón o por medio de la Iglesia y las personas buenas, para que trabajemos por la justicia y el amor.
P. Silverio
Tiempo de Navidad. Bautismo del Señor. Ciclo B «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»
Lectura del libro profeta Isaías (42, 1- 4.6-7): Mirad a mi siervo, a quien prefiero.
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará, no voceara por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará.
Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.
Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»
Salmo 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10: El Señor bendice a su pueblo con la paz. R./
Hijos de Dios, aclamad al Señor, // aclamad la gloria del nombre del Señor, // postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R./
La voz del Señor sobre las aguas, // el Señor sobre las aguas torrenciales. // La voz del Señor es potente, // la voz del Señor es magnífica. R./
El Dios de la gloria ha tronado. // En su templo un grito unánime: «¡Gloria!» // El Señor se sienta por en-cima del aguacero, // el Señor se sienta como rey eterno. R./
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10, 34-38): Ungido por Dios con la fuerza del Espí-ritu Santo.
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: - «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (1, 7 – 11): Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.
En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»
o bien pueden hacerse las lecturas siguientes que son las que reflejan los power:
Lectura del libro profeta Isaías (55, 1-11): Acudid por agua; escuchadme y viviréis.
Así dice el Señor: "Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, com-prad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David: a él lo hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones; tú llamarás a un pueblo des-conocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti; por el Señor, tu Dios, por el Santo de Israel, que te honra.
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Co-mo el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.
Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecun-darla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo."
Cántico de Isaías: 12,2-6: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. R./
El Señor es mi Dios y Salvador: // confiaré y no temeré, // porque mi fuerza y mi poder es el Señor, // él fue mi salvación. // Y sacaréis aguas con gozo // de las fuentes de la salvación. R./
Dad gracias al Señor, // invocad su nombre, // contad a los pueblos sus hazañas, // proclamad que su nombre es excelso. R./
Tañed para el Señor, que hizo proezas, // anunciadlas a toda la tierra; // gritad jubilosos, habitantes de Sión: // «Qué grande es en medio de ti // el Santo de Israel.» R./
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (5, 1-9): El Espíritu, el agua y la sangre.
Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardamos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucris-to. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres están de acuerdo. Si acep-tamos el testimonio humano, más fuerza tiene el testimonio de Dios. Éste es el testimonio de Dios, un testi-monio acerca de su Hijo.
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
Todos los textos litúrgicos, de una u otra manera, se refieren a la «novedosa» acción de Dios en la histo-ria. Es nuevo el lenguaje de Dios que leemos en el profeta Isaías (Primera Lectura) cuando se refiere al «Siervo de Dios». Resulta también algo «novedoso» que Jesús sea bautizado por Juan en el Jordán, que el cielo se abra, que el Espíritu Santo descienda en forma de paloma, que se oiga una voz del cielo diciendo: «Éste es mi Hijo amado». Dentro de la mentalidad judía, es también absolutamente nuevo lo que proclama San Pedro: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato». En el Catecismo de la Iglesia Católica leemos: «En su bautismo, “se abrieron los cielos” (Mt 3,16) que el pecado de Adán había cerrado...como preludio de la nueva creación» .Es sin duda ésta, la nueva acción de Dios en la historia.
Una «carta de presentación»
Por boca del profeta Isaías , Dios había anunciado muchos siglos antes del nacimiento de Jesús, a aquél que sería el elegido: «He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre Él» (Is 42,1-2). A la elección del «siervo de Yahveh», acompaña una efusión del Espíritu; como se da en el caso de los jefes carismáticos de los tiempos antiguos, en los Jueces (ver Jc 3,10s) y en los primeros Reyes (ver 1Sam 9,17; 10,9-10; 16,12-13). Las palabras del profeta Isaías se vol-verán a escuchar en el momento en que el Señor Jesús, al acudir al Jordán para ser bautizado por Juan, inicia su misión (ver Mt 3,17).
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, el Apóstol Pedro, haciendo referencia al momento en que se inicia el ministerio público de Jesús en su discurso en la casa del Centurión Cornelio , relaciona Jesús, bau-tizado en el Jordán, con el «siervo de Yahveh». Pedro dice de Él que «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con Él» (Hech 10,38). La misión fundamental del Verbo Encarnado es hacer el bien y llevar la «Buena Nueva» a todas las naciones; judíos y gentiles .
La visita de Pedro a la casa de Cornelio y el descenso del Espíritu Santo; es de inmensa importancia pa-ra la iglesia primitiva, por cuanto marcó la entrada de los gentiles en su seno . En lo sucesivo el Espíritu Santo será dado a todos aquellos que, fuera cual fuera su origen, oyeren con fe la «Nueva Noticia» del Se-ñor Jesucristo. Cornelio, sus familiares y amigos, en el momento de su conversión fueron bautizados con el Espíritu Santo como los discípulos en Pentecostés (Hch. 11:15-17).
El inicio de la vida pública de Jesús
El bautismo de Jesús en el Jordán de manos de Juan Bau¬tista es el primer acto público de la vida de Je-sús e inicia su ministerio público. Esta simple obser¬vación nos sugiere que ya está aquí contenido, en ger-men, lo que será el desarrollo completo de su vida. En cierto sentido está expresado aquí el misterio com-pleto de Cristo, tal como es resumido por San Pablo en su carta a los Filipenses: «Cristo, siendo de condi-ción divina... se despojó de sí mismo tomando la condición de siervo... se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nom-bre...» (Fil 2,5-11).
El Hijo de Dios se hizo hombre verdadero, «igual a noso¬tros en todo menos en el pecado» (Heb 4,15). En el pecado no, pero sí en la condición del hombre pecador, es decir, víctima de la fatiga, del dolor, del hambre y la sed, y sobre todo de la consecuencia más extrema del pecado: la muerte. Pero ese abajamien-to fue un «sacrificio» grato a Dios y obtuvo para todo el género humano la reconciliación. Así había sido anun¬ciado muchos siglos antes por el profeta Isaías: «Por su amor justificará mi Siervo a muchos y las cul-pas de ellos Él soportará... indefenso se entregó a la muerte y fue conta¬do entre los impíos, mientras Él llevaba el pecado de muchos e intercedía por los pecadores» (Is 53,11-12).
El bautismo de Juan
El bautismo de Juan era un baño de agua (inmersión) en el Jordán que se hacía confesando los peca-dos. El mismo Juan predica: «Yo os bautizo con agua para conversión». Había que reconocer la propia condición de hombre pecador y someterse a este rito de penitencia con la intención de morir a la vida de pecado. Pero la liberación verdadera del pecado no era posible mientras no viniera el que había de expiar nuestros pecados con su muerte en la cruz. Juan lo reconoce cuando, indicando a Jesús, dice: «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». La muerte de Jesús en la cruz ha dado eficacia al Bau-tismo cris¬tiano, del cual el bautismo de Juan no era más que un símbolo: «Yo bautizo con agua... Él os bau-tizará con el Espíri¬tu San¬to». Por eso, cuando Jesús se presenta a Juan para ser bauti¬za¬do, éste «trata-ba de impedírselo diciendo: Soy yo el que necesita ser bautizado por ti».
La misión de Jesús
La insistencia de Jesús para bautizarse, como dijimos, indica lo central de su misión: «Déjame ahora pues conviene que así cumplamos toda justicia». Entrando en el bautismo de Juan, Jesús fue contado en-tre los pecadores. De esta manera este hecho es un símbolo del sacrificio en la cruz. En la cruz Cristo tam-bién fue contado entre los pecadores; en efecto, «junto con Él crucificaron a dos malhechores, uno a la dere¬cha y otro a la izquierda». Pero sobre todo, porque Él, aunque no conoció pecado, asumió sobre sí el salario del pecado que es la muerte. El mismo Jesús lo había advertido a sus apóstoles: «Es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito: He sido contado entre los malhechores» (Lc 22,37). Es una frase similar a la que dijo en su bautismo: «Es necesario que se cumpla toda justicia».
El bautismo de Jesús en el Jordán es entonces un símbolo y el primer anuncio de su muerte en la cruz. Hemos dicho que el bautismo era un rito penitencial, es decir, en cierto sentido, expiatorio por el pecado, como eran los sacrificios, en los cuales mediaba la muerte de la víctima. Era, por tanto, de esperar que «el bautismo para penitencia» se aso¬ciara a la muerte expiatoria por el pecado y se usara como una metáfora de ella. Así lo comprende el mismo Jesús, como se deduce de la pregunta que pone a los hermanos San-tiago y Juan: «¿Podéis ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» (Mc 10,38). Y en otro lugar expresa su deseo de llevar a término su misión con estas palabras: «Tengo que ser bautizado con un bautismo y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!» (Lc 12,50). También aquí, en el bautismo de Juan, después de su humillación y obediencia, Jesús es exaltado por la voz del Padre que dice: «Éste es mi Hijo amado en quien me complazco».
El don del Espíritu Santo
Los Evangelios son constantes en afirmar que con ocasión del bautismo de Jesús Él fue confirmado como el Ungido por el Espíritu Santo. Los Evangelios precisan que esto no fue un «efecto» del bautismo de Juan, pues no ocurrió mientras Jesús estaba en el agua, sino una vez que «Jesús salió del agua». El don del Espíritu será un efecto del bautismo instituido por Jesús, pues Él es quien «bautiza en Espíritu Santo».
El relato continúa: «Una voz que salía de los cielos decía: ‘Este es mi Hijo amado en quien me com-plazco'». Esta voz se dirige a todos para manifestar a Jesús como el Hijo de Dios. Es pues una epifanía. Es claro que la voz del cielo repite el oráculo de Isaías sobre el Siervo de Yahveh, pero se da el tremendo paso de sustituir «siervo» por «Hijo». En lugar de decir «mi siervo», Dios Padre se refiere a Jesús llamándolo «mi Hijo amado».
Una palabra del Santo Padre:
«Decía: es la fe de la Iglesia. Esto es muy importante. El Bautismo nos introduce en el cuerpo de la Igle-sia, en el pueblo santo de Dios. Y en este cuerpo, en este pueblo en camino, la fe se transmite de genera-ción en generación: es la fe de la Iglesia. Es la fe de María, nuestra Madre, la fe de san José, de san Pedro, de san Andrés, de san Juan, la fe de los Apóstoles y de los mártires, que llegó hasta nosotros, a través del Bautismo: una cadena de trasmisión de fe. ¡Es muy bonito esto! Es un pasar de mano en mano la luz de la fe: lo expresaremos dentro de un momento con el gesto de encender las velas en el gran cirio pascual. El gran cirio representa a Cristo resucitado, vivo en medio de nosotros. Vosotras, familias, tomad de Él la luz de la fe para transmitirla a vuestros hijos. Esta luz la tomáis en la Iglesia, en el cuerpo de Cristo, en el pue-blo de Dios que camina en cada época y en cada lugar. Enseñad a vuestros hijos que no se puede ser cristiano fuera de la Iglesia, no se puede seguir a Jesucristo sin la Iglesia, porque la Iglesia es madre, y nos hace crecer en el amor a Jesucristo.
Un último aspecto surge con fuerza de las lecturas bíblicas de hoy: en el Bautismo somos consagrados por el Espíritu Santo. La palabra «cristiano» significa esto, significa consagrado como Jesús, en el mismo Espíritu en el que fue inmerso Jesús en toda su existencia terrena. Él es el «Cristo», el ungido, el consa-grado, los bautizados somos «cristianos», es decir consagrados, ungidos. Y entonces, queridos padres, queridos padrinos y madrinas, si queréis que vuestros niños lleguen a ser auténticos cristianos, ayudadles a crecer «inmersos» en el Espíritu Santo, es decir, en el calor del amor de Dios, en la luz de su Palabra. Por eso, no olvidéis invocar con frecuencia al Espíritu Santo, todos los días. «¿Usted reza, señora?» —«Sí» —«¿A quién reza?» —«Yo rezo a Dios» —Pero «Dios», así, no existe: Dios es persona y en cuanto persona existe el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. «¿Tú a quién rezas?» —«Al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo». Normalmente rezamos a Jesús. Cuando rezamos el «Padrenuestro», rezamos al Padre. Pero al Espíritu Santo no lo invocamos tanto. Es muy importante rezar al Espíritu Santo, porque nos enseña a lle-var adelante la familia, los niños, para que estos niños crezcan en el clima de la Trinidad santa. Es preci-samente el Espíritu quien los lleva adelante. Por ello no olvidéis invocar a menudo al Espíritu Santo, todos los días. Podéis hacerlo, por ejemplo, con esta sencilla oración: «Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor». Podéis hacer esta oración por vuestros niños, ade-más de hacerlo, naturalmente, por vosotros mismos».
Papa Francisco. Homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor. Domingo 11 de enero de 2015.
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana.
1. Con la celebración del Bautismo de Jesús se termina el Tiempo Litúrgico de la Navidad y se inicia el Tiempo Ordinario. Contemplemos una vez más el misterio del nacimiento de nuestro Reconcilia-dor en Belén. Renovemos una vez más nuestras resoluciones (regalos) para este año que se ini-cia ante el Niño Dios.
2. En el bautismo de Jesús, recordamos nuestro propio bautismo: fundamento de nuestra vida de fe. ¿Cómo vivo mi fe recibida en el bautismo? ¿Soy consciente de las promesas de mi bautismo?
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 536, 720, 1224-1225. 1267 - 1270.
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