martes, 10 de marzo de 2015

“Comentarios sobre la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium”

Con motivo de la reunión de Delegados de Zonas de la Adoración Nocturna Española, celebrada en la Residencia de Madres Benedictinas de la Natividad, nuestro Vicepresidente del Consejo nacional Luis Comas Zavala, desarrolló una interesántisima charla sobre "Evangelii Gaudium" exhortación Apostólica de S.S. Francisco cuyo contenido ha tenido la deferencia de remitirnoslo.


¡Santa Cuaresma y Semana Santa! ¡Qué sigamos trabajando por la consecuención del Reino de Dios en todo aquello que el Espíritu Santo nos sugiera!


X ENCUENTRO DE DELEGADOS DE ZONA
“Comentarios sobre la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium”


Me suele gustar, al comienzo de estas charlas, invocar al Espíritu Santo. Para que Él nos sugiera y nos obtenga frutos apostólicos, a través del documento que vamos a comentar. Confío más en esta oración que en mis pobres dotes oratorias.
Oración inicial: Ven, Espíritu Santo.
Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía tu Espíritu y serán creados.
Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios, que has ilustrado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; haz que guiados por el mismo Espíritu, sintamos rectamente y gocemos siempre de su consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Me vais a permitir que, al proceder del País Vasco, comience con una alusión a los Obispos de mi tierra. Todos los años, al comienzo de la Cuaresma, los Obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria, junto con el Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, tienen la costumbre de publicar una Pastoral conjunta.

Este año la Pastoral lleva por título “Misericordia entrañable” y comienza como se indica en la diapositiva, con un alusión a la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium :

1. La exhortación apostólica Evangelii Gaudium ha sido un don muy grande que el Papa Francisco ha regalado a la Iglesia. En este documento resuena la profunda experiencia pastoral del Papa, así como diversos documentos del magisterio eclesial, entre los que cabe destacar la constitución pastoral sobre la Iglesia Gaudium et Spes y la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, la encíclica Evangelii Nuntiandi del beato Papa Pablo VI, el Catecismo de la Iglesia Católica y el Documento de Aparecida de la V Conferencia del CELAM del año 2007 titulado “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”.

Al inicio de la Pastoral, los Obispos destacan que Evangelii Gaudium constituye un “don muy grande” para la Iglesia. Efectivamente, lo es. Es un documento programático. En el mismo, el Papa expresa lo que quiere realizar en su pontificado.

Si siempre la Iglesia, en su historia, se ha sentido impelida a evangelizar, conforme al mandato de su Maestro: «Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos…» en la actualidad, esta tarea se presenta mas urgente que nunca: por la creciente secularización; por la realidad del hombre moderno encerrado en sí mismo, sin referencia a Dios; por la actual apostasía social en las antiguas naciones de tradición cristiana; por la tarea apremiante de llegar a aquellos hombres que todavía no conocen el Evangelio… Todo ello, impulsa al Papa Francisco a dar la máxima prioridad a la tarea evangelizadora y a alentarnos con el término de “una Iglesia en salida”.

También destacan los Obispos en la Pastoral la experiencia pastoral del Papa. Leemos, en una referencia del “L’Osservatore Romano”, “es un documento excepcional. Ante todo porque nace del corazón del obispo de Roma, fruto de una experiencia en primera línea y de su prolongada meditación sobre la urgencia de anunciar el Evangelio en el mundo de hoy. El contenido y el estilo inconfundibles del Papa Francisco caracterizan, en efecto, el texto y atrae a quien lo lee”

También se pone en evidencia, en la Pastoral, la conexión con el Concilio Vaticano II a través de dos de sus documentos principales: la constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia y la constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo. El documento Evangelii Nuntiandi del beato Papa Pablo VI corresponde a la Exhortación Apostólica Postsinodal, tras el Sínodo de 1974, sobre el tema “La evangelización en el mundo moderno”

Evangelii gaudium

1. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.

Aquí tenéis el comienzo de la Exhortación Apostólica.

La alegría del Evangelio, Evangelii gaudium, es su título.

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.
Se inicia con esta frase, el documento que recoge la riqueza de los trabajos del Sínodo sobre la nueva evangelización. Y continúa así el Papa:
“quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años”. (1)

Un llamamiento apremiante, a todos los bautizados, para que, con fervor y dinamismo nuevos, llevemos a los demás el amor de Jesús en un “estado permanente de misión” (25) venciendo “el gran riesgo del mundo actual”: el de caer en “una tristeza individualista”. (2)
Para nosotros, fieles católicos, adoradores nocturnos, y responsables de la Adoración Nocturna Española, asociación de la Iglesia, supone una invitación a leer la Exhortación, a reflexionar sobre su contenido y a orar ante Jesús Sacramentado para que nos inspire el llevar a cabo, en la medida de nuestras posibilidades, las opciones y directrices que el Papa señala.

El documento es de fácil lectura, con muchas expresiones en lenguaje coloquial, que resultan familiares en el modo de expresarse del Papa, oriundo de tierras argentinas. Sin embargo, la Exhortación es extensa y con abundante contenido, lo que obliga a releerla. No es fácil de sintetizar. Está escrita en un estilo diferente al que estábamos acostumbrados en otros documentos del magisterio pontificio. Es un estilo mas propio de homilía, como escrito por un “Párroco del mundo”, expresión que algunos han empleado, atribuyéndosela al Papa.

ÍNDICE
• Introducción
• Capítulo 1º - La transformación misionera de la Iglesia.
• Capítulo 2º - En la crisis del compromiso comunitario.
• Capítulo 3º - El anuncio del Evangelio.
• Capítulo 4º - La dimensión social de la evangelización.
• Capítulo 5º - Evangelizadores con Espíritu.


El documento consta de una introducción y cinco capítulos. Durante la charla, los iremos recorriendo, al tiempo que comentaremos lo más relevante. Surgirán en estos comentarios, algunas expresiones del Papa, que espero llamen vuestra atención y que os animen a la lectura del documento.

Tras la introducción, en el Capítulo 1º, “La transformación misionera de la Iglesia”, se nos habla de “una Iglesia en salida”; “una Iglesia misionera”.

En el Capítulo 2º, “En la crisis del compromiso comunitario”, el Papa hace un breve discernimiento evangélico sobre el contexto en el que nos toca vivir y actuar. El Capítulo 3º, “El anuncio del Evangelio”, es un capítulo central: se ocupa de la tarea evangelizadora.

En el Capítulo 4º, “La dimensión social de la evangelización” se nos muestra el objetivo final de la misma: el Reino de Dios. Se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En este capítulo, el Papa trata dos grandes cuestiones a las que atribuye una gran importancia: la inclusión social de los pobres y la paz y el diálogo social.

El último capítulo, “Evangelizadores con Espíritu”, está dedicado al papel del Espíritu Santo y de la Virgen María, en nuestra tarea evangelizadora.

Introducción
I. Alegría que se renueva y se comunica [2-8]
I. II. La dulce y confortadora alegría de evangelizar [9-13]
Una eterna novedad [11-13]
II. III. La nueva evangelización para la transmisión de la fe [14-18]

Propuesta y límites de esta Exhortación [16-18]

En la Introducción, el Papa invita a “recuperar la frescura original del Evangelio”, encontrando “nuevos caminos” y “métodos creativos”, a no encerrar a Jesús en nuestros “esquemas aburridos” (11).
A propósito del punto III de la Introducción, me parece oportuno situar este documento en el devenir reciente de la vida de la Iglesia.
Recordareis que, hace dos años, en el VIII Encuentro, vivimos una situación histórica excepcional. El 28 de febrero de 2013, se había hecho efectiva la renuncia al pontificado del Papa Benedicto XVI; nos encontrábamos en período de sede vacante y si os acordáis pedimos al Patriarca San José, Patrono de la Iglesia universal, por el desarrollo del cónclave y la elección del nuevo Papa.


Elegido el Papa Francisco, éste inició su pontificado precisamente en la solemnidad de San José, cuya figura, como custodio, centró la homilía. En el escudo del Papa, podemos apreciar la flor de nardo y la estrella, expresión de su especial devoción a la Virgen Santísima y al Santo Patriarca. Al destacar este detalle, quiero poner de manifiesto, una vez más, el patrocinio de San José sobre la Iglesia universal, que me parece esencial en el discurrir de la vida de la Iglesia. Un discurrir, a veces, accidentado. No olvidemos que San José es un poderoso intercesor, como destaca Santa Teresa de Jesús

• 7/10/2012 XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.
• 11 /10/2012 50º aniversario del inicio del Concilio Vaticano II.Apertura del Año de la Fe.
• 27/10/2012 58 proposiciones del Sínodo y la petición al Papa de una Exhortación Apostólica Postsinodal.
• 13/03/2013 Elección del Papa Francisco
• 29/06/2013 Encíclica “Lumen fidei”
• 24/11/2013 Clausura del Año de la Fe. Exhortación Apostólica “Evangelii gaudiu


Unos meses antes de la elección del Papa Francisco, el 11 de octubre de 2012, la Iglesia celebró solemnemente el 50º (quincuagésimo) aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. En la misma fecha, se inició el Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI, en una iniciativa similar al Beato Pablo VI, que convocó otro Año de la Fe, en 1967, en pleno período postconciliar, para conmemorar el décimo noveno centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo.

El domingo anterior, el 7 de octubre de 2012, había comenzado la XIII (decimotercera) Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.

A la conclusión de este Sínodo, los padres sinodales aprobaron 58 proposiciones que entregaron al Santo Padre, Benedicto XVI, con la solicitud de la publicación de un documento papal sobre el tema del Sínodo, la nueva evangelización.

Por tanto, elegido el Papa Francisco, pasaron a su responsabilidad pastoral tanto el desarrollo del Año de la Fe como la publicación del documento solicitado por los padres sinodales.

Solía ser habitual, en la vida de la Iglesia, que después de la elección, en su primera encíclica, los nuevos Pontífices, transmitieran al pueblo cristiano su programa o las líneas básicas de su pontificado. Aquellos temas, objeto principal de sus preocupaciones.

En el caso del Papa Francisco, no ha sido así, ya que la primera encíclica, “Lumen fidei”, está dedicada a la virtud de la fe. En la misma, el Papa Francisco escribe que “pretende sumarse a lo que el Papa Benedicto XVI ha escrito en las Cartas encíclicas sobre la caridad y la esperanza. Él -se refiere a Benedicto XVI- ya había completado prácticamente una primera redacción de esta Carta encíclica sobre la fe. Se lo agradezco de corazón y, en la fraternidad de Cristo, asumo su precioso trabajo, añadiendo al texto algunas aportaciones”. De esta encíclica, fechada el 29 de junio de 2013, se ha dicho que está escrita a cuatro manos, las del Papa emérito y las del Papa Francisco, lo que constituye un hecho insólito en la vida de la Iglesia.

Mas tarde, en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013, el Santo Padre Francisco clausuró el Año de la Fe, y publicó la Exhortación Apostólica “Evangelii gaudium”.

17…he optado por proponer algunas líneas que puedan alentar y orientar en toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo. Dentro de ese marco, y en base a la doctrina de la Constitución dogmática “Lumen gentium”, decidí, entre otros temas, detenerme largamente en las siguientes cuestiones:
a) La reforma de la Iglesia en salida misionera.
b) Las tentaciones de los agentes pastorales.
c) La Iglesia entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza.
d) La homilía y su preparación.
e) La inclusión social de los pobres.
f) La paz y el diálogo social.
g) Las motivaciones espirituales para la tarea misionera.
18. Me extendí en esos temas con un desarrollo que quizá podrá pareceros excesivo….


En la Introducción de la Exhortación, puntos 17 y 18, el Papa recuerda el Sínodo sobre la “nueva evangelización” y declara que, al mismo tiempo que recoge su riqueza, quiere expresar ”las preocupaciones que me mueven en este momento concreto de la obra evangelizadora de la Iglesia”.
En base a la doctrina de la Constitución dogmática “Lumen gentium”, el Santo Padre señala que: “decidí, entre otros temas, detenerme largamente en las siguientes cuestiones”:

a) La reforma de la Iglesia en salida misionera. Cap. 1º
b) Las tentaciones de los agentes pastorales. Cap. 2º
c) La Iglesia entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza. Cap. 3º
d) La homilía y su preparación. Cap. 3º
e) La inclusión social de los pobres. Cap. 4º
f) La paz y el diálogo social. Cap. 4º
g) Las motivaciones espirituales para la tarea misionera. Cap. 5º

Por tanto, el documento pontificio tiene un doble carácter: una significación programática y al mismo tiempo, las características de una Exhortación Apostólica Postsinodal. Sin embargo, no lleva la denominación “Postsinodal”, que es propia de otras Exhortaciones Apostólicas, fruto de un Sínodo, pues con ello, el Papa Francisco quiere destacar su carácter personal: el programa de su pontificado.
En el Capítulo Primero, “La transformación misionera de la Iglesia”
I. Una lglesia en salida [20-24]
Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar [24]
II. Pastoral en conversión [25-33]
Una impostergable renovación eclesial [27-33]
III. Desde el corazón del Evangelio [34-39]
IV. La misión que se encarna en los límites humanos [40-45]
V. Una madre de corazón abierto [46-49]

El Papa subraya las características y exigencias de la nueva evangelización, que obedece al mandato misionero de Jesús.

El Papa sueña con una opción misionera capaz de transformarlo todo. Considera necesaria “una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están” (25) y una “reforma de estructuras” eclesiales para que “todas ellas se vuelvan más misioneras” (27).

El Santo Padre piensa, incluso, “en una conversión del papado” para que sea “más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización” (32).

Señala igualmente el deseo de que las Conferencias episcopales puedan dar su contribución, a fin de que el “afecto colegial” tenga una aplicación “concreta” que todavía “no se realizó plenamente” (32). Es necesaria “una saludable descentralización” (16).

Indica también que en esta renovación no hay que tener miedo de revisar costumbres de la Iglesia “no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia” (43).

Un signo de la acogida de Dios es “tener templos con las puertas abiertas en todas partes” para que todos los que buscan no se encuentren “con la frialdad de unas puertas cerradas”.

Alude también a los sacramentos: “Tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera”, Pone como ejemplo, la Eucaristía que “no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles. Estas convicciones también tienen consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia”.

El Papa reitera que prefiere una Iglesia “herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia…preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente… es que tantos hermanos nuestros vivan” sin la amistad de Jesús (49).

En el Capítulo Segundo, “En la crisis del compromiso comunitario”

I. Algunos desafíos del mundo actual [52-75]
No a una economía de la exclusión [53-54]
No a la nueva idolatría del dinero [55-56]
No a un dinero que gobierna en lugar de servir [57-58]
No a la inequidad que genera violencia [59-60]
Algunos desafíos culturales [61 -67]
Desafíos de la inculturación de la fe [68-70]
Desafíos de las culturas urbanas [71-75]

II. Tentaciones de los agentes pastorales [76-109]
Sí al desafío de una espiritualidad misionera [78-80]
No a la acedia egoísta [81-83]
No al pesimismo estéril [84-86]
Sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo [87-92]
No a la mundanidad espiritual [93-97]
No a la guerra entre nosotros [98-101]
Otros desafíos eclesiales [102-109]
El Papa señala el contexto en el que nos toca vivir y actuar. No ofrece un análisis detallado y completo sobre la realidad contemporánea pero sí, un discernimiento evangélico, que señala algunas de las principales dificultades.
Acerca de los retos del mundo contemporáneo, el Papa denuncia el sistema económico actual: “es injusto en su raíz” (59).
Dice también que “esa economía mata” porque predomina “la ley del más fuerte”.
Destaca la cultura actual del “descarte” que ha creado “algo nuevo”: “los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes” (53).
Denuncia que vivimos en una “nueva tiranía invisible, a veces virtual”, de un “mercado divinizado” donde imperan la “especulación financiera”, “una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta” (56).
Denuncia también los “ataques a la libertad religiosa” y “las nuevas situaciones de persecución a los cristianos…En muchos lugares se trata más bien de una difusa indiferencia relativista” (61).
La familia –escribe el Papa- “atraviesa una crisis cultural profunda”. Insistiendo en el “aporte indispensable del matrimonio a la sociedad” (66), subraya que “el individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que… desnaturaliza los vínculos familiares” (67)
En la segunda parte de este capítulo, el Papa hace referencia a las “tentaciones de los agentes pastorales”: individualismo, crisis de identidad, caída del fervor (78). “La mayor amenaza” es “el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando” (83).
Exhorta a no dejarse vencer por un “pesimismo estéril” (84) y a ser signo de esperanza (86) poniendo en marcha “la revolución de la ternura”. Es necesario huir de la “espiritualidad del bienestar” que rechaza los “compromisos fraternos” y vencer “la mundanidad espiritual” que consiste en “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana” (93).
El Papa habla de los que “se sienten superiores a otros” por ser “inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado” y “en lugar de evangelizar lo que se hace es… clasificar a los demás” (94) o de los que tienen un “cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción” en las necesidades de la gente (95). Se trata de “una tremenda corrupción con apariencia de bien… ¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales” (97).
Lanza un llamamiento a las comunidades eclesiales a no caer en envidias ni en celos: “dentro del Pueblo de Dios y en las distintas comunidades, ¡cuántas guerras!” (98). “¿A quien vamos a evangelizar con esos comportamientos?” (100).
Subraya la necesidad de hacer crecer la responsabilidad de los laicos, mantenidos “al margen de las decisiones”, a raíz de “un excesivo clericalismo” (102).
Afirma también que “todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”, en particular “en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes” (103). “Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres…no se pueden eludir superficialmente” (104).
Respecto a los jóvenes, señala que deben tener “un protagonismo mayor” (106).
Y frente a la escasez de vocaciones en algunos lugares, el Papa afirma que “no se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones” (107).

En el Capítulo Tercero, “El anuncio del Evangelio”

I. Todo el Pueblo de Dios anuncia el Evangelio [111-134]
Un pueblo para todos [112-114]
Un pueblo con muchos rostros [115-118]
Todos somos discípulos misioneros [119-121]
La fuerza evangelizadora de la piedad popular [122-126]
Persona a persona [127-129]
Carismas al servicio de la comunión evangelizadora [130-131]
Cultura, pensamiento y educación [132-134]
II. La homilía [135-144]
El contexto litúrgico [137-138]
La conversación de la madre [139-141]
Palabras que hacen arder los corazones [142-144]

El Papa recuerda que “la evangelización es tarea de la Iglesia. Pero este sujeto de la evangelización es más que una institución orgánica y jerárquica, porque es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios”.

Sobre la inculturación, el Santo Padre recuerda que “el cristianismo no tiene un único modo cultural” y que el rostro de la Iglesia es “pluriforme” (116). “No podemos pretender que los pueblos de todos los continentes, al expresar la fe cristiana, imiten los modos que encontraron los pueblos europeos en un determinado momento de la historia” (118).

Por otra parte, el Papa reafirma la “fuerza activamente evangelizadora” de la piedad popular (126) y alienta la investigación de los teólogos, invitándoles a llevar en el corazón “la finalidad evangelizadora de la Iglesia” y a no contentarse con “una teología de escritorio” (133).
Se detiene “con cierta meticulosidad, en la homilía” porque “son muchos los reclamos que se dirigen en relación con este gran ministerio y no podemos hacer oídos sordos”. La homilía “debe ser breve y evitar parecerse a una charla o a una clase”, debe saber decir “palabras que hacen arder los corazones”, huyendo de “una predicación puramente moralista o adoctrinadora”
III. La preparación de la predicación [145-159]
El culto a la verdad [146-148]
La personalización de la Palabra [149-151]
La lectura espiritual [152-153]
Un oído en el pueblo [154-155]
Recursos pedagógicos [156-159]
IV. Una evangelización para la profundización del kerygma [160-175]
Una catequesis kerygmática y mistagógica [163-168]
El acompañamiento personal de los procesos de crecimiento [169-173]
En torno a la Palabra de Dios [174-175]
Subraya el Papa la importancia de la preparación de la homilía: “Un predicador que no se prepara no es “espiritual”; es deshonesto e irresponsable” (145). “Una buena homilía…debe contener “una idea, un sentimiento, una imagen” (157).
La predicación debe ser positiva para que dé “siempre…esperanza” y no nos deje “encerrados en la negatividad” (159). El anuncio mismo del Evangelio debe tener características positivas: “cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena” (165).

En el Capítulo Cuarto, “La dimensión social de la evangelización”
I. Las repercusiones comunitarias y sociales del kerygma [177-185]
Confesión de la fe y compromiso social [178-179]
El Reino que nos reclama [180-181]
La enseñanza de la lglesia sobre cuestiones sociales [182-185]
II. La inclusión social de los pobres [186-216]
Unidos a Dios escuchamos un clamor [187-192]
Fidelidad al Evangelio para no correr en vano [193-196]
El lugar privilegiado de los pobres en el pueblo de Dios [197-201]
Economía y distribución del ingreso [202-208]
Cuidar la fragilidad [209-216]
Comienza el Papa afirmando que “”Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios” (176). Por ello, reafirma “la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana” (178) así como el derecho de los pastores “a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas” (182). “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social”. Y cita a San Juan Pablo II cuando afirma que la Iglesia “no puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia” (165).
Sobre una de las dos grandes cuestiones de este capítulo, la inclusión social de los pobres, el Papa escribe: “Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica” antes que sociológica. “Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos” (198). “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres… no se resolverán los problemas del mundo” (202).

Respecto a la política, afirma el Papa: “La política tan denigrada es una de las formas mas preciosas de la caridad”. “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad… la vida de los pobres!”.

También hace una advertencia: Cualquier comunidad de la Iglesia que se olvide de los pobres “correrá el riesgo de disolución” (205-207).
El Papa invita a cuidar a los más débiles: “los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados” y los migrantes, por los que exhorta a los países “a una generosa apertura”.

Habla de las víctimas de la trata de personas y de nuevas formas de esclavitud: “En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda” (211). “Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia” (212).

Se refiere también al tema del aborto: “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección” están “los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana” (213). “No debe esperarse que la iglesia cambie su postura sobre esta cuestión… No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana” (214).

Finaliza este tema con un llamamiento al respeto de todo lo creado: “estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos” (216).

III. El bien común y la paz social [217-237]
El tiempo es superior al espacio [222-225]
La unidad prevalece sobre el conflicto [226-230]
La realidad es más importante que la idea [231-233]
El todo es superior a fa parte [234-237]
IV. El diálogo social como contribución a la paz [238-258]
El diálogo entre la fe, la razón y las ciencias [242-243]
El diálogo ecuménico [244-246]
Las relaciones con el Judaísmo [247-249]
El diálogo interreligioso [250-254]
El diálogo social en un contexto de libertad religiosa [255-258]
Por cuanto respecta al tema de la paz, el Papa destaca que “es necesaria una voz profética” cuando se quiere construir una reconciliación falsa que “silencie” a los más pobres, mientras “algunos no quieren renunciar a sus privilegios (218).

Para la construcción de una sociedad “en paz, justicia y fraternidad” indica cuatro principios (221):
• “El tiempo es superior al espacio” (222) lo que significa “trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos (223).
• “La unidad prevalece sobre el conflicto” (226) quiere decir obrar para que los opuestos alcancen “una unidad pluriforme que engendra nueva vida” (228).
• “La realidad es más importante que la idea” (231) significa evitar que la política y la fe se reduzcan a la retórica (232).
• “El todo es superior a la parte” quiere decir aunar globalización y localización (234).

Mas adelante, continúa el Papa escribiendo: “La evangelización también implica un camino de diálogo” que abre a la Iglesia para colaborar con todas las realidades políticas, sociales, religiosas y culturales (238).

El ecumenismo es “un camino ineludible de la evangelización”. Es importante el enriquecimiento recíproco: “¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros”, por ejemplo, “en el diálogo con los hermanos ortodoxos, los católicos tenemos la posibilidad de aprender más sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre su experiencia de la sinodalidad” (246); “el diálogo y la amistad con los hijos de Israel son parte de la vida de los discípulos de Jesús” (248); “el diálogo interreligioso”, que se conduce con “una identidad clara y gozosa”,es una condición necesaria para la paz en el mundo” y no oscurece la evangelización (250-251); “en esta época adquiere gran importancia la relación con los creyentes del Islam” (252):

El Papa implora “humildemente” para que los países de tradición islámica aseguren la libertad religiosa a los cristianos, “¡teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales!”. “Frente a episodios de fundamentalismo violento” el Papa invita a “evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia” (253).
Contra el intento de privatizar las religiones en algunos contextos, el santo Padre afirma que “el debido respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes no debe imponerse de un modo arbitrario que silencie las convicciones de mayorías creyentes o ignore la riqueza de las tradiciones religiosas (255). El Papa reitera de este modo la importancia del diálogo y de la alianza entre creyentes y no creyentes. (257).

El último Capítulo.

I. Motivaciones para un renovado impulso misionero [262-283]
El encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva [264-267]
El gusto espiritual de ser pueblo [268-274]
La acción misteriosa del Resucitado y de su Espíritu [275-280]
La fuerza misionera de la intercesión [281-283]
ll. María, la Madre de la evangelización [284-288]
El regalo de Jesús a su pueblo [285-286]
La Estrella de la nueva evangelización [287-288]
Evangelizadores con Espíritu”, son aquellos que “se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo” que “infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente” (259). Se trata de “evangelizadores que oran y trabajan” (262), conscientes de que “la misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (262): “Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás” (270).

“En nuestra relación con el mundo, se nos invita a dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan” (271).

Sólo puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros” (272): “si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida” (274).

El Papa invita a no desanimarse ante los fracasos o la escasez de resultados porque la “fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada”; “sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria” (279).

Antes de concluir, quiero referirme a una cuestión particular de este Capítulo que creo nos afecta de un modo especial. Si recordáis, en el VIII Encuentro, hace dos años, tuvimos una charla titulada “Adoración Eucarística, corazón de la nueva evangelización”. En ella, se trataba del Mensaje y de las 58 proposiciones del Sínodo sobre la nueva evangelización y constatábamos que ni en el Mensaje ni en las proposiciones había una mención explícita a la adoración eucarística. Sí existía una mención implícita al tratar de temas como el encuentro personal con Jesucristo; ocasiones para este encuentro; llamada a la conversión; contemplación del misterio, etc. pero no se la nombraba de una forma explícita.

“…sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración, y me alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía”. (nº. 262)

No ocurre lo mismo en Evangelii Gaudium. Cuando el Papa hace mención de los “evangelizadores que oran y trabajan” (262) en este punto, destaca que “siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad” (262). Y entre los modos de cultivar ese espacio interior, menciona, entre otros, los “momentos detenidos de adoración” y “las adoraciones perpetuas de la Eucaristía” (262).

Unas líneas después, en esta parte final de la Exhortación, el Papa escribe que “La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer?” (264).

Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial…. ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva!” (nº. 264)

Para superar los ánimos decaídos o nuestra tibieza, el Papa insiste de nuevo en la necesidad de la oración: “Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial”. (264)

Y termina alentándonos con estas exclamaciones de ánimo: “¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva!

Al fijar nuestra atención en estos textos de Evangelii Gaudium, he querido destacar un hecho evidente: “La Adoración Eucarística es corazón de la nueva evangelización”. Lo cual, tiene para nosotros un doble significado:
• Por un lado, la fidelidad a nuestra vocación adoradora nocturna nos dará la gracia de ser evangelizadores; de cumplir con la misión a la que el Papa nos alienta en la Exhortación Apostólica, que hemos comentado.
• Por otro lado, con nuestros Turnos y Secciones de A.N.E. ponemos al servicio de otros miembros de la Iglesia, la posibilidad de encontrar esos espacios interiores que hay que cultivar, a los que hace mención el Papa Francisco.

Concluye la Exhortación con una oración a María “Madre del Evangelio”. Escribe el Santo Padre:

“Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño” (288).

Termino, poniendo en manos de nuestra Madre, Madre del Amor hermoso, todo lo que somos y lo que llevamos en nuestro corazón: la Adoración Nocturna Española.

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