lunes, 30 de noviembre de 2020
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Lunes, 30 de Noviembre de 2020
El Espíritu Santo es vida y derrama vida. A veces creemos que Él sólo nos lleva a entrar en nuestro interior y a apartarnos del mundo. Pero es al revés, porque el Espíritu Santo llena todo el universo, y Él espera que sepamos unirnos a todas las creaturas y a disfrutar del mundo.
En el universo hay mucha alegría, porque la alegría existe cuando uno es lo que debe ser, lo que Dios quiere que sea. Las estrellas, que ocupan su lugar en el cielo y brillan bellamente, cumplen la voluntad divina, y por eso en ellas hay alegría; una planta que crece cumple la voluntad de Dios, y en ella hay alegría; un pájaro que fabrica su nido sigue su instinto, y en él hay mucha alegría.
Todo el universo es como una canción de gozo.
Pidamos al Espíritu Santo, que está en todas las cosas, que nos ayude a descubrirlo así, y encontremos nuestra propia alegría.
Amén.
domingo, 29 de noviembre de 2020
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Domingo, 29 de Noviembre de 2020
Por un momento pidamos al Espíritu Santo que nos impulse a la alabanza, y oremos con estos preciosos Salmos:
_*“Mi corazón está a punto, Dios mío. Voy a cantar y a tocar... Te alabaré entre los pueblos Señor, te cantaré entre la gente, porque tu amor es grande hasta los cielos”*_
(Salmo 108, 2.4-5).
_*“Te ensalzaré Dios mío, mi rey, bendeciré tu nombre por siempre jamás. Todos los días te bendeciré, y alabaré tu nombre por siempre. Grande es el Señor y muy digno de alabanza, su grandeza no tiene medida"*_
(Salmo 145, 1-3).
_*“Cantaré al Señor toda mi vida. Mientras yo exista celebraré a mi Dios. Que mi canto le sea agradable. ¡Y yo me alegraré en el Señor!”*_
(Salmo 104, 33-34).
_*“Bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios”*_
(Salmo 103, 2).
Amén.
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Rafa Corral: PARA MEDITAR HOY DOMINGO
[29/11 7:08]
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»
Palabra del Señor
Sin previo aviso, así de rondón, se nos ha metido otro Adviento más. Y sin duda será Adviento muy distinto, porque el virus no solo ha afectado a la salud, sino que también ha afectado a la esperanza, y cuando un hombre pierde la esperanza, la vida se le hace cuesta arriba. Menos mal que el Adviento es precisamente eso, es espera y esperanza porque Él volverá.
Muchos esperan volver a la normalidad, otros esperan reencontrarse con sus seres queridos, y tantos deseamos anhelantes la llegada de la vacuna, y mira que son importante esas esperas pero el adviento cristiano, la esperanza cristiana está depositada en una persona: Jesucristo ¿Y quién lo espera realmente?
Pues me temo que candidatos no hay muchos porque es complicado encontrarse con el Señor sí eres de los que a fuerza de no mirar hacia dentro de sí ni de las cosas, te limitas a flotar, a deslizarte por la superficie de la vida sin vivirla. O si eres de los que no piensas en el futuro y el presente nisiquieras lo vives pues solo te mueves en la lógica del usar y tirar, del consumir y disfrutar. No te engañes eso no es vivir, es vegetar, es en definitiva, ir de pasota por la vida
En cambio para el creyente, el tiempo de adviento es un tiempo para estar más en sintonía con uno mismo, en recogimiento interior para preparar el corazón.
¡Velad! Es el grito de adviento, es decir, estar atentos, no paséis por la vida como el pasota, de puntillas.
¡Velad! en tiempos de pandemia suena a reconstruir la esperanza, a preparar la “casa” para cuando el Señor vuelva. Que la lumbre esté encendida y puesta la mesa. Que no haya malas caras ni zancadillas al que destaca, ni codazos para abrirse paso, ni grandullones abusando de los peques, ni ruido de contiendas, ni silencios de miedo. Que cada uno esté en su puesto, con las lámparas encendidas, atento a lo que realmente cuenta, porque al final vendrá el Señor a pedirnos cuentas sobre los dones que no confió.
Que este tiempo de adviento, crezcas hacia dentro, en profundidad, crezca hacia lo alto, en esperanza y crezca hacia los demás en misericordia.
Para que la luz de la Navidad te inunde y transforme tu vida, necesitas vivir este tiempo de adviento de puertas para adentro. ¿Serás capaz de arrancarle a nuestros días, a la dictadura del tiempo, tiempo para ti y para Dios?
¡Feliz Domingo de Adviento!
*_Rvdo. D. Manuel Blanco_*
[29/11 7:13] Rafa Corral: domingo 29 de noviembre de 2020
Tiempo de Adviento
Domingo I de Adviento (Ciclo B)
LAUDES y OFICIO
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
invitatorio
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses,
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso”.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
HIMNO
Ven, Señor, no tardes,
ven, que te esperamos;
ven, Señor, no tardes,
ven pronto, Señor.
El mundo muere de frío,
el alma perdió el calor,
los hombres no son hermanos
porque han matado al Amor.
Envuelto en noche sombría,
gime el mundo de pavor;
va en busca de una esperanza,
buscando tu fe, Señor.
Al mundo le falta vida
y le falta corazón;
le falta cielo en la tierra,
si no lo riega tu amor.
Rompa el cielo su silencio,
baje el rocío a la flor,
ven, Señor, no tardes tanto,
ven, Señor. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Aquel día los montes destilarán dulzura y las colinas manarán leche y miel. Aleluya.
Salmo 62, 2-9
El alma sedienta de Dios
Madruga por Dios todo el que rechaza
las obras de las tinieblas.
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aquel día los montes destilarán dulzura y las colinas manarán leche y miel. Aleluya.
Ant. 2. Los montes y las colinas aclamarán en presencia del Señor y los árboles del bosque aplaudirán, porque viene el Señor y reinará eternamente. Aleluya.
Cántico Dn 3, 57-88. 56
Toda la creación alabe al Señor
Alabad al Señor, sus siervos todos.
(Ap 19, 5)
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria
Ant. Los montes y las colinas aclamarán en presencia del Señor y los árboles del bosque aplaudirán, porque viene el Señor y reinará eternamente. Aleluya.
Ant. 3. Vendrá el gran profeta y renovará Jerusalén. Aleluya.
Salmo 149
Alegría de los santos
Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios,
se alegran por su Rey, Cristo, el Señor
(Hesiquio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vendrá el gran profeta y renovará Jerusalén. Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 13, 11b-12
Ya es hora que despertéis del sueño, pues la salud está ahora más cerca que cuando abrazamos la fe. La noche va pasando, el día está encima; desnudémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos de las armas de la luz.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que has de venir al mundo.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
lecturas del oficio
V. Levantaos, alzad la cabeza.
R. Se acerca vuestra liberación.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 6, 1-13
Vocación de Isaías
El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo. Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban, y se gritaban el uno al otro:
«Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos: llena está toda la tierra de su gloria.».
Se conmovieron los quicios y los dinteles a la voz de los que clamaban, y la casa se llenó de humo.
Yo dije:
«¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito: que al rey el Señor de los ejércitos han visto mis ojos!»
Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado de sobre el altar, y tocó mi boca y dijo:
«He aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa, tu pecado está expiado.»
Y percibí la voz del Señor que decía:
«¿A quién enviaré? ¿y quién irá de parte nuestra»?
Yo contesté:
«Heme aquí: envíame.»
Dijo:
«Ve y di a ese pueblo: “Escuchad bien, pero no entendáis, ved bien, pero no comprendáis.” Engorda el corazón de ese pueblo, hazle duro de oídos, y pégale los ojos, no sea que vea con sus ojos y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se convierta y se le cure.»
Yo pregunté:
«¿Hasta dónde, Señor?»
Y él me contestó:
«Hasta que se vacíen las ciudades y queden sin habitantes, las casas sin hombres, la campiña desolada, y haya alejado el Señor a las gentes, y cunda el abandono dentro del país. Aun el décimo que quede en él volverá a ser devastado como la encina o el roble, en cuya tala queda un tocón. Este tocón será semilla santa.»
Responsorio Cf. Ex 3, 4.7.13; Sal 79, 2
R. Por favor, Señor: mira la opresión de tu pueblo y envía al que te propones mandar; * ven a salvarnos, como lo has prometido.
V. Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño; tú que te sientas sobre querubines.
R. Ven a salvarnos, como lo has prometido.
SEGUNDA LECTURA
San Elredo de Rievaulx, abad, Sermón
Sermón 1 sobre la venida del Señor: PL 195, 209-210
Este tiempo nos recuerda las dos venidas del Señor
Debéis saber, carísimos hermanos, que este santo tiempo que llamamos Adviento del Señor, nos recuerda dos cosas: por eso nuestro gozo debe referirse a estos dos acontecimientos, porque doble es también la utilidad que deben reportarnos.
Este tiempo nos recuerda las dos venidas del Señor, a saber: aquella dulcísima venida por la que el más bello de los hombres y el deseado de todas las naciones, es decir, el Hijo de Dios, manifestó a este mundo su presencia visible en la carne, presencia largamente esperada y ardientemente deseada por todos los padres: es la venida por la que vino a salvar a los pecadores. La segunda venida –que hemos de esperar aún con inquebrantable esperanza y recordar frecuentemente con lágrimas— es aquella en la que nuestro Señor, que primero vino oculto en la carne, vendrá manifiesto en su gloria, como de él cantamos en el Salmo: Vendrá Dios abiertamente, esto es, el día del juicio, cuando aparecerá para juzgar.
De su primera venida se percataron sólo unos pocos justos; en la segunda se manifestará abiertamente a justos y réprobos, como claramente lo insinúa el Profeta cuando dice: Y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios. Propiamente hablando, el día que dentro de poco celebraremos en memoria de su nacimiento nos lo presenta nacido, es decir, que nos recuerda más bien el día y la hora en que vino a este mundo; en cambio este tiempo que celebramos como preparación para la Navidad, nos recuerda al Deseado, esto es, el gran deseo de los santos padres que vivieron antes de su venida.
Con muy buen acuerdo ha dispuesto en consecuencia la Iglesia que en este tiempo se lean las palabras y se traigan a colación los deseos de quienes precedieron la primera venida del Señor. Y este su deseo no lo celebramos solamente un día, sino durante un tiempo más bien largo, pues es un hecho de experiencia que si sufre alguna dilación la consecución de lo que ardientemente deseamos, una vez conseguido nos resulta doblemente agradable.
A nosotros nos corresponde, carísimos hermanos, seguir los ejemplos de los santos padres y recordar sus deseos, para así inflamar nuestras almas en el amor y el deseo de Cristo. Pues debéis saber, hermanos, que la celebración de este tiempo fue establecida para hacernos reflexionar sobre el ferviente deseo de nuestros santos padres en relación con la primera venida de nuestro Señor, y para que aprendamos, a ejemplo suyo, a desear ardientemente su segunda venida.
Debemos considerar los innumerables beneficios que nuestro Señor nos hizo con su primera venida, y que está dispuesto a concedérnoslos aún mayores con su segunda venida. Dicha consideración ha de movernos a amar mucho su primera venida y a desear mucho la segunda. Y si no tenemos la conciencia tan tranquila como para atrevernos a desear su venida, debemos al menos temerla, y que este temor nos mueva a corregirnos de nuestros vicios: de modo que si aquí no podemos evitar el temor, al menos que, cuando venga, no tengamos miedo y nos encuentre tranquilos.
Responsorio Cf. Jr 31, 10
R. Escuchad la palabra del Señor, naciones, y anunciadla en las islas más lejanas, * y decid: Vendrá nuestro Salvador.
V. Anunciadlo y que se oiga en todas partes; proclamad la buena nueva, pregonadla a voz en grito.
R. Y decid: Vendrá nuestro Salvador.
evangelio del día
Del Santo Evangelio según san Marcos 13, 33-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Espíritu Santo descenderá sobre ti, María; no temas, concebirás en tu seno al Hijo de Dios. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Espíritu Santo descenderá sobre ti, María; no temas, concebirás en tu seno al Hijo de Dios. Aleluya.
PRECES
Oremos a Dios Padre, que nos concede la gracia de esperar la revelación de nuestro Señor Jesucristo, y digámosle confiados:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Santifica, Señor, todo nuestro ser, alma y cuerpo,
– y guárdanos libres de culpa hasta el día de la venida de tu Hijo.
Haz que durante este día caminemos en santidad
– y llevemos una vida justa y religiosa.
Haz que nos revistamos de nuestro Señor Jesucristo
– y que nos llenemos del Espíritu Santo.
Concédenos, Señor, que vivamos siempre preparados
– para el día de la manifestación gloriosa de tu Hijo.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Como nos enseñó el Salvador, nos atrevemos a decir:
PADRE NUESTRO
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
ORACIÓN
Dios todopoderoso,
aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento,
el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene,
acompañados por las buenas obras,
para que, colocados un día a su derecha,
merezcan poseer el reino eterno.
Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
[29/11 7:16] Rafa Corral: domingo 29 de noviembre de 2020
Tiempo de Adviento
Domingo I de Adviento (Ciclo B)
HORA INTERMEDIA: TERCIA
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
SALMODIA
Ant. Los profetas anunciaron que el Salvador nacería de María Virgen.
Salmo 117
Himno de acción de gracias después de la victoria
Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos,
y que se ha convertido en piedra angular.
(Hch 4, 11)
1
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia,
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
2
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
Pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
3
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Ésta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor
os bendecimos desde la casa del Señor!
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Los profetas anunciaron que el Salvador nacería de María Virgen.
LECTURA BREVE Rm 13, 13-14a
Andemos como en pleno día, con dignidad. No andemos en comilonas y borracheras, ni en deshonestidad ni lujuria, ni en riñas ni envidias; sino revestíos de Jesucristo, el Señor.
RESPONSORIO BREVE
V. Los gentiles temerán tu nombre, Señor.
R. Los reyes del mundo tu gloria.
ORACIÓN
Dios todopoderoso,
aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento,
el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene,
acompañados por las buenas obras,
para que, colocados un día a su derecha,
merezcan poseer el reino eterno.
Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
[29/11 7:18] Rafa Corral: domingo 29 de noviembre de 2020
Tiempo de Adviento
Domingo I de Adviento (Ciclo B)
II VÍSPERAS
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Éste es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.
Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.
¡Cómo golpean las necias
las puertas de tu banquete!.
¡Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte!
Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando
mientras los ojos se duermen.
Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Hija de Sión, alégrate; salta de gozo, hija de Jerusalén. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7
El Mesías, Rey y Sacerdote
Él debe reinar hasta poner
todos sus enemigos bajo sus pies.
(1Co 15, 25)
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Hija de Sión, alégrate; salta de gozo, hija de Jerusalén. Aleluya.
Ant. 2. Vendrá nuestro rey, Cristo, el Señor: el cordero de quien Juan anunció la venida.
Salmo 113 A
Israel liberado de Egipto: las maravillas del éxodo
Reconoced que también vosotros,
los que renunciasteis al mundo,
habéis salido de Egipto.
(S. Agustín)
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vendrá nuestro rey, Cristo, el Señor: el cordero de quien Juan anunció la venida.
Ant. 3. Llego en seguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno según sus propias obras.
Cántico Cf. Ap 19, 1-2. 5-7
Las bodas del Cordero
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
( R. Aleluya.)
Porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos.
( R. Aleluya.)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
( R. Aleluya.)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero.
( R. Aleluya.)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Llego en seguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno según sus propias obras.
LECTURA BREVE Flp 4, 4-5
Estad siempre alegres en el Señor. Otra vez os lo digo: Estad alegres. Que vuestra bondad sea conocida de todos. El Señor está cerca.
RESPONSORIO BREVE
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Y danos tu salvación.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo. Aleluya.
PRECES
Oremos a Jesucristo, nuestro redentor, que es camino, verdad y vida de los hombres, y digámosle:
Ven, Señor, y quédate con nosotros.
Jesús, Hijo del Altísimo, anunciado por el ángel Gabriel a María Virgen,
– ven a reinar para siempre sobre tu pueblo.
Santo de Dios, ante cuya venida el Precursor saltó de gozo en el seno de Isabel,
– ven y alegra al mundo con la gracia de la salvación.
Jesús, Salvador, cuyo nombre el ángel reveló a José,
– ven a salvar al pueblo de sus pecados.
Luz del mundo, a quien esperaban Simeón y todos los justos,
– ven a consolar a tu pueblo.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Sol naciente, de quien Zacarías profetizó que nos visitaría de lo alto,
– ven a iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
Pidamos ahora con grande confianza la venida del reino de Dios, con las palabras que Cristo nos enseñó:
PADRE NUESTRO
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
ORACIÓN
Dios todopoderoso,
aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento,
el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene,
acompañados por las buenas obras,
para que, colocados un día a su derecha,
merezcan poseer el reino eterno.
Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
[29/11 7:19] Rafa Corral: COMPLETAS
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
EXAMEN DE CONCIENCIA.
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con un acto penitencial, de la siguiente forma:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Todos examinan en silencio su conciencia. Terminando el examen se añade la fórmula penitencial:
V. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
V. Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Pueden usarse otras invocaciones penitenciales.
Si preside la celebración un ministro, él solo dice la absolución siguiente; en caso de lo contrario la dicen todos:
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Cuando acabamos el día
te suplicamos, Señor,
nos hagas de centinela
y otorgues tu protección.
Que te sintamos: contigo
sueñe nuestro corazón
para cantar tus loores
de nuevo al salir el sol.
Danos vida saludable,
alienta nuestro calor,
tu claridad ilumine
la oscuridad que llegó.
Dánoslo, Padre piadoso,
por Jesucristo, el Señor,
que reina con el Espíritu
Santo vivificador. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90
A la sombra del Omnipotente
Os he dado potestad
para pisotear serpientes y escorpiones.
(Lc 10,19)
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
CONCLUSIÓN
El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
sábado, 28 de noviembre de 2020
Tiempo de Adviento
Domingo I del Tiempo de Adviento (Año B)
I VÍSPERAS
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Éste es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.
Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.
¡Cómo golpean las necias
las puertas de tu banquete!.
¡Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte!
Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando
mientras los ojos se duermen.
Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Anunciad a los pueblos y decidles: «Mirad, viene Dios, nuestro Salvador.»
Salmo 140, 1-9
Oración ante el peligro
El humo del incienso subió a la presencia
de Dios, de mano del ángel,
en representación de las oraciones de los santos.
(Ap 8, 4)
Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.
Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo opondré mi oración a su malicia.
Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Anunciad a los pueblos y decidles: «Mirad, viene Dios, nuestro Salvador.»
Ant. 2. Mirad: el Señor vendrá y todos sus santos vendrán con él; en aquel día habrá una gran luz. Aleluya.
Salmo 141
Oración del hombre abandonado: tú eres mi refugio
Todo lo que describe el salmo se realizó
en el Señor durante su pasión.
(S. Hilario)
A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.
Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.
Me vuelvo a la derecha y miro:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.
A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi heredad en el país de la vida.»
Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.
Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mirad: el Señor vendrá y todos sus santos vendrán con él; en aquel día habrá una gran luz. Aleluya.
Ant. 3. Vendrá el Señor con gran poder y lo contemplarán todos los hombres.
Cántico Flp 2, 6-11
Cristo, Siervo de Dios, en su Misterio Pascual
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vendrá el Señor con gran poder y lo contemplarán todos los hombres.
LECTURA BREVE 1Ts 5, 23-24
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser -espíritu, alma y cuerpo- sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es a sus promesas el que os ha convocado; y él las cumplirá.
RESPONSORIO BREVE
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Y danos tu salvación.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Mirad: el Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mirad: el Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra.
PRECES
Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada, y digámosle:
Ven, Señor, y no tardes más.
Esperamos alegres tu venida,
– ven, Señor Jesús.
Tú que existes antes de los tiempos,
– ven y salva a los que viven en el tiempo.
Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitan,
– ven a restaurar la obra de tus manos.
Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal,
– ven y arráncanos del dominio de la muerte.
Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante,
– ven y danos tu vida eterna.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino,
– ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.
Pidamos ahora con grande confianza la venida del reino de Dios, con las palabras que Cristo nos enseñó:
PADRE NUESTRO
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
ORACIÓN
Dios todopoderoso,
aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento,
el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene,
acompañados por las buenas obras,
para que, colocados un día a su derecha,
merezcan poseer el reino eterno.
Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Sábado, 28 de Noviembre de 2020
El Espíritu Santo no se lleva bien con el pesimismo. Porque a Él sólo le interesa lo que pueda ayudarnos a salir adelante, no lo que nos clausure, nos detenga, nos paralice. Las personas movidas por el Espíritu Santo no se dejan vencer ni amedrentar por los fracasos. Tampoco bajan los brazos cuando escuchan opiniones melancólicas, negativas y pesimistas. Siguen adelante buscando nuevos caminos. Pero no son tercos que, cuando fracasan, quieren a toda costa seguir intentando de la misma manera, sin cambiar nada. Las personas verdaderamente tocadas por la luz del Espíritu Santo, cuando tienen un obstáculo, se ponen a buscar nuevas maneras de superarlo, consultan, investigan, aceptan los cambios que haya que hacer, intentan aprender lo que no saben.
De esa manera se desarrollaron algunos genios. Por ejemplo, a Einstein lo consideraban un loco soñador, que inventaba ideas fantasiosas; pero finalmente, con astucia y creatividad, logró hacer ver que su teoría era seria. A Edison, su maestro lo consideraba corto de mente. La primera vez que Elvis Presley se presentó a probar su voz, los especialistas en canto le dijeron que se dedicara a ser camionero. La excelente actriz argentina, Norma Aleandro, fue despreciada por la que ella admiraba como gran artista. Sin embargo, ellos sabían que tenían algo para ofrecer, y aceptaron cambiar muchas cosas y modificar sus proyectos, para ir creciendo poco a poco, para aprender a llegar a los demás, y de esa manera le regalaron al mundo algo que vale la pena.
Dejemos que el Espíritu Santo nos enseñe a salir adelante, sin desgastarnos inútilmente en el pesimismo y en los lamentos.
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viernes, 27 de noviembre de 2020
*Reflexión al Evangelio.* *I Domingo de Adviento (Mc 13,33-37)* *¡VELAD Y ORAD!*
En este Evangelio Jesús nos dice una y otra vez: ¡Velad! No es que tengas que velar porque Dios te necesite sino porque tú le necesitas a Él. Es un velar que nos remite a la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos. Acuciado por la debilidad -en cuanto hombre- siente tal angustia ante la inminencia de su Pasión que elevando sus ojos al Padre le dice: "Si es posible, que pase de mí este cáliz...". Jesús necesita la Fuerza de lo alto para asumir su misión, es por eso que vela y ora. Fortalecido por su Padre puede decirle... “no se haga lo que yo quiero sino lo que quieres tu" (Mt 26,39). Esa es la razón por la que insiste tanto en que velemos y oremos: para poder hacer la Voluntad de Dios. Sólo con esta disposición adoraremos a Dios "en espíritu y verdad” (Jn 4,24). Solo desde la Sabiduría y Fuerza que nos vienen por velar y orar así puede alguien decir a Dios: Aquí estoy. Velar con este espíritu nos introduce en la Adoración perfecta, la que agrada a Dios, la que excava los cimientos del Discipulado.
_P. Antonio Pavía comunidadmariamadreapostoles.com_
Domingo de la Semana 1 del Tiempo de Adviento. Ciclo B- 29 de noviembre de 2020 «Estad atentos y vigilad »
Lectura del profeta Isaías (63, 16b-17.19b; 64, 2b-7): ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!
Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor». Señor, ¿por qué nos extra-vías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios fuera de ti que hiciera tanto por el que espera en él. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasarnos; aparta nuestras culpas, y seremos salvos.
Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.
Salmo 79, 2ac.3b.15-16.18-19: Oh Dios restáuranos, que brille tu rostro y nos salve. R./
Pastor de Israel, escucha, // tú que te sientas sobre querubines, resplandece. // Despierta tu poder y ven a salvarnos. R./
Dios de los ejércitos, vuélvete: // mira desde el cielo, fíjate, // ven a visitar tu viña, // la cepa que tu diestra plantó, // y que tú hiciste vigorosa. R./
Que tu mano proteja a tu escogido, // al hombre que tú fortaleciste. // No nos alejaremos de ti; // danos vida, para que invoquemos tu nombre. R./
Lectura de la primera carta de San Pablo a los cristianos de (Corinto 1, 3-9): Aguardamos la mani-festación de Jesucristo nuestro Señor.
Hermanos: La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifesta-ción de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusa-ros en el día de Jesucristo, Señor nuestro.
Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (13, 33-37): Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encar-gando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!»
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
Con el I Domingo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico (ciclo B). Jesucristo es el centro de la his-toria humana y su venida al mundo es el aconteci¬miento que ha divido toda la historia en una «antes» y «des¬pués». Justamente las lecturas de este Domingo se refieren a esa espera, así como a la salvación prometida por Dios. En la Primera Lectura tenemos una bellísima oración, en forma de salmo , que expresa los sentimientos de los israelitas que volvían alegres a la tierra prometida después del destierro, pero adver-tían que, extrañamente, la intervención salvífica de Dios se hacía esperar: «¡Ah si rompieses los cielos y descendieses!» Hay dolor por la realidad actual, pero esperanza serena en la promesa del Señor. En la Se-gunda Lectura San Pablo nos dice que ya no nos falta ningún don: todo ya ha sido dado en Jesucristo para nuestra salvación ya que Dios es siempre fiel a todas sus promesas. El Evangelio de San Marcos indica cuál debe de ser la actitud normal del creyente consecuente con su fe: la espera vigilante. ¡El Señor está para llegar en cualquier momento en nuestras vidas! Quétemerario resulta entonces no vigilar y más aún quedarnos dormidos…no sea que llegue de improviso.
«Yahveh, tú eres nuestro Padre y Redentor desde siempre»
Después de recordar la actitud providente de Dios con su pueblo, Isaías invita a Yahveh a manifestar de nuevo sus cuidados y prodigios. Le pide que contemple desde el cielo (ver 63,15) y vea la situación actual de su pueblo abandonado: «¿dónde está tu celo y tu fortaleza…?¿Y tus misericordias ante mí se han con-tenido?». Sin embargo, el profeta reconoce que Yahveh es el único que los puede rescatar y redimir de sus culpas. El profeta alza al cielo una pregunta y pregunta porqué los deja andar errantes por sus caminos o caprichos, permitiendo que se endurezca su corazón, de modo que no obren según el temor de Dios. Esta situación de abandono hace que el profeta sienta ansias de que se «abran los cielos», el único obstáculo físico entre Dios y su pueblo. Sin embargo, después de reconocer los pecados del pueblo, el profeta apela a la misericordia de Dios: Israel es su pueblo y Yahveh no es indiferente a sus calamidades. «Pues bien, Yah-veh, tú eres nuestro Padre. Nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero, la hechura de tus manos todos noso-tros». La única razón de existir de Israel es justamente la elección de Dios. Y esto nunca está lejos del cora-zón de Dios.
«Estad atentos y vigilad»
El Evangelio comienza con estas palabras de Jesús: «Estad aten¬tos y vigilad, porque igno¬ráis cuándo será el momento". Y luego Jesús agrega una parábola para ilustrar la necesidad de estar siempre a la espe-ra: «Es igual que un hombre que se ausenta... y ordena al portero que vele: velad, por tanto, ya que no sa-béis cuándo viene el dueño de la ca¬sa...». En este breve Evange¬lio es claro que no sabemos el momento, pero no se nos aclara el momento de qué. Es porque ya lo ha dicho Jesús antes: «Entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vien¬tos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo» (Mc 13,26-27).Lo importante es fijar ahora nuestra mirada en ese momento de la venida final de Jesús. Si el momento de la primera venida de Cristo, con una ciencia más depurada, podría llegar a fijarse con precisión, el momento de su última venida es imposible predecirlo. Esto es un punto firme de la enseñanza de Cris¬to, tanto que llega a decir: «De aquel día y hora nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre» (Mc 13,32). «Nadie sabe nada»; y entre los que excluye el conocimiento de este día, excluye también al Hijo (se entiende en su condición humana, que es la situa¬ción en que habría podido revelarlo). Hay una sola excep¬ción: el Padre. Es que Dios no tiene sucesión de tiempo; Él ve toda la historia presente de punta a cabo. Es como el autor de una pieza de teatro que en el momento de crearla ya sabe cuándo empieza y cuándo termina. Nadie más lo sabe por más que aparezcan los clásicos «sabedores de todas las ciencias ocultas» que quieran embaucarnos con falsas previsiones.
Alguien podría pensar que el tema de la espera vigi¬lante es más intenso ahora que antes, pues ahora es-tamos más cerca del fin. En realidad, el tema de la vigilancia rige en todas las edades con igual intensidad. Este es el sentido de la amplia¬ción de los destinatarios que leemos en el Evangelio: «Lo que a vosotros digo, lo digo a todos: ¡Velad!». Lo que Jesús mandaba a los de su tiempo lo manda también a noso¬tros más de 2020 años después, y su voz resuena con la misma urgencia en todas las edades intermedias. Es esencial a la condición cristiana estar en vela siempre y esperando. La advocación cristiana más antigua lo atesti¬gua: «Maranatha: Señor, ven» (1Cor 16,22).
«No sea que los encuentre dormidos…»
San Agustín comentando sobre la vigilancia distingue el sueño del cuerpo y el sueño del alma: «Dios ha concedido al cuerpo el don del sueño, con el cual se restauran sus miembros, para que puedan sostener al alma vigilante. Lo que debemos evitar es que nuestra alma duerma. Malo es el sueño del alma. El sueño del alma es el olvido de su Dios... A éstos el apóstol dice: 'Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo' (Ef 5,14). Así como el que duerme corporalmente de día, aunque brille el sol y el día caliente, es como si estu¬viera de noche; así también algunos, ya presente Cristo y anuncia¬da la ver-dad, yacen en el sueño del alma».
El que duerme tiene que despertarse ahora; no mañana, porque no sabe si el Señor viene «al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada». No hay que ser como ese hombre que tenía el vicio del juego y dijo: «Prometo que desde mañana ya no jugaré más; esta noche será la última vez». Éste está perdido, porque mañana dirá lo mismo y así sucesivamente, y el día del Señor lo sorprenderá durmien-do. Hay que ser como este otro: «Mañana no sé; pero esta noche, no». El primero se parece demasiado a los que duermen y dicen hoy, al comenzar el Adviento: «Me volveré a Dios sin falta para Navidad». Es se-guro que cuando llegue la Navidad, dirán: «Lo haré sin falta en Cuares¬ma..., etc.». A cada uno nos manda el Señor el mismo mensaje que envió a la Iglesia de Laodicea: «Sé ferviente y arrepiénte¬te. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmi-go» (Ap 3,19-20).
Una palabra del Santo Padre:
«Hoy comenzamos el camino de Adviento, que culminará en la Navidad. El Adviento es el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, también para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos para el regreso de Cristo. Él regresará a nosotros en la fiesta de Navidad, cuando haremos memoria de su venida histórica en la humildad de la condición humana; pero Él viene dentro de nosotros cada vez que estamos dispuestos a recibirlo, y vendrá de nuevo al final de los tiempos «para juzgar a los vivos y a los muertos». Por eso debemos estar siempre alerta y esperar al Se-ñor con la esperanza de encontrarlo. La liturgia de hoy nos habla precisamente del sugestivo tema de la vigilia y de la espera. En el Evangelio (Marcos 13, 33-37) Jesús nos exhorta a estar atentos y a vigilar para estar listos para recibirlo en el momento del regreso. Nos dice: «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento [...] No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos». (vv. 33-36).
La persona que está atenta es la que, en el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o la su-perficialidad, sino que vive de modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida en primer lugar a los demás. Con esta actitud nos damos cuenta de las lágrimas y las necesidades del prójimo, y podemos per-cibir también sus capacidades y sus cualidades humanas y espirituales. La persona mira después al mun-do, tratando de contrarrestar la indiferencia y la crueldad que hay en él y alegrándose de los tesoros de belleza que también existen y que deben ser custodiados. Se trata de tener una mirada de comprensión para reconocer tanto las miserias y las pobrezas de los individuos y de la sociedad, como para reconocer la riqueza escondida en las pequeñas cosas de cada día, precisamente allí donde el Señor nos ha coloca-do.
La persona vigilante es la que acoge la invitación a velar, es decir, a no dejarse abrumar por el sueño del desánimo, la falta de esperanza, la desilusión; y al mismo tiempo rechaza la llamada de tantas vanidades de las que está el mundo lleno y detrás de las cuales, a veces, se sacrifican tiempo y serenidad personal y familiar. Es la experiencia dolorosa del pueblo de Israel, narrada por el profeta Isaías: Dios parecía haber dejado vagar a su pueblo, fuera de sus caminos (cf. 63, 17), pero esto era el resultado de la infidelidad del mismo pueblo (cf. 64, 4b). También nosotros nos encontramos a menudo en esta situación de infidelidad a la llamada del Señor: Él nos muestra el camino bueno, el camino de la fe, el camino del amor, pero nosotros buscamos la felicidad en otra parte.
Estar atentos y vigilantes son las premisas para no seguir «vagando fuera de los caminos del Señor», perdidos en nuestros pecados y nuestras infidelidades; estar atentos y alerta, son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras vidas, para restituirle significado y valor con su presencia llena de bon-dad y de ternura. Que María Santísima, modelo de espera de Dios e icono de vigilancia, nos guíe hacia su Hijo Jesús, reavivando nuestro amor por él».
Papa Francisco. Ángelus, 3 de diciembre de 2017.
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. Vivamos junto con la Iglesia la espera del nacimiento del Niño Jesús. Preparemos y encendamos la primera vela de la corona de adviento en familia.
2. Nuestra esperanza no se da en abstracto. ¿Cómo voy a vivir de manera concreta esa espera?
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 524. 1095. 1817-1821.
Texto facilitado por Juan Ramón Pulido, presidente de Adoración Nocturna en Toledo
1ª semana de Adviento. Domingo B: Mc 13, 33-37
Comenzamos hoy un nuevo año litúrgico. Lo comenzamos con estos 4 domingos que llamamos de Adviento, palabra que significa “venida” o llegada del Señor. Venida en su triple dimensión: recordamos la primera venida en la primera Navidad, sabemos que viene continuamente, porque está continuamente entre nosotros, y esperamos la segunda venida, que será triunfal, al final de los tiempos. De esta segunda y final venida nos fijamos un poco más en este primer domingo de Adviento, para que nuestra vida sea una continua y digna preparación para toda venida del Señor. Por eso el comienzo de un nuevo año litúrgico debe ser para nosotros como el comienzo de un nuevo curso, en el que, como buenos alumnos, debemos desear progresar en nuestra formación espiritual. Para este progreso, en este curso del ciclo B, se nos da un texto en los evangelios que será, en buena parte, el evangelio de san Marcos, aquel discípulo inquieto, primero de san Pablo y por fin de san Pedro, que, a instancias de los oyentes de san Pedro en Roma, escribió lo que el apóstol predicaba sobre Jesús.
El evangelio de hoy es el final del capítulo 13 donde, con lenguaje apocalíptico, que significa algo misterioso y con símbolos, nos habla de cosas grandiosas como son el fin de Jerusalén y del mundo. La destrucción de Jerusalén, cuando san Marcos escribió todo esto, quizá no se había dado, pero se preveía porque los israelitas, sobre todo los zelotes, se habían revelado de una manera sangrienta y se preveía el duro castigo de los romanos. Entonces falsos profetas anunciaban milagros de Dios y muchos cristianos creían que la 2ª venida de Jesús, ahora resucitado y triunfal, estaba para llegar. San Marcos les recuerda, con palabras de Jesús, que no es así, que sobre esa venida nadie lo sabe; pero que en toda nuestra vida debemos tener vigilancia.
Estas palabras son muy apropiadas para nosotros. 4 veces dice la palabra: “Velad”. Hoy Jesús nos invita a la vigilancia. Debemos estar alerta, despiertos. Y Jesús nos pone el ejemplo de un amo que se va de viaje y no dice la hora de llegada. Los criados deben estar alerta las 24 horas del día. Debemos estar despiertos, porque, si estamos dormidos, puede venir el maligno a sembrar la cizaña, que son ideas o costumbres que entorpecen nuestra fe o nuestra fidelidad a la palabra dada a Dios. Estar atentos es lo contrario de “distracción”. Y desgraciadamente hay muchas cosas que nos distraen del verdadero camino de nuestra salvación. Pueden ser hasta enfermedades o dolores morales, desgracias personales o catástrofes; pero más frecuentes son las ideas y las costumbres mundanas. En este primer domingo de Adviento debemos tener muy presente cuál es el final o la finalidad de nuestra vida, que es la salvación.
Estamos demasiado metidos en las preocupaciones mundanas. Por eso debemos vigilar. Estas palabras de Jesús algunos creen que sirven para aumentar el temor. Esto viene de épocas medievales por la imagen de los señores feudales demasiado despóticos hacia sus siervos. Pero Jesús nos quiere dar esperanza, porque esta vida es un prepararse al encuentro de nuestro Dios, que es el Padre de mayor bondad.
Vigilar es esperar, pero no con esperanza pasiva sino activa: En la vigilancia Jesús nos hablaba de oración. Hay que orar, pero con los ojos abiertos a la realidad y las manos ocupadas en la redención del mundo. Vigilancia activa es, como dice la primera oración de la misa: “para salir al encuentro del Señor con nuestras buenas obras”.
Vigilar es estar atentos a la Palabra de Dios y ver a Dios en los acontecimientos de cada día. Vigilar es hacer el bien y, como dice la 1ª lectura, practicar la justicia. Sobre todo, es cumplir la voluntad de Dios, que consiste principalmente en el amor. El amor tiende a mejorar el mundo, pero en actitud de servicio. Para ello se requiere esfuerzo y renuncia y una actitud humilde y pobre, como decía la Virgen en el Magnificat: Dios “despidió vacíos a los ricos”, que son los que creen que lo tienen todo, “y llenó de bienes a los hambrientos”, que son los que sienten la necesidad de Dios.
P.Silverio
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Viernes, 27 de Noviembre de 2020
_Ven Espíritu Santo, y enséñame a seguir tus impulsos de amor._
_Enséñame a intentar cada día reaccionar mejor._
_Tú conoces mi debilidad, y sabes cuánto me cuesta cambiar mi forma de vivir._
_Sabes cómo me arrastra muchas veces el egoísmo, el orgullo, la comodidad o la tristeza._
_Pero enséñame a intentar otra manera de encarar la vida._
_Porque sé que bastan esos pequeños intentos para ir cambiando poco a poco mi existencia._
_Ven Espíritu Santo, toca mi inteligencia, mi imaginación, mis capacidades, mis gestos, mi sensibilidad._
_Tócalo todo con tu gracia, para que me decida a cooperar contigo y así aprenda a vivir mejor._
_No quiero conformarme con pedirte una nueva vida. Sé que tengo que entregar algo de mí para alcanzarlo._
_Ayúdame Señor._
_Ven Espíritu Santo._
_Amén._
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Rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento de la inmortalidad que la sigue San Cipriano Tratado sobre la muerte 18,24.26 L. Patrística
Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando él nos llama para salir de este mundo! Nos resistimos y luchamos, somos conducidos a la presencia del Señor como unos siervos rebeldes, con tristeza y aflicción, y partimos de este mundo forzados por una ley necesaria, no por la sumisión de nuestra voluntad; y pretendemos que nos honre con el premio celestial aquel a cuya presencia llegamos por la fuerza. ¿Para qué rogamos y pedimos que venga el reino de los cielos, si tanto nos deleita la cautividad terrena? ¿Por qué pedimos con tanta insistencia la pronta venida del día del reino, si nuestro desea de servir en este mundo al diablo supera al deseo de reinar con Cristo?
Si el mundo odia al cristiano, ¿por qué amas al que te odia, y no sigues más bien a Cristo, que te ha redimido y te ama? Juan, en su carta, nos exhorta con palabras bien elocuentes a que no amemos al mundo ni sigamos sus apetencias de la carne: No améis al mundo - dice- ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo -las pasiones de la carne y la codicia de los ojos y la arrogancia del dinero-, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Procuremos más bien, hermanos muy queridos, con una mente íntegra, con una fe firme, con una virtud robusta, estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea; rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento de la inmortalidad que la sigue. Demostremos que somos lo que creemos.
Debemos pensar y meditar, hermanos muy amados, que hemos renunciado al mundo y que, mientras vivimos él, somos como extranjeros y peregrinos. Deseemos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá al paraíso y al reino, después de habernos arrancado de las ataduras que en este mundo nos retienen. El que está lejos de su patria natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra. Tanto para ellos como para nosotros, significará una gran alegría el poder llegar a su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin término la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin.
Allí está el coro celestial de los apóstoles, la multitud exultante de los profetas, la innumerable muchedumbre de los mártires, coronados por el glorioso certamen de su pasión; allí las vírgenes triunfantes, que, con el vigor de su continencia, dominaron la concupiscencia de su carne y de su cuerpo; allí los que han obtenido el premio de su misericordia, los que practicaron el bien, socorriendo a los necesitados con sus bienes, los que, obedeciendo el consejo del Señor, trasladaron su patrimonio terreno a los tesoros celestiales. Deseemos ávidamente, hermanos muy amados, la compañía de todos ellos. Que Dios vea estos nuestros pensamientos, que Cristo contemple este deseo de nuestra mente y de nuestra fe, ya que tanto mayor será el premio de su amor, cuanto mayor sea nuestro deseo de él.
jueves, 26 de noviembre de 2020
``LA COMUNIDAD MARÍA MADRE DE LOS APÓSTOLES EN LAS REDES SOCIALES HOY``` INCLINANDO LA CABEZA...
Jesús después de sufrir durante tres años toda clase de insultos tales como: endemoniado, embaucador, ignorante, loco, etc... fue elevado en la cruz en la que como nos dice Juan: "Inclinando la cabeza, entregó el espíritu"(Jn 19,30b). Tengamos en cuenta que en Israel la cabeza de una persona representa su máxima dignidad por lo que entendemos lo que Juan nos está queriendo decir. El peso de tanta vejación, dolor, desprecio, burlas… que cayeron sobre Jesús con la muchedumbre injuriándole a gritos, arremolinada al pie de la Cruz, propició que Jesús desprovisto de la más mínima dignidad inclinase la cabeza... y entregase su Espíritu. Al entregarnos su Espíritu nos dio en herencia su infinita riqueza: sus Palabras de Vida -El Evangelio- su relación con el Padre, su cercanía a nosotros como Buen Pastor... etc. Si todo quedase ahí, podríamos admirar a Jesús como un héroe más, un gran benefactor de la humanidad... La cuestión es que nos indica a todos dónde radica la verdadera dignidad del hombre, la que no se marchita... la Eterna. El Padre al levantarle del sepulcro levantó su cabeza, la que fue abatida por el hombre. El Padre elevó y realzó su cabeza humillada hasta el extremo como había sido profetizado por el salmista: "Tú, Yahvé, eres mi gloria, tú realzas mi cabeza" (Sal 3,4). Termino con una pregunta: ¿A qué dignidad aspiramos?
_P. Antonio Pavía comunidadmariamadreapostoles.com_
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Jueves, 26 de Noviembre de 2020
El Espíritu Santo es un buen consejero. Por eso podemos decirle con el Salmo:
*“Bendigo al Señor que me aconseja; aun de noche me instruye en mi intimidad”*
(Salmo 16, 7).
El Evangelio elogia al justo Simeón porque él *“se guiaba por el Espíritu Santo”*
(Lucas 2, 25).
Si estamos atentos, el Espíritu Santo nos hace escuchar su consejo en lo profundo del corazón, y nos orienta por el camino correcto:
*“Recibe el consejo de tu corazón, pues ¿quién te será más fiel que Él?... Y después de todo, suplica al Señor que dirija tus pasos en la verdad”* (Sirácida o Eclesiástico 37, 13.15).
Cada vez que tenemos que tomar alguna decisión, y estamos confundidos, lo mejor es detenerse a pedirle al Espíritu Santo que nos aclare las ideas, que nos ayude a ver mejor, que nos muestre de alguna manera qué es lo que en realidad nos conviene.
Es cierto que debemos informarnos, consultar, reflexionar; pero lo primero debería ser invocarlo a Él, creyendo de verdad que es el mejor Consejero.
Cuando lo invocamos de verdad, podemos estar atentos a las respuestas que surgen en lo íntimo del corazón, y allí encontraremos luz.
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miércoles, 25 de noviembre de 2020
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Miércoles, 25 de Noviembre de 2020
_Ven Espíritu Santo, Espíritu de esperanza.
Cuando me parezca que todo está perdido._
_Ven, Espíritu de esperanza._
_Cuando crea que todos son egoístas e interesados._
_Ven, Espíritu de esperanza._
_Cuando sienta que no vale la pena empezar algo nuevo._
_Ven, Espíritu de esperanza._
_Cuando piense que ya no podré cambiar._
_Ven, Espíritu de esperanza._
_Cuando crea que ya nada bello se puede esperar de la vida._
_Ven, Espíritu de esperanza._
_Cuando me parezca que la civilización del amor no es más que una utopía._
_Ven, Espíritu de esperanza._
_Cuando sienta que yo ya no puedo hacer nada por la paz y la justicia._
_Ven, Espíritu de esperanza._
_Cuando me canse de luchar._
_Ven Espíritu de esperanza._
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martes, 24 de noviembre de 2020
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Martes, 24 de Noviembre de 2020
El Espíritu Santo no consiente la mediocridad; siempre quiere llevarnos a algo más.
El martirio es una muestra de lo que puede llegar a provocar el Espíritu Santo. Por eso la Iglesia nos propone recordar a los mártires de distintas regiones de la tierra, para reconocer la acción del Espíritu Santo y para estimular nuestra entrega. Hoy recordamos a los 117 mártires de Vietnam.
Estos mártires son personas de diversas condiciones y estados de vida: obispos, sacerdotes, catequistas, padres de familia, profesionales, pescadores. Así vemos que, en cualquier situación que vivamos, es posible entregarlo todo. Cada uno de nosotros, en la tarea que le toque realizar, puede dejarse tomar por el Espíritu Santo, y dar la vida en esa tarea generosa.
Uno de estos mártires, llamado Pablo, decía con firmeza, en medio de los tormentos espantosos que le hacían sufrir:
_“Estoy lleno de gozo y de alegría. No estoy solo, Cristo está conmigo"._
A pesar de las crueles persecuciones, que buscaban amedrentar a los pobladores para que no se hicieran cristianos, hoy la Iglesia en Vietnam ya tiene unos seis millones de fieles cristianos. Por eso, ninguna circunstancia adversa debería hacernos pensar que no vale la pena entregarse, que nada puede ser mejor, que nuestra entrega es inútil. Ninguna lucha, llevada con amor, será infecunda, más allá de lo que nosotros lleguemos a ver con nuestros ojos. Por eso, cuando nos parece que sufrimos inútilmente, invoquemos al Espíritu Santo, y dejemos que Él bendiga ese dolor. De esa manera, nuestro sufrimiento dará frutos preciosos.
Los mártires nos impulsan a entregar la vida, cada día. Es posible, si nos dejamos impulsar y fortalecer por el Espíritu Santo.
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lunes, 23 de noviembre de 2020
```LA COMUNIDAD MARÍA MADRE DE LOS APÓSTOLES EN LAS REDES SOCIALES HOY``` *CADA CUAL ELIGE A SU PASTOR*
Todos morimos según la calidad de vida de nuestro existir. Calidad no tanto respecto a logros profesionales y sociales, que también cuentan, sino esa calidad de vida que elevándose majestuosamente frente a la llamada ineludible de la muerte, la somete. Una calidad de vida así, que somete a la muerte no se alcanza por haber tenido más o menos suerte; la tiene todo aquél que escoge como acompañante de sus pasos a Jesús, El Buen Pastor; su Evangelio es la Fuente, el Manantial de la Vida. Quien se deja pastorear por Él, incluso con momentos de "tira y afloja" porque las dudas, que son normales, le asaltan, encara la muerte amparado por Aquél por quien se dejó pastorear, Jesús que tomándole en sus brazos como un cordero, lo lleva hasta su Padre: Dios. Hay quienes viven ingenuamente como si la muerte no fuera con ellos. La verdad es que no viven, más bien malviven y como dice el Salmista, se dejan pastorear por la Muerte, encima "están contentos con su suerte" (Sal. 49,14-15).
_P. Antonio Pavía comunidadmariamadreapostoles.com_
*ORACIÓN: CRISTO REY*
Jesús, te acojo como Rey, como Señor de mi vida, voluntariamente, con entera libertad. Me invitas a seguirte y esperas con paciencia mi respuesta. No me has prometido dinero, ni honores, ni vida fácil, pero me aseguras la paz y la alegría más grandes.
Tu único poder es el Amor, el amor que se entrega para dar vida; el amor que sabe sacar el bien del mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa.
Por eso, Jesús, te acojo como Rey, como Señor de mi vida, con confianza, gratitud y alegría. Y te pido la gracia de servirte en tus predilectos: los pobres.
Que sepa escuchar y estremecerme ante el dolor ajeno; aprender de las personas más necesitadas; descubrir tu presencia en su carne sufriente y ser instrumento en tus manos, para que puedan vivir con dignidad e integrarse plenamente en la sociedad. Amén.
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Lunes, 23 de Noviembre de 2020
_Ven Espíritu Santo, a despertar mi vida interior. Ven a elevar mi corazón en gratitud._
_Todo el universo es una alabanza gozosa para el Padre Dios. Lo adoran los pájaros cantando, lo adoran los arroyos corriendo entre los cerros, lo adoran el sol y la luna iluminando._
_Ayúdame Espíritu Santo, a compartir esa alegría de todo el universo._
_Enséñame a vivir con la sencillez y el gozo que tienen tus criaturas más simples. Quiero alegrarme con el color de las piedras, con la forma de las nubes, con la sencillez de la hierba y de las flores._
_Espíritu Santo, lleno de vida purísima, vitalidad siempre nueva. Tú has querido derramar vida en el universo, y por eso existe la multitud variada de todas las criaturas._
_También yo soy una llama de vida que Tú has querido encender con tu poder sin límites. Te doy gracias, Señor, por el milagro de mi vida, porque me sacaste de la nada. Porque yo podría no existir, y sin embargo aquí estoy, sostenido por tu infinito poder._
_Concédeme Señor, que pueda valorar y gozar esta vida que me das, que aprenda a disfrutarla con alegría y gratitud. Espíritu Santo, que hoy pueda alegrarme contemplando cada cosa, reconociendo la hermosura que has puesto en todos los seres._
_Lléname de la alegría cósmica que invade todas las cosas, Tú que eres el sublime Espíritu que todo lo llena._
_Amén._
Domingo. Fiesta de Cristo Rey, A: Mt 25, 31-46
Con la fiesta de Cristo Rey terminan los domingos del año litúrgico. Como decía Juan Pablo II, esta solemnidad es “como una síntesis de todo el misterio salvífico”.
Cuando el papa Pío XI instituyó esta fiesta, lo hizo para mostrar a Jesús como único soberano ante una sociedad que parecía querer vivir de espaldas a Dios. Hoy también queremos expresar que Jesús debe ser soberano total para cada uno y para la sociedad. Claro que su reino no quiere ser de fuerza y poder, sino de bondad y amor.
La palabra “rey” tiene hoy muchas connotaciones. Nosotros nos atenemos al sentido antiguo y total, ya que aparece muchas veces en la Sagrada Escritura. Jesús desde el principio predicaba sobre el “Reino de Dios” o de los cielos. Y muchas veces tratamos de las diferentes cualidades de ese “Reino”, según nos enseña Jesús.
Lo cierto es que Él se tenía por rey. Así se lo dijo a Pilato: “Yo soy rey”. Pero a continuación explicó que su reino no es como los de este mundo. En la historia ha habido grandes errores al querer convertir el reino de Jesús a la manera del mundo. Y a veces en el nombre de Cristo se han justificado crímenes y victorias materiales de unos sobre otros. Pero el Reino de Dios es la victoria sobre la opresión y la muerte por medio del perdón. Es fundamentalmente un reino de amor. Hoy se nos dice la manera de entrar en el Reino de Dios: por medio del amor.
En la Última Cena Jesús hacía la distinción de los dos reinos y decía: “Los reyes de la tierra dominan sobre las personas”; pero Él estaba en medio como el que sirve. Y les decía a los apóstoles que quien quiera ser el primero, que se haga el último, el esclavo de todos. Bien podemos decir que en nuestra religión “servir es reinar”.
Cristo es nuestro rey, porque es el único que nos ama de una manera total. Y por lo tanto es el único por quien vale la pena entregarse en cuerpo y alma. La mejor forma de honrar a Jesús es imitándole en su actitud de servicio hacia la humanidad.
Y como es Dios, rey dueño de todo, un día nos juzgará sobre nuestras obras en la vida. Dios es tan bueno que nos da la oportunidad de poder ganar con nuestros méritos la alegría eterna. Pero también corremos el riesgo de perderla. Hoy en el evangelio nos cuenta de qué nos va a juzgar aquel día. Es algo muy serio y de vital trascendencia.
Jesús nos juzgará no sobre las ideas y las palabras, ni siquiera sobre las prácticas religiosas, aunque pueden ser muy buenas, pues nos ayudan a conseguir lo principal que es el amor. Hoy nos dice el evangelio que nos juzgará sobre las obras que hayamos hecho o dejado de hacer en cuanto a la caridad: las obras de misericordia. Y lo más impresionante es que El, siendo juez, se identifica con los pobres y necesitados. Por lo tanto las obras que pueden salvarnos son las obras de amor. Esto sirve para los cristianos y para todos los pueblos.
Por eso, aunque hagamos cosas maravillosas, en el sentido material y humano, si no lo hacemos con amor y para el bien de los demás, no nos servirán. Así que las obras de misericordia no es algo que debamos hacer, cuando no tengamos otra cosa importante que hacer. Es lo más importante. Es la manera de corresponder al inmenso amor de Jesús, porque en el necesitado está Jesús.
Y cuando se habla del necesitado, no es sólo en el sentido material. Hay otras muchas necesidades, psicológicas y sobre todo espirituales. Por eso todos nos podemos ayudar. Aunque uno crea que es un pobrecito, siempre puede ayudar a otros.
Jesús no nos pide un amor idealista, sino efectivo, traducido en obras concretas. Haciendo el bien es como podemos hacer que el Reino de Dios sea apetecible. Todos estamos obligados a extender el Reino de Dios. Es difícil ir a predicar a otros lugares; pero sí podemos hacer el bien, entre nosotros, en la misma casa y en la familia. Y el Reino de Dios, que es de paz, de justicia, de vida y verdad, se habrá extendido. Que Cristo reine en nuestras personas y, por nuestro amor, se irá extendiendo.
domingo, 22 de noviembre de 2020
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Domingo, 22 de Noviembre de 2020
El Espíritu Santo es el artista interior, el que puede hacernos bellos por dentro.
Esto es muy importante sobre todo hoy, que tenemos una idea tan equivocada de la belleza. Sentimos que las personas valen por la apariencia física. Y la sociedad de consumo nos inunda permanentemente con productos que podemos comprar para mejorar la apariencia exterior. De esa manera, los que quieren vendernos ropa, cosméticos y tratamientos, llegan a convencernos que las personas sólo valen por su atractivo corporal.
Pero nadie está del todo contento con su apariencia, y la mayoría de las personas tiene algún temor a volverse feo, viejo, a perder el atractivo físico, a ser despreciado por su aspecto. ¡Cuántos sufrimientos inútiles!
Pero sabemos que todo eso es mentira. Porque lo más atractivo y fascinante es la belleza interior de las personas, sus virtudes, sus actitudes, su dignidad, su entrega.
El Espíritu Santo no nos hará más altos o más rubios, porque en realidad para Él todos somos bellos de una manera diferente, aunque eso no responda a los gustos de la sociedad. Lo que Él quiere hacer es darnos esa belleza interior que el mundo no nos puede dar y que nadie nos podrá vender. Dejemos que Él haga su obra en nosotros para que alcancemos esa suprema hermosura.
Así sea.
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sábado, 21 de noviembre de 2020
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Sábado, 21 de Noviembre de 2020
_Ven Espíritu de fraternidad,_
_porque el Padre Dios quiere a sus hijos unidos como hermanos._
_Ven Espíritu de unidad,_
_porque detestas la división y la enemistad._
_Ven Espíritu de hermandad,_
_porque fácilmente nos dejamos llevar por los rencores,_
_las envidias, el egoísmo._
_Ven Espíritu de caridad,_
_porque tu amor nos motiva a construir puentes, a tender lazos,_
_a estrechar las manos._
_Ven Espíritu de amor sincero,_
_para que no se mueran mis sueños de un mundo de hermanos,_
_de una civilización del amor, de una tierra unida._
_Ven Espíritu Santo._
_Amén._
viernes, 20 de noviembre de 2020
Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Ciclo A – 22 de noviembre de 2020 «¡Venid, benditos de mi Padre!»
Lectura del profeta Ezequiel (34,11-12.15-17): A vosotros mis ovejas voy a juzgar entre oveja y ove-ja.
Así dice el Señor Dios: «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones.
Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear -oráculo del Señor Dios-. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido.
Y a vosotras, mis ovejas, así dice el Señor: Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.»
Salmo 22,1-2a.2b-3.5.6: El Señor es mi pastor, nada me falta. R./
El Señor es mi pastor, nada me falta: // en verdes praderas me hace recostar. R./
Me conduce hacia fuentes tranquilas // y repara mis fuerzas; // me guía por el sendero justo, // por el honor de su nombre. R./
Preparas una mesa ante mí, // enfrente de mis enemigos; // me unges la cabeza con perfume, // y mi copa rebosa. R./
Tu bondad y tu misericordia me acompañan // todos los días de mi vida, // y habitaré en la casa del Señor // por años sin término. R./
Lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios (15,20-26.28): Devolverá a Dios Padre su reino y así Dios lo será todo para todos.
Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la re¬surrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últi¬mos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniqui¬lado todo principado, poder y fuerza.
Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estra¬do de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se some¬terá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (25,31-46): Se sentará en el trono de su gloria y se-parará a unos de otros.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los án¬geles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él sepa-rará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino prepara¬do para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me ves-tisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme."
Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?»
Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis."
Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visi-tasteis."
Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o des¬nudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?"
Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo."
Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
El año litúrgico se cierra siempre con la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Desde la reforma litúrgi¬ca la Iglesia ha reservado este último Domingo del año para contemplar a Jesucris-to en la plenitud de su gloria y poder. La primera lectura (Ezequiel 34,11-12.15-17), tomada del profeta Ezequiel, manifiesta el amor del Señor que se desvive por buscar a sus ovejas, sigue su rastro, las apa-cienta, venda sus heridas, cura las enfermas. El Señor juzgará entre oveja y oveja. Asimismo, el Salmo Responsorial 22 destaca el amor y la misericordia del Señor que como Buen Pastor conduce, guía y con-forta a sus ovejas. San Pablo, en la carta a los Corintios, nos habla del poder de Cristo que aniquilará todos los poderes hostiles al Reino de Dios. El último enemigo en ser vencido será la muerte (1Corintios 15,20-26.28). Finalmente, el Evangelio nos presenta la venida definitiva del «Hijo del Hombre» que viene para separar a unos de otros, como un pastor separa a las ovejas de las cabras. El criterio que seguirá el Señor en este día será el criterio del amor y la caridad: porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber... Todos los que hayan practicado el amor a Cristo y a sus hermanos irán a la vida eterna; los otros, al castigo eterno (San Mateo 25,31-46), ya que, como nos dice San Juan de la Cruz: «en la tarde de la vida seremos examinados sobre el amor».
«Yo soy el Buen Pastor»
El profeta Ezequiel nos ofrece uno de los textos más bellos del Antiguo Testamento. En él se repite has-ta tres veces que «el Señor mismo» es quien se preocupa por cada una de sus ovejas; la busca si se han perdido, la cura si está herida, le ofrece pastos abundantes si padece hambre. Los malos pastores, aque-llos que no buscan el «bien común» de sus hermanos, han dejado que se pierdan las ovejas, se han apro-vechado de ellas; por eso, el profeta anuncia que será Dios mismo quien ahora cuidará del rebaño. «Y suscitaré sobre ellos un solo pastor que las apacentará, mi siervo David, él las apacentará y será su pas-tor; y yo, el Señor seré su Dios, y mi siervo David, su príncipe en medio de ellos. Yo, el Señor, he habla-do» (Ez 34, 23-24).Dios que es justo y ejerce esta justicia con amor juzgará a cada una de las ovejas y «vendrá a salvar a (sus) ovejas para que no estén expuestas a los peligros».
El bellísimo salmo 22 hablará del buen pastor y cuánto conforta saber que «Dios mismo» es nuestro pastor, que «Dios mismo» nos conduce y repara nuestras fuerzas, nos guía por senderos de justicia. Éste buen pastor será, al final de nuestra vida, quien nos juzgará. Jesús vino a la tierra como el Buen Pastor en busca de sus ovejas y desea que todas ellas estén en el redil formando parte de su amado rebaño. El pas-tor, al final del texto de Ezequiel, separa oveja de oveja. Se trata pues de una llamada urgente para deci-dirse a favor o en contra del Señor. Quien no está con Él estará contra Él. Muchos, lamentablemente, no quieren oír los ruegos del Señor y no quieren «ser del rebaño de Jesús».
Cristo vence a todos los enemigos del hombre
Cristo, Rey del Universo, vencerá a todos los enemigos del hombre. Así, en la carta a los Corintios, San Pablo habla de todos los principados y potestades que se oponen al Reino de Dios. «Todos los enemigos deben quedar bajo el estrado de sus pies», porque al final de los tiempos se debe realizar toda justicia. Al final, el mal será definitivamente derrotado por el bien y por el amor; pero recordemos que el triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal. Pablo mismo nos exhorta: «No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien» (Rm 12,21).El enemigo de Dios y del hombre, el diablo, sufrirá la última derrota de frente a Cristo resucitado, Señor de vivos y de muertos. ¡Cómo deberían incidir en nuestras vidas, verdades tan fundamentales y decisivas! Cristo tiene que reinar. Cristo reinará y vencerá el último enemigo, la muerte. En su bello libro «Memoria e Identidad» el recordado San Juan Pablo II nos dice: «He aquí la respuesta a la pregunta esencial: el sentido más hondo de la historia rebasa la historia y encuentra la plena explicación en Cristo, Dios-Hombre. La espe-ranza cristiana supera los límites del tiempo. El reino de Dios se inserta y se desarrolla en la historia hu-mana pero su meta es la vida futura».
«Pero, ¿cuándo te vimos desnudo, hambriento, enfermo o en la cárcel?»
Siempre que escuchamos acerca del «Juicio Final» tenemos la tentación de pensar que ésta es una realidad bastante lejana de nuestra vida cotidiana. ¡Todavía falta tanto tiempo…! Justamente lo que el Se-ñor Jesús hace es traernos lo más cerca posible esta realidad última. El pasaje se inicia hablando sobre el «Hijo del hombre» que vendrá en su gloria. Este es el nombre que Jesús adoptó para referirse a su propia perso¬na y es un título enigmático que al mismo tiempo oculta y revela su miste¬rio.
En efecto, el Hijo eterno de Dios que estaba en los esplendores de la gloria del Padre, «se despojó de sí mismo tomando la condi¬ción de siervo hacién¬dose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como un hombre; y se humilló a sí mismo, obede¬ciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Fil 2,7-8). Cuando Jesús estaba ante los Sumos Sacerdo¬tes y el Sanedrín, respondiendo sobre quién era, dice: «Sí, y yo os aseguro que veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo» (Mt 26,64). El que estaba siendo juzgado y condenado por los hombres, es el mismo que al final de la historia vendrá como Juez de vivos y muertos y serán congregadas ante Él todas las naciones. Pondrán unos a su derecha y otros a su izquierda.
¿Cuál será el criterio para decidir quiénes irán a un lado u otro? Ante todo, sabemos que no es insignifi-cante el estar a la derecha o a la izquierda ya que nuestra «eternidad» depende de ello. La diferencia entre una situación y la otra es total: unos son llamados «benditos de mi Padre» y los otros, «mal¬ditos»; unos poseen el Reino y los otros van al fuego eter¬no. Pero por otro sabemos que no es una sentencia arbitraria, porque el Juez explica los motivos de la glorificación o de la condenación eterna. A los de la derecha el Rey dirá: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era forastero y me acogis-teis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba en la cárcel y vinisteis a verme». La sorpresa ahora será mayúscula ya que, aparentemente, nunca se han encontrado con el Se-ñor. Sin embargo, la respuesta aclara la duda: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pe-queños, a mí me lo hicis¬teis». El Rey se identifica con los hambrientos, los sedientos, los desnudos, los enfermos, los débiles, los encarcelados, los despreciados del mundo. Si queremos ser gratos al Rey, el único modo que tenemos aquí en la tierra es hacerlo en aquéllos a quie¬nes él llama «mis hermanos más pequeños». Jamás se ha elevado a una dignidad mayor a los pobres y necesitados. A los de la izquierda dirá lo contrario y éstos preguntarán: «¿Cuándo...cuándo?». Y la sentencia seguirá la misma lógica que la anterior: «Cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, conmigo dejasteis de hacerlo».
La última y definitiva sentencia
El juicio es final y la sentencia por lo tanto es definiti¬va: «Irán unos al castigo eterno y los otros a la vida eter¬na». Ambas situaciones son «eter¬nas» y no habrá tribunal de apela¬ción ya que no habrá más tiempo ni espacio. El criterio discriminante está claramente expuesto: el amor. San Agustín nos dice: «El amor es la consumación de todas nuestras obras. En el amor está el fin. Hacia él corremos». Sabemos claramente qué nos van a examinar. Toca a cada uno preparar bien la respuesta que daremos. La única actitud que no podremos tener es la de preguntar: «¿Cuándo, Señor, te vimos en necesi¬dad?». Nunca se expresó en modo más claro que el amor a Dios y amor al prójimo constituyen un solo amor: amando a los pequeños de este mundo es a Cristo mismo a quien amamos.
Una palabra del Santo Padre:
«El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de Job: «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (29,15). Quisiera hacerlo en la perspectiva de la sapientiacordis, la sabiduría del cora-zón.
1. Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es «pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y bue-nos frutos, imparcial, sin hipocresía» (3,17). Por tanto, es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación del Salmo: «¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la sabiduría en nuestro corazón!» (Sal 90,12). En esta sapientiacordis, que es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.
2. Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que contiene las palabras «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies», se pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocu-parse del huérfano y de la viuda (vv.12-13).
Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y «del cojo los pies». Personas que están junto a los enfermos que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentar-se. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de san-tificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.
3. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servi-do, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28). Jesús mismo ha dicho: «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22,27).
Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender el valor del acompaña-miento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho en la «calidad de vida», para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.
4. Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor espe-cial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el fre-nesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella pa-labra del Señor, que dice: «A mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).
Por esto, quisiera recordar una vez más «la absoluta prioridad de la “salida de sí hacia el otro” como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para dis-cernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios» (Exhort. ap. Evangeliigaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan «la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (ibíd.).
5. Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Jb 2,13). Pero los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación y se complace del bien he-cho».
Papa Francisco. Mensaje con ocasión de la XXIII Jornada Mundial del Enfermo 2015
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. «A mí me lo hicisteis». ¿Cómo vivo la caridad y la solidaridad con mis hermanos más necesita-dos, especialmente en los duros tiempos que vivimos? ¿Percibo en ellos el rostro de Cristo?
2. «El Señor es mi Pastor, nada me falta». Recemos y meditemos en familia el bello Salmo 23(22).
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 678- 679.
TEXTO facilitado JUAN RAMON PULIDO, presidente diocesano de ADORACION NOCTURNA, TOLEDO
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