viernes, 28 de mayo de 2021

Solemnidad de la Santísima Trinidad. Ciclo B «Bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»

Lectura del Deuteronomio (4,32-34.39-40): El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Moisés habló al pueblo, diciendo: «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, des-de el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, pala-bra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios in¬tentó jamás venir a bus-carse una nación entre las otras por me¬dio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Se¬ñor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te para siempre.» Salmo 32,4-5.6.9.18-19.20.22: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. R./ La palabra del Señor es sincera, // y todas sus acciones son leales; // él ama la justicia y el dere-cho, // y su misericordia llena la tierra. R./ La palabra del Señor hizo el cielo; // el aliento de su boca, sus ejércitos, // porque él lo dijo, y existió, // él lo mandó, y surgió. R./ Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, // en los que esperan en su misericordia, // para librar sus vidas de la muerte // y reanimarlos en tiempo de hambre. R./ Nosotros aguardamos al Señor: // él es nuestro auxilio y escudo; // que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, // como lo esperamos de ti. R./ Lectura de la carta de San Pablo a los Romanos (8,14-17): Habéis recibido un espíritu de hijos adop-tivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Pa-dre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados. Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (28,16-20): Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»  Pautas para la reflexión personal  El vínculo entre las lecturas ¿Cómo es Dios? La Iglesia nos propone, para este Domingo, la contemplación central de la fe: el miste-rio trinitario. Misterio que, sin duda, va más allá de nuestras fuerzas humanas, pero al que podemos acer-carnos con humildad para ser iluminados y fortalecidos en nuestra vocación cristiana. La Primera Lectura del libro del Deuteronomio expone la revelación de Dios uno. No hay Dios fuera de Él. Los ídolos de los pueblos circunvecinos son nada. Por eso, nada más grande que ser fiel a la alianza que ese Dios único ha pactado con su pueblo. En la Segunda Lectura, San Pablo se detiene a considerar nuestra condición de Hijos de Dios, de modo que verdaderamente podemos llamar a Dios de Padre. Así, el Dios uno, se revela en su Palabra como mi-sericordia, amor, benevolencia ante los hombres. Hemos recibido el Espíritu de Dios que nos hace realmen-te «hijos de Dios». Finalmente, en el Evangelio leemos las palabras de Jesucristo al despedirse definitiva-mente de sus discípulos. Éstos deberán bautizar en el nombre de la Trinidad y enseñar todo lo que Cristo, revelación del amor del Padre, les ha enseñado.  «Yahveh es el único Dios...y no hay otro El libro del Deuteronomio es el último libro del Pentateuco. Literalmente significa «segunda ley» y es da-da en la parte central de este libro (ver Deut 12 - 25, 15). Constituye el llamado «Código deuteronomista» y está formado por un conjunto de leyes civiles y religiosas. El autor recuerda las grandes gestas de Israel y exhorta con vehemencia la fidelidad a Yahvé. El primer gran discurso de Moisés es un resumen de la histo-ria de Israel desde su instancia en el Sinaí hasta su llegada al Jordán (1-3). El texto de este Domingo insiste particularmente en la elección divina tomando como tema central el cuidado de Dios para con su pueblo. En retribución de la «tierra (prometida) que Yahveh tu Dios te da para siempre», Dios exige una fidelidad en «el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra» que se manifiesta en el guardar los preceptos y los mandamientos.  El Bautismo El Evangelio de este Domingo narra el pasaje donde los once apóstoles (ya Judas se había ahorcado: Mt 27,5) se dirigen al monte para recibir las últimas indicaciones del Señor. Unos «lo adoraron algunos, sin embargo (todavía) dudaron». Ciertamente fueron más de dos o tres del total de once. La verdad es que la Resurrección de Jesús se impuso a ellos después de muchas pruebas como leemos en el libro de los He-chos: «A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios»(Hch 1,3). Pero cuando se abren a la acción transformadora del Espíritu Santo son capaces de dar la vida proclaman-do la Resurrección del Maestro. Jesús se despide de sus apóstoles y les deja la misión hacer discípulos suyos «a todas las gentes». ¿Cómo se logra esto? Dos condiciones: el Bautismo y la enseñanza. Ambas condiciones son administradas por la Iglesia. Todo discípulo debe de recibir ambas cosas de la Iglesia.El Bautismo se administra «en el nombre», en singu¬lar; pero este nombre único se abre en un abanico de tres Perso¬nas, no de tres nombres. Es porque «el nombre» indica la sustancia de una cosa. Y en Dios ésta es única. La sustan¬cia divina es es-trictamente una. Por eso los cris¬tianos somos estricta¬mente monoteís¬tas. Pero, siendo administrado el Bautismo en el nombre de la Santísima Trinidad, por él se adquie¬re una re-lación personal no sólo con Cristo - «haced discí¬pu¬los mios» -, sino con cada una de las tres Personas divi-nas. El bautizado es adoptado como hijo del Padre, como hermano de Cristo y coheredero con él, y como receptor del don del Espíritu Santo que crea la comunión entre el Padre y el Hijo y entre los hijos adoptivos de Dios. Puesto que todos los fieles, de entre todos los pueblos de la tierra, entran en la Igle¬sia por medio del Bautismo administrado en nombre de la Trinidad, por eso el Concilio Vaticano II, usando la antigua fórmula de San Cipriano, define a la Iglesia como «un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (L.G. 4). El Credo es la profesión de fe en la Santísima Trinidad y recibió su estructura trinitaria del mismo Jesu-cristo. El Credo tiene su origen en el mandato misionero de Jesús a los apóstoles que justamente son lla-mados de «apóstoles» ya que eso es lo que exactamente quiere decir la palabra en griego: «enviados». Sabemos que el bautismo, que ya existía antes de Cristo, significa «sumergir», es decir era un «baño ri-tual». Ya lo practicaba Juan el Bautista, como lo atestiguan los Evangelios. Jesús manda a sus apóstoles a hacer discípulos suyos bautizándolos; pero la originalidad del bautismo cristiano está en el hecho de que hay que hacerlo en el nombre de la Santísima Trinidad. ¿Esto exactamente qué quiere decir? ¿Qué quiere decir el «bautizar en el nombre de...»? Recordemos que la primera profesión de fe es la que busca responder a la pregunta hecha por el mismo Jesucristo: «¿quién dicen que yo soy?» Pedro se adelanta y manifiesta «Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Veamos los pasajes de Hechos de los Apóstoles 2,37 - 38 y 8,36 -37, donde en ambos casos se bauti-za «en el nombre de Jesucristo». Se trata, en estos casos, de ser «bañado» confesando la fe en Jesucristo. Pero Jesús va más allá y nos revela su identidad dentro del misterio insondable de la vida íntima de Dios: «El Padre y yo somos uno...el que me ve a mí, ve al Padre» (Jn 10, 30; 14,9).Por otro lado, Jesús es reco-nocido como Hijo y enviado del Padre porque sobre Él reposa el Espíritu Santo; Él posee el Espíritu y lo comunica sin medida (Jn 2,33; 3,34). Por eso la fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es la fe en Jesu-cristo, pero expresando el misterio Trinitario de su Persona en forma más explícita: Él es la Segunda Perso-na de la Trinidad.  Hijos en el Hijo... La carta a los Romanos es considerada una de las cuatro grandes epístolas de San Pablo (junto con las dos epístolas a los Corintios y la carta a los Gálatas). Fue escrita en el año 57, antes de la Pascua, en la ciudad de Corinto y se dirige a la comunidad cristiana de Roma, de la cual Pablo fue co- fundador con el apóstol San Pedro. San Pablo se dirige de manera especial a los judíos cristianos abordando el tema de la justificación que el Señor Jesús nos ha traído. Después de la advertencia que pone ante los romanos la al-ternativa de una muerte o una vida eterna , San Pablo describe las características esenciales de la vida cristiana. El Espíritu que habita en los fieles establece entre ellos y Dios una relación nueva, de manera tal, que somos verdaderamente hijos de Dios y Dios nos trata como tales. El Espíritu que recibimos por el Bau-tismo nos hace ser hijos en el Hijo y herederos del reino eterno; huyendo así del temor, del miedo, de la in-certidumbre. Reconociendo nuestra nueva dignidad, hemos pasado de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad de los hijos de Dios.  Una palabra del Santo Padre: «Hoy, fiesta de la Santísima Trinidad, el Evangelio de san Juan nos presenta un pasaje del largo discur-so de despedida, pronunciado por Jesús poco antes de su pasión. En este discurso Él explica a los discí-pulos las verdades más profundas relacionadas con Él; y así se expresa la relación entre Jesús, el Padre y el Espíritu. Jesús sabe que está cerca de la realización del designio del Padre, que se cumplirá con su muerte y resurrección; por esto quiere asegurar a los suyos que no los abandonará, porque su misión será prolongada por el Espíritu Santo. Será el Espíritu quien prolongará la misión de Jesús, es decir, guiará a la Iglesia hacia adelante. Jesús revela en qué consiste esta misión. Sobre todo el Espíritu nos conduce a entender muchas cosas que Jesús mismo tiene aún que decir (cf. Jn 16, 12). No se trata de doctrinas nuevas y especiales, sino de una plena comprensión de todo lo que el Hijo oyó del Padre y dio a conocer a los discípulos (cf. v. 15). El Espíritu nos guía por nuevas situaciones existenciales con una mirada dirigida a Jesús y, al mismo tiempo, abierto a los eventos y al futuro. Él nos ayuda a caminar en la historia firmemente radicados en el Evangelio y también con dinámica fidelidad a nuestras tradiciones y costumbres. Pero el misterio de la Trinidad nos habla también de nosotros, de nuestra relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En efecto, mediante el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que es comunión de amor. Dios es una «familia» de tres Personas que se aman tanto que forman una sola cosa. Esta «familia divina» no está cerrada en sí misma, sino que está abierta, se co-munica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los hombres para llamar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de comunión nos envuelve a todos y nos anima a vivir en el amor y la fraternidad, seguros de que ahí donde hay amor, ahí está Dios. Nuestro ser creados a imagen y semejanza de Dios-comunión nos llama a comprendernos a nosotros mismos como seres-en-relación y a vivir las relaciones interpersonales en la solidaridad y en el amor recí-proco. Tales relaciones se juegan, sobre todo, en el ámbito de nuestras comunidades eclesiales, para que sea cada vez más evidente la imagen de la Iglesia icono de la Trinidad. Pero se juega en las distintas rela-ciones sociales, desde la familia, hasta las amistades y el ambiente de trabajo: son ocasiones concretas que se nos ofrecen para construir relaciones cada vez más humanamente ricas, capaces de respeto recí-proco y de amor desinteresado». (Papa Francisco. Ángelus en la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Domingo 22 de mayo 2016)  Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana 1. Decir que creo en un solo Dios puede parecer una pregunta inútil, sin embargo muchas veces ponemos nuestra seguridad en «falsos diocesillos».¿Cuáles son mis «diocesillos»? ¿Tal vez sean ciertas supersticiones, horóscopos, etc? ¿Podrían ser tal vez el dinero, la fama, el consumismo, la seguridad material? ¿El poder, el placer egoísta?¿El «qué dirán» o el «quedar bien»? 2.¿Vivo de acuerdo a mi dignidad de hijo en el Hijo?¿Me respeto y respeto a mis hermanos? 3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 232 – 260. texto facilitado por JUAN RAMON PULIDO, presidente diocesano de Adoración Nocturna en Toledo

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