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BODA EN CANÁ
¡Haced lo que Él os diga!. Sin demora.
Tus órdenes acatan los sirvientes,
es mandato de madre y de señora.
Jesús dice, llenad los recipientes
de agua hasta los bordes y llevad
a probar este vino a los presentes.
Fue por tu mediación, tu caridad,
este primer milagro del Mesías
que esclareció su gloria, su deidad,
y adelantó futuras
alegrías.
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«Tú eres mi Hijo Amado, el predilecto»
Lectura del libro del profeta Isaías (40, 1-5.9-11):
Abramos nuestros corazones al Señor.
«Consolad,
consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y
decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa,
pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus pecados. Una voz
clama: "En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una
calzada recta a nuestro Dios. Que todo
valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano,
y las breñas planicie. Se revelará la
gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha
hablado".
Súbete
a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre
mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: "Ahí
está vuestro Dios". Ahí viene el
Señor Yahveh con poder, y su brazo lo sojuzga todo. Ved que su salario le
acompaña, y su paga le precede. Como pastor pastorea su rebaño: recoge en
brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las
paridas.»
Salmo 103, 1-4. 24-30
R./
Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, que grande eres!
Lectura de la carta de San Pablo a
Tito (2, 11-14; 3, 4-7): Ungido por
Dios con la fuerza del Espíritu Santo
«Porque
se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, que nos
enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con
sensatez, justicia y piedad en el siglo presente, aguardando la feliz esperanza
y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo; el
cual se entregó por nosotros a fin de rescatarnos de toda iniquidad y purificar
para sí un pueblo que fuese suyo, fervoroso en buenas obras.»
«Mas
cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres,
él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino
según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del
Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo
nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos,
en esperanza, de vida eterna.»
Lectura del santo Evangelio según San
Lucas (3, 15-16.21-22): Jesús fue
bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos
«Como
el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de
Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: "Yo os
bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de
desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y
fuego.
Sucedió
que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto
en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma
corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: "Tú eres mi hijo; yo hoy te he
engendrado".»
Nota:
En
el presente año C, pueden utilizarse también las siguientes lecturas:
PRIMERA
LECTURA: Isaías 42, 1-4. 67
SEGUNDA
LECTURA: Hechos de los apóstoles 10, 34-38
&
Pautas para la reflexión personal
z El vínculo entre las lecturas
Sin
que aparezca la palabra «novedad» en los textos litúrgicos, todos ellos se
refieren, en cierta manera, a la novedad de la acción de Dios en la historia.
Es nuevo el lenguaje de Dios en Isaías: «ha terminado la esclavitud..., que
todo valle sea elevado y todo monte y cerro rebajado..., ahí viene el Señor
Yahveh con poder y su brazo lo sojuzga todo».
Es
absolutamente nuevo que Jesús sea bautizado por Juan, que el cielo se abra, que
el Espíritu descienda en forma de paloma, que se oiga una voz del cielo: «Tú
eres mi hijo predilecto». Es nueva la realidad del hombre que ha recibido el
bautismo: «un baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que
derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Señor».
J
La
novedad sólo puede venir de Dios
El
hombre, desde los mismos inicios, lleva la huella del pecado original. Se trata
de una realidad común a toda la humanidad. Esta es la triste condición humana.
El hombre puede gritar, desesperarse, blasfemar; o puede sentir el peso de la
culpa, pedir perdón y ayuda, esperar. Lo que está claro es que sólo Dios puede
echarle una mano; sólo Dios puede cambiar su vieja condición pecadora en pura
novedad de gracia y misericordia.
Está
igualmente claro que Dios siempre está de parte del hombre y actúa en favor de
él, porque «ha sido creado a imagen y semejanza suya». La liturgia presenta
tres momentos históricos de la intervención de Dios: primero interviene para
liberar al pueblo israelita de la esclavitud de Babilonia (primera lectura),
luego para revelar al mundo la filiación divina de Jesús (Evangelio),
finalmente para manifestar a los hombres la nueva situación creada en quienes
han recibido el bautismo (segunda lectura). La consecuencia es lógica: Si Dios
ha intervenido en el pasado con una irrupción de vida y esperanza nuevas, Dios
interviene en el presente e intervendrá en el futuro, porque el nombre más
propio de Dios es la fidelidad.
J La manifestación de Jesús
La manifestación («epifanía») de Jesús se realiza en
tres momentos. En los tres se trata de poner en evidencia ante los hombres
quién es Jesús. El primer momento es el que se recuerda en la solemnidad de
la Epifanía que celebrábamos el Domingo pasado: llegan tres magos de oriente
preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?». Cuando lo
encuentran le ofrecen dones: oro como a Rey, incienso como a Dios y mirra como
a quien ha de morir. Empezamos a comprender quién es este Niño que nació en
medio de nosotros tan ignorado.
El segundo momento ocurre en el bautismo de Jesús por medio
de Juan en el Jordán. Es el momento que celebramos este Domingo. El mismo
Juan responde acerca de su
bautismo: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no
conocéis... yo he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a
Israel» (Jn 1,26.31). Esa manifestación es la que nos narra el Evangelio de
hoy. El tercer momento ocurre en las bodas de Caná. Este pasaje, que es el
Evangelio del próximo Domingo, termina diciendo el Evangelista: «En Caná de Galilea comenzó Jesús sus
señales, manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos» (Jn 2,11).
J El
pueblo estaba a la espera...
El Evangelio de hoy nos informa sobre el ambiente que se
vivía en Israel cuando Jesús comienza su ministerio público. Las personas más
sensibles a los caminos de Dios presentían que estaba cerca el momento en que
Dios iba a cumplir su promesa de salvación (enviando al Cristo, al Mesías
anunciado en los profetas). En esto tenían razón, porque el Cristo ya estaba en
medio de ellos, pero no en su identificación.
«Como el pueblo estaba a la
espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él
el Cristo». Juan rectifica inmediatamente, indicando lo más esencial del
Cristo: estará lleno del Espíritu Santo. Así estaba anunciado. Y no sólo estará
lleno del Espíritu, sino que Él lo comunicará a los hombres.
David había sido establecido como rey en Israel por
medio de la unción por parte del profeta Samuel. David era entonces un Ungido
(un Mesías). Pero no fue la unción la que hizo de él el gran rey que recuerda
la historia, sino el Espíritu de Dios que por medio de ese signo visible le
había sido comunicado. Había que atribuir todo lo grande que fue David al
Espíritu de Dios que estaba en él. Juan bien sabía esto. Por eso lo expresa de
la manera más evidente: «El Cristo bautizará en Espíritu Santo».
J El Espíritu Santo
Habiendo sido bautizado Jesús, «se abrió el cielo y bajó
sobre Él el Espíritu Santo en forma corporal como una paloma». Hay algo
insólito en esta descripción que no debe pasar inadvertido. El texto dice
literalmente que el Espíritu bajó "en forma corporal" (en griego:
"somatikó"). ¿Cómo es posible un espíritu corporal? El Espíritu es
inmaterial. Pero en este caso era necesario que se viera, para que quedara en
evidencia que en Jesús se cumplen las palabras de Dios sobre el Mesías esperado:
«He puesto mi Espíritu sobre él». Y como si este signo no fuera suficiente para
identificar al Cristo, una voz del cielo le dice: «Tú eres mi Hijo, yo te he
engendrado hoy».
En los episodios siguientes Lucas insiste sobre la
presencia del Espíritu en Jesús. Después del bautismo dice: «Jesús, lleno del
Espíritu Santo, se volvió del Jordán y era conducido por el Espíritu en el
desierto» (Lc 4,1). Y concluida la narración de las tentaciones, agrega: «Jesús
volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu» (Lc 4,14). Pero, sobre todo, es
Jesús mismo el que, entrando en la sinagoga de Nazaret, lee la profecía de
Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido». Y la
comenta así: «Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy» (Lc
4,18.21). Es lo mismo que afirmar: «Esta profecía se refiere a mí, yo soy el
que poseo el Espíritu del Señor, yo soy el Ungido, el Mesías».
Siendo uno de la Trinidad, Jesús posee el Espíritu desde
la eternidad. Pero en cuanto se ha hecho hombre lo recibe para realizar la obra
de la redención y comunicarlo a los hombres. Por eso «Él bautiza en el Espíritu
Santo». El Espíritu, que recibimos de Cristo, después que Él lo ha recibido del
Padre, nos configura con Él, sobre todo, en su condición de Hijo de Dios. San
Pablo lo dice de manera insuperable: "Habéis recibido un Espíritu de hijos
adoptivos, que nos hace exclamar: '¡Abba, Padre!' El mismo Espíritu se une a
nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios" (Rom
8,15-16).
+ Una
palabra del Santo Padre:
Decía: es la fe de la Iglesia. Esto es
muy importante. El Bautismo nos introduce en el cuerpo de la Iglesia, en el
pueblo santo de Dios. Y en este cuerpo, en este pueblo en camino, la fe se
transmite de generación en generación: es la fe de la Iglesia. Es la fe de
María, nuestra Madre, la fe de san José, de san Pedro, de san Andrés, de san
Juan, la fe de los Apóstoles y de los mártires, que llegó hasta nosotros, a
través del Bautismo: una cadena de trasmisión de fe. ¡Es muy bonito esto!
Es un pasar de mano en mano la luz de
la fe: lo expresaremos dentro de un momento con el gesto de encender las velas
en el gran cirio pascual. El gran cirio representa a Cristo resucitado, vivo en
medio de nosotros. Vosotras, familias, tomad de Él la luz de la fe para transmitirla
a vuestros hijos. Esta luz la tomáis en la Iglesia, en el cuerpo de Cristo, en
el pueblo de Dios que camina en cada época y en cada lugar. Enseñad a vuestros
hijos que no se puede ser cristiano fuera de la Iglesia, no se puede seguir a
Jesucristo sin la Iglesia, porque la Iglesia es madre, y nos hace crecer en el
amor a Jesucristo.
Un último aspecto surge con fuerza de
las lecturas bíblicas de hoy: en el Bautismo somos consagrados por el Espíritu
Santo. La palabra «cristiano» significa esto, significa consagrado como Jesús,
en el mismo Espíritu en el que fue inmerso Jesús en toda su existencia terrena.
Él es el «Cristo», el ungido, el consagrado, los bautizados somos «cristianos»,
es decir consagrados, ungidos. Y entonces, queridos padres, queridos padrinos y
madrinas, si queréis que vuestros niños lleguen a ser auténticos cristianos,
ayudadles a crecer «inmersos» en el Espíritu Santo, es decir, en el calor del
amor de Dios, en la luz de su Palabra.
Por eso, no olvidéis invocar con
frecuencia al Espíritu Santo, todos los días. «¿Usted reza, señora?» —«Sí» —«¿A
quién reza?» —«Yo rezo a Dios» —Pero «Dios», así, no existe: Dios es persona y
en cuanto persona existe el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. «¿Tú a quién
rezas?» —«Al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo». Normalmente rezamos a Jesús.
Cuando rezamos el «Padrenuestro», rezamos al Padre. Pero al Espíritu Santo no
lo invocamos tanto. Es muy importante rezar al Espíritu Santo, porque nos
enseña a llevar adelante la familia, los niños, para que estos niños crezcan en
el clima de la Trinidad santa. Es precisamente el Espíritu quien los lleva
adelante. Por ello no olvidéis invocar a menudo al Espíritu Santo, todos los
días. Podéis hacerlo, por ejemplo, con esta sencilla oración: «Ven, Espíritu
Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu
amor». Podéis hacer esta oración por vuestros niños, además de hacerlo,
naturalmente, por vosotros mismos.».
Francisco. Homilía en la Fiesta del Bautismo
del Señor. 11 de enero de 2015.
' Vivamos
nuestro Domingo a lo largo de la semana.
1.
En el Catecismo se dice que el bautismo imprime carácter, es decir, el bautismo
se recibe una sola vez y para toda la vida. ¿Qué pasa, entonces, cuando no se
vive como cristiano? ¿Cuando se vive indiferente a la propia fe? ¿Cuándo se
tiene más fe en horóscopos y supersticiones que las verdades que Dios nos ha
transmitido?
2.
“Recuerda que eres un bautizado”, “Sé lo que eres, vive lo que eres”. ¿Soy
consciente del compromiso que he asumido con mi bautismo?
3.
Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 1262 - 1274.
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