Bienaventuranzas.-
XI.-
Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia porque de ellos es el reino de los cielos.
La octava
bienaventuranza nos habla de "quienes padecen persecución por la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos".
Al “hambre”, a la “paz”,
a la “mansedumbre”, a la “pobreza”, a la “limpieza de corazón”, al “llanto”,
que hemos considerado en las otras bienaventuranzas, ésta añade el
“sufrimiento”, la “persecución”.
Cristo anunció esta
bienaventuranza cuando les dijo a los Apóstoles: “Acordaos de la palabra que os
dije: Un siervo no es mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también os
perseguirán a vosotros; si guardaron mi palabra, también guardarán la vuestra”
(Jn 15, 20).
Contemplamos el
padecimiento de los perseguidos por el testimonio que dan de la Fe en Cristo,
aunque no lleguen al martirio, al derramamiento de sangre. Por eso, esta
bienaventuranza es considerada como la consumación y perfección de las otras
siete.
En ella está de
manifiesto el sufrir, el morir y el resucitar de Cristo para liberarnos del
pecado y, al redimirnos, devolver a Dios, "todo honor y toda gloria",
y cumplir así "toda justicia" (cfr. Mt. 3, 15).
Quienes sufren
persecución por la justicia y unen sus sufrimientos al padecer y a la resurrección
de Cristo; quienes llegan incluso al martirio en la confesión de su Fe, a
quienes son injuriados y calumniados, además de perseguidos. ¿Quiénes son?
No siempre se le
presentan al cristiano oportunidades de dar testimonio de su Fe en Cristo Jesús
y de su Amor a Dios con el martirio, con el ofrecimiento de su propia vida. Sí,
en cambio, son muy frecuentes las situaciones en las que afirmar la Fe, pública
y notoriamente, lleva consigo actuar en contra de tendencias algo -o mucho-
generalizadas en el común vivir de los hombres, en unas sociedades o en otras,
y esto puede comportar sacrificios económicos, daños morales, aislamiento
social, etc.
Son los médicos,
objetores de conciencia que se niegan a realizar el aborto y la eutanasia. Son
los profesionales, políticos, administrativos, que rechazan un soborno en el
trabajo para favorecer a unos y perjudicar a otros. Aunque su actuar sea con
naturalidad y sencillez, su transparencia cristiana chocará con el ambiente, y
podrá causar no pocos perjuicios, a ellos y a sus familias.
Cristo nos dio un
testimonio vivo de esta bienaventuranza muriendo en la Cruz por nosotros. Y en
los Hechos de los Apóstoles encontramos un claro ejemplo de estos
bienaventurados. El Sanedrín encarcela a algunos apóstoles y discípulos; les
azotan, y después le dejan libres recomendándoles que no hablen más de
Jesucristo: “Ellos se fueron contentos (...), porque habían sido dignos de
padecer ultrajes por el nombre de Jesús; y en el templo y en las casas no
cesaban todo el día de enseñar y de anunciar a Cristo Jesús” (5, 40-42).
Los azotes no les cierran la boca, el corazón, y no dejan de proclamar la
Verdad de Cristo, muerto y resucitado.
En esta bienaventuranza
es patente la acción del Espíritu Santo, que llena el corazón de los cristianos,
y les da la fuerza del amor que les lleva a confesar su Fe, su Esperanza, su
Caridad, en Cristo Nuestro Señor. Es el culmen de la santidad.
El cristiano que vive
las bienaventuranzas puede hacer suyas estas palabras de san Agustín:
“¿Me atreveré a decir:
soy santo? Si dijese santo en cuanto santificador y no necesitado de nadie que
me santifique, sería soberbio y mentiroso. Pero si entendemos por santo el
santificado, según aquello que se lee en el Levítico: sed santos, porque yo,
Dios, soy santo; entonces también el cuerpo de Cristo, hasta el último hombre
situado en los confines de la tierra y, con su Cabeza y bajo su Cabeza, diga
audazmente: soy santo” (Enarrationes in psalmos, 85, 4 (Pl
37, 1084).
El "buen aroma de
Cristo" escondido en cada bienaventuranza, impregna toda actuación del
cristiano y le da un resplandor que hace presente al mismo Cristo en él. El
pacífico da a conocer a Jesucristo, "manso y humilde de corazón", que
no "quiebra jamás la caña cascada". El pobre de espíritu, en su
clamar a Dios Padre, sostiene en la esperanza a quien llora y le consuela. La
acción del Espíritu Santo en el alma del "limpio de corazón" hace
posible que en todas sus obras aparezca el latir del corazón de Cristo, que
quiere "que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la
Verdad". El que sufre persecución por la justicia hace presente en su
padecer el gozo de la vida eterna, “escondido con Cristo, en Dios”.
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VATICANO, 30 Dic. 15 / 10:25 am (ACI/EWTN Noticias).- La Santa Sede publicó
este miércoles las intenciones de oración y evangelizadora del Papa Francisco
para enero de 2016, dedicadas al diálogo para superar las divisiones entre los
cristianos.
La intención universal del
apostolado de la oración del Santo Padre para el mes de enero de 2016 es: ''Que
el diálogo sincero entre hombres y mujeres de diversas religiones, conlleve
frutos de paz y justicia. ''.
Su intención evangelizadora
es: ''Para que mediante el diálogo y la caridad fraterna, con la gracia del
Espíritu Santo, se superen las divisiones entre los cristianos''.
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