viernes, 30 de abril de 2021
Domingo 5º de Pascua B, 1º: Jn 15, 1-8
Estas palabras están dichas por Jesús en su despedida de la Ultima Cena; pero son una especie de resumen de ideas que les habría dicho a los apóstoles en aquellos años. Ahora les ha dicho algo muy importante, esencial para nuestra vida en el espíritu. Y es que tenemos que estar unidos con Jesucristo, si queremos que nuestra vida tenga frutos de vida eterna. Un buen profesional o artista puede dejar frutos de su trabajo que sean estimados y perduren cierto tiempo; pero si lo hizo por egoísmo, sin unión con Dios, no le sirve para la vida eterna. Mientras que un trabajo sencillo, como puede ser barrer o lavar, si se hace con sentido de la presencia de Dios o por amor al prójimo, tendrá un valor que perdurará por toda la eternidad.
Para expresar esto Jesús, lo hace con el ejemplo de la vid y los sarmientos, que son las ramas que sostienen los racimos de uvas. Podría haber puesto el ejemplo de cualquier árbol, que produce frutos. Habló de la vid porque era frecuente en Palestina y para muchos era un símbolo nacional. Igual que una rama, si está unida al tronco, da frutos, que pueden ser en abundancia, mientras que si está separada del tronco, no puede dar frutos, nos pasa a nosotros, si estamos unidos o no con Jesucristo.
Cuando hablamos de unión con Jesucristo, en primer lugar nos referimos a la unión fundamental y necesaria, que es el vivir en gracia o sea sin pecado; pero también hablamos del progreso de esta unión, porque es una vida que debe estar en continuo movimiento y progreso. Lo primero y elemental es estar unidos por la gracia. Llamamos “Gracia” a un don especial que Dios nos da porque nos ama. Nosotros lo recibimos en el Bautismo. No tratamos ahora de aquellos que no han podido conocer a Jesús y pueden tener un deseo de bautismo que va incluido en una vida honesta y justa.
Lo hermoso y al mismo tiempo terrible es que Dios nos quiere tanto que nos da la libertad para que cooperando con esa gracia que nos da, podamos merecer un premio. Y digo que es terrible porque muchos usan esa libertad para separarse de Dios. Muchos rechazan la amistad que Dios nos ofrece y, por la soberbia y el egoísmo, rompen la unión que debemos tener con Jesucristo. Esto es el pecado.
Por eso no nos tenemos que conformar con estar unidos con sólo lo elemental. Para evitar caer en pecado, y sobre todo por amor a Dios, debemos progresar cada vez más en esa unión. A veces hacemos la renovación de las promesas del Bautismo. Es como hacer una revisión para ver si estamos en gracia y recibir un nuevo impulso. Pero Jesús nos dejó instrumentos concretos para crecer en su unión. Los sacramentos son la ayuda especial de Jesús, sobre todo la Eucaristía. En ningún momento podemos estar mejor unidos con Jesucristo. Pero también la Eucaristía puede recibirse de forma indigna, si lo hacemos con distracción o por costumbre. Por eso debemos estar preparados por una unión afectiva o del corazón. Y ésta sí que hace las diferencias entre los cristianos. Vemos a dos personas rezar lo mismo: una puede estar unida a Jesucristo en lo más íntimo del alma, mientras que otra apenas roza el corazón.
Hoy también habla el evangelio sobre la oración de petición. Dice que conseguirá todo aquel que reza “unido con Jesús”. ¿Con qué cara va a pedir algo a Jesús aquel que está separado de El por el pecado? Lo primero que debemos pedir, con humildad, es la fuerza y la gracia para evitar el pecado, para estar unido a Jesucristo. Por eso debemos pedir el amor y orar con mucho amor. El amor une y el odio separa.
El ejemplo de la vid y los sarmientos no sólo debemos tomarlo en sentido de cada persona individual. Ya en el Ant. Testamento, especialmente en los profetas, se hablaba del pueblo de Dios, que por no estar unido a Dios en el amor y el cumplimiento de sus mandamientos, en vez de dar frutos buenos, los daba podridos o amargos. Por eso debían convertirse a Dios. En este día pidamos que nuestros frutos sean buenos, que lo serán, si procuramos aumentar continuamente nuestra unión con Dios.
P. Silverio
Domingo de la Semana 5ª de Pascua. Ciclo B «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos»
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (9,26-31): Les contó cómo había visto al Señor en el camino.
En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de jun¬tarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los após-toles.
Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públi¬camente el nombre de Jesús.
Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusa¬lén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propu¬sieron suprimirlo. Al ente-rarse los hermanos, lo bajaron a Cesa¬rea y lo enviaron a Tarso.
La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fide-lidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo.
Salmo 21,26b-27.28.30.31-32: El Señor es mi alabanza en la gran asamblea. R/.
Cumpliré mis votos delante de sus fieles. // Los desvalidos comerán hasta saciarse, // alabarán al Señor los que lo buscan: // viva su corazón por siempre. R/.
Lo recordarán y volverán al Señor hasta de los confines del orbe; // en su presencia se postrarán las fa-milias de los pueblos. // Ante él se postrarán las cenizas de la tumba, // ante él se inclinarán los que ba-jan al polvo. R/.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá, // hablarán del Señor a la generación futura, // contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: // todo lo que hizo el Señor. R/.
Domingo de la Semana 5ª de Pascua. Ciclo B
«Yo soy la vid; vosotros los sarmientos»
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo.
Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo re-cibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamien-to: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo man-dó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (15,1-8): El que permanece en mí y yo en él, ése da fru-to abundante.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
Todas las lecturas de este quinto Domingo de Pascua nos hablan de la necesidad de estar unidos a Je-sucristo, Muerto y Resucitado para producir los frutos buenos que el Padre espera de nosotros. La Primera Lectura nos muestra a San Pablo que narra su conversión a los apóstoles y sus predicaciones en Damasco. Su anhelo es el de predicar sin descanso a Cristo a pesar de las amenazas de muerte de los hebreos de lengua griega. En la Segunda Lectura, San Juan continúa su exposición sobre las verdaderas exigencias del amor. No se ama solamente con bellas palabras o discursos altisonantes, como pretendían la secta de los «gnósticos» , sino en obras concretas de amor. No se puede separar la fe de la vida cotidiana. La bella parábola de la vid y los sarmientos nos confirma que sólo podremos dar frutos de caridad, si permanece-mos unidos a la vid verdadera, Cristo el Señor.
De Saulo a Pablo
Leemos en el inicio del capítulo 9 del libro de los Hechos de los Apóstoles: «Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén». Este mismo Saulo , después de haber sido tocado por el Señor, va intentar juntarse con los discípulos de Jesús. Es por ello comprensible el miedo y la desconfianza que inspiraba.
Tres años después de su conversión, Saulo va por primera vez a Jerusalén. Bernabé , generoso y noble chipriota que ha vendido su campo para poner el importe a los pies de los apóstoles (ver Hc 4, 36-37), fue el instrumento providencial para introducir a Saulo enla Iglesia de Jerusalén, así como en Antioquía y luego en el mundo de los gentiles. Bernabé narra como Saulo había predicado «valientemente en el nombre del Se-ñor». Esta reveladora frase nos habla del fervor, la valentía y la convicción que va a caracterizar todo el ministerio apostólico de San Pablo. A los romanos, Pablo les dirá que no se avergüenza del Evangelio por-que es «fuerza de Dios». Esta vehemencia le costará ser perseguido hasta poner su vida en peligro por el Señor. De perseguidor a perseguido...de Saulo a Pablo.
«No amemos de palabra, ni de boca...»
La Primera Carta del apóstol San Juan pone de relieve, de modo contundente, que no se puede amar sólo de palabra, sino con obras y según la verdad. «Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su her-mano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?»(1Jn 3,17).Jesucristo ha vivido de manera plena el amor dando su vida por nosotros; así también nosotros de-bemos dar la vida por los hermanos (1Jn 3,16). ¿Cómo podemos dar la vida por los demás? Lógicamente no todos pueden dar la vida mediante el martirio ; sin embargo todos podemos dar la vida por nuestros hermanos de muchas formas concretas; ya sea mediante el servicio constante, la paciencia, el velar por el otro, etc. El hecho de actuar movidos por este criterio es signo evidente de que somos «de la verdad».
Un principio tranquilizador de nuestra conciencia lo encontraremos solamente en Dios. Él lo conoce todo y es infinitamente comprensivo con las dificultades que debemos superar para poder «guardar los manda-mientos y hacer lo que le agrada». Él se halla muy por encima de nuestras pequeñeces y se alegra con nuestra conversión que, gracias a su Hijo, es fuente de verdadera paz (Rom 5,1).
«Yo soy la vid verdadera...»
Si cualquier persona dijera: «Separados de mí no podéis hacer nada», lo consideraríamos una pretensión intolerable. Pero lo dijo Jesús y en la historia ha habido multitud de hombres y mujeres que lejos de conside-rarla una pretensión, están convencidos de su veracidad. El Evangelio de hoy es una de las páginas cum-bres del Evangelio. «Yo soy la vid verdadera». Es una frase por la cual Jesús define su identidad. En primer lugar, nos llama la atención el adjetivo: «verdadera». ¿Es que hay una «falsa» vid con la cual Jesús quiere establecer el contraste? No exactamente. El adjetivo «verdade¬ro» se usa en el Evangelio de Juan para cua-lificar una realidad que ha sido preanunciada en el Antiguo Testa¬mento por medio de una figura y que aquí tiene su realiza¬ción plena. Ese adjetivo establece una oposición entre anuncio y cumplimiento. Es, enton-ces, necesario buscar en el Antiguo Testamento un lugar en que aparezca la vid como imagen, pues a ella se refiere Jesús. La afirmación de Jesús quiere decir que aquí ha alcanzado la verdad lo que allá no era más que una sombra. Aquí ha sido revelado lo que allá era un anuncio.
El lugar que buscamos lo encon¬tramos en el capítu¬lo V de Isaías. Allí Isaías refiere la canción de amor de un propie¬ta¬rio por su viña; destaca la solicitud con que la cultiva y cuida; pero también su pesar al obtener de ella solamen¬te frutos amargos. Entonces concluye: «Viña del Señor, Dios de los ejércitos, es la Casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantío exquisito. Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad; honra-dez, y hay alaridos» (Is 5,7). La frustra¬ción de Dios por la conducta de su pueblo se ve completamen¬te re-parada por la fidelidad de Jesús. Todo lo que Dios esperaba de su viña, lo obtiene con plena satis¬facción de Jesucristo. Esto es lo que quiere decir Jesús cuando declara: «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador». Si en la canción de la viña de Isaías, el dueño «esperaba que diese uvas» (Is 5,2), esta esperanza se ve satisfecha en Jesús. En Él Dios encuen¬tra frutos abundan¬tes y delicio¬sos; en Él Dios se complace.
«Vosotros sois los sarmientos…»
Pero, en seguida, Jesús se extiende a nuestra relación con Él diciendo: «Yo soy la vid, vosotros los sarmien¬tos». Enseña así que también nosotros podemos participar de su condición de vid verdadera; que podemos ser parte de la misma vid cuyo viñador es el Padre; y que también nosotros podemos dar frutos que satisfagan al Padre. Pero esto sólo a condición de permanecer unidos a Cristo. Lo dice Él de manera categórica: «El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada». La unión con Cristo nos permite realizar un tipo de obras que tienen significado ante Dios. In-cluso podemos así dar gloria a Dios: «La gloria de mi Padre está en que deis fruto, y que seáis mis discípu-los». Esos frutos que dan gloria a Dios no los podemos dar nosotros sin Cristo, pues separados de Él somos como los sarmientos separados de la vid.
¿A qué se refiere Jesús cuando habla de «frutos»? Eso queda claro más adelante cuando dice: «Lo que os mando es que os améis los unos a los otros» (Jn 15,17). Es lo mismo que decir: «Lo que os mando es que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca» (ver Jn 15,16). El único fruto que Dios espera de noso-tros es el amor; pero a menudo obtiene sólo uvas amargas, que son nuestro egoísmo. De lo enseñado por Jesús se deduce que el hombre no puede poner un acto de amor verdadero, sin estar unido a Cristo, pues el amor es un acto sobrenatural que nos es dado.
San Pablo expone esta misma enseñanza de manera incisiva en el famoso himno al amor cristiano: «Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los miste¬rios y toda la ciencia; aunque tuviera pleni-tud de fe como para trasladar montañas, aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada soy» (1Cr 13,2). Si el hombre no tiene amor, no tiene entidad ante Dios. Es-to es lo que dice Jesús: «Sin mí no podéis poner un acto de amor, sin mí no podéis hacer nada, sin mí no sois nada». Empeza¬mos a existir ante Dios cuando nos injertamos en Cristo y gozamos de su misma vida divina. Y esto sucede por primera vez en nuestro bautismo.
Una palabra del Santo Padre:
«Llamados por Dios. Creo que es importante reavivar siempre en nosotros este hecho, que a menudo damos por descontado entre tantos compromisos cotidianos: «No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes», dice Jesús (Jn 15,16). Es un caminar de nuevo hasta la fuente de nuestra llamada. Por eso un obispo, un sacerdote, un consagrado, una consagrada, un seminarista, no puede ser un desmemoriado. Pierde la referencia esencial al inicio de su camino. Pedir la gracia, pedirle a la Virgen, Ella tenía buena memoria, la gracia de ser memoriosos, de ese primer llamado. Hemos sido lla-mados por Dios y llamados para permanecer con Jesús (cf. Mc 3,14), unidos a él. En realidad, este vivir, este permanecer en Cristo, marca todo lo que somos y lo que hacemos. Es precisamente la «vida en Cris-to» que garantiza nuestra eficacia apostólica y la fecundidad de nuestro servicio: «Soy yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea verdadero» (Jn 15,16). No es la creativi-dad, por más pastoral que sea, no son los encuentros o las planificaciones los que aseguran los frutos, si bien ayudan y mucho, sino lo que asegura el fruto es ser fieles a Jesús, que nos dice con insistencia: «Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes» (Jn 15,4). Y sabemos muy bien lo que eso signifi-ca: contemplarlo, adorarlo y abrazarlo en nuestro encuentro cotidiano con él en la Eucaristía, en nuestra vida de oración, en nuestros momentos de adoración, y también reconocerlo presente y abrazarlo en las personas más necesitadas. El «permanecer» con Cristo no significa aislarse, sino un permanecer para ir al encuentro de los otros. Quiero acá recordar algunas palabras de la beata Madre Teresa de Calcuta. Dice así: «Debemos estar muy orgullosos de nuestra vocación, que nos da la oportunidad de servir a Cristo en los pobres. Es en las «favelas», en los «cantegriles», en las «villas miseria» donde hay que ir a buscar y servir a Cristo. Debemos ir a ellos como el sacerdote se acerca al altar: con alegría» (MotherInstructions, I, p. 80). Hasta aquí la beata. Jesús es el Buen Pastor, es nuestro verdadero tesoro, por favor, no lo borre-mos de nuestra vida. Enraicemos cada vez más nuestro corazón en él (cf. Lc 12,34).
Llamados a anunciar el Evangelio. Muchos de ustedes, queridos Obispos y sacerdotes, si no todos, han venido para acompañar a los jóvenes a la Jornada Mundial de la Juventud. También ellos han escuchado las palabras del mandato de Jesús: «Vayan, y hagan discípulos a todas las naciones» (cf. Mt 28,19). Nues-tro compromiso de pastores es ayudarles a que arda en su corazón el deseo de ser discípulos misioneros de Jesús. Ciertamente, muchos podrían sentirse un poco asustados ante esta invitación, pensando que ser misioneros significa necesariamente abandonar el país, la familia y los amigos. Dios quiere que seamos misioneros. ¿Dónde estamos? Donde Él nos pone: en nuestra Patria, o donde Él nos ponga. Ayudemos a los jóvenes a darse cuenta de que ser discípulos misioneros es una consecuencia de ser bautizados, es parte esencial del ser cristiano, y que el primer lugar donde se ha de evangelizar es la propia casa, el am-biente de estudio o de trabajo, la familia y los amigos. Ayudemos a los jóvenes. Pongámosle la oreja para escuchar sus ilusiones. Necesitan ser escuchados. Para escuchar sus logros, para escuchar sus dificul-tades, hay que estar sentados, escuchando quizás el mismo libreto, pero con música diferente, con identi-dades diferentes. ¡La paciencia de escuchar! Eso se lo pido de todo corazón. En el confesionario, en la dirección espiritual, en el acompañamiento. Sepamos perder el tiempo con ellos. Sembrar cuesta y cansa, ¡cansa muchísimo! Y es mucho más gratificante gozar de la cosecha… ¡Qué vivo! ¡Todos gozamos más con la cosecha! Pero Jesús nos pide que sembremos en serio. No escatimemos esfuerzos en la formación de los jóvenes. San Pablo, dirigiéndose a sus cristianos, utiliza una expresión, que él hizo realidad en su vida: «Hijos míos, por quienes estoy sufriendo nuevamente los dolores del parto hasta que Cristo sea for-mado en ustedes» (Ga 4,19). Que también nosotros la hagamos realidad en nuestro ministerio. Ayudar a nuestros jóvenes a redescubrir el valor y la alegría de la fe, la alegría de ser amados personalmente por Dios. Esto es muy difícil, pero cuando un joven lo entiende, un joven lo siente con la unción que le da el Espíritu Santo, este "ser amado personalmente por Dios" lo acompaña toda la vida después. La alegría que ha dado a su Hijo Jesús por nuestra salvación. Educarlos en la misión, a salir, a ponerse en marcha, a ser callejeros de la fe. Así hizo Jesús con sus discípulos: no los mantuvo pegados a él como la gallina con los pollitos; los envió. No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, en nues-tra institución parroquial o en nuestra institución diocesana, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. Salir, enviados. No es un simple abrir la puerta para que vengan, para acoger, sino salir por la puerta para buscar y encontrar. Empujemos a los jóvenes para que salgan. Por supuesto que van a hacer macanas. ¡No tengamos miedo! Los apóstoles las hicieron antes que nosotros. ¡Empujémoslos a salir! Pensemos con decisión en la pastoral desde la periferia, comenzando por los que están más alejados, los que no suelen frecuentar la parroquia. Ellos son los invitados VIP. Al cruce de los caminos, andar a buscar-los».
Papa Francisco. Homilía en la Catedral de Río de Janeiro, 27 de julio de 2013
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. Si nuestro corazón nos amonesta por algo, busquemos, con sincero arrepentimiento, al Médico Bueno para que cure nuestras heridas y acojamos el don de la reconciliación que se nos ofrece en cada confesión.
2. Decía la Beata Madre Teresa de Calcuta: «El servicio más grande que podéis hacer a alguien es conducirlo para que conozca a Jesús, para que lo escuche y lo siga, porque sólo Jesús puede satis-facer la sed de felicidad del corazón humano, para la que hemos sido creados» ¿Cómo puedo vivir esta realidad?
3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 736, 755, 787, 1988, 2074.
texto facilitado: JUAN RAMON PULIDO, presente diocesano de ADORACION NOCTURNA, TOLEDO
Para meditar hoy viernes.-
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.»
Palabra del Señor
Cristo se va, pero los discípulos no pueden perder la calma aunque quieran retenerlo. Se va, pero volverá a buscarlos para que se reúnan con Él. Jesús se les revela así: "¡Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida!". Es decir, Él con su muerte ha abierto una brecha en el tiempo. Al llegar hasta el fondo de su ofrenda, entregar la vida, Jesús revela las profundidades del amor de Dios; abriendo así, el camino que conduce a Dios.
Si los hombres imitamos a Jesús en su muerte y resurrección, entraremos en la comunión del Padre; pasaremos de la vida presente a la vida eterna, solo así Jesús será para nosotros camino, verdad y vida.
*_Rvdo. D. Manuel Blanco_*
Meditar el evangelio con tres puntos. 30-04-21 Jn 14,1.6 Madre Teresa de Calcuta decía que Cristo es el camino de la vida verdadera. Jesús nos dice que es camino, verdad y vida.
1. Jesús es camino que hay que recorrer a pie descalzo si queremos entrar en la intimidad trinitaria. De un camino solo conocemos lo que se recorre. El Señor nos invita a caminar por las sendas profundas de su Corazón misericordioso.
2. Cristo es la verdad que debemos contemplar y proclamar con la coherencia de nuestra vida. Somos llamados por Jesús a vivir en la verdad de quien ha conocido el Amor.
3. Cristo es la vida que tanto necesitamos. Nuestra vida languidece cuando nos separamos de quien es la vida verdadera. Separados de la vid, de la vida, nos convertimos en sarmientos secos.
+ Francisco Cerro Chaves
Arzobispo de Toledo
Primado de España
jueves, 29 de abril de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Jueves, 29 de Abril de 2021
Hoy contemplamos lo que hizo el Espíritu en la vida de Santa Catalina de Siena. Por una parte, en ella vemos realizada la sabiduría de los sencillos, porque Catalina era una mujer analfabeta, sin formación, que llegó a explicar misterios profundos de la vida espiritual y fue capaz de sacar de sus errores a muchos pretendidos sabios de su época.
La acción del Espíritu Santo en quien se deja enseñar por Él, produce la más alta sabiduría e infunde en los aparentemente débiles un arrojo incomprensible.
La humilde e inculta Catalina era capaz de dirigirse al Papa dándole consejos y de reprochar de frente las debilidades de los obispos.
Además, el hombre o la mujer donde obra el Espíritu Santo, que se deja llevar en la existencia por el impulso de vida del Espíritu Santo, pierde el temor al desgaste que pueda ocasionarle su misión; ya no le tiene miedo al paso del tiempo, a la pérdida de energías y cada vez experimenta una seguridad mayor, prueba *"gozo y paz en el Espíritu Santo"*
(Romanos 14, 17)
Por la firme vitalidad que le ha ido dando el Espíritu con el paso de los años, *"en la vejez seguirá dando fruto, y estará frondoso y lleno de vida."*
(Salmo 92, 15)
La vida de Dios en nosotros nos hace experimentar, cuando una parte de nosotros se va desgastando, que hay otro nivel de vida que va creciendo:
*"Al cansado da vigor, y al que no tiene fuerzas le acrecienta la energía."*
(Isaías 40, 29-31)
Es bueno que hoy pidamos al Espíritu Santo que derrame en nosotros esa sabiduría de los humildes y esa fortaleza de los santos que se dejan conducir por Él.
.
``LA COMUNIDAD EN LAS REDES SOCIALES HOY``` *Escojo estar junto a Ti*
`
Hoy sondeamos el corazón del autor del Salmo 73. Empieza diciendo: ¡Qué bueno es El Señor para los limpios de corazón! Limpios de corazón son los que no lo tienen salpicado con la sangre de aquellos de quienes murmuraron, calumniaron, de aquellos a quienes ofendieron y no les han pedido perdón... etc. El salmista proclama que Dios vuelca enternecido su amor con los que así limpian su corazón. Sin embargo siguiendo el Salmo percibimos una desazón en el salmista al constatar que esto de tener limpio el corazón no importa a casi nadie… que incluso los que presumen de ser hijos de Abraham y por lo tanto elegidos de Dios, más allá de cumplir con unos cultos y rezos, no cuidan su saneamiento interior al igual que los no creyentes. Dios ilumina a este fiel israelita y haciéndole ver que a Él no se le escapa nada y por lo tanto que no piense que su empeño de limpiar, día tras día su corazón, le pasa inadvertido. Es tal el consuelo de este hombre que traspuesto por tanto amor que Dios despliega sobre todo su ser, que abriéndonos su alma escribe, corona el Salmo con estas palabras: "Para mi, mi bien es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio y contar todas tus acciones en las puertas de Jerusalén"
_P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com_
miércoles, 28 de abril de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Miércoles, 28 de Abril de 2021
¿Un manco puede ser feliz sin una mano?. Lo será si acepta que eso que le falta es sólo una parte, porque la vida es mucho más que éso. Si lo piensa bien, reconocerá que, si no le faltara eso, le faltaría otra cosa, porque nunca podemos tenerlo todo.
Porque nuestra vida será siempre algo limitado, pero no por eso deja de ser bella, a su manera. Que no se te escape.
Esto no significa no tener objetivos, no tratar de alcanzar cosas nuevas, o dejar de proponerse algo más. Porque eso también es parte de la felicidad. Pero siempre que uno ame y valore más lo que tiene y no tanto lo que no tiene. Porque si uno ama mucho lo que no tiene, y poco lo que sí tiene, siempre estará tristemente insatisfecho, con una especie de vacío en el corazón.
El Espíritu Santo quiere abrirnos los ojos para que aprendamos a vivir nuestra vida así como es, con sus valores y sus límites, sin estar envidiando la vida ajena y comparándonos con los demás.
Cada uno tiene que hacer su propio camino y recorrerlo con todo el corazón, porque tiene que vivir su vida, no la de los demás.
A veces hay que detenerse a mirar la propia vida bajo la luz del Espíritu Santo, hasta que podamos reconocer que también nuestra vida es bella, con todas sus imperfecciones, carencias y límites. Dejemos que el Espíritu Santo nos ayude a aceptarnos a nosotros mismos y a aceptar la vida, para emprender el viaje de cada día con un corazón abierto.
.
martes, 27 de abril de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Martes, 27 de Abril de 2021
Junto con la Persona del Espíritu Santo, está la esperanza. Porque donde está presente el Espíritu Santo siempre hay un futuro posible, siempre renacen los sueños, siempre se nos abre algún camino.
El Espíritu es como una fuerza que nos lanza hacia adelante, que no nos deja vivir sólo del pasado ni permite que nos anclemos en lo que ya hemos conseguido.
Él impulsa, pero hace que nosotros caminemos; no nos arrastra como a muñecos, sino que nos lleva a tomar decisiones, a usar nuestros talentos, a organizamos, a trabajar juntos por un futuro mejor, a buscar la justicia y la solidaridad:
_"El Espíritu construye el reino de Dios en el curso de la historia... animando a los hombres en su corazón y haciendo germinar dentro de la vivencia humana las semillas de la salvación definitiva"_
(Juan Pablo II, TMA 45).
Y aunque no podamos lograr ahora todo lo que desearíamos, sabemos que el Señor le prepara a sus amigos una felicidad que no tiene fin, allí donde rebosaremos de gozo en su Presencia gloriosa *(Apocalipsis 21,1-5).* Hacia esa Ciudad celestial, que no podemos ni siquiera imaginar, nos quiere llevar el Espíritu Santo, y Él nos hace caminar con seguridad hacia esa feliz plenitud:
*"La esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado"*
(Romanos 5,5).
.
+ Francisco Cerro Chaves Arzobispo de Toledo Primado de España [27/4 10:13] Rafa Corral: PARA MEDITAR HOY MARTES.-
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.»
Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»
Palabra del Señor
Se celebraba en Jerusalem la fiesta de la dedicación del Templo que conmemoraba la restauración del altar profanado por los pagamos, centro del culto judío. Y en este clima de multitudinaria peregrinación los fariseos le pregunta a Jesús sobre su identidad. Jesús se presenta como el verdadero Templo y la auténtica víctima, el Cordero que se alzará de nuevo para conducir al rebaño hacia las aguas de la fuente de vida. Es el Hijo de Dios, el enviado del Padre, el buen pastor que conoce a sus ovejas y llama a cada una por su nombre.
Solo el pastor, hecho cordero pasa a ser una sola cosa con su rebaño y puede así reivindicar la condición de pastor. Solo el que da su vida hasta las últimas consecuencias puede conducirlo a la fuente de la vida. Jesús nos cuida y protege y nos da la vida eterna para que no perezcan ninguno de los que el Padre le ha dado.
¡El Señor es nuestro pastor, nada nos falta! ¿Caminas confiando en su presencia, sintiendo su protección?
*_Rvdo. D. Manuel Blanco_*
sábado, 24 de abril de 2021
Para meditar hoy Sabado.-
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oirlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.»
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Palabra del Señor
Esta vez no son sus adversarios sino sus discípulos los que se quejan a Jesús tachando su mensaje de inadmisible. Hasta ahora le han seguido y escuchado con simpatía, y a veces con entusiasmo. Pero ahora son muchos los que se van, sus corazones ya no entienden nada.
¿Y qué hace Jesús? Podría adaptarse a sus exigencias, hacer concesiones, suavizar su mensaje, ser menos exigente y sacar conclusiones de este fracaso. Pero no, Jesús, como buen profeta no puede rebajar y adulterar su mensaje y en vez de retener a sus discípulos con un discurso más fácil, Jesús les provoca:"¿También vosotros queréis marcharos?
Esta pregunta les obliga a sus discípulos a hacerse hombres maduros en la fe pues el verdadero encuentro con Jesús tiene un precio: nuestra libertad. Esa será el mejor de los compromisos.
Los discípulos de Jesús no somos ni una multitud a la que nos han matado el alma ni un conglomerado mudo fácil de manipular. Se trata de un "¿quieres?" verdaderamente desarmante, pues no tiene más fuerza de convicción que su propia debilidad: decir sí, conlleva el riesgo de poner tu vida al servicio del otro.
Desarmante y desarmado "¿quieres?"
Hermano ¿te has preguntado ya si vas a quedarte con todas las consecuencias al lado de Jesús o te alejas definitivamente de Él?
Ojalá que nuestra respuesta sea como la de Pedro: "¿a quién vamos acudir? Tu tienes palabras de vida eterna".
*_Rvdo. D. Manuel Blanco_*
Meditar el evangelio con tres puntos. 24-04-21
Jn 6 60.69.
No termina bien el discurso del pan de vida en la sinagoga de Cafarnaun, junto al lago. Termina con desbandada. Es un lenguaje nuevo de comer y beber su sangre, que les provoca escandalo en el corazón.
1. Jesús habla claramente y se ve la actitud de los creyentes ante su persona, explicando el misterio de la fe, que es la Eucaristía que no deja indiferente a nadie.
2.Tres tipos de corazones ante Jesús , los que no pueden bajo ningún concepto aceptar, algo inconcebible para los judios de beber su sangre, donde reside la vida y comer su carne que le parece monstruoso. Otro grupo de indiferentes que no se enteran, ni quieren enterarse porque estan allí sencillamente porque han saciado su estómago.
3. E tercer grupo son los doce, los suyos, sus apostoles, a los que se les ha revelado los secretos del Reino y la pregunta de Jesús va directa al corazón ...
¿También vosotros quereis marcharos? Y la respuesta de Pedro el primer papa es sublime... Donde iremos si solo tu tienes palabras de vida eterna.
Todos los demás, fuera de los doce le dejaron.
+ Francisco Cerro Chaves
Arzobispo de Toledo,
Primado de España
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Sábado, 24 de Abril de 2021
Quisiéramos vivir con más profundidad, ser personas más espirituales, realmente transformados por el Espíritu Santo. Pero no vemos grandes cambios en nuestras vidas.
Si nos miráramos a nosotros mismos con sinceridad, podremos descubrir que en nuestro interior no está la profundidad que deseamos. Allí también hay límites e incoherencias.
Posiblemente encontremos mucho egoísmo allí adentro, y lo que llamamos "amor al prójimo", quizás sea sólo una necesidad de satisfacciones afectivas, quizás sea sólo una forma de egoísmo de estar encerrados en nuestras propias necesidades y de buscar a los demás sólo para que nos hagan sentir bien.
Por eso parece que ese amor se acaba cuando los demás contradicen nuestros proyectos, cuando no nos dan la razón, no nos elogian, o no dicen lo que nos interesa escuchar. Entonces la incoherencia y el vacío también están dentro de nosotros mismos.
Por eso buscamos la soledad y nos encontramos con nosotros mismos a veces solo escarbando en el vacío. Porque nuestra interioridad sólo tiene vida y hermosura si allí está presente el Espíritu Santo, y si nos dejamos cambiar por Él.
Sin esa luz del Espíritu Santo, terminamos confundiendo a Dios, con nuestros pensamientos, con nuestra confusión mental, con nuestros sentimientos tan cambiantes, y Dios es más que todo eso, mucho más.
Si queremos ser verdaderamente profundos, busquemos al Espíritu Santo.
.
viernes, 23 de abril de 2021
Domingo de la Semana 4ª del Tiempo Pascual. Ciclo B Jornada Mundial por las Vocaciones «El Buen Pastor da la vida por sus ovejas»
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (4, 8-12): Ningún otro puede salvar.
En aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo: -«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué po¬der ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vo¬sotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Na¬zareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros.
Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»
Salmo 117,1.8-9.21-23.26.28-29: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. R./
Dad gracias al Señor porque es bueno, // porque es eterna su misericordia. // Mejor es refugiarse en el Señor // que fiarse de los hombres, // mejor es refugiarse en el Señor // que fiarse de los jefes. R./
Te doy gracias porque me escuchaste // y fuiste mi salvación. // La piedra que desecharon los arquitec-tos // es ahora la piedra angular. // Es el Señor quien lo ha hecho, // ha sido un milagro patente. R./
Bendito el que viene en nombre del Señor, // os bendecimos desde la casa del Señor. // Tu eres mi Dios, te doy gracias; // Dios mío, yo te ensalzo. // Dad gracias al Señor porque es bueno, // porque es eterna su misericordia. R./
Lectura de la primera carta de San Juan (3, 1-2): Veremos a Dios tal cual es.
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Queridos herma-nos, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se ma-nifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (10, 11-18): El buen pastor da la vida por las ovejas.
En aquel tiempo, dijo Jesús: -«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asala-riado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
Pautas para la reflexión personal
El vínculo entre las lecturas
Este cuarto Domingo de Pascua se conoce como el «Domingo del Buen Pastor» porque cada año se medita una parte del capítulo 10 del Evangelio de San Juan conocido como el discurso del Buen Pastor. El año 1964, el Papa Pablo VI quiso acoger la recomendación hecha por el mismo Jesús: «La cosecha es mucha, pero los obreros son pocos; rogad, pues, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su cose¬cha» (Mt 9,36-38); e insti¬tuyó en este Domingo de Pascua la Jornada de Ora¬ción por las Vocacio¬nes.
El Evangelio de Buen Pastor nos ofrece la oportunidad de poder profundizar en el amor que Jesucristo tiene por cada uno de nosotros. Él es el único y verdadero Buen Pastor que ha dado libremente su vida por sus ovejas (Evangelio). Él es también la piedra angular que ha sido despreciada y el único nombre por el cual podemos alcanzar la salvación (Primera Lectura). En Él podremos llegar a ser «hijos en el Hijo» (Se-gunda Lectura). Quien desee comprenderse y entenderse a sí mismo, no según los criterios superficiales del «mundo»; debe de dirigir su mirada a Aquel que le revela al hombre su «identidad y misión». Solamente en Jesucristo podremos entender lo que somos y lo que estamos llamados a ser. ¡He aquí nuestra sublime dignidad!
Pedro y Juan ante el Sanderín
La semana pasada habíamos visto como Pedro había predicado al pueblo reunido en el pórtico de Salo-món después de la curación del tullido de nacimiento. Luego de la predicación; los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos prenden a Pedro y a Juan poniéndolos bajo custodia hasta el día siguien-te ya que, por ser tarde, no podía reunirse el Sanedrín . El Sanedrín no pone en duda el hecho milagroso de la cura que es evidente por sí mismo, sino que le preguntan a Pedro y a Juan ¿con qué poder o en nombre de quién, que viene a ser lo mismo, han obrado el milagro?
La respuesta de Pedro, hablando también en nombre de Juan, va directamente a la pregunta: ha sido cu-rado por el poder (en nombre) de Jesús. Vemos en todo el pasaje cómo la Crucifixión y la Resurrección son los dos hechos fundamentales en la historia de Jesús y de la fe cristiana. La crucifixión del «Nazareno» por obra de las autoridades era la prueba más clara de la realidad histórica de la muerte de Jesús.
La Resurrección, que implica volver a la vida en estado de gloria, es la evidencia del poder de Jesús, del cual Pedro y Juan son humildes instrumentos. Todo esto Pedro no lo dice en nombre propio ya que era re-conocido como «un hombre sin instrucción y cultura» (ver Hch 4,13). La admiración que manifiesta el Sa-nedrín nos muestra que habló por el Espíritu Santo, «el alma de nuestra alma» como la define Santo Tomás de Aquino, cumpliéndose así la promesa del Señor: «más cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vo-sotros los que hablareis sino el Espíritu de vuestro Padre que hablará en vosotros» (Mt 10,19- 20).
«Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios...»
San Juan, el apóstol amado, en su primera carta no puede contener la emoción de recordar a sus lecto-res el don maravilloso que Dios nos ha concedido: «la filiación divina». El amor de Dios es tan grande, que no se contenta con darnos solamente bienes: nos ha dado a su Hijo único (ver Jn 3,16) en esa primera y perfecta participación de nuestra humanidad en su divina naturaleza, que es la Encarnación del Verbo. Y aún ha ido más lejos. El amor de Dios es tan generoso, tan difusivo, que llega a engendrarnos por amor a la vida divina. Todo el texto está lleno de asombro y admiración.
Termina el apóstol dirigiendo una mirada hacia el futuro. Lleno de nostalgia por la visión beatífica, impa-ciente de contemplar el Verbo; traslada a sus oyentes al momento en que Jesucristo hará su última apari-ción lleno de gloria y entonces se manifestará también la plenitud de nuestra vida divina en la casa del Pa-dre. «Seremos semejantes a Él»; se afirma la igualdad con Cristo; viviremos donde Él vive, como Él vive, con la misma finalidad de su vida. Somos hijos de Dios gracias al Hijo. Jesús posee «el nombre» y la igual-dad con Dios (Jn 17,11-12) y ha hecho partícipes de esta realidad a sus discípulos (Jn 17,6.26). Desde esta realidad entendemos mejor cuando Juan afirma que «todo el que ha nacido de Dios no comete pecado» (1Jn 3,9). Es decir debe de vivir de acuerdo a lo que es y está llamado a ser.
«Yo soy el Buen Pastor»
Las palabras de Jesús del Evangelio dominical hay que entenderlas en el contexto de un pueblo que desde sus orígenes se distinguía por ser nómade y convivir con sus rebaños. Es así que cuando José, vendido en Egipto por sus hermanos y, por intervención providencial de Dios, transformado en «vizir» de ese país; invita a sus hermanos a establecerse en Gosén, dice al Faraón: «Mi padre, mis hermanos, sus ovejas y vacadas y todo lo suyo han venido de Canaán y ya están en el país de Gosén». Y a la pregunta del Faraón: «¿Cuál es vuestro oficio?», los hermanos responden: «Pastores de ovejas son tus siervos, lo mismo que nuestros padres» (Gen 47,1.3). Pronto se desarrolló la metáfora de que el gobernante era el pastor del pueblo, porque a él correspondía la misión de guiarlo, protegerlo, procurar su bienestar y favorecer su vida.
Dos veces hablará Jesús sobre su identidad en el texto dominical:«Yo soy el buen pastor». Y en ambos casos indica los motivos que justifican esta afirmación. A esta expresión de su identidad hay que agregar ésta otra afirmación: «Habrá un solo rebaño, un solo pastor». De ésta manera Jesús no solamente es el «buen pastor» sino que es el «único y verdadero pastor». El primer motivo expresado para identificarse con el pastor es evidente: «el buen pastor da su vida por las ovejas». En esto difiere radicalmente del «asalaria-do» a quien no pertenecen sus ovejas.
En efecto, el asalariado ve venir el lobo y huye, porque vela más por su propia vida y seguridad que por la vida de las ovejas. Sabe de los daños que puede ocasionar el lobo y prefiere ponerse a salvo antes que impedirlo porque, en el fondo, no le interesan las ovejas. El buen pastor prefiere el bienestar de las ovejas al suyo propio. Jesús da la vida por sus ovejas solamente impulsado por el amor ya que es acto absolutamen-te libre. Su muerte no es algo que Él acepte contra su voluntad, aunque así haya parecido a los ojos de los hombres. Él mismo lo dijo: «Por eso me ama mi Padre, porque yo doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita: yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y recobrarla de nuevo» (Jn 10,17).
Era imposible que alguien pudiera quitar a Jesús la vida contra su voluntad, ¡a él, que es la fuente de la vida! Juan, cuando contempla el misterio del Verbo Encarnado, observa: «En él estaba la vida» (Jn 1,4). Y en dos de sus más famosas auto-afirmaciones:«Yo soy» del mismo Evangelio; Jesús dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida... Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 14,6; 11,25). Su muerte fue un «sacrificio» ofrecido al Padre por la reconciliación del mundo, sacrificio en el cual Jesús es la víctima y el sacerdote. Su único motivo es el amor: amor al Padre, a quien dio gloria con ese acto, y a los hombres, a quienes redimió de la esclavitud del pecado y de la muerte.
«Ellas me conocen...»
Jesús afirma: «Yo soy el buen pastor», por un segundo motivo: «Conozco a mis ovejas y ellas me co-nocen». En realidad este segundo motivo coincide con el primero aunque agrega un nuevo matiz. En la Biblia el órgano del conocimiento es el corazón del hombre. «Conocer» en la Biblia no coincide con nuestra noción de conocer en la cual prevalece el aspecto intelectual. En la Biblia «conocer» es inseparablemente «conocer y amar». Él es el Buen Pastor no sólo porque conoce a las ovejas de ese modo, sino por la medi-da del amor. «Como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre» (Jn 10,15). Él es el Buen Pastor porque ama las ovejas; pero también porque las ovejas lo conocen y le aman.
No se podría dejar de lado un motivo más, ya que es el que más apasiona a Jesús: «Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también tengo que conducir y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor» (Jn 10, 16). Se refiere a todos los pueblos de la tierra. Él fue enviado a las «ovejas perdidas de la casa de Israel». Pero tiene que formar «un solo rebaño» de todos los pueblos. Y esa es la misión que confió a los apóstoles: «Haced discípulos míos de todos los pueblos» (Mt 28,19).
Una palabra del Santo Padre:
“La Primera Carta del apóstol Pedro, que hemos escuchado, es un pasaje de serenidad (cf. 2,20-25). Habla de Jesús. Dice: «Llevó nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, para que muertos a los pecados, vivamos para la justicia; con cuyas heridas fuisteis sanados. Porque erais como ovejas des-carriadas, mas ahora retornasteis al pastor y guardián de vuestras almas» (vv. 24-25).
Jesús es el pastor —así lo ve Pedro— que viene a salvar, a salvar a las ovejas descarriadas: éramos nosotros. Y en el Salmo 22 que leímos después de esta lectura, repetimos: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (v.1). La presencia del Señor como pastor, como pastor del rebaño. Y Jesús, en el capítulo 10 de Juan, que hemos leído, se presenta como el pastor. Es más, no sólo el pastor, sino la “puerta” por la que se entra en el rebaño (cf. v.7). Todos los que vinieron y no entraron por esa puerta eran ladrones y bandidos o querían aprovecharse del rebaño: los falsos pastores. Y en la historia de la Iglesia ha habido muchos de estos que explotaban el rebaño. No les interesaba la grey, sino sólo hacer carrera o la política o el dinero. Pero el rebaño los conoce, siempre los ha conocido e iba buscando a Dios por sus caminos.
Pero cuando hay un buen pastor que hace avanzar, hay un rebaño que sigue adelante. El buen pastor escucha al rebaño, conduce al rebaño, cura al rebaño. Y la grey sabe distinguir entre los pastores, no se equivoca: el rebaño confía en el buen Pastor, confía en Jesús. Sólo el pastor que se parece a Jesús da confianza al rebaño, porque Él es la puerta. El estilo de Jesús debe ser el estilo del pastor, no hay otro. Pe-ro además Jesús, el buen pastor, como dice Pedro en la primera lectura, «padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado, ni se halló engaño en su boca. Cuando era insultado, no respondía con insultos, cuando era maltratado, no prorrumpía en amenazas» (1P 2,21-23). Era manso. Uno de los signos del buen Pastor es la mansedumbre. El buen pastor es manso. Un pastor que no es manso no es un buen pastor. Tiene algo escondido, porque la mansedumbre se muestra tal cual es, sin defenderse.
Es más, el pastor es tierno, tiene esa ternura de la cercanía, conoce a las ovejas una a una por su nom-bre y cuida de cada una como si fuera la única, hasta el punto de que cuando llegan a casa después de una jornada de trabajo, cansado, se da cuenta de que le falta una, sale a trabajar otra vez para buscarla y [encontrarla] la lleva consigo, la lleva sobre sus hombros (cf. Lc 15,4-5). Este es el buen pastor, este es Jesús, este es quien nos acompaña a todos en el camino de la vida. Y esta idea del pastor, esta idea del rebaño y las ovejas, es una idea pascual. La Iglesia en la primera semana de Pascua canta ese hermoso himno para los recién bautizados: “Estos son los corderos recién nacidos”, el himno que hemos oído al co-mienzo de la Misa. Es una idea de comunidad, de ternura, de bondad, de mansedumbre. Es la Iglesia que quiere Jesús, y Él cuida de esta Iglesia. Este domingo es un hermoso domingo, es un domingo de paz, es un domingo de ternura, de mansedumbre, porque nuestro Pastor nos cuida. “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 22,1)”.
Papa Francisco. Domingo, 3 de mayo de 2020. Capilla Casa de Santa Marta.
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. San Gregorio nos dice comentando este pasaje: «Lo primero que debemos hacer es repartir genero-samente nuestros bienes entre sus ovejas, y lo último dar, si fuera necesario, hasta nuestra misma vida por estas ovejas. Pero el que no da sus bienes por las ovejas, ¿cómo ha de dar por ellas su propia vida?».
2. ¿Quiénes son los malos pastores? Leamos el pasaje de Ezequiel 34, 1-16. Son todas aquellas perso-nas que se desviven para ser servidas en lugar de servir; que buscan sobresalir a costa del her-mano; que sólo se miran a sí mismos y no ven a Cristo en el rostro del hermano, especialmente, en los más necesitados.
3. Leamos con atención en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 753-754. 756. 1026- 1029.
texto facilitado: JUAN RAMON PULIDO, presidente diocesano de ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA
4ª semana de Pascua. Domingo B: Jn 10, 11-18
Todos los años en este domingo, 4º de Pascua, la Iglesia nos presenta a nuestra consideración la alegoría del buen pastor. Es una especie de parábola donde cada palabra y frase tiene una correspondencia espiritual. En este año, ciclo B, nos trae la parte central. Para el tiempo de Jesucristo esta palabra de “pastor”, en el sentido espiritual, tenía mucho vigor. Se llamaba pastor al mismo Dios, como hoy lo vemos en el salmo responsorial. Dios no es un ser abstracto, sino alguien vivo que quiere guiarnos hacia el bien. Jesús nos dirá que Dios es nuestro Padre, que nos creó, que nos envió a su Hijo para redimirnos, que nos guía en nuestro caminar de la vida.
Pastores también se llamaba a veces a los reyes y a todos los que en la vida tienen una responsabilidad de ser conductores o guías de otros. De aquí que las palabras de Jesús proceden de una polémica porque habiendo puesto Dios como guías del pueblo a algunos entendidos en la Ley, en vez de buenos pastores, eran como mercenarios que sólo se preocupaban de su propio bien, descuidando a las “ovejas” o pueblo sencillo. Para ellos la religión no era cuestión de vida y espíritu, sino de leyes externas.
Jesucristo es el “buen pastor”, porque está dispuesto a dar su vida por aquellos a quienes ha venido a salvar. El nos da el alimento espiritual que necesitamos, renueva las energías, cuando estamos cansados, nos guía por el camino recto, cuando encontramos situaciones peligrosas, está a nuestro lado para reparar las heridas del alma. Siempre actúa por amor. Nadie como Jesús puede decir que “las ovejas le pertenecen”. Las conoce de verdad y nos ama a cada uno de nosotros.
En cierto sentido todos somos un poco pastores, ya que encontramos gentes a quienes podemos y debemos guiar hacia el bien. Pueden ser hijos, padres ancianos, amigos, vecinos, compañeros y muchos débiles y necesitados. Pero para el camino de la salvación, el del espíritu, que es el principal camino, Jesús quiso dejar, para representarle, a san Pedro y sus sucesores. Cuando Jesús le daba la responsabilidad a san Pedro le decía: “pastorea a mis ovejas”. Ayudando al sucesor de san Pedro están sobre todo los obispos y sacerdotes. Ciertamente ha habido algunos o bastantes que no han cumplido con el deber de ser buenos pastores; pero la mayoría sí cumplen bien. Por eso no hay derecho a que por unos pocos todos sean perseguidos injustamente. En este día del “buen Pastor” debemos pedir para que haya muchos buenos pastores, que sigan el ejemplo de Jesucristo, hasta dar la vida. Y cuando se dice dar la vida, se entiende que es la fortuna material, la fama, posición social, seguridad, etc.
En esta vida todos necesitamos guías y buscamos ejemplos a seguir. Muchos jóvenes sólo encuentran ejemplos en artistas famosos o deportistas. Ciertamente que éstos tienen una responsabilidad al ser tenidos como ejemplo por muchas personas; pero también debemos pensar que las cualidades externas son transitorias y que lo que queda es el valor espiritual, que a veces en muchos de ellos falta.
Hoy Jesús nos dice que tiene “otras ovejas que están fuera del redil”. Es una llamada universal. Nos indica su deseo de felicidad para todos, para que también nosotros lo compartamos y podamos ser comunicadores de vida, especialmente comunicando amor. El amor no tiene límites y quiere que todos tengan nuestra alegría de pertenecer al grupo de Jesucristo. Para ello debemos conocer más internamente a Jesús. El nos dice que “sus ovejas le conocen”. Conocer para los antiguos no era algo sólo del intelecto, sino que toda la persona estaba involucrada. El verdadero conocimiento llega al amor. No es sólo saber que Dios es nuestro Padre, sino experimentarlo y sentirle a nuestro lado como puede estar el padre o madre de carne y hueso. Hoy con este ejemplo nos quiere enseñar que el Padre, el Hijo y el Espíritu están a nuestro lado, que Dios nos acompaña y nos da la confianza de vivir bajo su misericordia para poder estar un día juntos en su eterna gloria.
P. Silverio
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Viernes, 23 de Abril de 2021
Algunos dicen que el Espíritu Santo es solamente una energía. Pero nosotros creemos que la Biblia no dice eso, sino que es una Persona.
En la Biblia, Espíritu es el impulso de Dios, que interviene en el mundo y particularmente en el hombre. En ese sentido, se aplica a la actividad de las tres Personas de la Trinidad que obran unidas.
Pero hay textos donde la expresión Espíritu se refiere a alguien, indica una Persona distinta del Padre y del Hijo. Así lo vemos, por ejemplo, en el Evangelio de Juan. Allí se le da también el nombre de Paráclito, y se le llama el otro Paráclito, para distinguirlo de Cristo; y se le atribuye la misión de recordarnos lo que Cristo enseñó. Se dice, por otra parte, que el Padre lo envía. Se le menciona con el pronombre "aquél", que no se utiliza para referirse sólo a una energía o a un impulso impersonal, sino para hablar de una Persona *(Juan 14, 26; 16, 7-15).*
También podríamos mencionar *1 Corintios 12, 11* donde se le atribuye un poder de decisión personal: reparte los dones como Él quiere. Finalmente, mencionemos *Gálatas 4, 6*, donde se dice que el Espíritu clama "Padre", lo cual remarca que se distingue del Padre.
Sin embargo, aunque es una Persona distinta, el Espíritu no permite que nos detengamos en Él, porque siempre nos orienta a Cristo, y al Padre. Lo que Él nos comunica es lo que recibe de Cristo *(Juan 16, 14-15)*, y lo que nos recuerda son las enseñanzas de Cristo. Pero además, Él nos hace clamar: "Padre" *(Gálatas 4, 6; Romanos 8,15)*. Él, con la seducción sublime de su gracia, hace que nos enamoremos de Cristo y que nos dejemos atraer por Dios Padre.
Pidamos al Padre Dios que derrame en nosotros ese magnífico regalo del Espíritu Santo, porque su Palabra lo ha prometido:
*_"Y si vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan"_*
(Lucas 11, 13)
.
```LA COMUNIDAD EN LAS REDES SOCIALES HOY``` *IV Domingo de Pascua.(Jn 10,11-18)*
*Me amó y se entregó por mí.*
Hoy celebramos la Fiesta de Jesús Buen Pastor. Nos fijamos en el comienzo de este Evangelio: "El buen pastor da su vida por las ovejas". Cuidado con los sentimentalismos; podemos pensar que sus ovejas somos tan “superbuenas” y cumplidoras que casi nos parece normal que haya dado su vida por nosotros. Recurrimos a San Pablo que nos hace ver que el Hijo de Dios entregó su vida por nosotros siendo pecadores… es decir estando de espaldas a Él, porque más allá de rezos y sacrificios mantenemos nuestras posiciones de vanagloria. Oigamos al Apóstol: "...por un hombre bueno, tal vez alguien podría morir, más la prueba de que Dios nos ama es que nosotros siendo aún pecadores, murió por nosotros..." (Rm 5,7-8). Cuando una persona lleva a su corazón esta realidad de que El Hijo de Dios se entregó a la muerte porque le importaba más la vida de su oveja que la suya propia , y que para rescatarla de entregó a muerte ignominiosa, muerte de Cruz… esta persona se deja ya de tonterías, de tira y afloja con el Santo Evangelio y mirando a los ojos a Jesús le dice amorosamente: ¡Me has rescatado con tu propia Vida… esa es la Vida que yo quiero tener... sé que es inmortal! ¡Aquí estoy, quiero ser tu Discípulo!
_P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com_
jueves, 22 de abril de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO*
Jueves, 22 de Abril de 2021
_Espíritu Santo, todo mi ser está hecho para el encuentro con los hermanos. Has puesto dentro de mí el llamado para caminar con los demás. Por eso estoy aquí en tu Presencia, para pedirte que alimentes mi sentido comunitario._
_Quiero aprender a trabajar con los demás._ _Quiero evangelizar en unión con toda la Iglesia que camina. Enséñame, Espíritu Santo, a buscar caminos de diálogo y de unidad con los demás cristianos que luchan por tu Reino._
_Qué nuestra santidad sea comprometida y comunitaria, y no busquemos salvarnos solos. Tampoco permitas que nos encerremos en pequeños grupos que se sienten superiores. Toca nuestros corazones y nuestra mirada para que aprendamos a abrirnos a todos, para que podamos llegar a todos._
_Y danos la sensibilidad del amor para adaptarnos a lo que ellos viven, a sus inquietudes y necesidades._
_Así caminaremos con ellos, para extender juntos el Reino de Dios._
_Ven Espíritu Santo._
_Amén._
miércoles, 21 de abril de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO*
Miércoles, 21 de Abril de 2021
_Ven Espíritu Santo, ven Señor, glorioso, con una hermosura que ni siquiera se puede imaginar. No permitas que yo adore cualquier cosa de la tierra._
_No dejes que me llene de ansiedad detrás de las cosas de este mundo, porque ningún ser de este mundo vale tanto, nada es absoluto._
_Espíritu Santo, cura mi ansiedad con tu mirada. Tú eres armonía pura. En Ti no hay aburrimiento ni ansiedad. Tú eres vida intensa y plena, pero al mismo tiempo eres una inmensa serenidad. Por eso, si Tú invadieras mi vida, mi ansiedad se sanaría por completo._
_Libérame, Espíritu Santo, de todas las ataduras interiores que me llevan a la inquietud interior, al activismo enfermizo y al desorden. Dios de paz, armoniza mis pensamientos y mis energías._
_Ordena mi vida para que pueda vivir mejor en tu Presencia. Sana la ansiedad que me enferma, por querer lograr la aprobación de todos._
_Derrama en mí tu gracia para que pueda trabajar intensamente, pero sin ansiedades y nerviosismos._
_Ven Espíritu Santo._
_Amén._
martes, 20 de abril de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Martes, 20 de Abril de 2021
Tenemos que decir que las tres Personas de la Trinidad habitan en nosotros porque están permanentemente dándonos la vida. Así viven en nosotros como el Creador en su criatura amada. Pero cuando estamos en gracia de Dios esa presencia es mucho más maravillosa, porque habitan en nosotros como Amigos, y todo lo bueno que podamos hacer nos va acercando cada vez más a una intimidad amorosa con Dios, a un conocimiento profundo, a la vida eterna.
Además, cuando estamos en gracia de Dios, podemos decir que de un modo especial habita en nosotros el Espíritu Santo, que es el "dulce huésped del alma". Porque cuando estamos transformados por la gracia, el Padre y el Hijo están derramando en nuestra intimidad el Espíritu Santo, que experimentamos en la vivencia del amor.
Por ejemplo, cada vez que confesamos nuestros pecados, o recibimos la Eucaristía, lo más importante que se derrama en nosotros junto con la gracia es el amor, y así, movidos por la gracia, podemos hacer actos de amor cada vez más bellos.
Ese amor está particularmente unido al Espíritu Santo, y es un reflejo de lo que es el puro amor. Por eso podemos decir que el Espíritu Santo habita en nosotros de un modo especial, y que en los Sacramentos lo recibimos a Él de una forma particular.
.
lunes, 19 de abril de 2021
```LA COMUNIDAD EN LAS REDES SOCIALES HOY```
*Jesús vencedor del mal*
El problema del mal ha sido siempre motivo de escándalo. A veces parece que se ceba en nosotros insaciablemente con tanta saña que llegamos a preguntarnos… ¿Dónde está Dios? ¿Por qué, como clama el salmista, pasamos de un abismo a otro caso casi sin respiro? (Sl 42,8). Sí, el mal tiene su fuerza demoledora; basta pensar cómo, con qué astucia demoníaca se apoderó de la mente y el corazón del pueblo santo y elegido de Israel para que humillasen, despreciasen y crucificasen a Jesús, al Mesías por quien tanto clamaban y suspiraban. A todo esto la Gran Pregunta: ¿Por qué permitió Dios Padre que el Mal campase a sus anchas en el pueblo que Él mismo había elegido?.. ¿Por qué…? ¡Para vencerlo definitivamente en el Calvario! Así fue; cuando el Hijo de Dios fue -se dejó- levantado en la Cruz, Satanás, príncipe del Mal entonó su canto de victoria… poco le duró… enmudeció por completo ante el Canto de Victoria del Crucificado… ¡¡Padre perdónales..!! y... ¡¡Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu...!! Es también nuestro canto de victoria... ¡Padre mío, perdona a mis enemigos y protege mi espíritu!, a ti te lo encomiendo... jamás será botín del mal, de Satanás.
_P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com_
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Lunes, 19 de Abril de 2021
Cuando entre nosotros nos unimos con un amor sincero y generoso, estamos reflejando el Misterio del Espíritu Santo, que es al Amor que une al Padre y al Hijo. Recordemos que, cuando nos queremos entre nosotros, estamos haciendo una profunda experiencia de lo que es el Espíritu Santo:
*"El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado"*
(Romanos 5, 5).
Pero eso se realiza cuando nos amamos de verdad, respetando la diversidad, aceptando que los demás sean diferentes. Compartimos con ellos toda nuestra vida, pero no les exigimos que sean todos iguales.
Esa unidad en la diversidad es un reflejo del Espíritu Santo, porque Él une al Padre y al Hijo, que son distintas Personas, pero que comparten todo lo que son en un amor infinito.
Cuando vivimos unidos en el amor, respetándonos y valorándonos, estamos reflejando ese Misterio infinito de las tres Personas divinas.
.
domingo, 18 de abril de 2021
LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Domingo, 18 de Abril de 2021
Al Espíritu Santo se le suele representar como una paloma:
*"Contemplé al Espíritu Santo que bajaba del cielo como una paloma, y se posaba sobre él"*
(Juan 1, 32)
¿Por qué una paloma?
Podríamos pensar en su suavidad, en la blancura, en la delicadeza. También podríamos decir simplemente que viene del cielo, de la presencia de Dios.
Pero en realidad, la primera vez que aparece una paloma en la Biblia es para anunciar el fin del diluvio *(Génesis 8, 11)*, para traer el gozo de la liberación y de la vida nueva.
El Espíritu Santo sólo trae buenas noticias. Es enviado por el Padre como mensajero de paz y de esperanza. Por eso, al posarse sobre Jesús, está diciendo:
_"Esta es la buena noticia, aquí está el Salvador; este es el que viene a liberar, a sanar, a devolver la paz y la justicia"._
Cuando el Espíritu Santo aletea y se asienta en nuestro interior, nos hace experimentar el consuelo y la esperanza, nos hace levantar los ojos, nos ilumina la mirada, nos permite descubrir que en medio de tantas miserias hay algo sobrenatural que puede cambiar las cosas. Es la paloma que trae noticias de esperanza.
.
sábado, 17 de abril de 2021
Domingo 3º de Pascua B: Lc 24, 35-48
En estos domingos de Pascua nuestra reunión eucarística tiene una importancia añadida, pues evocamos más vivamente el misterio de la resurrección de Cristo, que es la piedra fundamental sobre la que se basa nuestra fe y la esencia del cristianismo. Esta fe no consiste sólo en creer que Cristo resucitó, sino en hacerlo vida por medio de alguna experiencia viva en la oración, en la caridad, en el trato con los demás.
Estaban los dos discípulos de Emaús contando entusiasmados lo que les había pasado con aquel caminante y cómo al fin reconocieron que era Jesús. Una cosa es creer lo que te dicen y otra es sentirlo personalmente. Por eso los otros seguían tristes, cuando se presenta Jesús. Piensan que es un fantasma, pero Jesús con mucho cariño les da pruebas de que es Él mismo: les muestra las señales de la Pasión y hasta come con ellos. Primeramente les da la paz, pues la necesitaban. También a nosotros nos da su paz. Es un gran signo de vivir resucitados con Cristo. En realidad, todo el mundo desea la paz; pero hay muchas maneras de entender la paz. Algunos quieren que siga la paz que tienen, que es la del bienestar, la del poder político, sin ver cómo están los demás. Para otros significa el que les dejen tranquilos. Para otros sólo ven la paz del cementerio. La paz del Señor es algo mucho más profundo y dinámico. Reside en lo profundo del corazón. Para ello se debe quitar el egoísmo, el afán de dominio, la venganza, la intransigencia. Es un don del Espíritu Santo que debemos pedir.
Y junto con la paz les da la alegría. Por eso quiere que se quite toda turbación. A nosotros también quiere darnos la alegría verdadera, que es certeza de estar con Dios, a pesar de las dificultades que podemos encontrar. Podemos decir con san Pablo: “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? Nada ni nadie”. Y estamos en el amor de Cristo, si estamos persuadidos de que Cristo ciertamente resucitó y vive con nosotros.
Jesús “les abrió la inteligencia para que entendieran la Escritura”. Nosotros también necesitamos que se nos abra la inteligencia: algo que siempre debemos pedir a Dios. Para poder entender las Escrituras, la Iglesia nos presenta en la primera parte de la Misa diversos pasajes de la Escritura y luego se nos explica. Poner interés en ello es tener abierto el corazón, que es lo que Dios quiere para que se abra la inteligencia y esa Palabra de Dios pueda penetrar en nuestro espíritu. Lo que Jesús les quiere hacer ver es que, según las Escrituras, convenía que El hubiera muerto, y con una muerte tan terrible, para que la resurrección pudiera ser más feliz y más provechosa para nuestra salvación. ¿Estamos convencidos de que Cristo vive entre nosotros?
Los apóstoles lo necesitaban especialmente porque iban a ser los testigos de Cristo y los propagadores de la fe. Una de las razones para creer en la resurrección de Cristo son los muchos testigos fieles a través de la historia. Muchos entregando su vida en el martirio, otros entregando sus bienes de este mundo para vivir la alegría de Cristo resucitado en soledad o en compañía o en el testimonio misional.
Jesús come con los apóstoles. No se trata sólo de un hecho material. Para Jesús las comidas era un momento de intimidad y era un momento de dar a conocer grandes mensajes. Hoy nos da la certeza de la resurrección, a pesar de las calamidades de la vida. Y precisamente la resurrección nuestra llegará si sabemos llevar con paz y con alegría las dificultades. Dar alegría a los demás es uno de los grandes signos para poder decir que palpamos a Cristo resucitado. Debemos palparlo en la oración, en la celebración de la Eucaristía, en tantos ejemplos de personas buenas y en la caridad.
Hoy en el salmo responsorial pedimos: “Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor”. En medio de tantas tinieblas que hay en el mundo, que la luz del Señor brille entre nosotros. Para ello debemos morir al pecado constantemente, porque el pecado es lo que trae las tinieblas y sentir, como Jesús les dijo a los apóstoles, que seamos misioneros de la alegría y la paz del Señor resucitado.
P. Silverio
2ª semana de Pascua. Domingo B: Jn 20, 19-31
Todos los años en este 2º domingo de Pascua la Iglesia nos presenta esta parte del evangelio en que Jesús se presenta ante sus discípulos el domingo de la resurrección, y vuelve a presentarse al domingo siguiente ante ellos, estando ya Tomás. Una primera enseñanza que podemos sacar de esto es que Jesús, aunque siempre está espiritualmente con nosotros, desea estar de una manera más viva el día del domingo. Podemos decir que estableció este día, como distintivo de su presencia resucitada.
Siempre que asistimos a misa celebramos la muerte y resurrección de Jesús. Lo proclamamos especialmente al terminar la consagración. Pero el domingo es el día del señor, el día también del encuentro de la comunidad formando una unidad de amor y de fe, como nos dice hoy la primera lectura hablando de la primitiva comunidad que “tenían un solo corazón y una sola alma”. Consecuencia de ese amor era el repartirse los bienes externos y vivir en verdadera comunidad. Ese era un testimonio de que Cristo había resucitado. Tenían sus defectos, pero éste es el ideal.
En todas las épocas ha habido y hay comunidades de fieles, hombres y mujeres, que tienen esta vida de paz y de unidad, de modo que son testimonio de que Cristo vive entre nosotros. Y aunque no tengamos esta unidad tan plena, el hecho de que en medio esté el amor a Cristo y entre nosotros, significa ser testigos del Señor.
Jesús viene en aquella tarde noche a consolar a sus discípulos. Y, como Jesús es bueno y es el Señor, en su visita les da unos grandes dones. Lo primero la paz, pues la necesitan. Estaban llenos de miedo, pues los que habían condenado a Jesús, podían ir ahora a por ellos. Jesús era, según los profetas, el “príncipe de la paz”. Siempre la paz era un signo de su presencia, desde que nació en Belén.
Y juntamente con la paz les dio la alegría. Es lo propio de estos días de resurrección. La paz y la alegría son dos frutos del Espíritu Santo. Por eso a continuación “sopló sobre ellos”. Es un signo simbólico de dar algo importante, de dar vida. Se parece a lo que se dice de la creación, dando el soplo de la vida. Así pues, les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. Quizá más propio sería decir: “Recibid Espíritu Santo”. De una manera solemne recibirían el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Ahora lo recibían según la capacidad que tenían, con las imperfecciones de este momento.
Y como siempre tendremos imperfecciones y pecados, necesitaremos el perdón de Dios. Para que sea fácil poder recibir el perdón de Dios, Jesús les da a los apóstoles el poder de perdonar pecados. Este es un poder maravilloso que sigue teniendo la Iglesia y que administra por medio de los sacerdotes. Todos tenemos que dar muchas gracias a Jesús por este don, y tenemos que aprovecharnos de él para obtener el perdón.
Pero Tomás no estaba entonces. Quizá vendría a los pocos días. Quien no se une a su comunidad se pierde muchas gracias de Dios. Quizá por mezcla de orgullo y por amor mal entendido hacia Jesús, se puso terco y no quiso creer. Sus palabras: “Si no veo la señal de los clavos, etc..” demuestran que estaba encerrado en la idea de un Cristo pasado y no en el de Jesús resucitado, que da vida. Hasta que vino Jesús, el domingo siguiente, y con mucho cariño le mostró la señal de los clavos en sus manos y la herida del costado. No hizo falta tocar, porque ante la vista de Jesús se acrecentó su fe en Jesús, no sólo como hombre resucitado, sino como Dios. Y con mucho amor pronunció la declaración más hermosa del evangelio: “Señor mío y Dios mío”. Era un acto de fe, de adoración y de entrega sin límites.
Jesús se lo agradece, pero dice algo grandioso para nosotros: “Dichosos los que tienen fe sin haber visto”. Podemos decir que las dudas de Santo Tomás sirven para confirmar nuestra fe. Y como dice la 2ª lectura, que es de la 1ª carta de san Juan, si creemos de verdad en Cristo resucitado, con una fe que debe ir unida al amor de Dios y de los hermanos, habremos vencido al “mundo”, que es como símbolo del mal.
P. Silverio
Domingo de la Semana 3ª de Pascua. Ciclo B «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?»
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (3,13-15.17-19): Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
En aquellos días, Pedro dijo a la gente: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que voso¬tros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidi¬do soltarlo.
Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos.
Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.»
Salmo 4,2.7.9: Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor. R./
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; // tú que en el aprieto me diste anchura, // ten pie-dad de mí y escucha mi oración. R./
Hay muchos que dicen: // «¿Quién nos hará ver la dicha, // si la luz de tu rostro ha huido de noso-tros?» R./
En paz me acuesto // y en seguida me duermo, // porque tú solo, Señor, // me haces vivir tranquilo. R./
Lectura de la primera carta de San Juan (2,1-5): Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Pa¬dre: a Jesucristo, el justo.
Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conoz-co», y no guarda sus mandamien¬tos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su pala-bra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (24,35-48): Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día.
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconoci-do a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a voso-tros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué sur-gen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían ató-nitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto.»
Pautas para la reflexión personal
El nexo entre las lecturas
«Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito…acerca de mí». Sin dudauno de los temas cen-trales de este Domingo es el poder entender mejor el sentido reconciliador del sacrificio de Jesús en la Cruz. Ante todo, es Jesús mismo quien les hace ver a los incrédulos Apóstoles que todo aquello que había sido escrito acerca del «Mesías» tuvo pleno cumplimiento en su Muerte y Resurrección (Evangelio). En ese sentido, Pedro cabeza visible de la primera comunidad, muestra la continuidad entre el Dios de Abraham, Isaac y Jacob; con el Dios que ha glorificado a nuestro Señor Jesús por el Espíritu Santo (Primera Lectura). San Juan hablará del «Justo» que aboga por nosotros ante el Padre por nuestros pecados (Segunda Lectu-ra). Allí donde se anuncie el misterio de Cristo deberá también anunciarse el perdón de los pecados y la conversión (el cambio de vida). Éste ha sido el pedido hecho por Jesús Resucitado a sus Apóstoles (Evan-gelio).
«Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados»
En la Primera Lectura tenemos una parte del discurso que Pedro dirige al pueblo israelita congregado en el pórtico de Salomón después de la curación de un tullido de nacimiento. La consecuencia de esta cura-ción,así como de la predicación realizada, fue, por un lado, la conversión de unos cinco mil hombres y por otro el primer encarcelamiento de Juan y de Pedro por predicar la «Buena Nueva» (ver Hch 4).
Pedro inicia su discurso descartando toda causa humana como principio de curación: el milagro se ha realizado por la fe en el nombre de Jesús. En el discurso vemos cómo se afirma el mensaje central del «ke-rigma cristiano»: la Muerte y la Resurrección de Jesús. El Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos es el mismo y único Dios que guía toda la historia de Israel desde sus orígenes. El evento de la Re-surrección de Jesús, por lo tanto, no es una ruptura con la historia del pueblo de la Antigua Alianza sino su plenitud, de igual forma que la Iglesia nacida de la Pascua debe considerarse siempre en continuidad con el pueblo elegido.
Luego Pedro hace mención del famoso cántico del «Siervo de Yahveh» (Is 52,13 - 53,12) en el que los cristianos reconocen a Jesús quien es llamado de «Santo y Justo». Según la mentalidad judía la categoría de «Santo» solamente podía adjudicarse a Dios mismo (ver Is 53,11. Lc 1,35; 4,34) y la de «Justo» a aque-lla persona que cumple fielmente la voluntad de Dios (ver Mt 1,19). Termina Pedro su discurso, exhortando al arrepentimiento y a la conversión cuya señal sensible será el bautismo sacramental. Vemos cómo ha utilizado dos verbos griegos: metanoein: arrepentirse, es decir, tomar conciencia del pecado cometido; y epistrephein: volverse, es decir, orientar la vida hacia Dios y hacia Cristo, adhiriéndose a su voluntad en el plano moral. En el caso de los paganos la conversión supone una vuelta al verdadero Dios; pero en el caso de los judíos consiste en la aceptación de Jesús como «Señor» (ver 2 Cor 3,16. Hch 9,35).
La plenitud del amor...guardar sus mandamientos
«El discípulo amado», San Juan, abre su corazón para dejarnos esta bellísima carta que inicia diciendo «Hijitos míos...» que es la misma forma como Jesús se dirige a sus apóstoles en la noche de su despedida. Este diminutivo lo repetirá con frecuencia en la carta; alternando con otros apelativos de cariño como dilec-tísimos, hijos pequeños, etc. Esta expresión descubre el amor paternal del ya anciano apóstol. Dios es luz y nosotros estamos llamados a caminar en la luz (ver 1Jn 1, 5-7). La luz es una designación de la realidad divina que, como tal, se ha manifestado en Cristo. De este modo ha quedado iluminada la existencia huma-na; el hombre puede orientar su vida desde esta luz.
La intención del Evangelista es que no pequemos, sin embargo, dada nuestra fragilidad los más probable es que lo hagamos. Ante esta realidad tenemos no sólo un abogado defensor en Jesucristo, sino que Él mismo es víctima que se da en reparación por nuestros pecados. Es muy interesante notar que la forma verbal utilizada se encuentra en presente: «tenemos uno que abogue...». En su cuerpo glorificado, el Hijo está continuamente ofreciéndose e intercediendo al Padre por nosotros. Se trata de una economía perma-nente, perpetua; no de una propiciación que tuvo lugar hace tiempo. Finalmente, el caminar en la luz consis-te no sólo en evitar el pecado sino fundamentalmente vivir de acuerdo a los mandamientos dejados por el Señor que no es sino vivir el amor. Ya que «quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza» (1Jn 2,10).
«¡Es verdad el Señor ha Resucitado!»
El Evangelio de este Domingo es la inmediata continuación del relato sobre los discípulos de Emaús quienes van a reconocer al Señor «al partir el Pan y darles de comer». En ese momento, aunque el día ya declinaba y habían caminado más de 10 kilómetros; volvieron alegres y presurosos a dar la buena noticia a los apóstoles: «¡Cristo resucitó, caminó con nosotros y lo reconocimos al partir el pan!» Ellos encontraron a los once reunidos que los recibieron con este saludo: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha apareci-do a Simón!» (Lc 24,34)ya quefue el testimonio de Simón Pedro el que realmente tuvo peso ante los após-toles. El testimonio de las mujeres o de Juan no había bastado y tampoco habría bastado el de los discípulos de Emaús.
Sólo Pedro había recibido del Señor la misión de «confirmar a los hermanos» (Lc 22,32) .
En medio de esta algarabía aparece Jesús y les ofrece el saludo de la paz. Los discípulos no se alegran sino que se encuentran «sobresaltados y asustados».Es decir, veían a Jesús, pero no creían que fuera real. ¿Cómo se explica esta reacción de los mismos que en ese preciso momento estaban diciendo: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado!»? ¿Qué entendían ellos por resucitar? El Evangelio de este Domingo nos aclara qué significa «resuci¬tar de entre los muer¬tos», de manera que a nosotros no nos quede duda alguna.
El texto griego dice claramente: «Creían ver un espíritu» (pneuma). Sin embargo, algunas traducciones usan la palabra «fan¬tasma». Es porque se comprende que un espíritu no puede ser visto. Pero, si cambia-mos el texto, entonces la frase siguiente de Jesús queda fuera de contex¬to: «Palpadme y ved que un espíri-tu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Un espíritu no es accesi¬ble a los sentidos, porque es inmaterial. En cambio, Cristo resucita¬do tiene un cuerpo que puede palparse. En seguida, Jesús confirma su identidad; lo hace mostrando sus manos y sus pies: «Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo».
Para nosotros este modo de identificación resulta extraño. ¿No habría sido mejor que les mostrara su rostro? Jesús muestra las manos y los pies porque en ellos están las señales de los clavos con que fue cla-vado a la cruz. Su gesto quiere decir: «Yo soy el mismo que estuve crucificado, que morí en la cruz y fui sepultado; y ahora ¡estoy vivo!». No soy alguien que se le parezca, sino que soy el mismo. Yo mismo he pasado de la muerte a la vida: ¡he derrotado a la muerte! Por eso San Pablo declara con firmeza: «Noso-tros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los ju¬díos, necedad para los gentiles, más para los llamados, lo mismo judíos que gentiles, un Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1Cor 1,23-24). Nada se sostiene sin la cruz de Cristo, pues era necesario que Él padeciera la cruz para entrar así en la gloria y obtenernos la reconciliación.
Mientras Jesús les mostraba sus manos y sus pies se iban abriendo paso en la mente de los apóstoles la alegría y el asom¬bro. Pero el Evan¬gelio no dice que alguno de ellos palpara efectivamente a Jesús para verificar. Por eso Jesús pre¬gunta: «¿Tenéis aquí algo de comer?». El relato continúa y tomando un pesca-do asado come delante de ellos. Nunca nos había mostrado el Evangelio a Jesús comiendo, salvo cuando ha resucitado (ver Jn 21,9-10.13). ¡Ya no puede haber duda de quién está con ellos! Jesús continúa dicién-doles que Él había predicho su resurrección. El Evangelio registra por lo menos tres anuncios de su Pasión y Resurrección, que Jesús hizo cuando estaba con sus discípulos. Ahora que ellos lo vieron vivo y creye-ron, Jesús les encomienda la misión: «predicar en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén».
En el Evangelio se confirma un hecho constante. En todas las apariciones de Jesús Resucitado, los que lo ven no lo reconocen, a pesar de haber sido del círculo de sus discípulos cercanos. Es porque el recono-cimiento de Jesús resucitado es un hecho de fe y no solamente una verificación sensorial. El Evangelio quiere expresar así que Jesús no volvió simplemente a la vida terrena sino que resucita en un «cuerpo glo-rioso». Para reconocer a Cristo resucitado es necesario entonces el testimonio interior del Espíritu Santo. Ahora podemos contestar esta pregunta ¿Cómo vemos nosotros a Jesús Resucitado? Lo vemos por la fe, gracias a la conjunción de dos testimonios: el de los apóstoles y nuestra apertura al Espíritu Santo.
Una palabra del Santo Padre:
El hilo conductor de la meditación del jueves 24 de abril en la capilla de la Casa Santa Marta fue preci-samente el contraste entre los sentimientos que experimentaron los Apóstoles después de la resurrección del Señor: por una parte, la alegría de saber que había resucitado, y, por otra, el miedo de verlo de nuevo en medio de ellos, de entrar en contacto real con su misterio viviente. Inspirándose en san Lucas (24, 35-48) propuesto por la liturgia, el Papa recordó, en efecto, que «la tarde de la resurrección los discípulos es-taban contando lo que habían visto»: los dos discípulos de Emaús hablaban de su encuentro con Jesús durante el camino, y así también Pedro. En resumen, «todos estaban contentos porque el Señor había re-sucitado: estaban seguros de que el Señor había resucitado». Pero precisamente «estaban hablando de estas cosas», relata el Evangelio, «cuando se presenta Jesús en medio de ellos» y les dice: «Paz a voso-tros».
En ese momento, observó el Papa, sucedió algo diferente de la paz. En efecto, el Evangelio describe a los apóstoles «aterrorizados y llenos de miedo». No «sabían qué hacer y creían ver un fantasma». Así, prosiguió el Papa, «todo el problema de Jesús era decirles: Pero mirad, no soy un fantasma; palpadme, ¡mirad mis heridas!».Se lee además en el texto: «Como no acababan de creer por la alegría…». Este es el punto focal: los discípulos «no podían creer porque tenían miedo a la alegría». En efecto, Jesús «los lleva-ba a la alegría: la alegría de la resurrección, la alegría de su presencia en medio de ellos». Pero precisa-mente esta alegría se convirtió para ellos en «un problema para creer: por la alegría no creían y estaban atónitos».
En resumen, los discípulos «preferían pensar que Jesús era una idea, un fantasma, pero no la reali-dad».«El miedo a la alegría es una enfermedad del cristiano». También nosotros, explicó el Pontífice, «te-nemos miedo a la alegría», y nos decimos a nosotros mismos que «es mejor pensar: sí, Dios existe, pero está allá, Jesús ha resucitado, ¡está allá!». Como si dijéramos: «Mantengamos las distancias». Y así «te-nemos miedo a la cercanía de Jesús, porque esto nos da alegría».
Esta actitud explica también por qué hay «tantos cristianos de funeral», cuya «vida parece un funeral permanente». Cristianos que «prefieren la tristeza a la alegría; se mueven mejor en la sombra que en la luz de la alegría». Precisamente «como esos animales —especificó el Papa— que logran salir solamente de noche, pero que a la luz del día no ven nada. ¡Como los murciélagos! Y con sentido del humor diríamos que son “cristianos murciélagos”, que prefieren la sombra a la luz de la presencia del Señor».
En cambio, «muchas veces nos sobresaltamos cuando nos llega esta alegría o estamos llenos de mie-do; o creemos ver un fantasma o pensamos que Jesús es un modo de obrar». Hasta tal punto que nos de-cimos a nosotros mismos: «Pero nosotros somos cristianos, ¡y debemos actuar así!». E importa muy poco que Jesús no esté. Más bien, habría que preguntar: «Pero, ¿tú hablas con Jesús? ¿Le dices: Jesús, creo que estás vivo, que has resucitado, que estás cerca de mí, que no me abandonas?». Este es el «diálogo con Jesús», propio de la vida cristiana, animado por la certeza de que «Jesús está siempre con nosotros, está siempre con nuestros problemas, con nuestras dificultades y con nuestras obras buenas».
Por eso, reafirmó el Pontífice, es necesario superar «el miedo a la alegría» y pensar en cuántas veces «no somos felices porque tenemos miedo». Como los discípulos que, explicó el Papa, «habían sido derro-tados» por el misterio de la cruz. De ahí su miedo. «Y en mi tierra —añadió— hay un dicho que dice así: el que se quema con leche, ve una vaca y llora». Y así los discípulos, «quemados con el drama de la cruz, dijeron: no, ¡detengámonos aquí! Él está en el cielo, está muy bien así, ha resucitado, pero que no venga otra vez aquí, ¡porque ya no podemos más!».
Papa Francisco. Misa diaria, Jueves 24 de abril de 2014
Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana
1. Generalmente somos un poco duros para juzgar a Tomás por su incredulidad ante el testimonio de sus hermanos en la fe. Sin embargo, en este Domingo vemos cómo los demás apóstoles tuvieron miedos y dudas. El Señor mismo les dice que palpen y vean sus heridas. ¿Acaso nosotros no pedi-mos, también, señales para creer?
2. El papa Francisco nos recuerda que el contenido de nuestra fe nace del encuentro con una Persona: Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. ¿Soy «testigo del Resucitado» con nuestro propio testimonio de vida?
3. Leamos con atención en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 645 – 658
Texto facilitado: JUAN RAMON PULIDO, presidente diocesano de Adoración Nocturna, Toledo
``LA COMUNIDAD EN LAS REDES SOCIALES HOY``` *III Domingo de Pascua (Lc 24,35-48)*
`
_Ábrenos a Ti, Señor_
Hoy vemos a los dos de Emaús volviendo a paso ligero a Jerusalén. Jesús, el Buen Pastor se ha encontrado con ellos y necesitan compartir con los demás discípulos está Buena Noticia. Esto nos da pie para hablar de algo que es de capital importancia o más aún la razón de ser de toda comunidad cristiana apuntando ya su esencia: la comunidad cristiana es creada por la Palabra. Fundamentamos este reconfortante postulado. La mayoría de los biblistas, ya desde la antigüedad, inciden en que Jesús no celebró la Eucaristía con los discípulos de Emaús sino que les partió la Palabra prendiendo en sus corazones el Fuego de Dios que surge de Ella. Es así como tenemos acceso a la comprensión del Misterio de Dios inaccesible a la mente desnuda, sin más. Cuando sentados a la mesa les partió el pan… les estaba dando el Pan de Vida que Jesús antepuso al pan material al decir a Satanás: "No solo de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4). Recordemos el testimonio de los dos de Emaús: ¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos interpretaba las Escrituras? (Lc 24,32). A continuación dice Lucas que fueron al encuentro de los demás discípulos para compartir con ellos la Buena Noticia, el Fuego que Jesús Resucitado encendió en sus corazones conforme les iba partiendo sus palabras. La Palabra hecha Fuego en el corazón y así, como Fuego, compartida es lo que crea la comunión en una Comunidad llevándola a su mayoría de edad, es decir al Discipulado adulto. Consciente de que la Palabra es la creadora de la comunión en la comunidad cristiana, Pablo hace esta exhortación a los discípulos de Colosas: " Que la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza, enseñaos mutuamente, amonestaos..." (Col 3, 16)
_ P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com_
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Sábado, 17 de Abril de 2021
_Hoy quiero contemplarte, Espíritu Santo, junto al Padre y al Hijo, en esa Trinidad santísima._
_Dame tu gracia para reconocer tu hermosura, ese misterio profundo de Dios._
_Porque Tú vives junto al Padre y al Hijo en una infinita comunicación de amor._
_Así descubro que Dios es comunidad, y que cada uno de nosotros ha sido creado según ese modelo divino._
_Por eso, Señor, cuando te contemplo, reconozco que no puedo vivir solo, que en lo más profundo de mí ser está el llamado a vivir con otros, en unidad y amor._
_Puedo ver una vez más que nadie vive con dignidad si escapa de los demás, o si es excluido de la vida social._
_Y así, Dios mío, contemplo tu misterio de amor y de unidad que puede sanar las divisiones, los egoísmos y el individualismo._
_Tómame como instrumento de tu amor infinito, Espíritu Santo, para que pueda evangelizar sembrando comunión fraterna, justicia y solidaridad._
_Amén._
lunes, 12 de abril de 2021
LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Domingo, 11 de Abril de 2021
*
El Espíritu Santo es amor, y por eso siembra la unidad, motiva la fraternidad, impulsa al encuentro y al diálogo. Pero para aprender a dialogar es necesario ejercitar los dones que nos regala el Espíritu Santo.
Nunca perdemos el tiempo si nos detenemos a dialogar con alguien, por más superficial que nos parezca. Siempre nos ayudará a no encerrarnos en nuestras propias ideas e intereses, nos exigirá abrir la mente y el corazón.
Dialogar con los demás es una gran ayuda para nuestro enriquecimiento personal, para mantenernos psicológicamente sanos, para no evadirnos de la realidad que nos supera.
Los que vivimos en el mundo estamos llamados a encontrar a Dios en el encuentro con los demás. Porque Dios habla y ofrece su amor también en medio de la gente a la cual, Él mismo nos envía.
El Espíritu Santo otorga permanentemente luces e impulsos en medio de una conversación; la presencia de Cristo resucitado es tan real en medio de un encuentro fraterno como en los momentos de silencio y quietud.
Pidamos al Espíritu Santo que Él nos enseñe el arte de dialogar.
`LA COMUNIDAD EN LAS REDES SOCIALES HOY``` *Pedro… ¿Me amas?*
``
En la Última Cena, Pedro insistió vehementemente que seguiría a Jesús y que daría la vida por Él. Jesús le prometió que un día podría dar la vida por Él, pero que aún no (Jn 13,36-38). Nadie puede alcanzar el Discipulado si no hace la experiencia de ser rescatado por Jesús del miedo a perder la vida por Él. Jesús resucita y le vemos con Pedro a la orilla del mar. Le pregunta tres veces: ¿Me amas? Triple respuesta de Pedro: ¡Señor, Tú sabes que te amo! Jesús le dice: ¡Apacienta mis ovejas! Las he rescatado, como a ti, al precio de mi sangre, te las confío ,he dado mi vida por ti y con ella el sello de buen pastor; el que da su vida por las ovejas (Jn 10,11) Al recuperarte te hice vencedor de tus miedos que te llevaron a negarme. Ya puedes apacentar mis ovejas con Palabras de Vida Eterna (Jn 6, 67-68). Yo te las pondré en tu corazón y en tus labios. Una cosa más Pedro; cuando como buen pastor apacientes a mis ovejas dando tu vida por ellas, entonces sabrás que estás dando tu vida por mi. Eso hizo Jesús por Pedro… y por ti… y por mi… así con esta Ternura es como cuida a sus discípulos ¿Cómo no seguirle?
_P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com_
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Lunes, 12 de Abril de 2021
_Pido la luz al Espíritu Santo para descubrir cuáles son mis profundas esclavitudes, qué cosas me hacen sufrir inútilmente, qué cosas me quitan la alegría de vivir, de dónde vienen las tristezas, los rencores, las insatisfacciones que llevo dentro._
_Trato de enfrentar con claridad esas esclavitudes ante la mirada de Cristo, y tomo conciencia de mis planes: ¿realmente quiero liberarme de esas esclavitudes, o en el fondo prefiero seguir así?_
_Pido al Espíritu Santo, la gracia de descubrir que Él es la verdadera libertad, y me detengo a pedir con insistencia, el deseo de liberarme y de recuperar el aire, el entusiasmo por vivir, las ganas de crecer y de amar, el gozo de ser amigo de Jesús._
_Me imagino cómo sería mi vida cotidiana, mi trabajo, mi encuentro con los demás, si dejara que el Espíritu Santo me diera la verdadera libertad._
_Trato de salir de la oración dispuesto a vivir así en cada momento._
sábado, 10 de abril de 2021
*LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO* Sábado, 10 de Abril de 2021
_Espíritu Santo, te doy gracias por tu llamado al amor, porque me permites colaborar con tu obra y me das fuerzas para servirte. Acepto la misión que me has confiado para extender el reino de Jesús. Quiero mirar el mundo con los ojos de Jesús, con la luz del Evangelio._
_Ayúdame Espíritu Santo, a reconocer los desafíos del mundo de hoy, para que pueda ofrecer mi humilde aporte. En un mundo que está perdiendo muchos valores preciosos, enséñame a comunicar el estilo de vida de tu Evangelio._
_En un mundo en el que muchos te buscan pero equivocan el camino, ayúdame a mostrar la belleza de tu Palabra con todas sus exigencias._
_En un mundo donde muchos hermanos sufren injustamente la miseria y son excluidos de la vida social, transfórmame en un instrumento de solidaridad y de justicia._
_En un mundo donde crecen el individualismo, la competencia y las divisiones, conviérteme en un instrumento de diálogo, de unidad y de paz._
_Ven Espíritu Santo._
_Amén._
texto facilitado por Carlos Coloma, presbitero
Suscribirse a:
Entradas (Atom)