viernes, 14 de mayo de 2021
La Ascensión del Señor. Ciclo B «Id por el mundo entero y proclamad la Buena Nueva a toda la creación»
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (1,1-11): Lo vieron levantarse.
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»
Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Salmo 46,2-3.6-7.8-9: Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. R/.
Pueblos todos batid palmas, // aclamad a Dios con gritos de júbilo; // porque el Señor es sublime y terrible, // emperador de toda la tierra. R/.
Dios asciende entre aclamaciones, // el Señor, al son de trompetas; // tocad para Dios, tocad, // tocad para nuestro Rey, tocad. R/.
Porque Dios es el rey del mundo; // tocad con maestría. // Dios reina sobre las naciones, // Dios se sienta en su trono sagrado. R/.
Lectura de la carta de San Pablo a los Efesios (1,17-23): Lo sentó a su derecha, en el cielo.
Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.
O bien:
Lectura de la carta de San Pablo a los Efesios (4,1-13): A la medida de Cristo en su plenitud.
Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. [Por eso dice la Escritura: "Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres." El "subió" supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo.] Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (16,15-20): Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
Este Domingo la Iglesia celebra la Ascensión del Señor Jesús a los Cielos. Pero ¿qué es la Ascensión? El Catecismo de la Iglesia Católica dice: «“Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios” (Mc 16, 19). El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre. Pero durante los cuarenta días en los que Él come y bebe familiarmente con sus discípulos y les instruye sobre el Reino, su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria. La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube y por el cielo donde Él se sienta para siempre a la derecha de Dios» .
La Ascensión del Señor Jesús marca una etapa nueva y definitiva para los apóstoles. El Señor Resucitado ya no aparecerá más, sino que sube al Cielo para interceder por los hombres ante el Padre. Este hecho es narrado por San Lucas en los Hechos de los Apóstoles subrayando el estupor y asombro de aquellos hombres. El Evangelio insiste, de modo particular, en la misión que Jesús confía a sus apóstoles: «Id y predicad». En la carta a los Efesios, Pablo subraya la necesidad de responder al llamado y al don particular que Dios hace a cada uno, dando así cumplimiento al Plan amoroso del Padre.
Subió a los Cielos
La Ascensión del Señor marca un punto divisorio entre el ministerio de Jesús y el ministerio de la Iglesia, que constituye respectivamente el tema del primer y del segundo libro escrito por San Lucas. En ambos se propone demostrar que entre los dos ministerios hay una perfecta continuidad, porque ambos son conducidos por el Espíritu Santo. También es el misterio de la unión del Cielo y de la tierra ya que es como la bisagra que une ambos. Cristo ascendió al Cielo y está sentado a la derecha del Padre; pero también está presente y vivo en la tierra por medio de la liturgia sacramental de la Iglesia. El estar «sentado a la derecha del Padre», que leemos en el Evangelio de san Marcos, nos remite al pasaje del Evangelio de San Juan: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre»(Jn 3,13).
El hombre, herido por el pecado y viviendo en pecado no tiene acceso a la «Casa del Padre», a la comunión eterna, a la felicidad en Dios. Solamente Jesucristo ha podido abrir este acceso al hombre. Él «ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino» . En el Cielo, tenemos la absoluta certeza, que Cristo Glorioso intercede por nosotros que todavía estamos peregrinando en este mundo, ejerciendo así su sacerdocio y su mediación ante el Padre en el Espíritu Santo. «Sentarse a la derecha del Padre» significa gozar de la misma gloria y honra que el Padre, donde ahora, el que existía como Hijo consustancial al Padre, está corporalmente sentado después que se encarnó y que su carne fue glorificada. Es la inauguración del Reino que no tendrá fin y ahora aguardamos expectantes la segunda venida del Hijo del hombre: «Éste que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.» (Hch 1,11).
«Id por el mundo y anunciad el Evangelio…»
¿Qué es lo que Jesús habló con sus apóstoles antes de abandonar la escena del mundo para subir al cielo? Jesús les dejó una misión que cumplir: «Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda la creación». Llama inmediatamente la atención la extensión de este mandato. Quiere ser claro sin dejar dudas al respecto: se trata e ir a «todo el mundo» y anunciar a «toda la creación». Este mandato debió parecer a los humildes pescadores de Galilea una tarea muy superior a sus fuerzas y a sus medios. Parece ser algo humanamente imposible, por no decir nada de lo que significaría para un judío ir anunciar la salvación a un romano o a un griego.
¿Cómo pudieron cumplir esta misión? Lo dice el mismo texto: «El Señor colaboraba con ellos y confirmaba la Palabra con los milagros que la acompañaban» (Mc 16,20). La evangelización, y en realidad todo apostolado, si bien es una obra de Dios, exige nuestra generosa y activa colaboración. «Anunciad el Evangelio...» ¿A qué Evangelio se refiere el texto? Evidentemente aquí no se trata de un libro escrito, cómo podríamos entender nosotros cuando hablamos de «Evangelio». Aquí «Evangelio» se entiende en su sentido etimológico: noticia que, cuando alguien la comprende y la cree, transforma su vida radicalmente y lo salva. Esta «noticia» es el contenido de los escritos que llamamos «Evangelio». Por eso Marcos inicia su obra con este encabezamiento: «Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios».
Para que todos seamos uno
San Pablo, en su cautiverio en Roma (entre el 61 y el 62 d.C.), escribe a los cristianos que no conocía personalmente, ya que esta carta no está dirigida solamente a los fieles de Éfeso sino a los de Laodicea y a las distintas iglesias de Asia Menor ya que es posible que haya sido una carta circular. En su doctrina destaca el magnífico Plan de Dios que se lleva a cabo en Jesús y la unión de todos los redimidos. Cristo, que escogió a sus doce apóstoles como columnas de su Iglesia, nos convoca a cada uno «según la medida de Cristo», a una misma misión: la edificación del Cuerpo y la predicación de su Reino. Este reiterado llamado a la unidad del «Cuerpo en el Espíritu» no es sino trabajar incansablemente para cumplir lo que el Señor pide al Padre: «No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tu Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 20-21).
La unidad tiene sus exigencias, sin las cuales no puede conservarse. En primer lugarla humildad, que vence la soberbia y el egoísmo, principio divisor que anida en lo más profundo del ser humano; la amabilidad, que crea y favorece la unión; y la paciencia frente a las faltas de caridad que, dada nuestra naturaleza humana inclinada al amor propio y la diversidad de caracteres, son prácticamente inevitables. La unidad es un don de Dios, pero requiere de nuestra activa colaboración. En Ef 4,4-6 Pablo menciona los fundamentos de la unidad en la Iglesia: un bautismo, un solo Señor, un solo Cuerpo Místico, un solo Espíritu y una sola esperanza. La mención de las tres personas divinas señala la unidad de la Trinidad como la fuente última de la unidad, dentro de la pluralidad, que tiene que reinar en la Iglesia.
Una palabra del Santo Padre:
El jueves de la sexta semana de Pascua, 40 días después de la Resurrección, se celebra la Solemnidad de la Ascensión en el Vaticano y en algunos países del mundo, que en Italia, hasta 1977 también era una fiesta civil, el calendario pasa al siguiente domingo. En este día se conmemora el recuerdo del ascenso de Jesús al cielo, quien de hecho concluye su estadía terrenal entre los hombres para unirse físicamente con el Padre y no aparecer más en la Tierra hasta su Segunda Venida (Parusía) para el Juicio final. Es una fiesta muy antigua cuyas huellas ya son evidentes desde el siglo IV. En el Credo de los Apóstoles se la menciona con estas palabras: “Jesús ha resucitado al cielo, se sienta a la derecha del Padre. Y nuevamente vendrá, en gloria, a juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin". El episodio está bien descrito en los Evangelios de Marcos y Lucas y en los Hechos de los Apóstoles.
Para la Iglesia Católica, la Ascensión es preludio de Pentecostés y de alguna manera marca el comienzo de su historia y misión en medio de la humanidad. Francisco lo recuerda todos los años en esta ocasión insistiendo en el compromiso de cada cristiano en el anuncio de la salvación. Durante el Regina Coeli del 13 de mayo de 2018, el Papa dijo: "Se trata de ser hombres y mujeres de la Ascensión, es decir, buscadores de Cristo en los caminos de nuestro tiempo, llevando su palabra de salvación a los confines de la tierra". En este itinerario nos encontramos con Cristo mismo en los hermanos, especialmente en los más pobres, en aquellos que sufren en carne propia la dura y mortificante experiencia de la vieja y nueva pobreza. Al igual que al principio, Cristo Resucitado envió a sus apóstoles con la fuerza del Espíritu Santo, así que hoy nos envía a todos, con la misma fuerza, a poner signos concretos y visibles de esperanza. Como Jesús nos da esperanza, fue al cielo y abrió las puertas del cielo y la esperanza de que lleguemos allí".
Hablaba de la misión como un comando preciso y no opcional durante el Regina Coeli del 1 de junio de 2014, cuando dijo que "Ir", o mejor dicho, "partir", se convierte en la palabra clave de esta fiesta. "Jesús se va, asciende al Cielo, es decir, regresa al Padre de quien fue enviado al mundo. Hizo su trabajo, luego regresa al Padre. Pero no es una separación, porque permanece con nosotros para siempre, en una forma nueva. Con su ascensión, el Señor resucitado atrae la mirada de los Apóstoles - y también nuestra mirada - a las alturas del Cielo para mostrarnos que el objetivo de nuestro viaje es el Padre. La mirada al Cielo y los pies al mundo".
Finalmente, durante la homilía de la Misa en Santa Marta del 26 de mayo de 2017, el Papa pidió extraer de este episodio el impulso para ir al Cielo, conocer a Cristo más de cerca y contarle a los hombres sobre sus obras y sus maravillas: "Jesús antes de irse dice: "Ve al mundo y haz discípulos". Ve: el lugar del cristiano es el mundo para anunciar la Palabra de Jesús, para decir que somos salvados, que Él vino para darnos gracia, para llevarnos a todos con Él ante el Padre".
(Papa Francisco en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, 20 de mayo de 2020)
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. Es todo el mundo que debemos de cambiar.¿En qué situaciones concretas transmito la «buena noticia» que Jesús nos ha dejado?
2. «El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará», leemos en el Evangelio de San Marcos. ¿Soy consciente que solamente viviendo, de verdad, mi bautismo me voy a salvar? ¿Pienso que ya tengo el Cielo ganado olvidándome que también puedo condenarme?
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 125-127. 659 - 667.
texto faciitado por JUAN RAMON PULIDO, presidente Adoracion Nocturna, Toledo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario